domingo, 3 de agosto de 2025

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 3 DE AGOSTO DE 2025



Domingo 18 (C) del tiempo ordinario

Domingo 4 de agosto de 2025



1ª Lectura (Ecl 1,2; 2,21-23): ¡Vanidad de vanidades!, —dice Qohélet—. ¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad! Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave dolencia. Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar; de noche no descansa su mente. También esto es vanidad.



Salmo responsorial: 89

R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán». Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna.


Si tú los retiras son como un sueño, como hierba que se renueva que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca.


Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos.


Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos.

2ª Lectura (Col 3,1-5.9-11): Hermanos: Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él. En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. ¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos.

Versículo antes del Evangelio (Mt 5,3): Aleluya. Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Aleluya.

Texto del Evangelio (Lc 12,13-21): En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre!, ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».

Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».



«La vida de uno no está asegurada por sus bienes»

Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells

(Salt, Girona, España)


Hoy, Jesús nos sitúa cara a cara con aquello que es fundamental para nuestra vida cristiana, nuestra vida de relación con Dios: hacerse rico delante de Él. Es decir, llenar nuestras manos y nuestro corazón con todo tipo de bienes sobrenaturales, espirituales, de gracia, y no de cosas materiales.


Por eso, a la luz del Evangelio de hoy, nos podemos preguntar: ¿de qué llenamos nuestro corazón? El hombre de la parábola lo tenía claro: «Descansa, come, bebe, banquetea» (Lc 12,19). Pero esto no es lo que Dios espera de un buen hijo suyo. El Señor no ha puesto nuestra felicidad en herencias, buenas comidas, coches último modelo, vacaciones a los lugares más exóticos, fincas, el sofá, la cerveza o el dinero. Todas estas cosas pueden ser buenas, pero en sí mismas no pueden saciar las ansias de plenitud de nuestra alma, y, por tanto, hay que usarlas bien, como medios que son.


Es la experiencia de san Ignacio de Loyola, cuya celebración tenemos tan cercana. Así lo reconocía en su propia autobiografía: «Cuando pensaba en cosas mundanas, se deleitaba, pero, cuando, ya aburrido lo dejaba, se sentía triste y seco; en cambio, cuando pensaba en las penitencias que observaba en los hombres santos, ahí sentía consuelo, no solamente entonces, sino que incluso después se sentía contento y alegre». También puede ser la experiencia de cada uno de nosotros.


Y es que las cosas materiales, terrenales, son caducas y pasan; por contraste, las cosas espirituales son eternas, inmortales, duran para siempre, y son las únicas que pueden llenar nuestro corazón y dar sentido pleno a nuestra vida humana y cristiana.


Jesús lo dice muy claro: «¡Necio!» (Lc 12,20), así califica al que sólo tiene metas materiales, terrenales, egoístas. Que en cualquier momento de nuestra existencia nos podamos presentar ante Dios con las manos y el corazón llenos de esfuerzo por buscar al Señor y aquello que a Él le gusta, que es lo único que nos llevará al Cielo. 

PAPA LEÓN XIV ANUNCIA LAS FECHAS EN LAS QUE SE CELEBRARÁ LA JMJ DE COREA DEL SUR EN EL 2027



León XIV anuncia las fechas en las que se celebrará la JMJ de Corea del Sur en el 2027

El Papa León XIV saluda a peregrinos de Corea del Sur antes de la Misa conclusiva del Jubileo de los Jóvenes, el domingo 3 de agosto de 2025. | Crédito: Vatican Media.

Por Victoria Cardiel - 3 de agosto de 2025



Tras la Misa conclusiva del Jubileo de los Jóvenes, celebrada esta mañana en Tor Vergata ante un millón de participantes procedentes de 146 países, el Papa León XIV anunció oficialmente la próxima Jornada Mundial de la Juventud.

“Después de este Jubileo, la peregrinación de esperanza de los jóvenes continúa y nos llevará a Asia”, proclamó el Pontífice durante el rezo del Ángelus.

“Renuevo la invitación que el Papa Francisco dirigió a los jóvenes hace dos años”, añadió en referencia a la cita de Lisboa.

“Los jóvenes de todo el mundo se reunirán junto al Sucesor de Pedro para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud en Seúl, Corea, del 3 al 8 de agosto de 2027, bajo el lema: ‘Tened valor, yo he vencido al mundo’”, precisó el Papa que también destacó que esta nueva edición de la JMJ marcará una etapa importante en el camino de fe de las nuevas generaciones:

Así aseguró que la “esperanza que habita en nuestros corazones nos da la fuerza para anunciar la victoria de Cristo Resucitado sobre el mal y sobre la muerte”.

León XIV concluyó su intervención con un fuerte llamado misionero: “De esto ustedes serán testigos hasta los confines de la tierra. ¡Cita en Seúl! Sigamos soñando juntos, sigamos esperando juntos”. La JMJ de 2027 será la primera en celebrarse en Corea del Sur y la segunda en Asia, después de la histórica edición de Manila (Filipinas) en 1995.

