domingo, 4 de marzo de 2012

LA FE HASTA EL EXTREMO...


LA FE HASTA EL EXTREMO

"Te ofreceré un sacrifico de alabanza, invocando tu nombre. Señor". Ofrecer al Señor un sacrifico de alabanza, es un buen propósito que podríamos hacer este segundo domingo de cuaresma. La súplica del salmao que hemos citado lleva a recordar la invitación de San Pablo en su carta a los romanos(12,1), donde invita a ofrecer nuestros cuerpos como Hostia viva, santa y agradable, pues ése es el culto razonable.

En una palabra, el culto razonable, auténtico, grato a Dios, supone el esfuerzo decidido de escuchar a Jesús. Si la gloria de Dios es que el hombre viva, no hay que olvidar que la vida del hombre es la visitón de Dios y a ver a Dios sólo se llega si tiene el corazón limpio, como Jesús enseñó cuando pronunció las bienaventuranzas. Ese limpio corazón, el corazón purificado, sólo se adquiere en el trato constante con Jesucristo, nuestro Señor. Y el trato auténtico con Nuestro Señor se da cuando escuchamos, cuando tomamos conciencia de que Él es el Hijo amado del Padre, el único capaz de hacer vibrar las fibras más íntimas del ser y por eso quien le experimenta puede decir como Pedro: "!Que bien se está aquí"!

Es muy probable que en nuestra vida, en más de una ocasión hayamos vivido una fuerte experiencia espiritual, hayamos saboreado el gozo de estar ante y con Jesús, el Señor Resucitado. Pero la vida cristiana no está hecha sólo de experiencias de gozo espiritual. Jesús bajó de la montaña con los discípulos, pues éstos tendrían que aprender que para vivir la Transfiguración definitiva es preciso el combate diario, es necesario escuchar al Hijo, aprender de Él, pasar por la pasión y la cruz. La cuaresma es invitación a un seguimiento del Señor cada vez más comprometido y maduro. Es invitación a contemplar al Señor escuchando su voz y aprendiendo de Él.

Pbro. Pedro Hidalgo Díaz.

sábado, 3 de marzo de 2012

JACULATORIAS A LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESÚS Y DE MARÍA

Sagrado Corazón de Jesús, 
venga a nosotros tu reino.

Corazón dulcísimo de María, 
prepáranos un camino seguro. 

JUZGAR A MI PRÓJIMO...

Juzgar a mi prójimo
Autor: Paulo Coelho


Uno de los monjes del monasterio de Sceta cometió una falta grave, y llamaron al ermitaño más sabio para que se ocupara de juzgarlo.

El ermitaño se negó, pero insistieron tanto que terminó por aceptar. Antes, sin embargo, tomó un balde y lo perforó en varias partes; después, lo llenó de arena y se encaminó para el convento.

El superior, al verlo entrar, le preguntó qué era aquello.

-Vine a juzgar a mi prójimo –dijo el ermitaño. –Mis pecados se van escurriendo detrás de mí, como la arena se escurre de este balde. Pero, como no miro para atrás, y no me doy cuenta de mis propios pecados, ¡aquí estoy para juzgar a mi prójimo!

Los monjes, en ese mismo momento, desistieron del castigo.

PIENSA...

Piensa...

Piensa que no sabes si hay mañana, y sí que hubo ayer, porque pasó y no está.

Piensa que es hoy lo que tienes en tus dedos, en tus manos heladas el hoy yace, no lo ahogues al nacer y vive vivo.

Piensa que las calles y las plazas, que los árboles y ríos, que los pueblos y sus gentes son de todos. Que son tuyos.

Y aunque estés agotado no te bajes de esta casa sin tejado que es el mundo, no te alejes de este tiempo que es el tuyo.

Piensa en lo que puedes hacer con tu mirada, las palabras muchas veces son capaces de desplazar emociones, de cambiarlas, de mudarlas, de ensuciarlas o limpiarlas.

Piensa que tu vida es tuya porque sólo tú la vives, y todo lo tuyo es único. Sé tú mismo, escucha tú corazón y olvida las oraciones que aprendiste de memoria.

Piensa que hoy puede ser el día de tú vida. Tú momento. Cada día. Cada hora. Tú momento

AMAR COMO CRISTO NOS AMA...

Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Amar como Cristo nos ama
Sábado primera semana Cuaresma. Amar a costa de uno mismo, el auténtico amor es capaz de romper los propios egoísmos.
 
Amar como Cristo nos ama
La generosidad es una de las virtudes fundamentales del cristiano. La generosidad es la virtud que nos caracteriza en nuestra imitación de Cristo, en nuestro camino de identificación con Él. Esto es porque la generosidad no es simplemente una virtud que nace del corazón que quiere dar a los demás, sino la auténtica generosidad nace de un corazón que quiere amar a los demás. No puede haber generosidad sin amor, como tampoco puede haber amor sin generosidad. Es imposible deslindar, es imposible separar estas dos virtudes.

¿Qué amor puede existir en quien no quiera darse? ¿Y qué don auténtico puede existir sin amor? Esta unión, esta intimidad tan estrecha entre la generosidad y la misericordia, entre la generosidad y el amor, la vemos clarísimamente reflejada en el corazón de nuestro Señor, en el amor que Dios tiene para cada uno de nosotros, y en la forma en que Jesucristo se vuelca sobre cada una de nuestras vidas dándonos a cada uno todo lo que necesitamos, todo lo que nos es conveniente para nuestro crecimiento espiritual.

Este darse de Cristo lo hace nuestro Señor a costa de Él mismo. Como diría San Pablo: "Bien saben lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se hizo pobre por ustedes, para que ustedes se hiciesen ricos con su pobreza". Ésta es la clave verdadera del auténtico amor y de la auténtica generosidad: el hacerlo a costa de uno.

