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lunes, 1 de agosto de 2011
ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, SANTO - 1 DE AGOSTO
Autor: Domingo Vásquez, C.Ss.R. Alfonso María de Ligorio, Santo | |
Fundador, Obispo y Doctor de la Iglesia, 1 de agosto | |
Obispo
|
UN DÍA DE MILAGROS...
UN DIA DE MILAGROS...
Como... Una tacita de café que alguien haya preparado para ti...
O la llamada inesperada de un viejo amigo.
Semáforos en verde cuando vayas camino al trabajo o a las tiendas.
Deseo que puedas disfrutar las pequeñas cosas...
La cola más corta en el supermercado...
Tu canción favorita en la radio....
Encontrar tus llaves donde las buscas....
Te deseo un día perfecto y feliz, detallitos de perfección que te harán sentir esa dulce sensación de que Dios te está sonriendo, mientras sostiene tu mano suavemente porque tú eres único y especial.
Te deseo un día de Paz, Felicidad y Alegría.
Dicen que toma un minuto encontrar a una persona especial, una hora para apreciarla, un día para amarla y toda una vida para olvidar...
DATE TIEMPO...
Como... Una tacita de café que alguien haya preparado para ti...
O la llamada inesperada de un viejo amigo.
Semáforos en verde cuando vayas camino al trabajo o a las tiendas.
Deseo que puedas disfrutar las pequeñas cosas...
La cola más corta en el supermercado...
Tu canción favorita en la radio....
Encontrar tus llaves donde las buscas....
Te deseo un día perfecto y feliz, detallitos de perfección que te harán sentir esa dulce sensación de que Dios te está sonriendo, mientras sostiene tu mano suavemente porque tú eres único y especial.
Te deseo un día de Paz, Felicidad y Alegría.
Dicen que toma un minuto encontrar a una persona especial, una hora para apreciarla, un día para amarla y toda una vida para olvidar...
DATE TIEMPO...
domingo, 31 de julio de 2011
INTIMIDAD...
Intimidad...
Todo lo que existe en nuestras vidas, todo lo que hemos creado a nuestro alrededor, es simplemente un reflejo de lo que llevamos dentro. La intimidad forma parte de nuestras necesidades esenciales, sin ese privado y sagrado espacio de creencias, pensamientos, sueños, proyectos que nos constituyen como seres únicos nos sentimos como amputados de nosotros mismos.
La claridad con la que seamos capaces de percibir nuestra vida y lo que ocurre en ella, es factor fundamental para nuestro bienestar interior. Para estar bien con otra persona, necesitamos estar bien con nosotros mismos. De eso se trata la intimidad, de conocernos íntimamente, internamente, honestamente. Se trata de poder mirarnos al espejo y reconocernos y aceptarnos tal como somos. No se escuda ni en el pasado ni en el futuro, puede percibirse como algo que nos gusta o que nos disgusta, nos revela realmente quienes somos; deja al descubierto nuestras heridas emocionales, temores y resistencias.
Para poseer una intimidad, se debe estar dotado de un “si mismo”. Necesitamos ser reconocidos como persona. No es en la superficialidad donde el ser humano se distingue de sus semejantes, sino en la intimidad: el ser humano vale lo que vale su intimidad. Descubrirnos en la dimensión personal requiere conocer cada vez mejor la propia intimidad. Descubrirse a los demás en esta misma dimensión implica ser capaz de comunicar la intimidad a otros. Ambas cosas resultan más fáciles en el clima natural de la intimidad que es la familia, como centro de intimidad. Ello se debe a que lo biológico se hace biográfico.
Aunque nuestros corazones anhelan la intimidad, aunque nuestras mentes entienden nuestra profunda necesidad de intimidad, la revelación de nosotros mismos que esta exige es a menudo algo que nos intimida demasiado. Compartir el propio ser completamente, sin límites, deja al desnudo el profundísimo temor a ser rechazado por ser quienes somos. Significa compartir los secretos de nuestros corazones, mentes y almas con otro ser humano imperfecto y frágil.
