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sábado, 19 de noviembre de 2016
viernes, 18 de noviembre de 2016
EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 18 DE NOVIEMBRE 2016
Silencio y reverencia
Lucas 19, 45-48. Viernes XXXIII. Tiempo ordinario. Ciclo C. Mi casa es casa de oración
Por: H. Iván Yoed González Aréchiga LC | Fuente: www.missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey Nuestro ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Y si alguna vez me sintiera abandonado, Dios mío, ayúdame a entender que es sólo un sentimiento; porque Tú jamás, nunca, me abandonarás. Quiero crecer en la conciencia de tu amor, conocerte en este día mejor e imitarte con ardor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 45-48
Aquel día, Jesús entró en el templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban allí, diciéndoles: "Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”.
Jesús enseñaba todos los días en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo, intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Me parece que puede ayudar pensar en la siguiente escena: un ser querido se encuentra grave de salud, un ser querido al que, además, todos le tienen profunda estima. Yo también. Se encuentra en delicado estado, quizá en agonía, y quiero visitarlo. Tan sólo en dirigirme hacia su casa, me parece introducirme lentamente en un silencio de respeto, de profunda reverencia. Luego, llegar ante la puerta, mirarla con reserva, tocar, cada gesto que realizo me transporta ligeramente en el ambiente sobrio, donde lo más preciso es callar, acompañar, simplemente estar.
Apenas paso la entrada, formo parte de quienes quieren de verdad estar y confortar a la familia, permanecer al lado de su ser querido, sin importar el tiempo, conscientes del profundo peso de ese instante. Todo sigilo y respeto viene motivado por un amor profundo, y todo es incluso natural.
Ese día no importa quedarse «demasiado» tiempo ahí. Ese día importa, al contrario, justamente el estar ahí. Y si fuesen tan solo unos segundos los que pudiese pasar junto al enfermo, de cualquier manera valdría todo la pena. A fin de cuentas, mi único deseo era poder acompañar.
Pues bien. La escena probablemente es real. Y además puede compararse a la reverencia que Jesús sentía cada vez que visitaba la casa de su Padre.
Me pregunto, Señor, si mi corazón de asemeja al tuyo.
«En el templo Jesús viene a nuestro encuentro y nosotros vamos a su encuentro.[…] Quien encuentra verdaderamente a Jesús no puede quedarse igual que antes. Él es la novedad que hace nuevas todas las cosas. Quien vive este encuentro se convierte en testigo y hace posible el encuentro para los demás; y también se hace promotor de la cultura del encuentro, evitando la autorreferencialidad que nos hace permanecer encerrados en nosotros mismos.»
(Homilía de S.S. Francisco, 2 de febrero de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Mientras esté en el templo guardaré silencio, con la intención de abrir mi mente a la consciencia del lugar en que me encuentro, con la intención de abrir mi corazón para recibir la gracia del respeto delicado hacia Jesús presente.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Amén.
QUÉ HORA ES?
¿Qué hora es?
Una vez vi un bonito reloj y me aproximé para verlo más de cerca. Debajo del reloj, había una pregunta curiosa que decía ¿Qué hora es?
Estas tres palabras unidas forman una gran pregunta para nuestras vidas. Luego de leer esta pregunta, vinieron a mi mente muchas respuestas para cada persona, como por ejemplo:
Es Hora de Perdonar, es la respuesta de las personas que a lo largo de los años han vivido odiando a alguien.
Es Hora de Arrepentirse puede ser la respuesta de los pecadores
Es Hora de Olvidar, responderá alguien que vive de recuerdos, pensando en el pasado, amarrado al pasado, atrapado en el pasado.
Es Hora de Dar, tendría que responder una persona que ha sido mezquina, que ha sido egoísta y se ha olvidado del prójimo
Es hora de ser Humilde, sería la respuesta de las personas orgullosas
Es hora de estar alegres, por la esperanza que tenemos (Romanos 12,12) sería la respuestas de miles que viven tristes y sin esperanza.
