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lunes, 28 de junio de 2021
domingo, 27 de junio de 2021
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 27 DE JUNIO DE 2021
Domingo 13 (B) del tiempo ordinario
DOMINGO 27 DE JUNIO DE 2021
1ª Lectura (Sab 1,13-15; 2,23-24): Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo impera en la tierra. Porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo; y los de su partido pasarán por ella.
Salmo responsorial: 29
R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
2ª Lectura (2Cor 8,7.9.13-15): Hermanos: Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra generosidad. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza. Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar. En el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen; y un día, la abundancia de ellos remediará vuestra falta; así habrá igualdad. Es lo que dice la Escritura: «Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba».
Versículo antes del Evangelio (2Tim 1,10): Aleluya. Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte, y sacó a la luz la vida por el Evangelio. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mc 5,21-43): En aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a Él mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.
Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de Él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?». Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’». Pero Él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?». Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Pero Él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.
«Solamente ten fe»
Fray Valentí SERRA i Fornell
(Barcelona, España)
Hoy, san Marcos nos presenta una avalancha de necesitados que se acerca a Jesús-Salvador buscando consuelo y salud. Incluso, aquel día se abrió paso entre la multitud un hombre llamado Jairo, el jefe de la sinagoga, para implorar la salud de su hijita: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva» (Mc 5,23).
Quién sabe si aquel hombre conocía de vista a Jesús, de verle frecuentemente en la sinagoga y, encontrándose tan desesperado, decidió invocar su ayuda. En cualquier caso, Jesús captando la fe de aquel padre afligido accedió a su petición; sólo que mientras se dirigía a su casa llegó la noticia de que la chiquilla ya había muerto y que era inútil molestarle: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?» (Mc 5,35).
Jesús, dándose cuenta de la situación, pidió a Jairo que no se dejara influir por el ambiente pesimista, diciéndole: «No temas; solamente ten fe» (Mc 5,36). Jesús le pidió a aquel padre una fe más grande, capaz de ir más allá de las dudas y del miedo. Al llegar a casa de Jairo, el Mesías retornó la vida a la chiquilla con las palabras: «Talitá kum, que quiere decir: ‘Muchacha, a ti te digo, levántate’» (Mc 5,41).
También nosotros debiéramos tener más fe, aquella fe que no duda ante las dificultades y pruebas de la vida, y que sabe madurar en el dolor a través de nuestra unión con Cristo, tal como nos sugiere el papa Benedicto XVI en su encíclica Spe Salvi (Salvados por la esperanza): «Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito».
NARDOS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, 27 DE JUNIO
Nardo del 27 de Junio
¡Oh Sagrado Corazón, confianza y amor!
Meditación: Jesús, mi corazón se ha puesto triste...porque Tú, que tanto nos quisiste, que nos redimiste, nos miras a través de los siglos y nos dices lleno de dolor y de amor: "...la falta de confianza lastima mis entrañas...". Señor, Tú sabes lo que siento cuando te veo clavado y muriendo por Amor, pero sin recibir amor, pues hoy nuevamente te lo negamos. No confiamos en Vos, no creemos que eres el único Dios, no vivimos para Vos, pues si te amáramos confiaríamos en Ti, y Tú serias nuestro único descanso. Señor, mi amado, Tu sabes que te amo y que por ti clamo, pero también sabes cuan pequeño es mi amor, pues muchas veces te he negado. Hoy Te pido perdón, y como sabes bien que Tú eres mi querer, te pido que aumentes mi fe, que me bañes en el manantial de Tu amor, para ser así el más fiel a mi Rey. Que sea como Tu Mamá: fiel por toda la eternidad. Y hoy te digo despacito y al oído, a Ti, Mi Cristo, a Ti, Mi Señor Bendito: "Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío. Sé mío".
Jaculatoria:¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
Florecilla: Digamos varias veces al día "Sagrado Corazón de Jesús en Ti confío, más aumenta mi fe".
Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO EN ALIVIO DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO
Súplicas a nuestra Señora del Perpetuo Socorro en alivio de las almas del Purgatorio.
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tan grande es tu bondad, que no puedes descubrir miserias sin compadecerte. Mira, te suplicamos, con caritativos ojos las afligidas almas que sufren en el purgatorio, sin poderse procurar alivio alguno en sus tremendas penas, y muévete a compasión. Por tu piedad y por el amor que tienes a Jesús, te pedimos mitigues sus sufrimientos, y les procures eterno descanso. Pero ¡ah! ¡Cuán dolorosa
Para que salgan de aquella tenebrosa cárcel, imploramos tu perpetuo socorro, oh Madre de bondad.
Para que Dios les perdone la pena de sus pecados (*)
Para que se abrevie el tiempo de sus sufrimientos,
Para que se apaguen sus llamas abrasadoras,
Para que un rayo de luz celestial ilumine sus horrendas tinieblas,
Para que alcancen alivio en sus penas y amargas angustias,
Para que su tristeza se cambie en perpetua alegría, imploramos tu perpetuo socorro, oh Madre de bondad.
Para que se mitigue su ardiente sed de los bienes eternos, (*)
Para que se llenen pronto sus deseos vivísimos de entrar en la gloria.
Por las almas de nuestros padres e hijos,
Por las almas de nuestros parientes,
Por las almas de nuestros amigos,
Por las almas de nuestros bienhechores,
Por las almas que sufren en aquellas llamas por culpa nuestra,
Por las almas de aquellos, que en su vida nos hicieron sufrir,
Por las almas más desamparadas,
Por las almas que sufren mayores tormentos,
Por las almas que están más cerca de entrar en el cielo,
Por las almas que durante su vida te han amado más a ti y a tu divino Hijo,
Por las almas de aquellos que sufren hace más tiempo,
Por todas las benditas almas del purgatorio,
Por tu inefable misericordia,
Por tu inmenso poder, imploramos tu perpetuo socorro, oh Madre de bondad, (*)
Por tu maternal bondad,
Por tu incomparable maternidad,
Por tus preciosas lágrimas,
Por tus acerbos dolores,
Por tu santa muerte,
Por las cinco llagas de tu amado Hijo,
Por su dolorosísima muerte en el árbol de la Cruz,
Para que se apliquen con abundancia a los difuntos las súplicas de los vivos,
Para que la gloriosa legión de los santos las socorra sin cesar,
Para que los nueve coros de los ángeles las reciban con regocijo,
Para que tus ojos maternales les echen una mirada de compasión,
Para que las haga felices la vista de tu divino Hijo, Para que por la contemplación de la Santísima Trinidad sean bienaventuradas,
Para que se haga cada día más fervorosa nuestra devoción a las almas,
Para que se ofrezcan siempre más y más oraciones, indulgencias y obras satisfactorias por ellas,
Para que nosotros recibamos el premio eterno de nuestra devoción a las almas, imploramos tu perpetuo socorro, oh Madre de bondad.
Para que las almas, que hayamos librado del purgatorio, hagan un día lo mismo con nosotros, imploramos tu perpetuo socorro, oh Madre de bondad.
Oración: ¡Oh Madre compasiva del Perpetuo Socorro!, mira te ruego, a esas afligidas almas que la justicia de Dios tiene sumergidas en las llamas del purgatorio. Ellos son caros objetos del amor de tu divino Hijo; ellas lo han amado durante su vida, y al presente se abrasan en deseos de verle y poseerle; pero no pueden romper sus cadenas por sí mismas, ni salir del fuego terrible que las devora. ¡Conmueva tu tierno corazón la vista de su dolor! Dígnate consolar a esas almas que te aman y suspiran sin cesar por Ti; son hijas tuyas, muestra que eres para ellas Madre del Perpetuo Socorro. Visítalas, mitiga sus penas, abrevia sus sufrimientos, y apresúrate a librarlas alcanzando de tu divino Hijo les aplique los méritos infinitos del santo sacrificio que por ellas se celebra.
