Se acerca San Valentín
Autor: Edward Alberto Grullón Pimentel
Si amas solamente a quienes te aman, ¿Qué mérito tiene? Y
si saludas sólo a tus amigos, ¿Qué tiene de especial?
Ya estando muy cercanos a la celebración del día de San Valentín, “el día de la amistad y del amor”, es posible que muchos se estén cuestionando ante el hecho: ¿Qué le regalaré a "x"? ¿Qué le podrá gustar a "x"? Otros, los comerciantes, están preparando sus ofertas, estratégicas, propagandas y demás movimientos para acaparar la atención de quienes en esos días se lanzan en busca de adquirir aquel objeto que sirva para hacer sentir bien a la persona que le despierta sentimientos de amor, aprecio o cariño, ya sea su pareja o un amigo (a) cercano (a).
Ciertamente el acontecimiento es una costumbre que ha traspasado la barrera de los años logrando así configurar cierta esfera de afecto y cercanía entre las personas que practican dicha costumbre; intercambio de regalos, declaraciones de amor (tanto anónimas como públicas), declaraciones de perdón, disposición de reconciliación, entre otros son algunas de las características que rocían este tiempo, el cual gira en torno a un sólo día: el día de San Valentín.
Es precioso ver el ambiente que se forma en los centros de estudios, lugares de trabajo, núcleos familiares o cualquier otro grupo que congregue personas con la llegada de esta fecha. Es precioso el rostro de los amigos que, luego de varias semanas de intercambio secreto logran descubrirse el uno al otro y darse de mano a mano aquel obsequio tan esperado; es precioso el sentimiento que acompaña en el interior de la persona que de su pareja recibe un especial "cariñito" que de seguro otorgará una bella velada a ambos.
Encontramos, sin lugar a dudas, personas que nos alegran y que se entristecen con nosotros, que nos comprenden, que nos apoyan, que nos corrigen; que nos aman; encontramos amigos. Tanto es el amor que nos demuestran que quisiéramos expresarle nuestro afecto recíproco con un detalle, que en la mayoría de los casos es material, pero que definitivamente significa y dice mucho.
No muy distante ni distinto es nuestro San Valentín. Hacemos un bello obsequio a esa persona que tanto queremos en honor al cariño que le tenemos y esa persona que tanto nos quiere nos favorece con igual expresión de estima.
Este esquema es el que ha permanecido interno dentro de la celebración del día de San Valentín. Podemos decir que el mismo es el regente de tal acontecimiento.
Hoy día, mirando lo delicado de la realidad de las relaciones interpersonales, es necesario trascender tal esbozo; es necesario romper con lo plástico de algunos parámetros que nos rigen: “Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿Qué mérito tiene? Y si saludan sólo a sus amigos, ¿Qué tiene de especial? (Mt. 5, 46a.47a)
La contradicción y la duda puede acercarse a nuestra mente: “¿Cómo no premiar con un detalle especial para el día de San Valentín a aquella persona que tanto hace por mí, que tanto me comprende.....?”
Es normal que a algunos les choque y les contradiga la propuesta, y de ello no son totalmente culpables, porque es lo que la sociedad nos ha enseñado, es el molde con el que nos han venido encauzado durante nuestra vida, al menos desde que tenemos uso de razón. Entonces, ¿Es una mala práctica obsequiar un presente a alguien que queremos mucho en el día de San Valentín? Claro que no, por supuesto que no.
No estamos en contra de tan sublime práctica
!Jamás!, pero lo que sí buscamos es aquel "trascender" (al que anteriormente hicimos alusión) la mera ejecución de la misma: Dar y recibir, recibir y dar, dar a quien da; doy ya que me dan.
La invitación es a la reflexión para tan especial y esperada fecha:
¿Quién se sentirá mejor con recibir un regalo mío (sea una llamada, una visita, especialmente si esta persona está enferma, etc.) aquel a quien a menudo le sonrío, le manifiesto mi cariño, acompaño..., o aquel que necesita de mi perdón, de mi comprensión, de mi atención, de mi cercanía, de mi mano, de mi voz...?
La respuesta real, más que por pura lógica, sin lugar a dudas, está basada en el ejemplo de aquel que supo amar de verdad, que supo, con la donación de su vida al servicio de los menos atendidos, de los olvidados, "vivir un san Valentín en cada día": "No es la gente sana la que necesita médicos, sino los enfermos" (Mt. 9, 12)
Ciertamente la decisión es arriesgada, incluso, para muchos podría ser un escándalo. No es sencillo lidiar con nuestros hermanos; personas de carácter fuerte, de personalidad inestable, de sonrisa engañosa, de blanda fe, en fin, personas que tienen tanto valiosas virtudes como marcados defectos. La verdad que para muchos no lo es.
Pero, "nuestro sumo sacerdote no se queda indiferente ante nuestras debilidades, pues ha sido probado en todo igual que nosotros, a excepción del pecado." (Heb. 4, 15) Confiemos en él, en Jesús, quien llevando el peso de su propia debilidad supo comprender a los impacientes, a los gruñones, a los mal hablados, en fin a todos (cfr. Heb. 5, 2b), para que nos ayude, nos conceda y renueve cada día el don del amor en nuestra vida.
En este próximo San Valentín, y más aún todos los días, fijémonos un poco más en aquellos a quienes menos prestamos atención, a quienes necesitan de nuestra compañía, de nuestra comprensión, de nuestro apoyo, y también fijémonos y celebremos (porque no es un error hacerlo) con nuestros más cercanos allegados, con nuestros amigos.
Queridos, si Dios nos amó aún siendo nosotros unos ingratos, unos mal geniosos, unos inmisericordes, unos egoístas, también nosotros debemos amarnos mutuamente. (cfr. 1 Jn. 4, 11)
"Pero Yo les digo, amen a aquellos con quienes es difícil la convivencia, traten de hacerlo, para que así sean hijos de su Padre que está en el Cielo. (cfr. Mt. 5, 44-45)
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