lunes, 7 de septiembre de 2015

¡FELIZ CUMPLEAÑOS, VIRGEN MARÍA! 8 DE SEPTIEMBRE


¡Feliz cumpleaños María!
8 de septiembre. Natividad de la Santísima Virgen.


Por: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net 




La Natividad de la Santísima Virgen María, 8 de septiembre

La Virgen María fue la Madre de Jesús y, con este hecho, se cumplieron las Escrituras y todo lo dicho por los profetas. Dios escogió a esta mujer para ser la Madre de su Hijo. Con ella se aproximó la hora de la salvación. Por esta razón la Iglesia celebra esta fiesta con alabanzas y acciones de gracias.

Un poco de historia

El nacimiento de la Virgen María tuvo privilegios únicos. Ella vino al mundo sin pecado original. María, la elegida para ser Madre de Dios, era pura, santa, con todas las gracias más preciosas. Tenía la gracia santificante, desde su concepción.

Después del pecado original de Adán y Eva, Dios había prometido enviar al mundo a otra mujer cuya descendencia aplastaría la cabeza de la serpiente. Al nacer la Virgen María comenzó a cumplirse la promesa.

La vida de la Virgen María nos enseña a alabar a Dios por las gracias que le otorgó y por las bendiciones que por Ella derramó sobre el mundo. Podemos encomendar nuestras necesidades a Ella.

La fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María se comenzó a celebrar oficialmente con el Papa San Sergio (687-701 d.C.) al establecer que se celebraran en Roma cuaro fiestas en honor de Nuestra Señora: la Anunciación, la Asunción, la Natividad y la Purificación.

Se desconoce el lugar donde nació la Virgen María. Algunos dicen que nació en Nazaret, pero otros opinan que nació en Jerusalén, en el barrio vecino a la piscina de Betesda. Ahí, ahora, hay una cripta en la iglesia de Santa Ana que se venera como el lugar en el que nació la Madre de Dios.

Algo que no debes olvidar

María vino al mundo sin pecado original y con la gracia santificante.
La Virgen María fue escogida para ser la Madre de Dios.
La Virgen María fue pura y santa.
Al nacer la Virgen María se cumplió la promesa de Dios de que mandaría al mundo a una mujer de la que nacería el Salvador para liberarnos del pecado.

Cómo vivir la fiesta en familia 

Llevar flores a la Virgen en alguna capilla, en señal de que la amamos y dando gracias a Dios por haberla creado y escogido para esa gran misión.

Pedir a la Santísima Virgen María, para que nos consiga la gracia que más necesitemos en este momento de nuestra vida, como familia.

Oración

María, en este día que festejamos tu nacimiento, te pido que me ayudes a estar siempre cerca de ti y de tu Hijo Jesús.

ORACIONES EN LA NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA


Oraciones en la Natividad de la Virgen María
8 de Septiembre


Oración

Padre Celestial, Tú has querido que en María se reflejase tu amor.

¡Gracias por habernos dado una madre tan perfecta!
Ella es para nosotros una nueva revelación
de todos los tesoros de bondad que se encuentran
escondidos en tu corazón paterno,
nos muestras hasta que punto Tú eres bueno y dulce en tu amor.

Con su ternura y su solicitud, ella nos hace conocer
el afecto delicado y vigilante que te une a Tí con nosotros,
puesto que toda la fuerza de tu amor materno desciende
a ella de tu corazón de Padre.

En María no hay nada que no le haya sido dado
expresamente por Tí: ella trae a nosotros tú imagen,
nos hace descubrir tu rostro de amor.

Sin el consuelo de su presencia y la continuidad de
sus atenciones, nos faltaría una de las pruebas más
evidentes de que Tú estás continuamente cercano a
nosotros, para sostenernos, consolarnos, y protegernos.
Su mirada bondadosa y su inmensa piedad para
con los pecadores, como somos nosotros, nos invitan
a creer que tu misericordia es inconmensurable y 
que no se deja vencer por la ingratitud y por la maldad.

María nos muestra cómo Tú nos amas y nos impulsa
a confiarnos completamente a tu amor.

¡Te damos gracias porque te agrada manifestarte
y darte a nosotros a través de ella! Amén.

 
Oración breve

Concede, Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que, cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María,
consigamos aumento de paz en la fiesta de su Nacimiento. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.




Oración a la Natividad del Señor
(Padre Ignacio Peries)
Cruzada del Espíritu Santo

A Tí. Señora del Silencio y de la Espera Serena. A Ti María que siempre estuviste dispuesta a decir Si a la voluntad de Dios; te pedimos que no dejes de interceder en favor de tus hijos para que cumplan fielmente la misión que les fue confiada en el Reino. A Tí Virgen Madre, que concebiste primero en tu corazón y luego en tu seno virginal a Jesús, haz que nuestras almas se llenen de la Gracia del Espíritu Santo, como tu vida se llenó de su gracia.

Preséntanos a Jesús, así como lo presentaste a los pastores y a los reyes, enséñanos el camino hacia El, ayúdanos a contemplar el gran misterio de su Amor. María Madre Misericordiosa. ruega por nosotros a Nuestro Señor Jesucristo. ¡Oh Jesús! Ven a vivir en tus siervos, en el espíritu de tu santidad, en la plenitud de tu poder, en la verdad de tus virtudes, en la perfección de tus caminos, vence al enemigo con el poder de tu espíritu para la gloria del Padre.Jesús. hijo de María, tómame como hijo tuyo. Jesús príncipe de paz, dame tu paz. Jesús, mi redentor, sálvame. Jesús. mi único Juez. perdóname.

Jesús, pan viviente del cielo, sé mi comida eterna. Concédeme que en toda necesidad llegue a Tí con confianza y humildad diciendo: ¡Ayúdame! Cuando me sienta solo y cansado, cuando fracasen mis planes y esperanzas, cuando me sienta impaciente y me resulte difícil llevar mi cruz; cuando esté enfermo y mi cabeza y mis manos no puedan trabajar. cuando otros me fallen...

