miércoles, 9 de febrero de 2011

¡SÍ, AHÍ ESTÁ DIOS!


Autor: Pedro García, misionero claretiano | Fuente: Catholic.net
¡Sí, ahí está Dios!
A Dios lo encontramos en todas las circunstancias de nuestra vida, sólo tenemos que mirarlo.


Siempre que hablamos de Dios lo hacemos con un gran amor --no digamos ya con un gran respeto--, y siempre tratamos de crecer en la fe, en la confianza y en el amor de ese Dios que nos ama y que nos espera.

Cualquiera diría que esto es muy fácil, y, sin embargo, todos tenemos la experiencia --porque lo oímos mil veces-- de que muchos, cuando sufren algo que les parece injusto, tienen miedo a Dios y dudan de todo: dudan de que Dios exista, dudan de que les ame, y dudan de que Dios les reserve algún bien, y se preguntan:
- Si Dios existe, si Dios me ama, ¿por qué Dios no me escucha? ¿Por qué ha de mandarme este sufrimiento? ¿Por qué tiene que venirme este mal?
Esta queja la oímos muchas veces. Pero, ¿no es cierto que Dios nunca está más cerca de nosotros que cuando sufrimos, como el papá y la mamá sobre el niñito que se ha agravado?...

Se cuenta muchas veces lo que ocurrió en el más terrible campo de concentración y de exterminio de la Segunda Guerra Mundial. Estaban formados todos los prisioneros ante un espectáculo macabro, contemplando al compañero colgado en la horca. En medio del silencio aterrador, se levanta una voz estremecedora:
- ¿Y dónde está Dios?
Ante este grito de un descreído, se alza la voz de un creyente, mientras su dedo señala al que cuelga del patíbulo:
- ¡Dios está ahí!

Cierto. Allí estaba Dios, allí estaba Jesucristo, que extendía a aquel campo de la muerte su propia muerte en la cruz. Porque Dios estaba junto a la horca y las cámaras de gas para salvar a las víctimas inocentes, como estaba en el Calvario esperando que Jesús muriese y fuera sepultado, para resucitarlo después con gloria.

Dios no quiere nuestros males. Dios pedirá cuentas a los causantes del dolor ajeno. Dios nos librará definitivamente un día de todo lo que ahora nos atormenta.

Si tenemos estas convicciones, la prueba se convierte en resignación cristiana y en mérito ante Dios.

Ciertamente, que el dolor es un misterio. ¿Por qué Dios permite el mal? No lo sabremos nunca en este mundo. En este mundo estamos viendo el tapiz o el bordado al revés: todo son hilos que se entrecruzan en un desorden feo y sin ninguna dirección fija. Habrá que mirarlo por el otro lado para asombranos de la obra de arte que allí se esconde.

Únicamente en la vida futura entenderemos el dolor de este mundo, cuando veamos que esas pruebas han sido el camino --angustioso, pero seguro-- por el que Dios nos ha llevado a la salvación.

La gran respuesta a nuestra pregunta la tenemos en Jesucristo clavado en la cruz. Inocente como Jesús, ninguno. ¿Y por qué Jesús ha tenido que sufrir como nadie en este mundo?

Cuando parece que Dios se ha escondido en nuestra vida es precisamente cuando nos mira con más amor. Está detrás de las cortinas de la ventana mirando cómo caminamos por la calle del mundo; nosotros no lo vemos, pero a Él no se le escapa ninguno de nuestros movimientos.

No entendemos su Providencia, pero sabemos besar su mano amorosa cuando nos permite algún mal.
La palabra de Job es una de las más repetidas de toda la Biblia:
- Si recibimos los bienes de la mano de Dios, ¿por qué no vamos a recibir los males? Males que no nos vienen de la mano de Dios, pero que son permitidos por Dios para nuestro bien.

Le preguntaron un día a Teresita:
- ¿Has tenido que sufrir hoy también muchos dolores?
- Sí, pero porque los quiero. Yo quiero todo lo que me envía Dios.

En esta respuesta de la querida Santa está la clave que resuelve todo el problema. Para ella, nos se trataba solamente de resignación y de simple aceptación. Era más. Era querer lo que Dios quería, haciendo de las dos voluntades una sola. Esto es el colmo de la virtud cristiana. Esto es lo que hacen tantos hermanos nuestros, de quienes decimos que están en lo más alto de la santidad.

El mal, por otra parte, no puede triunfar. Dios le tiene puesto un límite del cual no pasará.
Dios no quiere que nuestra vida sea un fracaso. Si permite la tempestad es para dar después la bonanza. Si consiente que los ojos derramen lágrimas, es para convertirlas después en júbilo y alegría.

Dios siempre hace brotar una rosa en medio de las espinas. El dolor entonces, sostenido con valentía, se convierte en la elegancia de la vida.