Amén.
Un Credo por los devotos.
(Cortesía de: José Gálvez Krüger)
HOY ES LA FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO, 27 DE JUNIO
Hoy es la fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
Redacción ACI Prensa
Cada 27 de junio se celebra la Fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, advocación mariana extendida por todo el mundo y cuyo origen se remonta probablemente a los siglos X y XI. La Virgen del Perpetuo Socorro posee innumerables patronazgos en muchos países, pero cabe destacar, de manera especial, que es considerada patrona de los redentoristas, quienes cuidan por el crecimiento de esta devoción. El icono original se conserva hasta el día de hoy y está ubicado en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso del Esquilino en la ciudad de Roma.
La imagen de la Nuestra Señora del Perpetuo Socorro recuerda los cuidados maternales de María a su Hijo Jesús, desde su concepción hasta su muerte; y que, en virtud del ejercicio de dicha maternidad, hoy ejerce los mismos cuidados espirituales con todos sus hijos.
La historia del icono del Perpetuo Socorro se remonta al siglo XV, cuando un rico comerciante del Mar Mediterráneo adquirió la imagen por su gran belleza -lamentablemente se desconoce cómo llegó a sus manos u otros detalles-. Con el propósito que la imagen sea preservada, el mercader decidió llevarla a Italia. En medio de la travesía se desató una terrible tormenta que puso en peligro la embarcación en la que viajaba. Preso del miedo, el comerciante tomó la imagen en alto, pidió auxilio al Señor y a la Virgen y, sorprendentemente, el mar se calmó. La Virgen María es socorro perpetuo para el que está necesitado o en peligro.
Estando aquel mercader ya en Roma, le mostró el cuadro a un amigo, al que le dijo: algún día el mundo entero rendirá homenaje a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Después de un tiempo, el mercader enfermó, pero antes de morir, le hizo prometer a su amigo que realizaría los menesteres necesarios para que la pintura pueda colocarse en alguna iglesia ilustre de la ciudad. El deseo de aquel comerciante no se cumplió, porque la esposa de su amigo se encariño con la pintura y se la quedó. Cuenta la leyenda que la Virgen se le apareció al hombre en sueños para que cumpliese su promesa, pero jamás lo hizo por complacer a su esposa. Tras la muerte de éste, la Virgen se le apareció a su hija de seis años y le pidió que ruegue a su madre que lleve la imagen a una iglesia. La pequeña hizo como la Virgen le pidió, pero su madre, aunque asustada, no atinó a cumplir la promesa hecha por su esposo.
Una vecina que estaba al tanto de todo lo ocurrido encontró en toda esta historia motivo de burla. A los días le vinieron unos dolores tan fuertes que solo atinó a pedirle perdón a la Virgen y rogarle que la socorriese. La mujer, enferma, pidió ver el cuadro y lo tocó. Al día siguiente estaba curada. Nuestra Señora volvió a aparecerse a la niña y le dijo que la pintura debía ser puesta en la iglesia de San Mateo, ubicada entre las Basílicas Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Finalmente, su madre y su vecina atinaron a cumplir el deseo de la Madre de Dios. Grandes milagros empezaron a obrarse por intercesión de la Virgen del Perpetuo Socorro.
A fines del siglo XVIII, Napoleón destruyó muchas iglesias romanas, entre ellas la de San Mateo, pero un sacerdote agustino logró llevarse secretamente el cuadro de la Virgen del Perpetuo Socorro; más adelante la imagen fue colocada en la capilla agustiniana en Posterula. Al tiempo, los redentoristas construyeron la Iglesia de San Alfonso sobre las ruinas de la iglesia de San Mateo. Ellos tomaron noticia de que antes ahí estaba el milagroso cuadro de del Perpetuo Socorro y que este estaba en manos de los Agustinos. Gracias a un sacerdote jesuita también reconocieron que la Virgen del Perpetuo Socorro deseaba ser honrada en ese lugar.