En el fondo, podríamos pensar que esto es algo negativo o que es algo que no nos conviene. ¡Cómo voy yo a entregarme a costa mía! ¡Cómo voy yo a darme o a amar a costa mía! Sin embargo, es imposible amar si no es a costa de uno, porque el auténtico amor es el amor que es capaz de ir quebrando los propios egoísmos, de ir rompiendo la búsqueda de sí mismo, de ir disgregando aquellas estructuras que únicamente se preocupan por uno mismo. ¡Qué diferente es la vida, qué diferente se ve todo cuando en nuestra existencia no nos buscamos a nosotros y cuando buscamos verdadera y únicamente a Dios nuestro Señor! ¡Cómo cambian las prioridades, cómo cambia el entendimiento que tenemos de toda la realidad y, sobre todo, cómo aprendemos a no conformarnos con amar poquito!

Esto es lo que nuestro Señor nos dice en el Evangelio: "Antiguamente se decía: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo". Esto es amar poquito, amar con medida, amar sin darse totalmente a todos los demás. Podríamos nosotros también ser así: personas que aman no según el amor, sino según sus conveniencias; no según la entrega, sino según los propios intereses. Cuando Cristo dice: "Si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso también los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso también los paganos?", lo que nos está diciendo: ¿no hacen eso también aquellos a los que solamente les interesa la conveniencia o el dinero? Te doy, porque me diste; te amo porque me amaste.

El cristiano tiene que aprender a abrir su corazón verdaderamente a todos los que lo rodean, y entonces, las prioridades cambian: ya no me preocupo si esto me interesa o no; la única preocupación que acabo por tener es si me estoy entregando totalmente o me estoy entregando a medias; si estoy dándome, incluso a costa de mí mismo, o estoy dándome calculándome a mí mismo. En el fondo, estos dos modelos que aparecen son aquellos que, o siguen a Cristo, o se siguen a sí mismos.
Ser perfectos no es, necesariamente, ser perfeccionistas. Ser perfectos significa ser capaces de llevar hasta el final, hasta todas las consecuencias el amor que Dios ha depositado en nuestro corazón. Ser perfecto no es terminar todas las cosas hasta el último detalle; ser perfecto es amar sin ninguna medida, sin ningún límite, llegar hasta el final consigo mismo en el amor.

Para todos nosotros, que tenemos una vocación cristiana dentro de la Iglesia, se nos presenta el interrogante de si estamos siendo perfeccionistas o perfectos; si estamos llegando hasta el final o estamos calculando; si estamos amando a los que nos aman o estamos entregándonos a costa de nosotros mismos.

Estas preguntas, que en nuestro corazón tenemos que atrevernos a hacer, son las preguntas que nos llevan a la felicidad y a corresponder a Dios como Padre nuestro, y, por el contrario, son preguntas que, si no las respondemos adecuadamente, nos llevan a la frustración interior, a la amargura interior; nos llevan a un amor partido y, por lo tanto, a un amor que no satisface el alma.

Pidámosle a Jesucristo que nos ayude a no fragmentar nuestro corazón, que nos ayude a no calcular nuestra entrega, que nos ayude a no ponernos a nosotros mismos como prioridad fundamental de nuestro don a los demás. Que nuestra única meta sea la de ser perfectos, es decir, la de amar como Cristo nos ama a nosotros.



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Cipriano Sánchez LC

    viernes, 2 de marzo de 2012

    CONVERSIÓN Y RENOVACIÓN DEL CORAZÓN

    Conversión y renovación del corazón
    Autor: P. Cipriano Sánchez

    Entrar constantemente dentro de nosotros mismos y vigilar nuestra alma es el camino necesario, ineludible para poder llegar a vivir esta penitencia de los sentimientos. Es el camino del cual no podemos prescindir para tener bien dominada toda esa corriente que son los sentimientos, de manera que no perdamos nada de la riqueza que ella nos pueda aportar, pero tampoco nos dejemos arrastrar por la corriente, que a veces puede llevarnos lejos de Dios nuestro Señor.


    Toda la Cuaresma, con su constante invitación a la conversión, es un hermoso recordatorio de cómo Dios nuestro Señor nos quiere, a todos y cada uno de nosotros, plenamente santos, absolutamente santos. “Purifíquense de todas sus iniquidades, renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor”.

    La ley de santidad, que nos exige y que nos obliga a todos, se convierte en un imperativo al que nosotros no podemos renunciar. Pero seríamos bastante ingenuos si esta ley de santidad pretendiéramos vivirla alejados de lo que somos, de nuestra realidad concreta, de los elementos que nos constituyen, de las fibras más interiores de nuestro ser. Seríamos ingenuos si no nos atreviéramos a discernir en nuestra alma aquellas situaciones que pueden estar verdaderamente impidiendo una auténtica conversión. La conversión no es solamente ponerse ceniza, la conversión no es guardar abstinencia de carne, no es sólo hacer penitencias o dar limosnas. La conversión es una transformación absoluta del propio ser.
    “Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud de la justicia, él mismo salva su vida si recapacita y se aparta de los delitos cometidos; ciertamente vivirá y no morirá”. Esta frase del profeta Ezequiel nos habla de la necesidad de llegar hasta los últimos rincones de nuestra personalidad en el camino de conversión. Nos habla de la importancia de que no quede nada de nosotros apartado de la exigencia de conversión. Y si nosotros quisiéramos preguntarnos cuál es el primer elemento que tenemos que atrevernos a purificar en nuestra vida, el elemento fundamental sin el cual nuestra existencia puede ver truncada su búsqueda de santidad, creo que tendríamos que entrar y atrevernos a examinar nuestros sentimientos.

