sábado, 28 de febrero de 2015

CÓMO REZAR BIEN EL AVEMARÍA


Cómo rezar bien el Avemaría
La fórmula del avemaría es un excelente vehículo, para tener un encuentro filial con nuestra Madre del cielo


Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: laoracion.com




Cuando queremos hablar con la Virgen María podemos decirle lo que queramos de manera sencilla y natural, lo que brote del corazón, y cuanta más devoción pongamos, mejor. La fórmula del avemaría es un excelente vehículo, probado millones de veces durante siglos, para tener un encuentro filial con nuestra Madre del cielo. El avemaría nos ofrece palabras y actitudes adecuadas para venerarla, invocarla, decirle algo que sabemos que a ella le agrada y que a nosotros nos hace bien.


Propongo algunos pasos para rezar bien el avemaría o para renovar el modo en que lo hacemos. Rezando esta oración con la debida calma y con viva conciencia, poco a poco el Espíritu Santo irá afinando la sensibilidad de nuestra relación filial con Ella, de tal modo que apenas pronunciemos las primeras palabras del avemaría, brotarán del corazón profundas resonancias que favorecerán el contacto de fe y amor con la Santísima Virgen.



La recordamos
Lo primero es acordarse de élla. Simplemente con la memoria o con la ayuda de una imagen nos colocamos espiritualmente en su presencia. Se trata de ponerse delante de la Virgen María que está en el cielo, no de una estampa o de una estatua de mármol o de yeso, sino de su persona; las imágenes sólo nos hacen presente a la persona, como las fotografías de los grandes momentos o de nuestros seres queridos.



Acto de fe, amor y confianza filial
Teniéndola ya presente, establecemos un contacto de fe y amor con María; si no, la oración mariana por excelencia no será oración. Nos acercamos a ella con la confianza y el cariño con los que todo buen hijo se acerca a su madre, con el deseo de darle afecto, mostrarle gratitud y también de obtener de ella lo que necesitamos, seguros de que nos mirará con amor y nos escuchará con atención.



La veneramos
Le decimos que estamos aquí para expresarle afecto, respeto, admiración. Adoramos sólo a Dios, a María la veneramos como Madre de Dios, esposa del Espíritu Santo, Madre de Cristo, Su cooperadora en la Redención y también madre nuestra. Ella nos lleva siempre a Jesús, que es "el único Mediador, es el Camino de nuestra oración; María, su Madre y nuestra Madre es pura transparencia de Él: María muestra el Camino, es su Signo" (Catecismo 2674)
La Constitución Dogmática Lumen Gentium, nos enseña que: "ninguna criatura puede compararse jamás con el Verbo Encarnado nuestro Redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es participado de varias maneras tanto por los ministros como por el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en formas distintas en las criaturas, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en sus criaturas una múltiple cooperación que participa de la fuente única. La Iglesia no duda en atribuir a María un tal oficio subordinado: lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador."
Te propongo que antes de seguir leyendo, te prepares de esta manera y reces luego un avemaría. Verás cuánto ayuda. Y esto vale igual para las personas más avanzadas en la vida de oración.



La alabamos
En la primera parte del avemaría la exaltamos, la elogiamos, celebramos a la humilde esclava del Señor por las maravillas que ha hecho Dios en ella y por medio de ella, en todos los seres humanos. Usamos las palabras del arcángel Gabriel, las de santa Isabel, y nos unimos a su asombro, a su admiración llena de afecto, al contemplar un alma tan bella y dócil al Espíritu Santo, tan humilde esclava del Señor.
Dios te salve, María.
Llena eres de gracia.
El Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres.
Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.



Le suplicamos
En la segunda parte del avemaría la invocamos. María dio su sí a Dios en la Anunciación, lo sostuvo durante la infancia y la juventud de Jesús en su vida oculta en Nazaret, y al acompañarlo discretamente en la vida pública, y lo renovó en silencio manteniéndose en pie hasta el final junto a su Hijo crucificado. Desde entonces, Ella se ha ocupado de proteger e interceder como la mejor de las madres por los hermanos de su Hijo.
La Lumen Gentium lo explica así: "Una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la Bienaventurada Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora."


Santa María, Madre de Dios.
Ruega por nosotros pecadores.
Ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

ES MEJOR DAR QUE RECIBIR


Es mejor dar que recibir
Es una paradoja que nos puede parecer contradictoria. El hombre que da y se da a sí mismo es una persona más feliz y realizada, dando recibe más de lo que da. 



Por: P. Mariano de Blas, L.C. | Fuente: Virtudes y valores




Hay en Tierra Santa dos lagos alimentados por el mismo río, situados a unos kilómetros de distancia el uno del otro, pero con características asombrosamente distintas. Uno es el “Lago de Genesaret” y el otro el llamado “Mar Muerto”.

El primero es azul, lleno de vida y de contrastes, de calma y de borrasca. En sus orillas se reflejan delicadamente las flores sencillas amarillas y rosas de su bellísimas praderas. El Mar Muerto, es una laguna salitrosa y densa, donde no hay vida, y queda estancada el agua que viene del río Jordán.

¿Qué es lo que hace tan diferentes a los dos lagos alimentados por el mismo río? Es sencillamente esto: El lago de Genesaret trasmite generosamente lo que recibe. Su agua, una vez llegada allí, parte inmediatamente para remediar la sequía de los campos, para saciar la sed de los hombres y de los animales: es un agua altruista. El agua del Mar Muerto se estanca, se adormece, se salitra, mata. Es agua egoísta, estancada, inútil.

Pasa lo mismo con las personas. Las que viven dando y dándose generosamente a los demás, viven y hacen vivir. Las personas que egoístamente reciben, guardan y no dan, son como agua estancada, que muere y causa la muerte a su alrededor.

Pensamos que, cuando repartimos nuestro dinero, tiempo, honor, nos empobrecemos, que los demás se van quedando con lo nuestro, y nosotros nos vamos vaciando y empobreciendo cada vez más. Eso nos parece, estamos seguros de que así es, pero ocurre exactamente lo contrario.

