miércoles, 23 de enero de 2013

AQUEL ROSTRO ERA EL MIO


Aquel rostro era el mío



        Entonces ellos (los condenados) responderán diciendo: Señor, cuándo te vimos hambriento o sediento, o peregrino, o enfermo, o en prisión y te socorrimos?... (Mateo, 25, 44-45)

        Este rostro, Señor, me ha vuelto loco todo el día.

        Es un reproche vivo, un largo grito que golpea mi paz, que me impide estar en armonía.

        Este rostro me recuerda: la miseria, el aire apestado, el humo, el alcohol, el hambre, el hospital, el sanatorio.

        Por momentos, al verlo me recuerda el trabajo aplastante, humillante, el paro, la crisis, la guerra.

        Y me muestra bailes embriagantes, canciones asquerosas, películas horribles, música lánguida, besos mentirosos y sucios.

        Este rostro tiene la rebelión, el alboroto, los gritos por la injusticia, los golpes, el odio.

        Llegan de todas partes, imágenes de hombres de mil rostros horrorosos con sus gordos dedos sucios, sus uñas rotas, sus alientos apestosos. Han acudido de todos los rincones del mundo, de todas partes.

        Vienen más!! Ahora, sus caras tienen egoísmo, orgullo, cobardía; avaricia sensualidad trampa.

        Estas miradas me incomodan. Me duelen. Son una queja dolorosa, un grito de rabia, pero también una llamada desgarradora, porque en el fondo, este rostro ridículo, gesticulante, tiene un destello, una llama, una trágica súplica; el infinito deseo de un alma que quisiera vivir más allá del pantano maloliente que pisan sus pies.

        Señor, este rostro me vuelve loco, me da miedo, me condena, porque YO HE TRABAJADO COMO TODOS PARA QUE FUERA ASI...o al menos he dejado que lo hicieran así, y ahora pienso que este rostro es el de un hermano, mío y tuyo.

        Oh Dios, cuánto mal le hemos hecho a este miembro de tu familia!!!

        Ahora, temo tu juicio, Señor.

        Tú harás desfilar ante mí todos los rostros de estos hombres...y especialmente los de mi barrio, los de mi puesto de trabajo...y yo leeré en sus caras: la arruga que yo he abierto, la boca que yo torcí, la mueca que esculpí, la mirada que manché, la que extinguí.

         Todos desfilarán ante mí, vendrán los conocidos y los desconocidos, los de mi tiempo y los de siglos pasados y todos cuantos vendrán a este taller del mundo, y yo estaré inmóvil, aterrado, en silencio.

        Será entonces cuando Tú me dirás: AQUEL ROSTRO ERA EL MIO.

        Señor, perdón por este rostro que hoy me ha condenado. Perdón por este rostro que se cruza en mi camino a todas horas, en todo momento. Perdón porque he cerrado los ojos, he dado vuelta la cara, hice que no veía... Gracias Señor, porque este rostro hoy me ha despertado.

GRACIAS SEÑOR...



Gracias Señor
Autor: Adolfo Robleto

Gracias, Señor, por el momento hermoso en que mi alma se lleno de gozo que hizo nacer la esperanza en mi.
 
Gracias, Señor por tu voz tan quieta que se hace oír cuando el dolor aprieta, y es como ungüento de consuelo santo que neutraliza mi cruel quebranto.
 
Gracias, Señor, por tu amistad contínua que me liberta de toda ruina. Dándome fuerza para seguir por el sendero del buen vivir.
 
Gracias, Señor, porque eres bueno, porque cultivas en el terreno de mi existencia las frescas rosas de tus palabras dulces y hermosas.
 
Gracias, Señor, porque alumbraste un día con luz de aurora en mi tarde umbría y ya no anduve por camino erróneo,pues fuiste tu mi compañero idóneo.
 
Gracias, Señor, porque aprendí el secretode un pensar sabio y concreto,y ahora puedo confrontar la vidasin vacilar, con la frente erguida.
 
Gracias, Señor, porque tú existes,para los pobres, para los tristes,para el humilde de corazón que arrepentido busca el perdón.
 
En fin, Señor, gracias por todo lo que tú eres; y por el modo tan compasivo que hay en ti; Yo soy tu hijo, ven mora en mi.

FORMAR EL CORAZÓN


Autor: Escuela de la Fe
Formar el Corazón
Formar el corazón significa, pues, purificar, ordenar y potenciar nuestro amor.


1.Concepto e importancia de la formación del corazón
La vida consagrada puede entenderse como un auténtico matrimonio espiritual, como se ha descrito por tantos santos y autores de la vida espiritual.
Pero ¿qué significa ser esposa de Cristo? Ser esposa de Cristo significa estar consagrada plenamente a Él, amarle locamente, vivir para Él y entregarse totalmente a su amor.

En todo ello debe entrar toda la persona, con su mente, con su voluntad, con su amor, con sus sentimientos. Por tanto, una esposa de Cristo verdadera es aquella que se recrea en su pensamiento con Cristo, y por tanto que ora, que platica con Él, que le pregunta por sus intereses, que se identifica con sus criterios, que le recuerda frecuentemente durante el día, que, incluso en momentos de estudio, descanso trabajo, se acuerda de Él, y que le trata de conocer en el Evangelio y en sus Constituciones, sus Santas Reglas.

Una esposa de Cristo auténtica es aquella que vive para Él, que lucha por Él, que trabaja activamente para darle a conocer en sus conversaciones, que se identifica con Él, amando y deseando lo que Él ama y desea, que siempre está dispuesta a sacrificarse por defender y conservar el amor, que no acepta conscientemente otros amores al margen de Él y de su Reino, y trata de obsequiarle cada día con su fidelidad en el cumplimiento de todos aquellos detalles y pequeñeces del reglamento y de la disciplina, expresión de su voluntad santísima.

El amor es esencial para nuestra realización personal, pero es también el principio del que pende toda la ley y los profetas: "amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas, y a tu prójimo como a ti mismo".

