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No hay nada oculto |
Del santo Evangelio según san Lucas 8, 16-18
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto. Mirad, pues, cómo oís; porque al que tenga, se le dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener se le quitará.
Oración introductoria
Señor, yo creo, confío y te amo, pero quisiera tener una fe más operante y luminosa que atraiga a los demás. Por intercesión de María, espero que esta oración aumente mi fe, mi esperanza y mi caridad, porque te amo sobre todas las cosas.
Petición
Padre santo, dame la generosidad para compartir con los demás, especialmente con mi familia, la luz de tu Evangelio.
Meditación del Papa Francisco
Iluminación porque, a través del Bautismo, la persona humana se colma de la gracia de Cristo, “luz verdadera que ilumina a todo hombre” y destruye las tinieblas del pecado. Por esto en la ceremonia del Bautismo a los padres se les entrega un cirio encendido para simbolizar esta iluminación. El Bautismo nos ilumina desde dentro con la luz de Jesús. Por este don, el bautizado está llamado a convertirse él mismo en "luz" para los hermanos, especialmente para los que están en las tinieblas y no ven la luz en el horizonte de sus vidas. Probemos a preguntarnos: el Bautismo, para mí, ¿es un hecho del pasado, de ese día que ustedes hoy buscan en casa para saber cuál es, o una realidad viva, que tiene que ver con mi presente, en todo momento? ¿Te sientes fuerte, con la fuerza que te da Cristo, con su Sangre, con su Resurrección? ¿Tú te sientes fuerte? O ¿te sientes débil? ¿Sin fuerzas? El Bautismo da fuerzas. Con el Bautismo, ¿te sientes un poco iluminado, iluminada con la luz que viene de Cristo? ¿Eres un hombre o una mujer de luz? O ¿eres un hombre, una mujer oscuros, sin la luz de Jesús? Piensen en esto. Tomen la gracia del Bautismo, que es un regalo, es convertirse en luz, luz para todos. (S.S. Francisco, 13 de noviembre de 2013) .
Reflexión
La sinceridad nos permite ir con la cabeza bien alta, en todo momento. El hombre sincero es la persona de una sola pieza, sin dobleces, sin compartimentos secretos, sin engaños.
Ser sincero no es nada fácil, porque es más sencillo adaptarse a las circunstancias y poner buena cara a todos que mantenerse fiel a la palabra dada y a los principios adquiridos. Por ejemplo, el que está convencido de que la vida humana constituye un valor supremo y que no puede ser negociada por ninguna ley ni ideología política puede ser tachado de "conservador", antiguo, etc. Etiquetas incómodas, desde luego. Pero, ¿con quién prefiere quedar bien? ¿Con unos hombres de ideas pasajeras, o con el Dios eterno, creador de cuanto hay en el cielo y en la tierra, con el que le ha dado la vida y es su Señor?
La sinceridad es una virtud que debe forjarse cada día, en cada momento. No se consigue de una vez para siempre, sino que hay que renovarla en cada ocasión que se presente. ¿Soy sincero en esta respuesta? ¿Soy coherente con mi fe ante esta situación? Es preciso examinarse diariamente para ver cómo está nuestra conciencia. ¿Es como una luz? ¿O debo esconderla de los demás, para que no descubran cómo soy?
Porque nada hay oculto que no quede manifiesto. Algún día se revelará la verdad y es mejor estar preparado desde ahora.
Propósito
No esconder ni auto-engañarme en mi diario examen de conciencia, al no querer reconocer lo malo que me apena y que, por eso, prefiero ignorar.
Reflexión apostólica
Dar con generosidad. Compartir lo bueno que tengo (material y espiritual), con quien más lo necesita. No temer el desgaste, no esperar recompensa inmediata, tomar conciencia de mi responsabilidad como discípulo y misionero de Cristo. Señor, pongo a tu cuidado estos propósitos para que sean una realidad en mi vida cotidiana.
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