Autor: P. Eusebio Gómez Navarro OCD | Fuente: Catholic.net Dios es un niño grande | |
Nos cuesta mucho sonreír, hemos perdido la capacidad de maravillarnos por cosas pequeñas, de gozar cada momento presente. | |
Una madre, para dar ánimo a su hijo, lo llevó a un concierto de Paderewski. El hijo entró en el escenario y empezó a tocar el piano. Cuando las cortinas se abrieron, el niño estaba interpretando las notas de “Mambrú se fue a la guerra”. En aquel momento, el maestro hizo su entrada, fue al piano y susurró al oído del niño: “No pares, continúa tocando”. Entonces Paderewski extendió su mano izquierda y empezó a llenar la parte del bajo. Luego, puso su mano derecha alrededor del niño y agregó un bello arreglo de la melodía. Fue una experiencia creativa. El público estaba entusiasmado. Dios es el gran maestro que nos enseña y nos dirige con sus manos divinas. Con su presencia inunda de vida toda nuestra existencia. “El Señor exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, danza por ti con gritos de júbilo como en los días de fiesta” (So 3,17-18). Dios es alegre y joven. La Escritura nos habla así de Dios: crea la vida “entre el clamor de las estrellas del alba” (Jb 38,7), la hizo con sabiduría (Pr 8,30). Dios disfruta y no sólo en su intimidad; salta de satisfacción al ver a los suyos, a su amado pueblo: “Me regocijaré en mi pueblo” (Is 65,18). A nosotros, los adultos, nos cuesta mucho sonreír. Las preocupaciones nos arrancan el gozo de poder disfrutar. Necesitamos hacernos como niños para entrar en el reino de los cielos (Mt 18,3), para gozar cada momento presente, para deleitarnos con todo lo bello de la vida, como si lo contempláramos por primera vez. El adulto ha perdido la capacidad de maravillarse, de asombrase por los grandes y pequeños acontecimientos. El adulto ha aprendido a pensar y actuar de una forma autómata y rígida. Y ha aprendido también a preocuparse de los negocios, de lo que los demás pensarán y dirán de él. Se reciben aplausos si se actúa de acuerdo a las expectativas de los otros. El adulto funciona a base de normas. Se hace serio y competitivo. Ha cifrado su importancia en el trabajo duro, en la ocupación, en tener cosas... Éstas son sus metas, aunque para ello tenga que dejar de sonreír, vivir amargado y, a veces, hasta enfermar. Según el pasaje evangélico de Mc 10,13-16, los discípulos actúan como “el adulto” y no permiten que los niños, la alegría personificada, se acerquen a Jesús. Sin embargo, él, que era libre, acogía a los niños y destacaba su forma de actuar. El adulto que redescubre el niño interior aprende “lo que ha de tomarse en serio para reírse de lo demás” (Herman Hesse). Esto crea una armonía profunda de espíritu y de unidad con el Creador. Descubrir el niño interior que llevamos dentro nos puede ayudar mucho a despertar a la vida, a contemplar con sorpresa las maravillas que nos topamos cada día, a valorar más el ser que el hacer. Necesitarnos volver a la niñez para darnos mayor cuenta de todo, para vivir sin prisas, para invertir tiempo en el descanso y el juego. Quizá debamos orar con las manos juntas y los ojos cerrados como los niños, pidiendo al Amigo que nos enseñe a disfrutar con lo que tenemos; que nos haga más plenamente conscientes de lo que vemos, tocamos, gustamos y olemos; que nos dé ojos para descubrir los grandes tesoros diarios y vivir en alegría y gratitud; que nos dé el coraje de ser nosotros mismos para no dejarnos llevar por una vida de normas ni por el qué dirán; que nos devuelva el alma de niño para disfrutar de todo y con todo. Acercarnos a los niños nos puede ayudar a ser como ellos: tener sus ojos, pensar como ellos, sonreír y disfrutar la vida como ellos. |
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miércoles, 3 de agosto de 2011
DIOS ES UN NIÑO GRANDE
HACER LAS PASES
Hacer las paces
Autor: Andrea Clay
Tenía apenas 14 años cuando conocí a Gabriel. Él no era mucho mayor y, al igual que yo, pasaba por la difícil etapa de la adolescencia. Nos hicimos amigos y juntos nos divertimos mucho.
Autor: Andrea Clay
Tenía apenas 14 años cuando conocí a Gabriel. Él no era mucho mayor y, al igual que yo, pasaba por la difícil etapa de la adolescencia. Nos hicimos amigos y juntos nos divertimos mucho.
No recuerdo qué pasó entre nosotros. Hubo palabras duras y lágrimas. La imagen de él, con el pelo empapado bajo la lluvia y las lágrimas que le resbalaban por las mejillas, se quedó para siempre grabada en mi memoria. Quise reparar el daño, pero me faltó valor y no supe hacerlo. La situación me parecía demasiado compleja. Gabriel y yo nos distanciamos.
