viernes, 18 de abril de 2014

HABLA EL SILENCIO - VIERNES SANTO


HABLA EL SILENCIO

Habla el silencio y cesan las melodías. Y no porque estemos de luto sino porque necesitamos un espacio para la reflexión y la contemplación del drama de Cristo: ha muerto por nosotros en una cruz. 

Como Judas, miramos desde lejos al Señor. ¡Te he vendido, mi Señor ¡ Sin darme cuenta o siendo consciente de ello te empujé a subir a la cruz con mi cobardía o mi afán de oportunidades. 
Sí, mi Señor. Somos como ese apóstol que, teniendo a Dios delante de sus ojos, pudo más su apego al ruido del dinero, su servicio al poder que su fidelidad al que tanto había compartido contigo. Déjanos, Señor, ver tu cruz por lo menos  desde lejos. También nosotros, en estas horas de generosidad y de entrega, sentimos que te olvidamos frecuentemente. Que el precio por el que te cambiamos es a veces  mucho menor que aquel por el cual te traicionó el apóstol ingrato.

Como Pedro, necesitamos querer tu cruz. Porque, como Pedro, también constantemente te negamos. Porque no queremos ver la cruz en el horizonte de nuestra vida. Porque, incluso como Pedro  en el Tabor, quisiéramos una vida sin lucha, sin sufrimiento. Un Dios que se desentendiera de los padecimientos de la humanidad.
Hoy, Señor, al contemplar tu cruz en este Viernes Santo….vemos que no hay tres negaciones escritas en sus dos maderos. Que, en ellos,  se encuentran cinceladas y  a millones las contradicciones de nuestra vida cristiana, nuestra tibieza a la hora de dar nuestra cara por ti, nuestro arrojo con las cosas del mundo y nuestra timidez para con las cosas de tu Reino. ¿Nos dejas contemplar como Pedro, desde lejos Señor, tu Santa Cruz?

Como Juan, permítenos estar debajo de tu cruz. Porque, también como Juan, necesitamos recostar nuestra cabeza ya no en tu pecho sino sentir la sangre que baja con fuerza por su madero. Como Juan, oh Jesús, también pretendemos el cielo (un puesto a tu derecha o a tu izquierda) sin mayor esfuerzo que una petición como contraprestación a nuestra amistad contigo. 

Sí, Señor. Déjanos como Juan, tu preferido, recibir al pie de la cruz –además del regalo que nos aguarda en la mañana de Pascua- a esa Madre que nos invita a estar firmes y en guardia hasta el día en que tú, de nuevo regreses para llevarnos contigo, para darnos nueva vida, para resucitarnos a una vida gloriosa y resucitada.

Como a María, admítenos por lo menos unos minutos para ser testigos de tanta pasión y de tanto desgarro. Porque, como María, también quisiéramos ser centinelas de tu amor que, en la cruz, lejos de morir se convertirá en semilla de eternidad para todos nosotros. Déjanos, oh Cristo, al pie de la cruz formar parte de la incipiente Iglesia, ser hijos de María y recibirla como Madre que permanece fiel, silenciosa fuerte y solidaria para acompañarnos en las noches oscuras del alma.


Javier Leóz

PASIÓN Y MUERTE DE JESUCRISTO - VIERNES SANTO



Pasión y muerte de Jesucristo


El Viernes Santo es el día de pasión y muerte del Señor y del ayuno pascual como signo exterior de nuestra participación en su sacrificio.Este día no hay celebración eucarística, pero tenemos la acción litúrgico después de medio día para conmemorar la pasión y la muerte de Cristo. Cristo nos aparece como el Siervo de Dios anunciado por los profetas, el Cordero que se sacrifica por la salvación de todos.

La cruz es el elemento que domina toda la celebración iluminada por la luz de la resurrección, nos aparece como trono de gloria e instrumento de victoria; por esto es presentada a la adoración de los fieles.
El Viernes Santo no es día de llanto ni de luto, sino de amorosa y gozosa contemplación del sacrificio redentor del que brotó la salvación. Cristo no es un vencido sino un vencedor, un sacerdote que consuma su ofrenda, que libera y reconcilia, por eso nuestra alegría.



Meditación del Viernes Santo
Jesucristo, que viendo tu ejemplo de dinamismo, entusiasmo y deseos de cambiar el mundo, no me quede con los brazos cruzados, sino que siga tu ejemplo y me lance con intrepidez a hacerte reinar en los corazones de mis hermanos los hombres.

Puntos a Meditar:

1. Cristo, hombre posesionado por la misión
Cristo se presenta como un hombre entregado a la realización del plan del Padre: salvar al hombre. Toda su vida está polarizada en torno a la misión. En el campo de las relaciones humanas todo lleva una intencionalidad, no hay lugar en Él para una amistad neutra, sabe orientar todo hacia el anuncio del Reino de Dios. Así, cuando algunos discípulos de Juan Bautista quieren saber quien es Él, que hace, donde vive, les invita a acompañarle; después de la conversación, éstos jóvenes inquietos han sido ganados para la causa del Reino. Cuando entabla conversación con la mujer de Samaria (Jn 4, 4 ss) como sabe llegar con finura psicológica y con habilidad pedagógica hacia una realidad trascendente, hacia el terreno de su misterio personal y de su misión.

2. El alimento de Cristo
Necesitamos, como Cristo, no tener otro alimento que la voluntad del Padre. Alimentar nuestra psicología, criteriología, nuestro mundo afectivo y sentimental, nuestra voluntad con la riqueza, el esplendor y la enjundia del Plan de Dios.