Si el corazón vive encantado por afectillos sensuales y egoístas; si la consagración es medio para idolatrar la propia persona; si a la par del amor a Dios se dan cabida a amores adúlteros, no se está ciertamente cumpliendo ni viviendo en la verdad.
Buscar la autocomplacencia, rodearse de un grupo de "fans", cultivar las simpatías, inquietarse por lo que piensa o deja de pensar la Directora, es, además de inmadurez, signo de que falta amor, de que no se está formando el corazón.

Ustedes., religiosas, almas consagradas, por su feminidad tienen un más hondo sentido de delicadeza, de finura y de sensibilidad para el amor, deben cultivar esta caridad que llevan en su ser; a convivir intensa y amorosamente con Dios que habita en sus corazones; a buscar sólo su mayor gloria, olvidándose de Ustedes mismas, porque es así como lograrán su realización personal -"quien pierde su vida por mi la hallará”.

Todo amor humano implica emoción, un elemento emotivo. Podemos hablar de “la emoción de amor”.
Pero el amor no puede quedarse allí. Podemos reflexionar sobre lo que sucede en la vida matrimonial, y aplicarlo a la vida consagrada. Cuando una persona se casa, se supone que su vida emocional ya se ha desarrollado bastante, aunque habrá que seguir cultivando la integración armoniosa de las emociones entre sí y entre las emociones y las facultades superiores de razón y voluntad.

Bajo el influjo de la razón, las emociones gradualmente pierden su orientación de tendencia egoísta y llegan a despertarse en función del bien de la otra persona.
De esta manera el amor que fue originalmente egoísticamente emotivo se eleva hacia el nivel del amor generoso, maduro, humano en que se busca el bien de la otra persona.

Entonces los esposos experimentarán tanto en la voluntad como en las emociones y sentimientos, la alegría de la entrega mutua.
Cuando los dos esposos han alcanzado este nivel, su amor es entonces “amor de amistad”, es un amor que sabe dominarse, y en especial en el aspecto sexual.

Tal desarrollo es posible en el matrimonio, aunque no sin dificultades, cuando al inicio de su matrimonio ambos tenían una vida emocional armoniosa, razonable, con capacidad de amor de entrega y de preocupación por la otra persona, y la subordinación de la sexualidad a las facultades de la razón y la voluntad.
Esto está en claro contraste con el tipo de situaciones que todos Ustedes conocen de matrimonios fundados en la emoción y que no superan ese nivel – y que por lo tanto están siempre vulnerables. Continúan en el nivel de la inmadurez emocional adolescente.

La vida de la persona consagrada en virginidad, en las circunstancias correctas, hace posible que una mujer o un hombre alcancen la madurez de este amor humano incluso en un momento más temprano en la vida que en el matrimonio.

Para ello, la persona quien se consagra debe poseer las mismas cualidades que mencionamos para quien entra en matrimonio.
Cuando la persona consagrada sabe aceptar con constancia el sacrificio de la gratificación de sus inclinaciones naturales en razón de su ideal, dentro de una visión sana y equilibrada de la sexualidad, entonces puede alcanzar la misma felicidad y realización que se encuentra en el matrimonio.

La persona consagrada quien vive constantemente consciente de la razón tan elevada y noble de su opción por la virginidad alcanzará este amor maduro y el gozo que conlleva, incluso más temprano que las personas casadas, quien normalmente necesitan más tiempo para alcanzarlo. Y es que desde los primeros años del noviciado la persona consagrada se ha dedicado a los valores del espíritu, el servicio de los demás, la contemplación de lo pasajero de las cosas materiales. Este dejarse lleva al auténtico amor maduro...

El amor primero, entonces, todavía cargado de emotividad, con las motivaciones altruistas, tiene que ir dando paso al amor de entrega.

Y esto se cultiva y se desarrolla en la abnegación sencilla pero real de uno mismo.
Lo que quizá se podría hacer en otro contexto “simplemente” para formar la voluntad, en la vida del alma consagrada se convierte en fuente de crecimiento, profundización y maduración en el amor.
Amor de entrega, sin esperar recompensa. Amor que busca sólo complacer al Amado. Y como en el matrimonio, necesariamente será un amor “de detalles”.

Como en el matrimonio, así también en la vida consagrada se dan periodos de paz, de tranquilidad y periodos de lucha y dificultad. El amor se prueba en la lucha y la dificultad. En edad joven, tentación más bien de tipo sensual, el placer, las añoranzas de cosas pasadas, la atracción de la vida fácil y los placeres del mundo. Más adelante en edad, la añoranza de compañía humana, comprensión ante dificultades...

Nada mueve más al amor que el saberse amado. Esta experiencia humana vale también para la caridad teologal.
Y alguien que ha sido escogida por Dios tiene muchos y muy profundos motivos para sentirse amada por su Creador y Redentor.

Qué fácil es, y al mismo tiempo qué importante, recordárselo y valorárselo a las jóvenes en la vida consagrada. ¡Dios te ama! En los momentos de fervor y entusiasmo o en los momentos de sequedad y desánimo: ¡Dios te ama! La caridad es un don de Dios. Hay que poner todos los medios humanos, pero sobre todo hay que pedirlo, esperarlo y acogerlo con humildad y apertura.

El amor a Dios llevará a las obras del amor. Formar a la persona en la caridad teologal es también orientarle para que viva siempre en una actitud de autenticidad en su entrega a la voluntad de Dios. Recordarle que quien ama a Dios cumple sus mandamientos (cf. Jn 14,15). Ayudarle a comprender que la voluntad de Dios se manifiesta sobre todo en el interior de su conciencia, pero se expresa también a través de quienes legítimamente le representan: desde el supremo Magisterio de la Iglesia hasta su más cercano formador.

Finalmente, mostrarle que el amor a Dios debe llevarle a esforzarse del modo más sincero por evitar el pecado, como negación del amor; no sólo: debe foguear en ella un ardiente anhelo de que en todas partes, entre sus hermanas y conocidas, en las familias y las sociedades, reine siempre el amor por encima del pecado.