Es hora de buscar la Paz, es hora de buscar la Armonía, tendrían que responder los que viven en guerra, buscando la violencia.
Es hora de ser valientes y trabajadores, tendrían que responder los perezosos y flojos.
Es hora de seguir el Camino, la Verdad y la vida, dirían los que están perdidos
Es hora de seguir al Buen Pastor, dirían las ovejas descarriadas
Es hora de buscar la Luz, exclamarían los que viven en la oscuridad
Es hora de Ayunar, es hora de la penitencia, es hora de la limosna, dirían los feligreses en Cuaresma.
Es hora de buscar a Dios, dirán también muchos
Para la pregunta "¿Qué hora es?" existen muchas y diversas respuestas. Hay diferentes maneras de contestar, pero de manera particular la respuesta que yo daría, mi respuesta preferida, la que más me emociona es: ES HORA de: "AMAR A DIOS con todo nuestro CORAZON, con toda nuestra ALMA, y con toda nuestra MENTE y con todas nuestras FUERZAS (Mc 12,29)"
Por gracia de Dios, nosotros tenemos aún un reloj: el reloj de nuestra vida. Aún nos queda el tiempo necesario para responder adecuadamente a la pregunta: ¿Qué hora es?
Responde con tu vida a esta pregunta, con tus acciones; responde con buenas obras.
Un consejo: Durante el resto de tu vida, prepara la repuesta que salvará tu vida.
Si aprovechas el reloj de la vida y aprendes a responder a esta pregunta, cuando mueras y te encuentres ante el tribunal de Cristo, a ti te corresponderá hacer esta pregunta. Sí, en efecto, probablemente cuando llegues asombrado por el cambio de estado, preguntaras: ¿Qué hora es Señor?
Y si en la vida terrenal aprendiste a responder a esta pregunta, Jesucristo seguro te responderá:
Es hora de la ETERNIDAD, Es hora de la VIDA ETERNA.
© Web Católico de Javier
MARATÓN DE CONFESIONES EN CATEDRAL DE MÉXICO
Maratón de confesiones en Catedral de México
CIUDAD DE MÉXICO, 17 Nov. 16 / 05:01 pm (ACI).- La Catedral de la Arquidiócesis Primada de México anunció la realización de la “V Maratón de Confesiones” o “Quinta Jornada de Misericordia” este viernes 18 de noviembre desde las 8:00 a.m. hasta las 7:00 p.m.
Según informa el SIAME, hasta ahora hay inscritos 25 sacerdotes para participar de este evento en la Catedral Metropolitana de Ciudad de México.
El P. Ricardo Valenzuela, sacristán mayor de la Catedral, comentó que estos días previos han sido intensos y la gente “ya lleva dos semanas confesándose, de modo que han sido jornadas muy llenas de la ‘celebración de la misericordia’”.
El sacerdote alentó a que más sacerdotes se sumen a esta iniciativa en el marco del Año de la Misericordia que concluirá oficialmente el domingo 20 de noviembre.
Los horarios para participar en esta jornada son de 8:00 a 10:00; de 10:00 a 12:00, de 12:00 a 14:00; de 14:00 a 16:00; de 16:00 a 18:00, y de 18:00 a 19:00 horas.
Los maratones anteriores, comenta el P. Valenzuela han sido una gran experiencia porque “ver tanta gente confesándose y tantos sacerdotes colaborando me entusiasma” así como también “saber que la Catedral, como Iglesia Madre de todas las iglesias de la Arquidiócesis, cumple con su tarea de convocar a los fieles para celebrar el amor de Dios”.
“Personalmente, he constatado que el Señor ha sostenido con su gracia los ‘maratones’ pasados y estos últimos días de confesión, ya que el cansancio no existe. En uno de los maratones estuve 10 horas confesando y no sentía cansancio ni hambre. ¡Esto es gracia!”.