A Cristo todas las realidades materiales le hablan de Dios, todo es oportunidad para anunciar el mensaje de Dios...

3. Cristo un hombre dinámico
En toda la vida de Cristo, en su persona y en su psicología, una fuerte tensión: no es un tipo apático, amorfo, flemático, comodón, instalado, sino un hombre que mira hacia el horizonte del mundo, escruta los signos de los tiempos, lucha y se esfuerza con ímpetu por llevar al cabo la tarea encomendada. Es un hombre dinámico, impaciente, si podemos hablar así, por la misión : " Yo he venido a echar fuego sobre la tierra. ¿ Y qué he de querer sino que encienda?" Tengo que recibir un bautismo, ¡ y como me consumo hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer la paz a la tierra? No he venido a traer la paz, sino la espada." (Lc 12, 49-51).

Citas bíblicas
Is 52, 13-15; 53,12;
Sal 30, 2.6.12-13.15-17.25;
Heb 4,14-16;5,7-9;
Jn 18, 1-19,42.

¿QUÉ ES LA SÁBANA SANTA?



Autor: Luis Sánchez Alcántara | Fuente: Discurso de SS Juan Pablo II frente a la Síndone. 
¿Qué es la Sábana Santa?
¿Es cierto que la Sábana cubrió el cuerpo de Jesús? ¿Es científicamente demostrable? ¿Cómo llegó a manos de la Santa Sede? ¿Debemos creer en ella? ¿Qué pasa con la prueba del carbono 14?...



El domingo 24 de mayo de 1998, S.S. Juan Pablo II fue a la catedral de Turín, para venerar La Sábana Santa. Anteriormente lo que había hecho en septiembre de 1978, siendo cardenal, y en 1980 durante su visita pastoral en Turín. Pero en 1998 (en el periodo de la Exposición Pública de la Sábana Santa), el Papa pronunció un discurso muy importante sobre esta reliquia, del cual extractamos algunos párrafos. 



Amadísimos hermanos y hermanas: 

1.-...A la luz de la presencia de Cristo en medio de nosotros, me he arrodillado ante La Sábana Santa, el preciosos lienzo que nos puede ayudar a comprender mejor el misterio del amor que nos tiene el Hijo de Dios”.

“Ante la Sábana Santa, imagen intensa y conmovedora de un dolor indescriptible, deseo dar gracias al Señor por este don singular, que pide al creyente atención amorosa y disponibilidad plena al seguimiento del Señor”.

2.- “ La Sábana Santa es un reto a la inteligencia... La fascinación misteriosa que ejerce La Sábana Santa impulsa a formular preguntas sobre la relación entre ese lienzo sagrado y los hechos de la historia de Jesús. Dado que no se trata de una materia de Fe, la Iglesia no tiene competencia específica para pronunciarse sobre estas cuestiones. Encomienda a los científicos la tarea de continuar investigando para encontrar respuestas adecuadas a los interrogantes relacionados con este lienzo que, según la tradición, envolvió el cuerpo de nuestro Redentor cuando fue bajado de la cruz”.

3.- Para el creyente cuenta sobre todo el hecho de que La Sábana Santa es espejo del Evangelio. En efecto, si se reflexiona sobre este lienzo sagrado, no se puede prescindir de la consideración de que la imagen presente en él tiene una relación profunda como cuanto narran los evangelios sobre la pasión y muerte de Jesús, que todo hombre sensible se siente interiormente impresionado y conmovido al contemplarlo”.

4.- “En la Sábana Santa se refleja la imagen del sufrimiento humano...”

5.- “La Sábana Santa es también imagen del amor de Dios, así como del pecado del hombre. Invita a redescubrir la causa última de la MUERTE REDENTORA DE JESÚS... Ante ella, los creyentes no pueden menos de exclamar con toda verdad: “Señor, ¡no podías amarme más!” y darse cuenta en seguida de que el pecado es el responsable de ese sufrimiento: los pecados de todo ser humano”. 

6.- “La Sábana Santa es también imagen de impotencia...

A todos desconcierta el pensamiento de que ni siquiera el Hijo de Dios resistió la fuerza de la muerte; pero a todos nos conmueve el pensamiento que participó de tal modo en nuestra condición humana, que quiso someterse a la impotencia total del momento en que se apaga la vida... La Fe, al recordarnos la victoria de Cristo, nos comunica la certeza de que el sepulcro no es el fin último de la existencia. Dios nos llama a la resurrección y a la vida inmortal”.

7.-La Sábana Santa es imagen del silencio... Nuestro tiempo necesita redescubrir la fecundidad del silencio, para superar la disipación de los sonidos, de las imágenes y de la palabrería, que muy a menudo impiden escuchar la voz de Dios”. 

8.- “...La Sábana Santa nos presenta a Jesús en el momento de su máxima impotencia, y nos recuerda que en la anulación de esa muerte está la salvación del mundo entero. La sábana Santa se convierte, así, en una invitación a vivir cada experiencia, incluso la del sufrimiento y la suprema impotencia, con la actitud de quien cree que el amor misericordioso de Dios vence toda la pobreza, todo condicionamiento y toda tentación de desesperación”. 

LA CRUCIFIXIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


Autor: P. Alfonso Pedroza LC | Fuente: Catholic.net
La Crucifixión: Inclinando la cabeza, entregó el Espíritu
Señor. ahora puedes morir en paz. Todo está consumado. Sí: todo lo has cumplido. Has cumplido de sobra tu misión...