Cuanto más damos, más recibimos. Cuanto menos repartimos de lo nuestro, más pobres nos volvemos. Es una ley espiritual, que se cumple puntualmente; es una ley difícil de aceptar, por eso pocos se arriesgan a ponerla en práctica; pero hay un reto muy interesante para el que lo quiera aceptar. El que quiere vivir de acuerdo a esa ley de dar y darse a los demás, se llevará sorpresas muy agradables. Es mejor dar que recibir.

Muchas gentes se parecen al Mar Muerto: sólo reciben, acumulan, no se dan, y así, se fabrican una vida amarga, desdichada e infeliz. Hay otros que dan y se dan a sí mismos con generosidad y sin esperar recompensa... Esta gente es la más feliz de nuestro mundo.

El que acumula para sí sólo, llama a gritos a la infelicidad y ésta llega. El que reparte, abre la puerta a la felicidad. Acaparar y ser egoísta cierran la puerta.

LÍNEAS DE FUERZA CUARESMALES


Líneas de fuerza cuaresmales



Todas las actitudes de espíritu cuaresmal, se polarizan en estas líneas de fuerza:

• Cuaresma cristocéntrica: Cristo es el centro de todo en la Cuaresma. Cristo en su estado de sufrimiento y muerte a causa del mal y al servicio de nuestra conversión, de nuestro perdón, de nuestra liberación del mal. El objetivo que debemos perseguir en toda la vivencia de la cuaresma, es entrar en comunión con este Cristo, asimilar su estado de dolor y de muerte: purificarnos del mal, de nuestro propio pecado, de los fallos y defectos que merman en nosotros la verdad y la gracia, que disminuyen y frenan el amor, la alegría y la paz; solidarizarnos con el Cristo que sufre en todos los que sufren, y ayudar a éstos a que resurjan de sus sufrimientos a la paz y la alegría profunda de la resurrección de Cristo.

• Cuaresma pascual: vivir la Cuaresma es caminar hacia la pascua; pasar por la muerte de Cristo hecha en nosotros mortificación o muerte al pecado, conversión, penitencia y confesión, hasta purificar y aumentar el amor que nos hace vivir resurgiendo según la resurrección de Cristo a una vida nueva llena de esperanza, de luz, de alegría, de los frutos del amor.

• Cuaresma eclesial: Cuaresma vivida en “iglesia” para sentirnos más “iglesia”, más comunidad de Cristo en el mundo de hoy. Hemos de hacer comunidad, familia, grupo animado por la fe y la esperanza, que se apoya con amor y se abre y se da al servicio de los demás hombres.

• Cuaresma sacramental: los sentidos cristo-céntrico, pascual y eclesial, confluyen en los sacramentos. Los sacramentos del bautismo y confirmación, confesión y eucaristía, son núcleos vivos de la Cuaresma cristiana.

Debemos revisar qué conciencia tenemos de nuestro bautismo. Redescubrir el bautismo con que fuimos injertados en la muerte y la resurrección de Cristo y llenados de su Espíritu. Reajustar nuestra conducta a los dones y las exigencias del bautismo.

Debemos revisarnos acerca del sacramento de la confesión. Estamos abandonando este sacramento, porque lo tenemos ignorado en su verdad honda y viva. Y lo tenemos ignorado porque no nos han dado una buena catequesis acerca de él, y porque, tal como hemos venido practicándolo, se nos queda pequeño, incómodo y hasta superficial, vacío. Si descubriésemos en profundidad este sacramento, y si, decididos a vivirlo desde una viva actitud penitencial que nos lleve a la confesión, encontrásemos la posibilidad de tener unas confesiones que nos llenen, daríamos, a nuestra vida cristiana la profundidad y la paz honda de la re-conciliación y la re-vigorización en el entrañable amor del Espíritu de Cristo- salvador.

La eucaristía es otro sacramento que necesita una reforma, no sólo de normas y rúbricas, sino de celebración en la fe consciente y en la vida comprometida al amor. La notable afluencia de gente a las misas de los domingos, que nos ha mantenido tranquilos en nuestra adormecida pastoral sacramental, se ve ahora —si se mira con lucidez— como una rémora, que está impidiendo hacer renovación viva la reforma oficial de la misa. En la mayoría de nuestros templos y capillas, apenas si hacemos otra cosa que aplicar materialmente las nuevas normas y ritos; y no todos, porque la falta de iniciación y de vitalidad de la fe, impide en muchos sitios dar vida al rito de la paz, por ejemplo. ¿Saldremos algún día de la rutina de las “misas” sin eucaristía fraterna y viva? Si queremos lograrlo, habrá que buscar el modo de dedicarnos mucho más a la evangelización y a la catequesis que a los sacramentos; o, para decirlo mejor, dedicarnos a la evangelización y la catequesis, como etapas indispensables de una pastoral sacramental responsable.

• Cuaresma viva y actual: hemos de dar a nuestra Cuaresma de hombres de hoy el realismo de nuestra propia vida: la necesidad, el hambre, el cansancio, la escasez, la tristeza y cualquier sufrimiento cotidiano, son pasos adentro por la “cuaresma” de esta vida a la resurrección final.

Para integrarlo todo en la Cuaresma del año litúrgico, es preciso que el sufrimiento cotidiano de la vida —necesidades, cansancio, soledad, insatisfacción, enfermedad, tristeza, etc.— llegue a ser de verdad “paso”, andadura, camino hacia la plenitud gozosa de la vida que debemos ir construyendo ya, y que debemos buscar y esperar más allá de todo. Para esto, hemos de hacer de los sufrimientos diarios el terreno y el tejido de nuestra existencia cristiana, de nuestro vivir en Cristo camino del Padre; hemos de descubrir y sentir en el sufrir diario, en la tristeza, en el cansancio del corazón y en la soledad, la propia ausencia del Señor y el silencio de Dios; y tenemos que aceptar esas cosas como camino, como marcha dura, como roturación de esta corteza de nuestra condición carnal, como purificación, como aproximación a la paz y la dicha en el amor de Dios. Camino purificador que podemos andar con el Espíritu de Cristo, en la dolorosa oscuridad de la fe, pero con el gozo sereno y firme de la esperanza.