Además, el Pontífice definió el Jubileo de los Jóvenes que arrancó el pasado hoy y ha concluido este domingo como "una cascada de gracia para la Iglesia y para el mundo entero, y lo ha sido gracias a la participación de cada uno de ustedes”.

El Santo Padre expresó su gratitud a los jóvenes “uno a uno, con todo el corazón” por su testimonio y entusiasmo durante estos días jubilares.

En un gesto de conmoción y cercanía, encomendó al Señor a María y Pascale, “las dos peregrinas, una española y la otra egipcia, que nos han dejado en estos días”, refiriéndose a su fallecimiento durante la peregrinación.

En inglés, el Papa recordó a los jóvenes que sufren “en cada tierra herida por la guerra”, y mencionó de forma especial a “los jóvenes de Gaza y de Ucrania”, cuyas vidas están marcadas por la violencia y la incertidumbre de la guerra.

León XIV también habló en español para rendir homenaje al testimonio de los presentes con palabras de esperanza: “Ustedes son el signo de que un mundo diferente es posible”. Y concluyó en italiano con una afirmación cargada de fe: “Sí, con Cristo es posible: con su amor, su perdón, la fuerza de su Espíritu”. 

ENCUENTRO DEL PAPA LEÓN XIV CON LOS JÓVENES EN TOR VERGATA - ROMA - IMÁGENES, HOMILÍAS




























Imágenes: Fuente Vatican News
 
 

TEXTO COMPLETO: Diálogo del Papa León XIV con jóvenes en la Vigilia de Oración en Tor Vergata

Diálogo del Papa León XIV con jóvenes en la Vigilia de Oración en 
2 de agosto de 2025 - Fuente: Aciprensa 


El Papa León XIV presidió la noche de este 2 de agosto la Vigilia de Oración por el Jubileo de la Juventud 2025, en Tor Vergata, en las afueras de Roma.

A continuación, el texto completo del diálogo que mantuvo con los jóvenes, difundido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:


1.- Pregunta 1 – Amistad
Santo Padre, somos hijos de nuestro tiempo. Vivimos en una cultura que nos pertenece y que, sin darnos cuenta, nos va moldeando; está marcada por la tecnología, especialmente en el ámbito de las redes sociales. Frecuentemente nos ilusionamos de tener muchos amigos y de crear relaciones cercanas, mientras que cada vez más seguido experimentamos diversas formas de soledad. Estamos cerca y conectados con tantas personas y, sin embargo, no son relaciones verdaderas y duraderas, sino efímeras y comúnmente ilusorias.

Santo Padre, mi pregunta es: ¿cómo podemos encontrar una amistad sincera y un amor genuino que nos lleven a la verdadera esperanza? ¿Cómo la fe puede ayudarnos a construir nuestro futuro?


Queridos jóvenes, las relaciones humanas, nuestras relaciones con otras personas son indispensables para cada uno de nosotros, empezando por el hecho de que todos los hombres y mujeres del mundo nacen como hijos de alguien. Nuestra vida comienza con un vínculo y es a través de los vínculos que crecemos. En este proceso, la cultura juega un papel fundamental: es el código con el que nos entendemos a nosotros mismos e interpretamos el mundo. Como un diccionario, cada cultura contiene tanto palabras nobles como palabras vulgares, valores y errores que hay que aprender a reconocer. Buscando con pasión la verdad, no sólo recibimos una cultura, sino que la transformamos a través de elecciones de vida. La verdad, en efecto, es un vínculo que une las palabras a las cosas, los nombres a los rostros. La mentira, en cambio, separa estos aspectos, generando confusión y malentendidos.

Entre las muchas conexiones culturales que caracterizan nuestra vida, internet y las redes sociales se han convertido en «una extraordinaria oportunidad de diálogo, encuentro e intercambio entre personas, así como de acceso a la información y al conocimiento» (Papa Francisco, Christus vivit, 87). Sin embargo, estos instrumentos resultan ambiguos cuando están dominados por lógicas comerciales e intereses que rompen nuestras relaciones en mil intermitencias. A este respecto, el Papa Francisco recordaba que a veces los «mecanismos de la comunicación, de la publicidad y de las redes sociales pueden ser utilizados para volvernos seres adormecidos, dependientes del consumo» (Christus vivit, 105). Además, como saben hoy en día hay algoritmos que nos dicen lo que tenemos que ver, lo que tenemos que pensar y quienes deberían ser nuestros amigos. Entonces nuestras relaciones se vuelven confusas, ansiosas o inestables. Cuando el instrumento domina al hombre, el hombre se convierte en un instrumento: sí, un instrumento de mercado y a su vez en mercancía. Sólo relaciones sinceras y lazos estables hacen crecer historias de vida buena.