La Crucificción: Inclinando la cabeza, entregó el Espíritu
Tres condenados a muerte. Parecería que han recibido el mismo trato, pero no. A ti, Jesús, te rompieron las espaldas, te las araron a fuerza de latigazos. Los ejecutores se cansaron de golpearte inmisericordemente, hasta verte desmayar sobre la pequeña columna, retorciéndote de dolor. 

Luego vino la borrachera de risotadas y burlas, en catarata, al hacer de ti el centro del juego llamado "basileos": eras el rey de sornas, te vistieron con una clámide roja, te buscaron un cetro de caña y te coronaron -¡ingeniosa iniciativa!- con un casquete de espinas, que a base de presionarlo con sus guanteletes de hierro, terminaron por clavártelo completamente en tu cabeza bendita. Y nuevos, abundantes hilillos de sangre descendieron por tu rostro. Eran espinas muy pronunciadas, no muchas. La cohorte desfila burlonamente ante tu persona deshecha. Se arrodillan ante ti, saludándote con un “¡salve, rey de los judíos!”, y se despiden con un gesto obsceno, una risotada, tirando de tu barba sanguinolenta o escupiendo sobre tu rostro. Quizá, en el colmo de la humillación, alguno tuvo la desfachatez de orinar encima de ti... para que supieras que no eras nadie para ellos, aunque lo eras todo para la creación entera. 

Paso seguido te llevan ante Pilato y éste se queda petrificado, al ver cómo en poco tiempo habías envejecido, y cómo te habían quitado tanto de esa dignidad regia que te envolvía. “Ecce homo”, o lo queda de él. Aquí está el hombre, para que terminemos con él. Aquí está el hombre, el auténtico, el genuino, el más bello hijo de Adán. Aquí está Jesús de Nazareth, nuestro redentor, revelándonos el valor infinito de cada persona al soportar este cúmulo de humillaciones. Sólo él “revela el misterio del hombre al hombre mismo”. 
Tres son los sentenciados. Cada uno debe cargar sobre sus espaldas el travesaño horizontal hasta el montículo de la calavera. Unidos el uno al otro por cuerdas, comparten una misma condena, mismos sufrimientos, pero por razones diametralmente opuestas, y con resultados absolutamente diversos y contradictorios: uno de ellos se robará esa misma tarde la gloria del cielo; mientras que el tercero no dará, al menos externamente, signos de arrepentimiento, sino de odio y de desprecio. 

A ese cuerpo ya no lo llevas, lo arrastras, y cuando te vence la debilidad, te recibe secamente el suelo polvoriento. Tu rostro se impacta contra las piedrecillas. La sangre y el sudor se vuelven lodo. Has perdido la conciencia más de una vez. La muerte empieza a rondar. Te levantas para llegar hasta la meta, para cumplir tu misión, para no dejar de amar hasta la última brizna de vida. Pero estás tan débil y tu mirada tan perdida, que uno de los soldados debe echar mano de un transeúnte, un cierto Simón de Cirene, para que te ayude a llevar el travesaño hasta los pies del Calvario.

Es un camino cargado de gritos, burlas, improperios, llanto, reclamos de piedad, insultos, obscenidades. 
“¡Padre, llegó la hora!” La hora de las tinieblas, que en la cruz será la hora del amor supremo, y a base de humildad, trocarás el Via-crucis en Via-lucis. Desde ella, desde ese patíbulo de ignominia todo dolor humano quedará injertado en el tuyo, preñado de eternidad y roto desde dentro su sinsentido y toda desesperación. 
Observas cómo preparan el travesaño horizontal para hacerlo empalmar posterior-mente con el vertical que ya ha sido sólidamente erigido en la cumbre de aquel montículo. 

Te quitan la ropa, tu túnica bañada en sangre, casi seca. Te la arrancan abriéndote nuevamente tantas heridas a punto de cerrar. Duele demasiado, como si te desollaran de espaldas y pecho. 
Te hacen recostar, abriendo los brazos sobre el madero. Tus manos benditas, que siempre compartieron todo y que no dejaron de bendecir a tu alrededor, ahora quedan atrapadas por dos inmensos clavos que perforan tus muñecas, una después de la otra, creando un dolor de tal magnitud que te hace convulsionar de pies a cabeza. Es un horrendo calambre que recorre tus brazos, como una descarga que llega a la columna, inmisericorde, y que no te abandonará sino hasta el mismo momento de tu muerte. 

Con gran agilidad te levantan, elevan el travesaño hasta hacerlo empotrar en el palo vertical. Lo aseguran y, entonces, realizan la misma maniobra sobre tus pies: los fijarán al madero con otro clavo, un pie sobre el otro. Tus pies, que sólo trajeron verdad y belleza, la buenas nuevas del Reino, la alegría del amor del Padre, ahora están inmóviles, atravesados por ese clavo, para siempre. 

No hubo cuerdas de apoyo para tus brazos, no había estribo como asiento ni como apoyo para tus pies. Los tres criminales quedaron literalmente pendientes de sus carnes vivas. El tormento romano fue inventado y desarrollado para infligir a los condenados un dolor atroz que hacía bisagra sobre su aguante físico: en la medida en que se podían apoyar sobre sus heridas vivas para levantar el cuerpo podían respirar; al cansarse, se abandonaban, creando una desesperante sensación de ahogo. La posición del crucificado buscaba la muerte por asfixia. Era, por tanto, doblemente macabro, ingenioso, sádico… ¡y allí colgaba el hijo de Dios! 
El diablo se debió sentir profundamente satisfecho. Había logrado dirigir todas las baterías, todas las pasiones humanas contra el Mesías y lo tenía indefenso y moribundo sobre una cruz. 

