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domingo, 28 de abril de 2024
FOTOS DE LA VISITA DEL PAPA FRANCISCO A VENECIA - ITALIA - 28 DE ABRIL 2024
domingo, 21 de abril de 2024
HOY CELEBRAMOS LA JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES 2024 - OREMOS POR LAS VOCACIONES!!! ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
Hoy celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2024
Vatican Media
21 de abril de 2024
Hoy 21 de abril, Domingo del Buen Pastor, la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2024, día en que los fieles son llamados a rezar para que más personas, especialmente jóvenes, digan sí a la llamada de Dios.
Se le llama “Domingo del Buen Pastor” al IV Domingo de Pascua, pues el Evangelio del día corresponde a la lectura de Juan 10, 1-10, pasaje en el que Jesús afirma la siguiente frase: “Yo soy la puerta de las ovejas”, les explica que la humanidad son sus ovejas, y les enseña que su misión es conducir a las ovejas que no están en su redil para que sean un solo rebaño.
El Papa San Pablo VI instituyó y celebró por primera vez la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones el Domingo del Buen Pastor, el 12 de abril de 1964.
En su mensaje en esa ocasión, el Papa Pablo VI recordó que “la mies es mucha, más los operarios son pocos”, e hizo el siguiente pedido a los fieles del mundo: “‘Pidan al Señor de la mies que mande obreros’ a su Iglesia”.
El Papa aseguró que el número de sacerdotes “afecta a todos los fieles, no sólo porque de él depende el futuro religioso de la sociedad cristiana”, sino porque es un indicador de “la vitalidad de fe y amor de las comunidades” parroquiales, y es un “testimonio de la salud moral de las familias”.
También, destacó a los padres generosos que dan a sus hijos a la Iglesia con alegría y orgullo, y a los adolescentes que quieren servir a la Iglesia para reproducir los rasgos del Buen Pastor; y alentó a las vocaciones sacerdotales y religiosas a no descuidar “un deber tan grave y responsable”.
YO SOY EL BUEN PASTOR
Yo soy el Buen Pastor
Se llama al IV domingo del tiempo pascual «Domingo del Buen Pastor». Para comprender la importancia que tiene en la Biblia el tema del pastor hay que remontarse a la historia. Los beduinos del desierto nos brindan hoy una idea de la que fue, en un tiempo, la vida de las tribus de Israel. En esta sociedad la relación entre pastor y rebaño no es sólo de tipo económico, basada en el interés. Se desarrolla una relación casi personal entre el pastor y el rebaño. Pasan días y días juntos en lugares
solitarios, sin nadie más alrededor. El pastor acaba conociendo todo de cada oveja; la oveja reconoce y distingue entre todas, la voz del pastor, quien frecuentemente habla con las ovejas.
Esto explica por qué Dios se ha servido de este símbolo para expresar su relación con la humanidad. Uno de los salmos más bellos del salterio describe la seguridad del creyente de tener a Dios como pastor: «El Señor es mi pastor, nada me falta...».
Posteriormente se da el título de pastor, por extensión, también a quienes hacen las veces de Dios en la tierra: los reyes, los sacerdotes, los jefes en general. Pero en este caso el símbolo se divide: ya no evoca sólo imágenes de protección, de seguridad, sino también las de explotación y opresión. Junto a la imagen del buen pastor hace su aparición la del mal pastor, la del mercenario. En el profeta Ezequiel encontramos una terrible acusación contra los malos pastores que se apacientan sólo a sí mismos, y a continuación la promesa de Dios de ocuparse Él mismo de su rebaño (Ez 34, 1 ss.).
Jesús en el Evangelio retoma este esquema del buen y mal pastor, pero con una novedad: «¡Yo -dice- soy el Buen Pastor!». La promesa de Dios se ha hecho realidad, superando cualquier expectativa. Cristo hace lo que ningún pastor, por bueno que fuera, estaría dispuesto a hacer: «Yo doy mi vida por las ovejas».
El hombre de hoy rechaza con desdén el papel de oveja y la idea de rebaño, pero no se percata de que está completamente dentro. Uno de los fenómenos más evidentes de nuestra sociedad es la masificación. Nos dejamos guiar de manera supina por todo tipo de manipulación y de persuasión oculta. Otros crean modelos de bienestar y de comportamiento, ideales y objetivos de progreso, y nosotros los seguimos; vamos detrás, temerosos de perder el paso, condicionados y secuestrados por la publicidad. Comemos lo que nos dicen, vestimos como nos enseñan, hablamos como oímos hablar, por eslogan. El criterio por el que la mayoría se deja guiar en las propias opciones es el «Così fan tutti» («Todos son así») de mozartiana memoria.
Mirad cómo se desarrolla la vida de la multitud en una gran ciudad moderna: es la triste imagen de un rebaño que sale junto, se agita y se amontona a hora fija en los vagones del tren y del metro y después, por la tarde, regresa junto al redil, vacío de sí y de libertad. Sonreímos divertidos cuando vemos una filmación a cámara rápida con las personas que se mueven a saltos, velozmente, como marionetas, pero es la imagen que tendríamos de nosotros mismos si nos miráramos con ojos menos superficiales.
El Buen Pastor que es Cristo nos propone hacer con Él una experiencia de liberación. Pertenecer a su rebaño no es caer en la masificación, sino ser preservados de ella. «Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad» (2 Corintios 3, 17), dice San Pablo. Allí surge la persona con su irrepetible riqueza y con su verdadero destino. Surge el hijo de Dios aún escondido, del que habla la segunda carta de este domingo: «Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo
que seremos».