    ¡Cuántas veces son nuestros sentimientos los que nos traicionan! ¡Cuántas veces es nuestra afectividad la que nos impide lograr una real conversión! ¡Cuántos de nosotros, en el camino de santidad, nos hemos visto obstaculizados por algo que sentimos escapársenos de nuestras manos, que sentimos írsenos de nuestra libertad, que son nuestros sentimientos! Los sentimientos, que son una riqueza que Dios pone en nuestra alma, se acaban convirtiendo en una cadena que nos atrapa, que nos impide razonar y reaccionar; nos impiden tomar decisiones y afirmarnos en el propósito de conversión. La penitencia de los sentimientos es el camino que nos tiene que acabar llevando en todas las Cuaresmas, más aún, en la Cuaresma continua que tiene que ser nuestra existencia, hacia el encuentro auténtico con Dios nuestro Señor.

    Jesucristo, en el Evangelio, nos habla de la importancia que tiene el ser capaces de dominar nuestros sentimientos para poder lograr una auténtica conversión. La Antigua Ley hablaba de que el que mataba cometía pecado y era llevado ante el tribunal, pero Cristo no se conforma simplemente con esto; Cristo va más allá en lo que tiene que ir haciendo plena a la persona. Jesucristo nos invita, como parte de este camino de conversión, a la purificación de nuestros sentimientos, a la penitencia interior cuando nos dice: “Todo el que se enoje con su hermano, será llevado hasta el tribunal”.

    En cuántas ocasiones nosotros buscamos quién sabe qué mortificaciones raras y andamos pensando qué le podríamos ofrecer al Señor, y no nos damos cuenta de que llevamos una penitencia incorporada en nosotros mismos a través de nuestros sentimientos. No nos damos cuenta de que nuestros sentimientos se convierten en un campo en el que nuestra vida espiritual muchas veces naufraga.

    ¡Cuántas veces nuestros anhelos de perfección se han visto carcomidos por los sentimientos! ¡Cuántas veces el interés por los demás, porque los demás crezcan, por ayudar a los demás, se ha visto arruinado por los sentimientos! ¡Cuántas veces un deseo de una mayor entrega, un interés por decirle a Cristo «sí» con más profundidad, se ha visto totalmente apartado del camino por culpa de los sentimientos! No porque ellos sean malos, porque son un don de Dios, y como don de Dios, tenemos que hacerlos crecer y enriquecernos con ellos. Pero, tristemente, cuántas veces esos sentimientos nos traicionan. Nuestra conversión, para que sea verdadera, para que sea plena, tiene que aprender a pasar por el dominio de nuestros sentimientos. Y para lograrlo, la gracia tiene que llegar tan hondo a nuestro interior, que incluso nuestros sentimientos se vean transfigurados por ella.

    ¿Cuál es el camino para esto? El camino es el examen: “Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene una queja contra ti [...]”. Entrar constantemente dentro de nosotros mismos y vigilar nuestra alma es el camino necesario, ineludible para poder llegar a vivir esta penitencia de los sentimientos. Es el camino del cual no podemos prescindir para tener bien dominada toda esa corriente que son los sentimientos, de manera que no perdamos nada de la riqueza que ella nos pueda aportar, pero tampoco nos dejemos arrastrar por la corriente, que a veces puede llevarnos lejos de Dios nuestro Señor.

    Para entrar en nosotros es necesario que la memoria y el recuerdo se transformen como en un espejo en el cual nuestra alma está siendo examinada, percibida constantemente por nuestra conciencia, para ver hasta qué punto el sentimiento está enriqueciéndome o hasta qué punto está traicionándome. Hasta qué punto el sentimiento está dándome plenitud o hasta qué punto el sentimiento me está atando a mí mismo, a mi egoísmo, a mis pasiones, a mis conveniencias.

    Vigilar, estar atentos, recordar, pero al mismo tiempo, es fundamental que el camino de conversión no simplemente pase por una vigilancia, que nos podría resultar obscura y represiva, sino es necesario, también, que el camino de conversión pase por un enriquecimiento. Si alguien tendría que tener unos sentimientos ricos, muy fecundos, ése tendría que ser un cristiano, tendría que ser un santo, porque solamente el santo —el auténtico cristiano— potencia toda su personalidad impulsado por la gracia, para que no haya nada de él que quede sin redimir, sin ser tocado por la Cruz de Cristo.

    Cristo, cuando está hablando a los fariseos les dice: “Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán ustedes en el Reino de los Cielos”. No podemos quedarnos con una justicia del «no harás», tenemos que buscar una justicia del «hacer», del llevar a plenitud, del enriquecimiento, que es parte de nuestra conversión. Y en este sentido, tenemos que estar constantemente preguntándonos si ya hemos enriquecido todos nuestros sentimientos: el cariño, el afecto, la ternura, la compasión, la sensibilidad; todos los sentimientos que nosotros podemos tener de justicia, de interés, de preocupación; todos los sentimientos que podemos tener de acercamiento a los demás, de percepción de las situaciones de los otros. ¿Hasta qué punto nos estamos enriqueciendo buscando cada día darle más cercanía a la gracia de Cristo?

    Dice el salmo: “Perdónanos Señor y viviremos”. En estas tres palabras podríamos encerrar esta penitencia de los sentimientos. Que el Señor nos perdone, es decir, que nos purifique. Llegar a limpiar los sentimientos de todo egoísmo, de toda preocupación por nosotros mismos, de toda búsqueda interesada de nosotros. Pero no basta, hay que vivir de ese perdón; de esa purificación tiene que nacer la vida y tiene que nacer un enriquecimiento nuestro y de los demás.