Exige que le permitamos a otra persona descubrir qué nos moviliza, qué nos inspira, qué nos impulsa, qué nos obsesiona, hacia dónde corremos y de qué huimos, qué enemigos autodestructivos yacen dentro de nosotros y qué sueños locos y maravillosos albergamos en nuestros corazones. Esta pertenece al individuo y a su interioridad, y también a los territorios que construye a lo largo de los años, pareja, familia, ya que la intimidad, es la que entreteje el vinculo que lo une a su entorno, a sus “íntimos”, pareja, hijos, parientes, amigos. Para la intimidad, las relaciones son procesos, no productos acabados y perfectos.
La intimidad necesita tiempo y espacio para crecer, implica estar ahí con la otra persona, estando presente tanto física como mental y emocionalmente, ambos durante la conversación y el silencio. Somos afortunados si experimentamos solo tres horas de auténtica intimidad en toda nuestra vida.
Podemos desarrollar intimidad con nosotros mismos de la misma manera que lo hacemos con otras personas, al ser honestos, comunicarnos claramente y permitirnos tiempo y espacio para estar a solas con nosotros mismos. Una vez que logramos intimar con nosotros mismos, aprendemos a aceptarnos por lo que somos, y nos sentimos lo suficientemente cómodos como para relajarnos y permitirnos fluir libremente con lo que sentimos, para expresarlo armónicamente, y establecer una conexión con la otra persona que nos permita conectarnos íntimamente.
Cuando nos compenetramos lo suficiente con otra persona para permitirnos decirle exactamente como nos sentimos, le ofrecemos un puente que puede permitirle conocernos mejor. Los puentes se cruzan en ambos sentidos, y eso nos permitiría conocer mejor a la otra persona también. Es importante recordar que no podemos intimar con otra persona más de lo que somos capaces de intimar con nosotros mismos. ¿Cómo podemos esperar que alguien sepa cómo nos sentimos si nosotros mismos no lo sabemos?
Es importante mantener siempre presente que nadie nos puede dar lo que no tenemos, ese es un trabajo que nos toca realizar a nosotros mismos. Si sentimos que hay algo que nos falta, e intentamos encontrarlo en otra persona, lo único que encontraremos será la decepción. Y no podía ser de otra manera pues simplemente estaremos viendo el reflejo de lo que llevamos dentro.
El amor comienza cuando la necesidad termina.
(Enviado por María Inés)
QUE NO SE APAGUE TU SONRISA...
Que no se apague tu
sonrisa...
Cuando al despertar las fuerzas te flaqueen.
Cuando el día te parezca gris.
Cuando la claridad del sol oscurezca tu mirada.
Cuando esa mano amiga, haya dejado de estar.
Cuando te creas encontrar sin salida.
Cuando nada tenga sentido para ti.
Cuando los valores carezcan de la escala tuya.
Sonríe...
Siempre encontrarás esa luz, que encenderá tu mirada.
Otros brazos que te atenderán sin necesidad de reclamarlos.
Una luz que alumbrará sin que tú la enciendas.
Una puerta que se abrirá sola.
Alguien que te hará cambiar de idea.
Por ello...
Con tu sonrisa ayudarás a quien la necesite.
Te sentirás mejor, viendo que gracias a ella, alguien lo hace.
Secarás las lágrimas de un niño o anciano.
Una sonrisa vale más que una palabra.
Sonríe, pero abiertamente.
Con ella, ayudarás, sin duda alguna, a sonreír.
Sólo de esta manera, serás feliz.
Sonríe ... pese a todo
Cuando al despertar las fuerzas te flaqueen.
Cuando el día te parezca gris.
Cuando la claridad del sol oscurezca tu mirada.
Cuando esa mano amiga, haya dejado de estar.