El sacerdote pidió a los fieles mexicanos que para participar de la maratón de confesiones hagan un buen examen de conciencia, sean concretos en la exposición de los pecados y se acercan a la confesión con frecuencia.
PERDONAR AL QUE NOS OFENDE, OBRA DE MISERICORDIA ESPIRITUAL
4. Perdonar al que nos ofende
Obras de misericordia espirituales
Liberar el corazón del odio y del rencor es un acto de misericordia hacia el prójimo, pero también hacia nosotros mismos
Por: Víctor Orozco, L.C. | Fuente: Catholic.net
Yo perdono… pero no olvido. Esta frase quizá la hemos escuchado más de una vez en labios de una persona que ha sufrido a causa de otro. Con frases como ésta los cristianos buscamos esquivar el compromiso evangélico de perdonar a nuestros enemigos. No nos engañemos: el Evangelio, si no duele, no es Evangelio. Perdonar al que nos ofende no es nada fácil. Sin embargo, esta obra de misericordia se halla al centro del mensaje de Jesús de Nazaret.
Es comprensible que si queremos tomar en serio esta invitación de la Iglesia sintamos internamente algo de incomodidad y rebeldía. ¿Acaso la Iglesia nos invita a permitir que otros nos hagan el mal sin oponer resistencia? ¿Se trata verdaderamente de dejar que nos golpeen en una mejilla sin quejarnos y que nos limitemos a responder con una sonrisa mientras giramos el rostro para que nos golpeen del otro lado? ¿Sería ir contra el Evangelio si en lugar de perdonar a nuestros agresores nos defendemos y los acusamos ante las autoridades para que se haga justicia?
Para entender las palabras de Jesús es necesario comprender a Jesús mismo. Al Señor le tocó vivir en una época en que sus paisanos estaban sometidos al dominio del imponente Imperio romano. Jesús vivió en un pueblo subyugado; para los hebreos criticar y ofender a los dominadores era lo más normal. Al Maestro le tocó ver cómo el corazón de tantas personas estaba contaminado, lleno de odio y resentimiento hacia los altaneros invasores.
Jesús constató, con gran tristeza, que su pueblo, su gente, vivía esclavizado, no ya por un enemigo que se había infiltrado injustificadamente y los había sometido con violencia. Vivían una esclavitud aún más terrible y penosa, la esclavitud del espíritu.
En este contexto se puede comprender por qué Jesús insistió tanto en el perdón a los que nos hacen el mal. Para los oyentes de su mensaje esos "que nos hacen el mal" tenían un nombre y un rostro muy concreto. La intención de Jesús nunca fue la de provocar una revolución política. Su revolución era más ambiciosa, más profunda, más bella. La revolución del amor.
Cuando Cristo invita a perdonar a los que nos hacen el mal su intención no es la de promover la injusticia, invitándonos a soportar pasivamente el mal que nos hagan. A lo que invita es a liberar el corazón del odio y del rencor. Ante la injusticia que padecemos tenemos dos opciones: o guardamos rencores o perdonamos de verdad. Quien odia vive triste, traumado, insatisfecho; quien perdona vive en paz, es libre, y puede alcanzar más fácilmente la felicidad.
Hace tiempo asistí al curso de psicología en que se hablaba sobre la "terapia del perdón". No me sorprendió para nada que la conferencista afirmara que a veces las terapias consistían simplemente en ayudar al paciente a desahogar los rencores que guarda y en ayudarle a perdonar. De manera que la obra de misericordia "perdonar a los que nos ofenden" es un acto de misericordia hacia el prójimo, pero también hacia nosotros mismos.
Quien dice Yo perdono… pero no olvido, da a entender que perdona sólo de palabra, pero en su interior guarda rencores. Esa persona, en lugar de ser libre, encadena voluntariamente su corazón en el pilar del odio.
