sábado, 23 de marzo de 2019

EL ESPANTAPÁJAROS


El espantapájaros


Moisés envió doce espías a explorar la tierra prometida, llena de frutos y bienes. Diez de ellos temieron los “espantajos”: los gigantes y las ciudades fortificadas. Caleb y Josué que eran sabios, creyeron a Dios. No se confundieron. Caleb calmó al pueblo: —"Subamos y conquistemos ese país pues somos más capaces que ellos". (Nm 13,30).

Tengo en mi huerto cuatro hileras de fresas. Algún pajarito lo ha propalado a sus compañeros. Por eso, construí un espantapájaros con palos de escoba, con un abrigo viejo, unos pantalones y un sombrero blanco. Al día siguiente asombrado vi posado en el sombrero a un petirrojo que parecía gritar: —¡Aquí hay fresas gratis! Había dos clases de pájaros: los sabios y los necios. Los necios quedaron en los árboles, temerosos del espantajo. Los sabios sabían que el muñeco era un aviso disfrazado.

Dios reserva preciosas bendiciones a los que viven de fe y no se confunden ni temen a los espantapájaros. Interioriza la confianza en Dios meditando estas palabras: “El que confía en el Señor renueva sus fuerzas, despliega alas como las águilas; corre y no se agota, avanza y no se fatiga” (Isaías 40, 31). Que pases un día feliz a la sombra del Altísimo.
* Enviado por el P. Natalio

BENEFICIOS DE SONREÍR


Beneficios de sonreír



A todos nos gusta reír, algunos lo hacen más, otros menos… pero para todos aquellos que les gusta obedecer al doctor, han de saber que los estudios científicos médicos lo han confirmado: desde el punto de vista de la salud, reír debería formar parte de tu rutina, al igual que el descanso, el ejercicio físico adecuados y la alimentación equilibrada. A continuación te contamos los 7 motivos más importantes para sostener esta afirmación:

1. Reduce el estrés
Un estudio de la Universidad de Kansas, describe que sonreír te puede ayudar a recuperarte anímicamente después de episodios estresantes. Mantras que parecían vacíos, como “sonríe y aguanta” parece que son clave y tienen bastante verdad sobre cómo superar las pruebas de la vida sin venirse abajo. Cuando te estresas aumentan los niveles de cortisol, sube la presión arterial, el sistema inmunológico pierde eficacia y un sinfín de complicaciones en la salud pueden avecinarse debido a que ello supone un rápido desgaste. Sin embargo, cuando sonríes tus emociones se hacen positivas y ocurre el efecto contrario en la salud: se liberan endorfinas, serotonina y otros “analgésicos”, hormonas opuestas a las que causa el estrés (adrenalina, cortisol y dopamina), con lo cual los órganos, la presión arterial, los músculos y otros tejidos se pueden relajar y funcionar en un rango normal y de bienestar, saludable.

2. Reduce el dolor
La psicóloga Sarah Pressman y su equipo comprobaron en otro estudio que las personas que sonrieron tras ser pinchadas con una aguja, experimentaron hasta un 40% menos de dolor que las personas que no lo hacían. No obstante, para elaborar el estudio engañaron a los participantes para conseguir que  sonrieran, desviando su atención colocándoles unos palillos en la boca. En este factor analgésico la clave son una vez más los neurotransmisores,  en especial la serotonina, que tiene efectos calmantes en el cerebro.

3. Mejora el sistema inmunológico
Las endorfinas que liberas al reír protegen a tu organismo de infecciones y te hacen más resistente a enfermedades como la diabetes, hipertensión o cáncer. Reír aumenta la inmunoglobulina y los linfocitos. Además el cerebro y este sistema están conectados entre sí; el cerebro se comunica con el timo, la médula ósea y las células inmunes, y se ha comprobado que en cierta manera van de la mano, si sonríes con ganas, seguramente tus células activas que combaten los virus también presenten una mayor actividad. Una vez más ocurre el efecto contrario que con el estrés, que causa inflamación, reducción de la actividad inmune y otras alteraciones, incluso genéticas.

4. Mejora tus relaciones sociales
Sonreír también puede considerarse una habilidad social, que tiene un vínculo con la salud, quizás no muy fácil de ver en primera instancia. Sonreír favorecer tu integración, la forma en la que otras personas te ven, con lo cual afecta a tus vínculos  sociales, a tus oportunidades laborales, románticas,… es decir a toda la vida social.
Sin duda la marcha de estos aspectos en tu vida es decisiva para tu estado emocional, de autoestima, económico, etc. del que depende tu satisfacción, tu psicología, tus acciones y en cierta medida tu salud. Los demás perciben tu sonrisa como una forma de gratitud, de positividad y de confianza que les predispone muy bien hacia ti. Recuerda la famosa frase “sonreír no significa que no tienes problemas, significa que estás por encima de esos problemas”, que eres más fuerte que ellos.

5. Te hace más creativo
Solíamos tener la imagen del genio atormentado por la creación, el artista caprichoso, egocéntrico, etc., como un estereotipo según el cual para ser emprendedor hace falta una personalidad única y a veces severa. Sin embargo, como asegura Shawn Achor, en su libro ‘La ventaja de la felicidad’ sonreír aumenta la creatividad y la productividad. Al sonreír desaparecen la mayoría de preocupaciones y limitaciones que te agarrotan, y aparece una energía que te anima a explorar nuevas opciones y a dejarte llevar; es decir, aumenta la inspiración creativa. La responsable de este desempeño es la dopamina, un neurotransmisor asociado a la felicidad y al alivio del estrés, también muy importante en los procesos de aprendizaje y la toma de decisiones. La creatividad, ya sea artística, o en otras formas como el sentido del humor o la resolución de problemas, -al margen de los resultados- es una experiencia de libertad en sí misma, que te hará sentir más realizado y que naturalmente tendrá reflejos positivos en tu salud. 