Queridos jóvenes, toda persona desea naturalmente esta vida buena, como los pulmones tienden al aire, ¡pero cuán difícil es encontrarla! cuán difícil es encontrar una amistad auténtica. Hace siglos, san Agustín captó el profundo deseo de nuestro corazón, ese deseo de todo corazón humano, aun sin conocer el desarrollo tecnológico de hoy. También él pasó por una juventud tempestuosa; pero no se conformó, no silenció el clamor de su corazón. Agustín buscaba la verdad que no defrauda, la belleza que no pasa. ¿Cómo la encontró? ¿Cómo encontró una amistad sincera, un amor capaz de dar esperanza? Encontrando a quien ya lo estaba buscando, encontrando a Jesucristo. ¿Cómo construyó su futuro? Siguiéndolo a Él, Jesús, su amigo desde siempre. En palabras suyas: “Ninguna amistad es fiel sino en Cristo. Y sólo en Él puede ser feliz y eterna” (cf. Réplica a las dos cartas de los pelagianos, I, I, 1); «Ama verdaderamente al amigo quien ama a Dios en el amigo» (Sermón 336, 2). La amistad con Cristo, que está en la base de la fe, no es sólo una ayuda entre muchas otras para construir el futuro, es nuestra estrella polar. Como escribía el beato Pier Giorgio Frassati, «vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin sostener una lucha por la Verdad no es vivir, sino ir tirando» (Cartas, 27 de febrero de 1925). Cuando nuestras amistades reflejan este intenso vínculo con Jesús, ciertamente se vuelven sinceras, generosas y verdaderas. Queridos jóvenes quieranse bien entre ustedes, quieranse bien en Cristo. Sepan ver a Jesús en los demás. La amistad puede realmente cambiar el mundo, la amistad es un camino para la paz.


2.- Pregunta 2 – El valor de decidir
Santo Padre, nuestros años están marcados por las decisiones importantes que estamos llamados a tomar para orientar nuestra vida futura. Sin embargo, por el clima de incertidumbre que nos circunda, la tentación de ir posponiendo tales decisiones y el miedo a un futuro desconocido nos paraliza. Sabemos que optar equivale a renunciar a algo y esto nos bloquea, a pesar de ello percibimos que la esperanza nos muestra objetivos alcanzables por más que estén marcados por la precariedad del tiempo actual.

Santo Padre, le preguntamos: ¿dónde podemos encontrar el valor para decidir? ¿Cómo podemos ser valientes y vivir la aventura de la libertad auténtica, tomando decisiones radicales y cargadas de significado?


Gracias por esta pregunta. ¿Cómo encontrar la valentía para escoger? La decisión es un acto humano fundamental. Observándolo con atención, entendemos que no se trata sólo de elegir algo, sino de optar por alguien. Cuando elegimos, en sentido profundo, decidimos qué queremos llegar a ser. La opción por excelencia, en efecto, es la decisión sobre nuestra vida: ¿qué tipo de hombre quieres ser?, ¿qué clase de mujer quieres ser? Queridos jóvenes, se aprende a elegir a través de las pruebas de la vida, y en primer lugar recordando que nosotros hemos sido elegidos. Este recuerdo debe explorarse y educarse. Hemos recibido la vida gratis, sin elegirla. No somos fruto de nuestra decisión, sino de un amor que nos ha querido. En el curso de la existencia, se demuestra verdaderamente amigo quien nos ayuda a reconocer y renovar esta gracia en las decisiones que estamos llamados a tomar.

Queridos jóvenes, es cierto lo que han dicho: “optar equivale también a renunciar a algo y esto a veces nos bloquea”. Para ser libres, es necesario partir de un fundamento estable, de la roca que sostiene nuestros pasos. Esta roca es un amor que nos precede, nos sorprende y nos supera infinitamente: el amor de Dios. Por eso, ante Él la decisión es un juicio que no nos quita ningún bien, sino que siempre nos lleva a lo mejor.

La valentía de elegir surge del amor que Dios nos manifiesta en Cristo. Él es quien nos ha amado con todo su ser salvando el mundo y mostrándonos así que el camino para realizarnos como personas es dar la vida. Por eso, el encuentro con Jesús corresponde a las esperanzas más profundas de nuestro corazón, porque Él es el Amor de Dios hecho hombre. A este respecto, hace veinticinco años, precisamente en el lugar donde nos encontramos, san Juan Pablo II dijo: «es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad; es Él quien os espera cuando no os satisface nada de lo que encontráis; es Él la belleza que tanto os atrae; es Él quien os provoca con esa sed de radicalidad que no os permite dejaros llevar del conformismo; es Él quien os empuja a dejar las máscaras que falsean la vida; es Él quien os lee en el corazón las decisiones más auténticas que otros querrían sofocar» (Vigilia de oración en la XV Jornada Mundial de la Juventud, 19 agosto 2000). El miedo deja entonces espacio a la esperanza, porque estamos seguros de que Dios lleva a término lo que comienza. Reconozcamos su fidelidad en las palabras de quien ama de verdad, porque ha sido realmente amado. “Tú eres mi vida, Señor”, es lo que un sacerdote o una consagrada pronuncian llenos de alegría y de libertad. “Te recibo como mi esposa y como mi esposo” es la frase que transforma el amor del hombre y de la mujer en un signo eficaz del amor de Dios, en el matrimonio. Estas opciones radicales y llenas de significado: el matrimonio, el orden sagrado y la consagración religiosa, expresan el don de uno mismo, libre y liberador, que nos hace auténticamente felices.Y allí encontramos la felicidad cuando aprendemos a donarnos a nosotros mismos, donar la vida por los demás. Estas decisiones dan sentido a nuestra vida, transformándola según la imagen del Amor perfecto, que la ha creado y redimido de todo mal, incluso de la muerte. Lo digo esta tarde pensando en dos chicas, María de 20 años, española, y Pasquale de 18, egipcia. Ambas decidieron venir a Roma para el Jubileo de los Jóvenes, y la muerte las ha alcanzado en estos días. Recemos juntos por ellas. Recemos también por sus familias, por sus amigos, por sus comunidades; que Jesús Resucitado las reciba en la paz y la alegría de su Reino. Y también quisiera pedir sus oraciones por otro amigo, un joven español Ignacio Gonsalves, que ha sido ingresado en el Hospital Bambino Gesú. Recemos por él, por su salud. Encontrar la valentía de tomar opciones difíciles y decirle: Jesús, Tú eres mi vida Señor. Señor, Tú eres mi vida.