El amor de Dios orientará así, de manera radical, el sentido y el objetivo esencial de su futuro apostolado. Su amor al Padre le lleva a sus hermanos. Los miembros de la primitiva comunidad cristiana “Tenían un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32). Las comunidades religiosas también aspiran a ser una grande y única familia por el amor fraterno y por las relaciones mutuas de cordialidad, de respeto y de servicialidad.

Los afectos desordenados, la falta de un corazón formado, coartan la libertad, afectan considerablemente la capacidad de atención y dedicación al trabajo, condicionan la objetividad de juicio en muchos asuntos, desmoronan la vida de comunidad; y en el plano moral y espiritual el apego afectivo desordenado a otra persona da paso a una situación de infidelidad y de adulteración de la alianza de amor virginal que el alma consagrada ha sellado con Jesucristo.

Todas sin excepción debemos trabajar y luchar por desprendernos de las criaturas, por mantener intacto nuestro amor a Dios, por acrecentarlo y vivir tan enamorados de Él que el desprecio de nosotros mismos sea una inmolación gozosa y no algo temido u ofrecido a regañadientes.
A todas, sin excepción, nos asalta el egoísmo con su sed de dominio, con su implacable ambición de hacer girar el mundo en provecho propio, con su sutil astucia para sojuzgar a los demás y sentirse amado y correspondido sensiblemente con el afecto de otros.

Hablamos del “corazón” como sede del amor y centro de la persona humana. Formar el corazón significa,  pues, purificar, ordenar y potenciar nuestro amor.

El amor es la fuerza que mueve al hombre: ninguna realidad humana se emprendería si no se amase.

Muy bien podríamos decir que el amor es creador. En esto, más que es cualquier otro aspecto, reflejamos la imagen de Dios, que es Amor, y que amando crea. Si Dios da el ser amando, el hombre integra en sí mismo lo amado, no para absorberlo ni disminuirlo –si es verdadero amor- sino para potenciarlo y ayudarlo a alcanzar su perfecta realización.

El hombre perfecto es la gloria de Dios. Sin amor o amando incorrectamente, nunca tendremos una persona realizada.
Nuestra naturaleza tiende al bien verdadero y es el bien conocido lo que atrae a la voluntad y a lo que ésta tiende empujada por la fuerza del amor. Si, impulsado por las pasiones o cegado por la vida de sentidos, el hombre pierde de vista el bien objetivo, el bien global, será arrastrado por los bienes sensibles que tocan la superficie, pero no el núcleo ni la totalidad de su persona.
Es entonces cuando el individuo se pierde, se vacía, se destruye: no sabe amar. Sacrifica su personalidad a los placeres, a las emociones y afectos egoístas y, además, arruina y empobrece lo amado, convirtiéndolo en objeto y no respetándolo en su individualidad personal.

El auténtico amor enriquece, tanto al amante como al amado; nunca empobrece al que ama en beneficio del amado, pero tampoco vacía a éste en provecho de aquél. El que ama bien enriquece y se enriquece, a pesar, y precisamente por ello, de que el amor implique desprendimiento de afectos parciales y contingentes, del que suponga, si quieren Ustedes con una palabra más cercana al lenguaje espiritual: purificación.

Tanto importa saber amar como el hecho de la propia realización personal que es en definitiva el mayor motivo de gloria para quien por amor nos creó y por amor nos redimió para que llegásemos a ser hijos suyos.

Naturalidad: no se creen obsesiones dañinas para su salud mental; que no vayan a andar día y noche pensando si tiene o no rectamente orientado su corazón. Vivan con sencillez y naturalidad su vida, sirviendo  al Señor y aprovechen los exámenes de conciencia para analizar, corregir y proponerse nuevas metas. En María, tiene Ustedes un ejemplo claro de la naturalidad y sencillez con que han de vivir sin angustias ni tensiones psicológicas, puestas en las manos de Dios.

La castidad se coloca dentro de la virtud de la templanza. El término “templanza proviene del verbo latino “temperare” que se podría traducir hoy como coordinar o moderar. Es el trabajo que hace un moderador en una mesa redonda: hay diversas personas y diversas opiniones que el debe moderar para que el diálogo se desarrolle de la mejor manera posible. Es esto lo que tiene que hacer nuestra razón y voluntad: deben coordinar, moderar esas fuerzas, pasiones, pulsaciones, instintos que tenemos de modo natural, sin negarlos, reprimirlos, suprimirlos, sino encauzándolos.


2.Madurez afectiva
El término “madurez afectiva” es un concepto complejo y todavía no del todo aclarado y profundizado en sus significados. Podemos entenderlo como una especificidad de la madurez humana, entendida como coherencia y armonía interna de la persona. Un psicólogo italiano Rulla habla de dos Yo: el ideal y el real.

El ideal es lo que cada uno sabe que debe ser, según su vocación, estado, situación. El real es el yo con sus tendencias y condicionamientos que algunas veces van en la misma dirección que el ideal y otras en dirección opuesta. La madurez, en términos sicológicos, es la capacidad de armonizar estos dos yo.

Hay que buscar la madurez de la persona humana en todos los aspectos, y esto incluye la afectividad: nuestra capacidad de amar.
Madurez afectiva conlleva la integración sana y equilibrada de la propia sexualidad, dada la estructura del ser humano. La persona afectivamente madura es una persona sexualmente madura y equilibrada – una personalidad integrada.

Educar en la castidad es enseñar a encauzar, no a reprimir, las propias tendencias y pasiones, de acuerdo con la propia vocación. Dios no quiere que una religiosa sea menos mujer; les quiere personas íntegras, con todas sus potencialidades en armonía con la vocación para la cual les ha creado.
Por lo tanto, hay que lograr que lleguen a poner positivamente y con entusiasmo todo el rico arsenal de sus pasiones al servicio de su vocación y misión.

En eso consiste la verdadera madurez afectiva de la persona consagrada: en la integración armoniosa de la capacidad de amar, y de la necesidad de ser amado, con la propia condición de vida. No se reduce simplemente a la recta integración de la sexualidad en la personalidad, sino que abarca más bien toda la capacidad de relación interpersonal.