Transcurrieron los años y no supe mucho de él. Luego, en abril de 1998, amigos mutuos me hicieron saber que estaba en coma. Había caído unos treinta metros mientras escalaba una montaña. El corazón me dio un vuelco. En ese instante comprendí que jamás lo volvería a ver. Los médicos se esforzaron por ayudarlo, pero Gabriel murió al cabo de unas semanas.
Después de aquello, durante un tiempo no podía conciliar el sueño de noche, deseando que hubiese podido resolver nuestras diferencias y que hubiésemos seguido siendo amigos. Tenía la certeza de que había perdido toda oportunidad de hacerlo. Me preguntaba si él me habría perdonado el daño que le había causado, si podía observarme desde el Cielo y si comprendía el dolor que azotaba mi alma.
Luego, una noche, me vino la respuesta a mi interrogante. No era nada largo ni complicado; pero era todo lo que me hacía falta para librarme del remordimiento. Oí claramente una voz en mi cabeza. Era Gabriel, que me decía: «¡Siempre te consideré mi amiga!»
Se me llenaron los ojos de lágrimas. Comprendí que todo estaba perdonado. A mi corazón llegó la paz. Entonces me propuse que jamás dejaría transcurrir un día sin hacer las paces con aquellos a quienes ofendiera, por si no se me vuelve a presentar la ocasión de hacerlo. Hoy podría ser mi única oportunidad de demostrar a alguien que es importante para mí, de decirle: «Te quiero», y hacer las paces.
* * *
La diferencia entre guardar rencor
y perdonar la ofensa recibida
es como la que hay entre acostarse de noche
sobre una almohada de espinos
y una de pétalos de rosa.
Loren Ficher
martes, 2 de agosto de 2011
GRACIAS A DIOS...
Gracias a Dios, hay personas que se preocupan del cuidado y el bienestar ajenos. Tal vez conozco a personas abnegadas, que brindan un muy necesario servicio y atenciones, a mí o a mis seres amados; quizás estoy rezando con ellas. En todo el mundo, profesionales, familiares y amigos son manos que brindan ayuda.
Cuidar de otros día tras día requiere ser responsable, compasivo y, sobre todo, afectuoso. Dios obra por intermedio de los curadores y les proporciona fe, seguridad y sabiduría para enfrentar todo tipo de situaciones.
Cuidar de otros día tras día requiere ser responsable, compasivo y, sobre todo, afectuoso. Dios obra por intermedio de los curadores y les proporciona fe, seguridad y sabiduría para enfrentar todo tipo de situaciones.
Extiendo mi amor y mis bendiciones a los curadores que conozco y a los del mundo entero, afirmando esta plegaria: Dios bendice a todos los curadores con la fortaleza y el valor necesarios para cuidar a los demás.
Dios bendice los curadores de nuestro mundo con fortaleza, coraje y amor.
DIOS ES EL PROTAGONISTA EN LA ORACIÓN
Autor: SS Juan Pablo II | Fuente: El Camino de María Dios es el protagonista en la oración | |
Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad. No pocas veces sentimos la tentación de pensar que Dios no nos oye o que no nos responde. | |
- ¿Qué es la oración? Comúnmente se considera una conversación. En una conversación hay siempre un «yo» y un «tú». En este caso un Tú con mayúscula. La experiencia de la oración enseña que si inicialmente el «yo» parece el elemento más importante, uno se da cuenta luego de que en realidad las cosas son de otro modo. Más importante es el Tú, porque nuestra oración parte de la iniciativa de Dios. - ¿Cómo reza el Papa? Os respondo: como todo cristiano: habla y escucha. A veces, reza sin palabras, y es entonces cuando más escucha. Lo más importante es precisamente lo que «oye». Trata también de unir la oración a sus obligaciones, a sus actividades, a su trabajo, y unir su trabajo a la oración. - Orar no significa sólo que podemos decir a Dios todo lo que nos agobia. Orar significa también callar y escuchar lo que Dios nos quiere decir. - La oración debe abrazar todo lo que forma parte de nuestra vida. No puede ser algo suplementario o marginal. Todo debe encontrar en ella su propia voz. También todo lo que nos oprime; de lo que nos avergonzamos; lo que por su naturaleza nos separa de Dios. Precisamente esto, sobre todo. La oración es la que siempre, primera y esencialmente, derriba la barrera que el pecado y el mal pueden haber levantado entre nosotros y Dios. - Debemos orar también porque somos frágiles. Es preciso reconocer humildemente y en forma realista que somos pobres criaturas, con ideas confusas, tentadas por el mal, frágiles y débiles, con necesidad contínua de fuerza interior y de consuelo. - La oración es el reconocimiento de nuestros limites y de nuestra dependencia: venimos de Dios, somos de Dios y retornamos a Dios. Por lo tanto, no podemos menos que abandonarnos en Él, nuestro Creador y Señor, con plena y total confianza. - Si tratáis a Cristo, oiréis también vosotros en