El mundo de hoy necesita que nosotros vivamos con verdad la Cuaresma cristiana, hasta dar un testimonio que tenga fuerza de ungüento para sus llagas modernas. El hambre, el odio, la guerra, la injusticia, la explotación, el materialismo... todas las taras que destrozan la vida de los hombres por la piel del mundo, en todas sus latitudes, bajo cualquier régimen, necesitan el mensaje de paz, amor, justicia y salvación, que brotará de la fe y la vida de los cristianos, por la fuerza del Espíritu del Cristo al que hay que convertirse y unirse en cuaresma.


© Teófilo Cabestrero, cmf

VIVIR SIN ESTRÉS



Vivir sin estrés




Si bien la palabra estrés o stress tiene socialmente una connotación negativa, en realidad todos los seres humanos lo tenemos, siendo una situación absolutamente normal y esperable. El estrés es un estímulo que pone a la persona en necesidad de una respuesta, por lo tanto es inherente a la naturaleza del hombre.

Sin embargo, así como este estímulo puede generar una respuesta necesaria y esperable (huida de una situación de emergencia, por ejemplo), también puede convertirse en una realidad diaria y someter al cuerpo a un constante bombardeo de adrenalina, y al consecuente esfuerzo de éste (y desgaste) para hacer frente a dicha situación.

Las claves para no caer en estrés
Este decálogo, elaborado  le ayudará a evitar los niveles poco saludables de estrés. Además le servirá de guía para encarar este año de la mejor manera, aplicando cambios de hábitos de vida que repercutan en un mejor estado de salud:

1. Planifique el descanso. Separe un tiempo libre todas las semanas. Evite seguir trabajando en su casa de lunes a lunes. Planifique sus vacaciones anuales y escapadas a mitad de año para poder disfrutar del ocio.

2. Cambie de actividad. Si su rutina le impide poder tener un esquema con horarios fijos de descanso, busque hacer un corte en las actividades y no tener esta sensación permanente de que las cosas no terminan nunca. Al menos, no coma al lado de su computadora…!!!

3. Disfrute el placer. Hay una sensación de que el placer tiene una connotación de “pecado”, pero hay muchas actividades que pueden generar este placer en forma saludable. Encuentre una de estas actividades de su agrado y tómela como un espacio personal, sin necesidad de que se transforme en una carga económica (ej. escuchar música, caminar, etc.)

4. Disfrute del ejercicio. Alcanza con poder realizar un corte en el día; pero esto depende de cada uno. La actividad física ayuda a descomprimir al organismo.

5. Tenga metas (realistas). Debemos saber “qué” puedo realmente hacer y “hasta dónde” puedo llegar. Así evitará la sobre estimulación, y esto le ayudará a enfocarse.

6. Ponga límites.  Entendemos que todos tenemos la necesidad inherente de ser aceptados y de agradar (algunos más y otros menos). Cuando una persona se encuentra en una situación estresante tiende a no medir sus posibilidades ni límites, entonces quiere abarcar todo.

7. Delegue lo delegable. Aprenda a ceder, a compartir, a poder manifestar que usted no puede hacer todo por sus propios medios y que necesita de la colaboración de sus pares.

8. Aprenda a responder. Esto tiene que ver con no aguantarse, no tragarse, no “comerse las broncas”, sino poder hablar de lo que ciertas situaciones le generan a nivel emocional.

9. Modifique su percepción: Usted puede, dependiendo de la situación que enfrente, tratar de detectar lo positivo de la misma o bien expresar su desilusión y cambiar el estímulo. La posibilidad de modificar lo que yo siento y pienso con respecto a lo que me está pasando, de responder correctamente a cada situación, es lo que tenemos más a mano como herramienta.

10. Vivir día por día. Esto tiene que ver con esta idea de poder tener conciencia del “aquí y ahora”, es decir, que no me ate el pasado y que no me genere ansiedad el futuro.

AMAR COMO CRISTO NOS AMA



Amar como Cristo nos ama
Meditaciones para toda la Cuaresma
Sábado primera semana Cuaresma. Amar a costa de uno mismo, el auténtico amor es capaz de romper los propios egoísmos.


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net




La generosidad es una de las virtudes fundamentales del cristiano. La generosidad es la virtud que nos caracteriza en nuestra imitación de Cristo, en nuestro camino de identificación con Él. Esto es porque la generosidad no es simplemente una virtud que nace del corazón que quiere dar a los demás, sino la auténtica generosidad nace de un corazón que quiere amar a los demás. No puede haber generosidad sin amor, como tampoco puede haber amor sin generosidad. Es imposible deslindar, es imposible separar estas dos virtudes.

¿Qué amor puede existir en quien no quiera darse? ¿Y qué don auténtico puede existir sin amor? Esta unión, esta intimidad tan estrecha entre la generosidad y la misericordia, entre la generosidad y el amor, la vemos clarísimamente reflejada en el corazón de nuestro Señor, en el amor que Dios tiene para cada uno de nosotros, y en la forma en que Jesucristo se vuelca sobre cada una de nuestras vidas dándonos a cada uno todo lo que necesitamos, todo lo que nos es conveniente para nuestro crecimiento espiritual.

Este darse de Cristo lo hace nuestro Señor a costa de Él mismo. Como diría San Pablo: "Bien saben lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se hizo pobre por ustedes, para que ustedes se hiciesen ricos con su pobreza". Ésta es la clave verdadera del auténtico amor y de la auténtica generosidad: el hacerlo a costa de uno.