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Autor: Card. Raniero Cantalamessa
VA CON NOSOTROS - JESÚS, EL BUEN PASTOR
VA CON NOSOTROS
El símbolo de Jesús como pastor bueno produce hoy en algunos cristianos cierto fastidio. No queremos ser tratados como ovejas de un rebaño. No necesitamos a nadie que gobierne y controle nuestra vida. Queremos ser respetados. No necesitamos de ningún pastor.
No sentían así los primeros cristianos. La figura de Jesús, buen pastor, se convirtió muy pronto en la imagen más querida de Jesús. Ya en las catacumbas de Roma se le representa cargando sobre sus hombros a la oveja perdida. Nadie está pensando en Jesús como un pastor autoritario, dedicado a vigilar y controlar a sus seguidores, sino como un pastor bueno que cuida de sus ovejas.
El «pastor bueno» se preocupa de sus ovejas. Es su primer rasgo. No las abandona nunca. No las olvida. Vive pendiente de ellas. Está siempre atento a las más débiles o enfermas. No es como el pastor mercenario, que, cuando ve algún peligro, huye para salvar su vida, abandonando al rebaño: no le importan las ovejas.
Jesús había dejado un recuerdo imborrable. Los relatos evangélicos lo describen preocupado por los enfermos, los marginados, los pequeños, los más indefensos y olvidados, los más perdidos. No parece preocuparse de sí mismo. Siempre se le ve pensando en los demás. Le importan sobre todo los más desvalidos.
Pero hay algo más. «El pastor bueno da la vida por sus ovejas». Es el segundo rasgo. Hasta cinco veces repite el evangelio de Juan este lenguaje. El amor de Jesús a la gente no tiene límites. Ama a los demás más que a sí mismo. Ama a todos con amor de buen pastor, que no huye ante el peligro, sino que da su vida por salvar al rebaño.
Por eso, la imagen de Jesús, «pastor bueno», se convirtió muy pronto en un mensaje de consuelo y confianza para sus seguidores. Los cristianos aprendieron a dirigirse a Jesús con palabras tomadas del Salmo 22: «El Señor es mi pastor, nada me falta… aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo… Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida».
Los cristianos vivimos con frecuencia una relación bastante pobre con Jesús. Necesitamos conocer una experiencia más viva y entrañable. No creemos que él cuida de nosotros. Se nos olvida que podemos acudir a él cuando nos sentimos cansados y sin fuerzas, o perdidos y desorientados.
Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, confesado solo de manera doctrinal, un Jesús lejano cuya voz no se escucha bien en las comunidades… corre el riesgo de olvidar a su Pastor. Pero ¿Quién cuidará a la Iglesia si no es su Pastor?
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
EL EVANGELIO DE HOY IV DOMINGO DE PASCUA - DOMINGO DEL BUEN PASTOR - 21 DE ABRIL
Domingo 4 (B) de Pascua
Domingo 21 de abril de 2024
1ª Lectura (Hch 4,8-12): En aquellos días, Pedro, lleno de Espíritu Santo, dijo: «Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido en nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos».
Salmo responsorial: 117
R/. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor. Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
2ª Lectura (1Jn 3,1-2): Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aun no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Versículo antes del Evangelio (Jn 10,14): Aleluya. Yo soy el Buen Pastor, dice el Señor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen. Aleluya.
Texto del Evangelio (Jn 10,11-18): En aquel tiempo, Jesús habló así: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.
»También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre».
«Yo soy el buen pastor»
Mons. José Ángel SAIZ Meneses, Arzobispo de Sevilla
(Sevilla, España)
Hoy celebramos el domingo del Buen Pastor. En primer lugar, la actitud de las ovejas ha de ser la de escuchar la voz del pastor y seguirlo. Escuchar con atención, ser dóciles a su palabra, seguirlo con una decisión que compromete a toda la existencia: el entendimiento, el corazón, todas las fuerzas y toda la acción, siguiendo sus pasos.
Por su parte, Jesús, el Buen Pastor, conoce a sus ovejas y les da la vida eterna, de tal manera que no se perderán nunca y, además, nadie las quitará de su mano. Cristo es el verdadero Buen Pastor que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10,11), por nosotros, inmolándose en la cruz. Él conoce a sus ovejas y sus ovejas le conocen a Él, como el Padre le conoce y Él conoce al Padre. No se trata de un conocimiento superficial y externo, ni tan sólo un conocimiento intelectual; se trata de una relación personal profunda, un conocimiento integral, del corazón, que acaba transformándose en amistad, porque ésta es la consecuencia lógica de la relación de quien ama y de quien es amado; de quien sabe que puede confiar plenamente.
Es Dios Padre quien le ha confiado el cuidado de sus ovejas. Todo es fruto del amor de Dios Padre entregado a su Hijo Jesucristo. Jesús cumple la misión que le ha encomendado su Padre, que es la cura de sus ovejas, con una fidelidad que no permitirá que nadie se las arrebate de su mano, con un amor que le lleva a dar la vida por ellas, en comunión con el Padre porque «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10,30).
Es aquí precisamente donde radica la fuente de nuestra esperanza: en Cristo Buen Pastor a quien queremos seguir y la voz del cual escuchamos porque sabemos que sólo en Él se encuentra la vida eterna. Aquí encontramos la fuerza ante las dificultades de la vida, nosotros, que somos un rebaño débil y que estamos sometidos a diversas tribulaciones.