Un sabio escritor nos lo dice bellamente:
- El dolor, para los que viven en el Espíritu, se convierte en el más recio hilo telefónico, por el cual transmitimos a Dios un himno de amor, como el más hermoso saludo que los hijos pueden dirigir a su Padre, inspirado por el Espíritu Santo.

Hay que repetirse constantemente ese eslogan tan conocido: ¡Dios me ama!
El día en que nos convencemos de ello, y sabemos vivir la realidad que entraña, ese día se ha encontrado la clave misteriosa de la felicidad verdadera... .

martes, 8 de febrero de 2011

JUAN PABLO II Y LOS DERECHOS HUMANOS


Juan Pablo II y los Derechos Humanos
El Papa que defendió a los débiles frente a los poderosos


Por Rafael Navarro-Valls

MADRID, lunes 7 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos una nueva contribución en nuestra sección Observatorio Jurídico, sobre libertad, cuestiones relacionadas con los derechos humanos y su relación con la antropología y la fe cristianas, que dirige el español Rafael Navarro – Valls, catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, y secretario general de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España.

* * * * *

El anuncio de la próxima beatificación de Juan Pablo II no solamente ha alegrado a los católicos. También muchas otras personas – de distinta fe o de ninguna – han visto con satisfacción esa noticia. Por lo que he podido comprobar, su punto de coincidencia con el papa viajero ha sido su constante insistencia en los derechos humanos.

Su tenaz reiteración de que “los derechos del hombre son también derechos de Dios”, atrajo la atención de cientos de miles de personas. Atención que se convirtió en respeto al comprobar que Juan Pablo II no se limitaba a decir frases bellas, también las vivía. Cuando lo vimos abrazando a los desheredados de las favelas brasileñas, a los moribundos de los hospitales de Calcuta o a los enfermos de sida en muchos países de Africa, supimos que Juan Pablo II estaba llenando de contenido la expresión “derechos humanos”.

Así lo entendió el diario La Repubblica cuando, hace unos años, lo calificaba de “portavoz planetario de los derechos humanos”. Portavoz no solo en sus encíclicas, sino también en la palestra diaria, que es donde se juega el ser o no de la dignidad de la persona. Pide a Castro – y lo logró- la libertad de trescientos presos políticos. Intercede ante el gobernador de una penitenciaría tejana por la vida de un recluso condenado a muerte: lo rescata in extremis de la inyección letal. Condena ante la puerta de Brandeburgo a las dictaduras que la convirtieron en un muro o que fueron escenario de sus paradas militares. Es una de las pocas autoridades mundiales que se atreve a decir que “ante la norma moral que prohíbe la eliminación directa de un ser humano inocente, no hay privilegios ni excepciones para nadie”. Su rechazo de cualquier forma de racismo – incluido el cromosómico, que tiende a eliminar vidas afectadas por el síndrome de Down – es frontal. Hizo de su vida una cruzada constante de lo que llamó la “conjura contra la vida”, que veía en el cuadro más amplio de una “guerra de los poderosos contra los débiles”.

Cuando el 1 de mayo Benedicto XVI beatifique a Juan Pablo II lo estará haciendo con un hombre que no sólo intentó amar a Dios sobre todas las cosas, sino que captó con toda intensidad su reflejo en la criatura humana. De ahí que no cesara de denunciar los grandes escándalos del tiempo que vivió: los genocidios y los crímenes contra la humanidad; la tortura y la pobreza; las agresiones contra las libertades cívicas, los derechos políticos o los económico; los ataques contra el derecho a la vida o la discriminación de las minorías, incluidas las religiosas. Tenía razón Time Magazine cuando, al declararlo “hombre del año”, subrayaba que Karol Wojtyla proclamó con una rectitud – que sus adversarios llamarán temeridad – su idea del bien, urgiendo al mundo a seguirla.

El relativismo está lanzando su larga sombra también sobre los derechos humanos. Para Juan Pablo II, en esta materia no podemos dejarnos coaccionar por el “chantaje de la duda”: nos encontramos en un punto de no retorno, pues el hombre es algo más que un complejo maleable de electrones y protones, apto para ser manipulado, torturado o eliminado.

ORACIÓN A JUAN PABLO II

Oración para implorar favores por intercesión del
Beato Juan Pablo II


Oh Trinidad Santa,
Te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la ternura de Tu paternidad, la gloria de la cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor.

Él, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en la maternal
intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.

Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que
imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus santos. Amén.

SER COMO NIÑOS





Ser como niños




Si tienes la sonrisa de un niño,
darás una de las mayores expresiones de amor.

Si tienes la mirada de un niño,
serás transparencia pura.

Si tienes la ilusión de un niño,
llegarás a ser grande.

Si celebras tu cumpleaños y decoras tu habitación como un niño,
llenarás de alegría tu vida.

Si cantas y ríes fuerte como los niños,
será para expresar que eres la persona más feliz del mundo.

Si tienes la amistad de los niños,
no exigirás a tus amigos que sean mejores que tú.