lo más íntimo del alma los requerimientos del Señor, sus insinuaciones continuas. - En la oración, pues, el verdadero protagonista es Dios. El protagonista es Cristo, que constantemente libera la criatura de la esclavitud de la corrupción y la conduce hacia la libertad, para gloria de los hijos de Dios. Protagonista es el Espíritu Santo, que «viene en ayuda de nuestra debilidad». - Procurad hacer un poco de silencio también vosotros en vuestra vida para poder pensar, reflexionar y orar con mayor fervor y hacer propósitos con más decisión. Hoy resulta difícil crearse «zonas de desierto y silencio» porque estamos continuamente envueltos en el engranaje de las ocupaciones, en el fragor de los acontecimientos y en el reclamo de los medios de comunicación, de modo que la paz interior corre peligro y encuentran obstáculos los pensamientos elevados que deben cualificar la existencia del hombre. - Dios nos oye y nos responde siempre, pero desde la perspectiva de un amor más grande y de un conocimiento más profundo que el nuestro. Cuando parece que Él no satisface nuestros deseos concediéndonos lo que pedimos, por noble y generosa que nuestra petición nos parezca, en realidad Dios está purificando nuestros deseos en razón de un bien mayor que con frecuencia sobrepasa nuestra comprensión en esta vida. El desafío es «abrir nuestro corazón» alabando su Nombre, buscando su Reino, aceptando su Voluntad. -Cuando recéis debéis ser conscientes de que la oración no significa sólo pedir algo a Dios o buscar una ayuda particular, aunque ciertamente la oración de petición sea un modo auténtico de oración. La oración, sin embargo, debe caracterizarse también por la adoración y la escucha atenta, pidiendo perdón a Dios e implorando la remisión de los pecados. - La oración debe ir antes que todo: quien no lo entienda así, quien no lo practique, no puede excusarse de la falta de tiempo: lo que le falta es amor. - No pocas veces acaso podemos sentir la tentación de pensar que Dios no nos oye o que no nos responde. Pero, como sabiamente nos recuerda san Agustín, Dios conoce nuestros deseos incluso antes de que se los manifestemos. Él afirma que la oración es para nuestro provecho, pues al orar «ponemos por obra» nuestros deseos, de tal manera que podemos obtener lo que ya Dios está dispuesto a concedernos. Es para nosotros una oportunidad para «abrir nuestro corazón». - Para orar hay que procurar en nosotros un profundo silencio interior. La oración es verdadera si no nos buscamos a nosotros mismos en la oración, sino sólo al Señor. Hay que identificarse con la Voluntad de Dios, teniendo el espíritu despojado, dispuesto a una total entrega a Dios. Entonces nos daremos cuenta de que toda nuestra oración converge, por su propia naturaleza, hacia la oración que Jesús nos enseñó y que se convierte en su única plegaria en Getsemaní: «No se haga mi voluntad, sino la tuya.» - La oración puede definirse de muchas maneras. Pero lo más frecuente es llamarla un coloquio, una conversación, un entretenerse con Dios. Al conversar con alguien, no solamente hablamos sino que además escuchamos. La oración, por tanto, es también una escucha. Consiste en ponerse a escuchar la voz interior de la gracia. A escuchar la llamada. - El hombre no puede vivir sin orar, lo mismo que no puede vivir sin respirar. - A través de la oración, Dios se revela en primer lugar como Misericordia, es decir, como Amor que va al encuentro del hombre que sufre. Amor que sostiene, que levanta, que invita a la confianza. - La intervención humanitaria más poderosa sigue siendo siempre la oración, pues constituye un enorme poder espiritual, sobre todo cuando va acompañada por el sacrificio y el sufrimiento. - La oración es también una arma para los débiles y para cuantos sufren alguna injusticia. Es el arma de la lucha espiritual que la Iglesia libra en el mundo, pues no dispone de otras armas. - San Pablo, orando en medio de las dificultades de la vida, oyó estas palabras del Señor: «Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad.» La oración es la primera y fundamental condición de la colaboración con la gracia de Dios. Es menester orar para obtener la gracia de Dios y se necesita orar para poder cooperar con la gracia de Dios. |
EL RECUERDO DE JUAN PABLO II
El recuerdo de Juan Pablo II
1) Para saber
El Papa Benedicto XVI, con motivo del cuarto aniversario de la muerte del papa Juan Pablo II, pronunció en una solemne Eucaristía una homilía. En ella agradecía al Señor, con emoción y alegría, que nos hubiera dado un Pastor tan generoso, cuyo recuerdo sigue vivo en el corazón de la gente. Recordó el llamamiento que solía hacer: “No tengáis miedo de confiaros a Cristo. Él os guiará, os dará la fuerza para seguirlo cada día y en cada situación”.