    El camino de conversión es difícil, exige una gran apertura del corazón, exige estar dispuestos, en todo momento, a cuestionarnos y a enriquecernos. Hagamos de la Cuaresma un camino de enriquecimiento, un camino de encuentro más profundo con Cristo, un camino en el que al final, la Cruz de Cristo haya tocado todos los resortes de nuestra personalidad.

    EL ROSTRO DE UN NIÑO ...

    JESSPALOMNIO.gif picture by RosaSonrisa


    En el rostro de un niño

    En el rostro de un niño se dan cita las ternuras del cielo y las bellezas de la tierra.
    La luz de inocencia lo baña y la sonrisa de un ángel lo adorna,es semejante a la superficie plácida y cristalina del agua de un estanque, que refleja la luz suave de la luna y el rocío plateado de las estrellas.

    No importa que este sucia la carita del niño, en ella siempre se podrá adivinar la pureza de su alma tierna.

    En los ojos de un niño no se asoma la sombra fea de la envidia, ni en sus mejillas se divisa el rubor de la venganza.

    No hay en él amarguras de la vida, las desiluciones de la existencia.

    Cuando sonríe estalla una bomba de encanto que envuelve a todos los que lo rodean, cuando llora los que están cerca se sienten conmovidos.

    Tú hombre que maquinas el mal, tu mujer que incubas el odio , detén tus pasos y fija tu mirada en el rostro de niño.

    Contempla su inocencia, admira su debilidad. Si te sonríe... sonríele tú, si te hace muecas de cariño, acariciale tú.

    Los niños son flores en el jardín de la vida, no dejes que se marchiten.

    Todos los niños son bellos, el de piel blanca con sus ojos azules como el negrito que el sol lo besó mucho, como el de piel morena porque sus padres asi lo quisieron,o el de color amarillo porque su madre lo envolvió en el velo pálido del atardecer.

    El niño es niño en el norte, en el sur, en el este y el oeste.
    Ora meciéndose en una cuna dorada,o gateando inocente sobre el piso desnudo de la choza rustica.

    Mientras haya niños en el mundo la esperanza será un sol sin ocaso.

    ¿Te sientes triste?...
    ¿Crees que la vida no tiene sentido alguno?...Mira el rostro de un niño después todo te será distinto.

     

    Autor desconocido

    FABRICANTE DE JABONES...


    Fabricante de jabones .

    Un cristiano estaba caminando por la calle cuando se encontró con el dueño de una compañía que fabricaba jabones.

    Mientras hablaba
    n, el fabricante de jabones dijo: «El evangelio que usted predica no puede ser muy bueno, porque todavía hay mucha gente mala.»

    El cristiano notó que había un niño cerca jugando con lodo. El niño estaba manchado de lodo de pies a cabeza.

    El cristiano dijo a su amigo: «Su jabón no puede ser muy bueno, porque todavía hay mucho sucio en el mundo.»

    El hombre respondió: «Bueno, solamente limpia cuando una persona lo usa.»

    ¡Exactamente!» --dijo el cristiano!

    CUARESMA, UN RECORDATORIO DE CÓMO DIOS NOS QUIERE

    Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
    Cuaresma, un recordatorio de cómo Dios nos quiere
    Viernes primera semana Cuaresma. Nuestro amor a los demás será la mejor ofrenda a Dios.
     
    Cuaresma, un  recordatorio de cómo Dios  nos quiere
    Toda la Cuaresma, con su constante invitación a la conversión, es un hermoso recordatorio de cómo Dios nuestro Señor nos quiere, a todos y cada uno de nosotros, plenamente santos, absolutamente santos. "Purifíquense de todas sus iniquidades, renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor".

    La ley de santidad, que nos exige y que nos obliga a todos, se convierte en un imperativo al que nosotros no podemos renunciar. Pero seríamos bastante ingenuos si esta ley de santidad pretendiéramos vivirla alejados de lo que somos, de nuestra realidad concreta, de los elementos que nos constituyen, de las fibras más interiores de nuestro ser. Seríamos ingenuos si no nos atreviéramos a discernir en nuestra alma aquellas situaciones que pueden estar verdaderamente impidiendo una auténtica conversión. La conversión no es solamente ponerse ceniza, la conversión no es guardar abstinencia de carne, no es sólo hacer penitencias o dar limosnas. La conversión es una transformación absoluta del propio ser.

    "Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud de la justicia, él mismo salva su vida si recapacita y se aparta de los delitos cometidos; ciertamente vivirá y no morirá".
    Esta frase del profeta Ezequiel nos habla de la necesidad de llegar hasta los últimos rincones de nuestra personalidad en el camino de conversión. Nos habla de la importancia de que no quede nada de nosotros apartado de la exigencia de conversión. Y si nosotros quisiéramos preguntarnos cuál es el primer elemento que tenemos que atrevernos a purificar en nuestra vida, el elemento fundamental sin el cual nuestra existencia puede ver truncada su búsqueda de santidad, creo que tendríamos que entrar y atrevernos a examinar nuestros sentimientos.

    ¡Cuántas veces son nuestros sentimientos los que nos traicionan! ¡Cuántas veces es nuestra afectividad la que nos impide lograr una real conversión! ¡Cuántos de nosotros, en el camino de santidad, nos hemos visto obstaculizados por algo que sentimos escapársenos de nuestras manos, que sentimos írsenos de nuestra libertad, que son nuestros sentimientos! Los sentimientos, que son una riqueza que Dios pone en nuestra alma, se acaban convirtiendo en una cadena que nos atrapa, que nos impide razonar y reaccionar; nos impiden tomar decisiones y afirmarnos en el propósito de conversión. La penitencia de los sentimientos es el camino que nos tiene que acabar llevando en todas las Cuaresmas, más aún, en la Cuaresma continua que tiene que ser nuestra existencia, hacia el encuentro auténtico con Dios nuestro Señor.