En el fondo, podríamos pensar que esto es algo negativo o que es algo que no nos conviene. ¡Cómo voy yo a entregarme a costa mía! ¡Cómo voy yo a darme o a amar a costa mía! Sin embargo, es imposible amar si no es a costa de uno, porque el auténtico amor es el amor que es capaz de ir quebrando los propios egoísmos, de ir rompiendo la búsqueda de sí mismo, de ir disgregando aquellas estructuras que únicamente se preocupan por uno mismo. ¡Qué diferente es la vida, qué diferente se ve todo cuando en nuestra existencia no nos buscamos a nosotros y cuando buscamos verdadera y únicamente a Dios nuestro Señor! ¡Cómo cambian las prioridades, cómo cambia el entendimiento que tenemos de toda la realidad y, sobre todo, cómo aprendemos a no conformarnos con amar poquito!

Esto es lo que nuestro Señor nos dice en el Evangelio: "Antiguamente se decía: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo". Esto es amar poquito, amar con medida, amar sin darse totalmente a todos los demás. Podríamos nosotros también ser así: personas que aman no según el amor, sino según sus conveniencias; no según la entrega, sino según los propios intereses. Cuando Cristo dice: "Si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso también los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso también los paganos?", lo que nos está diciendo: ¿no hacen eso también aquellos a los que solamente les interesa la conveniencia o el dinero? Te doy, porque me diste; te amo porque me amaste.

El cristiano tiene que aprender a abrir su corazón verdaderamente a todos los que lo rodean, y entonces, las prioridades cambian: ya no me preocupo si esto me interesa o no; la única preocupación que acabo por tener es si me estoy entregando totalmente o me estoy entregando a medias; si estoy dándome, incluso a costa de mí mismo, o estoy dándome calculándome a mí mismo. En el fondo, estos dos modelos que aparecen son aquellos que, o siguen a Cristo, o se siguen a sí mismos.
Ser perfectos no es, necesariamente, ser perfeccionistas. Ser perfectos significa ser capaces de llevar hasta el final, hasta todas las consecuencias el amor que Dios ha depositado en nuestro corazón. Ser perfecto no es terminar todas las cosas hasta el último detalle; ser perfecto es amar sin ninguna medida, sin ningún límite, llegar hasta el final consigo mismo en el amor.

Para todos nosotros, que tenemos una vocación cristiana dentro de la Iglesia, se nos presenta el interrogante de si estamos siendo perfeccionistas o perfectos; si estamos llegando hasta el final o estamos calculando; si estamos amando a los que nos aman o estamos entregándonos a costa de nosotros mismos.

Estas preguntas, que en nuestro corazón tenemos que atrevernos a hacer, son las preguntas que nos llevan a la felicidad y a corresponder a Dios como Padre nuestro, y, por el contrario, son preguntas que, si no las respondemos adecuadamente, nos llevan a la frustración interior, a la amargura interior; nos llevan a un amor partido y, por lo tanto, a un amor que no satisface el alma.

Pidámosle a Jesucristo que nos ayude a no fragmentar nuestro corazón, que nos ayude a no calcular nuestra entrega, que nos ayude a no ponernos a nosotros mismos como prioridad fundamental de nuestro don a los demás. Que nuestra única meta sea la de ser perfectos, es decir, la de amar como Cristo nos ama a nosotros.




P. Cipriano Sánchez LC

viernes, 27 de febrero de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: VIERNES 27 DE FEBRERO DEL 2015



Ante todo la caridad
Cuaresma y Semana Santa

Mateo 5, 20-26. Cuaresma. Nuestra vida debe ser vivida como un obsequio de amor a cada uno de los que tratan con nosotros. 


Por: Aníbal Espino | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Mateo, Mt 5, 20-26
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán en el Reino de los cielos. Han oído ustedes que dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado al tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo. Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda. Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez a la policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de ahí hasta que no hayas pagado el último centavo». 

Oración introductoria
¡Dios mío! Tú me amaste hasta el extremo, muriendo y entregándote por mí. Todo esto porque me amas, y porque me amas como nadie en el mundo, quieres que ame, y que ame a todos por igual, quieres que viva la verdadera caridad, porque quien dice amarte y no ama a su prójimo es un mentiroso. Señor, te quiero amar y quiero amar a todos en ti.

Petición
Señor, ¡qué te ame y en ti ame a todos mis hermanos!

Meditación del Papa Francisco
Jesús propone a quien lo sigue la perfección del amor: un amor cuya única medida es la de no tener medida: de ir más allá de cualquier cálculo. El amor al prójimo es una actitud de tal manera frontal que Jesús llega a afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no queremos entablar paz con nuestro prójimo.
Y dice así: “Si por lo tanto si presentas tu ofrenda al altar y allí te recuerdas que tu hermano tiene algo en contra de ti, deja allí tu don delante del altar, y ve antes a reconciliarte con tu hermano”. Por ello estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes de manifestar nuestra devoción al Señor con la oración.
De todo esto se entiende que Jesús no da importancia simplemente a la observancia de la disciplina y de la conducta exterior. Él va a la raíz de la Ley, apuntando sobre todo en la intención y por lo tanto al corazón del hombre, desde donde nacen todas nuestras acciones, buenas o malvadas.
Para obtener comportamientos buenos y honestos no son suficientes las normas jurídicas, sino que es necesario tener motivaciones profundas, expresión de una sabiduría escondida: la sabiduría de Dios, que puede ser acogida gracias al Espíritu Santo. Y nosotros a través de la fe en Cristo podemos abrirnos a la acción del Espíritu, que nos vuelve capaces de vivir el amor Divino.» (Ángelus de S.S. Francisco, 16 de febrero de 2014).
Reflexión
El amor es donación. Pero no es una donación a una cosa sino a una persona. No es una donación aparente sino real que se vive en la entrega total al Amado, el cual gusta asemejarse con cada una de sus hijos. Nuestra vida debe ser vivida como un obsequio de amor a cada uno de los que tratan con nosotros, y el mayor obsequio siempre será el mensaje de Cristo.

Propósito
Haré un acto de caridad y no se lo contaré a nadie para agradar más a Jesús, y decirle por medio de mis obras que lo amo.