Cuando te creas encontrar sin salida.
Cuando nada tenga sentido para ti.
Cuando los valores carezcan de la escala tuya.
Sonríe...
Siempre encontrarás esa luz, que encenderá tu mirada.
Otros brazos que te atenderán sin necesidad de reclamarlos.
Una luz que alumbrará sin que tú la enciendas.
Una puerta que se abrirá sola.
Alguien que te hará cambiar de idea.
Por ello...
Con tu sonrisa ayudarás a quien la necesite.
Te sentirás mejor, viendo que gracias a ella, alguien lo hace.
Secarás las lágrimas de un niño o anciano.
Una sonrisa vale más que una palabra.
Sonríe, pero abiertamente.
Con ella, ayudarás, sin duda alguna, a sonreír.
Sólo de esta manera, serás feliz.
Sonríe ... pese a todo
SALTAR AL VACÍO...
Saltar al vacío
Autor: P. Miguel Segura | Fuente: Catholic.net
Hay quienes pasan la vida buscando métodos de oración novedosos y de todo tipo pero, en el momento, no hablan con Dios.
Cada vez que veía fotos de hombres lanzándose desde un avión, el joven sentía la necesidad interior de estar entre ellos. Quería ser paracaidista.
-¿Por qué ellos sí y yo no? -se decía.
Lo primero que hizo fue conseguir un instructivo sobre diversos tipos de paracaídas. Después inició y concluyó un estudio comparativo de aviones modernos. Como se dio cuenta de que ignoraba muchas cosas, decidió estudiar también un master en caída de cuerpos, atracción de masas y fricción. Concluyó su preparación con un año de estudios meteorológicos y movimientos de corrientes de aire.
Por fin, cuando se sintió preparado, eligió cuidadosamente el avión. Era un bimotor que aún seguía en uso y tenía buen aspecto.
Al despegar le dijo al piloto que se dirigiera al punto que, ya antes, le había señalado en el mapa con una regla y un compás. El momento se acercaba y al elevarse el avión, el joven sentía más y más el vértigo entusiasmante de volar.
Por fin, cuando se encontraban a la altura perfecta se levantó del asiento, abrió la escotilla y sintió el viento helado en la cara. Permaneció allí unos instantes llenando los pulmones con el puro azul del cielo...
Pero no saltó.
Cerró la escotilla y mandó aterrizar. Había olvidado que para saltar hace falta una cosa más. Ser un valiente.
Conozco a quienes pasan la vida preparándose para orar; buscan métodos de oración novedosos y consejeros de todo tipo pero, llegado el momento, no hablan con Dios. Y es que para hablar con Dios hay que ejercitar la fe y olvidan que para vivir de fe hace falta... ser un valiente; o sea, pedirla.