1) Para saber
El Papa Benedicto XVI, con motivo del cuarto aniversario de la muerte del papa Juan Pablo II, pronunció en una solemne Eucaristía una homilía. En ella agradecía al Señor, con emoción y alegría, que nos hubiera dado un Pastor tan generoso, cuyo recuerdo sigue vivo en el corazón de la gente. Recordó el llamamiento que solía hacer: “No tengáis miedo de confiaros a Cristo. Él os guiará, os dará la fuerza para seguirlo cada día y en cada situación”.
Juan Pablo II, dijo el Papa, desde joven se mostró intrépido y osado defensor de Cristo: él no dudó en consumir todas sus energías con el fin de difundir por todas partes la luz; no aceptó ceder a compromisos cuando se trataba de proclamar y defender su Verdad, no se cansó nunca de difundir su Amor. Desde el inicio del pontificado hasta el 2 de abril de 2005, no tuvo miedo de proclamar, a todos y siempre que sólo Jesús es el Salvador y el verdadero Liberador del hombre y de todo hombre.
Esa entrega tuvo muchos frutos. Decía el Papa: “¡Cuántas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, cuántas jóvenes familias decididas a vivir el ideal evangélico y a tender a la santidad! ¡Cuántos chicos y chicas se han convertido, o han perseverado en su camino cristiano gracias a su oración, a su ánimo, a su apoyo y a su ejemplo!”
2) Para pensar
Un suceso nos recuerda el respeto de Juan Pablo II por la libertad. Ocurrió cuando recibió a una de las más altas autoridades religiosas del judaísmo: el gran Rabino del Estado de Israel, Meir Lau, el cual le narró un sucedido en una ciudad europea.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, una señora católica se dirigió al párroco de su pueblo, para hacerle una consulta. Ella tenía a su cuidado, a un pequeño niño judío que le habían encomendado sus padres, pues fueron enviados a un campo de concentración nazi donde murieron. Y ahora no sabía cómo educar al niño.
El párroco le preguntó a la señora cuál había sido la voluntad de los padres respecto a su hijo. La señora comentó que querían fuera educado en la fe judía.
El párroco entonces no dudó en decirle “Se debe respetar la voluntad de los padres”. El niño judío fue enviado al entonces naciente Estado de Israel, donde se criaría y educaría.
Para terminar, el Gran Rabino le aclaró la identidad de aquellas personas: “Usted, Eminencia, era ese párroco católico. Y, ese niño huérfano... era yo”.
3) Para vivir
Juan Pablo II conseguía comunicar una fuerte carga de esperanza, fundada en la fe en Jesucristo. Esa es su herencia: la llama de la fe y de esperanza.
Pero nuestra esperanza, necesita una “roca” a la que anclarse, y sólo Dios, que en Jesús nos ha revelado la plenitud de su amor, puede estar nuestra firme esperanza. Nosotros también seremos testigos de esperanza solo si vivimos unidos a Cristo mediante la oración y los Sacramentos. Concluía Benedicto XVI acudiendo a la Virgen María, para que nos ayude a vivir repitiendo día tras día a Dios el lema de Juan Pablo II: “Totus tuus”, que somos todo de Ella.
Su memoria es, pues, un estímulo para todos nosotros.
Pbro. José Martínez Colín
CADA UNO...
Cada Uno...
Cada uno puede construir su vida para llegar a ser... una voz serena entre el fragor de los apasionamientos… una luz para quienes andan en las sombras de la ignorancia... una sonrisa para quienes están tristes y deprimidos... palabras de aliento, para quienes quieren darse por vencidos... una mano amiga, que levanta a alguien caído... un amor desinteresado, para quien ha sido engañado y menospreciado...
Cada uno puede construir su vida para llegar a ser... una voz serena entre el fragor de los apasionamientos… una luz para quienes andan en las sombras de la ignorancia... una sonrisa para quienes están tristes y deprimidos... palabras de aliento, para quienes quieren darse por vencidos... una mano amiga, que levanta a alguien caído... un amor desinteresado, para quien ha sido engañado y menospreciado...
La Madre Teresa dijo alguna vez: "a veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota".