Ahora tu cuerpo se retuerce y gime, anhelando un poco de oxígeno. Sientes estallar los pulmones, y, con enorme esfuerzo, logras algunas bocanadas de aire irguiéndote sobre tus carnes, sobre tus heridas abiertas. Respiras a precio de infinito dolor. 

Tres horas pendiendo de la cruz, hasta compartir la angustia de los condenados. No “sientes” la presencia del Padre, como si se te hubiese escondido su rostro: “Eloí, Eloí, lamá sabactaní”. Hasta allá bajaste, hasta los límites del abandono y de la desesperación, para desde allá rescatar al hombre, rescatarme a mí de las garras del infierno, de mis más íntimos miedos, de mis más ocultos complejos. Este es el precio de mi salvación, de mi rescate. ¡Demasiado alto para jugar con él! ¡Demasiado amor para continuar jugando con ello! 
Y todo esto por mí, en lugar mío, para mí. Para demostrarme –con hechos- cuánto me quieres, cuánto valgo ante tus ojos y cuánto esperas de mí, Señor. 
Cuando así me has amado, la única pregunta válida es ésta: ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Qué quieres de mí, Señor? ¡Aquí me tienes! Cuenta conmigo para lo que quieras. Te lo mereces. En verdad, algo menos de esto sería absurdo, vil tacañería, desesperante ceguera. 
Ojalá que al contemplar tu cuerpo fláccido y desgarrado a jirones, tus manos retorcidas, tus pies amoratados, tu rostro deformado, tu sangre que no cesa de escapar desde todos tus poros y ha encharcado la base de tu cruz, yo no pueda contener el grito que escapó del pecho de S. Pablo: “la vida al presente la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí”. 

Sí, Señor. Ahora puedes terminar de morir en paz. Todo está consumado. 
Sí: todo lo has cumplido. Has cumplido de sobra tu misión… “los amó hasta el extremo”. 

E inclinando la cabeza, entregó el Espíritu. 

LA VISITA DE LAS SIETE CASAS


PASIÓN VOLUNTARIA DE CRISTO


ORACIÓN A LA SANGRE DE CRISTO


ORACIÓN A JESÚS NAZARENO


MEDITACIÓN Y IMÁGENES DEL VIERNES SANTO





























EL EVANGELIO DE HOY: VIERNES 18 DE ABRIL DEL 2014

Autor: José Cisneros | Fuente: Catholic.net
Prisión de Jesús
Juan 18, 1-19, 42. Viernes Santo. Pidamos la gracia de recordar los dolores de Cristo crucificado.
 
Prisión de Jesús
Del santo Evangelio según san Juan 18, 1-19, 42

Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas. Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?» Le contestaron: «A Jesús el Nazareno.» Díceles: «Yo soy.» Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?» Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.» Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?» Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suero de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año. Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo. Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro. La muchacha portera dice a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?» Dice él: «No lo soy.» Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina

Oración introductoria

¡Ven Espíritu Santo! Me concedes este día para poder acompañar a Cristo en su pasión. No quiero evadir ni olvidar toda la crueldad y maldad que vives por causa de mis pecados. Que esta oración sea el inicio de un día en donde no te escatime tiempo ni esfuerzo para saber contemplarte en tu pasión y muerte.

Petición

Señor, ayúdame a vivir un ayuno gozoso al saber renunciar a todo lo que no sea tu santa voluntad.

Meditación del Papa Francisco

La Cruz invita también a dejarnos contagiar por este amor, nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra, un gesto. La Cruz nos invita a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de ellos y tenderles la mano. Muchos rostros, lo hemos visto en el Viacrucis, muchos rostros acompañaron a Jesús en el camino al Calvario: Pilato, el Cireneo, María, las mujeres... Yo te pregunto hoy a ti: ¿Cómo quien quieres ser. Quieres ser como Pilato, que no tiene la valentía de ir a contracorriente, para salvar la vida de Jesús y se lava las manos? Decidme: Ustedes son de los que se lavan las manos, se hacen los distraídos y miran para otro lado, o son como el Cireneo, que ayuda a Jesús a llevar aquel madero pesado, como María y las otras mujeres, que no tienen miedo de acompañar a Jesús hasta el final, con amor, con ternura. Y ustedes, ¿cómo cuál de ellos quieres ser? ¿Cómo Pilato, como el Cireneo, como María? Jesús te está mirando ahora y te dice: ¿me quieres ayudar a llevar la Cruz? Hermano y hermana, con toda tu fuerza de joven ¿qué le contestas?. (S.S. Francisco, 27 de julio de 2013). 

Reflexión

La vida del cristiano es un "via crucis" si se acepta la invitación de Jesús de llevar la propia cruz detrás de Él cada día.

Podemos ser condenados al desprecio, podemos sentir el silencio que hiere y condena nuestra fidelidad cristiana. En nuestro "via crucis" hay también momentos de caída, de fragilidad y de cansancio, pero también nosotros tenemos una Madre (María) que nos acompaña en nuestro caminar como a Jesús.

El camino de la cruz de Cristo y el nuestro son unas vías de salvación y de apostolado, porque hemos sido invitados a colaborar en la salvación de nuestros hermanos. Todos los cristianos somos responsables del destino eterno de quienes nos rodean. Cristo nos enseña con la cruz a salir de nosotros mismos, y a dar así un sentido apostólico a nuestra vida.