6. Mejora tu sistema muscular y respiratorio
Al reírte, pones en funcionamiento numerosos músculos, quemas calorías, eliminas toxinas por el sudor, realizas un masaje a tus órganos internos y conviertes tu respiración en diafragmática, con los consecuentes efectos relajantes. Además reír es un excelente ejercicio cardiovascular, aumenta la capacidad pulmonar y mejora la oxigenación.

7. Elimina el insomnio
Reír mucho a lo largo del día provoca una fatiga sana al cuerpo y a la mente que unida a las hormonas ya mencionadas, a la relajación y a la distensión muscular supone una gran contribución a la calidad del sueño. Cuando sonríes, también estás practicando un pensamiento positivo que es una verdadera joya para tu salud, un entrenamiento para todas las situaciones de la vida y muy importante para no ser asaltado por preocupaciones excesivas a la hora de dormir.

© Laureano Demetrio García

UN RATITO CON SAN JOSÉ: JOSÉ, UN PADRE CERCANO


UN RATITO CON SAN JOSÉ
José, un padre cercano



Toda la vida de José está en función de Jesús. San José es el protector del mismo Dios y recibe la orden de poner en nombre de Jesús al Salvador (cf. Mt 1,21). San José conduce a María hacia Belén para que dé a luz al Salvador (cf. Lc 2,4-7) y es testigo, tanto de la adoración de los ángeles y los pastores (cf. Lc 2,8-20), como de los magos de Oriente (cf. Mat 2,11).

San José está presente en la circuncisión del niño (cf. Lc 2,21) y en la presentación en el templo (cf. Lc 2,22-39). Luego, San José, avisado por un ángel, lleva al niño Jesús y a María hacia Egipto huyendo de Herodes (cf. Mt 2, 13-18). Tras ser avisado por un ángel, José regresa con la Sagrada Familia de Egipto residiendo en Nazaret (cf. Mt. 2,19-23). José busca con María al Señor cuando se pierde en Jerusalén (cf. Lc 2,41-50). Finalmente, San José cuida a María Santísima y a Jesús en Nazaret (cf. Mt 2,22-23; Lc 2, 51-52).

San José fue un padre cercano, acompañando a Jesús en los primeros años de su vida terrena. Los padres de familia, como lo hizo San José, tienen que ser cercanos. El mejor amigo de un hijo debes ser su propio padre. Si un niño y un joven no encuentran en su padre a su mejor amigo, buscarán otros amigos que no siempre serán los mejores. Jesús encontró en San José a su mejor amigo. Esto nos enseña que padre e hijo están llamados a forjar una sólida amistad donde reine el diálogo  sincero.

Un papá debe ser el primero en recibir las confidencias de sus hijos. Al mismo tiempo, un padre está llamado a dar consejos acertados de modo que siempre conduzca a su hijo hacia Dios.

Invito a los papás a rezar así: "San José, modelo de padre de familia, intercede por mí ante Jesús para que sea cariñoso y cercanos con mis hijos. Que así sea".

CÓMO ACTUABA JESÚS ANTE EL PECADO Y LOS PECADORES


Cómo actuaba Jesús ante el pecado y los pecadores
Jesús se acerca al pecador, pero no admite la falta cometida, invita siempre al pecador a la conversión.


Por: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: Libro Jesucristo. 




Si para alguien ha venido Jesucristo ha sido para los pecadores, para todos nosotros que sentimos los arañazos de nuestra naturaleza humana, herida por el pecado original. Canta la liturgia de la Vigilia Pascual: "¡Feliz la culpa, que nos mereció tan noble y tan gran Redentor!". Jesucristo, sí, odió el pecado, pero buscó y amó con gran misericordia al pecador, porque vino a salvar lo que estaba perdido. Nadie debe sentirse excluido de su Corazón misericordioso.

Jesucristo vino a salvar a los pecadores. Esa fue la misión encomendada por el Padre desde el momento de la Encarnación. El eje central de su vida fue la lucha contra el mal radical, el pecado, que es lo único que nos aleja de Dios y nos impide la comunión con Él. Nadie mejor que Jesús ha comprendido la maldad del pecado en cuanto ofensa a la grandeza y al amor de Dios.

Jesús y los pecadores. 

¿Cuál es la postura de Jesús ante el mal moral, ante el pecado y ante los pecadores?

Jesús-pecado: he aquí dos palabras opuestas, contradictorias. Más opuestas que lo blanco y lo negro, que la paz y la violencia, que la vida y la muerte. El pecado es el reverso de la idea de Dios. Dios es la fuerza; el pecado es, no otra fuerza, sino la debilidad. Dios es la unidad, el pecado es la dispersión. Dios es la alianza, el pecado es la ruptura. Dios es la profundidad, el pecado la frivolidad. Dios lo eterno, el pecado la venta a lo provisional y fugitivo.

Y, sin embargo, el pecado es algo fundamental en la vida de Jesús. Probablemente no se hubiera hecho hombre de no ser por el pecado, pues la lucha contra el mal, que obstaculiza la llegada del Reino, constituyó una tarera centra en su vida terrena. Jesús no tuvo pecado alguno. Y, sin embargo, nadie como él entendió la gravedad del pecado, porque al ser Hijo del Padre podía medir lo que es una ofensa a su amor.