PALABRAS DE JUAN PABLO II
Palabras de Juan Pablo II
"Sean humildes y valerosos, conscientes de lo que el Padre os ha dado. Permitan que esta conciencia sea su fortaleza, su luz, su esperanza. “Mi paz os dejo, mi paz os doy”. Esta promesa divina nos llena de esperanza – de la certeza en la esperanza divina- de que la paz es posible porque nada es imposible a Dios"
"Sean humildes y valerosos, conscientes de lo que el Padre os ha dado. Permitan que esta conciencia sea su fortaleza, su luz, su esperanza. “Mi paz os dejo, mi paz os doy”. Esta promesa divina nos llena de esperanza – de la certeza en la esperanza divina- de que la paz es posible porque nada es imposible a Dios"
lunes, 1 de agosto de 2011
UN BUEN EJEMPLO ...
Un buen
ejemplo...
Cuentan que una vez hubo un hombre muy pobre quien tenía el vicio del cigarrillo y el licor. Se casó y al cabo de unos meses estaba esperando un hijo. Al ver su pobreza, este hombre se sentía muy triste pues no tenía nada que heredar a su futuro hijo, ni tierras, ni objetos de valor.
Orando una noche a Dios le pedía ayuda, para que le diera la oportunidad de heredarle algo a su hijo. Después de un minuto Dios le contestó: "Tienes en tus manos el mejor regalo de todos, lo mejor que puedes heredar a tus hijos y que vale más que tierras o tesoros".
El hombre comprendió lo que Dios le había dicho, y a partir de ese día decidió dejar de fumar y beber, para heredar lo mejor de sí a sus hijos... ¡un buen ejemplo!
A veces pensamos en las cosas materiales como lo más importante, cuando depende de nuestras actitudes ante la vida el dar cosas buenas a los demás. No tienes que dar oro para ser amado, ni grandes obsequios para ser apreciado. Basta con ser sincero y estar ahí cuando se te necesite.
No te menosprecies por no tener tierras, autos o dinero para regalar. Regala lo mejor de ti, que como en este caso podría ser tan alcanzable como un buen ejemplo.
(Pequeñas
Semillitas)
UN AMIGO..
UN AMIGO...
Un amigo es alguien muy especial en la vida.
Cuando lo encuentras, sientes que tu alegría se multiplica y que tus angustias se diluyen.
La lealtad del amigo es un estímulo para crecer en seguridad.
Cuando lo encuentras, sientes que tu alegría se multiplica y que tus angustias se diluyen.
La lealtad del amigo es un estímulo para crecer en seguridad.
El amigo respeta tu dolor y comprende tu silencio.
Tu amigo te acompaña cuando todos se retiran.
Con tu amigo la comunicación se hace intimidad espiritual, empatía armónica y plena razón de vivir.
Con razón la Biblia dice que "quien encuentra un amigo verdadero, halla un tesoro".
Tiberio López
ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, SANTO - 1 DE AGOSTO
Autor: Domingo Vásquez, C.Ss.R. Alfonso María de Ligorio, Santo | |
Fundador, Obispo y Doctor de la Iglesia, 1 de agosto | |
Obispo
|
UN DÍA DE MILAGROS...
UN DIA DE MILAGROS...
Como... Una tacita de café que alguien haya preparado para ti...
O la llamada inesperada de un viejo amigo.
Semáforos en verde cuando vayas camino al trabajo o a las tiendas.
Deseo que puedas disfrutar las pequeñas cosas...
La cola más corta en el supermercado...
Tu canción favorita en la radio....
Encontrar tus llaves donde las buscas....
Te deseo un día perfecto y feliz, detallitos de perfección que te harán sentir esa dulce sensación de que Dios te está sonriendo, mientras sostiene tu mano suavemente porque tú eres único y especial.
Te deseo un día de Paz, Felicidad y Alegría.
Dicen que toma un minuto encontrar a una persona especial, una hora para apreciarla, un día para amarla y toda una vida para olvidar...
DATE TIEMPO...
Como... Una tacita de café que alguien haya preparado para ti...
O la llamada inesperada de un viejo amigo.
Semáforos en verde cuando vayas camino al trabajo o a las tiendas.
Deseo que puedas disfrutar las pequeñas cosas...
La cola más corta en el supermercado...
Tu canción favorita en la radio....
Encontrar tus llaves donde las buscas....
Te deseo un día perfecto y feliz, detallitos de perfección que te harán sentir esa dulce sensación de que Dios te está sonriendo, mientras sostiene tu mano suavemente porque tú eres único y especial.
Te deseo un día de Paz, Felicidad y Alegría.
Dicen que toma un minuto encontrar a una persona especial, una hora para apreciarla, un día para amarla y toda una vida para olvidar...
DATE TIEMPO...
domingo, 31 de julio de 2011
INTIMIDAD...
Intimidad...
Todo lo que existe en nuestras vidas, todo lo que hemos creado a nuestro alrededor, es simplemente un reflejo de lo que llevamos dentro. La intimidad forma parte de nuestras necesidades esenciales, sin ese privado y sagrado espacio de creencias, pensamientos, sueños, proyectos que nos constituyen como seres únicos nos sentimos como amputados de nosotros mismos.