Implica la orientación de todos los afectos, y en la medida de lo posible también de los sentimientos, hacia el ideal que se ha escogido, de modo que la persona esté plenamente identificada consigo misma y no se encuentre dividida entre lo que pretende ser y lo que sus afectos exigen de ella.

Ordinariamente, la experiencia de un amor totalizante y exclusivo resulta el mejor catalizador de la madurez afectiva. Para muchos la preparación para el matrimonio, y la misma vida matrimonial, son ocasión natural para lograr esta madurez.

La afectividad madura bajo los rayos del verdadero amor personal. La afectividad de quien ha sido llamado a vivir sólo para Dios madurará bajo los rayos de un amor totalizante y exclusivo a Dios, del cual brota su amor de donación universal a todos los hombres. Si no perdemos esto de vista, la maduración afectiva del alma consagrada no es tan complicada como a veces la presentan algunos.

Todo lo que favorezca esa integración armoniosa de las naturales tendencias afectivas y sexuales con el ideal de consagración a Dios y la condición de virginidad, será un elemento positivo para esa maduración. Todo lo que de algún modo dificulte esa integración será negativo y habría de ser evitado.

Para hacer una correcta valoración de los factores positivos o negativos es necesario tener presente el principio del "realismo antropológico y pedagógico".
Las tendencias y pasiones que una persona que se consagra a Dios, como cualquier ser humano, lleva consigo, son impulsos naturales, queridos por el Creador. Pero el pecado ha creado una situación de desorden en el hombre, en su capacidad de orientar esos impulsos de acuerdo con su razón y voluntad.

Hay que evitar el error de creer que una opción consciente y libre, por muy profunda que sea, es ya suficiente para encauzar correctamente las pasiones.
Estas son automáticas y ciegas, y buscan siempre sus objetos propios, por más elevado que se halle el sujeto en su camino de purificación interior. Cientos de historias de santos y místicos cristianos nos lo ilustran con creces. La presencia de un estímulo exterior correspondiente a una tendencia interna hará que ésta reaccione en esa dirección.

Si la dirección es contraria a la opción vital de consagración a Cristo, será ocasión de desorden y tensión interior, y dificultará más o menos seriamente la integración armoniosa de toda la persona en torno al ideal escogido.

Si una persona consagrada se permite todo tipo de lecturas, películas, espectáculos o diversiones, en la variada oferta de mercado de una sociedad hedonista como la nuestra, encontrará fácilmente estímulos fuertes que provocarán sus tendencias naturales en contra de su vocación virginal.

Si cultiva un tipo de relación con personas del otro sexo que es propicio para suscitar sentimientos de afecto y llegar al enamoramiento, lo más probable es que surjan de hecho esos sentimientos, y que supongan un serio obstáculo para su maduración afectiva, en una vocación que pide la entrega total del propio corazón y de la propia vida a Cristo y a su Reino. La naturaleza tiene sus propias leyes. No podemos jugar con ellas.


Debe ser un trabajo sumamente positivo, abierto, alegre. La alegría de quien ofrece todas sus renuncias por amor. La adquisición de esta madurez requiere ordinariamente un amplio período de tiempo, pues está íntimamente ligada al desarrollo físico y psicológico del individuo.

Tanto la formadora como la persona en formación han de tener en cuenta que, por circunstancias diversas -fisiológicas, psicológicas, circunstanciales, etc.- puede haber períodos de mayores o menores dificultades, de afectos más o menos fuertes que tocan a la puerta del corazón, de tentaciones más o menos marcadas.

Y han de proceder con prudencia, con serenidad y constancia en la aplicación de aquellos medios que la Iglesia por su milenaria experiencia, por su profundo conocimiento de la persona humana, aconseja para la adquisición y salvaguarda de la castidad consagrada.

sábado, 19 de enero de 2013

LAS LECTURAS DEL DÍA: 19 DE ENERO

sábado 19 Enero 2013
Sábado de la primera semana del tiempo ordinario


San Ábaco



Leer el comentario del Evangelio por
San Pedro Crisólogo : "¡Come con los publicanos y los pecadores!"

Lecturas

Hebreos 4,12-16.



Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
Ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas.
Y ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe.
Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado.
Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno.


Salmo 19(18),8.9.10.15.


La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da sabiduría al simple.

Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos.

La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos.

¡Ojalá sean de tu agrado
las palabras de mi boca,
y lleguen hasta ti mis pensamientos,
Señor, mi Roca y mi redentor!



Marcos 2,13-17.

Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían.
Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: "¿Por qué come con publicanos y pecadores?".
Jesús, que había oído, les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por


San Pedro Crisólogo (c 406-450), arzobispo de Ravenna, doctor de la Iglesia
Sermón 30 : PL 52, 285-286

"¡Come con los publicanos y los pecadores!"


¿Por qué vuestro maestro come con publicanos y pecadores? Dios es
acusado de abajarse hacia el hombre, de sentarse cerca del pecador, de
tener hambre de su conversión y sed de su retorno, de preferir el alimento
de la misericordia y la copa de la benevolencia. Pero Cristo, hermanos
míos, vino a esta comida; la Vida ha venido para estar entre los invitados
a fin de que, condenados a muerte, vivan la Vida; la Resurrección se ha
acostado para que los que yacen se levanten de sus tumbas; la Bondad se ha
abajado para levantar a los pecadores hasta el perdón; Dios ha venido hasta
el hombre para que el hombre llegue hasta Dios; el juez ha venido a la
comida de los culpables para sustraer a la humanidad de la sentencia de
condenación; el médico ha venido a los enfermos para restablecerlos
comiendo con ellos; el Buen Pastor ha inclinado la espalda para devolver la
oveja perdida al establo de la salvación(Lc 15, 3s).

