miércoles, 23 de diciembre de 2015

ALEGRÍAS SIN NOSTALGIAS


Alegría sin nostalgias
¡Alegría, alegría para todos!
Pero ¿quién es capaz de odiar en Navidad? Habría que tener muy corrompido el corazón para hacerlo...


Por: José Luis Martín Descalzo | Fuente: Días grandes de Jesús 




El mensaje en Navidad no puede ser otro que éste: Alegría, alegría, alegría.

- Alegría para los niños que acaban de nacer, y para los ancianos que en estos días se preguntan si llegarán a las navidades del año que viene.

- Alegría para los que tienen esperanza y para los que ya la han perdido.

- Alegría para los abandonados por todos y para las monjas de clausura que estas noches bailarán como si se hubieran vuelto repentinamente locas.

- Alegría para las madres de familia que en estos días estarán más cansadas de lo habitual y para esos hombres que a lo mejor en estos días se olvidan un poquito de ganar dinero y descubren que hay cosas mejores en el mundo.



- ¡Alegría, alegría para todos!

- Alegría, porque Dios se ha vuelto loco y ha plantado su tienda en medio de nosotros.

- Alegría, porque Él, en Navidad, trae alegría suficiente para todos.

Con frecuencia oigo a algunos amigos que me dicen que a ellos no les gusta la Navidad, que la Navidad les pone tristes. Y, mirada la cosa con ojos humanos, lo entiendo un poco. La Navidad es el tiempo de la ternura y la familia y, desgraciadamente, todos los que tenemos una cierta edad, vemos cómo en estos días sube a los recuerdos la imagen de los seres queridos que se fueron. Uno recuerda las navidades que pasó con sus padres, con sus hermanos, con los que se fueron, y parece que dolieran más esos huecos que hay en la mesa familiar.

Sin embargo, creo que mirando la Navidad con ojos cristianos son infinitamente más las razones para la alegría que esos rastros de tristeza que se nos meten por las rendijas del corazón. Por de pronto en Navidad descubrimos más que en otras épocas del año que Dios nos ama.

La verdad es que para descubrir ese amor de Dios hacia nosotros en cualquier fecha del año basta con tener los ojos limpios y el corazón abierto. Pero también es verdad que en Navidad el amor de Dios se vuelve tan apabullante que haría falta muchísima ceguera para no descubrirlo. Y es que en Navidad Dios deja la inmensidad de su gloria y se hace bebé para estar cerca de nosotros.

Se ha dicho que los hombres podemos admirar y adorar las cosas grandes, pero que amarlas, lo que se dice amarlas, sólo podemos amar aquello que podemos abrazar. Por eso al Dios de los cielos podemos adorarle, al pequeño Dios de Belén nos es fácil amarle, porque nos muestra lo mejor que Dios tiene, su pequeñez, su capacidad de hacerse pequeño por amor a los pequeños.

Y éste sí que es un motivo de alegría: un Dios hermano nuestro, un Dios digerible, un Dios vuelto calderilla, un hermoso tipo de Dios que los hombres nunca hubiéramos podido imaginar si Él mismo no nos lo hubiera revelado y descubierto. Y si en Navidad descubrimos que Dios nos ama y que podemos amarle, podemos también descubrir cómo podemos amarnos los unos a los otros.

Lo mejor de la Navidad es que en esos días todos nos volvemos un poco niños y, consiguientemente, se nos limpian a todos los ojos. Durante el resto del año todos miramos con los ojos cubiertos por las telarañas del egoísmo. Nuestros prójimos se vuelven nuestros competidores. Y vemos en ellos, no al hermano, sino al enemigo potencial o real.

Pero ¿quién es capaz de odiar en Navidad? Habría que tener muy corrompido el corazón para hacerlo. La Navidad nos achica, nos quita nuestras falsas importancias y, por lo mismo, nos acerca a los demás. ¿Y qué mayor alegría que redescubrir juntos la fraternidad?

Por eso, amigos míos, déjenme que les pida que en estos días no se refugien ustedes en la nostalgia. No miren hacia atrás. Contemplen el presente. Descubran que a su lado hay gente que les ama y que necesita su amor. Si lo hacen, el amor de Dios no será inútil. Y también en sus corazones será Navidad.

EL PESEBRE QUE ACOGERÍA AL NIÑO DIOS



El pesebre que acogería al Niño Dios
Aquel pesebre, pobre y viejo, no había pensado en su vida que acogería al Niño Dios entre sus pajas. Nosotros, en cambio, sabemos que el Niño Jesús llegará el 24 en la noche.


Por: Gustavo Velázquez Lazcano, LC | Fuente: Catholic.net 




En las faldas de un monte, por encima de Belén, hay una cueva. Es pequeña y algo tosca, pero acogedora; refresca en los días de calor, y abriga, en los de frío. Durante el año, los animales se resguardan en ella.

Los bueyes y las vacas acuden a pastar allí. Sacian su hambre con las frescas pajas que un mozo deposita a diario en un rústico pesebre, formado por resistentes ramas.