Cuando contemplemos el crucifijo, cuando veamos la figura sufriente de Cristo en la cruz, pidamos la gracia de recordar que los dolores de Cristo crucificado son fruto del pecado. Evitemos, y pidamos la fortaleza a Dios para ello, cada una de las ocasiones de pecado que se nos presenten en nuestras vidas.

Propósito

Rezar, preferentemente en familia, un vía crucis.

Diálogo con Cristo

Señor Jesús, el ambiente me invita a rehuir todo lo que implique sacrificio, dolor, renuncia. Con tu pasión y muerte me invitas a lo contrario: a recorrer el camino áspero y estrecho de la cruz. Y la verdad es que sé que quiero colaborar en la obra de la salvación, pero sin sufrir, sin renunciar a «mis» haberes. Pero también sé que Tú te las ingenias para darme la sabiduría y la fuerza para renunciar, aunque me cueste, a todo eso que me aparta de Ti. Así, día a día, mi desprendimiento será mayor, aunque no me guste el sacrificio, si vivo la espiritualidad de cruz y de abnegación, por amor, que me propone tu Iglesia 

SER FELIZ

jueves, 17 de abril de 2014

EL SANTO GRIAL



El Santo Grial
Autor: Luz Posada | Fuente: ForumLibertas.com 
Nuevas pruebas de autenticidad de la reliquia que se conserva en Valencia, España

 


La reliquia del Santo Cáliz de la Última Cena, según la tradición e investigaciones, es probablemente el mismo que utilizó Jesús durante la Última Cena

Que el cáliz que se venera en la Catedral de Valencia como el Santo Grial es la copa que utilizó Jesucristo en la Última Cena puede creerse o no. Pero esta reliquia es venerada cada año por miles de fieles, los últimos Papas han querido celebrar Misa con ella en sus visitas a la ciudad, y las réplicas del Santo Cáliz que el arzobispo de Valencia está entregando a diversas personas y entidades están contribuyendo a la difusión de la piedad eucarística y a la creación de cofradías.

Con el objetivo de añadir rigor científico a los estudios, análisis y documentos y a la fuerza de la tradición que señalan la autenticidad de la reliquia, diversos arqueólogos, historiadores, teólogos y expertos en arte, física y otras disciplinas han celebrado, en Valencia del 7 al 9 de noviembre, el 1º Congreso Internacional sobre el Santo Cáliz, titulado ‘Valencia, la ciudad del Santo Grial’.

El simposio ha contado con la presidencia de honor del rey Don Juan Carlos, ha sido organizado por el Arzobispado de Valencia, el Cabildo Metropolitano de la Catedral, la Universidad Católica, el Centro Español de Sindonología, la Real Hermandad y la Cofradía del Santo Cáliz. Además, han colaborado en la organización la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén y la Fundación COSO.

Los ponentes han coincidido en señalar que el Santo Cáliz que permanece en Valencia desde el siglo XV es único y científicamente no se le puede reprochar ningún argumento que niegue su autenticidad. Por eso, han instado a las autoridades a promover que la Unesco declare la reliquia Patrimonio de la Humanidad y han propuesto nuevas investigaciones de todas las piezas que componen el Santo Grial.


La copa superior es la que utilizaría Jesucristo

Los expertos también han coincidido en destacar la vigencia del importante análisis realizado hace 50 años por el catedrático de Arqueología de la Universidad de Zaragoza Antonio Beltrán, que concluyó que la copa superior del actual Santo Cáliz bien pudo estar en la mesa de la Santa Cena y ser la que Jesucristo utilizó para beber, para consagrar o para ambas cosas.

Se trata de una copa labrada, entre los siglos II y I a.C en un taller oriental de Egipto, de Siria o de la propia Palestina, con forma semiesférica, de piedra ágata cornalina oriental, que mide 9,5 cm de diámetro medio en la boca y 5,5 cm de profundidad por el interior, toda lisa sin ningún adorno, excepto una línea de corte redondeado paralela al borde.

A esta copa se añadió en la Edad Media el pie, formado por un vaso ovalado e invertido y la vara con su nudo, de oro, que sirve para unir las dos partes.

Todavía no se puede aplicar ninguna técnica científica tipo la del carbono-14 al Santo Cáliz, pero se cree que la copa ha sido utilizada por los primeros Papas, después por el abad del monasterio de San Juan de la Peña y por los arzobispos de Valencia, el día de la fiesta del Santo Cáliz. Además, ha sido muy valorada por miembros de la realeza (especialmente los reyes de la Corona de Aragón) y ahora por diversos historiadores y escritores de varios países.


Unos frescos medievales únicos en el mundo, nueva prueba

Entre las nuevas pruebas de la autenticidad de la reliquia presentadas durante el Congreso se encuentran unos frescos medievales de la Virgen con el Santo Grial, "únicos por su iconografía", encontrados en iglesias pirenaicas que "podrían tener relación con la estancia del Santo Cáliz en aquellas tierras", según el profesor de Historia del Arte Vicent Zuriaga.

Se trata de frescos románicos, la mayoría del siglo XII, que se encuentran en iglesias y monasterios situados en las localidades ilerdenses de Sant Climent de Taüll, Ginestarre y Burgal y la de Sant Romà de Les Bons, en Andorra. Representan a la Virgen sosteniendo un "cáliz llameante, lo que nos lleva a pensar que es el Santo Grial".