Si oras como un niño,
no será para que el mundo vea cuán bueno eres.

Si abrazas como los niños,
serás fuerte, grande, desinteresado, y todo por amor.

Si tropiezas como un niño,
podrás levantarte enseguida y sin vergüenza.

Si tu alma es pequeña como la de un niño,
podrás entrar al Reino de los Cielos.

Simplemente como las almas de los niños.
Simplemente que aprendas a ser Feliz como son...


Felices los Niños

ORAR POR LA PAZ

Orar por la paz

¡Que pocas almas pacíficas y pacificadoras se encuentra uno en la vida cotidiana!. Hablas con la gente, y a la segunda de cambio te muestran sus “rencorcillos” , sus miedos y su alma construida de alfileres, que en cuanto te acercas te pinchan.

Que gusto cuando te encuentras con esas personas que irradian serenidad, porque viven en paz y por ello la transmiten.

Cuándo nos daremos cuenta que la paz comienza dentro de nosotros mismos.

El mundo es violento cuando quien le formamos somos violentos.

La guerra no está en los cañones, sino en las almas de quienes sueñan dispararlos. Y los disparan.

El diccionario define la paz como “la virtud que pone en el ánimo tranquilidad y sosiego, opuestos a la turbación y a las pasiones”

Hay que empezar por curar las almas, nadie pueden curarnos sino nosotros mismos.

Las únicas armas verdaderas contra la guerra son la sonrisa y el perdón que juntos producen la ternura

lunes, 7 de febrero de 2011

HISTORIA DE LA VIRGEN DE LOURDES

Virgen de Lourdes - 11 de Febrero

Primera Aparición:
Una luz resplandeciente como la del sol, pero dulce y apacible como todo lo que viene del cielo, una Señora prodigiosamente bella se dejó ver por Bernardita. Vestía un traje blanco, brillante y de un tejido desconocido, ajustado al talle con un cinta azul; largo velo blanco caía hasta los pies envolviendo todo el cuerpo. Los pies, de una limpieza virginal y descalzos, parecían apoyarse sobre el rosal silvestre. Dos rosas brillantes de color de oro cubrían la parte superior de los pies de la Santísima Virgen. Juntas sus manos ante el pecho, ofrecían una posición de oración fervorosa; tenia entre sus dedos un largo rosario blanco y dorado con una hermosa cruz de oro.

Todo en Ella irradiaba felicidad, majestad, inocencia, bondad dulzura y paz. La frente lisa y serena, los ojos eran azul celeste llenos de amor y los labios mostraban suavidad y mansedumbre. La Señora parecía saludarla tiernamente mientras se inclinaba ante Bernardita.

Bernardita buscó su rosario (que traía siempre en su bolsillo), haciendo, como para defenderse, la señal de la cruz, pero su mano quedó paralizada. En ese momento la Virgen tomo la cruz del rosario e hizo la señal de la cruz y le dijo a Bernardita que lo hiciera como ella.

En ese momento su brazo paralizado quedó libre. La Señora empezó a pasar las cuentas del rosario entre sus dedos y Bernardita empezó a rezar el suyo. Al terminar, la Virgen le hizo señas con el dedo para que se acercara y entendiendo el brazo, se inclinó dulcemente y sonrió como despidiéndose de Bernardita. ¡La Visión había desaparecido!

Bernardita preguntó a las otras niñas si habían visto algo y al estas responderle que no, les contó su experiencia y les pidió silencio. Pero la hermana de Bernardita se lo contó a su mamá. La madre no le creyó y ordenó a Bernardita que se dejase de imaginaciones y que le estaba prohibido regresar a la gruta.

Esa noche, mientras rezaban el rosario en familia, Bernardita rompió en llantos, repitiendo su invocación favorita: "Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que acudimos a ti"


continuará...

HOSPITAL DEL SEÑOR

Hospital del Señor..


Fui al Hospital del Señor, a hacerme una revisión de rutina, y constaté que estaba enfermo: Cuando Jesús me tomó la presión vio que estaba baja de ternura.

Al medirme la temperatura el termómetro registró 40 grados de egoísmo.

Hizo un electrocardiograma y Él diagnosticó fue que necesitaba varios "by-pases" de amor porque mis venas estaban bloqueadas y no abastecían mi corazón vacío.
Pasé hacia ortopedia: no podía caminar al lado de mi hermano, y tampoco podía abrazarlo porque me había fracturado al tropezar con mi vanidad.

También me encontraron miopía, ya que no podía ver más allá de las apariencias.
Cuando me quejé de sordera Jesús me diagnosticó quedarme solo en las palabras vacías de cada día.

GRACIAS SEÑOR, Porque las consultas son gratuitas, por tu gran misericordia. Prometo al salir de aquí usar solamente los remedios naturales que recetas en el Evangelio... Al levantarme tomare un vaso de AGRADECIMIENTO. Al llegar al trabajo, una cucharada sopera de BUEN DÍA. Cada hora un comprimido de PACIENCIA, y una copa de HUMILDAD, Al llegar a casa, SEÑOR, voy a tener diariamente una inyección de AMOR, y al irme a acostar: dos cápsulas de CONCIENCIA TRANQUILA.