- ¡Vaya existencia la mía! -se decía el pesebre-. ¡¿No se podría haber empleado de mejor modo mi madera?!

El ganado acudía a él por necesidad, porque gusto no lo había. La mayoría de los desayunos, cenas y comidas, terminaban en indigestión. Porque, ¿a quién le gusta escuchar quejas mientras come?
Una noche fría de invierno, entre los aullidos del viento y la respiración profunda de los animales que ahí dormían, llegaron dos personas a la cueva. Venían arropados de arriba abajo. El hombre jalaba con cuidado de su borriquillo, mientras la mujer que lo montaba, soportaba con paciencia los dolores del parto.

- Aquí está bien -dijo el hombre apesadumbrado-. Hemos caminado bastante -suspiró-. Me gustaría ofrecerte algo mejor, María, pero tú sabes que hoy no ha sido un buen día…

- No te aflijas, José -le respondió María, consolándole-. Hágase Su voluntad -y señaló con el dedo al cielo-.

Ambos se establecieron lo mejor que pudieron en la cueva, agradeciendo el calor de los animales.
El pesebre, que jamás dormía, se enterneció al ver la situación de aquella agotada pareja.
Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, María dio a luz a su hijo primogénito. Los gemidos del recién nacido resonaron en la cueva, rompiendo el silencio. Los animales se despertaron agitados en un primer momento; pero después de desperezarse, lo contemplaron con respeto.

José tenía al niño en sus brazos y lo había envuelto en pañales. Su corazón latía con fuerza: estaba nerviosísimo. Cuando por fin tuvo oportunidad de ver al niño, se topó con unos grandes y preciosos ojos grises que lo miraban con curiosidad; entonces, sintió cómo una gran emoción llenaba su alma.

María permanecía recostada sobre unas gruesas cobijas que habían traído de Nazaret, y no le quitaba la vista a su hijo. Con un notable esfuerzo, cambió de postura y le pidió a José que le mostrase al Niño. Cuando él se lo dio, Ella lo cargó durante un largo rato, estrechando al niño contra su corazón.

Cuando María acabó de contemplarlo, se lo entregó a José, quien lo paseó maravillado. Y tras una larga y silenciosa adoración, lo depositó dormido en el pesebre.

Sonó, entonces, un redoblar de pasos, y a acto seguido entraron unos pastores en la cueva.
- En hora buena -exclamaron al ver al Niño. Y les contaron cuanto les había dicho el ángel-.
Cuando llegaron a la señal que les había dado el ángel: “encontrarán al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”, el pesebre estuvo a punto de dar un brinco de asombro, pero recordó que el Niño Jesús aún dormía plácidamente sobre él.

Su nombre había aparecido en los labios de los ángeles. No lo podía creer. Lo ocurrido estaba preestablecido por Dios.

Cuando los pastores terminaron su relato, con gran admiración de los padres de Jesús y del mismo pesebre, sacaron sus humildes regalos y se los ofrecieron al Niño de corazón.
Una vez que los pastores se fueron y que el Niño se hubo vuelto a dormir, María y José también se entregaron al descanso, rendidos de cansancio.

Cuando el silencio llenó de nuevo la cueva con su majestad, el pesebre se quedó pensativo. Aún no acababa de entender lo que habían dicho los pastores.

- ¿Cómo es posible que sea Dios? -pensaba para sus adentros-.

Tras mucho repetir: «Tengo entre mis pajas a Dios», comprendió porqué no le pesaba aquel niño.
Aquel pesebre, pobre y viejo, no había pensado en su vida que acogería al Niño Dios entre sus pajas. Sabía que algún día vendría el Mesías -como todo el mundo-, pero jamás habría imaginado que nacería en aquella tosca cueva de aquel remoto poblado, y precisamente en aquella época del año. Y mucho menos que él sería el primer depositario.

Cuando Dios vino al mundo, no pasó inadvertido sólo para los hombres. También llegó de sorpresa para aquel pesebre de Belén. Ningún ángel le anunció que sobre él se recostaría el Hijo de Dios.

Nosotros, en cambio, sabemos que el Niño Jesús llegará el 24 en la noche. Tenemos tiempo para vivir con entusiasmo este Adviento. Regalémosle un corazón amable, quitando cada día una paja de nuestro áspero carácter. Ofrezcámosle el calor de nuestro corazón.

FELIZ MIÉRCOLES!!!

martes, 22 de diciembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: MARTES 22 DE DICIEMBRE DEL 2015



La humildad de su esclava
Adviento



Lucas 1, 46-56. Adviento. María sabía bien en quién había puesto su confianza y por eso no se derrumbó en su vida a pesar de las pruebas. 


Por: Héctor Bárcenas Gómez, LC | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 1, 46-56
Y dijo María: "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador, porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava; por eso, desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como había anunciado a nuestros padres en favor de Abraham y de su linaje por los siglos." María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa. 

