domingo, 27 de septiembre de 2015

DOS MADEROS


Dos maderos


Dos simples maderos, dos trozos de árbol unidos para toda la eternidad. La Cruz tiene un profundo sentido de Amor que nos cuesta descubrir. Nuestra ceguera nos impide ver más allá de lo que nuestros ojos perciben, y de éste modo no logramos comprender en toda su majestuosa profundidad el signo que la Cruz representa.

Un madero horizontal sujeta los brazos de Jesús, formando un abrazo que nos envuelve a todos los hombres, a todos los hermanos del Señor. Ese madero que corre paralelo a la superficie de la tierra marca el amor del Hombre-Dios por todos nosotros, es la unión en el amor fraterno, amor de miembros de la iglesia que Él mismo fundó sobre Su Sangre ¡La Cruz logra con este madero unirnos en hermandad! Dos clavos fueron suficientes para sujetar al amor hecho Criatura en un abrazo duradero por toda la eternidad. Desde el madero horizontal parten lazos de amor que nacen de una mano del Señor, barren la superficie de la tierra tocando a todos los hombres con el signo del amor entre hermanos, y vuelven a unirse a la otra mano de Jesús, cerrando el círculo. Al verlo en la Cruz, sujeto al madero con Sus brazos abiertos, sentimos que Jesús nos invita a unirnos a Su Humanidad, a ser como Él.

Pero si el madero horizontal representa la naturaleza humana de Jesús y Su mandamiento de amor entre hermanos, madero que envuelve la faz de la tierra, ¿cuál es entonces el significado del otro madero, el vertical? El madero vertical une el Cielo y la tierra, y es un signo de la Divinidad de Jesús, de Su naturaleza divina. Ese hombre clavado al madero, ¡es Dios! ¿Acaso comprendemos realmente lo que esto significa?

La Cruz no está completa sin este otro madero. Este leño vertical nos muestra el amor desde arriba (Dios) hacia abajo (hombre), y nos invita al amor desde abajo (hombre) hacia arriba (Dios) ¡Es el amor por Dios, y el amor de Dios por nosotros! Nos muestra el segundo camino del amor, el inmenso amor del Dios eterno e inmortal por Sus poco leales criaturas, y nos señala también el camino inverso: Jesús vino a recordarnos y a enseñarnos a amar a Su Padre, al Dios de los profetas. Este madero es una ruta de doble vía, del amor que sube y que baja, que se alimenta y realimenta desde nuestro amor al Padre que se eleva, y desciende multiplicado como más amor de Él por nosotros, hasta elevarnos espiritualmente hasta cumbres no exploradas antes por nuestras almas.

Ambos maderos se unen y forman la Cruz: es Jesús el que está en la intersección, porque es un hombre (el palo horizontal nos da la perspectiva humana de Cristo, porque Él es nuestro hermano que nos amó y nos ama inmensamente), pero también es Dios (el palo vertical nos da la perspectiva divina de Cristo, Él es Dios y como tal nos da Su amor derivado del amor de Su Padre). Jesús, Hombre y Dios, amor humano y amor divino, la Cruz como entrega de amor sublime de un Dios que dio hasta la última gota de Su sangre por nosotros, por nuestra salvación.

Dos maderos, dos ríos de amor. Dios quiso que estas dos sendas se crucen en el momento oportuno, y en el lugar oportuno. En el Gólgota, las dos rutas fueron unidas por un hombre que encontró Su cuerpo clavado a los dos maderos, configurando una Cruz, nuestra Cruz. El punto de unión no podía ser otra cosa más que una explosión de amor. Un estallido de amor que sacudió el universo, despertó a las estrellas más lejanas, porque fue el mismo Dios que las creó el que murió en ese instante. Jesús, regalo de amor del Padre, unió con Su propio cuerpo mutilado éstas dos rutas de amor, dejándonos claramente expuesto Su mensaje: “Amen a Dios por sobre todas las cosas, como Yo amo a Mi Padre, y ámense unos a otros con todo el corazón, como Yo los he amado también”.

En el punto de unión de los Dos maderos, en la Cruz, Jesús amó hasta el infinito. Dejó todo allí por nosotros. Su Padre lo envió para que nos salve, conociendo de antemano el precio de nuestra salvación. Sabiendo que Dos maderos iban a sujetar a todo el amor del universo por un breve instante en Palestina, cambiando para siempre la historia de la humanidad.

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