Por eso, conozcamos cuál fue la postura de Jesús ante el pecado y los pecadores, saber qué entendió por pecado, cuáles valoraba como más graves y peligrosos, cómo trataba de hacer salir de él a cuantos pecadores encontraba en su camino.

Comencemos por decir que en el mundo bíblico el pecado no fue nunca la violación de un tabú, como era típico de las tribus primitivas. La predicación de los profetas conducirá a los judíos hacia una visión del pecado como algo que vicia radicalmente la personalidad humana, ya que implica una desobediencia, una insubordinación en la que intervienen inteligencia y voluntad del hombre, contra el mismo Dios personal y no contra un simple fatum abstracto.

Las mismas palabras hebreas y griegas con las que la Biblica designa el pecado acentúan este carácter voluntario y personal. En hebreo es la palabra hatá que significa "no alcanzar una meta, no conseguir lo que se busca, no llegar a cierta medida, pisar en falso", y, en sentido moral, "ofender, faltar a una norma ética, infringir detrminados derechos, desviarse del camino recto". La versión de los setenta suele traducir ese hatá hebreo por amartía, amartano que también significan "fallar el blanco o ser privado de algo".

Esta idea de ruptura es acentuada por los profetas que ven siempre el pecado como la negativa a obedecer una orden o seguir una llamada. En Amós es la ingratitud; en Isaías, el orgullo; en Jeremías, la falsedad oculta en el corazón; en Ezequiel, la rebelión declarada. En todos los casos la ruptura de un vínculo, la violación de una alianza, la traición de una amistad. Cada vez que uno peca repite la experiencia de Adán, ocultándose de Dios.

Por todo esto se explica que Dios tome tan dramáticamente el pecado, no como una simple ley violada, sino como una amistad traicionada, un amor falseado. Por eso en la redacción del decálogo se pone en boca de Yavé esta terrible denominación de los transgresores: aquellos que me odian, mientras que llama a los que cumplen los mandamientos los que me aman (cf Ex 20, 5-6).


¿Qué significaba el pecado en tiempos de Jesús?

Para la comunidad de monjes de Qumram, que escapaban al desierto, el mundo estaba podrido; por eso se pasaban todo el día con bautismos, abluciones y oraciones de purificación. Los fariseos se creían los separados, los puros...el resto es pecador.

Para Jesús no es que todo sea pecado y sólo pecado. Sus metas son positivas y luminosas, pero sabe muy bien que al hombre no le basta el querer para salvarse. Sabe que ha venido para salvar al hombre del pecado. Pero invita a la conversión: sin ella no se podrá entrar en el reino de Dios (cf Mt 3, 2; Mc 1, 15). Este es un Reino que sólo puede construirse después de haber destruido los edificios del mal y de haber retirado sus escombros. Casi se diría que Jesús exagera su interés por los pecadores, cuando afirma con atrevida paradoja que ha venido a llamar, no a los justos, sino a los pecadores (Mt 9, 12), cuando se presenta como médico que sólo se preocupa por las almas enfermas (cf Mc 2, 17). Su interés será tal que será acusado de andar con publicanos y pecadores (cf Mt 9, 12) y de mezclarse con mujeres que han llevado vida escandalosa (cf Lc 7, 36-42). Él mismo resumirá el sentido de su vida en la Última Cena declarando que su sangre será derramada en remisión de los pecados (cf Mt 26, 27) y, tras su muerte, pedirá a sus apóstoles que continúen su obra predicando la penitencia para la remisión de los pecados a todas las gentes (cf Lc 24, 44-48).

Para Jesús, ¿qué significaba, pues, el pecado?

No era sólo la trasgresión literal de una ley, como era para los escribas y fariseos, que se quedaban en lo secundario y olvidaban lo principal (cf Mt 23, 23-24). Para Jesús el pecado nace del interior del hombre (cf Mt 15, 10-20); por eso, es necesaria la circuncisión del corazón de la que habló Jeremías (4, 4). Para Jesús el pecado es una esclavitud con la que el hombre cae en poder de Satán (cf Lc 22, 3); sabe que el mismo Satanás busca a sus elegidos para cribarlos como el trigo (cf Lc 22, 31). Para Jesús, bajo el pecado hay siempre una falsa valoración de las cosas, pues el corazón humano se deja arrastrar de lo inmediato y de las satisfacciones sensibles. (72) Así, pues, el pecado para Jesús es un desamor a Dios, un desprecio a los demás; es decir, es una ofensa a Dios y al prójimo.


¿Cuáles son los más grandes pecados para Jesús?

El primero de éstos es la hipocresía religiosa, especialmente cuando formas o apariencias religiosas se usan para cubrir otros tipo de intereses humanos (cf Mt 23), pero pisotean la justicia, la misericordia y la lealtad.

Otro pecado muy grave es el desprecio a su mensaje o a su invitación (cf. Lc 14, 15-24). Quienes oyeron su mensaje y no lo cumplen serán juzgados más severamente (cf Mt 10, 15; 21, 31).

El escándalo a los pequeños es de especial importancia (cf Mt 18, 6-7; Lc 17, 1-3).

El pecado de soberbia (cf. Lc 18, 9-14).

El pecado de ingratitud (cf. Lc 17, 11-19).

El pecado de apego a las cosas materiales (cf. Mt 19, 16-26)

Todos los pecados que se oponen al amor al prójimo son graves para Jesús: "Id, malditos, al fuego eterno, porque tuve hambre y no me disteis de comer..." (Mt 25, 41-46).

No sólo los pecados de acción son graves; también los de omisión. Bastará recordar la parábola de los talentos en la que uno de los siervos es condenado a las tinieblas exteriores sólo por no haber hecho fructificar su denario (cf Mt 25, 30).