3.- Pregunta 3 – Llamada al bien
Santo Padre, nos sentimos atraídos por la vida interior, aunque a primera vista se nos juzgue como una generación superficial e irreflexiva. En lo más profundo de nuestro ser, nos sentimos atraídos por lo bello y lo bueno como fuentes de verdad. El valor del silencio, como en esta Vigilia, nos fascina, aunque a veces nos infunda temor por la sensación de vacío. Santo Padre, me gustaría preguntarle: ¿cómo podemos encontrar verdaderamente al Señor Resucitado en nuestras vidas y estar seguros de su presencia incluso en medio de las pruebas y las incertidumbres?


Para dar inicio a este Año Jubilar, el Papa Francisco publicó un documento titulado Spes non confundit, que significa «la esperanza no defrauda». En ese documento, escribió: «En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien» (Spes non confundit, 1). En la Biblia, la palabra “corazón” suele referirse al ser más íntimo de una persona, que incluye nuestra conciencia. Nuestra comprensión de lo que es bueno, entonces, refleja cómo nuestra conciencia ha sido moldeada por las personas que forman parte de nuestra vida; aquellas que fueron amables con nosotros, que nos escucharon con amor y que nos ayudaron. Esas personas contribuyeron a modelarte en la bondad y, por lo tanto, a formar tu conciencia para buscar el bien en tus decisiones de cada día.


Queridos jóvenes, Jesús es el amigo que siempre nos acompaña en la formación de nuestra conciencia. Si realmente quieren encontrar al Señor resucitado, escuchen su palabra, que es el Evangelio de la salvación. Reflexionen sobre su forma de vivir y busquen la justicia para construir un mundo más humano. Sirvan a los pobres y den testimonio así del bien que siempre nos gustaría recibir de nuestros vecinos. Adoren a Cristo en el Santísimo Sacramento, fuente de vida eterna.

Estudien, trabajen y amen siguiendo el ejemplo de Jesús, el buen Maestro que siempre camina a nuestro lado.

En cada paso, mientras buscamos lo que es bueno, pidámosle: quédate con nosotros, Señor (cf. Lc 24,29). Quédate con nosotros, porque sin ti no podemos hacer el bien que deseamos. Tú quieres nuestro bien; de hecho, tú eres nuestro bien. Quienes te encuentran también quieren que otros te encuentren, porque tu palabra es una luz más brillante que cualquier estrella, que ilumina incluso la noche más oscura. Al Papa Benedicto XVI le gustaba decir que quienes creen nunca están solos. En otras palabras, encontramos a Cristo en la Iglesia, es decir, en la comunión de quienes lo buscan sinceramente. El Señor mismo nos reúne para formar una comunidad, no solamente cualquier comunidad, sino una comunidad de creyentes que se apoyan mutuamente. ¡Cuánto necesita el mundo misioneros del Evangelio que sean testigos de justicia y paz! ¡Cuánto necesita el futuro hombres y mujeres que sean testigos de esperanza! Queridos jóvenes, ¡esta es la tarea que el Señor resucitado nos confía a cada uno de nosotros! San Agustín escribió: «Tú mismo lo mueves a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti. [...] Que yo, Señor, te busque invocándote y te invoque creyendo en ti» (Confesiones, I, 1).

Siguiendo esas palabras de Agustín, y en respuesta a sus preguntas, me gustaría invitar a cada uno de ustedes, queridos jóvenes, a decirle al Señor: “Gracias, Jesús, por llamarme. Mi deseo es seguir siendo uno de tus amigos, para que, abrazándote, yo también pueda ser un compañero de todos los que encuentre en el camino. Concédeme, Señor, que aquellos que me encuentren puedan encontrarte a ti, incluso a través de mis limitaciones y debilidades”. Al rezar con estas palabras, nuestro diálogo continuará cada vez que miremos al Señor crucificado, porque nuestros corazones estarán unidos en Él. Por último, mi oración por ustedes es que perseveren en la fe, con gozo y valentía. Y podemos decirle gracias Jesús por amarnos, gracias Jesús por habernos amado, gracias Jesús por habernos llamado. Quédate con nosotros, Señor.
TEXTO COMPLETO: Homilía del Papa León XIV en la Misa conclusiva del Jubileo de los Jóvenes
El Papa llegó en helicóptero a la gran explanada de Tor Vergata donde le esperaban más de un millón de jóvenes
3 de agosto de 2025 - Fuente Aciprensa



