Papa Francisco en el Jubileo Mariano: Para ser agradecidos hay que ser humildes
Por Álvaro de Juana
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
VATICANO, 09 Oct. 16 / (ACI).- Miles de personas participaron en la mañana del domingo a la Santa Misa con motivo del Jubileo Mariano que durante tres días se ha celebrado en Roma, en la que el Papa Francisco invitó a dar gracias por los dones recibidos de Dios y afirmó que “para saber agradecer se necesita también la humildad”.
Francisco comentó las lecturas del día y sobre todo el Evangelio, en el que se ve como Jesús realiza algunas curaciones y las personas sanadas dan gracias por ello.
“¿Somos capaces de saber decir gracias? ¿Cuántas veces nos decimos gracias en familia, en la comunidad, en la Iglesia? ¿Cuántas veces damos gracias a quien nos ayuda, a quien está cerca de nosotros, a quien nos acompaña en la vida? Con frecuencia damos todo por descontado”, dijo el Papa.
En el relato está presente también la figura de un samaritano “un extranjero que vive en las fronteras del pueblo elegido, casi un pagano”. “Este hombre no se conforma con haber obtenido la salud a través de propia fe, sino que hace que su curación sea plena, regresando para manifestar su gratitud por el don recibido, reconociendo que Jesús es el verdadero Sacerdote que, después de haberlo levantado y salvado, puede ponerlo en camino y recibirlo entre sus discípulos”.
El Pontífice explicó que muchas veces “es fácil ir al Señor para pedirle algo, pero regresar a darle las gracias”. Por ello, “en esta jornada jubilar se nos propone un modelo, más aún, el modelo que debemos contemplar: María, nuestra Madre”.
“El corazón de María, más que ningún otro, es un corazón humilde y capaz de acoger los dones de Dios. Y Dios, para hacerse hombre, la eligió precisamente a ella, a una simple joven de Nazaret, que no vivía en los palacios del poder y de la riqueza, que no había hecho obras extraordinarias”.
“Preguntémonos –continuó– si estamos dispuestos a recibir los dones de Dios o si, por el contrario, preferimos encerrarnos en las seguridades materiales, en las seguridades intelectuales, en las seguridades de nuestros proyectos”.
Por último, el Santo Padre agregó que “el que vive a nuestro lado, tal vez despreciado y discriminado por ser extranjero, puede en cambio enseñarnos cómo avanzar por el camino que el Señor quiere”.
“También la Madre de Dios, con su esposo José, experimentó el estar lejos de su tierra. También ella fue extranjera en Egipto durante un largo tiempo, lejos de parientes y amigos. Su fe, sin embargo, fue capaz de superar las dificultades. Aferrémonos fuertemente a esta fe sencilla de la Santa Madre de Dios; pidámosle que nos enseñe a regresar siempre a Jesús y a darle gracias por los innumerables beneficios de su misericordia”, concluyó.
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