La obra de misericordia "Perdonar al que nos ofende" no es una invitación a dejarnos hacer el mal sin defendernos cuando sea necesario. Hay que poner los medios para evitar el mal y para que se haga justicia. Aquí se trata de no dejar contaminar nuestro corazón con rencores dañinos y de volar libres con las alas del amor.
LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 18 DE NOVIEMBRE
LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Noviembre 18
Insisto en que debemos mirar a Dios no sobre las nubes sino a nuestro lado, en el hermano que sufre, en el que goza, en el niño y el anciano, en el sano y el enfermo.
Lee la canción que te lo recuerda gráficamente:
“Señor, creí verte, pidiendo limosna, cubierto de harapos, ganándote el pan, vivir en las villas, comer malamente, postrado en un lecho de pobre hospital.
Señor, creí verte cobrando facturas, y allá en la oficina ganándote el pan, curar al enfermo, hacer de maestro, barrer plazas y calles de nuestra ciudad.
Señor, creí verte pescando en el río, jugando en la cancha, ganándote el pan, bajar a la mina, subir el andamio, guiar autobuses y luego volar.
Señor, ¿eras Tú? Dime la verdad”.
“A Cristo ustedes lo aman sin haberlo visto, y creyendo en Él sin verlo todavía, se alegran con un gozo indecible y lleno de gloria, seguros de alcanzar el término de esa fe, que es la salvación” (1 Pe 1,8-9). ¡Es tan fácil ver a Dios en los hermanos, servir a Dios en los hermanos, salvar a los hermanos para Dios!
* P. Alfonso Milagro
HERIDAS QUE AHOGAN EL ALMA
Heridas que ahogan el alma
No puedo permitir que esas heridas paralicen mi alma. Tengo mil horizontes que se harán realidad si empiezo a dar un nuevo paso.
Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Los golpes de la vida dejan heridas. Algunas, gracias a Dios, cicatrizan con cierta velocidad. Otras tardan en cerrarse. Otras siguen abiertas por semanas, meses, incluso años.
Las heridas del corazón tienen un comportamiento parecido. Una ofensa, una traición, un desengaño, un fracaso, pueden hacernos daño durante un tiempo breve, pero sin dejar grandes huellas en la propia vida. Otras veces tardan más tiempo, pero al final cicatrizan. Pero existen heridas del alma que sangran durante un tiempo largo, muy largo, casi asfixiante.
Esas heridas ahogan el corazón y lo sumergen en depresiones intensas, en miedos que aturden, en odios que destruyen, en sospechas hacia todos y hacia todo, en desesperanza, en agonía interior.
Es casi imposible evitar los malos momentos, los golpes fuertes en el camino de la vida. Pero es importante saber afrontarlos con un corazón sano y con un realismo sereno. Sobre todo, con la esperanza puesta en Dios.
En el mundo no todos son buenos, pero tampoco todos son malos. No todas mis decisiones llevan a buenos resultados, pero no todas están condenadas al fracaso. Entre mis amigos no todos son fieles y sinceros, pero gracias a Dios no son todos traidores y miserables.
Las heridas forman parte de la vida, constituyen un ingrediente inevitable entre quienes emprenden un camino. A veces, porque uno mismo es torpe y no supo prever dónde estaba el peligro. Otras veces, porque los otros, con o sin culpa, obstruyen nuestra vida, provocan heridas en el cuerpo o en el alma, cortan nuestros mejores sueños o también (gracias a Dios) impiden que llevemos a cabo planes absurdos.
No puedo permitir que esas heridas paralicen mi alma. Tengo entre mis manos mil horizontes que se harán realidad si empiezo a dar un nuevo paso. Hay ojos y corazones amigos que piden, que suplican, que me levante de mi pena, que deje mis angustias, que supera ofensas, que pida perdón a Dios y a quien he dañado de algún modo, que ponga en marcha mi inteligencia y mi voluntad para conquistar metas buenas.