La claridad con la que seamos capaces de percibir nuestra vida y lo que ocurre en ella, es factor fundamental para nuestro bienestar interior. Para estar bien con otra persona, necesitamos estar bien con nosotros mismos. De eso se trata la intimidad, de conocernos íntimamente, internamente, honestamente. Se trata de poder mirarnos al espejo y reconocernos y aceptarnos tal como somos. No se escuda ni en el pasado ni en el futuro, puede percibirse como algo que nos gusta o que nos disgusta, nos revela realmente quienes somos; deja al descubierto nuestras heridas emocionales, temores y resistencias.
Para poseer una intimidad, se debe estar dotado de un “si mismo”. Necesitamos ser reconocidos como persona. No es en la superficialidad donde el ser humano se distingue de sus semejantes, sino en la intimidad: el ser humano vale lo que vale su intimidad. Descubrirnos en la dimensión personal requiere conocer cada vez mejor la propia intimidad. Descubrirse a los demás en esta misma dimensión implica ser capaz de comunicar la intimidad a otros. Ambas cosas resultan más fáciles en el clima natural de la intimidad que es la familia, como centro de intimidad. Ello se debe a que lo biológico se hace biográfico.
Aunque nuestros corazones anhelan la intimidad, aunque nuestras mentes entienden nuestra profunda necesidad de intimidad, la revelación de nosotros mismos que esta exige es a menudo algo que nos intimida demasiado. Compartir el propio ser completamente, sin límites, deja al desnudo el profundísimo temor a ser rechazado por ser quienes somos. Significa compartir los secretos de nuestros corazones, mentes y almas con otro ser humano imperfecto y frágil.
Exige que le permitamos a otra persona descubrir qué nos moviliza, qué nos inspira, qué nos impulsa, qué nos obsesiona, hacia dónde corremos y de qué huimos, qué enemigos autodestructivos yacen dentro de nosotros y qué sueños locos y maravillosos albergamos en nuestros corazones. Esta pertenece al individuo y a su interioridad, y también a los territorios que construye a lo largo de los años, pareja, familia, ya que la intimidad, es la que entreteje el vinculo que lo une a su entorno, a sus “íntimos”, pareja, hijos, parientes, amigos. Para la intimidad, las relaciones son procesos, no productos acabados y perfectos.
La intimidad necesita tiempo y espacio para crecer, implica estar ahí con la otra persona, estando presente tanto física como mental y emocionalmente, ambos durante la conversación y el silencio. Somos afortunados si experimentamos solo tres horas de auténtica intimidad en toda nuestra vida.
Podemos desarrollar intimidad con nosotros mismos de la misma manera que lo hacemos con otras personas, al ser honestos, comunicarnos claramente y permitirnos tiempo y espacio para estar a solas con nosotros mismos. Una vez que logramos intimar con nosotros mismos, aprendemos a aceptarnos por lo que somos, y nos sentimos lo suficientemente cómodos como para relajarnos y permitirnos fluir libremente con lo que sentimos, para expresarlo armónicamente, y establecer una conexión con la otra persona que nos permita conectarnos íntimamente.
Cuando nos compenetramos lo suficiente con otra persona para permitirnos decirle exactamente como nos sentimos, le ofrecemos un puente que puede permitirle conocernos mejor. Los puentes se cruzan en ambos sentidos, y eso nos permitiría conocer mejor a la otra persona también. Es importante recordar que no podemos intimar con otra persona más de lo que somos capaces de intimar con nosotros mismos. ¿Cómo podemos esperar que alguien sepa cómo nos sentimos si nosotros mismos no lo sabemos?
Es importante mantener siempre presente que nadie nos puede dar lo que no tenemos, ese es un trabajo que nos toca realizar a nosotros mismos. Si sentimos que hay algo que nos falta, e intentamos encontrarlo en otra persona, lo único que encontraremos será la decepción. Y no podía ser de otra manera pues simplemente estaremos viendo el reflejo de lo que llevamos dentro.
El amor comienza cuando la necesidad termina.
(Enviado por María Inés)
QUE NO SE APAGUE TU SONRISA...
Que no se apague tu
sonrisa...
Cuando al despertar las fuerzas te flaqueen.
Cuando el día te parezca gris.
Cuando la claridad del sol oscurezca tu mirada.
Cuando esa mano amiga, haya dejado de estar.
Cuando te creas encontrar sin salida.
Cuando nada tenga sentido para ti.
Cuando los valores carezcan de la escala tuya.
Sonríe...
Siempre encontrarás esa luz, que encenderá tu mirada.
Otros brazos que te atenderán sin necesidad de reclamarlos.
Una luz que alumbrará sin que tú la enciendas.
Una puerta que se abrirá sola.