No es que Jesús no condenara los pecados de idolatría, blasfemia o adulterio; pero como los doctores de la ley lo repetían a todas horas, Jesús quiso poner énfasis en otros pecados que no se tomaban en serio. Incluso pedía la pureza del corazón, de pensamiento y de deseo (cf. Mt 5, 27-29).

¿Y el pecado imperdonable? Se trata de la blasfemia contra el Espíritu Santo (cf Mt 12, 30-32). Maximiliano García Cordero dice que ese pecado contra el E.S. "No es un pecado concreto, como trasgresión de un precepto divino determinado, sino una actitud permanente de desafío a la gracia divina"; ese cerrarse a Dios, ese rechazo de su obra y su mensaje hace imposible el arrepentimiento y, con ello, el perdón de Dios.

Jesús y los pecadores

¿Cómo trata Jesús a los pecadores? Jesús distingue perfectamente pecado y pecador. Con el pecado, Jesús es exigente e intransigente. Con el pecador, tierno y misericordioso. En todo pecador ve a un hijo de Dios que se ha descarriado. Sus palabras se ablandan; su tono de voz se suaviza; corre él a perdonar antes de que el pecador dé signos evidentes de arrepentimiento.

¿Qué hizo Jesús con los pecadores? Dedicación especial (cf Lc 4, 18-19; 7, 22-23; Mt 15, 24; 9, 35-36; Mc 2, 17), sean ricos (publicanos) o pobres. Se dedica a ellos con gestos muy significativos: come con ellos. Comer con alguien era signo de comunión mutua. Él come con ellos para acercarlos al banquete de Dios. Jesús ama primero al pecador y después le invita a la conversión.


Jesús aclara su postura con tres razones:

Todos los hombres pecan: luego a todos se debe acoger (cf Jn 8, 7).
Él es la encarnación de la misericordia de Dios. Y Dios es el Dios de todos (cf Mt 5, 45).
Los pecadores necesitan ser acogidos para salvarlos (cf Lc 19, 10).

Pero la actitud de Jesús ante los pecadores esconde mucho más:

Todos han de reconocerse pecadores para que Él pueda acercarse y traerles la salvación (cf Mt 9, 13).

No tiene resentimiento contra los poderosos, discriminándoles, sino interés por los necesitados; así se ha de entender la tendencia a preocuparse más por los necesitados.

Jesús se acerca al pecador, pero no admite la falta cometida. Reconoce que los pecados no deben aceptarse (cf Jn 8, 11); por eso invita siempre al pecador a la conversión.

Jesús, pues, no prefiere a unos hombres sobre otros: Él ha venido a buscar lo que estaba perdido. Su objetivo es el hombre para salvarlo, sea quien sea (cf Lc 7, 50).

El culmen de la postura de Jesús ante los pecadores es su muerte (cf Mt 26, 28; Lc 23, 34). Este punto se profundizará más adelante.

Aunque Jesús buscó siempre con amor a los pecadores, y aunque muchos se abrieron a sus rayos salvadores...no siempre triunfará el amor de Jesús. Fracasó con muchos, porque se cerraron a su amor, a su perdón. Tenemos el caso de Judas, de los fariseos. Fracasaría con su ciudad querida de Jerusalén: "Al acercarse y ver la ciudad, lloró sobre ella y dijo: ¡Si al menos en este día comprendieras lo que lleva a la paz!..." (Lc 19, 41-44).

Cuando leemos algunas palabras duras de Jesús, como, por ejemplo, "Si tu mano o tu pie es para ti una piedra de tropiezo, córtatelo o arrójalo lejos de ti..." (Mt 18, 8), nos hacen reflexionar sobre algo muy serio: la posibilidad del fracaso total, definitivo e irreversible, llamado infierno. Si Jesús es duro, y predica la conversión, es porque quiere evitarnos este terrible fracaso. El infierno es la verdadera amenaza del hombre, que destruye alma y cuerpo (cf Mt 10, 28). Jesús, es verdad, no es un Dios de infierno en ristre, ni un neurótico del averno, pero no deja de mirar con terror esa horrorosa posibilidad con la que el hombre se enfrenta. Cree en el infierno y nos engañaría si no nos advirtiera ese espantoso riesgo. Por eso, claramente dice que quien no haga suya la vida que Él trae y no cumpla los mandamientos y muera sin arrepentirse les espera el más total y radical de los fracasos. Un fracaso, cuyo centro es la lejanía eterna de Dios por haberlo rechazado; un cataclismo ontológico para quien, habiendo sido amado por Dios hasta el punto de llamarlo hijo suyo en Cristo, rechaza obstinadamente a ese amor y con ellos su plena realización.

Dejemos claro una cosa. Jesús no es el condenador, sino el libertador. Él vino a traer la luz y no sólo a anatematizar la oscuridad. Por eso no le gusta que los hombres vivan obsesionados por si se salvarán o por cuántos se salvarán. Pero sí quiere que vivan dedicados a salvarse, que es el único negocio importante, urgente y personal; si perdemos este negocio, hemos perdido todo. Además nos invita siempre a la esperanza, nos pone todos los medios para esa total realización humana soñada y querida por Dios, que es la salvación eterna. Si se trata de ganar un pleito, o un juicio o conseguir un empleo o hacer un negocio temporal... se mueve cielo y tierra, se hacen mil diligencias y se trabaja hasta altas horas de la noche. Y para alcanzar la vida eterna y salvar el alma, ¿qué hacemos? Hay quienes viven como si la muerte, el juicio, el infierno y el cielo fueran fábulas o cuentos, y no verdades eternas reveladas por Dios y que debemos creer.