Oración introductoria
Jesús, tú conoces mi corazón mejor que nadie. Sabes cuan débil es mi fe, pero también conoces mis anhelos de creer y confiar más. Tú dijiste: «Todo es posible para el que cree» (Mc 9, 23), y por eso te pido como aquel padre cuando curaste a su hijo: «Creo, pero ayúdame porque tengo poca fe» (Mc 9, 24). Fe, Señor, eso te pido para iniciar esta oración. Pongo en tus manos mis más íntimas intenciones, tú las conoces y sabes qué es lo que necesito. María, ayúdame a creer confiadamente en Él para poder alegrarme en Dios mi Salvador como tú lo hacías.

Petición
Señor, que en este día sienta mayor necesidad de Ti.

Meditación del Papa Francisco
Lo que nos hace entender en la familia lo que es verdaderamente la comunicación como descubrimiento y construcción de proximidad es la capacidad de abrazarse, sostenerse, acompañarse, descifrar las miradas y los silencios, reír y llorar juntos, entre personas que no se han elegido y que, sin embargo, son tan importantes las unas para las otras.
Reducir las distancias, saliendo los unos al encuentro de los otros y acogiéndose, es motivo de gratitud y alegría: del saludo de María y del salto del niño brota la bendición de Isabel, a la que sigue el bellísimo canto del Magnificat, en el que María alaba el plan de amor de Dios sobre ella y su pueblo. De un “sí” pronunciado con fe, surgen consecuencias que van mucho más allá de nosotros mismos y se expanden por el mundo.


“Visitar” comporta abrir las puertas, no encerrarse en uno mismo, salir, ir hacia el otro. También la familia está viva si respira abriéndose más allá de sí misma, y las familias que hacen esto pueden comunicar su mensaje de vida y de comunión, pueden dar consuelo y esperanza a las familias más heridas, y hacer crecer la Iglesia misma, que es familia de familias.
La familia es, más que ningún otro, el lugar en el que, viviendo juntos la cotidianidad, se experimentan los límites propios y ajenos, los pequeños y grandes problemas de la convivencia, del ponerse de acuerdo. No existe la familia perfecta, pero no hay que tener miedo a la imperfección, a la fragilidad, ni siquiera a los conflictos; hay que aprender a afrontarlos de manera constructiva. (Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 23 de enero de 2015).
Reflexión 
¡Qué difícil es tener hambre de Dios cuando estamos rodeados de tanto materialismo y satisfacciones inmediatas; cuando todo nos invita a ser más egoístas! Nos vamos cerrando a la gracia divina y nos volvemos orgullosos. Parece ridículo hoy en día tener que depender de un Ser Supremo. Sin embargo, el cristiano se da cuenta que esta mentalidad del mundo contemporáneo no tiene fundamentos y se derrumba con las dificultades de la vida. María sabía bien en quién había puesto su confianza y por eso no se derrumbó en su vida a pesar de las pruebas. Siempre supo mantener esa sencillez de corazón y reconocerse pobre, necesitada de Dios. Cómo resalta ver gente que vive así, como María, alegres, sencillos y puros de corazón. Ojalá que nuestros corazones no se ensoberbezcan ni se vuelvan unas murallas de egoísmo a la acción amorosa de Dios.

Propósito
Agradecerle durante el día a Dios que tenga necesidad de Él: "Gracias, Señor, porque me haces sentir necesidad de Ti"

Diálogo con Cristo
Jesús, es más fácil vivir con la mentalidad del mundo materialista, olvidado de ti, soberbio, y Tú sabes cuánto me atrae y me dejo llevar por él. Pero, Señor, no soy feliz así. Mi mayor dicha es estar contigo, es tener tu paz y tu amor en mi corazón. Ayúdame a ser humilde y necesitado de Ti, a reconocerme pobre y volverme rico con tu presencia. No me dejes solo, te necesito.



"Mi dicha es estar cerca de Dios: yo he puesto mi refugio en ti, Señor, para proclamar todas tus acciones" (Salmo 73, 28)
Preguntas o comentarios al autor  Héctor Bárcenas Gómez, LC

LA SERIEDAD DE LA NAVIDAD


La seriedad de la Navidad




En general, la Navidad toma la encarnación del Verbo de Dios en la parte más descomprometida e infantil. Es un niño quien ha nacido. Y un niño no dice cosas serias. Este Niño Dios no ha dicho todavía "Sed perfectos”, ni "sepulcros blanqueados”, ni "vende tus bienes y sígueme” ni "Yo soy la Verdad y la Luz”. Todavía está callado este niño. Y nos aprovechamos de su silencio para comprarle el Amor barato, a precio de villancicos y panderetas.

En esa Nochebuena no intuimos el tremendo compromiso que adquirimos los humanos. Como es un Niño el que nos ha nacido, no percibimos la Ley y el Compromiso serio, que nos trae debajo de su débil brazo. En torno a un niño todo parece ser cosa de juego y de algarabía. ¿También con el Niño Dios? ¿A qué nos compromete la Encarnación del Hijo de Dios? ¿Qué nos quiere decir a nosotros hoy la Encarnación?

