Humildad y paciencia
Paciencia es amar a los demás aun cuando te decepcionen y no los comprendas. Es aceptarlos tal como son y perdonarlos por lo que hayan hecho. Paciencia es amarte a ti mismo y darte tiempo para crecer; es hacer cosas que te mantengan sano y feliz; y es saber que mereces lo mejor de la vida y que estás dispuesto a conseguirlo, sin importar cuánto tiempo sea necesario.
Toma la costumbre de alegrarte cuando se te presente una ocasión de practicar la humildad o ejercitar la paciencia. Es totalmente superfluo querer crear estas situaciones, porque podrías caer en lo artificial y perderte en la complacencia por tu virtud. Ten la seguridad de que encontrarás tantas ocasiones de humillarte y ser paciente como sean necesarias, y serán exactamente las que te hagan falta. Si adviertes que has dejado escapar alguna, repróchate esta negligencia, porque has actuado como el marino inexperto que no supo aprovechar el viento favorable.
La paciencia es una madurez. Presupone virtudes tan sólidas como la humildad y la fe en Dios. Conseguirás la paciencia meditando en Jesús bondadoso, sufrido, servicial, y suplicándole vuelva tu corazón a semejanza del suyo, manso y humilde. Que el Señor te ayude a dar pasos para crecer en estas virtudes tan necesarias.
* Enviado por el P. Natalio
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