Alguien que te hará cambiar de idea.
Por ello...
Con tu sonrisa ayudarás a quien la necesite.
Te sentirás mejor, viendo que gracias a ella, alguien lo hace.
Secarás las lágrimas de un niño o anciano.
Una sonrisa vale más que una palabra.
Sonríe, pero abiertamente.
Con ella, ayudarás, sin duda alguna, a sonreír.
Sólo de esta manera, serás feliz.
Sonríe ... pese a todo
Cuando al despertar las fuerzas te flaqueen.
Cuando el día te parezca gris.
Cuando la claridad del sol oscurezca tu mirada.
Cuando esa mano amiga, haya dejado de estar.
Cuando te creas encontrar sin salida.
Cuando nada tenga sentido para ti.
Cuando los valores carezcan de la escala tuya.
Sonríe...
Siempre encontrarás esa luz, que encenderá tu mirada.
Otros brazos que te atenderán sin necesidad de reclamarlos.
Una luz que alumbrará sin que tú la enciendas.
Una puerta que se abrirá sola.
Alguien que te hará cambiar de idea.
Por ello...
Con tu sonrisa ayudarás a quien la necesite.
Te sentirás mejor, viendo que gracias a ella, alguien lo hace.
Secarás las lágrimas de un niño o anciano.
Una sonrisa vale más que una palabra.
Sonríe, pero abiertamente.
Con ella, ayudarás, sin duda alguna, a sonreír.
Sólo de esta manera, serás feliz.
Sonríe ... pese a todo
SALTAR AL VACÍO...
Saltar al vacío
Autor: P. Miguel Segura | Fuente: Catholic.net
Hay quienes pasan la vida buscando métodos de oración novedosos y de todo tipo pero, en el momento, no hablan con Dios.
Cada vez que veía fotos de hombres lanzándose desde un avión, el joven sentía la necesidad interior de estar entre ellos. Quería ser paracaidista.
-¿Por qué ellos sí y yo no? -se decía.
Lo primero que hizo fue conseguir un instructivo sobre diversos tipos de paracaídas. Después inició y concluyó un estudio comparativo de aviones modernos. Como se dio cuenta de que ignoraba muchas cosas, decidió estudiar también un master en caída de cuerpos, atracción de masas y fricción. Concluyó su preparación con un año de estudios meteorológicos y movimientos de corrientes de aire.
Por fin, cuando se sintió preparado, eligió cuidadosamente el avión. Era un bimotor que aún seguía en uso y tenía buen aspecto.
Al despegar le dijo al piloto que se dirigiera al punto que, ya antes, le había señalado en el mapa con una regla y un compás. El momento se acercaba y al elevarse el avión, el joven sentía más y más el vértigo entusiasmante de volar.
Por fin, cuando se encontraban a la altura perfecta se levantó del asiento, abrió la escotilla y sintió el viento helado en la cara. Permaneció allí unos instantes llenando los pulmones con el puro azul del cielo...
Pero no saltó.
Cerró la escotilla y mandó aterrizar. Había olvidado que para saltar hace falta una cosa más. Ser un valiente.
Conozco a quienes pasan la vida preparándose para orar; buscan métodos de oración novedosos y consejeros de todo tipo pero, llegado el momento, no hablan con Dios. Y es que para hablar con Dios hay que ejercitar la fe y olvidan que para vivir de fe hace falta... ser un valiente; o sea, pedirla.