¡GRACIAS SEÑOR!

PREPÁRATE PARA LA FIESTA


Autor: Sebastián Rodríguez, LC | Fuente: Catholic.net
Prepárate para la Fiesta
La ceremonia más importante: la Santa Misa



Prepárate para la Fiesta
¡Cómo nos llama la atención el tiempo que algunas mujeres dedican preparándose para ir a una fiesta o a una boda! Bueno, por más impresionante que sea esa preparación, podemos aprender mucho de ellas para asistir a la ceremonia más importante: la Santa Misa.

¿Cómo debe ser nuestra preparación? Si una mujer no se arregla para una fiesta estará nerviosa y no lo pasará bien: “¿me veo bien?, ¿es bonito mi vestido?, ¿estoy bien peinada?” Lo mismo pasa con la Misa: si no nos preparamos espiritualmente ¿cómo la vamos a aprovechar?

Podemos ver algunos puntos prácticos que ayuden a disfrutar de nuestro compromiso dominical. Lo primero, aunque parezca obvio, es asistir a Misa. Está claro que nadie valora una fiesta sin participar en ella.

Lo segundo es la preparación personal que hagamos algunos minutos antes de entrar a la Iglesia. Uno sabe a lo que va, pero el ser humano es como un ventilador. Cuando apagamos uno de esos aparatos, ellos dejan de girar poco a poco. Lo mismo nosotros. Si estamos haciendo los mil y un pendientes justo antes de ir a Misa y entramos cuando el sacerdote esté besando el altar, seguramente estaremos desconcentrados los 10 primeros minutos: “¿cerré bien mi casa?, ¿cómo resolveré este problema?, ¿hice bien en tomar esa decisión?, ¿está mi amigo en la Iglesia?” Por el contrario, si formamos el hábito de llegar 5 minutos antes, dejaremos tiempo para la oración y ese ventilador se irá consumiendo poco a poco, ayudándonos a dejar de lado todas nuestras preocupaciones y a entrar de lleno desde el primer segundo.

Un tercer punto práctico es poner atención y centrarnos en lo que estamos haciendo. Si meditamos en lo que va diciendo el sacerdote, nuestras respuestas serán de corazón, pues sabremos qué es lo que estamos recitando. Meditar en el acto de pedir perdón al inicio de la Misa, luego en el Gloria, en las lecturas, ver qué nos quiere decir el padre durante la homilía, meditar en el Credo, en el ofertorio y en la Consagración (lo más importante)… y así con cada parte de la Celebración Eucarística.

Un último consejo es estudiar. Aún no se ha inventado otro método para aprender sobre algo. Hay muchos libros que nos hablan sobre la Misa y nos ayudan a entender sus partes. Así estaremos más atentos y entenderemos mejor qué es lo que va pasando.

Si seguimos estos consejos, sentiremos necesidad de dar gracias a Dios por habernos invitado a la fiesta más grande de la semana.

Lamentablemente la fiesta es corta, ocupa sólo el 0.59% del tiempo de la semana. Pero si nos damos cuenta del gran misterio que pasa en ese momento (Dios mismo baja a la tierra para que lo podamos recibir), aprovecharemos cada Misa como si fuera la única que tengamos en nuestra vida.

MUCHOS CATÓLICOS NO TIENEN MISAS



Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Muchos católicos no tienen misas
¿Podemos imaginar en la tierra algo más maravilloso que la misa? ¿Hay un momento en la semana que pueda compararse con los instantes en los que podemos asistir al misterio de la Pascua?



Hay católicos que ven con desgana la posibilidad de ir a misa los domingos, aunque la iglesia esté cerca de sus casas. Unos porque se cansan en la homilía (larga, o aburrida, o molesta). Otros porque han reajustado su escala de valores y dedican el domingo a diversas actividades (deporte, televisión, o más tiempo en la cama) sin dejar ningún espacio para la misa.

En otros lugares, hay católicos que sólo pueden tener la misa una vez al año (con suerte) porque faltan sacerdotes. O católicos que van a misa a pesar del miedo y las amenazas de quienes adoptan actitudes agresivas, llenas de odio, hacia los cristianos. O católicos que llevan varios años sin ver un sacerdote y sueñan con la inmensa alegría que les produce el que pase algún misionero para celebrar la misa, confesar y administrar otros sacramentos.

Valoraríamos mucho más la misa si nos diésemos cuenta del privilegio que significa tener una parroquia más o menos cerca de casa con un sacerdote que puede celebrar el gran misterio de la Eucaristía.

Es cierto que la costumbre nos hace perder el sentido auténtico de cosas importantes; pero aprendemos a valorar más lo que tenemos cuando nos damos cuenta de que hay millones de personas que sueñan, ardientemente, con poder tener una misa cada semana y en un clima de paz.