En todas mis dudas y tentaciones te suplico que tu Gracia me pueda asistir en cada momento y siempre: a pesar de mis debilidades y faltas de toda clase, Jesús ayúdame y no me abandones nunca. Dios, Padre Nuestro que contemplas la Natividad del Señor, concede que la humildad de los pastores, la perseverancia de los reyes, la alegría de los ángeles, la fidelidad de María y la Paz del Niño Jesús, sean tu bendición para nosotros, hoy y siempre. Amén.

LA NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA, FIESTA, 8 DE SEPTIEMBRE


Natividad de la Santísima Virgen
Fiesta, 8 de septiembre

Fuente: Archidiócesis de Madrid 




Fiesta de la Natividad de la bienaventurada Virgen María, de la estirpe de Abrahán, nacida de la tribu de Judá y de la progenie del rey David, de la cual nació el Hijo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo, para liberar a la humanidad de la antigua servidumbre del pecado.

Un anticipo y anuncio inmediato de la redención obrada por Jesucristo es el nacimiento de su Madre la Virgen María, concebida sin mancha de pecado, llena de gracia y bendita entre todas las mujeres.

En Jerusalén, en la Iglesia de Santa Ana. La primera fuente de la narración del nacimiento de la Virgen es el apócrifo Protoevangelio de Santiago, que coloca el nacimiento de la Virgen en Jerusalén, en el lugar en que debió existir una basílica en honor a la María Santísima, junto a la piscina probática, según cuentan diversos testimonios entre los años 400 y 600. Después del año 603 el patriarca Sofronio afirma que ése es el lugar donde nació la Virgen. Posteriormente, la arqueología ha confirmado la tradición.

La fiesta de la Natividad de la santísima Virgen surgió en oriente, y con mucha probabilidad en Jerusalén, hacia el s. v. Allí estaba siempre viva la tradición de la casa natalicia de María. La fiesta surgió muy probablemente como dedicación de una iglesia a María, junto a la piscina probática; tradición que se relaciona con el actual santuario de Santa Ana.

HOY, FIESTA DEL NACIMIENTO DE LA VIRGEN MARÍA, 8 DE SEPTIEMBRE


Hoy, fiesta del nacimiento de la Virgen María
Sentimos inmensa alegría, felicitamos a la Virgen María en la fiesta de cumpleaños.

Por: Don Ángel Moreno de Buenafuente 




Hoy, fiesta del nacimiento de la Virgen María, Estrella de la mañana, como la invoca San Bernardo, quiero poner nombres a la constelación celeste que corona a la Mujer vestida de sol y que tiene a la luna por pedestal, la dispuesta por Dios para ser madre suya.

María es la Inmaculada, la concebida sin pecado. Dios podía liberar a quien iba a ser madre de su Hijo de toda mancha de pecado, lo quiso y lo realizó. Ella es la sin-pecado.

María es la colmada de gracia, la amada de Dios; así la llama el ángel Gabriel como nombre propio, y esa identidad configura esencialmente la vida de la Nazarena.

María es la mujer creyente, la que se fía de Dios; así la saluda su prima Isabel: "Dichosa tu, que has creído". Ella es nuestra madre en la fe.

María es , que abandona su propio proyecto por el que le revela el Ángel de Dios: "Hágase en mí según tu Palabra".

María es la madre del Verbo encarnado: "Concebirás en tu vientre y darás a luz un Hijo", el Hijo de Dios. Es la madre de Jesús de Nazaret, Dios y hombre verdadero, es también verdadera Madre de Dios.

María es la contemplativa por excelencia, ella "guardaba todas estas cosas en su corazón". Maestra en acoger la Palabra, meditarla y alumbrarla.

María es la mujer servicial: "Subió deprisa a la montaña a servir a su prima". Ella se tiene por esclava, servidora del Señor, y de cuantos tengan necesidad de su ayuda.

María es la mujer agradecida, sensible a los dones recibidos. No se cree con derechos y reconoce a quien es la causa de su privilegio: "Proclama mi alma la grandeza del Señor".

María es mujer solidaria, sensible, social. La vemos actuar en el marco de una boda de manera comprometida cuando le dice a su Hijo: "No tienen vino".

María es la mujer fuerte, no se arredra frente a la dificultad. "Junto a la Cruz estaba María, su madre".

María es la mujer orante; dialogó con el Ángel, acudió al templo con angustia buscando a su Hijo, se reunió con los discípulos a la esperan del don del Espíritu Santo.

María es la mujer ensalzada, gloriosa, colocada junto a su Hijo en el cielo.

Por todos estos motivos, a la vez que sentimos inmensa alegría, felicitamos a la Virgen María en la fiesta de cumpleaños.

Por el nacimiento de María se enciende nuestra esperanza, el sentido de nuestra peregrinación. Ella, Medianera de todas las gracias, permanece en el desierto como mujer entrañable.

EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 7 DE SEPTIEMBRE DEL 2015


Extiende tu mano y estarás sano
Tiempo Ordinario


Lucas 6, 6-11. Tiempo Ordinario. Jesús vino a salvar a todo el mundo. Tanto a los buenos como a los malos. 


Por: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net 



Te adelantamos las Reflexiones del Evangelio de la 21a. Semana del Tiempo Ordinario,  del domingo 6 al sábado 12 de septiembre 2015.
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Del santo Evangelio según san Lucas 6, 6-11
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca. Estaban al acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero Él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte ahí en medio. Él, levantándose, se puso allí. Entonces Jesús les dijo: Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla. Y mirando a todos ellos, le dijo: Extiende tu mano. Él lo hizo, y quedó restablecida su mano. Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús. 

Oración introductoria 
Señor, sólo en la oración puedo encontrar el sentido que debo dar a los sucesos de este día. En la medida en que te ame y te escuche en esta meditación, en esa medida podré transmitir tu amor a los demás.

Petición 
¡Ven Espíritu Santo! Aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad para que sea digno de poder dialogar contigo en esta oración.