La palabra que resume la actitud de Jesús ante los pecadores es misericordia. Para el mundo grecolatino, antes de la venida de Cristo, la misericordia era un defecto y una enfermedad del alma. El filósofo Séneca, por ejemplo, dice que la misericordia es un vicio propio de viejas y mujerzuelas. Esta enfermedad, concluye Séneca, no recae sobre el hombre sabio(73) Tuvo que venir Cristo del cielo para gritarnos que la misericordia es el más sublime gesto de caridad...Es más, que la misericordia tiene un nombre: Jesucristo. Dios al encarnarse se hizo misericordia y perdón.

Nosotros ante el pecado y los pecadores

Sería bueno que repasemos un poco lo que es el pecado y cuáles son los pecados, para que cada día lo desterremos de nuestra vida, pues el pecado ha sido, es y será la mayor desgracia que nos puede acontecer en la vida.

El pecado existe. Es una realidad que brota del corazón del hombre, por instigación de Satanás que se sirve de sus engaños y de nuestras pasiones desordenadas. No es un error humano, una distracción o una fragilidad. Es, más bien, la negación de toda dependencia, la obstinación en quedarme en mí mismo, decidir por mí mismo. Es la decisión de procurarme por mí mismo la propia felicidad, de realizarme sin interferencias, y consecuentemente el rechazo de instaurar con Dios y con los demás una relación de amor. El pecado es egoísmo exagerado. Es preferirse a sí mismo, anteponerse a sí mismo a Dios y a los demás. Es trastocar el orden puesto por Dios y poner otros ídolos, otros intereses, a uno mismo en el puesto de Dios.

Todos hemos pecado, menos Jesús y su Madre Santísima.

¿Cuáles son los pecados?

Está el pecado original que cometieron nuestros primeros padres, Adán y Eva. Adán, como jefe de toda la humanidad, transmite a cada uno de los hombres este pecado, en cuanto padre de la humanidad, y como tal, lo contraemos todos sus descendientes.

Está el pecado actual o personal: es aquel cometido voluntariamente por quien ha llegado al uso de razón. Tal pecado se puede cometer de cuatro maneras: con el pensamiento, con las palabras, con las obras, con las omisiones. Y todo esto puede ser contra Dios, contra el prójimo o contra nosotros mismos. Este pecado personal puede ser, a su vez: mortal o venial.

El pecado mortal es una desobediencia a la ley de Dios en materia grave, cometida con plena advertencia de la mente y deliberado consentimiento de la voluntad. ¿Qué materia sería grave? Negar o dudar de la existencia de Dios; negar una verdad de fe definida por la Iglesia; blasfemar de Dios, la Virgen, los Santos; no participar de la misa sin algún motivo grave; tratar en modo gravemente ofensivo a los propios padres o superiores; matar a una persona o herirla gravemente; procurar directamente el aborto; cometer actos impuros consciente y deliberadamente; impedir la concepción con métodos artificiales; robar objetos de mucho valor; calumniar; cultivar y consentir pensamientos y deseos impuros; cumplir graves omisiones en el cumplimiento del propio deber; recibir un sacramento en pecado mortal; emborracharse o drograrse en forma grave; callar en confesión, por vergüenza, un pecado grave; causar escándalo al prójimo con acciones o actitudes graves .

¿Cuáles son los efectos que produce en el alma el pecado mortal? Mata la vida de gracia en el alma, es decir, rompe la relación vital con Dios; separa a Dios del alma; nos hace perder todos los méritos de cosas buenas que estemos haciendo; hace al alma digna del infierno; se nos cierran las puertas del cielo.

¿Cómo se perdona este pecado mortal? Con una buena confesión; o con un acto de contrición perfecta, unido al propósito de una confesión.

El pecado venial es una desobediencia a la ley divina en materia leve; o también en materia grave, pero sin pleno conocimiento y consentimiento. ¿Qué efectos produce el pecado venial? Entibia el amor de Dios, me enfría la relación con Él; priva al alma de muchas gracias que hubiera recibido de Dios si no hubiese pecado; nos dispone al pecado grave; hace al alma digna de penas temporales que hay que expiar o en esta vida o en el purgatorio. El pecado venial se borra con el arrepentimieno, con buenas obras (oraciones, misas, comunión, limosnas, obras de misericordia).

Los pecados capitales son siete, y se llaman capitales porque son cabecillas de otros pecados. Son éstos: Soberbia: es una exagerada estima de sí mismo y de las propias cosas y cualidades, acompañada de desprecio hacia los otros. Avaricia: es un deseo desmesurado de dinero y de haberes. Lujuria: es un desordenado apetito y uso del placer sexual. Ira: es un impulso desordenado a reaccionar contra alguno o contra algo que fue ocasión de sufrimiento o contrariedad. Pereza: Es una falta de voluntad en el cumplimiento del propio deber y un desordenado uso del descanso. Envidia: es un sentimiento de tristeza o dolor del bien del prójimo, considerado como mal propio. Gula: es la búsqueda excesiva del placer que se encuentra en el uso de los alimentos y bebidas.

Están, también, los pecados que claman al cielo: homicidio voluntario, pecado impuro contra naturaleza (homosexualidad), opresión de los pobres, no dar la paga justa a los obreros.

Finalmente, está el pecado contra el E.S.: desesperar de la salvación, presumir de salvarse sin mérito, luchar contra la verdad conocida, envidia de la gracia ajena, obstinación en los pecados, impenitencia final a la hora de la muerte.


CONCLUSIÓN

De todo lo que hemos visto concluimos lo siguiente:

Debemos odiar el pecado, desterrarlo de nuestra vida, luchar contra todo tipo de mal que tengamos en nuestro corazón.