Además, ¿es que podemos imaginar en la tierra algo más maravilloso que la misa? ¿Es que hay un momento en la semana que pueda compararse con los instantes en los que podemos asistir al misterio de la Pascua, cuando Cristo se da para salvarnos del pecado y para acercarnos a la dicha del cielo?

Con un poco de mayor fe y con los ojos y el corazón abierto a la situación terrible que vive nuestro mundo lleno de anticristianismo, valoraríamos mucho más cada misa. Los pequeños sacrificios que a veces realizamos para estar presente en ese gran milagro nos parecerían nada comparados con el anhelo y la sed de Eucaristía que tienen tantos hermanos nuestros.

Si recordamos a esos hermanos nuestros, sentiremos el alma un poco más abierta y disponible a recibir a Dios, a pedir su misericordia en la confesión, a comulgar santamente. Y elevaríamos una oración sincera y llena de esperanza al Padre de los cielos para que envíe obreros a su mies, sobre todo en tantos lugares del planeta donde recibirían la llegada de sacerdotes con una alegría que apenas podemos imaginar.

domingo, 6 de febrero de 2011

A María Inmaculada


A María Inmaculada
Autor: Sor María de Nazaret. O.P.

 

¿Qué podré hacer sin ti, Virgen María;
qué seré si me alejo de tu lado?
que en el día lluvioso o acalorado,
me confortas con mística alegría.

En tu fuego de amor me escondería,
¡Oh María, nacida sin pecado!
Tú que bien conocías al Amado...
no me dejes en lucha con fe fría.

¡Cuántas veces admiro tu hermosura!
siempre escuchas atenta la Palabra,
manantial de belleza que perdura.

Sin ti, Madre, mi tierra no se labra.
El dolor, sin tu luz, es noche oscura.
Tu sonrisa dirá que mi alma se abra.

A ABRIR CAMINOS ME LLAMAS


A abrir camino me llamas


No hay caminos en mi vida, Señor;
apenas senderos que hoy abro y mañana desaparecen.
Yo estoy en la edad de los caminos:
caminos cruzados, caminos paralelos.
Yo vivo en encrucijada
y mi brújula, Señor,
no marca el norte.
Yo corro cansado hacia la meta
y el polvo del camino
se me agarra a cada paso,
como la oscuridad a la noche.
Yo voy a galope caminando,
y a tientas busco un rastro,
y sigo unas pisadas. Y me digo:
¿Dónde me lleva el camino?
¿Eres quien ha extendido
a lo largo de mi vida un camino?
¿Cuál es el mío?
Si Tú me lo has dado
me pertenece.
¿Dónde me lleva? Si Tú lo has trazado
quiero saber la meta.
Señor, yo busco tu camino (sólo uno),
y me fío de tu Palabra.
Dame fuerza, tesón a cada paso
para caminar contigo.
Yo busco ahora un camino, Señor.
Tú, que eres Camino,
da luz verde a mi vida
pues a abrir camino Tú me llamas.


Fuente: pastoralsj.org

SATANÁS VENDE OBJETOS USADOS

Satanás vende objetos usados

Autor: Paulo Coelho


Como necesita adaptarse a los nuevos tiempos, Satanás decidió hacer una liquidación de gran parte de su stock de tentaciones. Puso anuncios en los diarios y atendió a los clientes, en su oficina, durante todo el día.

Era un stock fantástico: piedras para que los virtuosos tropezaran, espejos que aumentaban la importancia personal, anteojos que disminuían la importancia de los demás. Colgados de la pared, algunos objetos llamaban mucho la atención: un puñal de hoja curva, para ser usado en la espalda de alguno, y grabadoras que sólo registraban chismes y mentiras.

-¡No se preocupen por el precio! –gritaba el viejo Satanás a los potenciales compradores. -¡Llévenlo hoy, paguen cuando puedan!

Uno de los visitantes notó, puestas en un costado, dos herramientas que parecían muy usadas y que casi no llamaban la atención. Sin embargo, eran carísimas. Curioso, quiso saber la razón de esa aparente discrepancia.

-Están gastadas porque son las que más uso -respondió Satanás, riendo. –Si llamaran mucho la atención, la gente sabría cómo protegerse de ellas.

“Sin embargo, ambas valen el precio que pido por ellas: una es la Duda y la otra es el Complejo de Inferioridad. Todas las otras tentaciones siempre pueden fallar, pero estas dos siempre funcionan."

SER SAL... SER LUZ

Ser Sal... ser Luz

El domingo pasado comenzaba el “sermón de las bienaventuranzas” con la proclamación de la manera de ser de aquel que quiera ser discípulo de Jesús: Debe ser pobre de espíritu, misericordioso, pacifista, limpio de corazón, etc. Hoy continúa Jesús diciendo que éstos no deben tener esta manera de vivir sólo para ellos, para vivir encerrados en su interior, sino que deben ser “sal y luz” para el mundo. La fe no es sólo para salvarse a sí mismo, sino que tiene una misión hacia los demás. La Iglesia no es sólo para dar culto a Dios de una manera interna, sino que es misionera.