A las 9.00 (hora local), el Santo Padre León XIV presidió la Misa conclusiva del Jubileo de los Jóvenes en la gran explanada de Tor Vergata en el sur de Roma. Lea a continuación la homilía que el Santo Padre pronunció tras la proclamación del Evangelio:


Queridos jóvenes:

Después de la Vigilia que vivimos juntos ayer por la tarde, volvemos a encontrarnos hoy para celebrar la Eucaristía, Sacramento del don total de sí que el Señor ha hecho por nosotros. Podemos imaginar que recorremos, en esta experiencia, el camino realizado la tarde de Pascua por los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-35).

Primero se alejaban de Jerusalén atemorizados y desilusionados; se iban convencidos de que, después de la muerte de Jesús, ya no había nada más que hacer, nada que esperar. Y, en cambio, se encontraron precisamente con Él, lo acogieron como compañero de viaje, lo escucharon mientras les explicaba las Escrituras, y finalmente lo reconocieron al partir el pan.

Entonces, sus ojos se abrieron y el gozoso anuncio de la Pascua encontró lugar en sus corazones. La liturgia de hoy no nos habla directamente de este episodio, pero nos ayuda a reflexionar sobre aquello que allí se narra: el encuentro con el Resucitado que cambia nuestra existencia, que ilumina nuestros afectos, deseos y pensamientos.

La primera lectura, del Libro de Qohélet, nos invita a tomar contacto, como los dos discípulos de los que hemos hablado, con la experiencia de nuestros límites, de la finitud de las cosas que pasan (cf. Qo 1,2;2,21-23); y el Salmo responsorial, que le hace eco, nos propone la imagen de «la hierba que brota de mañana: por la mañana brota y florece, y por la tarde se seca y se marchita» (Sal 90,5-6).

Son dos referencias fuertes, quizá un poco impactantes, pero que no deben asustarnos, como si fueran argumentos “tabú”, que se deben evitar. La fragilidad de la que hablan, en efecto, forma parte de la maravilla que somos. Pensemos en el símbolo de la hierba: ¿no es hermosísimo un prado florecido?

Ciertamente, es delicado, hecho con tallos delgados, vulnerables, propensos a secarse, doblarse, quebrarse; pero, al mismo tiempo, son reemplazados rápidamente por otros que florecen después de ellos; y los primeros se vuelven generosamente para estos alimento y abono, al consumirse en el terreno. Así vive el campo, renovándose continuamente, e incluso durante los meses fríos del invierno, cuando todo parece callar, su energía vibra bajo tierra y se prepara para explotar en miles de colores durante la primavera.


También nosotros, queridos amigos, somos así; hemos sido hechos para esto. No para una vida donde todo es firme y seguro, sino para una existencia que se regenera constantemente en el don, en el amor. Y por eso aspiramos continuamente a un “más” que ninguna realidad creada nos puede dar; sentimos una sed tan grande y abrasadora, que ninguna bebida de este mundo puede saciar.

No engañemos nuestro corazón ante esta sed, buscando satisfacerla con sucedáneos ineficaces. Más bien, escuchémosla. Hagámonos de ella un taburete para subir y asomarnos, como niños, de puntillas, a la ventana del encuentro con Dios. Nos encontraremos ante Él, que nos espera; más bien, que llama amablemente a la puerta de nuestra alma (cf. Ap 3,20). Y es hermoso, también con veinte años, abrirle de par en par el corazón, permitirle entrar, para después aventurarnos con Él hacia los espacios eternos del infinito.

San Agustín, hablando de su intensa búsqueda de Dios, se preguntaba: «¿Qué es, entonces, esa cosa tan esperada [...]? ¿La tierra? No. ¿Algo que se origina en la tierra, como el oro, la plata, el árbol, la mies, el agua? [...] Todas estas cosas causan deleite, son hermosas, son buenas» (Sermón 313/F, 3). Y concluía: «Busca a quien las hizo: él es tu esperanza» (ibíd.). Pensando, luego, en el camino que había recorrido, rezaba diciendo: «Y he aquí que tú [Señor] estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te andaba buscando [...]. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y ahuyentaste mi ceguera; exhalaste tu fragancia y respiré, y ya suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en tu paz» (Confesiones, 10, 27).


Son palabras muy hermosas, que nos recuerdan lo que decía el Papa Francisco en Lisboa, durante la Jornada Mundial de la Juventud, a otros jóvenes como ustedes: «Cada uno está llamado a confrontarse con grandes preguntas que no tienen [...] una respuesta simplista o inmediata, sino que invitan a emprender un viaje, a superarse a sí mismos, a ir más allá [...], a un despegue sin el cual no hay vuelo. No nos alarmemos, entonces, si nos encontramos interiormente sedientos, inquietos, incompletos, deseosos de sentido y de futuro [...]. ¡No estamos enfermos, estamos vivos!» (Discurso en el encuentro con los jóvenes universitarios, 3 agosto 2023).