IGNACIO DE LOYOLA, SANTO - 31 DE JULIO
Autor: Cristina Fernández | Fuente: Catholic.net Ignacio de Loyola, Santo | |
Fundador de la Compañía de Jesús, 31 de julio | |
Fundador de la Compañía de Jesús (Jesuitas)San Ignacio de Loyola supo transmitir a los demás su entusiasmo y amor por defender la causa de Cristo. Un poco de historia Nació y fue bautizado como Iñigo en 1491, en el Castillo de Loyola, España. De padres nobles, era el más chico de ocho hijos. Quedó huérfano y fue educado en la Corte de la nobleza española, donde le instruyeron en los buenos modales y en la fortaleza de espíritu. Quiso ser militar. Sin embargo, a los 31 años en una batalla, cayó herido de ambas piernas por una bala de cañón. Fue trasladado a Loyola para su curación y soportó valientemente las operaciones y el dolor. Estuvo a punto de morir y terminó perdiendo una pierna, por lo que quedó cojo para el resto de su vida. Durante su recuperación, quiso leer novelas de caballería, que le gustaban mucho. Pero en el castillo, los únicos dos libros que habían eran: Vida de Cristo y Vidas de los Santos. Sin mucho interés, comenzó a leer y le gustaron tanto que pasaba días enteros leyéndolos sin parar. Se encendió en deseos de imitar las hazañas de los Santos y de estar al servicio de Cristo. Pensaba: “Si esos hombres estaban hechos del mismo barro que yo, también yo puedo hacer lo que ellos hicieron”. Una noche, Ignacio tuvo una visión que lo consoló mucho: la Madre de Dios, rodeada de luz, llevando en los brazos a su Hijo, Jesús. Iñigo pasó por una etapa de dudas acerca de su vocación. Con el tiempo se dio cuenta que los pensamientos que procedían de Dios lo dejaban lleno de consuelo, paz y tranquilidad. En cambio, los pensamientos del mundo le daban cierto deleite, pero lo dejaban vacío. Decidió seguir el ejemplo de los santos y empezó a hacer penitencia por sus pecados para entregarse a Dios. A los 32 años, salió de Loyola con el propósito de ir peregrinando hasta Jerusalén. Se detuvo en el Santuario de Montserrat, en España. Ahí decidió llevar vida de oración y de penitencia después de hacer una confesión general. Vivió durante casi un año retirado en una cueva de los alrededores, orando. Tuvo un período de aridez y empezó a escribir sus primeras experiencias espirituales. Éstas le sirvieron para su famoso libro sobre “Ejercicios Espirituales”. Finalmente, salió de esta sequedad espiritual y pasó al profundo goce espiritual, siendo un gran místico. Logró llegar a Tierra Santa a los 33 años y a su regreso a España, comenzó a estudiar. Se dio cuenta que, para ayudar a las almas, eran necesarios los estudios. Convirtió a muchos pecadores. Fue encarcelado dos veces por predicar, pero en ambas ocasiones recuperó su libertad. Él consideraba la prisión y el sufrimiento como pruebas que Dios le mandaba para purificarse y santificarse. A los 38 años se trasladó a Francia, donde siguió estudiando siete años más. Pedía limosna a los comerciantes españoles para poder mantener sus estudios, así como a sus amigos. Ahí animó a muchos de sus compañeros universitarios a practicar con mayor fervor la vida cristiana. En esta época, 1534, se unieron a Ignacio 6 estudiantes de teología. Motivados por lo que decía San Ignacio, hicieron con él voto de castidad, pobreza y vida apostólica, en una sencilla ceremonia. San Ignacio mantuvo la fe de sus seguidores a través de conversaciones personales y con el cumplimiento de unas sencillas reglas de vida. Poco después, tuvo que interrumpir sus estudios por motivos de salud y regresó a España, pero sin hospedarse en el Castillo de Loyola. Dos años más tarde, se reunió con sus compañeros que se encontraban en Venecia y se trasladaron a Roma para ofrecer sus servicios al Papa. Decidieron llamar a su asociación la Compañía de Jesús, porque estaban decididos a luchar contra el vicio y el error bajo el estandarte de Cristo. Paulo II convirtió a dos de ellos profesores de la Universidad. A Ignacio, le pidió