Diálogo con Cristo
¡Jesús! No quiero gastar mi vida sin amar, quiero que toda ella sea una fogata de amor que no se extinga jamás, y sé que la mejor manera de hacerlo es nunca de dejar de entregarme, pero es tan difícil, concédeme la gracia para poder hacerlo. Quiero dulcificarte la vida, dulcificando la de mis hermanos. ¡Jesús! Qué te ame tanto que no pueda dejar de amarte, y una vez amándote no pueda separarme de ti.


"El programa del cristiano, aprendido de la enseñanza de Jesús, es un «corazón que ve» dónde se necesita amor y actúa en consecuencia". Benedicto XVI, Angelus 11 de julio de 2010

 

PARA VIVIR LA CUARESMA


Para vivir la Cuaresma



1) Para saber
En su mensaje de Cuaresma, el Papa Francisco nos invita a meditar en tres pasajes de la Sagrada Escritura. En esta ocasión nos detendremos en el primero de ellos en el que San Pablo nos dice: «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26).

En la Iglesia, hemos de ser solidarios, estar unidos da tal forma que, como San Pablo, las penas ajenas las consideremos propias y, por ello, tratemos de remediarlas.

Pero como nadie da lo que no tiene, es preciso que el cristiano, señala el Papa, permita que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Y así como Cristo, vivir para los demás.



2) Para pensar
La liturgia del Jueves Santo incluye el rito del lavatorio de los pies. El Evangelio nos relata en esa escena que Pedro no quería que Jesús le lavase los pies. Sólo después entendió que Jesús además de darnos ejemplo de cómo debemos servir los unos a los otros, quiso mostrarnos que este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo.

La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él pero, ¿cómo nos dejamos servir por Cristo?

El Papa afirma que esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).



3) Para vivir
Cuentan que en clase de catecismo estaba la catequista enseñando a ser solidarios y a vivir la caridad con los demás. En eso la catequista le preguntó a la niña Juanita: “Si tuvieras cinco pasteles, ¿los compartirías con tus amiguitas?” Juanita contestó: “Sí, claro”. Y volvió a preguntarle. “¿Y si tuvieras mucho dinero, lo compartirías con los pobres?” “Sí, claro”, volvió a responder. Por último le preguntó, “y si tuvieras cinco dulces ¿los compartirías?” Entonces Juanita contestó: “No, esos no”. La maestra confundida le preguntó: “¿Y por qué los pasteles y el dinero sí y los dulces no?” Juanita contestó: “Es que no tengo pasteles ni dinero, pero dulces sí que tengo”.

Nos podemos engañar imaginando que somos generosos y solidarios, pero realmente no lo vivimos cuando hace falta.

El Papa nos recuerda que la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio, nos ofrece el camino de la caridad para que rompamos esa cerrazón mortal de la indiferencia. Y es que la Iglesia es “comunión”, es una unidad en donde compartimos. Especialmente compartimos el amor de Dios y la ayuda que podamos. Siempre podremos hacer algo por los demás, incluso por los que están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar, porque por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación. Esta Cuaresma podemos vivirla con nuestras oraciones y ayuda al prójimo.


© Pbro. José Martínez Colín

MODALES


MODALES



El libro de la sabiduría dice: "Los modales de la gente buena son Agradables, pero los modales de los soberbios son bruscos y antipáticos"

Aquí una lista de modales simpáticos:
 - Llevar siempre un rostro agradable y sonriente (saludar antes de que nos saluden).
- Hacer bien a quienes nos hacen mal.
 - Aprenderse el nombre de  los demás (por su nombre y no apellido).
 - Dar siempre las gracias.
- Recordar fechas importantes (cumpleaños, aniversarios, grados, etc)
 - Alabar las cualidades y éxitos de los demás.
- Contestar pronto las cartas, llamadas telefónicas y e - mails.
 - Escuchar con verdadero interés lo que la otra persona nos dice
- Hablar bien de los demás.
 - Saber negar un favor con toda gentileza.
- Saber decir un SI con verdadero cariño cuando vamos hacer favores.
 - No gritar en las reuniones

Tener modales simpáticos es una de las condiciones de formarse un buen carácter.

Tienes un buen carácter?, no?, entonces a formarlo.

LA GAVIOTA Y EL ARCO IRIS


LA GAVIOTA Y EL ARCO IRIS 



Una gaviota volaba inmersa en una hermosa bruma de otoño, cuando a lo lejos vio encenderse el arco iris.
Asombrada por lo que creyó la entrada del cielo, se lanzó en su persecución. Pero cuanto mayores eran sus esfuerzos para alcanzarlo, tanto más escurridizo se tornaba el insólito fenómeno, hasta que por fin cayó al suelo exhausta.

En aquella circunstancia límite, oyó una misteriosa voz que le dijo:

"De la misma manera que el arco iris es una condición del que observa y no una realidad, también lo es vuestro mundo con los colores y las formas. Todo depende de las condiciones del observador, y de ellas surge lo que llamáis realidad."

Entonces supo la gaviota que había alcanzado, por fin, el arco iris.

ACTITUDES CUARESMALES


Actitudes cuaresmales



Vivir la Cuaresma como entrada en la Resurrección de Cristo, a través de la participación y asimilación de sus sufrimientos y su muerte, incluye una serie de actitudes de espíritu, entre las que cada comunidad y cada creyente debe discernir las que ha de encarnar sobre todo, según el estado de su fe. Citemos algunas:


1. Búsqueda sincera del verdadero Dios viviente; realista y profunda; superando ideas falsas y purificando la fe. Hasta aceptarle en su auténtico papel en la propia vida personal, familiar, social.

2. Descubrir a Jesucristo como “salvador” efectivo, como única solución definitiva de la propia existencia, de la existencia de todos y de toda la historia. Conocerle mejor y aceptarlo más vivamente.

3. Sincera conversión; con todas las consecuencias; cambio de mentalidad y de vida en lo que haga falta. Abrir el alma, la fe, la esperanza, el amor y la vida, al dinamismo de la muerte y resurrección de Cristo; y, a su luz y con su fuerza, purificar, quemar, arrancar lo que sea preciso arrancar en el propio vivir egoísta.