Debemos renunciar al pecado, denunciarlo desde todos los púlpitos, con energía y respeto, y anunciar la Buena Nueva de la gracia.

Pero debemos rezar por los pecadores, comprenderlos, no juzgarlos, tratar de ayudarlos para que vuelvan a Dios y a las fuentas de la misericordia de Dios. Nunca condenarlos.

No nos alejemos de la casa de Dios Padre. En la casa de Dios Padre encontramos la luz, el calor, la seguridad, alegría y el amor...Fuera de la casa de Dios Padre encontramos oscuridad, frialdad, inseguridad, indiferencia de los demás, tristeza. Y si no, preguntémosle a ese hijo pródigo del evangelio (cf. Lc 15, 11ss). Y cuando tengamos la desgracia de alejarnos, aún hay posibilidad de volver, arrepentirse y abrazar a Dios, que desde siempre ha dejado la puerta de su corazón abierta a todos.


(72) Baste recordar aquí la parábola del hijo pródigo (Lc 15) o la de los invitados descorteses (Lc 14, 15-24).

(73) Cfr. Séneca, De Clementia, 2, 4-5

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY SÁBADO 23 DE MARZO DE 2019


Lecturas de hoy Sábado de la 2ª semana de Cuaresma
 Hoy, sábado, 23 de marzo de 2019


Primera lectura
Lectura de la profecía de Miqueas (7,14-15.18-20):

PASTOREA a tu pueblo, Señor, con tu cayado, 
al rebaño de tu heredad, 
que anda solo en la espesura, 
en medio del bosque; 
que se apaciente como antes 
en Basán y Galaad. 
Como cuando saliste de Egipto, 
les haré ver prodigios. 
¿Qué Dios hay como tú, 
capaz de perdonar el pecado, 
de pasar por alto la falta 
del resto de tu heredad? 
No conserva para siempre su cólera, 
pues le gusta la misericordia. 
Volverá a compadecerse de nosotros, 
destrozará nuestras culpas, 
arrojará nuestros pecados 
a lo hondo del mar.
Concederás a Jacob tu fidelidad 
y a Abrahán tu bondad, 
como antaño prometiste a nuestros padres.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 102,1-2.3-4.9-10.11-12

R/. El Señor es compasivo y misericordioso

V/. Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

V/. Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. R/.

V/. No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.

V/. Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que lo temen;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-3.11-32):

EN aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían ¡os cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado e! ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.
El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy sábado, 23 de marzo de 2019
 José María Vegas, cmf


Cuando estaba todavía lejos

Esta parábola contiene toda la verdad de la vida humana, de sus relaciones con los demás y con Dios, de su inclinación al pecado, pero también de su capacidad de escuchar dentro de sí, de reconocer errores y de reconciliarse consigo mismo, con los demás y con Dios, recuperando así la propia dignidad. Todos podemos leernos en ella.

Todos tenemos la inclinación a disponer de manera egoísta y sin agradecimiento de la parte de la herencia que nos toca: nuestra libertad, nuestros talentos, nuestras posibilidades reales. Tenemos derecho a ello, es verdad, pero no debemos olvidar que la herencia es don, y que no podemos ni debemos desgajarla de sus raíces, sino usarla con responsabilidad. El hijo menor, como tantas veces nosotros, no lo hizo así: tomó lo suyo y cortó con la fuente de esos bienes, para disponer de ellos a su antojo. Rompiendo con sus raíces, usándolos de manera arbitraria, egoísta, irresponsable esos bienes reales no dan frutos, se agotan en sí mismos, son incapaces de darnos la verdadera felicidad que brota de una vida vivida con sentido. Entregados a nuestros deseos nos exiliamos de nuestra verdad más íntima, abdicamos de nuestra propia dignidad. Así puede entenderse la situación del hijo menor, convertido en pastor de cerdos, servidor de las dimensiones inferiores e impuras, y además hambriento. Pero incluso en la situación de mayor postración, el ser humano es capaz de escuchar las voces que en su interior le llaman a su verdad. En el caso de la parábola es la voz que le recuerda que es hijo, que tiene una casa, que sólo allí puede saciarse de esas hambres que no son sólo de pan. “Entrar dentro de sí” es un movimiento que todos podemos y debemos hacer, para tratar de escuchar esas voces que nos llaman a volver a casa. El camino de vuelta es el de una profunda transformación interior, en la que el que quería vivir sólo para sí descubre que la vida adquiere sentido sólo si se está dispuesto a servir, y que en ese servicio es dónde el ser humano vuelve a vestirse con los trajes que reconocen su dignidad de hijo. La verdadera oración (“entrar dentro de sí”) lleva a la servicio, y éste a la fiesta: el reencuentro alegre con el Padre y con los hermanos. Es verdad que a veces los hermanos no quieren reconciliarse. El hijo mayor, que representa a los fariseos, y, en general a todos lo que se consideran justos y condenan sin misericordia a los pecadores “oficiales” (olvidando de paso su propio pecado), se niega a participar en la fiesta, porque no considera posible el arrepentimiento de su hermano, ni justo el perdón generoso del Padre. Deberíamos meditar en esto. No sólo somos como el hermano menor, que se aleja (pero vuelve), sino que con frecuencia nos parecemos al mayor, que no se acerca: si nos negamos a perdonar y a reconciliarnos, nos quedamos fuera de la fiesta, aunque vayamos todos los días a Misa.