    Jesucristo, en el Evangelio, nos habla de la importancia que tiene el ser capaces de dominar nuestros sentimientos para poder lograr una auténtica conversión. La Antigua Ley hablaba de que el que mataba cometía pecado y era llevado ante el tribunal, pero Cristo no se conforma simplemente con esto; Cristo va más allá en lo que tiene que ir haciendo plena a la persona. Jesucristo nos invita, como parte de este camino de conversión, a la purificación de nuestros sentimientos, a la penitencia interior cuando nos dice: "Todo el que se enoje con su hermano, será llevado hasta el tribunal".

    En cuántas ocasiones nosotros buscamos quién sabe qué mortificaciones raras y andamos pensando qué le podríamos ofrecer al Señor, y no nos damos cuenta de que llevamos una penitencia incorporada en nosotros mismos a través de nuestros sentimientos. No nos damos cuenta de que nuestros sentimientos se convierten en un campo en el que nuestra vida espiritual muchas veces naufraga.

    ¡Cuántas veces nuestros anhelos de perfección se han visto carcomidos por los sentimientos! ¡Cuántas veces el interés por los demás, porque los demás crezcan, por ayudar a los demás, se ha visto arruinado por los sentimientos! ¡Cuántas veces un deseo de una mayor entrega, un interés por decirle a Cristo «sí» con más profundidad, se ha visto totalmente apartado del camino por culpa de los sentimientos! No porque ellos sean malos, porque son un don de Dios, y como don de Dios, tenemos que hacerlos crecer y enriquecernos con ellos. Pero, tristemente, cuántas veces esos sentimientos nos traicionan. Nuestra conversión, para que sea verdadera, para que sea plena, tiene que aprender a pasar por el dominio de nuestros sentimientos. Y para lograrlo, la gracia tiene que llegar tan hondo a nuestro interior, que incluso nuestros sentimientos se vean transfigurados por ella.

    ¿Cuál es el camino para esto? El camino es el examen: "Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene una queja contra ti [...]". Entrar constantemente dentro de nosotros mismos y vigilar nuestra alma es el camino necesario, ineludible para poder llegar a vivir esta penitencia de los sentimientos. Es el camino del cual no podemos prescindir para tener bien dominada toda esa corriente que son los sentimientos, de manera que no perdamos nada de la riqueza que ella nos pueda aportar, pero tampoco nos dejemos arrastrar por la corriente, que a veces puede llevarnos lejos de Dios nuestro Señor.

    Para entrar en nosotros es necesario que la memoria y el recuerdo se transformen como en un espejo en el cual nuestra alma está siendo examinada, percibida constantemente por nuestra conciencia, para ver hasta qué punto el sentimiento está enriqueciéndome o hasta qué punto está traicionándome. Hasta qué punto el sentimiento está dándome plenitud o hasta qué punto el sentimiento me está atando a mí mismo, a mi egoísmo, a mis pasiones, a mis conveniencias.

    Vigilar, estar atentos, recordar, pero al mismo tiempo, es fundamental que el camino de conversión no simplemente pase por una vigilancia, que nos podría resultar obscura y represiva, sino es necesario, también, que el camino de conversión pase por un enriquecimiento. Si alguien tendría que tener unos sentimientos ricos, muy fecundos, ése tendría que ser un cristiano, tendría que ser un santo, porque solamente el santo -el auténtico cristiano- potencia toda su personalidad impulsado por la gracia, para que no haya nada de él que quede sin redimir, sin ser tocado por la Cruz de Cristo.

    Cristo, cuando está hablando a los fariseos les dice: "Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán ustedes en el Reino de los Cielos". No podemos quedarnos con una justicia del «no harás», tenemos que buscar una justicia del «hacer», del llevar a plenitud, del enriquecimiento, que es parte de nuestra conversión. Y en este sentido, tenemos que estar constantemente preguntándonos si ya hemos enriquecido todos nuestros sentimientos: el cariño, el afecto, la ternura, la compasión, la sensibilidad; todos los sentimientos que nosotros podemos tener de justicia, de interés, de preocupación; todos los sentimientos que podemos tener de acercamiento a los demás, de percepción de las situaciones de los otros. ¿Hasta qué punto nos estamos enriqueciendo buscando cada día darle más cercanía a la gracia de Cristo?

    Dice el salmo: Perdónanos Señor y viviremos. En estas tres palabras podríamos encerrar esta penitencia de los sentimientos. Que el Señor nos perdone, es decir, que nos purifique. Llegar a limpiar los sentimientos de todo egoísmo, de toda preocupación por nosotros mismos, de toda búsqueda interesada de nosotros. Pero no basta, hay que vivir de ese perdón; de esa purificación tiene que nacer la vida y tiene que nacer un enriquecimiento nuestro y de los demás.

    El camino de conversión es difícil, exige una gran apertura del corazón, exige estar dispuestos, en todo momento, a cuestionarnos y a enriquecernos. Hagamos de la Cuaresma un camino de enriquecimiento, un camino de encuentro más profundo con Cristo, un camino en el que al final, la Cruz de Cristo haya tocado todos los resortes de nuestra personalidad.



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Cipriano Sánchez LC

    miércoles, 29 de febrero de 2012

    ESTAMPA DEL AVE MARÍA

    PUEDE HABER MOMENTOS...