Hoy es un día en el que mi corazón puede recibir una terapia profunda, intensa, desde las manos de un Dios que no dejará nunca de amarme, porque soy obra de sus manos. Basta simplemente que le dé permiso para que limpie, para que cosa, para que le deje hablar en lo más íntimo del alma, para que consuele mi dolor, para que perdone mi pecado, y para que me lleve, suavemente, a perdonar a todo aquel que me haya provocado alguna herida en este camino misterioso del existir humano.
HOY 18 DE NOVIEMBRE SE INICIA LA NOVENA EN HONOR A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA
Hoy 18 de noviembre se inicia la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa
(ACI).- “Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden”, le dijo Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa a Santa Catalina Labouré cuando le explicaba el significado de algunos de los símbolos que aparecen en la medalla y que actualmente millones de fieles llevan con devoción en todo el mundo.
Cercanos a la fiesta de Virgen de la Medalla Milagrosa, que se celebra cada 27 de noviembre, aquí una novena para pedir la intercesión de la Madre de Dios que quiso que su imagen quedara acuñada en un humilde objeto como signo de su maternal cuidado y protección.
Primer Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
Oración para todos los días
Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.
Lectura bíblica del primer día: Lucas 1,26-31.
Meditación: Cuando María recibió el anuncio del ángel y aceptó los planes de Dios, no conocía muchos detalles, pero se puso ciegamente en las manos de su Señor. Ese será el mérito de nuestra fe: confiar plenamente en la bondad y providencia divinas.
Breve historia
En una medianoche iluminada con luz celeste como de Nochebuena -la del 18 de julio de 1830- se apareció por primera vez la Virgen Santísima a Santa Catalina Labouré, Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl.
Y le habló a la santa de las desgracias y calamidades del mundo con tanta pena y compasión que se le anudaba la voz en la garganta y le saltaban las lágrimas de los ojos.
¡Cómo nos ama nuestra Madre del Cielo! ¡Cómo siente las penas de cada uno de sus hijos! Que tu recuerdo y tu medalla, Virgen Milagrosa, sean alivio y consuelo de todos los que sufren y lloran en desamparo.
Súplica a Nuestra Señora
Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.
Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.
Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.
Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa
¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.
Oración final
Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Segundo Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
Oración para todos los días
Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.
Lectura bíblica del segundo día: Lucas 1, 30-38
Meditación: María creyó en su Hijo, Jesús, en todo momento, aún crucificado y muerto. Cree en Dios, en el amor de Dios, y cree cuando las cosas te salgan bien y cuando te salgan mal. Que nada te haga dudar del amor de Dios.
Profundización
En su primera aparición, la Virgen Milagrosa enseñó a Santa Catalina la manera como había de portarse en las penas y tribulaciones que se avecinaban.
"Ven al pie de este altar –le decía la celestial Señora-, aquí se distribuirán las gracias sobre cuantas personas las pidan con confianza y fervor, sobre grandes y pequeños."
Que la Virgen de la santa medalla y Jesús del sagrario sean siempre luz, fortaleza y guía de nuestra vida.
Súplica a Nuestra Señora
Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.
Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.
Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.
Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa
¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.
Oración final
Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Tercer Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
Oración para todos los días
Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.
Lectura bíblica del tercer día: Juan 13, 34-35
Meditación: En su vida, María se preocupaba más por amar que por comprender, vivía todo en la dimensión del amor. ¡Qué distinta sería nuestra vida cristiana si en todo nos moviera clamor, si el amor fuera la explicación de nuestras actitudes y reacciones!
Profundización
En sus confidencias le dijo la Virgen Milagrosa a Sor Catalina: "Acontecerán no pequeñas calamidades. El peligro será grande. Llegará un momento en que todo se creerá perdido. Entonces yo estaré con vosotros: tened confianza…"
Refugiémonos en esta confianza, fuertemente apoyada en las seguridades que de su presencia y de su protección nos da la Virgen Milagrosa. Y en las horas malas y en los trances difíciles no cesemos de invocarla: "Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros".