4. Sellar el encuentro con Dios en Cristo y con los hermanos, en los sacramentos de la pascua de Cristo: confesión hecha a fondo; redescubrimiento y renovación del propio bautismo; eucaristía viva y fraterna.

5. Vitalizar las “prácticas religiosas”, el culto: sinceridad y vida: encuentro siempre nuevo con Dios, con Cristo, con los hermanos.

6. Llevar a la vida diaria la fe y la vivencia de los sacramentos y del culto: amar de verdad, servir, ayudar, solidarizarse con los demás, especialmente con los que sufren y con los más necesitados; vivir al impulso del Espíritu de Cristo que es el amor sin límites, y comprometerse en la acción de promover a los hombres hacia la libertad, la justicia, la paz, la dicha y la verdadera existencia que corresponde a la dignidad humana; hacer que, a través de nosotros, actúe en el mundo la muerte y la resurrección de Cristo.

7. Vivir todo eso de forma que nuestra fe, nuestro amor y nuestra acción, nos sitúen responsablemente en la Iglesia responsable y servidora del mensaje y el amor de Cristo; procurar no agriar más las distancias y divisiones dentro de la Iglesia, no contribuyendo ni a la parálisis de la Iglesia cómodamente situada, ni a la disgregación de la Iglesia en grupos sectarios; siendo, más bien, fermento de unidad futura en la fraternidad de la Iglesia que vive pobre para los pobres en el incesante don de sí por el Espíritu del amor sin límites.


© Teófilo Cabestrero, cmf

CUARESMA, UN RECORDATORIO DE CÓMO DIOS NOS QUIERE


Cuaresma, un recordatorio de cómo Dios nos quiere
Meditaciones para toda la Cuaresma
Viernes primera semana Cuaresma. Nuestro amor a los demás será la mejor ofrenda a Dios.


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net




Toda la Cuaresma, con su constante invitación a la conversión, es un hermoso recordatorio de cómo Dios nuestro Señor nos quiere, a todos y cada uno de nosotros, plenamente santos, absolutamente santos. "Purifíquense de todas sus iniquidades, renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor".

La ley de santidad, que nos exige y que nos obliga a todos, se convierte en un imperativo al que nosotros no podemos renunciar. Pero seríamos bastante ingenuos si esta ley de santidad pretendiéramos vivirla alejados de lo que somos, de nuestra realidad concreta, de los elementos que nos constituyen, de las fibras más interiores de nuestro ser. Seríamos ingenuos si no nos atreviéramos a discernir en nuestra alma aquellas situaciones que pueden estar verdaderamente impidiendo una auténtica conversión. La conversión no es solamente ponerse ceniza, la conversión no es guardar abstinencia de carne, no es sólo hacer penitencias o dar limosnas. La conversión es una transformación absoluta del propio ser.

"Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud de la justicia, él mismo salva su vida si recapacita y se aparta de los delitos cometidos; ciertamente vivirá y no morirá".
Esta frase del profeta Ezequiel nos habla de la necesidad de llegar hasta los últimos rincones de nuestra personalidad en el camino de conversión. Nos habla de la importancia de que no quede nada de nosotros apartado de la exigencia de conversión. Y si nosotros quisiéramos preguntarnos cuál es el primer elemento que tenemos que atrevernos a purificar en nuestra vida, el elemento fundamental sin el cual nuestra existencia puede ver truncada su búsqueda de santidad, creo que tendríamos que entrar y atrevernos a examinar nuestros sentimientos.

¡Cuántas veces son nuestros sentimientos los que nos traicionan! ¡Cuántas veces es nuestra afectividad la que nos impide lograr una real conversión! ¡Cuántos de nosotros, en el camino de santidad, nos hemos visto obstaculizados por algo que sentimos escapársenos de nuestras manos, que sentimos írsenos de nuestra libertad, que son nuestros sentimientos! Los sentimientos, que son una riqueza que Dios pone en nuestra alma, se acaban convirtiendo en una cadena que nos atrapa, que nos impide razonar y reaccionar; nos impiden tomar decisiones y afirmarnos en el propósito de conversión. La penitencia de los sentimientos es el camino que nos tiene que acabar llevando en todas las Cuaresmas, más aún, en la Cuaresma continua que tiene que ser nuestra existencia, hacia el encuentro auténtico con Dios nuestro Señor.

Jesucristo, en el Evangelio, nos habla de la importancia que tiene el ser capaces de dominar nuestros sentimientos para poder lograr una auténtica conversión. La Antigua Ley hablaba de que el que mataba cometía pecado y era llevado ante el tribunal, pero Cristo no se conforma simplemente con esto; Cristo va más allá en lo que tiene que ir haciendo plena a la persona. Jesucristo nos invita, como parte de este camino de conversión, a la purificación de nuestros sentimientos, a la penitencia interior cuando nos dice: "Todo el que se enoje con su hermano, será llevado hasta el tribunal".

En cuántas ocasiones nosotros buscamos quién sabe qué mortificaciones raras y andamos pensando qué le podríamos ofrecer al Señor, y no nos damos cuenta de que llevamos una penitencia incorporada en nosotros mismos a través de nuestros sentimientos. No nos damos cuenta de que nuestros sentimientos se convierten en un campo en el que nuestra vida espiritual muchas veces naufraga.

¡Cuántas veces nuestros anhelos de perfección se han visto carcomidos por los sentimientos! ¡Cuántas veces el interés por los demás, porque los demás crezcan, por ayudar a los demás, se ha visto arruinado por los sentimientos! ¡Cuántas veces un deseo de una mayor entrega, un interés por decirle a Cristo «sí» con más profundidad, se ha visto totalmente apartado del camino por culpa de los sentimientos! No porque ellos sean malos, porque son un don de Dios, y como don de Dios, tenemos que hacerlos crecer y enriquecernos con ellos. Pero, tristemente, cuántas veces esos sentimientos nos traicionan. Nuestra conversión, para que sea verdadera, para que sea plena, tiene que aprender a pasar por el dominio de nuestros sentimientos. Y para lograrlo, la gracia tiene que llegar tan hondo a nuestro interior, que incluso nuestros sentimientos se vean transfigurados por ella.