Meditación del Papa Francisco
En el Evangelio del día, Jesús pregunta a los fariseos si es lícito o no sanar en sábado,  pero no responden. Él, entonces, toma de la mano a un enfermo y lo sana. Los fariseos confrontados con la verdad, callaban, pero luego chismorreaban por detrás... y trataban de hacerle caer.
Jesús reprende a esta gente que estaba tan apegada a la ley, que se había olvidado de la justicia e incluso negaba la ayuda a los padres ancianos con el pretexto de haber regalado todo al Templo. Pero ¿quién es más importante? ¿El cuarto mandamiento o el Templo?
Esta forma de vivir apegados a la ley, les alejaba del amor y de la justicia. Cuidaban la ley, descuidaban la justicia. Cuidaban la ley, descuidaban el amor. Eran modelos: eran los modelos. Y Jesús para estas personas sólo encuentra una palabra: hipócritas. Por un lado, van por todo el mundo buscando partidarios. ¿Y luego? Cierran la puerta. Hombres de la cerrazón, hombres tan apegados a la ley, a la letra de la ley, no a la ley, porque la ley es amor; sino a la letra de la ley, que siempre cerraban las puertas de la esperanza, del amor, de la salvación... Hombres que sólo sabían cerrar. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 31 e octubre de 2014, en Santa Marta).
Reflexión
Una de las actitudes que Jesús rechaza con más fuerza es la hipocresía. Es la actitud de la gente que quiere aparentar que son buenos, inteligentes o rectos, para luego comportarse al contrario de lo que profesan ser. Esta es la actitud de los escribas en este Evangelio. Jesús llama al hombre enfermo para hacer una obra buena en él. Los escribas quieren acusarle por curar en sábado, que estaba prohibido por la Ley de Moisés.

Jesús les pregunta si es lícito o no hacer el bien en sábado. Era obvia la respuesta, pero por querer acusar a Jesús, callan. Como si no supieran qué responder. Pero sí lo sabían, y aún así, callaron para no tragarse sus propias palabras de prohibición de la Ley. Para seguir aparentando que lo sabían todo, que aplicaban la ley al pie de la letra, que eran justos y no pecaban en su comportamiento. Pero sí pecaban en su corazón, lleno de soberbia e hipocresía.

Eso era lo que más disgustaba a Jesús. Pero al mismo tiempo era lo que le daba más tristeza. Porque Jesús vino a salvar a todo el mundo. Tanto a los buenos como a los malos. Pero necesita nuestra colaboración, que nuestro corazón esté desprendido de nuestro egoísmo para que pueda acoger los criterios de Cristo, que es el amor, la generosidad, la donación personal, y sobretodo la humildad de corazón.
Propósito
No dudar en ayudar a la persona que tengo cerca, con amor y generosidad.
Diálogo con Cristo 
Jesucristo, Tú eres fuente de la auténtica libertad, aquella que me puede llevar a optar siempre por el mejor bien. Te pido que me concedas la gracia de saber darte siempre el lugar que te corresponde en mi vida, Tú eres mi mejor amigo porque hasta has dado tu vida por mí, ¡ayúdame! Quiero serte siempre fiel y corresponder plenamente a tu amor.

SER LÍDER



Ser Líder



Un valor cristiano y humano es saber ser líder, aunque no tengamos una posición con colaboradores en nuestro negocio o empleo. Podemos ser líderes en nuestra familia, en nuestra comunidad, en nuestra parroquia, en nuestro apostolado.

Aquí las diferencias entre Jefe y Líder:

1. Para el Jefe, la autoridad es un privilegio de mando y para el
Líder un privilegio de Servicio. El Jefe ordena: " Aquí mando yo", el Líder: "Aquí sirvo yo". El jefe empuja al grupo y el Líder va al  frente comprometiéndose con sus acciones.

2. El Jefe existe por la autoridad, el Líder por la buena voluntad.
El Jefe necesita imponerse con argumentos extensos, el Líder con
ejemplos entrañables.

3. El Jefe inspira miedo, se le teme, se le sonríe de frente y se
le critica de espalda. El Líder inspira confianza, da poder a su gente, los entusiasma y cuando está presente, fortalece al grupo. Si temes a tu superior, es Jefe. Si lo amas es un Líder.

4. El Jefe busca al culpable cuando hay un error. El que la hace la
paga. Sanciona, castiga, reprende, cree arreglar el mundo con un grito o con una infracción. El Líder jamás apaga una llama encendida, corrige pero comprende, no busca las fallas por placer, sino para rehabilitar al caído.

5. El Jefe asigna los deberes, ordena a cada quien lo que tiene que
hacer, mientras contempla desde su lugar cómo se le obedece. El Líder da el ejemplo, trabaja con y como los demás, es congruente con su pensar, decir y actuar.

6. El Jefe hace del trabajo una carga, el Líder un privilegio. Los
que tienen un Líder, pueden cansarse más no fastidiarse, porque el Líder transmite la alegría de vivir y de trabajar.

7. El Jefe sabe como se hacen las cosas, el Líder enseña como deben hacerse. Uno se guarda el secreto del éxito, el otro capacita
permanentemente, para que la gente pueda hacer las cosas con eficacia.

8. El Jefe maneja a la gente, el Líder la prepara. El Jefe masifica
a las personas convirtiéndolas  en números o fichas. El Líder conoce a
cada uno de sus colaboradores, los trata como personas, no los usa como cosas. Respeta la personalidad, se apoya en el hombre concreto, lo dinamiza y lo impulsa constantemente.

9. El Jefe dice, "vaya", el Líder "vayamos". El Líder promueve al
grupo a través del trabajo en equipo, forma a otros Líderes, consigue un compromiso real de todos los miembros, formula planes con objetivos claros y concretos, motiva, supervisa y difunde el ideal de una esperanza viva y una alegría contagiosa.

10. El Jefe llega a tiempo, el Líder llega adelantado. "Un pie
adelante del grupo, una mirada más allá de los seguidores" el que
inspira, el que no se contenta con lo posible sino con lo imposible.


EL LÍDER HACE DE LA GENTE ORDINARIA, GENTE EXTRAORDINARIA . LA COMPROMETE CON UNA MISIÓN QUE LE PERMITA LA TRASCENDENCIA Y REALIZACIÓN.
LE DA SIGNIFICADO A LA VIDA DE SUS SEGUIDORES, UN POR QUE VIVIR, ES UN ARQUITECTO HUMANO.