A Belén se acercarán este año:
  - El Papa, llevándole a Jesús todas las luces y sombras, las alegrías y las tristezas de la Iglesia.
  - Los obispos y sacerdotes de todo el mundo, llevando a sus espaldas sus diócesis y parroquias, sus movimientos y grupos, para regalárselos a Jesús.
  - Religiosos y religiosas, con sus corazones consagrados y sus ansias de seguirle en pobreza, castidad y obediencia.
  - Misioneros y misioneras, dispuestas a aprender las lecciones de esa cátedra de Belén.
  - Laicos, admirados o indiferentes, despiertos y somnolientos, santos y pecadores, sanos y enfermos, jóvenes y adultos, niños y ancianos.

¿Entenderemos todos lo que allí, en Belén, se juega? ¿Nacerá en cada uno de nosotros, ese Niño Dios?

Navidad no son las luces de colores, ni las guirnaldas que adornan las puertas y ventanas de las casas, ni las avenidas engalanadas, ni los árboles decorados con cintas y bolas brillantes, ni la pólvora que ilumina y truena.

Navidad no son los almacenes en oferta. Navidad no son los regalos que demos y recibimos, ni las tarjetas que enviamos a los amigos, ni las fiestas que celebramos. Navidad no son Papá Noel, ni santa Claus, ni los Reyes Magos que traen regalos. Navidad no son las comidas especiales. Navidad no es ni siquiera el pesebre que construimos, ni la novena que rezamos, ni los villancicos que cantamos alegres.

Navidad es Dios que se hace hombre como nosotros porque nos ama y nos pide un rincón de nuestro corazón para nacer. Por eso, ser hombre es tremendamente importante, pues Dios quiso hacerse hombre. Y hay que llevar nuestra dignidad humana como la llevó el Hijo de Dios Encarnado. Por eso, Navidad es tremendamente exigente porque Dios pide a gritos un hueco limpio en nuestra alma para nacer un año más. ¿Se lo daremos?

Navidad es una joven virgen que da a luz al Hijo de Dios. Por eso, dar a luz es tremendamente importante a la luz de la Encarnación, porque Dios quiso que una mujer del género humano le diese a luz en una gruta de Belén. Tener un hijo es tremendamente comprometedor, pues Jesús fue dado a luz por María. No es lo mismo tener o tener un hijo; no es lo mismo querer tenerlo o no tenerlo. Navidad invita al don de la vida, no a impedir la vida.

Navidad es un niño pequeño recostado en un pesebre. Por eso es tan tremendamente importante ser niño, y niño inocente, al que debemos educar, cuidar, tener cariño, darle buen ejemplo, alimentarle en el cuerpo y en el alma… como hizo María. Y no explotar al niño, y no escandalizar a los niños, y no abofetear a los niños, y no insultar a los niños.

Navidad son ángeles que cantan y traen la paz de los cielos a la tierra. Por eso, es tremendamente importante hacer caso a los ángeles, no jugar con ellos a supersticiones y malabarismos mágicos, sino encomendarles nuestra vida para que nos ayuden en el camino hacia el cielo y hacerles caso a sus inspiraciones. Por eso es tremendamente importante ser constructores de paz y no fautores de guerras.

Navidad son pastores que se acercan desde su humildad, limpieza y sencillez. Por eso, es tremendamente importante que no hagamos discriminaciones a nadie, y que si tenemos que dar preferencia a alguien que sean a los pobres, humildes, ignorantes. Quien se toma en serio la Encarnación del Hijo de Dios tiene que dar cabida en su corazón a los más desvalidos de la sociedad, pues de ellos es el Reino de los cielos.

Navidad es esa estrella en mi camino que luce y me invita a seguirla, aunque tenga que caminar por desiertos polvorientos, por caminos de dudas cuando desaparece esa estrella. La Encarnación me compromete tremendamente a hacer caso a todos esos signos que Dios me envía para que me encamine hacia Belén, siguiendo el claroscuro de la fe.

Navidad es anticipo de la Eucaristía, porque allí, en Belén, hay sacrificio y ¡cuán costoso!, y banquete de luz y virtudes, y ¡cuán surtidas las virtudes de Jesús que nos sirve desde el pesebre: humildad, obediencia, pureza, silencio, pobreza…; y las de María: pureza, fe, generosidad… y las de José: fe, confianza y silencio!, y Belén es, finalmente, presencia que consuela, que anima y que sonríe. Belén es Eucaristía anticipada y en germen. Belén es tierra del pan… y ese pan tierno de Jesús necesitaba cocerse durante esos años de vida oculta y pública, hasta llegar al horno del Cenáculo y Calvario. Y hasta nosotros llega ese pan de Belén en cada misa. Y lo estamos celebrando en la Eucaristía.

Navidad es ternura, bondad, sencillez, humildad. Por eso, meterse en Belén es tremendamente comprometedor, pues Dios Encarnado sólo bendice y sonríe al humilde y sencillo de corazón.

Navidad es una luz en medio de la oscuridad. Por eso, la Encarnación es misterio tremendo que nos ciega por tanta luz y disipa todas nuestras zonas oscuras. Meterse en el portal de Belén es comprometerse a dejarse iluminar por esa luz tremenda y purificadora.