El centro de la parábola es el padre, que vio al hijo menor “cuando estaba todavía lejos”. Dios no nos espera sentado: sale al encuentro (un Dios “en salida”), se anticipa, nos busca, como Buen pastor. Sale en busca del hijo menor, cuando estaba aún lejos, y del mayor, que estando en casa se aleja en su corazón por su falta de misericordia.

Dios nos llama (suya es esa voz que suena dentro de nosotros), nos llama a la conversión, sale a buscarnos (en Jesucristo, que ha ido hasta el extremo exilio de la muerte), nos reconcilia, nos perdona, nos devuelve nuestra dignidad. Pero también nos llama a reproducir en nosotros esa misma actitud de misericordia que renuncia a condenar a aquellos que, estando alejados, están tal vez sintiendo ya el hambre de la vuelta a casa, o entrando ya dentro de sí, o de camino, o si nada de eso es así ?¿quién puede juzgarlo??, es sin embargo seguro que ese al que juzgo es alguien a quien el Padre espera con los brazos abiertos, para ponerle un anillo y un vestido nuevo y organizar una fiesta, tan pronto como vuelva a casa.

PAPA FRANCISCO DONA 150 MIL EUROS PARA AYUDAR A VÍCTIMAS DE CICLÓN IDAI EN ÁFRICA


Papa Francisco dona 150 mil euros para ayudar a víctimas de ciclón Idai en África
Redacción ACI Prensa





El Papa Francisco, a través del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, donó 150 mil euros para ayudar a las víctimas de las inundaciones en Mozambique, Zimbabue y Malaui como consecuencia del ciclón Idai.

Se trata de una “primera contribución para el socorro a las poblaciones en esta primera fase de emergencia” en la que cada país recibirá 50 mil euros, informa un comunicado del dicasterio.


“Tal suma, que quiere ser una inmediata expresión del sentimiento de cercanía espiritual y aliento paterno del Santo Padre por las personas y los territorios golpeados será repartida, en colaboración con las Nunciaturas Apostólicas, entre las zonas más golpeadas de la catástrofe y será utilizada en obras de socorro y asistencia”, explica el dicasterio.

Además, la nota oficial señala que “esta contribución forma parte de las ayudas que se están activando en toda la Iglesia Católica y que involucran, además de varias conferencias episcopales, también a numerosos organismos de caridad”.

Al finalizar la Audiencia General del pasado miércoles 20 de marzo, el Papa Francisco recordó “las grandes inundaciones que han sembrado luto y devastación en diferentes regiones de Mozambique, Zimbabue y Malaui”.

“A la querida población expreso mi dolor y mi cercanía. Confío a las muchas víctimas y a sus familias a la misericordia de Dios, e imploro consuelo y ayuda a todos los que han sido golpeados por esta calamidad”, dijo el Santo Padre ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

El actual balance de las víctimas es de al menos 300 víctimas fallecidas, miles de heridos y cientos de miles de desplazados por lo que se calcula al menos un millón de personas afectadas por el desastre.

HOY LA IGLESIA CELEBRA A SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO, 23 DE MARZO


Hoy la Iglesia celebra a Santo Toribio de Mogrovejo, Patrono del Episcopado Latinoamericano
Redacción ACI Prensa





El 23 de marzo es la Fiesta de Santo Toribio de Mogrovejo, Patrono del Episcopado Latinoamericano y llamado “Santo Padre de América”. Defendió a los indefensos y explotados durante la colonia española en América y convocó numerosos sínodos y concilios que trajo buenos frutos en el Virreinato del Perú.

Confirmó a Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, San Juan Macías y contó con el apoyo del misionero San Francisco Solano.

Toribio Alfonso de Mogrovejo nació en España hacia el 1538. Estudió derecho y fue profesor en la Universidad de Salamanca. Siendo laico, el rey Felipe II lo nombró principal juez de la Inquisición en Granada.

Por sus cualidades humanas y su virtud, el rey lo propuso al Papa Gregorio XIII como Arzobispo de Lima, que en ese entonces comprendía gran parte de Sudamérica hispana. Aunque humildemente Santo Toribio se resistió, con dispensa papal recibió las órdenes menores y mayores, siendo consagrado Obispo en 1580.

Se embarcó para América y al llegar al Perú de inmediato se preocupó por restaurar la disciplina eclesiástica y se enfrentó abiertamente a los conquistadores, personas de poder y sacerdotes que habían cometido o permitido abusos contra los nativos.

Esto hizo que fuera perseguido por el poder civil y que lo calumniaran, pero él siguió en su defensa por los pobres, argumentando que a quien siempre se debía tener contento es a Cristo y no al Virrey.  

Construyó iglesias, conventos, hospitales y abrió el primer seminario en América Latina,  que se mantiene hasta hoy. Estudió las lenguas y dialectos locales para poder estar más cerca de sus fieles y comunicarse con ellos, lo que favoreció en el incremento de las conversiones.

Con el fin de evangelizar, viajó por lejanas ciudades y lugares, caminando o montado a caballo, muchas veces solo y exponiéndose a las enfermedades y peligros. Cierto día se le acercó un mendigo y como no tenía qué darle, le entregó sus camisas.

Convocó tres concilios o sínodos provinciales y se ordenó imprimir el catecismo en quechua y aymara. Además celebró trece sínodos diocesanos que ayudaron al cumplimiento de las normas del Concilio de Trento y a la independencia de la Iglesia del poder civil.

A sus 68 años, Santo Toribio cayó enfermo y partió a la Casa del Padre el Jueves Santo del 23 de marzo de 1606. En su testamento dejó a sus empleados sus efectos personales y a los pobres, el resto de sus propiedades. San Juan Pablo II lo declaró Patrono del Episcopado Latinoamericano.