EL ARTE DE HABLAR: EL USO DE LA LENGUA Y LAS VIRTUDES


El arte de hablar: El uso de la lengua y las virtudes
El lenguaje es el índice de la mente y el compendio de un alma. No hay acción que más revele a una persona como sus palabras. Son la pantalla de su interior, los intérpretes fieles de las íntimas resonancias, y muchas veces los indiscretos testigos de sentimientos que quisiéramos dejar ocultos en el sagrario del alma.


Por: P. Juan Carlos Ortega, L.C. | Fuente: Catholic.net 




Moderado y discreto al hablar
Todos conocemos muy bien la expresión del apóstol Santiago: “si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo” (3, 2). Muchas veces me pregunto si tomamos conciencia de lo que el apóstol nos enseña. La expresión del apóstol podría ser traducida a modo de refrán: “dime cómo hablas y sabré si eres santo.”

Se puede decir que la lengua es lo mejor y lo peor que tenemos, es fuente de inmensos bienes, pero también, en contraste, es incalculable el mal que podemos hacer con la misma lengua. Una sola palabra basta para exteriorizar las riquezas o las miserias del alma; sólo quien posee sólidas virtudes, puede mostrarse delicado y discreto, sincero y educado, abierto y prudente. Es decir, existe una perfecta ecuación entre santidad y discreción en el hablar.


El uso de la lengua y las virtudes

En efecto, el uso de la lengua es la manifestación más elocuente de las virtudes cristianas: Quien no tiene caridad, no puede ser moderado. Quien no es humilde, no puede ser discreto. Quien no es sencillo, sincero y abnegado, no dominará jamás su lengua porque él mismo está encadenado por pasiones violentas.

También el buen uso de la lengua expresa riqueza de virtud humana: Hablar con moderación y discreción es la clara muestra de una voluntad disciplinada, dueña de todas las circunstancias. El discreto medita las preguntas que se le hacen, las respuestas que se le piden. No emite juicios de personas fácilmente. Se mantiene equilibrado cuando está muy alegre o muy herido, y no pierde el control de sus palabras. El discreto escucha mucho, habla poco y actúa con eficacia.


Cristo y el uso de la lengua

Jesucristo, en su doctrina y en su actuar, es ejemplo de moderación y discreción en el hablar.

Su doctrina sobre el hablar es clara. Del mismo modo que no pasará desapercibido el vaso de agua dado por amor, así “de toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta en el día del Juicio. Pues por tus palabras –dice el Señor– serás declarado justo y por tus palabras serás condenado” (Mt 12, 36-37).

Pero el actuar de Cristo es aún más elocuente. Ante las provocaciones de los fariseos cuando le preguntan sobre el pago del tributo al César o ante el adulterio de la mujer, Cristo examina las circunstancias y examina también los corazones. No se precipita en sus respuestas. Éstas son concisas, dignas, llenas de sencillez y mansedumbre.

La prudencia y la discreción de Jesús no se quedan en resolver dilemas de sus enemigos o acusadores. Se extiende al trato personal con las almas. ¡Qué tacto, qué sentido de la oportunidad para encontrar el momento apto para establecer el diálogo, sin herir, sin humillar, para edificar siempre! Cristo conquista a la Samaritana por el respeto, la prudencia y la discreción. Jesucristo se acomodó, se hizo sencillo, fue natural y espontáneo. Usó de aquella santa caridad que lleva a calcular las palabras y a obrar con precaución.


¿Cómo imitar a Cristo?

Para ser moderado y discreto en el hablar, a ejemplo de Cristo, se requiere algunas perfecciones humanas: un equilibrio psicológico y un dominio externo de las reacciones temperamentales. Pero cuando hablamos de una persona discreta, no nos referimos a aquella que es capaz de uno u varios actos aislados de discreción o moderación. Se trata de un estado habitual de comportamiento. Ser discreto significa tener un sentido especial, algo así como una segunda naturaleza, que sabe descubrir en todas las situaciones de la vida el punto exacto, la palabra justa, la apreciación adecuada. Estamos hablando de la virtud o de un conjunto de virtudes que vivifican, iluminan e inspiran el correcto y justo modo de hablar.


La virtud de la fe

En primer lugar está la virtud de la fe, que eleva el valor natural del bien hablar a un nivel sobrenatural. Contemplar a Jesucristo discreto en sus expresiones y en el uso de la lengua, tiene que ser para nosotros el móvil que arrebata, el ideal que engrandece, la suprema expresión del hombre y la mujer perfecta, que imita a Cristo también en su modo de hablar.

Por otra parte, el espíritu de fe nos hace ver a Jesucristo más cercano que nunca, encarnado una y mil veces, hoy y siempre en cada uno de los que se cruzan en nuestra vida. El espíritu sobrenatural regula nuestros sentimientos más profundos, nuestro comportamiento constructivo, nuestras expresiones suavizadas por el bálsamo de la discreción y de la caridad. Por amor a Cristo y para amar a Cristo en los demás somos prudentes y delicados, discretos. Por su amor somos amables, sonreímos a todos y a nadie juzgamos ni discutimos nunca con los demás.

La fe nos ha conducido a la caridad. Dialogar es dar y recibir. Para dar se requiere caridad, para recibir se requiere humildad.


La virtud de la caridad

Conversar consiste en salir de nosotros mismos para darnos, para hacernos comprender, para expresar cordialmente a los demás nuestro respeto, nuestra admiración y sobre todo el deseo de una colaboración mutua. La caridad debe ser el distintivo de nuestras palabras. El verdadero espíritu de caridad exige la delicadeza en el lenguaje, en el trato, y sobre todo en la unión de voluntades y criterios. “Es una labor que a la larga redunda también en beneficio propio, pues con la violencia se rompe, con la dulzura se atrae”.