Hay una inquietud importante en nuestro corazón, una necesidad de verdad que no podemos ignorar, que nos lleva a preguntarnos: ¿qué es realmente la felicidad? ¿Cuál es el verdadero sabor de la vida? ¿Qué es lo que nos libera de los pantanos del sinsentido, del aburrimiento y de la mediocridad?

Durante los días pasados ustedes han tenido muchas experiencias hermosas. Se han encontrado entre coetáneos provenientes de diferentes partes del mundo, pertenecientes a culturas distintas. Han intercambiado conocimientos, han compartido expectativas, han dialogado con la ciudad a través del arte, la música, la informática y el deporte. Después, en el Circo Máximo, acercándose al Sacramento de la Penitencia, han recibido el perdón de Dios y le han pedido su ayuda para una vida buena.

De todo esto se puede deducir una respuesta importante: la plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos, como hemos escuchado en el Evangelio (cf. Lc 12,13-21); más bien, está unida a aquello que sabemos acoger y compartir con alegría (cf. Mt 10,8- 10; Jn 6,1-13). Comprar, acumular, consumir no es suficiente. Necesitamos alzar los ojos, mirar a lo alto, a las «cosas celestiales» (Col 3,2), para darnos cuenta de que todo tiene sentido, entre las realidades del mundo, sólo en la medida en que sirve para unirnos a Dios y a los hermanos en la caridad, haciendo crecer en nosotros “sentimientos de profunda compasión, de benevolencia, de humildad, de dulzura, de paciencia” (cf. Col 3,12), de perdón (cf. ibíd., v. 13) y de paz (cf. Jn 14,27), como los de Cristo (cf. Flp 2,5). Y en este horizonte comprenderemos cada vez mejor lo que significa que «la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,5).


Muy queridos jóvenes, nuestra esperanza es Jesús. Es Él, como decía san Juan Pablo II, «el que suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo grande, [...] para mejoraros a vosotros mismos y a la sociedad, haciéndola más humana y fraterna» (XV Jornada Mundial de la Juventud, Vigilia de oración, 19 agosto 2000). Mantengámonos unidos a Él, permanezcamos en su amistad, siempre, cultivándola con la oración, la adoración, la comunión eucarística, la confesión frecuente, la caridad generosa, como nos han enseñado los beatos Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, que próximamente serán proclamados santos. Aspiren a cosas grandes, a la santidad, allí donde estén. No se conformen con menos.

Entonces verán crecer cada día la luz del Evangelio, en ustedes mismos y a su alrededor. Los encomiendo a María, la Virgen de la esperanza. Con su ayuda, al regresar a sus países en los próximos días, en cada parte del mundo, sigan caminando con alegría tras las huellas del Salvador, y contagien a los que encuentren con el entusiasmo y el testimonio de su fe. ¡Buen camino!



domingo, 13 de julio de 2025

CONTRA LA VIOLENCIA, SÍ A LA VIDA



Contra la violencia, sí a la vida


La cultura de la violencia provoca daños, heridas, destrucción, muerte. La cultura de la violencia discrimina y abandona sobre todo a los más débiles, los más indefensos, los más vulnerables: los hijos antes de nacer.

 

La cultura de la vida está en contra la violencia y a favor de los débiles. Porque considera que ningún ser humano debe ser discriminado injustamente si carece de dinero, o si es de una religión determinada (o si no tiene ninguna religión), o si pertenece a una raza concreta, o si carece de salud, o si todavía no ha nacido.

 

La raíz del amor a la vida, del respeto de los débiles, es muy sencilla: todos son iguales ante la justicia, todos merecen respeto y ayuda, todos deben poder desarrollarse libremente en su camino personal, único, intransferible.

 

Por desgracia, grupos poderosos acusan a los movimientos provida de promover la violencia, la intolerancia, incluso el crimen. En realidad, ningún auténtico miembro de la cultura de la vida puede apoyar violencias asesinas y arbitrarias.

 

Habría que analizar, entonces, de dónde surge ese deseo de desprestigiar a los grupos provida, quiénes están detrás de frases fáciles que llegan a calificar a los defensores de los débiles como potenciales terroristas, como enemigos de la mujer, como intolerantes fanáticos, como liberticidas.

 

El auténtico enemigo de la libertad no está en la cultura provida. Porque la defensa del derecho a la vida nunca es “liberticida”, sino que permite el respeto hacia un derecho fundamental sobre el que se construye cualquier sistema democrático justo: el reconocimiento de la dignidad del otro, la defensa de su integridad física, el compromiso por ofrecerle asistencia y ayuda en sus necesidades más fundamentales como miembro de la gran familia humana.

 

La violencia debe ser condenada en su raíz. La protesta social contra asesinatos de inocentes ha de estar acompañada por la reacción de todos los hombres y mujeres de buena voluntad ante quienes defienden falsos derechos, ante quienes creen que el hay progreso cuando se permiten crímenes como los del aborto o la eutanasia.