    Puede haber Momentos..

    Puede haber momentos en que en mi vida parezca imperar cualquier cosa menos el orden divino. Sin embargo, sé por experiencia que esos momentos son pasajeros, que el perfecto orden de Dios está presente y activo siempre en mi vida.

    Cuando me siento desasosegada, cuando las cosas no salen como yo querría, recuerdo este versículo de Corintios: "Dios no es un Dios de desorden, sino de paz".

    Y esta afirmación de verdad me bendice cada vez que la pienso o la digo. Al afirmar la verdad estoy apartando mi atención del desafío y poniendo una conciencia de Dios en todo lo que hago.

    Pronto empezaré a ver el orden que hay a mi alrededor. Sé que Dios obra conmigo, así que concentro mis pensamientos en el orden divino. Como estoy concentrada, siento literalmente la presencia del orden y la paz divinos.

    Traigo a este día una conciencia del orden de Dios y soy bendecida.

    (Gra Baq)

    CoronillaCorazndeJess2a.gif picture by PazenlaTormenta

    EN LA COMUNIDAD DE JESÚS...


    En la Comunidad de Jesùs...
    En la comunidad de Jesús no hay dirigentes y dirigidos, pastores y ovejas. ¡Todos somos hermanos y a todos nos incumbe la responsabilidad!

    El pasaje evangélico nos habla del Buen Pastor que es Jesús y del pueblo de Dios, en el que todos somos corresponsables.
    Si malo es sentirse “pastor”, considerando a los demás miembros de la comunidad “ovejas”, no es mejor sentirse “oveja” considerando a otros miembros “pastores”.

    Esas falsas actitudes no ayudan a construir la comunidad ni el Reino de Jesús

    JESÚS NUNCA TE ABANDONARÁ

    ¿DÓNDE ENCONTRAR LA FELICIDAD?

    Autor: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net
    ¿Dónde encontrar la felicidad?
    ¿Es lo mismo alegría y felicidad?, ¿depende de las circunstancias el ser feliz?, ¿de mí?, ¿en dónde la podremos encontrar?
     
    ¿Dónde encontrar la felicidad?

    Todos la buscan, todos la desean. Como una paradoja, se vende todo por conseguirla y se adquiere de todo por conservarla. La felicidad es ese escurridizo anhelo que pide ser permanente y que se confunde con lo efímero. ¿Es lo mismo alegría y felicidad?, ¿depende de las circunstancias el ser feliz?, ¿de mí?, ¿es objetiva o subjetiva?, ¿en dónde la podremos encontrar?

    Sin duda, para nosotros cristianos, la felicidad constituye una serie de realizaciones, proyectos y especialmente una gran armonía entre la paz, la verdad y el bien; es ahí en donde podremos llegar a una verdadera felicidad. Les dejo esta historia, como reflexión, a raíz de la experiencia que tuvo San Agustín, en la cual decía, "tarde te amé dulzura tan nueva y tan antigua; tarde te amé, mientras yo te buscaba fuera, Tú estabas dentro ¿dónde encontrar la felicidad?".

    En el principio de los tiempos, se reunieron varios demonios para hacer una travesura. Uno de ellos dijo: "Debemos quitarles algo a los humanos, pero, ¿qué les quitamos?". Después de mucho pensar uno dijo: "¡Ya sé! vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la puedan encontrar". Propuso el primero: "Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo", a lo que inmediatamente repuso otro: "No, recuerda que tienen fuerza, alguna vez alguien puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está".

    Luego propuso otro: "Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar", y otro contestó: "No, recuerda que tienen curiosidad, alguna vez alguien construirá algún aparato para poder bajar y entonces la encontrará". Uno más dijo: "Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra". Y le dijeron: "No, recuerda que tienen inteligencia, y un día alguien va a construir una nave en la que pueda viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad".

    El último de ellos, era un demonio que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás. Analizó cada una de ellas, y entonces dijo: "Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren". Todos voltearon asombrados y preguntaron al mismo tiempo ¿dónde? El demonio respondió: "La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán". Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así "El humano se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la trae consigo".

    Estar contento es estar lleno de contenido. Si la vida está llena de contenido, se experimenta esa sensación de plenitud; y así, se puede ser feliz en momentos de dolor o de sufrimiento, porque se está hablando de un ser feliz y no ya de un estar feliz, dependiente del tiempo que dure, o de las circunstancias que lo rodeen. Aquí te va el decálogo del hombre feliz:

    1. Conocerse bien a uno mismo, y tener interioridad.
    2. Ser realista y exigente.
    3. Puesta en práctica de un proyecto de vida.
    4. Gran dosis de coherencia.
    5. Método a seguir: orden, constancia y disciplina.
    6. Seguir un comportamiento natural, no artificial ni forzado.
    7. Equilibrio entre el corazón y la cabeza.
    8. Apoyarse en una jerarquía de valores y tener sentido del humor para las situaciones críticas.
    9. Personalidad equilibrada en sus actividades y en sus responsabilidades.
    10. Tener una vida social estable en comunicación y compañía.





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  • P. Dennis Doren LC

    martes, 28 de febrero de 2012

    MI QUERIDO AMIG@...

    Mi Querido Amig@...

    Si alguna vez te sientes sólo y no sabes qué hacer, mira al cielo y busca una estrella, y así nunca más te sentirás en soledad pues tendrás a tu alrededor a millones de estrellas que son esas personas que sintieron lo mismo que tú.

    Si alguna vez sientes ganas de llorar, llora Deja salir tus lágrimas y con ellas todas las cosas que te hacen sentir mal; no dejes que se acumulen en tu ser, porque sólo darán paso a otro tipo de sentimientos que te hieren aún más.