"Si no conseguimos encontrar este tipo iconográfico en ninguna otra zona del mundo, como de momento sucede, interpreto como hipótesis de trabajo que los artistas que representaron estas obras recogieron o bien la tradición que subyace en las leyendas medievales griálicas, o bien toman la referencia de un objeto concreto y próximo", señaló Zuriaga.

Otro ponente, el experto en heráldica José Luis Sampedro, ha afirmado en el Congreso que la única reliquia del mundo "que puede ser el auténtico grial que utilizó Jesús en la Última Cena es el Santo Cáliz" que se venera en la Catedral de Valencia y ha afirmado que el resto de reliquias que "pretenden presentarse como la copa que empleó Jesús carecen de credibilidad, porque no tienen apoyo documental de ninguna fuente mínimamente rigurosa".

Entre otras copas "u objetos similares que pretenden ser el Santo Grial y es evidente que no lo son", citó el Cáliz de Antioquía, que se encuentra en el Metropitan Museum de Nueva York, el Sacro Cátino de Génova, el Santo Cáliz de Cebreiro (Pontevedra) y "una patena que se conserva en el Palacio Imperial de Viena".


¿Cómo llegó el Santo Grial a Valencia?

En el periplo del Santo Grial desde Tierra Santa hasta Valencia, se realizaron algunos documentos de cesión o intercambio que se han conservado hasta hoy y constituyen también pruebas de la autenticidad de la reliquia.

Después de la última Cena, la importancia que los primeros cristianos otorgaban a la liturgia permitió guardar con celo la reliquia, que fue llevada a Roma por el primer Papa, San Pedro. Allí la conservaron los Papas hasta San Sixto II, quien, para salvarla de la persecución del emperador Valeriano y de la amenaza de los bárbaros, la entregó a su diácono San Lorenzo, oriundo de España, que la envió a tierras de Huesca, en el siglo III.

Durante la invasión musulmana, la copa de la Cena fue ocultada en el Pirineo. Los cristianos de Huesca huyeron con ella a las montañas del norte en el año 712. Primero estuvo en las cuevas de Yebra y después encontró refugio en monasterios, el último de ellos, el de San Juan de la Peña.

En el año 1399, su prior entregó la reliquia al Rey de Aragón Martín el Humano, que la tuvo en el palacio real de la Alfajería de Zaragoza. En 1424, su sucesor Alfonso V el Magnánimo llevó el relicario real al palacio de Valencia y lo entregó, en 1437, a la Catedral, donde hoy se venera.

JUEVES SANTO EN QUE CRISTO INSTITUYÓ EL SACRAMENTO DEL A EUCARISTÍA

Jueves en que Cristo instituyó el sacramento de la Eucaristía, también conocido como la Última Cena.




El Jueves Santo se celebra: 
- La Última Cena,
- El Lavatorio de los pies,
- La institución de la Eucaristía y del Sacerdocio
- La oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní.


En la mañana de este día, en todas las catedrales de cada diócesis, el obispo reúne a los sacerdotes en torno al altar y, en una Misa solemne, se consagran los Santos Óleos que se usan en los Sacramentos del Bautismo, Confirmación, Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos.

En la Misa vespertina, antes del ofertorio, el sacerdote celebrante toma una toalla y una bandeja con agua y lava los pies de doce varones, recordando el mismo gesto de Jesús con sus apóstoles en la Última Cena.


a) Lecturas bíblicas: 
Libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14; Primera carta del apóstol San Pablo a los corintios 11, 23-26; Evangelio según San Juan 13, 1-15.

b) La Eucaristía 
Este es el día en que se instituyó la Eucaristía, el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino. Cristo tuvo la Última Cena con sus apóstoles y por el gran amor que nos tiene, se quedó con nosotros en la Eucaristía, para guiarnos en el camino de la salvación. 

Todos estamos invitados a celebrar la cena instituida por Jesús. Esta noche santa, Cristo nos deja su Cuerpo y su Sangre. Revivamos este gran don y comprometámonos a servir a nuestros hermanos. 

c) El lavatorio de los pies
Jesús en este pasaje del Evangelio nos enseña a servir con humildad y de corazón a los demás. Este es el mejor camino para seguir a Jesús y para demostrarle nuestra fe en Él. Recordar que esta no es la única vez que Jesús nos habla acerca del servicio. Debemos procurar esta virtud para nuestra vida de todos los días. Vivir como servidores unos de otros.

d) La noche en el huerto de los Olivos
Lectura del Evangelio según San Marcos 14, 32-42.: 

Reflexionemos con Jesús en lo que sentía en estos momentos: su miedo, la angustia ante la muerte, la tristeza por ser traicionado, su soledad, su compromiso por cumplir la voluntad de Dios, su obediencia a Dios Padre y su confianza en Él. Las virtudes que nos enseña Jesús este día, entre otras, son la obediencia, la generosidad y la humildad.


Los monumentos y la visita de las siete iglesias 
Se acostumbra, después de la Misa vespertina, hacer un monumento para resaltar la Eucaristía y exponerla de una manera solemne para la adoración de los fieles. 

La Iglesia pide dedicar un momento de adoración y de agradecimiento a Jesús, un acompañar a Jesús en la oración del huerto. Es por esta razón que las Iglesias preparan sus monumentos. Este es un día solemne.

En la visita de las siete iglesias o siete templos, se acostumbra llevar a cabo una breve oración en la que se dan gracias al Señor por todo su amor al quedarse con nosotros. Esto se hace en siete templos diferentes y simboliza el ir y venir de Jesús en la noche de la traición. Es a lo que refieren cuando dicen “traerte de Herodes a Pilatos”. 