La sal puede tener diferentes funciones; pero la principal y más conocida es la de dar sabor a los alimentos. El cristiano debe impregnarse de la sal del Evangelio, para poder dar gusto y sabor a la vida. En este sentido se parece y se complementa con la expresión de ser “luz del mundo”. La luz es símbolo de vida, de alegría, de seguridad. Jesús dijo de sí que es la “luz del mundo”. Él ilumina las vidas que están en la oscuridad. Hay muchos que no ven el sentido de su vida, el porqué de su existencia y de muchos acontecimientos. Por eso necesitan la luz, que les pueden transmitir los cristianos, que reciben a su vez la luz de Cristo. Estos cristianos podrán ser luz y sal, si son pobres de espíritu, misericordiosos, limpios de corazón, etc.

La sal puede tener varios significados o varias funciones. En el Antiguo Testamento, además de usar la sal para condimentar y conservar los alimentos, era símbolo de alianza y amistad. La “sal de la tierra”, en tiempos de Jesús, tenía una realidad en los rebaños de ovejas. Estas, después de haber estado durante el día en el pasto, volvían al corral comiendo la sal de la tierra, sobre todo a orillas del lago de Tiberíades o del mar Muerto. Por eso, cuando les dice Jesús a los apóstoles: “vosotros sois la sal de la tierra”, les quiere expresar que tienen la función de reunir al pueblo disperso, de unir a la humanidad en el Reino de Dios.

También la sal la usaban para activar el fuego y, cuando perdía los componentes propios para activar el fuego, ya no servía más que para tirarla. Así la comunidad de los bienaventurados, los cristianos, deben tener el poder de dar el calor del Espíritu en el mundo y de sostener el valor de la vida. Por eso tienen que tener ese calor del Espíritu que son las bienaventuranzas, mostrado por las buenas obras. O podemos decir que las buenas obras se muestran en las bienaventuranzas. La sal sirve para purificar, sanar heridas. Así la fe debe purificar los diferentes “valores” de la humanidad, debe purificar las esperanzas y el amor.

Hay gentes que se encandilan con cualquier luz de colores, que a la larga se debilitan y se apagan. Hay personas que pretenden ser sal y luz para los demás, que se llaman salvadores, conocedores de los misterios del ser humano; pero si es para su propia conveniencia y no están unidos a la luz de Jesucristo, al final será una “luz fatua”. Son aquellos que pretenden manipular la opinión pública, la moda. No serán luz verdadera, aunque la mayoría les sigan.

Seremos sal verdadera si desterramos “la opresión y la maledicencia”, si no despreciamos o queremos imponernos sobre otros. Somos sal y luz cuando tenemos a Dios por Padre, como verdaderos “pobres de espíritu”, pero sobre todo cuando tratamos a los demás como verdaderos y auténticos hermanos.

Enviado por el P. Silverio Velasco

sábado, 5 de febrero de 2011

EL NO PERDONAR


El no perdonar...

La falta de perdón es como un veneno que tomamos a diario a gotas pero que finalmente nos termina envenenando. Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro sin darnos cuenta que los únicos beneficiados somos nosotros mismos.

El perdón es una expresión de amor. El perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo. No significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes. Perdonar no significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimó. Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causaron dolor o enojo.


El perdón se basa en la aceptación de lo que pasó.
La falta de perdón te ata a las personas con el resentimiento.
Te tiene encadenado.
La falta de perdón es el veneno mas destructivo para el espíritu ya que
neutraliza los recursos emocionales que tienes.
El perdón es una declaración que puedes y debes renovar a diario. Muchas veces la persona más importante a la que tienes que perdonar es a ti mismo por todas las cosas que no fueron de la manera que pensabas.
"La declaración del Perdón es la clave para liberarte".
¿Con qué personas estas resentido?
¿A quienes no puedes perdonar?
¿Tu eres infalible y por eso no puedes perdonar los errores ajenos?
Perdona para que puedas ser perdonado, recuerda que con la vara que mides,
serás medido...

"Aliviana tu carga y estarás mas libre para moverte hacia tus objetivos"...

LA AMISTAD


La amistad
La amistad no se conquista, no se impone;

se cultiva como una flor, se abona con pequeños detalles de cortesía, de ternura y lealtad; se riega con las aguas vivas de desinterés y de cariño silencioso.

No importan las distancias, los niveles sociales, los años o las culturas, la amistad todo lo borra.

La felicidad del amigo nos da felicidad: sus penas se vuelven nuestras porque hay un maravilloso lazo invisible que une a los amigos. La amistad es bella sobre toda ponderación, por que:"Para el que tiene un amigo, no existe soledad."

ORACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


Oración al Inmaculado Corazón de María

Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones
después del de Jesús
trono de las misericordias divinas
a favor de los miserables pecadores
yo reconociéndome sumamente necesitado
acudo a ti en quien el Señor
ha puesto todo el tesoro de sus bondades
con plenísima seguridad de ser por ti socorrido
tú eres mi refugio, mi amparo, mi esperanza;
por esto te digo y te diré en todos mis apuros y peligros,
“Dulce corazón de María, se la salvación mía”.

Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza
o la espina de la tribulación llague a mi alma,
“Dulce corazón de María se la salvación mía”.

Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones
unidos para mi eterna perdición me persigan con sus tentaciones
y quieran hacerme perder el tesoro de la divina gracia,
“Dulce corazón de María, se la salvación mía”.

En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso
de que depende mi eternidad
cuando se aumenten las angustias de mi alma
y los ataques de mis enemigos,
“Dulce corazón de María se la salvación mía.

Estas gracias espero alcanzar de ti Corazón Inmaculado de María
A fin de que pueda verte y gozar de Dios en tu compañía
por toda la eternidad en el cielo. Amén.

MADRE MÍA TE QUIERO CON TODO MI CORAZÓN


Autor: P. Mariano de Blas L.C. | Fuente: Catholic.net
Madre mía te quiero con todo mi corazón
Caminar contigo es tocar el cielo con la mano; vivir junto a Ti es ya adelantar la gloria. Contigo los dolores se mitigan, las lágrimas se detienen.



Dulcísima Madre mía,
he venido a saludarte con cariño
en este nuevo día.
¿Quién te hizo tan bella?
Quizás Tú no lo sepas,
pero yo no puedo contemplar tu rostro
y mirar tus ojos de cielo
sin emocionarme hasta el alma.

¿Quién me amó tanto, tanto,
que me hizo hijo tuyo?
Hermosísima Reina, Madre de bondad,
estás hecha de bondad y de amor.

¡Qué felices nos has hecho,
qué afortunados por tenerte como madre!
Era yo un gitanillo que inspiraba compasión,
Era un niño pobre, un niño malo.
Había caminado descalzo
Por sendas de piedras y maleza;
traía una carita sucia de lágrimas antiguas
y polvo de muchos caminos.

Era un niño pequeño,
pero había sufrido ya como adulto.
Se me había olvidado la sonrisa.
El futuro era negro de nubes espesas.
Y, de pronto, apareciste Tú en mi vida.
Una mujer muy hermosa,
una mujer que inspiraba todo el cariño del mundo.

Me mirabas con una sonrisa de cielo.
Me llamaste con una voz tan dulce…
Me esforcé en sonreír un tanto,
y me fui acercando temblando de emoción.
De pronto, tus manos se abrieron
y me sumergí en un abrazo tan dulce
que todas mis penas se fueron;
y me sentí el niño más feliz del mundo.

Pero mi alegría fue más grande que yo mismo,
cuando de tus labios graciosos brotó esta palabra: “Hijo mío.”
Quise decir algo que brotaba con ímpetu del corazón.
No pude decirlo, no me atrevía.
Miré mis sandalias rotas, mi vestido raído;
mi corazón y mis manos no eran limpios.

“Hijo mío, cuanto te quiero,
cuánto te he esperado, hijo de mi alma.”
Entonces ya no pude callarme y le dije
con las lágrimas más puras
y la alegría de un niño feliz:
“Madre mía te quiero con todo mi corazón.”
Y un abrazo fundió
a la Madre pura y santa
y al niño pecador.

“He ahí a tu Madre, he ahí a tu hijo”
El que dijo estas bellas palabras
era Dios mismo,
un Dios que moría por mí en una cruz:
un Dios que me dio a su misma madre
en un impulso de amor.
No es un rato de contento,
es una eternidad de felicidad.
La eternidad de la alegría
comenzó desde ese momento
en que Jesús dijo esas palabras en la cruz.
Nos daba su vida y su sangre,
nos daba la Madre de sus sueños.

Desde entonces ya no soy el niño malo;
que malo no puedo seguir siendo
junto a una Madre tan buena.
Ya no soy un niño huérfano,
ni triste ni harapiento.
Soy el niño más feliz.
Ya mis lágrimas son de de amor y alegría,
por Ella, por mi Madre del cielo.

Caminar contigo es tocar el cielo con la mano;
vivir junto a Ti es ya adelantar la gloria.
Contigo los dolores se mitigan,
las amargas lágrimas se detienen
y el desierto vuelve a florecer.
Mi desierto ha vuelto a florecer.
Todo cambió desde aquel día,
el día maravilloso en que te conocí, oh Madre.
Yo no te conocía, primor de los valles.
Ignoraba que existías, amor de mi vida.
Pasé junto a valles hermosos y bellísimas flores
y nunca imaginé que Tú tenías
la luz y la belleza de los valles y las flores.
Vida mía, amor mío,
Vida, belleza y amor ensamblados.