predicar los Ejercicios Espirituales y catequizar al pueblo. Los demás compañeros trabajaban con ellos. Ignacio de Loyola, de acuerdo con sus compañeros, resolvió formar una congregación religiosa que fue aprobada por el Papa en 1540. Añadieron a los votos de castidad y pobreza, el de la obediencia, con el que se comprometían a obedecer a un superior general, quien a su vez, estaría sujeto al Papa. La Compañía de Jesús tuvo un papel muy importante en contrarrestar los efectos de la Reforma religiosa encabezada por el protestante Martín Lutero y con su esfuerzo y predicación, volvió a ganar muchas almas para la única y verdadera Iglesia de Cristo. Ignacio pasó el resto de su vida en Roma, dirigiendo la congregación y dedicado a la educación de la juventud y del clero, fundando colegios y universidades de muy alta calidad académica. Para San Ignacio, toda su felicidad consistía en trabajar por Dios y sufrir por su causa. El espíritu “militar” de Ignacio y de la Compañía de Jesús se refleja en su voto de obediencia al Papa, máximo jefe de los jesuítas. Su libro de “Ejercicios Espirituales” se sigue utilizando en la actualidad por diferentes agrupaciones religiosas. San Ignacio murió repentinamente, el 31 de julio de 1556. Fue beatificado el 27 de julio de 1609 por Pablo V, y canonizado en 1622 por Gregorio XV. ¿Qué nos enseña su vida? Oración Virgen María, ayúdanos a demostrar en nuestra vida de católicos convencidos, una profunda obediencia a la Iglesia y al Papa, tal como San Ignacio nos lo enseñó con su vida de servicio a los demás. Amén. Para profundizar más en la vida de San Ignacio de Loyola consulta: Corazones.org |
sábado, 30 de julio de 2011
MARÍA EN EL CORAZÓN DE LA TRINIDAD
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LAS SIETE PRENDAS DE LA VIRGEN
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viernes, 29 de julio de 2011
SIEMBRA, SIEMBRA Y SIGUE SEMBRANDO
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RETRATO DE UN AMIGO...
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NUESTRA VIDA ....
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EL PARABRISAS DEL AUTO
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jueves, 28 de julio de 2011
FELICES FIESTAS PATRIAS: PERÚ !!!!
FELIZ 28 DE JULIO: PERÚ !!!
Con profunda alegría saludo a todos mis compatriotas peruanos que son asiduos lectores del blog, deseándoles felices fiestas patrias. Elevemos nuestras oraciones por nuestro querido Perú, para que el Señor bendiga y ilumine a nuestro nuevo presidente y a todo el pueblo del Perú.
VIVA LA PATRIA.. VIVA EL PERÚ!!!
El 28 de Julio de 1821 se reúne el Cabildo Abierto en Lima, declarando junto con el pueblo la Independencia del Perú de la dominación española y de cualquier otra dominación extranjera. Don José de San Martín proclama y jura la Independencia del Perú en la Plaza Mayor de Lima con las siguientes palabras:
EL PERU DESDE ESTE MOMENTO ES LIBRE E INDEPENDIENTE POR LA VOLUNTAD GENERAL DE LOS PUEBLOS Y POR LA JUSTICIA DE SU CAUSA QUE DIOS DEFIENDE
¡VIVA LA PATRIA!
¡VIVA LA LIBERTAD!
¡VIVA LA INDEPENDENCIA!"
EL PERU DESDE ESTE MOMENTO ES LIBRE E INDEPENDIENTE POR LA VOLUNTAD GENERAL DE LOS PUEBLOS Y POR LA JUSTICIA DE SU CAUSA QUE DIOS DEFIENDE
¡VIVA LA PATRIA!
¡VIVA LA LIBERTAD!
¡VIVA LA INDEPENDENCIA!"
DAME TIEMPO SEÑOR...
Dame tiempo Señor...
Dame tiempo Señor para que el mundo, la enfermedad y los agobios de la vida no me aparten de Ti. Dame tiempo Señor para gozar y recrear mi alma en tanta belleza gratuita como me has regalado.
Dame tiempo Señor para que el mundo, la enfermedad y los agobios de la vida no me aparten de Ti. Dame tiempo Señor para gozar y recrear mi alma en tanta belleza gratuita como me has regalado.
Dame tiempo Señor para contemplar los campos, saborear el agua, oler las flores y mirar las aves del cielo. Dame tiempo Señor para seguir tus huellas y ojalá mi torpeza no las haga borrar.
Dame tiempo Señor para adorarte, alabarte y gozar de Ti.