La cena de pascua en tiempos de Jesús
Hace miles de años, los judíos vivían en la tierra de Canaán, pero sobrevino una gran carestía y tuvieron que mudarse a vivir a Egipto, donde el faraón les regaló unas tierras fértiles donde pudieran vivir, gracias a la influencia de un judío llamado José, conocido como El soñador.

Después de muchos años, los israelitas se multiplicaron muchísimo en Egipto y el faraón tuvo miedo de que se rebelaran contra su reino. Ordenó matar a todos los niños varones israelitas, ahogándolos en el río Nilo. Moisés logró sobrevivir a esa matanza, pues su madre lo puso en una canasta en el río y fue recogido por la hija del faraón.

El faraón convirtió en esclavos a los israelitas, encomendándoles los trabajos más pesados.

Dios eligió a Moisés para que liberara a su pueblo de la esclavitud. Como el faraón no accedía a liberarlos, Dios mandó caer diez plagas sobre Egipto.

La última de esas plagas fue la muerte de todos los primogénitos del reino.

Para que la plaga no cayera sobre los israelitas, Dios ordenó a Moisés que cada uno de ellos marcara la puerta de su casa con la sangre de un cordero y le dio instrucciones específicas para ello: En la cena, cada familia debía comerse entero a un cordero asado sin romperle los huesos. No debían dejar nada porque al día siguiente ya no estarían ahí. Para acompañar al cordero debían comerlo con pan ázimo y hierbas amargas. La hierbas amargas ayudarían a que tuvieran menos sed, ya que tendrían que caminar mucho en el desierto. El pan al no tener levadura no se haría duro y lo podían llevar para comer en el camino. Les mandó comer de pie y vestidos de viaje, con todas sus cosas listas, ya que tenían que estar preparados para salir cuando les avisaran.

Al día siguiente, el primogénito del faraón y de cada uno de los egipcios amaneció muerto. Esto hizo que el faraón accediera a dejar a los israelitas en libertad y éstos salieron a toda prisa de Egipto. El faraón pronto se arrepintió de haberlos dejado ir y envió a todo su ejército para traerlos de nuevo. Dios ayudó a su pueblo abriendo las aguas del mar Rojo para que pasaran y las cerró en el momento en que el ejército del faraón intentó pasar.

Desde ese día los judíos empezaron a celebrar la pascua en la primera luna llena de primavera, que fue cuando Dios los ayudó a liberarse de la esclavitud en Egipto.

Pascua quiere decir “paso”, es decir, el paso de la esclavitud a la libertad. El paso de Dios por sus vidas. 

Los judíos celebran la pascua con una cena muy parecida a la que tuvieron sus antepasados en la última noche que pasaron en Egipto.

Las fiesta de la pascua se llamaba “Pesaj” y se celebraba en recuerdo de la liberación del pueblo judío de la esclavitud de Egipto. Esto lo hacían al llegar la primavera, del 15 al 21 del mes hebreo de Nisán, en la luna llena. 

Los elementos que se utilizaban en la cena eran los siguientes:

El Cordero: Al salir de Egipto, los judíos sacrificaron un cordero y con su sangre marcaron los dinteles de sus puertas.

Karpas: Es una hierba que se baña en agua salada y que recuerda las miserias de los judíos en Egipto.

Naror: Es una hierba amarga que simboliza los sufrimientos de los hebreos durante la esclavitud en Egipto. Comían naror para recordar que los egipcios amargaron la vida sus antepasados convirtiéndolos en esclavos.

Jarose: Es una mezcla de manzana, nuez, miel, vino y canela que simboliza la mezcla de arcilla que usaron los hebreos en Egipto para las construcciones del faraón.

Matzá: Es un pan sin levadura que simboliza el pan que sacaron los hebreos de Egipto que no alcanzó a fermentar por falta de tiempo.

Agua salada: Simboliza el camino por el Mar Rojo.

Cuatro copas de vino: Simbolizan cuatro expresiones Bíblicas de la liberación de Israel.

Siete velas: Alumbran dan luz. Esta simbolizan la venida del Mesías, luz del mundo.


La cena constaba de ocho partes:
1. Encendido de las luces de la fiesta: El que presidía la celebración encendía las velas, todos permanecían de pie y hacían una oración.

2. La bendición de la fiesta (Kiddush): Se sentaban todos a la mesa. Delante del que presidía la cena, había una gran copa o vasija de vino. 

Frente a los demás miembros de la familia había un plato pequeño de agua salada y un plato con matzás, rábano o alguna otra hierba amarga, jaroses y alguna hierba verde. 

Se servía la primera copa de vino, la copa de acción de gracias, y les daban a todos los miembros de la familia. Todos bebían la primera copa de vino. Después el sirviente presentaba una vasija, jarra y servilleta al que presidía la celebración, para que se lavara sus manos mientras decía la oración. Se comían la hierba verde, el sirviente llevaba un plato con tres matzás grandes, cada una envuelta en una servilleta. El que presidía la ceremonia desenvolvía la pieza superior y la levantaba en el plato. 