La virtud de la humildad

Conversar no es solamente dar, es también recibir. Y recibir es saber escuchar con la conciencia de que todos carecemos de algo que los demás pueden tener, de que todos son superiores en algún punto: una riqueza espiritual, una experiencia que puede iluminar, una palabra que puede alentar… Saber escuchar porque de todos puede aprenderse algo. Es física y psicológicamente imposible practicar el arte de la discreción sin haber practicado primero el arte de un corazón humilde y bueno, del que brotan nuestras palabras

Además de la fe, la caridad y la humildad, necesarias para toda vida espiritual, hay una cuarta virtud que de modo especial es necesaria para el buen hablar. Me refiero a la sinceridad.


La virtud de la sinceridad

La sinceridad y la autenticidad en la vida y en las palabras es condición para vivir como personas virtuosas. Sinceridad significa transparencia y rectitud, hablar conforme a la realidad de las cosas. La verdad se manifiesta en el sonido de las palabras.


Conclusión

El lenguaje es el índice de la mente y el compendio de un alma. No hay acción que más revele a una persona como sus palabras. Son la pantalla de su interior, los intérpretes fieles de las íntimas resonancias, y muchas veces los indiscretos testigos de sentimientos que quisiéramos dejar ocultos en el sagrario del alma.

Pero además, como hombres y mujeres de Dios, todas y cada una de nuestras palabras tienen un contenido concreto, que no es nuestro, que pertenece a Aquél que nos ha llamado y nos ha enviado. Y en consecuencia debemos custodiarlo y transmitirlo en la verdad, tal como lo hemos recibido.

A imagen de Cristo, seremos santos en la medida en que testimoniemos la verdad encarnada en las palabras, iluminada por la fe, basada en la humildad y expresada en al caridad.

En eso consiste el arte de hablar, del que todo apóstol debe ser un experto artista.

SACERDOTE NARRA LA INTENSA EXPERIENCIA DE HABER SIDO CHOFER DE MADRE TERESA DE CALCUTA EN LIMA, PERÚ


Madre Teresa: Sacerdote narra la intensa experiencia de haber sido su chofer
Foto: Twitter del P. Jaime Baertl SCV





Lima, 05 Sep. 15 / 04:22 am (ACI).- En 1989 se llevó a cabo en el puerto del Callao (Perú) un “Congreso Internacional sobre la Reconciliación en el pensamiento del Papa Juan Pablo II” y los organizadores invitaron a Madre Teresa para que diera dos conferencias: una a los participantes en el Congreso y otra en un pueblo joven frente a gente muy humilde.

El P. Jaime Baertl, sacerdote sodálite, era el Secretario General de dicho evento y tuvo la responsabilidad de hacer las gestiones para que la Beata participara del mismo. Sin embargo, dos meses antes del Congreso, Madre Teresa sufrió una deficiencia cardiaca y le pusieron un marcapaso por lo que les comunicaron que la religiosa no podría asistir.

“Como era de suma importancia su presencia por el grave problema de la teología marxista de la liberación, los obispos consideraban, que si era posible y esto no afectaba su salud, había que insistirle”, contó el P. Jaime Baertl a ACI Prensa.

Es así que el presbítero habló con Madre Teresa y le pidió en nombre del Santo Padre que si no afectaba su salud, que por favor estuviera en el Congreso Internacional.

“Al escuchar que eran deseos del Santo Padre no dudó en decir que venía aunque estuviese muerta. Me mostraba –señaló P. Baertl– su obediencia absoluta al Santo Padre incluso aunque esto fuera contra sí misma. Muy edificante”.


Cuando Madre Teresa arribó al Perú, el sacerdote del Sodalicio de Vida Cristiana, un instituto de vida consagrada fundado en el Perú,  tuvo el honor de ser su chofer durante los días de su visita.

“El día de su llegada la recogí en el aeropuerto en la escalinata del avión. El auto estaba a unos 50 metros del avión. Muchos periodistas y personal del aeropuerto estaban ahí y no dejaban avanzar a la Madre. Fue muy complicado llegar al auto”, narró el sacerdote.

Ya en el carro, la religiosa miró hacia el asiento de atrás y preguntó a la superiora de su congregación en Lima por “la bolsa”. La hermana sin entender muy bien le enseñó una bolsa, pero Madre Teresa replicó: “no, la otra”.

“No entendíamos –comentó el P. Baertl–. Cuando se explicó bien se refería a que le habían dado en el avión la comida que había quedado pues la había pedido para sus pobres”.

“Las azafatas no querían entregarle esa comida por regulaciones, pero ella nunca se quedaba conforme, ni quieta y las convenció a que le dieran la comida para sus pobres. Subí al avión y recogí ‘la bolsa’. Cuando llegué al auto me tomó la mano y con una mirada tierna me agradeció”.

Al día siguiente el P. Baertl fue a recogerla a la casa de las Hermanas de la Caridad en una zona muy pobre y peligrosa, en medio de un mercado en el distrito de la Victoria. Allí las religiosas acogen a ancianos pobres, abandonados, indigentes y personas con discapacidad.

“Tan pronto salimos me hizo detener el auto, miro a un lado y al otro y al ver la pobreza, tanto material como moral de la zona, dijo: ‘estamos en el lugar correcto’”.

Otro día estaban en el Callao en una zona muy pobre, de igual manera le pidió detener el carro. Al ver la miseria y la pobreza, la Madre Teresa le preguntó a la hermana que iba con ella si estaban trabajando en esa zona. La hermana respondió que no y ella le pidió que hablara con el Obispo del Callao para que pudieran trabajar ahí. De esta manera “mostraba su interés por estar entre los más pobres de los pobres”, afirmó el sacerdote.

“En las mañanas, cuando la recogía de la casa de las hermanas acá en Lima, siempre la encontraba sirviendo personalmente a alguien, a alguno de los marginados y abandonados que habían recogido y traído a casa. Por ser ella y por su edad podría haberse abstenido de hacer labores duras de limpiar a un enfermo o dar de comer o lo que fuese, pero no era así: ella estaba sirviendo como una más”.