Dame Señor tu tiempo para crecer en santidad, muriendo cada día un poco más. Dame Señor tu tiempo y enséñame Maestro a caminar por donde Tú caminas.
Dame Señor de tu agua viva para colmar mi sed de Dios.
MIRAR A JESÚS
Mirar a Jesús
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD
Cierto día, el Cardenal Weisman discutía con un inglés utilitarista sobre la existencia de Dios. A los argumentos del religioso, respondía el inglés con mucha flema: “No lo veo, no lo veo”.
Entonces, el Cardenal tuvo un rasgo ingenioso. Escribió en un papel la palabra “Dios” y colocó sobre ella una moneda. Le preguntó:
– ¿Qué ves?
– Una moneda.
– ¿Nada más?
Muy tranquilo, el Cardenal quitó la moneda, y le preguntó de nuevo:
– Y ahora, ¿qué ves?
– Veo a Dios.
– Entonces, ¿qué es lo que te impide ver a Dios?
El inglés se calló como un muerto. El dinero, a veces, nos impide ver a Dios y a Jesús.
¿Quién era Jesús? ¿Cómo era Jesús?
Para enseñar a la gente, Jesús utilizaba símbolos y parábolas. Para decirnos quién es usó símbolos. Por ejemplo: “Yo soy la puerta” (Jn 10,9), “yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12), “yo soy el buen pastor” (Jn 10,11).
Pero a las personas no las conocemos por lo que dicen, sino por lo que hacen. Jesús estaba unido al Padre y ungido por el Espíritu. El Padre lo envió a anunciar la Buena Nueva, a proclamar la liberación, a dar vista a los ciegos, a proclamar el año de gracia del Señor (Lc 4,18-19).
Él vino, sobre todo, para los casos difíciles, para “salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10). Se pasó toda la vida haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (Hch 10,38).
A Jesús le seguía mucha gente por distintos motivos: por curiosidad, porque les daba de comer, porque curaba, por los milagros que hacía... Las masas lo quisieron hacer rey, pero también pidieron su cabeza.
Hubo un grupo de amigos incondicionales, decían ellos, que comieron y vivieron con él; pero a pesar de su buena voluntad, lo abandonaron en el momento de la persecución. Recibieron del Maestro la misión de hacer lo mismo: ir por todo el mundo anunciando la Buena Nueva (Mt 28,20).
A unos y a otros les indicó que lo más importante era buscar a Dios, su Reino (Lc 12, 26). Les repitió muchas veces que no tuvieran miedo, que no dudaran, que creyeran de verdad (Jn 8,46). Dio ejemplo de amor, amó hasta el final y fue lo único que dejó como consigna: “Amaos como yo os he amado (Jn 13,34-35).
Es importante mirar a Jesús, pero es mucho más importante dejarse mirar por él, encontrarnos con su mirada. Al encontrarnos con su mirada, ésta nos hará contemplar nuestra vida y quitar todo aquello que no nos deja ver a Dios.
“Mantengamos fijos los ojos en Jesús” (Hb 12,2) para tener los mismos pensamientos y sentimientos que el Maestro.
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD
Cierto día, el Cardenal Weisman discutía con un inglés utilitarista sobre la existencia de Dios. A los argumentos del religioso, respondía el inglés con mucha flema: “No lo veo, no lo veo”.
Entonces, el Cardenal tuvo un rasgo ingenioso. Escribió en un papel la palabra “Dios” y colocó sobre ella una moneda. Le preguntó:
– ¿Qué ves?
– Una moneda.
– ¿Nada más?
Muy tranquilo, el Cardenal quitó la moneda, y le preguntó de nuevo:
– Y ahora, ¿qué ves?
– Veo a Dios.
– Entonces, ¿qué es lo que te impide ver a Dios?
El inglés se calló como un muerto. El dinero, a veces, nos impide ver a Dios y a Jesús.
¿Quién era Jesús? ¿Cómo era Jesús?
