Búsqueda de Dios
El salterio al comenzar proclama la dicha del hombre que busca a Dios con sinceridad: Dichoso el hombre que, guardando los preceptos del Señor, lo busca de todo corazón (S. 1). Dios no abandona al que lo busca (S. 9). Los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada (S 34). Aprovecha para tu oración estos textos que siguen:
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Tiene sed de Dios, del Dios vivo, ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? (42). Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro”. Tú rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro (27). Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua (63). Dichosos los que viven en tu casa, Señor, alabándote siempre. Un solo día en tu casa vale más que otros mil (84). ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo: "Salud de mi rostro, Dios mío" (42).
“Los salmos son poesía: estados de ánimo, emociones, evocaciones que el poeta quiso comunicar a su pueblo. Las emociones hacia Dios no surgen, si no encuentran un clima adecuado de silencio y de amor en el lector. Los salmos son portadores de una densa carga experimental de Dios”. Alimenta tu oración con este excepcional regalo del Señor.
* Enviado por el P. Natalio
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