FELIZ FIN DE SEMANA





lunes, 18 de marzo de 2019

COMENTARIO DEL EVANGELIO DE HOY: MARTES 19 DE MARZO DE 2019, SAN JOSÉ


Comentario al Evangelio de hoy martes, 19 de marzo de 2019
 José María Vegas, cmf



Varón justo

Dios, sin duda alguna, cumple sus promesas. Pero lo hace a su modo, salvaguardando siempre su libertad soberana, y superando, además, infinitamente nuestras expectativas. La promesa realizada a David y a su descendencia de una realeza para siempre no tiene el significado que, por el contexto, se entiende a primera vista. De hecho, la dinastía davídica tuvo un destino y un fin bien trágicos. Y, sin embargo, Dios restaura esa dinastía, pero no en un sentido monárquico y político, sino en la realeza de Cristo, que, vencedor del pecado y de la muerte, no pasará jamás. No será, pues, el reino de uno sobre muchos, o de unos pocos sobre todos los demás, o de un pueblo que somete y oprime al resto. Se trata de una realidad infinitamente más grande y más importante, de un valor infinitamente superior, porque supone el fin de los dominios despóticos, de las opresiones, de la violencia como forma de gobierno y de convivencia. Esas realidades, fruto del pecado, siguen vigentes, el mundo continúa caminando por sus viejas sendas, pero se abre paso en él una posibilidad nueva y superior: el Reino de Dios, la realeza de Cristo, la ley del amor y la fraternidad, que no es sólo promesa para un futuro indeterminado, más allá de la muerte, sino que está ya presente y operando en este mundo nuestro, gracias a la presencia encarnada del Hijo de Dios, el Cristo, el Ungido, en el que se cumplen definitivamente aquellas antiguas promesas de un reino sin fin, si bien no es de este mundo, pues no funciona como los reinos (y las repúblicas) mundanos.

Pero, ¿qué pinta José, el humilde carpintero, en todo esto? En primer lugar, que en él se cumple, según la ley, aquella antigua promesa. No es un rey, ni un príncipe, ni siquiera un noble, es un obrero anónimo, pero al que la Providencia salvífica de Dios ha situado en el centro de la historia. Es él el depositario legal de aquellas promesas ya remotas y casi olvidadas, el renuevo del tronco de Jesé (cf. Is 11, 1), el fruto inesperado de un árbol que parecía ya por completo seco y sin vida. Y es él, en consecuencia, el que transmite, según la ley, la sucesión davídica al verdadero David, el hijo de la Virgen, el verdadero Rey, Profeta y Sacerdote de la nueva alianza.

En José vemos con claridad una verdad de extraordinaria importancia para nuestra fe y para la vida de cada uno. Los grandes acontecimientos de la historia, esos que conmueven sus cimientos y hacen que varíe su rumbo, suceden gracias a personas humildes y anónimas que han hecho posible la aparición de los grandes y decisivos personajes. Es verdad que esto es así para bien y para mal. Los protagonistas que aparecen en los libros y las crónicas para bien y para mal no hubieran podido hacer nada sin la cooperación de muchos seres humanos anónimos, que crearon de un modo y otro las condiciones para la aparición de aquellos. No cabe duda de que no hay un acontecimiento más decisivo en la historia de la humanidad que la encarnación, la muerte y la resurrección de Cristo. Aquí es Dios quien ha intervenido. Pero lo ha hecho humanamente, humanizándose, haciéndose uno de nosotros. Y, por eso mismo, es normal que haya querido (y tenido que) contar con la cooperación en la sombra de personas que han hecho posible su venida a nuestra historia.

José es el prototipo del varón justo: el que sabe discernir la presencia de Dios, el que está dispuesto a retirarse con respeto, pero también a escuchar la voz de Dios que habla en sueños, y a actuar con diligencia, tomando decisiones, asumiendo riesgos, colaborando calladamente y en espíritu de obediencia con los planes de Dios.

Si en algo nos parecemos a José es en que somos también personajes anónimos, que viven y trabajan en la sombra de la historia mundial, cuyos focos iluminan a otros. Pero José nos enseña la importancia de ser justos, es decir, de estar abiertos y a la escucha, de trabajar con fidelidad y diligencia, de saber soñar, pero también tomar decisiones y asumir riesgos, para que en la historia sucedan acontecimientos positivos y salvíficos, en vez de las muchas catástrofes que la afligen (con las que también podemos colaborar si no vivimos como debemos); para que Dios pueda seguir viniendo a visitarnos con su voluntad salvífica, para que, en definitiva, Cristo siga reinando en nuestro mundo y las promesas de Dios, que superan toda expectativa, se puedan seguir cumpliendo.

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY SAN JOSÉ, MARTES 19 DE MARZO DE 2019


Lecturas de hoy San José
Hoy, martes, 19 de marzo de 2019



Primera lectura
Lectura del segundo libro de Samuel (7,4-5a.12-14a.16):

En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor:
- «Ve y dile a mi siervo David: "Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. El cons¬truirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre." ».

Palabra de Dios


Salmo
Sal 88,2-3.4-5.27.29

R/. Su linaje será perpetuo

Cantaré eternamente las misericordias del Señor, 
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno, 
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.» R.

Sellé una alianza con mi elegido, 
jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades.» R.

El me invocará: «Tú eres mi padre, mi Dios, 
mi Roca salvadora.»
Le mantendré eternamente mi favor, 
y mi alianza con él será estable. R.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 
(4,13.16-18):

Hermanos:
No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su
descendencia la promesa de heredar el mundo.
Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos.»
Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que, no existe, Abrahán
creyó.
Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia.»

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (1,16.18-21.24a):

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
- «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Palabra del Señor




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