Para enseñar a la gente, Jesús utilizaba símbolos y parábolas. Para decirnos quién es usó símbolos. Por ejemplo: “Yo soy la puerta” (Jn 10,9), “yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12), “yo soy el buen pastor” (Jn 10,11).
Pero a las personas no las conocemos por lo que dicen, sino por lo que hacen. Jesús estaba unido al Padre y ungido por el Espíritu. El Padre lo envió a anunciar la Buena Nueva, a proclamar la liberación, a dar vista a los ciegos, a proclamar el año de gracia del Señor (Lc 4,18-19).
Él vino, sobre todo, para los casos difíciles, para “salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10). Se pasó toda la vida haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (Hch 10,38).
A Jesús le seguía mucha gente por distintos motivos: por curiosidad, porque les daba de comer, porque curaba, por los milagros que hacía... Las masas lo quisieron hacer rey, pero también pidieron su cabeza.
Hubo un grupo de amigos incondicionales, decían ellos, que comieron y vivieron con él; pero a pesar de su buena voluntad, lo abandonaron en el momento de la persecución. Recibieron del Maestro la misión de hacer lo mismo: ir por todo el mundo anunciando la Buena Nueva (Mt 28,20).
A unos y a otros les indicó que lo más importante era buscar a Dios, su Reino (Lc 12, 26). Les repitió muchas veces que no tuvieran miedo, que no dudaran, que creyeran de verdad (Jn 8,46). Dio ejemplo de amor, amó hasta el final y fue lo único que dejó como consigna: “Amaos como yo os he amado (Jn 13,34-35).
Es importante mirar a Jesús, pero es mucho más importante dejarse mirar por él, encontrarnos con su mirada. Al encontrarnos con su mirada, ésta nos hará contemplar nuestra vida y quitar todo aquello que no nos deja ver a Dios.
“Mantengamos fijos los ojos en Jesús” (Hb 12,2) para tener los mismos pensamientos y sentimientos que el Maestro.
¿QUÉ ES SERVIR A OTROS?
¿Qué es servir a otros?
Servir es sembrar...sembrar semillas buenas.
Servir es atender a cualquiera que nos
llame, no a quienes, a su vez,
puedan alguna vez servirnos a nosotros.
Servir es sembrar siempre... siempre... sin
descanso, aunque solo sean otros los que recojan y
saboreen las cosechas.
Servir es mucho más que dar con las manos algo que
tienes... es dar con el alma lo que tal vez... nunca
nos fue concedido.
Servir es distribuir afecto, bondad, cordialidad,
apoyo moral, amor por sí mismo y a veces, ayuda material.
Servir es repartir alegría, es infundir fe, estima,
admiración, respeto, gratitud, sinceridad,
honestidad, libertad, optimismo, confianza y esperanza.
Servir es... en verdad, dar más de lo que recibimos en la vida y de la vida...
Servir es sembrar...sembrar semillas buenas.
Servir es atender a cualquiera que nos
llame, no a quienes, a su vez,
puedan alguna vez servirnos a nosotros.
Servir es sembrar siempre... siempre... sin
descanso, aunque solo sean otros los que recojan y
saboreen las cosechas.
Servir es mucho más que dar con las manos algo que
tienes... es dar con el alma lo que tal vez... nunca
nos fue concedido.
Servir es distribuir afecto, bondad, cordialidad,
apoyo moral, amor por sí mismo y a veces, ayuda material.
Servir es repartir alegría, es infundir fe, estima,
admiración, respeto, gratitud, sinceridad,
honestidad, libertad, optimismo, confianza y esperanza.
Servir es... en verdad, dar más de lo que recibimos en la vida y de la vida...