3. La historia de la salida de Egipto (Hagadah) Se servían la segunda copa de vino, la copa de Hagadah. Alguien de la familia leía la salida de Egipto del libro del Éxodo, capítulo 12. El sirviente traía el cordero pascual que debía ser macho y sin mancha y se asaba en un asador en forma de cruz y no se le podía romper ningún hueso. Se colocaba delante del que presidía la celebración les preguntaba por el significado de la fiesta de Pesaj. Ellos respondían que era el cordero pascual que nuestros padres sacrificaron al Señor en memoria de la noche en que Yahvé pasó de largo por las casas de nuestros padres en Egipto. Luego tomaba la pieza superior del pan ázimo y lo sostenía en alto. Luego levantaba la hierba amarga.

4.Oración de acción de gracias por la salida de Egipto: El que presidía la ceremonia levantaba su copa y hacía una oración de gracias. Colocaba la copa de vino en su lugar. Todos se ponían de pie y recitaban el salmo 113. 

5. La solemne bendición de la comida: Todos se sentaban y se bendecía el pan ázimo y las hierbas amargas. Tomaba primero el pan y lo bendecía. Después rompía la matzá superior en pequeñas porciones y distribuía un trozo a cada uno de los presentes. Ellos lo sostenían en sus manos y decían una oración. Cada persona ponía una porción de hierba amarga y algo de jaroses entre dos trozos de matzá y decían juntos una pequeña oración. 

6. La cena pascual: Se llevaba a cabo la cena.

7. Bebida de la tercera copa de vino: la copa de la bendición.- Cuando se terminaban la cena, el que presidía tomaba la mitad grande de la matzá en medio del plato, la partía y la distribuía a todos los ahí reunidos. Todos sostenían la porción de matzá en sus manos mientras el que presidía decía una oración y luego se lo comían. Se les servía la tercera copa de vino, “la copa de la bendición”. Todos se ponían de pie y tomaban la copa de la bendición. 

8. Bendición final: Se llenaban las copas por cuarta vez. Esta cuarta copa era la “Copa de Melquisedec”. Todos levantaban sus copas y decían una oración de alabanza a Dios. Se las tomaban y el que presidía la ceremonia concluía la celebración con la antigua bendición del Libro de los Números (6, 24-26).


Día de la Caridad: 
En México, los obispos, han establecido que el Jueves Santo sea el día de la caridad. El objetivo de esto no es llevar a cabo una colecta para los pobres, sino mas bien el impulso de seguir el ejemplo de Jesús que compartió todo su ser.


Sugerencias para vivir esta fiesta:
Dedicar un tiempo a la adoración a la Eucaristía
Hacer la visita de las siete casas.

JUEVES SANTO. MISTERIO EUCARÍSTICO

Jueves Santo. Misterio Eucarístico
Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net





Caigamos de rodillas y pidámosle que nos alimente con su Eucaristía mientras recorremos el camino de la vida.

Jueves Santo. Misterio Eucarístico

Hoy Jueves Santo sentimos una necesidad imperiosa de recordar y más que recordar llegar con nuestra imaginación y nuestro sentir hasta el Cenáculo, lugar que tuvo que quedar perfumado con las palabras eucarísticas que pronunció allí Jesús la misma noche en que sería entregado a la muerte.

En aquel sagrado recinto vemos a Cristo rodeado de sus apóstoles junto a una mesa y le vemos tomar el pan y el cáliz en sus manos sacerdotales para convertirlos en su Cuerpo y en su Sangre divinos.

Jesucristo se nos presenta con todo el poder de que es verdadero Dios, por su milagro, por el dominio de su pena interna, por el infinito amor con que corresponde a la soledad de los sagrarios de todo el mundo y de todos los tiempos, a los sacrilegios y perversiones de los corazones de los hombres, al desamor, y a la tibieza de los malos cristianos que lo reciben con gran indiferencia.

San Pablo nos dice: Porque yo aprendí del Señor lo que también os tengo enseñado; y es que el Señor Jesús, la noche misma en que había de ser entregado, tomó el pan y dando gracias lo partió y dijo a sus discípulos: "Tomad y comed. Esto es mi cuerpo que por vosotros será entregado a la muerte. Haced esto en memoria mía". Y de la misma manera el cáliz, después de haber cenado, diciendo: "Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre. Haced esto cuantas veces lo bebiereis en memoria mía, pues todas las veces que comierais este pan o bebierais este cáliz, anunciareis la muerte del Señor hasta que venga.

Así es que, cualquiera que comiera este pan o bebiera el cáliz del Señor indignamente será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Porque quién lo come o bebe indignamente, se traga y bebe su propia condenación". (Cor, ll,2O-32).

Las palabras del Señor en esa noche son una promesa de amor de que jamás estaremos solos sin El, de que podremos alimentar nuestra alma y cuerpo con el mismo Dios nuestro Creador que se quedó en el Sagrario pero también palabras fuertes de una advertencia grave para que no tomemos a la ligera al acercarnos a recibirle sin que antes reconciliemos nuestro corazón, si le hemos ofendido gravemente, con el acto humilde de reconocer nuestros pecados en el Sacramento de la Penitencia.

Y de nuevo ante esta inconmensurable escena de amor en el noche del Jueves Santo podemos ver su rostro trasfigurado y sus ojos llenos de pesadumbre, su corazón dolorido y sus palabras misteriosas para quedarse por siempre, hasta la consumación de los siglos, entre los hombres

Caigamos de rodillas y pidámosle que nos alimente con su Eucaristía mientras recorremos el camino de la vida, que nos consuele en nuestras penas, que participe de nuestras alegría y que nos ayude a no perder la gracia para poderlo recibir frecuentemente y de una manera digna.

IMÁGENES Y MEDITACIÓN DEL JUEVES SANTO

 














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