Durante las conversaciones que mantuvo esos días con Madre Teresa, el P. Baertl descubrió a “una religiosa normal como sus demás hermanas”, pero lo que más le impresionó de ella fue su “sobriedad de vida en todo sentido, el que tenía una fe muy grande, convicciones profundas, amor a los pobres y capaz de hacer cualquier cosa por ellos, obediencia a la Iglesia y al Santo Padre”.


Han pasado 26 años desde que este sacerdote sirviera como chofer de la Beata, y aún la recuerda con mucho cariño. Lo que más admiraba en ella, comenta, es su “olvido de sí misma”.

“Ella no importaba. No es que no se tuviera un recto amor a sí misma, sino que lo que para ella importaba era la misión y su convicción de que el amor es capaz de todo. Este tema del amor al Señor, y por Él, del amor a los demás era una santa obsesión que me impresionó mucho”.

“Estoy convencido de la actualidad de su persona y del testimonio que daba, de lo que ella transmitía con su absoluta sobriedad personal; más aún, en una cultura del narcisismo y del amor propio, del individualismo y de la autosatisfacción al extremo, ella mostraba, con fuerza interior, que todo es basura frente a Jesucristo como diría San Pablo”, concluyó el P. Baertl, el primer sacerdote sodálite.

PAPA FRANCISCO: NO CONSTRUYAMOS ISLAS INACCESIBLES E INHÓSPITAS CON NUESTROS EGOÍSMOS


Papa Francisco: No construyamos islas inaccesibles e inhóspitas con nuestros egoísmos
Por Alvaro de Juana
Crédito: Bohumil Petrik (ACI Prensa)




VATICANO, 06 Sep. 15 / 05:43 am (ACI).- Desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico el Papa Francisco presidió este domingo el rezo del ángelus y pidió abandonar el egoísmo, estar encerrados en uno mismo y no crear “islas inaccesibles e inhóspitas”.

El Papa comentó las lecturas de la liturgia del día, en la que el Evangelio cuenta la curación de un sordomudo. “Aquel sordomudo que fue llevado a Jesús es símbolo del no creyente que realiza un camino hacia la fe” y su sordera “expresa la incapacidad de escuchar y de comprender no sólo las palabras de los hombres, sino también la Palabra de Dios”, explicó.

El Pontífice recordó que San Pablo asegura que “la fe nace por la escucha de la predicación”. “Lo primero que hace Jesús es llevarle lejos de la muchedumbre: no quiere dar publicidad al gesto que está a punto de hacer, pero tampoco quiere que su palabra sea tapada por el ruido de voces y de las murmuraciones del ambiente”.

En ese sentido, subrayó que “la Palabra de Dios que Cristo nos transmite tiene necesidad de silencio para ser escuchada como Palabra que vuelve a sanar, que reconcilia y restablece la comunicación”.

Francisco explicó que Jesús curó al sordomudo tocando su oreja y lengua y esto es porque “para restaurar la relación con ese hombre `bloqueado’ en la comunicación, busca primero restablecer el contacto” y dado que “el milagro es un don de lo alto”, Jesús implora al Padre.

Este episodio de la Escritura enseña que “Dios no es cerrado en sí mismo, sino que se abre y se pone en comunicación con la humanidad”. “En su inmensa misericordia, supera el abismo de la infinita diferencia entre Él y nosotros, y viene a nuestro encuentro”, aseguró.

El Papa subrayó que para ello “Dios se hace hombre: no basta hablarnos mediante la ley y los profetas, sino que se hace presente en la persona de su Hijo, la Palabra hecha carne”.

“Jesús es el gran ‘constructor de puentes’ que construye en sí mismo el gran puente de la comunión plena con el Padre”.

El Papa explicó que "este Evangelio nos habla también de nosotros: a menudo nosotros estamos replegados y encerrados en nosotros mismos, y creamos tantas islas inaccesibles e inhospitalarias. Incluso las relaciones humanas más elementales a veces crean realidades incapaces de apertura recíproca: la pareja cerrada, la familia cerrada, el grupo cerrado, la parroquia cerrada…Y aquello no es de Dios. Esto es nuestro, es nuestro pecado".

"Sin embargo, el origen de nuestra vida cristiana, en el Bautismo, son propios del gesto y de la palabra de Jesús ‘¡Ábrete!’”, indicó. Al ser curados por Jesús, que es un “gran constructor de puentes”, “somos insertados en la gran familia de la Iglesia; podemos escuchar a Dios que nos habla y comunica su Palabra a cuantos no la han escuchado nunca o a quien la ha olvidado y sepultado bajo las espinas de las preocupaciones y de los engaños del mundo”.

Después de rezar el Ángelus, Francisco recordó que ayer sábado en Gerona (España), “fueron proclamadas Beatas Fidelia Oller, Giuseppa Monrabal y Faconda Margenat, religiosas del Instituto de las Hermanas de San José de Gerona, asesinadas por la fidelidad a Cristo y a la Iglesia”.

El Papa destacó que “a pesar de las amenazas e intimidaciones, estas mujeres permanecieron valerosas en su puesto para asistir a los enfermos, confiando en Dios” y que “su heroico testimonio, hasta la efusión de la sangre, de fuerza y esperanza a cuantos hoy son perseguidos por motivo de la fe cristiana y nosotros sabemos que son muchos”.

SOMOS UNA... SOLO UNA IGLESIA


Somos una... solo una Iglesia
Jesucristo dotó a su única Iglesia de una estructura jerárquica que hemos de respetar, aceptar plenamente.


Por: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net 




Todos los cristianos somos hoy conscientes de lo que significan esas palabras tiernas y emocionadas de Jesús en la Ultima Cena, cuando le pedía al Padre: ¡Que sean uno!...

Jesús conocía de sobra nuestra tendencia a la división. A capitanear cada cual su grupo haciendo imposible la cooperación, aunque sea para la causa más justa y más santa.

Esto es muy propio nuestro desde que Satanás en el paraíso metió tan profundamente en nuestro ser el orgullo de que él está lleno, porque Satanás no es más que orgullo y desamor. Jesús preveía el mal que se echaría sobre su Iglesia, y pide a gritos: ¡Unión! ¡Unión! ¡Unión!... Unión en la única Iglesia mía. Los hermanos que vivimos separados, entendemos hoy muy bien este anhelo de Jesucristo, y por eso buscamos la unión entre todos los cristianos.