Navidad es esperanza para los que no tienen esperanza. Por eso, la Encarnación es misterio tremendo que nos lanza a la esperanza en ese Dios Encarnado que nos viene a dar el sentido último de nuestra vida humana.

Navidad es entrega, don, generosidad. Dios Padre nos da a su Hijo. María nos ofrece a su Hijo. Por eso, quien medita en la Encarnación no puede tener actitudes tacañas.

Navidad es alegría para los tristes, es fe para los que tienen miedo de creer, es solidaridad con los pobres y débiles, es reconciliación, es misericordia y perdón, es amor para todos. ¿Entendemos el tremendo compromiso, si entramos en Belén?

Ya desde el pesebre pende la cruz. Es más, el pesebre de Belén y la cruz del Calvario están íntimamente relacionados, profundamente unidos entre sí. El pesebre anuncia la cruz y la cruz es resultado y producto, fruto y consecuencia del pesebre. Jesús nace en el pesebre de Belén para morir en la cruz del Calvario. El niño débil e indefenso del pesebre de Belén, es el hombre débil e indefenso que muere clavado en la cruz.

El niño que nace en el pesebre de Belén, en medio de la más absoluta pobreza, en el silencio y la soledad del campo, en la humildad de un sitio destinado para los animales, es el hombre que muere crucificado como un blasfemo, como un criminal, en la cruz destinada para los esclavos, acompañado por dos malhechores. En su nacimiento, Jesús acepta de una vez y para siempre la voluntad de Dios, y en el Calvario consuma y realiza plenamente ese proyecto del Padre.

¡Qué unidos están Belén y Calvario! El pesebre es humildad; la cruz es humillación. El pesebre es pobreza; la cruz es desprendimiento de todo, vaciamiento de sí mismo. El pesebre es aceptación de la voluntad del Padre; la cruz es abandono en las manos del Padre. El pesebre es silencio y soledad; la cruz es silencio de Dios, soledad interior, abandono de los amigos. El pesebre es fragilidad, pequeñez, desamparo; la cruz es sacrificio, don de sí mismo, entrega, dolor y sufrimiento.

Ahora sí, hemos vislumbrado un poco más el misterio de Belén, el misterio de la Navidad, el misterio de este Dios Encarnado.

¿Castañuelas, panderetas y zambombas? ¡Bien! Pero no olvidemos el compromiso serio de este Dios Encarnado… pues en cuanto comience a hablar nos va a pedir: "Niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme”. Entonces nos darán ganas de tirar a una esquina la pandereta, las castañuelas y comenzar a escuchar a ese Dios Encarnado que por amor a nosotros toma la iniciativa de venir a este mundo, para enseñarnos el camino del bien, del amor, de la paz y de la verdadera justicia.

Terminemos con una oración:
"Niño del pesebre, pequeño Niño Dios, hermano de los hombres. El alma se me llena de ternura y el corazón de dicha, cuando te veo así, pequeño, pobre y humilde, débil e indefenso, recostado en las pajas del pesebre. Enséñame, Jesús, a apreciar lo que vale tu dulce encarnación. Ayúdame a comprender el profundo sentido de tu presencia entre nosotros. Haz que mi corazón sienta la grandeza de tu generosidad, la profundidad de tu humildad, la maravilla de tu bondad y de tu amor salvador”.



Autor: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: Catholic.net

TARJETAS DE SALUDOS DE FELIZ NAVIDAD
























EL BUEY Y EL ASNO, JUNTO AL PESEBRE


El buey y el asno, junto al pesebre
Los rostros del buey y el asno nos miran esta Navidad y nos hacen una pregunta: ¿Comprendes tú la voz del Señor? ¿Volverás a casa llenos de alegría?


Por: Joseph Ratzinger | Fuente: Catholic.net 




Benedicto XVI, cuando aún no era Papa, escribió varios textos dedicados a la Navidad en el libro Imágenes de la esperanza. 

En la cueva de Greccio (Es una pequeña localidad situada en el valle de Rieti, en Umbría, no muy lejos de Roma ) se encontraban aquella Nochebuena, conforme a la indicación de san Francisco de Asis, el buey y el asno: «Quisiera evocar con todo realismo el recuerdo del niño, tal y como nació en Belén, y todas las penalidades que tuvo que soportar en su niñez. Quisiera ver con mis ojos corporales cómo yació en un pesebre y durmió sobre el heno, entre un buey y un asno».

Desde entonces, el buey y el asno forman parte de toda representación del pesebre. Pero, ¿de dónde proceden en realidad? Como es sabido, los relatos navideños del Nuevo Testamento no cuentan nada de ellos. Si tratamos de aclarar esta pregunta, tropezamos con uno hechos importantes para los usos y tradiciones navideños, y también, incluso, para la piedad navideña y pascual de la Iglesia en la liturgia y las costumbres populares.

El buey y el asno no son simplemente productos de la fantasía piadosa. Gracias a la fe de la Iglesia en la unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento, se han convertido en acompañantes del acontecimiento navideño. De hecho, en Isaías 1,3 se dice: Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne.