IGNACIO DE LOYOLA, SANTO - 31 DE JULIO
Autor: Cristina Fernández | Fuente: Catholic.net Ignacio de Loyola, Santo | |
Fundador de la Compañía de Jesús, 31 de julio | |
Fundador de la Compañía de Jesús (Jesuitas)San Ignacio de Loyola supo transmitir a los demás su entusiasmo y amor por defender la causa de Cristo. Un poco de historia Nació y fue bautizado como Iñigo en 1491, en el Castillo de Loyola, España. De padres nobles, era el más chico de ocho hijos. Quedó huérfano y fue educado en la Corte de la nobleza española, donde le instruyeron en los buenos modales y en la fortaleza de espíritu. Quiso ser militar. Sin embargo, a los 31 años en una batalla, cayó herido de ambas piernas por una bala de cañón. Fue trasladado a Loyola para su curación y soportó valientemente las operaciones y el dolor. Estuvo a punto de morir y terminó perdiendo una pierna, por lo que quedó cojo para el resto de su vida. Durante su recuperación, quiso leer novelas de caballería, que le gustaban mucho. Pero en el castillo, los únicos dos libros que habían eran: Vida de Cristo y Vidas de los Santos. Sin mucho interés, comenzó a leer y le gustaron tanto que pasaba días enteros leyéndolos sin parar. Se encendió en deseos de imitar las hazañas de los Santos y de estar al servicio de Cristo. Pensaba: “Si esos hombres estaban hechos del mismo barro que yo, también yo puedo hacer lo que ellos hicieron”. Una noche, Ignacio tuvo una visión que lo consoló mucho: la Madre de Dios, rodeada de luz, llevando en los brazos a su Hijo, Jesús. Iñigo pasó por una etapa de dudas acerca de su vocación. Con el tiempo se dio cuenta que los pensamientos que procedían de Dios lo dejaban lleno de consuelo, paz y tranquilidad. En cambio, los pensamientos del mundo le daban cierto deleite, pero lo dejaban vacío. Decidió seguir el ejemplo de los santos y empezó a hacer penitencia por sus pecados para entregarse a Dios. A los 32 años, salió de Loyola con el propósito de ir peregrinando hasta Jerusalén. Se detuvo en el Santuario de Montserrat, en España. Ahí decidió llevar vida de oración y de penitencia después de hacer una confesión general. Vivió durante casi un año retirado en una cueva de los alrededores, orando. Tuvo un período de aridez y empezó a escribir sus primeras experiencias espirituales. Éstas le sirvieron para su famoso libro sobre “Ejercicios Espirituales”. Finalmente, salió de esta sequedad espiritual y pasó al profundo goce espiritual, siendo un gran místico. Logró llegar a Tierra Santa a los 33 años y a su regreso a España, comenzó a estudiar. Se dio cuenta que, para ayudar a las almas, eran necesarios los estudios. Convirtió a muchos pecadores. Fue encarcelado dos veces por predicar, pero en ambas ocasiones recuperó su libertad. Él consideraba la prisión y el sufrimiento como pruebas que Dios le mandaba para purificarse y santificarse. A los 38 años se trasladó a Francia, donde siguió estudiando siete años más. Pedía limosna a los comerciantes españoles para poder mantener sus estudios, así como a sus amigos. Ahí animó a muchos de sus compañeros universitarios a practicar con mayor fervor la vida cristiana. En esta época, 1534, se unieron a Ignacio 6 estudiantes de teología. Motivados por lo que decía San Ignacio, hicieron con él voto de castidad, pobreza y vida apostólica, en una sencilla ceremonia. San Ignacio mantuvo la fe de sus seguidores a través de conversaciones personales y con el cumplimiento de unas sencillas reglas de vida. Poco después, tuvo que interrumpir sus estudios por motivos de salud y regresó a España, pero sin hospedarse en el Castillo de Loyola. Dos años más tarde, se reunió con sus compañeros que se encontraban en Venecia y se trasladaron a Roma para ofrecer sus servicios al Papa. Decidieron llamar a su asociación la Compañía de Jesús, porque estaban decididos a luchar contra el vicio y el error bajo el estandarte de Cristo. Paulo II convirtió a dos de ellos profesores de la Universidad. A Ignacio, le pidió predicar los Ejercicios Espirituales y catequizar al pueblo. Los demás compañeros trabajaban con ellos. Ignacio de Loyola, de acuerdo con sus compañeros, resolvió formar una congregación religiosa que fue aprobada por el Papa en 1540. Añadieron a los votos de castidad y pobreza, el de la obediencia, con el que se comprometían a obedecer a un superior general, quien a su vez, estaría sujeto al Papa. La Compañía de Jesús tuvo un papel muy importante en contrarrestar los efectos de la Reforma religiosa encabezada por el protestante Martín Lutero y con su esfuerzo y predicación, volvió a ganar muchas almas para la única y verdadera Iglesia de Cristo. Ignacio pasó el resto de su vida en Roma, dirigiendo la congregación y dedicado a la educación de la juventud y del clero, fundando colegios y universidades de muy alta calidad académica. Para San Ignacio, toda su felicidad consistía en trabajar por Dios y sufrir por su causa. El espíritu “militar” de Ignacio y de la Compañía de Jesús se refleja en su voto de obediencia al Papa, máximo jefe de los jesuítas. Su libro de “Ejercicios Espirituales” se sigue utilizando en la actualidad por diferentes agrupaciones religiosas. San Ignacio murió repentinamente, el 31 de julio de 1556. Fue beatificado el 27 de julio de 1609 por Pablo V, y canonizado en 1622 por Gregorio XV. ¿Qué nos enseña su vida? Oración Virgen María, ayúdanos a demostrar en nuestra vida de católicos convencidos, una profunda obediencia a la Iglesia y al Papa, tal como San Ignacio nos lo enseñó con su vida de servicio a los demás. Amén. Para profundizar más en la vida de San Ignacio de Loyola consulta: Corazones.org |
sábado, 30 de julio de 2011
MARÍA EN EL CORAZÓN DE LA TRINIDAD
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LAS SIETE PRENDAS DE LA VIRGEN
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