“¿Porqué nuestro maestro come con publicanos y pecadores?” Pero, ¿quién
es pecador sino el que rechaza verse como tal? Dejar de reconocerse pecador
¿no es hundirse más en su propio pecado y, para decir verdad, identificarse
con él? Y ¿quién es el injusto sino aquel que se cree justo?... Vamos,
fariseo, confiesa tu pecado y podrás venir a la mesa de Cristo; por ti
Cristo se hará pan, ese pan que se romperá para el perdón de tus pecados:
Cristo será para ti la copa, esa copa que será derramada para el perdón de
tus faltas. Vamos, fariseo, comparte la comida de los pecadores y Cristo
compartirá tu comida; reconócete pecador y Cristo comerá contigo; entra con
los pecadores al festín de tu Señor y podrás no ser ya más pecador; entra
con el perdón de Cristo en la casa de la misericordia.    

viernes, 18 de enero de 2013

EL PERDON

Autor: Juan Carlos Ortega
Pocos son los que perdonan y no guardan rencor
Si descubres que guardas rencor a alguien, tienes ahora la oportunidad de perdonar.
 
Pocos  son los que perdonan y no guardan rencor

Disculpe que le haga una pregunta muy personal: ¿va a Misa los domingos, reza con relativa frecuencia y se confiesa de vez en cuando? Supongo que sí. Ahora trate de responder las siguientes preguntas con sinceridad: ¿asiste a Misa como un deber o lo considera el momento más importante y hermoso de la semana?, ¿es su oración una repetición de rezos o un encuentro personal y lleno de amor con el Señor?, ¿busca la confesión con frecuencia o más bien la retrasa?

De verdad, le ruego que me perdone estas preguntas. Espero que ya las haya contestado. Me ha parecido necesario hacerlas porque el Santo Padre ha afirmado que "en el mundo contemporáneo, junto a generosos testimonios del Evangelio, no faltan bautizados que asumen una actitud de sorda resistencia y a veces también de abierta rebelión. Son situaciones en la que la experiencia de la oración es vivida de un modo superficial, sin que la palabra de Dios incida en la propia existencia. El mismo sacramento de la Penitencia es considerado por muchos insignificante y la celebración eucarística dominical solamente un deber que se debe cumplir" .

Sí, no ha leído mal. Cumplir con el deber de ir a Misa, confesarse con desgana, rezar de modo rutinario no es suficiente, más aún es considerado como reticencia y rebelión. Palabras fuertes que son necesarias explicar.

En el Evangelio, el hijo pródigo nos recuerda la necesidad de salir de nuestro pecado y acercarnos nuevamente a Dios. No sé si usted, querido lector, sea un pecador empedernido. No lo creo, pues si lo fuera no leería este artículo. Quizás se identifique más con el hermano mayor, con aquel buen muchacho fiel y cumplidor de las normas que imperaban la casa del padre, aunque no siempre compartía sus decisiones. En concreto, no estaba de acuerdo en perdonar al hijo que había malgastado el patrimonio familiar.

Sea que en nuestra vida exista el pecado que sólo Dios y uno mismo conocemos o sea que nos comportemos externamente como buenos cristianos, necesitamos imitar a estos hijos y pedir perdón al Señor. El Papa nos recuerda que "mediante el sacramento de la reconciliación, el Padre nos concede en Cristo su perdón" pues "Dios no tiene en cuenta el mal ante al arrepentimiento" . Es bueno confesarse, si no lo ha hecho, todavía está a tiempo.

Pero Jesucristo va más allá. Nos invita a ser perfectos como nuestro Padre celestial. Por lo tanto, no es suficiente con ser un hijo que pide perdón, debemos ser como el Padre que perdona. El Papa reconoce que "no es fácil convertirse al perdón y a la reconciliación. Ya es problemático reconciliarse cuando el origen de todo ha existido la propia culpa. Pero si la culpa es del otro, reconciliarse puede ser visto incluso como una humillación irracional" .

Debemos estar atentos pues con frecuencia asumimos en este punto una actitud de sorda resistencia. "Existen cristianos - dice el Santo Padre - que intentan vaciar de significado palabras como: amad a vuestros enemigos, haced el bien a aquellos que os odian".

Las palabras de Cristo son claras y en cambio, ¡son tan pocos los que perdonan y no guardan rencor! Sin embargo, ¡qué gusto encontrar ejemplos de perdón, almas que no son capaces de odiar a pesar del mal que reciben!

Cierto que se requiere denunciar el mal para renovar la sociedad, pero la denuncia será muy peligrosa y engañosa si en los corazones de quienes la realizan hay odio y rencor. "El perdón - afirma el Papa – aparece cada vez más como una dimensión necesaria para una auténtica renovación social. Sólo aceptar y conceder el perdón hace posible una nueva calidad de relaciones entre los hombres".

Tengamos en cuenta que perdonar no es algo opcional para el bautizado ni algo reservado para un grupo especial de cristianos. "La caridad no tiene cuenta del mal recibido. Con esta expresión de la primera carta a los Corintios, el apóstol Pablo recuerda que el perdón es una de las expresiones más elevadas del ejercicio de la caridad".

No nos hagamos sordos ni rebeldes ante estas palabras del Santo Padre. Vivamos la caridad con todas sus consecuencias, también con la exigencia del perdón. Si descubres que guardas rencor a alguien, tienes ahora la oportunidad de perdonar. Este es el momento. Verás que te "ayudará a vivir de un modo más alegre y generoso la caridad de Cristo".

IMAGENES CON MENSAJES...












BENDITO SEA DIOS




 
Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero …Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la Incomparable Madre de Dios la Santísima Virgen María.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José su casto esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
 
Oremos:
Oh Dios, que en este sacramento admirable
nos dejaste el memorial de Tú pasión;
Te pedimos nos concedas venerar de tal modo
los sagrados misterios de Tu Cuerpo y de Tu Sangre,
que experimentemos constantemente en nosotros
el fruto de Tu redención.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
Amen.
Bendito Sea Dios, en el Santísimo Sacramento del Altar

A TRAVÉS DE LA EUCARISTÍA...


A través de la Eucaristía 
se nos da la ocasión de fundirnos en Dios.


La Eucaristía es una manifestación del amor que se vive en la eternidad entre el Padre, el Hijo y el Espíritu. Así se aman Ellos, así se comulgan Ellos, se juntan, se funden, y así como Ellos viven fundidos, me dan a mí la ocasión de fundirme con Ellos a través de la Eucaristía. Y esta fusión hace que ponga en contacto el cielo con la tierra, y al dejar pasar por mí el cielo, produzca una vida, un calambre, un chasquido, y enriquezca mi tribu, mi tienda.