Súplica a Nuestra Señora
Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.
Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.
Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.
Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa
¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.
Oración final
Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cuarto Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
Oración para todos los días
Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.
Lectura bíblica del cuarto día: Carta a los Romanos 8, 14-17
Meditación: El Espíritu de Dios condujo a María a la realidad de la redención. Como María, el cristiano que se deja conducir por el Espíritu Santo, llegará a una eminente santidad y la luz de la fe lo iluminará para conocer las cosas de Dios y gustar de ellas.
Profundización
En la tarde del 27 de noviembre de 1830, baja otra vez del Cielo la Santísima Virgen para manifestarse a Santa Catalina Labouré.
De pie entre resplandores de gloria, tiene en sus manos una pequeña esfera y aparece en actitud extática, como de profunda oración. Después, sin dejar de apretar la esfera contra su pecho, mira a Sor Catalina para decirle: "Esta esfera representa al mundo entero… y a cada persona en particular".
Como el hijo pequeño en brazos de su madre, así estamos nosotros en el regazo de María, muy junto a su Corazón Inmaculada. ¿Podría encontrarse un sitio más seguro?
Súplica a Nuestra Señora
Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.
Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.
Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.
Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa
¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.
Oración final
Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Quinto Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
Oración para todos los días
Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.
Lectura bíblica del quinto día: Juan 2, 1-10
Meditación: Ninguna realidad puede causar en nosotros una alegría tan sentida y tan duradera como la de sabernos hijos de Dios e hijos de María. Ten presente a María en todos los momentos de tu vida. Si vas con ella, no te desviaras.
Profundización
De las manos de María Milagrosa, como de una fuente luminosa, brotaban en cascada los rayos de luz. Y la Virgen explicó: "Es el símbolo de las gracias que Yo derramo sobre cuantas personas me las piden", haciéndome comprender -añade Santa Catalina- lo mucho que le agradan las súplicas que se le hacen, y la liberalidad con que las atiende.
La Virgen Milagrosa es la Madre de la divina gracia que quiere confirmar y afianzar nuestra fe en su omnipotente y universal mediación. ¿Por qué, pues, no acudir a Ella en todas nuestras necesidades?
Súplica a Nuestra Señora
Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.
Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.
Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.
Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa
¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.
Oración final
Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Sexto Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
Oración para todos los días
Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.
Lectura bíblica del sexto día: Hechos de los Apóstoles 1, 12-14
Meditación: Toda comunidad debe tener una cabeza y un corazón: la comunidad cristiana tiene a Jesucristo como cabeza y a María como corazón. Si quieres que tu apostolado sea fecundo y que el cansancio no te venza, ponte siempre bajo la protección de María.
Profundización
Como marco "¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!".
Y enseguida oyó una voz que recomendaba llevar la medalla y repetir a menudo aquella oración-jaculatoria, y prometía gracias especiales a los que así lo hiciesen.
¿Dejaremos nosotros de hacerlo? Sería imperdonable dejar de utilizar un medio tan fácil de aseguramos en todo momento el favor de la Santísima Virgen.
Súplica a Nuestra Señora
Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.
Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.
Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.
Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa
¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.
Oración final
Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Séptimo Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
Oración para todos los días
Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.
Lectura bíblica del séptimo día: Lucas 1, 39-45
Meditación: La misión de la Madre de Jesús no consistió sólo en traerlo físicamente a este mundo, sino en mostrar su verdadero espíritu, que Cristo imprimió fuertemente en el alma de su Madre. Esa es la misma misión que tenemos que cumplir todos los bautizados.
Profundización
Nuestra Señora ordenó a Sor Catalina que fuera acuñada una medalla según el modelo que Ella misma le había diseñado.
Después le dijo: "Cuantas personas la lleven, recibirán grandes gracias que serán más abundantes de llevarla al cuello y con confianza".