¿Cuál es el camino para esto? El camino es el examen: "Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene una queja contra ti [...]". Entrar constantemente dentro de nosotros mismos y vigilar nuestra alma es el camino necesario, ineludible para poder llegar a vivir esta penitencia de los sentimientos. Es el camino del cual no podemos prescindir para tener bien dominada toda esa corriente que son los sentimientos, de manera que no perdamos nada de la riqueza que ella nos pueda aportar, pero tampoco nos dejemos arrastrar por la corriente, que a veces puede llevarnos lejos de Dios nuestro Señor.

Para entrar en nosotros es necesario que la memoria y el recuerdo se transformen como en un espejo en el cual nuestra alma está siendo examinada, percibida constantemente por nuestra conciencia, para ver hasta qué punto el sentimiento está enriqueciéndome o hasta qué punto está traicionándome. Hasta qué punto el sentimiento está dándome plenitud o hasta qué punto el sentimiento me está atando a mí mismo, a mi egoísmo, a mis pasiones, a mis conveniencias.

Vigilar, estar atentos, recordar, pero al mismo tiempo, es fundamental que el camino de conversión no simplemente pase por una vigilancia, que nos podría resultar obscura y represiva, sino es necesario, también, que el camino de conversión pase por un enriquecimiento. Si alguien tendría que tener unos sentimientos ricos, muy fecundos, ése tendría que ser un cristiano, tendría que ser un santo, porque solamente el santo -el auténtico cristiano- potencia toda su personalidad impulsado por la gracia, para que no haya nada de él que quede sin redimir, sin ser tocado por la Cruz de Cristo.

Cristo, cuando está hablando a los fariseos les dice: "Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán ustedes en el Reino de los Cielos". No podemos quedarnos con una justicia del «no harás», tenemos que buscar una justicia del «hacer», del llevar a plenitud, del enriquecimiento, que es parte de nuestra conversión. Y en este sentido, tenemos que estar constantemente preguntándonos si ya hemos enriquecido todos nuestros sentimientos: el cariño, el afecto, la ternura, la compasión, la sensibilidad; todos los sentimientos que nosotros podemos tener de justicia, de interés, de preocupación; todos los sentimientos que podemos tener de acercamiento a los demás, de percepción de las situaciones de los otros. ¿Hasta qué punto nos estamos enriqueciendo buscando cada día darle más cercanía a la gracia de Cristo?

Dice el salmo: Perdónanos Señor y viviremos. En estas tres palabras podríamos encerrar esta penitencia de los sentimientos. Que el Señor nos perdone, es decir, que nos purifique. Llegar a limpiar los sentimientos de todo egoísmo, de toda preocupación por nosotros mismos, de toda búsqueda interesada de nosotros. Pero no basta, hay que vivir de ese perdón; de esa purificación tiene que nacer la vida y tiene que nacer un enriquecimiento nuestro y de los demás.

El camino de conversión es difícil, exige una gran apertura del corazón, exige estar dispuestos, en todo momento, a cuestionarnos y a enriquecernos. Hagamos de la Cuaresma un camino de enriquecimiento, un camino de encuentro más profundo con Cristo, un camino en el que al final, la Cruz de Cristo haya tocado todos los resortes de nuestra personalidad.




P. Cipriano Sánchez LC

ORACIÓN A SAN GABRIEL DE LA DOLOROSA, 27 DE FEBRERO


SAN GABRIEL DE LA DOLOROSA, RELIGIOSO PASIONISTA, 27 DE FEBRERO


Gabriel de la Dolorosa, Santo
Religioso Pasionista, 27 de febrero
Fuente: Corazones.org




Acólito

Martirologio Romano: En Isola, del Abruzo, en Italia, san Gabriel de la Dolorosa (Francisco) Possenti, acólito, que, renunciando a la vanidad del mundo, todavía adolescente ingresó en la Congregación de la Pasión y en breve tiempo consumó su vida (1862).

Fecha de canonización: 13 de mayo de 1920 por el Papa Benedicto XV.

Breve Biografía
El 1 de marzo de 1838 nació en el pueblecito de Asís (Italia) un niño llamado Francisco que, como el famoso fundador de los franciscanos, llegó a ser santo. Era el undécimo de trece hermanos y quedó huérfano de madre a los cuatro años.

Francisco (que tomó mas tarde como nombre religioso Gabriel de la Dolorosa) tenía un "temperamento suave, jovial, insinuante, decidido y generoso, poseía también un corazón sensible y lleno de afectividad... Era de palabra fácil apropiada, inteligente, amena y llena de una gracia que sorprendía...".

De estatura más bien alta (medía 1,70 metros), tenía "buena voz, era ágil y bien formado".

Con su familia se trasladó a Spoleto donde, como el otro Francisco, era un líder de los jóvenes. Allí fue a la escuela de los hermanos de las Escuelas Cristianas, y al liceo clásico con los jesuitas. Le agradaba mucho el canto, y consiguió premios en poesía latina y en las veladas teatrales. Era un joven dinámico, con una gran pasión por su fe cristiana. En su habitación había colocado una escultura de la Piedad para su veneración íntima .

Cuando iba al teatro Meliso con su padre, muchas veces salía a escondidas para ir a rezar bajo el pórtico de la catedral, que estaba muy cerca; después regresaba antes de que concluyera la función para salir con los demás espectadores. Algunas veces usaba cilicio y se sabe que en una ocasión rechazó las proposiciones deshonestas de un libertino, amenazándole con una navaja.

Interviene la Virgen María
El 22 de agosto de 1856 estaba asistiendo a la procesión de la "Santa Icone", una imagen mariana venerada en Spoleto, cuando la Virgen María le habló al corazón para invitarle con apremio: "Tú no estás llamado a seguir en el mundo. ¿Qué haces, pues, en él? Entra en la vida religiosa" (Fuentes, p. 208). El 10 de septiembre de 1856 entró en el noviciado pasionista de Morrovalle (Macerata) y tomó el nombre religioso de Gabriel. Tenía solo 18 años. Su entrega fue con todo su corazón y en la vida religiosa encontró su felicidad: "La alegría y el gozo que disfruto dentro de estas paredes son indecibles" (Escritos, p. 185). Sus mayores amores eran Jesús Crucificado, la Eucaristía y la Virgen María.