Sierva de Dios Teresa Mª de Jesús Ortega, op
Eucaristía, banquete de amores y sacramento de unidad

AYÚDAME, SEÑOR...

 
 
MONITOAZUL1.gif picture by amandavivina 
Ayúdame, Señor.
A ocuparme, razonablemente
en aquello que sea para tu gloria,
para el beneficio de los míos y de mí mismo.
A disfrutar el presente, sin estar tan pendiente
de lo que pueda ocurrir mañana.
A, mirar hacia el futuro,
aportando las semillas
que siembro hoy en el camino.

Ayúdame, Señor.
A sentir tú mirada en aquello que veo.
A palpar tus manos en mis pequeñas
obras de cada día.
A escuchar tu Palabra en las mías,
pobres, torpes y atropelladas.

Ayúdame, Señor.
A vivir comprometido pero sin ansiedad.
A caminar ligero, pero sin prisas.
A trabajar con empeño, pero sin nervios.
A soñar con un futuro mejor,
sin olvidar que puedo superar el presente.

Ayúdame, Señor.
A confiar en tu mano providente.
A no tener miedo al mañana que me aguarda.
Contigo, Señor, me basta.
Amén.

P. Javier Leoz.

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jueves, 17 de enero de 2013

VISITA A JESÚS EUCARISTÍA


CURACIÓN DE UN LEPROSO - EVANGELIO DE HOY

Autor: Miguel Ángel Andrés Ugalde | Fuente: Catholic.net
Curación de un leproso
Marcos 1, 40-45. Tiempo Ordinario. Pongamos con sinceridad nuestra vida en manos de Dios con sus méritos y flaquezas.
 
Curación de un leproso
Del santo Evangelio según san Marcos 1, 40-45


Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio». Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.

Oración introductoria

Señor, si Tú quieres esta meditación puede hacer la diferencia en mi día, y en mi vida. Vengo ante Ti como el leproso, necesito de tu gracia. Tócame y sáname de todas mis iniquidades, de mi egoísmo, de mi soberbia, de mi vanidad, de mi indiferencia.

Petición

Ayúdame, Jesús, a vivir tu Evangelio al convertirme en un apóstol fiel y esforzado de tu Reino.

Meditación del Papa

Un maravilloso comentario existencial a este Evangelio es la famosa experiencia de san Francisco de Asís, que lo resume al principio de su Testamento: "El Señor me dio de esta manera a mí, hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia: cuando estaba en el pecado, me parecía algo demasiado amargo ver a los leprosos. Y el Señor mismo me condujo entre ellos, y practiqué la misericordia con ellos. Y al apartarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo; y después me quedé un poco, y salí del mundo". En los leprosos, que Francisco encontró cuando todavía estaba "en el pecado" --como él dice--, Jesús estaba presente, y cuando Francisco se acercó a uno de ellos, y, venciendo la repugnancia que sentía lo abrazó, Jesús lo sanó de su lepra, es decir de su orgullo, y lo convirtió al amor de Dios. ¡Esta es la victoria de Cristo, que es nuestra sanación profunda y nuestra resurrección a una vida nueva!» (Benedicto XVI, 12 de febrero de 2012).

Reflexión

El leproso del evangelio de hoy nos presenta una realidad muy cercana a nosotros: la pobreza de nuestra condición humana. Nosotros la experimentamos y nos la topamos a diario: las asperezas de nuestro carácter que dificultan nuestras relaciones con los demás; la dificultad y la inconstancia en la oración; la debilidad de nuestra voluntad, que aun teniendo buenos propósitos se ve abatida por el egoísmo, la sensualidad, la soberbia ... Triste condición si estuviéramos destinados a vivir bajo el yugo de nuestra miseria humana. Sin embargo, el caso del leproso nos muestra otra realidad que sobrepasa la frontera de nuestras limitaciones humanas: Cristo.

El leproso es consciente de su limitación y sufre por ella, como nosotros con las nuestras, pero al aparecer Cristo se soluciona todo. Cristo conoce su situación y no se siente ajeno a ella, más aún se enternece, como lo hace la mejor de las madres. Quizá nosotros mismos lo hemos visto de cerca. Cuando una madre tiene a su hijo enfermo es cuando más cuidados le brinda, pasa más tiempo con él, le ofrece más cariño, se desvela por él, etc. Así ocurre con Cristo. Y este evangelio nos lo demuestra; el leproso no es despreciado ni se va defraudado, sino que recibe de Cristo lo que necesita y se va feliz, compartiendo a los demás lo que el amor de Dios tiene preparado para sus hijos. Pongamos con sinceridad nuestra vida en manos de Dios con sus méritos y flaquezas para arrancar de su bondad las gracias que necesitamos.

Propósito

Rezar durante el día una jaculatoria que me ayude a transformar mi orgullo en amor. Puede ser: Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo.

Diálogo con Cristo

Gracias, Jesús, por apiadarte de mis dolencias y darme la posibilidad de experimentar tu cercanía en esta meditación. Creo en tu misericordia y humildemente te pido me ayudes a saber reconocer todas mis infidelidades y a poner medios concretos para superarlas. Además confío en que sabré, como el leproso, divulgar tu Buena Nueva de salvación en mi entorno familiar y social, porque lo que más deseo para este 2013, es que muchos otros experimenten tu amor.

HAGAMOS LIMPIEZA EN EL CORAZÓN


 Hagamos Limpieza en el Corazón

           Un día me sorprendí rompiendo papeles viejos, y sacudiendo cajones, hurgando en mi pasado y echando a la basura lo que en algún momento guardé y ahora lo tiro.

        Mis cajones llenos de notas, papelitos, pilas viejas, agendas caducadas y mil cosas que en otro momento atesoré, para que el día de hoy los tire a la basura.