Los Padres de la Iglesia vieron en estas palabras una profecía referida al nuevo pueblo de Dios, la Iglesia constituida a partir de judíos y gentiles. Ante Dios, todos los hombres, judíos y gentiles, eran como bueyes y asnos, sin razón ni entendimiento. Pero el Niño del pesebre les ha abierto los ojos, para que ahora reconozcan la voz de su Dueño, la voz de su Amo.

En las representaciones navideñas medievales, sorprende continuamente cómo a ambos animales se les dan rostros casi humanos; cómo, de forma consciente y reverente, se ponen de pie y se inclinan ante el misterio del Niño. Esto era lógico, pues ambos animales eran considerados la cifra profética tras la que se esconde el misterio de la Iglesia –nuestro misterio, el de que, ante el Eterno, somos bueyes y asnos–, bueyes y asnos a los que en la Nochebuena se les abren los ojos, para que en el pesebre reconozcan a su Señor.


Pero, ¿lo reconocemos realmente? Cuando ponemos en el pesebre el buey y el asno, debe venirnos a la mente la palabra entera de Isaías, que no sólo es buena nueva –promesa de conocimiento venidero–, sino también juicio sobre la presente ceguedad. El buey y el asno conocen, pero «Israel no conoce, mi pueblo no discierne».

¿Quién es hoy el buey y el asno, quién es mi pueblo que no discierne? ¿En qué se conoce al buey y al asno, en qué a mi pueblo? ¿Por qué, de hecho, sucede que la irracionalidad conoce y la razón está ciega?

Para encontrar una respuesta, debemos regresar una vez más, con los Padres de la Iglesia, a la primera Navidad.

¿Quién no conoció? ¿Por qué fue así?

Quien no conoció fue Herodes: no sólo no entendió nada cuando le hablaron del Niño, sino que sólo quedó cegado todavía más profundamente por su ambición de poder y la manía persecutoria que le acompañaba.

Quien no conoció fue, «con él, toda Jerusalén». Quienes no conocieron fueron los hombres elegantemente vestidos, la gente refinada. Quienes no conocieron fueron los señores instruidos, los expertos bíblicos, los especialistas de la exégesis escriturística, que desde luego conocían perfectamente el pasaje bíblico correcto, pero, pese a todo, no comprendieron nada.

Quienes conocieron fueron –comparados a estas personas de renombre– bueyes y asnos: los pastores, los magos, María y José. ¿Podía ser de otro modo? En el portal, donde está el Niño Jesús, no se encuentran a gusto las gentes refinadas, sino el buey y el asno.

Ahora bien, ¿qué hay de nosotros? ¿Estamos tan alejados del portal porque somos demasiado refinados y demasiado listos? ¿No nos enredamos también en eruditas exégesis bíblicas, en pruebas de la inautenticidad o autenticidad del lugar histórico, hasta el punto de que estamos ciegos para el Niño como tal y no nos enteramos de nada de Él? ¿No estamos también demasiado en Jerusalén, en el palacio, encastillados en nosotros mismos, en nuestra arbitrariedad, en nuestro miedo a la persecución, como para poder oír por la noche la voz del ángel, e ir a adorar?

De esta manera, los rostros del buey y el asno nos miran esta noche y nos hacen una pregunta: Mi pueblo no entiende, ¿comprendes tú la voz del Señor? Cuando ponemos las familiares figuras en el nacimiento, debiéramos pedir a Dios que dé a nuestro corazón la sencillez que en el Niño descubre al Señor –como una vez San Francisco en Greccio–. Entonces podría sucedernos también –de forma muy semejante a san Lucas cuando habla sobre los pastores de la primera Nochebuena–: todos volvieron a casa llenos de alegría.

¿QUÉ PIENSAN LOS SANTOS DE LA NAVIDAD?


¿Qué piensan los santos de la Navidad?
Fraces inspiradoras para meditar en Navidad


Por: Sebastián Campos | Fuente: Catholic-link.com 




En Navidad el comercio, los medios de comunicación y las empresas en general, aprovechan para disfrazar sus propósitos de venta con frases que invitan a vivir la felicidad, la paz, la armonía, los buenos deseos y un montón de cosas más. Todas ellas buenas, pero que no logran describir lo que realmente es la Navidad.

Por más que los creativos publicistas se rompan la cabeza buscando lindas frases navideñas, nunca podrán comprender la grandeza del misterio que se encierra en la venida de Dios al mundo. Para ello es necesario estar íntimamente ligados a la fuente original de esta celebración, al protagonista de todo, y desde ahí comprender un poco, y lograr explicar otro poco, este tremendo acontecimiento que no vino solo a modificar el calendario, sino nuestras vidas.

Los Santos durante la historia de la Iglesia han ido penetrando y profundizando en el misterio de la Navidad. Ellos nos han dejado frases realmente inspiradoras y llenas de contenido para vivir profundamente esta fiesta. Les compartimos algunas de ellas para que las lleven a la oración y las compartan con sus amigos.