Muerte
En el convento de Isola, cuando los primeros rayos del sol entraban por la ventana de su celda en la mañana del 27 de febrero de 1862, Gabriel, sumido en éxtasis de amor y rodeado por los religiosos que lloraban junto a su lecho, abandonó la tierra y fue al cielo, invitado por la Virgen María.

Treinta años más tarde, El 17 de octubre de 1892, se iniciaron lo trámites para inscribirlo entre los santos ya que la devoción de los fieles y los milagros que realizaba eran muchos.

Fue canonizado por Benedicto XV en 1920.
Declarado copatrón de la juventud católica Italiana, 1926. Es el Patrón principal de Abruzo en 1959.

Santa Gemma al leer la vida de San Gabriel de la Dolorosa quedó profundamente vinculada espiritualmente con él y este se le apareció en muchas ocasiones para guiarla y consolarla.

jueves, 26 de febrero de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: JUEVES 26 DE FEBRERO DEL 2015


Todo el que pide, recibe

Cuaresma y Semana Santa


Mateo 7, 7-12. Cuaresma. Tú sabes mejor que nadie lo que necesito. Conoces lo que me llevará a ser feliz y lo que me acercará a Ti. 



Por: César Fernández | Fuente: Catholic.net




Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 7-12
En aquel tiempo dijo Jesús: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! «Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos esta es la Ley y los Profetas».

Oración introductoria
Dios mío, hazme comprender que Tú me escuchas siempre, que vas a mi lado y estás dispuesto a ayudarme en cualquier momento. Que nunca olvide cuanto me amas. Gracias por escucharme en cada momento, hazme consciente de la eficacia de la oración en mi vida, y que no olvide que siempre me escuchas.

Petición
Señor, enséñame a pedir lo que necesito para acercarme más a Ti.

Meditación del Papa Francisco
Jesús da un paso adelante y habla del Padre: '¿Qué padre entre vosotros, si un hijo le pide un pez, la dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?... 'Si vosotros que sois malos sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo!'. Por tanto no sólo el amigo que nos acompaña en el camino de la vida nos ayuda y nos da lo que nosotros pedimos: también el Padre del cielo que nos ama tanto y del cual Jesús ha dicho que se preocupa por dar de comer a los pájaros del campo. Jesús quiere despertar la confianza en la oración y dice:Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá. Porque quien pide recibe, quien busca encuentra, y a quien llama se le abre. Esta es la oración: pedir, buscar cómo llamar al corazón de Dios. Y el Padre dará el Espíritu Santo al que se lo pide.
Este es el don, este es el 'extra' de Dios. Dios nunca te da un regalo, una cosa que le pides así, sin envolverlo bien, sin algo más que lo haga más bonito. Y lo que el Señor, el Padre nos da 'aún más' es el Espíritu: el verdadero don del Padre es aquel que la oración no osa esperar. Yo pido esta gracia; pido esto, llama y rezo mucho... Solamente espero que me dé esto. Y Él que es Padre, me da eso y más: el don, el Espíritu Santo. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 9 de octubre de 2014, en Santa Marta).
Reflexión 
La eficacia de la oración no radica en la cantidad de peticiones que hacemos, sino que se concentra en la confianza en Dios. Podemos pedir mucho, pero no pedir lo que verdaderamente necesitamos. Dios nos concede aquellas gracias que necesitamos y que nos llevarán a ser felices, pero depende de nosotros el aceptarlas confiados en la gracia divina. Dios como Padre amoroso nunca nos dará algo que nos hará daño, buscará los medios para acercarnos a Él, para hacernos felices.

Propósito
Hoy elevaré una oración a Dios, encomendando la intención de aquella persona con la que trabajo o convivo la mayor parte del día.

Diálogo con Cristo
Jesús, muchas gracias por escucharme. Porque no me impides llamarte en cualquier momento y siempre estás atento a mis necesidades. Tú sabes mejor que nadie lo que necesito en este día. Conoces lo que me llevará a ser feliz y lo que me acercará a Ti. Concédeme que en este día pueda pedir no lo que me conviene, sino lo que más necesito y dame la gracia de hacerlo con una confianza total en ti.

“Cuando un hombre ora, se coloca ante Dios, ante un Tú, un Tú divino, y comprende al mismo tiempo la íntima verdad de su propio yo: Tú divino, yo humano, ser personal creado a imagen de Dios". Juan Pablo II


Preguntas o comentarios al autor  César Fernández

CUANDO DIOS LLAMÓ A MI PUERTA



CUANDO DIOS LLAMÓ A MI PUERTA



Cuando yo era niño, llamó Dios a la puerta de mi corazón. En aquella temprana etapa vivía tan absorto en los juegos de la infancia que no presté atención a sus palabras lejanas. 

Años después volvió Dios a visitarme. Esta vez golpeó con la fuerza de sus nudillos la puerta de mi corazón. Aún recuerdo su voz, pero me asediaban los problemas de la juventud: mi primer amor, los estudios y el ejercicio de diversas cualidades destacables. También en la madurez vino Dios, pero me resultaba imposible escuchar; no encontraba el momento oportuno para responder a su llamada. 

Poco antes de morir, estando sumido en las preocupaciones sobre la inminencia del más allá, abrí la rendija de mi puerta para buscar respuestas ante tanta incertidumbre. Me quedé estupefacto: un hombre de cabellos blancos como la nieve y ojos refulgentes permanecía sentado junto a mi endeble corazón. Me acerqué a él y le pregunté qué deseaba. "Yo soy Dios", me dijo. "Llevo aquí sentado durante toda tu vida para traerte un mensaje de felicidad". Entonces, mis manos acogieron una misión maravillosa que pude disfrutar sólo unos momentos antes de morir.
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