        Guardamos compulsivamente, por si en algún momento lo necesitamos, y al pasar los años nos damos cuenta que vivimos rodeados de cosas sin utilidad, recuerdos vanos, aferrándonos a ellos por si algún día los vamos a ocupar.

        Un boleto del metro, que fácilmente tiene 15 años, y la verdad yo no me subo al metro desde hace como 10, la garantía de una grabadora que ya no existe, el manual de un televisor que le regalé a mi madre hace mas de 10 años, notas de supermercado, vouchers, tarjetas de felicitación, y la invitación a una boda de gente que ni conozco, llaveros, etc...

        Tire tantas cosas que llene dos cajas grandes, que se fueron directo a la basura, por fin, el orden, y el espacio suficiente para cosas nuevas que algún día serán parte de mi pasado, y que probablemente nunca las llegue a ocupar y al cabo de unos años, volveré a tirar.

        Me doy cuenta que en mi corazón también he atesorado sentimientos que nunca pienso ocupar, como el resentimiento, el celo, la ambición desmedida, el egoísmo, y que ahora me encuentro echando a la basura junto con ese par de cajas con recuerdos, quedando mas espacio para la compasión, la paciencia, el, amor y el perdón.

        Teniendo orden en la casa, y orden en mis sentimientos, siempre queda mas espacio para llenarlo con lo mejor de nosotros, para llenarlo de amistad y la comprensión, que en el camino de la vida, nos servirán mas que cualquier tesoro.

        Es importante tener en orden todo, primero un gran lugar para DIOS, después, otro para la familia y los amigos, todo con sus prioridades.

        Pero es muy importante mantener una vacante, siempre limpia y disponible en todo momento porque nunca sabremos cuando la vamos a necesitar, en algún momento, o en algún lugar, tal vez alguien requiera de ese espacio en nuestro corazón, para encontrar alivio a sus penas, y reconfortarse en un corazón amigo, con la confianza de que quien lo escucha sabrá comprenderlo, para compartir sus penas y alegrías.

        Bien, hoy es un buen día para limpiar los cajones y poner nuestras cosas en orden, empezando por nuestro corazón.

EL AMOR ES PERDON...

El amor es perdón

        Para quien ha amado,
        para todo aquel que haya sido amado,
        recuerda que el amor soporta todo,
        el amor es servicial, el amor no es egoísta
        el amor viene de Dios y sobretodo
        que el amor es PERDÓN.

        No es solamente un sentimiento
        o un recuerdo grabado en tu memoria,
        es el saber que eres amado por tu creador.
        e igualmente fuiste para hecho para amar, pues tu
        Dios ES el amor.

        Si sientes tristeza por un amor que se fue,
        si te sientes mal por algo que no funcionó,
        si piensas que este día pudo ser mejor,
        recuerda que Dios creó la amistad y el amor,
        y que no las puedes practicar sin El.

        En este día perdona, ama, expresa,
        ríe sin importar si eres correspondido o no
        y no dejes en tu corazón lo que
        sientes. Solamente si haces todo
        lo anterior podrás decir que has amado.

ESTAMPAS CON ORACIONES A JESÚS EUCARISTÍA






REZANDO EL PADRE NUESTRO FRENTE A LA EUCARISTÍA


Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
Rezando el Padre Nuestro frente a la Eucaristía
Te pido mi Jesús, que cada vez que rece la oración que tú me enseñaste, lo haga despacio, con calma, con amor.


Rezando el Padre Nuestro frente a la Eucaristía
Estoy frente a ti, Señor, en esta mañana de cielo azul y sol resplandeciente. Me dispongo a rezar, después de saludarte y empiezo:


"Padre Nuestro... me detengo y llega hasta mi como un relámpago la escena en que tú, Jesús, les decías a aquel grupo de hombres que habías escogido, que te seguían y que te veían orar.

Te preguntaron cómo debían orar y tú dijiste:

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. (Mt 6, 9-13)

Y añadiste: Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes. (Mt 6, 9-15)

Me detengo unos momentos para pensar lo que estoy diciendo, ya que generalmente esa oración es una rutina en mi vida.

Su comienzo es toda una maravilla de grandeza, de fuerza, de ternura... y revelada por ti, Señor, porque sino ¿quién se atrevería a llamar PADRE, al Omnipotente, al Creador del cielo y de la tierra, a la Divinidad, al Todopoderoso, al que dijo: "Yo Soy El que Soy"? Pues bien, Jesús, tú que eres su Hijo, dijiste que es así como le podemos llamar, con plena confianza, con respeto pero con mucho amor: Padre

También nos dices que hay que santificar ese NOMBRE, que debemos darle todo el respeto y la gloria de que es merecedor y después añades una petición: Que venga tu Reino, ese Reino por el que Tú te hiciste hombre y es el que viniste a anunciar y que fue el causante de tu muerte y nos sigues pidiendo que recordemos que es también nuestra misión el anunciarlo.

Y lo que sigue, ¡qué bien lo sabes tú, Jesús! Cada día, en todos los rincones de la Tierra hay alguien que te dice, aún con lágrimas en los ojos y el corazón roto de dolor, ¡hágase tu Voluntad! ¡Qué difícil, cómo cuesta dejar todo en tus manos y aceptar tu Voluntad!

Y sigue otra petición: Nuestro pan Señor que no nos falte. ¡Que todos tus hijos, sin distinción de razas y credos, tengan el alimento de cada día, ya que a ti te preocupaba y apenaban aquellos hombres que te seguían y no tenían que comer y que tenían hambre... y lleno de piedad hiciste uno de los milagros más hermosos. Ahora nos toca a nosotros luchar porque llegue el día en que no exista el hambre en esta Tierra.
Y lo más importante, que nunca nos falte TU Pan, la Eucaristía, que siempre podamos recibirla, que aumentes nuestra fe para amar cada día más Tu presencia en ese pequeño pedacito de Pan donde quieres quedarte con nosotros para siempre.