Eres una senda florecida
que me ha conducido a Dios.
Me enamoré de Ti primero para siempre,
pero tu amor me llevó dulcemente, sin fatiga,
hacia el Dios Amor.
Tú me hiciste querer a ese ser infinitamente amable.
Presentaste a mis ojos
a un Dios Niño, ternura infinita,
un encanto de Dios hecho niño por mí.

La mujer que es amor
llevando en sus brazos al Niño que es amor,
porque es el Niño Dios.
Oh Madre dulcísima,
no quiero jamás separarme de Ti,
no quiero jamás separarme del Dios
que me has enseñado a querer;
el mismo Dios que Tú amas tanto
porque es tu Dios y es hijo de tus entrañas.
Enséñame a amarlo con todo mi corazón.


viernes, 4 de febrero de 2011

CORAZÓN QUE ARDE

Corazón que arde
Autor: Madre Teresa de Calcuta


Un corazón lleno de alegría es resultado de un corazón que arde de amor. La alegría no es solo cuestión de temperamento, siempre resulta difícil conservar la alegría--- motivo mayor para tratar de adquirirla y de hacerla crecer en nuestros corazones.

La alegría es oración; la alegría es fuerza; la alegría es amor. Da más quien da con alegría.

A los niños y a los pobres, a todos los que sufren y están solos, bríndales siempre una sonrisa alegre; no solo les brindes tus cuidados sino también tu corazón.

Tal vez no podamos dar mucho, pero siempre podemos brindar la alegría que brota de un corazón lleno de amor.

Si tienes dificultades en tu trabajo y si las aceptas con alegría, con una gran sonrisa, en este caso, como en muchas otras cosas, verás que tu bien si funciona.

Además, la mejor manera de mostrar tu gratitud está en aceptar todo con alegría.

Si tienes alegría, esta brillara en tus ojos y en tu aspecto, en tu
conversación y en tu contento. No podrás ocultarla por que la alegría se desborda.

La alegría es muy contagiosa. Trata, por tanto, de estar siempre desbordando de alegría donde quiera que vayas.

La alegría, ha sido dada al hombre para que se regocije en Dios por la
esperanza del bien eterno y de todos los beneficios que recibe de Dios. Por tanto, sabrá como regocijarse ante la prosperidad de su vecino, como sentirse descontento ante las cosas huecas.

La alegría debe ser uno de los pivotes de nuestra existencia. es el
distintivo de una personalidad generosa. en ocasiones, también es el manto que cubre una vida de sacrificio y entrega propia. La persona que tiene este don muchas veces alcanza cimas elevadas. El o ella es como el sol en una comunidad.

Deberíamos preguntarnos: "¿En verdad he experimentado la alegría de amar?" el amor verdadero es un amor que nos produce dolor, que lastima y, sin embargo, nos produce alegría. Por ello debemos orar y pedir valor para amar.

Quien Dios te devuelva en amor todo el amor que hayas dado y toda la alegría y la paz que hayas sembrado a tu alrededor, en todo el mundo.

PENSAMIENTO DE STA. MARGARITA MARIA DE ALACOQUE


PENSAMIENTO DE SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE

"Aunque Dios quiera salvarnos, quiere que ayudemos de nuestra parte, si no, nada hará sin nosotros. Por esto hemos de estar resueltas a padecer. Este es el tiempo de siembra provechosa para la eternidad, allí será abundante la cosecha. No os desaniméis, vuestros trabajos arrostrados con paciencia valen mil veces más que cualquiera otra penitencia."

Sta. Margarita María de Alacoque

ORACIÒN AL SAGRADO CORAZÒN DE JESÙS

Al Sagrado Corazón de Jesús:

¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Te adoro con toda mi alma y te consagro para siempre jamás, todos mis pensamientos, mis palabras y obras.

¡Ojalá pudiera, oh divino Corazón, consagrarte tantas adoraciones, tanto amor y tanta gloria como Tú consagras a tu eterno Padre! Sé el reparador de mis defectos, el protector de mi vida y mi amparo en la hora de mi muerte. Esta gracia te la pido también para los pobres pecadores, los corazones afligidos, los enfermos y los agonizantes; para mis parientes y bienhechores, amigos y enemigos; por las personas que se encomiendan a mis oraciones, especialmente por aquellas por quien tengo obligación de pedir y, en fin, para todos los hombres que existen en la tierra, a fin de que los méritos de tu preciosa Sangre no se pierdan para ellos. Haz también que sean aplicados en sufragio por las almas del Purgatorio, para que todos en el Cielo podamos bendecirte, adorarte y amarte. Amén.

¡Alabado sea el sagrado Corazón de Jesús en el santísimo sacramento del Altar!
¡Sea por siempre bendito y alabado!
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!
Confío:
El pasado a vuestra Misericordia,
El presente a vuestro Amor
Y el futuro a vuestra Providencia.
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