Es así que el superior de los redentoristas solicitó al Beato Pío IX que el cuadro sea devuelto a aquel lugar. El Papa dispuso que así se hiciese y le encargó a los redentoristas encargarse de acrecentar la devoción al Perpetuo Socorro. Los agustinos accedieron sin resistencia a devolver la imagen mariana.
Hoy en día la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es inmensa. Iglesias, santuarios, escuelas católicas y otras edificaciones están dedicadas en su honor. Sus devotos la veneran en todo el mundo.
Patrona de los Padres Redentoristas y cuyo icono original está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso. Esta imagen recuerda el cuidado de la Virgen por Jesús, desde su concepción hasta su muerte, y que hoy sigue protegiendo a sus hijos que acuden a ella.
Se dice que en el siglo XV un comerciante adinerado del Mar Mediterráneo tenía la pintura del Perpetuo Socorro, aunque se desconoce el cómo llegó a sus manos. Para proteger el cuadro de ser destruido, decidió llevarlo a Italia y en la travesía se desató una terrible tormenta.
El comerciante tomó el cuadro en alto, pidió socorro y el mar se calmó. Estando ya en Roma, él tenía un amigo, a quien le mostró el cuadro y le dijo que un día el mundo entero rendiría homenaje a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Después de un tiempo, el mercader enfermó y, antes de morir, le hizo prometer a su amigo que colocaría la pintura en una iglesia ilustre. Sin embargo, la esposa del amigo se encariño con la pintura y este no realizó su promesa.
Nuestra Señora se le apareció al hombre en varias ocasiones pidiéndole cumpliera, pero al no querer disgustar a su mujer, enfermó y murió. Más adelante la Virgen habló con la hija de seis años y le dio el mismo mensaje de que deseaba que el cuadro fuera puesto en una iglesia. La pequeña fue y se lo contó a su madre.
La mamá se asustó y a una vecina que se burló de lo ocurrido le vinieron unos dolores tan fuertes que solo se alivió cuando invocó arrepentida la ayuda de la Virgen y tocó el cuadro. Nuestra Señora se volvió a aparecer a la niña y le dijo que la pintura debía ser puesta en la iglesia de San Mateo, que quedaba entre las Basílicas Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Finalmente, así se hizo y se obraron grandes milagros.
Siglos después, Napoleón destruyó muchas iglesias, entre ellas la de San Mateo, pero un padre agustino logró llevarse secretamente el cuadro y más adelante fue colocado en una capilla agustiniana en Posterula.
Los Redentoristas construyen la Iglesia de San Alfonso sobre las ruinas de la iglesia de San Mateo y en sus investigaciones descubrieron que antes ahí estaba el milagroso cuadro de del Perpetuo Socorro y que lo tenían los Agustinos. Gracias a un sacerdote jesuita conocieron el deseo de la Virgen de ser honrada en ese lugar.
Es así que el superior de los Redentoristas solicitó al Beato Pío IX, quien dispuso que el cuadro fuera devuelto a la Iglesia entre Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Asimismo, encargó a los Redentoristas que hicieran que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera conocida.
Los Agustinos, una vez que supieron la historia y el deseo del Pontífice, gustosos devolvieron la imagen mariana para complacer a la Virgen.
Hoy en día la devoción a Nuestra Señora del perpetuo Socorro se ha expandido por diversos lugares, construyéndose iglesias y santuarios en su honor. Su retrato es conocido y venerado en todas partes del mundo.
sábado, 26 de junio de 2021
EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 26 DE JUNIO DE 2021 -
Sábado 12 del tiempo ordinario
SÁBADO 26 DE JUNIO DE 2021
1ª Lectura (Gén 18,1-15): En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, porque hacía calor. Alzó la vista y vio a tres hombres en pie frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda y se prosternó en tierra, diciendo: «Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un pedazo de pan para que cobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a vuestro siervo». Contestaron: «Bien, haz lo que dices».
Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo: «Aprisa, tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz una hogaza». Él corrió a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase en seguida. Tomó también cuajada, leche, el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comieron.