 

El no a la violencia será entonces coherente, auténtico, incluyente: porque sabrá promover la tutela de los más débiles: los hijos antes de nacer, los enfermos, los abandonados, los ancianos y los pobres.

(Fernando Pascual) 

SIN RODEOS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 13 DE JULIO DE 2025



 Sin rodeos


No es necesario un análisis muy profundo para descubrir las actitudes de autodefensa, recelo y evasión que adoptamos ante las personas que pueden turbar nuestra tranquilidad. Cuántos rodeos para evitar a quienes nos resultan molestos o incómodos. Cómo apresuramos el paso para no dejarnos alcanzar por quienes nos agobian con sus problemas, penas y sinsabores.

 

Se diría que vivimos en actitud de guardia permanente ante quien puede amenazar nuestra felicidad. Y, cuando no encontramos otra manera mejor de justificar nuestra huida ante personas que nos necesitan, siempre podemos recurrir al hecho de que «estamos muy ocupados».

 

Qué actualidad cobra la «parábola del samaritano» en esta sociedad de hombres y mujeres que corren cada uno a sus ocupaciones, se agitan tras sus propios intereses y gritan cada uno sus propias reivindicaciones.

 

Según Jesús, solo hay una manera de «ser humano». Y no es la del sacerdote o el levita, que ven al necesitado y «dan un rodeo» para seguir su camino, sino la del samaritano, que camina por la vida con los ojos y el corazón bien abiertos para detenerse ante quien puede necesitar su ayuda.

 

Cuando escuchamos sinceramente las palabras de Jesús, sabemos que nos está llamando –a pasar de la hostilidad– a la hospitalidad. Sabemos que nos urge a vivir de otra manera, creando en nuestra vida un espacio más amplio para quienes nos necesitan. No podemos escondernos detrás de «nuestras ocupaciones» ni refugiarnos en hermosas teorías.

 

Quien ha comprendido la fraternidad cristiana sabe que todos somos «compañeros de viaje» que compartimos la misma condición de seres frágiles que nos necesitamos unos a otros. Quien vive atento al hermano necesitado que encuentra en su camino descubre un gusto nuevo a la vida. Según Jesús, «heredará vida eterna».


Padre José Antonio Pagola

LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE CRISTO Y SU DEVOCIÓN EN EL MES DE JULIO



 La Preciosísima Sangre de Cristo y su Devoción en el Mes de Julio

La Preciosísima Sangre de Cristo es uno de los misterios más profundos de la fe cristiana.

Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.Net


Significado Teológico de la Preciosísima Sangre

La Preciosísima Sangre de Cristo es uno de los misterios más profundos de la fe cristiana. Representa la sangre derramada por Jesús durante su Pasión y Crucifixión, y es considerada el precio de nuestra redención y la salvación de toda la humanidad.

Cristo, el Cordero sin mancha, ofreció su vida y su sangre como sacrificio supremo para liberarnos del pecado y abrirnos las puertas de la vida eterna. En la Eucaristía, los católicos creemos que el vino consagrado se convierte realmente en la Sangre de Cristo, actualizando en cada Misa el sacrificio redentor del Calvario. Por eso, la Sangre de Cristo es fuente de purificación, reconciliación, fortaleza y vida nueva para los creyentes.


Origen de la devoción en Julio

La devoción a la Preciosísima Sangre tiene raíces antiguas en la tradición cristiana, pero su dedicación especial al mes de julio se consolidó en el siglo XIX.

En 1849, durante la Primera Guerra Italiana por la Independencia, el Papa Pío IX, exiliado en Gaeta, recibió de Don Giovanni Merlini la propuesta de instituir una fiesta universal en honor a la Preciosísima Sangre, como súplica por la paz y el fin de la guerra.

El Papa Pío IX fijó inicialmente la fiesta en el primer domingo de julio, y más tarde el Papa Pío X estableció definitivamente el 1 de juliocomo día de la fiesta.

Tras el Concilio Vaticano II, la celebración fue suprimida del calendario litúrgico universal, aunque se mantiene la posibilidad de celebrar Misas votivas en honor a la Preciosísima Sangre durante julio y en otros momentos del año.

Así, julio quedó consagrado a la contemplación y veneración de este misterio redentor.


Sentido espiritual de la devoción

Durante el mes de julio, la Iglesia nos invita a profundizar en el misterio del amor redentor de Cristo, meditando en el valor infinito de su sangre derramada. Esta devoción tiene varios sentidos espirituales:

Reflexión sobre el sacrificio de Cristo: La Sangre de Cristo es el signo supremo de su amor. Cada gota derramada habla del precio pagado por nuestra salvación.

Purificación y fortaleza espiritual: La Sangre de Cristo purifica nuestras almas, nos libera del pecado y nos fortalece para vivir con fidelidad nuestra vocación cristiana.

Oración y meditación: En este mes se reza especialmente la Corona de la Preciosísima Sangre, recordando los momentos en que Jesús derramó su sangre: la circuncisión, la agonía en el huerto, la flagelación, la coronación de espinas, el camino al Calvario, la crucifixión y la lanzada en el costado.

