“José, hijo de David, no temas”
El personaje central de este IV domingo de Adviento es san José, quien ocupa un lugar destacadísimo, aunque muy discreto, dentro del plan de salvación.
En general, las imágenes que representan a José han contribuido a difundir la idea de que se trataba de un hombre viejo, destinado a convertirse en el esposo de una joven y hermosa campesina judía. Superemos la imagen de José como un “adulto mayor” que, por razones de conveniencia, está comprometido con María. Erradiquemos este imaginario de una pareja despareja…
Veamos a José como un joven artesano, profundamente enamorado de una lugareña llamada María, con la cual desea constituir una familia. Todas sus ilusiones se derrumban cuando se da cuenta de que su prometida está embarazada, y como “era un hombre de bien y no quería exponerla a la infamia, decidió romper su compromiso en secreto”.
El texto de Mateo sugiere un sobrio perfil de este singular personaje; recapitulemos los principales rasgos:
- Se trata de un joven que está profundamente enamorado de su prometida.
- Ese amor, que se encamina hacia el matrimonio, se ve gravemente amenazado.
- La solidez de su fe judía le permite reconocer la acción de Dios, aceptarla gozosamente y colaborar con ella.
- La experiencia de fe, simbolizada en la aparición del ángel quien le habla en sueños, lo lleva resignificar su relación con María; disipadas las dudas, su amor de pareja entra en una nueva dimensión y se integra dentro del plan de salvación.
- La transformación interior de José se lleva a cabo dentro de la mayor discreción; es muy poco lo que conocemos de él pues el Nuevo Testamento ofrece escasos elementos.
Los textos bíblicos afirman que Jesús desciende de la familia del rey David y, en cuanto tal, es heredero de una promesa, y su historia personal se entrelaza con la historia de su pueblo. Ante la ley judía, José es el padre legal de Jesús y, por tanto, éste comparte la genealogía de José.
El texto del evangelista Mateo nos sugiere una doble dimensión de Jesús:
- Como lo acabamos de ver, frente a la ley judía su genealogía se remonta hasta la gran figura de la historia de Israel, el rey David.
- Pero su concepción no ha sido según los procesos humanos sino que ha sido fruto de la intervención del Espíritu Santo, con lo cual su identidad davídica adquiere resonancias y significaciones nuevas.
- En Jesús se recapitula toda la historia de Israel y como miembro de la estirpe de David es heredero de la promesa; y como ha sido concebido de manera excepcional por la acción del Espíritu, con Él se inicia un capítulo totalmente original de la historia de la salvación, se abren unos cielos nuevos y una tierra nueva.
Que la figura de José sea un sólido punto de referencia para nuestra vida espiritual: es el hombre de fe que colabora sin reservas en el plan de salvación; y asume sus responsabilidades con total discreción, siendo ajeno a los protagonismos. Tenemos mucho que aprender de él.
Padre Jorge Humberto Peláez SJ
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