MEDITACIÓN ANTE EL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net Meditación ante el Santísimo Sacramento | |
Jesús Sacramentado ¿por qué tu Corazón nunca me ha juzgado tan severamente como yo acostumbro a juzgar a mis semejantes? | |
No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá a vosotros. ¿Cómo es que miras la brizna en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo?. ¿O cómo vas a decir a tu hermano: Deja que te saque esa brizna del ojo, teniendo la viga en el tuyo?. Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano. (Mateo 7, 1-5) Señor, acabamos de leer tus palabras según el evangelista San Mateo. Con qué claridad nos está hablando el Maestro, con qué claridad nos llega tu mandato, Señor: ¡NO JUZGUÉIS!... ¿Y qué hago yo de la mañana a la noche? Juzgar, criticar, murmurar... voy de chisme en chisme sin detenerme a pensar que lo que traigo y llevo entre mis manos, mejor dicho en mi lengua, es la fama, la honestidad, el buen nombre de las personas que cruzan por mi camino, por mi vida. Y no solo eso, me erijo en juez de ellos y ellas sin compasión, sin caridad y como Tu bien dices, sin mirar un poco dentro de mí. Señor, en este momento tengo la dicha inmensa e inmerecida de estar frente a Ti, Jesús, ¡qué pena tengo de ver esa viga que no está precisamente en mi ojo, sino en mi corazón...! ¿Por qué en este momento me siento tan pequeña, tan sin valor, con todas esas "cosas" que generalmente critico de los demás y que veo en mí son mayores y más graves? Jesús Sacramentado ¿por qué tu Corazón nunca me ha juzgado tan severamente como yo acostumbro a juzgar a mis semejantes? Solo hay una respuesta: ¡porque me amas! Ahora mismo me estás mirando desde esa Sagrada Hostia con esos ojos de Dios y Hombre, con los mismos que todos los días miras a todos los hombres y mujeres, como miraste a María Magdalena, como miraste al ladrón que moría junto a ti y por esa mirada te robó el corazón para siempre... y así me estás mirando a mí esta mañana, en esta Capilla me estás hablando de corazón a corazón: "Ámame a mi y ama a los que te rodean, no juzgues a los que cruzan por tu camino, por tu vida... ámalos como me amas a mi, porque todos, sean como sean, son mis hijos, son mis criaturas y por ellos y por ti estuve un día muriendo en una Cruz... Te quiero a ti, los quiero a ellos, a TODOS...¡NO LOS JUZGUES!" Señor, ¡ayúdame! Arranca de mi corazón ese orgullo, esa soberbia, ese amor propio que no sabe pedir perdón y aún peor, ese sentimiento que me roe el alma y que no me deja perdonar... No perdones mis ofensas, mis desvíos, mi frialdad, mi alejamiento como yo perdono a los que me ofenden - así decimos en la oración que tu nos enseñaste, el Padrenuestro - a los que me dañan, a los que me lastiman, porque mi perdón suele ser un "perdón limitado", lleno de condiciones.... ¡Enséñame Señor, a dar ese perdón como es el tuyo: amplio, cálido, total, INFINITAMENTE TOTAL! Hoy llegué a esta Capilla siendo la de siempre, con mi pereza, con mis rencillas muy mías y mis necedades, mi orgullo, mi intransigencia para los demás, sin paz, con mis labios apretados, sin sonrisa, como si el mundo estuviera contra mi... Pero Tu me has mirado, Señor, desde ahí, desde esa humildad sin límites, desde esa espera eterna a los corazones que llegan arrepentidos de lo que somos... y he sabido y he sentido que me amas como nadie me puede amar y mi alma ha recobrado la paz. Ya no soy la misma persona y de rodillas me voy a atrever a prometerte que quiero ser como esa custodia donde estás guardado y que donde quiera que vaya, en mi hogar, en mi trabajo, en la calle, donde esté, llevar esa Luz que he visto en tus ojos, en los míos, y mirar a todos y al mundo entero con ese amor con que miras Tu y perdonar como perdonas Tu.... ¡Ayúdame, Señor, para que así sea! |
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