Esperanza y gratitud: La Sangre de Cristo es fuente de esperanza. Nos recuerda que somos amados infinitamente, que no estamos solos en nuestras luchas, y que nuestro destino es la vida eterna.

Prácticas devocionales: Durante julio se rezan las Letanías de la Preciosísima Sangre, se meditan textos de la Pasión y se recomienda la participación frecuente en la Eucaristía, donde se hace presente la Sangre redentora de Cristo.

Indulgencias: La Iglesia concede indulgencias a quienes recitan oraciones y practican actos de piedad en honor a la Preciosísima Sangre, promoviendo así la reflexión sobre el misterio redentor y la conversión del corazón.

La devoción y la vida cristiana

La devoción a la Preciosísima Sangre no es solo una práctica piadosa, sino una escuela de vida cristiana. Quien medita en este misterio descubre el infinito valor de cada alma y aprende que la salvación nos ha sido regalada a un precio muy alto: la Sangre del Hijo de Dios.


Esta devoción nos impulsa a:

Perdonar a los demás, sabiendo cuánto hemos sido perdonados.

Vivir con esperanza, incluso en medio de sufrimientos, porque la Sangre de Cristo ha vencido al pecado y a la muerte.

Ofrecer nuestros sacrificios diarios en unión con el sacrificio de Cristo, transformando el dolor en amor redentor.

Practicar la misericordia, imitando el amor sacrificial de Jesús hacia los más necesitados.

Como dice san Pedro en su carta: “Fuisteis rescatados […] no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha ni defecto.” (1 Pe 1,18-19)


Conclusión

Dedicar el mes de julio a la Preciosísima Sangre de Cristo es abrir nuestro corazón a la contemplación de un misterio de amor y misericordia. Es un tiempo para renovar nuestra fe, nuestra gratitud y nuestro compromiso cristiano.

Que cada gota de la Sangre de Cristo, derramada por amor, inspire en nosotros deseos de conversión, fortaleza en las pruebas y esperanza cierta en la vida eterna. Y que, al contemplar su sacrificio, sepamos repetir con fe y confianza:

“Sangre de Cristo, precio de nuestra salvación, líbranos.”

NOVENA A SANTA MARÍA MAGDALENA: DEL 13 AL 21 DE JULIO

 











 Novena a Santa María Magdalena

Lo más importante es saber acompañar a Jesús en su crucifixión, a semejanza de Santa María Magdalena.

Por: Ana Paula Morales | Fuente: Catholic.net



Terra Sancta México, en colaboración con la teóloga Patricia Pimentel, profesora de la Universidad Católica Lumen Gentium, han tenido la iniciativa de realizar una novena dedicada a Santa María Magdalena, que tendrá lugar del 13 al 21 de julio, siendo el 22 de julio el día que la Iglesia celebra la Fiesta de la “Apóstola de los Apóstoles”.

Para ver la Novena en formato PDF pulsa el link: https://cutt.ly/mLczAG4


Sobre Santa María de Magdala hay poca información dentro del Nuevo Testamento, puesto que son cuatro escasas referencias atestiguadas por los evangelistas, sin embargo, al ser un testimonio múltiple en casi todos los casos da fuerza a la veracidad de los hechos.

Los cuatro momentos en que es mencionada son: María Magdala, liberada por Jesús de siete demonios, lo seguía como discípula suya y lo servía con sus bienes (Lc 8, 2); estuvo al pie de la cruz (Jn 19, 25; par. Mt 27, 56; Mc 15, 40; Lc 23, 49); vio el lugar donde fue colocado el cuerpo de Jesús (Mt 27, 61; Mc 15, 47; Lc 23, 55; Jn 19, 38-42); fue junto con otras mujeres muy de madrugada al sepulcro (Mt 28, 1; Mc 16, 1; Lc 24, 1), pero ella fue la primera en encontrarse con Jesús Resucitado y el Señor la envía a proclamar la Buena Nueva a los discípulos (Jn 20, 1-18; par. Lc 24, 10).

A partir de estos pasajes, se hizo una investigación en los escritos de los Padres de la Iglesia, en un texto aprobado por el Magisterio y lo dicho por los tres últimos Sumos Pontífices en una carta apostólica y audiencias generales para obtener fragmentos de la reflexión de los textos.

Sobre la intencionalidad de elegir los temas de los nueve días basados en los cuatro momentos de Santa María Magdalena, Patricia Pimentel comentó: “El objetivo de esta novena es poder encontrarnos con Cristo resucitado, viéndonos reflejados nosotros mismos en Santa María Magdalena, es decir, desde el momento en que el Señor nos rescató, ya sea en una conversión o desde un evento difícil que haya marcado nuestras vidas”.

A lo que añadió la teóloga: “Lo más importante es saber acompañar a Jesús en su crucifixión, a semejanza de Santa María Magdalena, ofreciéndole nuestras alegrías y tristezas, nuestros logros y fracasos, de otro modo no podemos contemplarlo resucitado”.

Esta novena consta de una antífona inicial y se pide la intercesión de Santa María Magdalena, después se procede a la reflexión y meditación del tema del día, para finalizar rezando un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.


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