Y luego, la petición de la humildad pidiendo perdón de nuestras ofensas, pero ese perdón, lleva una condición. ¡Ay, Jesús, esa condición, tú lo sabes porque conoces nuestro corazón, cómo nos cuesta! Mira que le ponemos al Padre, el ejemplo de que nos perdone "cómo nosotros perdonamos" y nosotros somos los que siempre decimos: "¡yo eso no lo voy a perdonar, no puedo, me han hecho demasiado daño o es una persona que no la soporto, me cae muy mal y no la voy a perdonar!" o "yo perdono pero... no olvido". ¡Ay, Jesús!, tú que sabes y recuerdas que diste hasta la última gota de tu preciosa sangre para que fuésemos perdonados y sabes también que esa es la condición del amor por nuestros semejantes. Perdonar y olvidar, porque así es el perdón que Dios, nuestro Padre, nos da. Y nosotros sabemos muy bien cómo es nuestro perdón...

Ya voy a terminar la oración más hermosa que nos pudiste enseñar, pidiendo: Que no nos dejes caer en la tentación, qué seamos fuertes para no rendirnos a los mil sortilegios y engaños del enemigo de ese Dios que tanto nos ama y ¡líbranos del mal! Si, líbranos de ese mal y de tantos males para que no echen raíces en nuestro corazón, y nos puedan alejar de nuestro Padre Dios.

Bendita, como ninguna, la oración del Padre Nuestro, que siendo tan hermosa la decimos todos los días pero tan rutinariamente que no le podemos dar todo el maravilloso sentido y poder que ella encierra.

Te pido mi Jesús, que cada vez que rece la oración que tú me enseñaste, lo haga despacio, con calma, con amor, sabiendo que la dirijo a mi Padre Bueno que me escucha y me ama.

Gracias por estar presente en la Eucaristía... gracias por Tu Pan de cada día.





  • Preguntas o comentarios al autor
  • Ma. Esther de Ariño

    martes, 15 de enero de 2013

    DIOS TE ESCUCHA CUANDO REZAS

    Autor: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C. | Fuente: la-oracion.com
    Cuando rezas...¿Dios te escucha?
    Debo llegar a mi oración abierto a que Dios me diga aquello que Él quiere decirme... y no predispuesto a querer escuchar sólo lo que a mí me interesa.
    Cuando rezas...¿Dios te escucha?

    Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.

    Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.

    Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.

    Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.

    Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.

    Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.

    Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.

    Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.

    Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

    Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,

    ser comprendido, cuanto comprender,

    ser amado, cuanto amar.

    Porque es dándose como se recibe,

    es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,

    es perdonando, como se es perdonado,

    es muriendo como se resucita a la vida eterna».
    (San Francisco de Asís)


    Me sucedió hace tiempo, en Sevilla (España). Estaba yo sentado en la sala de la casa de una familia a la que acababa de conocer, pero con la que se había creado ya una bonita amistad. Los sevillanos tienen esa gracia que te contagia desde el primer momento: ese comerse las eses al final de cada frase, las ganas de fiesta, la sonrisa siempre a flor de piel, la devoción a María. ¡Personas estupendas!

    Pero volvamos a esa sala, en donde tomábamos el café después de una comida. En un momento dado, uno de los adolescentes me lanzó un reto, así a bocajarro, de la manera típica de los jóvenes de su edad: A que no es capaz de demostrarnos ahora que, cuando reza, Dios le escucha. Sonreí. Pero, ¿cómo me va a decir a mí que Dios no me escucha, si llevo más de 20 años rezando todos los días? Y cuando iba a empezar la respuesta... no pude responder. Me quedé helado. ¿Dios me escucha? ¿De verdad está al otro lado?

    No fue una crisis de fe, pero sí una búsqueda de replantearme lo que ya creía. Y empecé a limar, a ahondar en mi interior: ¿por qué oro, cuáles son mis motivos, qué llena mi corazón en cada oración?

    Y fue cuando me topé con esta bellísima oración de San Francisco de Asís; o por lo menos, se le atribuye a él. Concretamente, en el canto de una misa ahí en Sevilla. Escuchar cada palabra me abrió un horizonte nuevo en mi oración y me ayudó a responderle a ese adolescente: la respuesta al "demuéstrame que Dios me responde" está en la vivencia de tu propia vida. Me explico.

    Vi hace poco un video en el que un grupo de jóvenes se reunió una noche para una fiesta. En un momento dado, alguien sacó una pintura fosforescente y roció a todos con ella. El resultado fue increíble: apagaron las luces y todo eran colores que iluminaban el ámbito en donde estaban.

    Algo así debe suceder con nuestra oración. En cada momento de diálogo con Dios, nos sumergimos en Él y debemos llenarnos de Él. De este contacto nuestro actuar debe salir brillante, de tal manera que ilumine el mundo de oscuridad y pecado que nos rodea. Debemos ser, así, instrumentos de Dios: de paz, de amor, de unión, de perdón, de fe.

    Eso sí, para eso, debo llegar a mi oración con gran pureza de intención, abierto a que Dios me diga aquello que Él quiere decirme... y no predispuesto a querer escuchar sólo lo que a mí me interesa. Porque, como bien decía San Francisco, es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo, es perdonando, como se es perdonado, es muriendo como se resucita a la vida eterna.

    A que no es capaz de demostrarnos ahora que cuando reza Dios le escucha. Sí, soy capaz de hacerlo. Porque puedo ver el resultado en aquellos que me rodean y en mi propia vida. No siempre lo logro, pero por lo menos lo intento. Después de todo, y como decía otro santo, «haz lo que puedas, Dios no te pide más» (San Agustín). Y será en este intentar ser mejor cada día, en este zambullirme en Dios en cada oración, que puedo alumbrar más el mundo que me rodea. Tal y como, aún hoy, lo sigue haciendo ese enamorado de Dios llamado Francisco de Asís.






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    domingo, 13 de enero de 2013

    PENSAMIENTO MARIANO 17


    PENSAMIENTO MARIANO


    Las madres de la tierra no abandonan nunca a sus hijos. Del mismo modo María, que ama tanto a sus hijos durante la vida, con cuánta ternura, con cuánta bondad acudirá a protegerlos en sus últimos instantes, cuando mayor es la necesidad.


    San Juan Bosco
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