El director de una revista anotaba hace ya mucho tiempo cómo la sociedad se iba dividiendo hasta pulverizarse. Pero fue optimista, y mirando a las diversas Iglesias cristianas expresó así su pensamiento:
- Nos hallamos dolorosa e injustamente pulverizados. Pero esto es providencial. El polvo se puede amalgamar, y convertirse en una masa compacta, dura, resistente.

Muy bien dicho. La Iglesia, en la mente de Jesucristo, es la llamada a unir a la Humanidad en el amor, pero para ello debe empezar por estar unida ella misma, tal como la instituyó su fundador Jesucristo.

El Papa Pablo Sexto, que vivió intensamente el misterio de la Iglesia, decía en una de sus primeras catequesis:
La Iglesia es UNA, por la unidad de la fe, por la unidad del culto, por la unidad de la autoridad suprema.
Tiene una unidad estructural y orgánica: es un cuerpo, un edificio, un reino. Es comunitaria y es jerárquica. Es orgánica y concorde.

Lo confesamos con ese canto hermoso, de inspiración paulina:
- Un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre...
Y esto, como lo ha querido Jesucristo, dirigidos y aglutinados en una autoridad visible, el Papa, que hace las veces de Jesucristo, por voluntad expresa del Señor.

Es conocida la visita de aquellas mujeres japonesas al primer misionero que llegó al Imperio del Sol naciente después de tres siglos cerrado al Occidente. Ya la narramos una vez en nuestros mensajes. Pues otra muy parecida realizaron unos hombres a otro Padre, en una región donde parecía que se había extinguido la religión católica. Llegan juntos, y uno saca de entre los pliegues de su vestido un Crucifijo que fue destrozado durante la persecución:
- Oye, extranjero, ¿conoces tú a éste?
- Sí; es nuestro Salvador, que murió en la cruz por los pecados de los hombres.
Los visitantes hacen con la cabeza una señal afirmativa. Sacan entonces una imagen ya muy vieja de la Virgen María:
- ¿Y sabes tú quién es ésta?
El misionero la toma, y la besa con amor:
- Sí, claro; es la Madre bendita de nuestro Salvador.
Los visitantes empiezan a sonreír felices. Pero el que capitaneaba el grupo hace la pregunta más comprometedora:
- Quisiera saber si tú conoces a un Obispo que vive en una ciudad lejana, grande, y que dice que le tienen que obedecer todos, porque Cristo lo constituyó Vicario suyo. ¿Es cierto eso?
El misionero se asombra, mientras piensa que le tienden una trampa inspirada por los mercaderes protestantes. Así y todo, les contesta:
- Sí, lo conozco también. Es el Papa, el Padre Santo, el sucesor de Pedro, y que está en Roma, y es él quien nos ha enviado a mí y a los otros misioneros católicos a vosotros para que os anunciemos la buena nueva de la Salvación y os comuniquemos la gracia de Cristo por los Sacramentos.
Era todo lo que querían saber aquellos sagaces japoneses. Llenos de alegría se tiran al cuello del misionero, gritando:
- ¡Tenemos una misma fe, tenemos un mismo corazón!
Este caso vale también por mil discursos.

Sin sacerdotes durante casi trescientos años después de las sangrientas persecuciones, pero allí estaba viva la Iglesia, UNA, con la misma fe y el mismo amor, unida con el pensamiento y el corazón a la Iglesia de Roma, que liga, une y estrecha a todas las Iglesias particulares extendidas por el mundo entero.

Mirando ahora a nuestra vida en particular, nos damos cuenta de lo que comporta el vivir, mantener y fomentar la unidad de la Iglesia. Si Jesucristo hubiera instituido varias Iglesias, y si a su Iglesia la hubiera dejado en el mundo como un movimiento inorgánico, bastaría ser cristiano sin más, cada uno como quisiera y donde quisiera. Pero, no. Jesucristo dotó a su única Iglesia de una estructura jerárquica que hemos de respetar, aceptar plenamente y mantenerla con una fidelidad a toda prueba. Romper esa unidad es desgarrar el cuerpo de Cristo.

Como sabemos esto muy bien, nosotros juramos fidelidad inquebrantable al Vicario de Jesucristo, estrechamos nuestros corazones en la unidad, y mostramos así al mundo que la Iglesia es UNA en Cristo, como es UNO el Dios que, en tres Personas distintas, permanece en unidad irrompible.

domingo, 6 de septiembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 6 DE SEPTIEMBRE DEL 2015


¿Magia negra o magia blanca?
Tiempo Ordinario


Marcos 7, 31-37. Domingo 23o. del Tiempo Ordinario B. Abramos nuestro corazón de par en par para escuchar a Dios y ver con la fe, los milagros de amor, que realiza cada día en nuestra vida. 


Por: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net 



Te adelantamos las Reflexiones del Evangelio de la 21a. Semana del Tiempo Ordinario,  del domingo 6 al sábado 12 de septiembre 2015.
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Del santo Evangelio según san Marcos 7, 31-37
En aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. El, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: «¡Ábrete!» Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.» 

Oración introductoria
Señor, así como apartaste al hombre del Evangelio a un lado de la gente, te pido hoy que me separes de las distracciones, de mis vanas preocupaciones, apártame de todo lo que no seas Tú. Toca mi alma con tus manos, mete tus dedos en los oídos de mi corazón para que me abra a tu gracia y a todo lo que me quieres decir en esta oración.

Petición
Señor, ayúdame a escuchar tu Palabra, a guardarla siempre en mi corazón y a ponerla en práctica.