    Si alguna vez te sientes mal contigo mismo, busca en lo más profundo de tu ser, date cuenta de que nadie es perfecto, tampoco tú, pero aún con todos tus defectos y cualidades, eres una persona única en el universo, por eso eres especial.

    Si alguna vez sientes que nadie te quiere, olvídalo, pues eso no es cierto; si te encuentras en esta tierra es porque alguien allá arriba lo quiso así, Él te hizo único y especial porque te ama y nunca te abandona porque eres lo máximo para Él; pero además de Él, hay personas a tu alrededor que te quieren, aunque a veces estamos ocupados en nuestros problemas y no les abrimos las puertas de nuestro corazón para demostrárnoslo.

    Si alguna vez necesitas de alguien que te comprenda, que te escuche, que te ayude, en fin, si necesitas de una amigo, quiero que sepas que cuentas conmigo para que nunca te sientas sólo, para que llores en mi hombro, para hacerte sentir bien, y sobre todo para demostrarte cuánto te aprecio...

    LA ORACIÓN ES EL ARMA PARA VENCER LAS TENTACIONES ...

    La oración es el arma para vencer las tentaciones
    P. Francisco Armengol, L.C


    El Papa ha comentado en su catequesis lo que significa la cuaresma en nuestra vida.

    Cuaresma quiere decir "40 días". Cuarenta es un número simbólico que expresa tiempo de espera, de purificación, y de conversión o regreso a Dios, en la consciencia que Dios es fiel a sus promesas.

    Desierto

    Jesús también estuvo 40 días en el desierto, después de su bautismo, antes de empezar su vida pública. Esta dinámica de buscar la soledad para rezar es frecuente en Cristo. Buscar la soledad con Dios, para luego regresar entre la gente y predicar al Padre. Estos días de cuaresma busquemos nosotros también momentos de soledad con Dios, pero recordando que la oración no nos debe encerrar en nosotros mismos, sino que nos debe abrir a los demás: volver entre la gente llenos de Dios.

    La oración de Cristo también nos da otra enseñanza: Cristo fue tentado en el desierto al final de los cuarenta días. El demonio le presentó un mesianismo de poder, de espectáculo, de riqueza, de éxito. Una tentación que Cristo rechazó porque había orado y contemplado el Plan de su Padre para Él. Es necesario orar para vencer las tentaciones.



    Aquí puedes leer la catequesis del Papa Benedicto XVI del 22 de febrero de 2012

    SAN BENITO, UN ÁGUILA Y CONSEJOS PARA VIVIR LA CUARESMA...

    Autor: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C. | Fuente: www.la-oracion.com
    San Benito, un águila y consejos para vivir la Cuaresma
    Con la Cuaresma, la Iglesia no busca hacernos la vida imposible, sino fortalecer nuestro espíritu, para soportar los grandes vuelos que tiene la vida.
     
    San Benito, un águila y consejos para vivir la Cuaresma
    Aunque la vida del monje debería tener en todo tiempo una observancia cuaresmal, sin embargo, como son pocos los que tienen semejante fortaleza, los exhortamos a que en estos días de Cuaresma guarden su vida con suma pureza, y a que borren también en estos días santos todas las negligencias de otros tiempos. Lo cual haremos convenientemente, si nos apartamos de todo vicio y nos entregamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia.

    Por eso, añadamos en estos días algo a la tarea habitual de nuestro servicio, como oraciones particulares o abstinencia de comida y bebida, de modo que cada uno, con gozo del Espíritu Santo, ofrezca voluntariamente a Dios algo sobre la medida establecida, esto es, que prive a su cuerpo de algo de alimento, de bebida, de sueño, de conversación y de bromas, y espere la Pascua con la alegría del deseo espiritual» (San Benito, Regla, Capítulo 49).

    Uno de mis animales favoritos es el águila. Siempre lo ha sido. Ver sus alas extendidas en su majestuoso vuelo o la pose orgullosa y elegante de su cabeza ha constituido desde mi más tierna infancia objeto de admiración. Por ese motivo, no dudé en abrir una de las miles de presentaciones de Power Point que me llegaron esta semana con el título de "El reto del águila". Decía exactamente lo siguiente:

    El águila es una de las aves de mayor longevidad. Llega a vivir 70 años. Pero para llegar a esa edad, en su cuarta década tiene que tomar una seria y difícil decisión.

    A los 40 años, ya sus uñas se volvieron tan largas y flexibles que no puede sujetar a las presas de las cuales se alimenta. El pico alargado y en punta, se curva demasiado y ya no le sirve. Apuntando contra el pecho están las alas, envejecidas y pesadas en función del gran tamaño de sus plumas y, para entonces, ¡volar se vuelve tan difícil!

    Entonces, tiene sólo dos alternativas: Dejarse estar y morir... o enfrentar un doloroso proceso de renovación que le llevará aproximadamente 150 días. Ese proceso consiste en volar a lo alto de una montaña y recogerse en un nido, próximo a un paredón donde ella no necesita volar y se siente más protegida.

    Entonces, una vez encontrado el lugar adecuado, el águila comienza a golpear la roca con el pico ¡hasta arrancarlo! Luego espera que le nazca un nuevo pico con el cual podrá arrancar sus viejas uñas inservibles. Cuando las nuevas uñas comienzan a crecer, ella desprende una a una, sus viejas y sobrecrecidas plumas. Y después de todos esos largos y dolorosos cinco meses de heridas, cicatrizaciones y crecimiento, logra realizar su famoso vuelo de renovación, renacimiento y festejo para vivir otros 30 años más.

