jueves, 19 de julio de 2018

PERFUME A ROSAS Y VIOLETAS



Perfume de rosas y violetas




Emanuele Brunatto fue uno de los grandes convertidos del padre Pío. Había sido buzo en América, sastre de señoras en Milán, jockey en Bolonia, comerciante en Palermo y empresario de una famosa cantante de cabaret en Nápoles. Él cuenta así su conversión: “El fraile (padre Pío) me miró con desdén como si viera venir al diablo. Pensé: ¿éste es el santo? ¿Por qué me mira con tanto odio? Yo estaba furioso. El capuchino parecía no ocuparse de mí. Huí como un loco de la sacristía y comencé a sollozar como niño herido, repitiendo constantemente: “Dios mío, Señor mío”. Cuando volví a la sacristía, el padre Pío me esperaba solo. Su rostro, tenía una belleza celestial, irradiaba una alegría indescriptible. Sin palabras, me hizo señas de arrodillarme. Los recuerdos del pasado me vinieron como aguas de un torrente en crecida. ¡Cuántos errores cometidos desde mi adolescencia! Le dije:

— No terminaré jamás de confesarme tantos pecados. El padre me dijo:
— Te has confesado durante la guerra y el Señor te ha perdonado.

Cuando llegó el momento de la absolución, el padre Pío debió comenzar varias veces, como si luchase con un adversario invisible. Las palabras sacramentales chocaban como flechas lanzadas sobre mi cabeza, mientras de su boca salía un perfume de rosas y violetas que me inundaba el rostro. Al momento de dejar el convento, le pedí bendecir al único objeto decente que encontré en mis bolsillos, un par de guantes blancos, último residuo de mis actuaciones teatrales. Tuvo un pequeño movimiento de sorpresa, pero me sonrió y lo bendijo. Desde aquel día hasta que los perdí, estos guantes emanaron de vez en cuando el perfume que había sentido durante la confesión”.




* Enviado por el P. Natalio

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