Que el fulgor de tu nacimiento ilumine la noche del mundo. Que la fuerza de tu mensaje de amor destruya las asechanzas arrogantes del maligno. Que el don de tu vida nos haga comprender cada vez más cuánto vale la vida de todo ser humano.

San Juan Pablo II

San Josemaría
Nunca me has parecido más hombre que ahora, que pareces un niño.

San Josemaría Escrivá de Balaguer


Ustedes reciben con frecuencia a Jesús en su corazón; más, ¿no está en el como en un establo, donde no halla otra cosa que suciedad y corrupción, porque están apegados a algo distinto a Él? Si lo miraran como su Salvador y Redentor ¿Qué honores no le tributarían?

San Juan Bautista de La Salle

No puede haber mucho lugar para la tristeza, cuando acaba de nacer la vida; la misma que acaba con el temor de la mortalidad, y nos infunde la alegría de la eternidad prometida.

San León Magno

Todas las fiestas de la Iglesia son hermosas... la Pascua, si, es la glorificación... pero la Navidad posee una ternura, una dulzura infantil que me atrapa todo el corazón.

Santo Padre Pío de Pietrelcina

Jesús yace en el pesebre, pero lleva las riendas del gobierno del mundo; toma el pecho, y alimenta a los ángeles; está envuelto en pañales, y nos viste a nosotros de inmortalidad; está mamando, y lo adoran; no halló lugar en la posada, y Él fabrica templos suyos en los corazones de los creyentes. Para que se hiciera fuerte la debilidad, se hizo débil la fortaleza... Así encendemos nuestra caridad para que lleguemos a la eternidad.

San Agustín

¿Hay algo que pueda declarar más inequívocamente la misericordia de Dios que el hecho de haber aceptado nuestra miseria? ¿Qué hay más rebosante de piedad que la Palabra de Dios convertida en tan poca cosa por nosotros?

San Bernardo

Es Navidad cada vez que permites al Señor renacer para darlo a los demás. Es Navidad cada vez que estás en silencio para escuchar al otro. Es Navidad cada vez que no aceptas aquellos principios que destierran a los oprimidos al margen de la sociedad.

Beata Teresa de Calcuta

No disimules con oropeles y sonrisas huecas. Quien reposó en un pesebre desea recostarse en tu pobreza y debilidad humildemente reconocidas.

Santa Teresa de Jesús

PAPA FRANCISCO: QUIEN CRUZA CON AMOR LAS PUERTAS SANTAS ENCONTRARÁ PERDÓN Y CONSOLACIÓN


Papa Francisco: Quien cruza con amor las Puertas Santas encontrará perdón y consolación





(ACI/EWTN Noticias).- El Papa Francisco aseguró hoy que quienes cruzan las Puertas Santas, abiertas con ocasión del Jubileo de la Misericordia, encontrarán perdón y consolación. Lo dijo durante su audiencia con los empleados de la empresa ferroviaria estatal italiana, Ferrovie dello Stato Italiane.

Ayer el Santo Padre abrió la Puerta Santa de la Caridad, en la principal estación de ferrocarril de Roma.

El Papa recordó los 110 años de historia y las importantes iniciativas solidarias que ha tenido la empresa estatal durante este tiempo. Entre ellas, el albergue de la estación romana de Termini, dedicado a Don Luigi Di Liegro, fundador de la Cáritas de la Diócesis de Roma.

La primera piedra de este albergue fue bendecida por Benedicto XVI en 2010.



Francisco expresó su deseo de que el recién iniciado Año Santo de la Misericordia nos enseñe el valor de la acogida a las personas sin techo, así como “imprima en nuestra mente y en nuestros corazones que la misericordia es la primera y verdadera medicina para el hombre, de la que cada uno tiene urgente necesidad”.

El Papa pidió también que “Italia y todos los países del mundo sean lugares de redes solidarias, auténticamente humanos, capaces de alegrarse con el amor de Dios y de la comunión mutua”.

“Esto es precisamente lo que nos recuerdan las Puertas Santas, que en estos días se abren en todas las diócesis del mundo: el que las cruza con amor encontrará perdón y consolación y estará impulsado a donar y donarse con mayor generosidad, por su propia salvación y por la de los hermanos”, señaló.

Francisco exhortó a dejarnos “transformar por el momento en que pasamos esta puerta espiritual, de forma que marque interiormente nuestra vida”.

“Dejémonos involucrar por el Jubileo de la Misericordia –todos tenemos necesidad de un poco de misericordia– de forma que podamos renovar el tejido de nuestra sociedad, haciéndola más justa y solidaria”, dijo.

Todo esto especialmente en medio de “esta III guerra mundial que ha estallado a pedazos, que estamos viviendo”.

FELIZ MARTES!!


lunes, 21 de diciembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 21 DE DICIEMBRE DEL 2015


¿Quién soy yo, para la madre de mi Señor venga a verme?
Reflexiones Adviento y Navidad

Con la audacia generosa de la fe, María cantó la alegría de salir de sí misma y confiar a Dios su vida.