Esta es la Gran Promesa de la Medalla Milagrosa. Agradezcámosle tanta bondad, y escudemos siempre nuestro pecho con la medalla que es prenda segura de la protección de María.
Súplica a Nuestra Señora
Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.
Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.
Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.
Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa
¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.
Oración final
Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Octavo Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
Oración para todos los días
Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.
Lectura bíblica del octavo día: Lucas 1, 46-55
Meditación: María oraba y meditaba el mensaje de salvación de Dios a su pueblo. La Palabra de Dios nos habla, nos cuestiona, nos alienta; por lo tanto es preciso leerla, meditarla y vivirla con fidelidad.
Profundización
Fueron tantos y tan portentosos los milagros obrados por doquier por la nueva medalla (conversiones de pecadores obstinados, curación de enfermos desahuciados, hechos maravillosos de todas clases) que la voz popular empezó a denominarla con el sobrenombre de la medalla de los milagros, la medalla milagrosa; y con este apellido glorioso se ha propagado rápidamente por todo el mundo.
Deseosos de contribuir también nosotros a la mayor gloria de Dios y honor de su Madre Santísima, seamos desde este día apóstoles de su milagrosa medalla.
Súplica a Nuestra Señora
Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.
Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.
Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.
Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa
¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.
Oración final
Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Noveno Día de la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
Oración para todos los días
Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.
Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.
Lectura bíblica del noveno día: 1º Carta de Juan 4, 7-14
Meditación: La paz, como el amor, es un fruto de nuestra unión con Dios. La Virgen María es la Reina de la paz, da la paz al alma que acude a ella por la devoción, construye la paz en los hogares que la invocan y por ella la sociedad llegará a una paz duradera.
Profundización
Las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa constituyen indudablemente una de las pruebas más exquisitas de su amor maternal y misericordioso.
Amemos a quien tanto nos amó y nos ama. "Si amo a María -decía San Juan Bérchmans- tengo asegurada mi eterna salvación".
Como su feliz vidente y confidente, Santa Catalina Labouré, pidámosle cada día a Nuestra Señora, la gracia de su amor y de su devoción.
Súplica a Nuestra Señora
Oh, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, al contemplarte de brazos abiertos esparciendo gracias sobre aquellos que te las piden, llenos de la más viva confianza en tu poderosa y segura intercesión, innumerables veces manifestada por la Medalla Milagrosa, aún reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestras numerosas culpas, osamos acercamos a tus pies para exponeros durante esta novena nuestras más apremiantes necesidades ... (SE PIDE LA GRACIA). Escucha, pues, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, este favor que confiados te solicitamos para mayor gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para mejor servir a tu Divino Hijo, inspíranos un profundo odio al pecado y danos el coraje de afirmarnos siempre verdaderamente cristianos. Así sea.
Santísima Virgen, yo creo y confieso tu santa Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen María!, por tu Concepción Inmaculada y gloriosa prerrogativa de Madre de Dios, alcánzame de tu amado Hijo la humildad, la caridad, la obediencia, la castidad, la santa pureza de corazón de cuerpo y espíritu, la perseverancia en la práctica del bien, una buena vida y una santa muerte. Así sea.
Se rezan tres veces el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria y la jaculatoria: Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.
Acto de Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa
¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!, nosotros te ofrecemos y consagramos, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma y todos nuestros bienes espirituales y temporales. Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero de nuestros deberes hacia ti. Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre tu amable protección y nos conserve en la gracia de tu divino Hijo. ¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!, consérvanos unidos a ti en todos los momentos de nuestra vida. Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos, la gracia de una buena muerte, a fin de que, juntos contigo, podamos gozar un día de la celeste beatitud. Amén.
Oración final
Oh, María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
¡Bendita tú entre todas las mujeres!
¡Bienaventurada tú que has creído!
tu corazón fue traspasado
junto con el corazón de tu Hijo
y ahora no cesas de interceder por nosotros.
Te consagramos nuestras fuerzas
y disponibilidad para estar
al servicio de la evangelización.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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