    No sé si sea verdad o una mera ficción, pero a mí me ha recordado el período de Cuaresma que estamos viviendo, un tiempo que, para muchos, puede ser costoso. De hecho, lo era para San Benito.

    El texto del santo que arriba he querido compartirles lo deja muy claro: no se puede vivir la Cuaresma durante todo el año. No todos tenemos las fuerzas para vivirlo. Pero también es verdad que la Cuaresma es necesaria, así como para el águila era necesario ese esconderse en su nido. Sin este período de renuncias, nuestra alma puede volverse vieja, rutinaria y no rejuvenecer.

    Por ello, con este tiempo litúrgico que la Iglesia nos propone no es que se busque hacernos la vida imposible, sino que, con la oración y los pequeños sacrificios que uno realiza -«que prive a su cuerpo de algo de alimento, de bebida, de sueño, de conversación y de bromas», para decirlo con las palabras de San Benito- se nos ayuda a fortalecer nuestro espíritu, a darle más fuerza y soportar, luego, los grandes vuelos que aún tengamos por delante en nuestra vida: vuelos que no estarán exentos de dificultades y tentaciones; vuelos que nos llevarán, si Dios quiere, al vuelo definitivo a la Eternidad, al abrazo con Dios.

    ¿Cuántas "uñas largas e inservibles" tengo yo en mi vida y que necesito arrancarme? ¿Cuál es mi lista de vicios o de pequeñas cosas que puedo ofrecer a Dios? Sería muy positivo, si no lo han hecho aún, trazarse unos objetivos, sencillos y claros, para estos 40 días de Cuaresma y ponerlos delante de Dios en la oración. Así, podremos renovar nuestra alma y, de esta manera, podremos ser también objetos de admiración...pero no de cualquiera, sino del mismo Dios.


    lunes, 27 de febrero de 2012

    EL TRATO A LOS DEMÁS....


     EL TRATO A LOS DEMÁS

    Si bien los sistemas técnicos cambian con rapidez, los sistemas que rigen nuestra conducta social han evolucionado muy poco y obtenemos de la vida lo que queremos sólo trabajando con los demás. Para conservar esa perspectiva, siga estas reglas:

    * Para tener un amigo hay que saber serlo. Lo que más anhela una persona es sentirse necesitada; ayude a crear esa sensación en los demás.

    * La mayor virtud es la bondad; no se puede amar a todas las personas pero se puede ser bondadoso con todas.

    * No trate de impresionar a los demás; déjelos darse el gusto de impresionarlo a usted.

    * Sea entusiasta; nunca se ha logrado nada importante sin entusiasmo. Sea positivo; la gente positiva atrae a los demás, mientras que la negativa genera rechazo.

    * Se influye más en otros escuchando que hablando. El chisme rebaja más al chismoso que a la persona de quien este habla.

    * Llame a las personas por su nombre.

    * Comunique alegría.

    * Interésese genuinamente por los demás; anímelos a hablar de sí mismos.

    * Una sonrisa no cuesta nada y rinde notables dividendos; no sólo hace que se sienta usted bien, sino que ayuda a los demás a sentirse mejor.

    * Sea el primero en decir: ¡Hola! Me da gusto verte.

    * Como quisiérais que os trataran, así tratad a las personas. Sigue esta regla de oro.

    JESÚS NO TIENE MANOS...


     
    Jesús no tiene manosJESÚS no tiene manos,
    tiene sólo nuestras manos
    para construir un mundo nuevo
    donde haya más fraternidad y justicia.

    JESÚS no tiene pies,
    tiene sólo nuestros pies,
    para poner en marcha a los derrotados
    por el camino de la libertad.

    JESÚS no tiene labios,
    cuenta tan sólo con nuestros labios
    para anunciar a los hombres
    la buena noticia de la salvación.

    JESÚS no tiene recursos,
    cuenta tan sólo con nuestro trabajo
    para lograr que todos los hombres
    vivan como hermanos.

    JESÚS, aquí tienes mis manos, mis pies,
    mis labios, mi trabajo, mi sonrisa,
    mi tiempo, mi ilusión, mi vida.

    ¡Aquí estoy Señor!
    ¡Iré contigo!

    Eduardo Cáceres Contreras


    LOS CLAVOS EN LA PUERTA...

     

    LOS  CLAVOS  EN  LA  PUERTA 




    Hubo una vez un niño que tenía muy mal genio. Su padre le regaló una caja de clavos y le dijo que cada vez que perdiera el control tenía que clavar un clavo en la parte trasera de la puerta.

    El primer día el niño había clavado 37 clavos en la puerta. Durante las próximas semanas, como había aprendido a controlar su rabia, la cantidad de clavos comenzó a  desminuir diariamente.

    Descubrió que eras más fácil controlar su temperamento que clavar los clavos en la puerta. Finalmente llegó el día en que el niño no perdió los estribos. Le contó a su padre sobre ésto y su padre le sugirió que por cada día que se pudiera controlar sacara un clavo.

    Los días transcurrieron y el niño finalmente le pudo contar a su padre  que había sacado todos los clavos, el padre tomó a su hijo de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: “Haz hecho bien, hijo mio, pero mira los hoyos en la puerta.

    La puerta nunca volverá a ser la misma, cuando dices cosas con rabia, dejan una cicatriz igual que ésta. Le puedes clavar un cuchillo a un hombre y luego sacárselo. Pero no importa cuántas veces le pidas perdón, la herida siempre seguirá ahí”, una herida verbal es tan dañina como una física.

    Recuerda que los amigos son joyas muy escasas, te hacen reir y alentarte para que progreses; te prestan un oído, comparten palabras de aprecio y siempre quieren abrirnos su corazón.

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