Por: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-45
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto está oyó el saludo de María, la criatura  saltó en su seno. Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor".
 
Oración introductoria
Padre mío, te bendigo por este día que me has dado. Uno mi oración a la adoración que los ángeles y santos permanentemente te ofrecen. Sé que estos momentos de oración fortalecerán mi deseo de seguir los planes que me lleven a la vida eterna, gracias a tu infinita misericordia.
 
Meditación del Papa Francisco
Esta dinámica del éxodo, hacia Dios y hacia el hombre, llena la vida de alegría y de sentido. Quisiera decírselo especialmente a los más jóvenes que, también por su edad y por la visión de futuro que se abre ante sus ojos, saben ser disponibles y generosos. A veces las incógnitas y las preocupaciones por el futuro y las incertidumbres que afectan a la vida de cada día amenazan con paralizar su entusiasmo, de frenar sus sueños, hasta el punto de pensar que no vale la pena comprometerse y que el Dios de la fe cristiana limita su libertad. En cambio, queridos jóvenes, no tengáis miedo a salir de vosotros mismos y a poneros en camino. El Evangelio es la Palabra que libera, transforma y hace más bella nuestra vida. Qué hermoso es dejarse sorprender por la llamada de Dios, acoger su Palabra, encauzar los pasos de vuestra vida tras las huellas de Jesús, en la adoración al misterio divino y en la entrega generosa a los otros. Vuestra vida será más rica y más alegre cada día.
La Virgen María, modelo de toda vocación, no tuvo miedo a decir su «fiat» a la llamada del Señor. Ella nos acompaña y nos guía. Con la audacia generosa de la fe, María cantó la alegría de salir de sí misma y confiar a Dios sus proyectos de vida. A Ella nos dirigimos para estar plenamente disponibles al designio que Dios tiene para cada uno de nosotros, para que crezca en nosotros el deseo de salir e ir, con solicitud, al encuentro con los demás. Que la Virgen Madre nos proteja e interceda por todos nosotros.(Mensaje para la 52 Jornada Mundial de oración por las vocaciones, S.S. Francisco, 26 de abril de 2015).
Reflexión
Donde está María las personas y las cosas cambian
Nazareth es un pueblo bendito por Ella y por Jesús y José. ¡Qué trilogía! Nunca tan pocos han hecho tanto por toda la humanidad. La casa de Zacarías no fue la misma desde que en ella se hospedó María. El nivel de gozo y serenidad subió al máximo. La boda de Caná, que hubiera acabado en un naufragio por escasez de vino, terminó siendo la boda más feliz, donde se sirvió el vino mejor del mundo. Por Ella. La vida de Jesús en este mundo hubiera sido insoportable sin Ella. Pero la vida de Jesús, la dura vida terrena del Hijo de Dios fue maravillosamente soportable por aquella flor de Nazareth.
La vida de un cristiano, la tuya, la mía es muy diferente: amable, dulce, llevadera, cuando María convierte nuestra pobre agua en dulce vino. María es la alegría de vivir para quien la toma simplemente en serio. Invito desde aquí a todos los tristes, pesimistas, amargados a que toquen a la puerta de María. Verán renacer la esperanza.


Y amar a María es la cosa más sencilla, más dulce, más inefable. El primer mandamiento de “amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón...” podríamos adaptarlo así:”Amarás a María, tu Madre, una milésima menos de la que amas a Dios”.
Propósito
Ante la proximidad de la Navidad, organizar mi agenda para darme el tiempo de salir de mi rutina y pendientes para visitar a esa persona que necesita de mi compañía.

Te doy tres formas de ejercer misericordia al prójimo: la primera – la acción; la segunda – la palabra; la tercera – la oración. En estas tres formas está contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio irrefutable del amor hacia Mí. De este modo el alma alaba y adora Mi misericordia. (Jesús a Sta. Faustina)

MI PAZ Y MI CONSUELO


Mi paz y mi consuelo




A veces mendigamos de las creaturas un consuelo y paz que no nos pueden dar. Y por eso perdura el malhumor, la inseguridad, la angustia por el futuro… Es bueno que tengas un tiempo al fin del día, para sosegarte y dejar en manos del Señor penas y preocupaciones, porque está dispuesto a tomar el cuidado de todas tus cosas con infinito amor. Este himno te ambientará.

Señor, tú eres mi paz y mi consuelo al acabar el día su jornada,
y, libres ya mis manos del trabajo, a hacerte ofrenda del trabajo vengo.

Señor, tú eres mi paz y mi consuelo cuando las luces de este día acaban,

y, ante las sombras de la noche oscura, mirarte a ti, mi luz, mirarte puedo.

Señor, tú eres mi paz y mi consuelo, muy dentro de mi alma tu esperanza

sostenga mi vivir de cada día, mi lucha por el bien que tanto espero.

Aquí te recuerdo un texto precioso de san Pablo: "Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones para que nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios", (2 Corintios 1, 3-4). El Señor te bendiga y proteja.


Enviado por el P. Natalio
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...