"Indulgencia para el posadero"
Te acusan, posadero, de haber negado al Hijo de Dios un sitio en tu posada.
Si le hubieras dado un sitio en la posada, ya no sería el Padre su única morada ni los pobres más pobres su más segura estancia.
Si le hubieras dado un sitio en la posada, la confianza en Dios de María y José no habría sido probada hasta el límite.
Si le hubieras dado un sitio en la posada, no habríamos visto a Dios en un pesebre, acostado entre pajas, ni habríamos conocido la suma pobreza de Belén.
Si le hubieras dado un sitio en la posada ya no sería tan oscura y santa la noche, sin más testigos que Dios, María y José. La soledad habría quedado herida y la Palabra, dicha en el silencio, perturbada.
Si le hubieras dado un sitio en la posada, no habrían sido pastores, proscritos y excluidos del Reino de los cielos por la ley farisaica, los primeros en recibir la Buena Nueva de la salvación. Que esto enseña san Lucas.
Si le hubieras dado un sitio en la posada, los que no tienen casa podrían pensar que no había compadecido con ellos. No sería su semejante. Si le hubieras dado un sitio en la posada, habrían perdido evocación y fuerza sus futuras palabras: las zorras tienen madriguera, y los pájaros nidos, mas el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
Si le hubieras dado un sitio en la posada, ¿a quién acudiríamos en la prueba del exilio, ante el rechazo de los propios o la incomprensión de los ajenos? ¿Dónde refugiaríamos nuestra soledad?
Si le hubieras dado un sitio en la posada, san Jerónimo, y san Sabas y san Juan Damasceno, y tantos eremitas y anacoretas, no habrían imitado al Maestro alojándose en cuevas del desierto. Tú has contribuido a que el desierto se convierta en ciudad de santos.
Si le hubieras dado un sitio en la posada, ¿en quién me excusaría para cerrar a otros las puertas de mi casa? Me sirves tantas veces...
Si le hubieras dado un sitio en tu posada, lloraría sin consuelo, perdería la esperanza, cuando tan a menudo le cierro yo las puertas de mi alma.
Hoy nace para mí, quien nació para ti, posadero de Belén. Tú me enseñas a decir con el poeta Luis López Anglada: Yo soy el de la posada que no te abrí.
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