Meditación del Papa Francisco
En el Evangelio, Jesús encuentra gente que tiene miedo de ponerse en camino y que se conforma con una caricatura de Dios. Es un documento de identidad falso. Estos no-inquietos han hecho callar la inquietud del corazón, pintan a Dios con mandamientos y se olvidan de Dios: Ustedes, descuidando el mandamiento de Dios, observan las tradiciones de los hombres, y así se alejan de Dios, no caminan hacia Dios, y cuando tienen una inseguridad, inventan o hacen otro mandamiento.
Quien se comporta de esta manera toma un camino entre comillas, un camino que no camina, un camino quieto.
Hoy la liturgia nos hace reflexionar sobre estos dos textos: dos documentos de identidad. La que todos nosotros tenemos, porque el Señor nos ha hecho así, y la que nos dice: ‘Ponte en camino y tendrás conocimiento de tu identidad, porque tú eres imagen de Dios, estás hecho a semejanza de Dios. Ponte en camino y busca a Dios’. Y la otra: ‘No, no te preocupes: cumple todos estos mandamientos y este es Dios. Este es el rostro de Dios’. Que el Señor nos dé a todos la gracia de la valentía de ponernos siempre en camino, para buscar el rostro del Señor, ese rostro que un día veremos pero que aquí, en la Tierra, debemos buscar. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 10 de febrero de 201, en Santa Marta).
Reflexión
¿Magia negra o magia blanca?... Los evangelios nos narran muchos milagros realizados por nuestro Señor a lo largo de su vida. Y sólo de dos o tres de ellos se nos registra también una breve fórmula pronunciada por Jesús, en su lengua original, que acompaña el milagro. Uno fue cuando resucitó a la hija de Jairo: –"Thalita qumi" –le dijo–; palabras que, según nos explica el mismo evangelista, significan: –"¡Niña, levántate!". El otro caso es el Evangelio de hoy, cuando Jesús realiza la curación del sordomudo: –"¡Effetá!", es decir, "¡ábrete!".

A un ignorante en materia de religión o desconocedor de las Escrituras –cosa, por lo demás, no muy extraña entre los católicos– estas frases le podrían sonar a una fórmula mágica, algo así como el “ada-cadabra” de los cuentos de hadas y brujas. Pero, obviamente, no es así. No se trata de magia. Son expresiones cargadas no sólo de un rico significado teológico, sino también de un profundo simbolismo espiritual: son oraciones. Una especie de "sacramento".

Cuando el sacerdote administra un sacramento, pronuncia al mismo tiempo una breve oración que acompaña el gesto, exactamente igual a como hace Jesús en esta ocasión al obrar el milagro. Su palabra omnipotente es eficaz porque produce lo que dice: Le ordena levantarse a la niña, y ésta se levanta de su lecho de muerte. Y al sordomudo le ordena que se le abran los oídos y la lengua, y éstos le obedecen. Así son también los sacramentos. El sacerdote dice, en nombre de Cristo: "yo te absuelvo de tus pecados", y los pecados son perdonados; y afirma "esto es mi Cuerpo" y se realiza el milagro de la transubstanciación, o sea, la conversión real del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Y en el rito del bautismo, el sacerdote pronuncia al pie de la letra la palabra "Effetá" para simbolizar que el recién bautizado ha sido ya curado de su sordera y de su mudez espiritual. ¡Cada sacramento es un auténtico milagro de la gracia, que realiza un cambio profundo en el corazón del cristiano!

Pero aún hay algo más. Nuestro Señor tiene el poder de curar enfermos, de resucitar a los muertos, de devolver la vista a los ciegos, la capacidad de oír a los sordos y el habla a los mudos porque es Dios. Es Todopoderoso y lo que El quiere, lo hace con su poder. Pero, ¡atención! El es capaz de curar las enfermedades corporales sin nuestra intervención, pero NO puede curar las enfermedades de nuestra alma si nosotros no se lo permitimos; más aún, si no colaboramos con nuestra voluntad y si no accedemos con nuestra libertad a la acción de su gracia. Dios respeta nuestra libre elección y no violenta a nadie a escoger el bien a la fuerza. ¡Qué misterio!

Jesucristo, durante su vida pública, devolvió la vista a muchos ciegos. Pero no pudo librar de su ceguera espiritual a los escribas y a los fariseos. Devolvió la capacidad de oír a este sordo, pero no fue capaz de hacer oír su voz ni el mensaje del Evangelio a muchos judíos de su tiempo. Después de que el Señor curó al ciego de nacimiento –nos cuenta san Juan– pronunció estas tremendas palabras: "Yo he venido al mundo para un juicio: para que los que no ven, vean; y para que los que ven, se vuelvan ciegos. Si fuerais ciegos, no tendríais pecado: pero como decís: Vemos, vuestro pecado permanece" (Jn 9, 40-41). Obviamente, nuestro Señor se estaba refiriendo a los incrédulos fariseos y saduceos, enemigos encarnizados de Jesús. Esos nunca se abrieron a la fe ni quisieron aceptar jamás a nuestro Señor ni su mensaje porque iba en contra de sus inconfesados intereses egoístas y de su ambición de poder. ¡Qué tragedia!

Así pues, las palabras de nuestro Señor en el Evangelio de hoy no son una "fórmula mágica"; nos revelan todo un mensaje de salvación. Ojalá que nosotros no cerremos nunca a Dios los oídos de nuestra alma ni nos tapemos los ojos para no ver la luz del sol. Más bien, abramos nuestro corazón de par en par para escuchar su palabra y para ver con la fe los milagros de su amor, que realiza cada día en nuestra vida. "Ver", en lenguaje bíblico, significa creer; y "oír" es sinónimo de docilidad.

Propósito
Ojalá que ya no seamos ciegos ni sordomudos, sino que, viendo y escuchando, produzcamos frutos de buenas obras y de caridad verdadera. Son las obras y no sólo las palabras las que dan testimonio de nuestra fe, como nos recuerda el apóstol Santiago: "Muéstrame tu fe sin las obras, que yo por mis obras te mostraré mi fe".

Diálogo con Cristo 
Jesús, conducir a una persona a tu encuentro, invitar a los demás a tener una experiencia espiritual de tu amor, ¡qué inmerecida pero maravillosa misión! Concédeme tu gracia para ser un buen instrumento en tus manos.

 
Preguntas o comentarios al autor   P. Sergio Córdova LC



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