Después le dijeron: «¿Dónde está Sara, tu mujer?». Contestó: «Aquí, en la tienda». Añadió uno: «Cuando vuelva a ti, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo». Sara lo oyó, detrás de la entrada de la tienda. Abrahán y Sara eran ancianos, de edad muy avanzada, y Sara ya no tenía sus periodos. Sara se rió por lo bajo, pensando: «Cuando ya estoy seca, ¿voy a tener placer con un marido tan viejo?».
Pero el Señor dijo a Abrahán: «¿Por qué se ha reído Sara, diciendo: ‘De verdad que voy a tener un hijo a mis años’. ¿Hay algo difícil para Dios? Cuando vuelva a visitarte por esta época, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo». Pero Sara, que estaba asustada, lo negó: «No me he reído». Él replicó: «No lo niegues, te has reído».
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Salmo responsorial: Lc 1
R/. El Señor se acuerda de la misericordia.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.
Porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
Y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
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Versículo antes del Evangelio (Mt 8,17): Aleluya. Él mismo tomó nuestras enfermedades y cargó con nuestras dolencias. Aleluya.
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Texto del Evangelio (Mt 8,5-17): En aquel tiempo, al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos». Dícele Jesús: «Yo iré a curarle». Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace». Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes». Y dijo Jesús al centurión: «Anda; que te suceda como has creído». Y en aquella hora sanó el criado.
Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle. Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; Él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: «Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades».
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«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano»
Rev. D. Xavier JAUSET i Clivillé
(Lleida, España)
Hoy, en el Evangelio, vemos el amor, la fe, la confianza y la humildad de un centurión, que siente una profunda estima hacia su criado. Se preocupa tanto de él, que es capaz de humillarse ante Jesús y pedirle: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos» (Mt 8,6). Esta solicitud por los demás, especialmente para con un siervo, obtiene de Jesús una pronta respuesta: «Yo iré a curarle» (Mt 8,7). Y todo desemboca en una serie de actos de fe y confianza. El centurión no se considera digno y, al lado de este sentimiento, manifiesta su fe ante Jesús y ante todos los que estaban allí presentes, de tal manera que Jesús dice: «En Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande» (Mt 8,10).
Podemos preguntarnos qué mueve a Jesús para realizar el milagro. ¡Cuántas veces pedimos y parece que Dios no nos atiende!, y eso que sabemos que Dios siempre nos escucha. ¿Qué sucede, pues? Creemos que pedimos bien, pero, ¿lo hacemos como el centurión? Su oración no es egoísta, sino que está llena de amor, humildad y confianza. Dice san Pedro Crisólogo: «La fuerza del amor no mide las posibilidades (...). El amor no discierne, no reflexiona, no conoce razones. El amor no es resignación ante la imposibilidad, no se intimida ante dificultad alguna». ¿Es así mi oración?
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo...» (Mt 8,8). Es la respuesta del centurión. ¿Son así tus sentimientos? ¿Es así tu fe? «Sólo la fe puede captar este misterio, esta fe que es el fundamento y la base de cuanto sobrepasa a la experiencia y al conocimiento natural» (San Máximo). Si es así, también escucharás: «‘Anda; que te suceda como has creído’. Y en aquella hora sanó el criado» (Mt 8,13).
¡Santa María, Virgen y Madre!, maestra de fe, de esperanza y de amor solícito, enséñanos a orar como conviene para conseguir del Señor todo cuanto necesitamos.
ORIGEN DE LA DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Origen de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús
La difusión de la devoción se debe a santa Margarita María de Alacoque, religiosa de la Orden de la Visitación
Por: Redacción | Fuente: accionfamilia.org
La difusión de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se debe a santa Margarita María de Alacoque, religiosa de la Orden de la Visitación, a quien Jesús se le apareció diciéndole:
“Mira este corazón mío, que a pesar de consumirse en amor abrasador por los hombres, no recibe de los cristianos otra cosa que sacrilegio, desprecio, indiferencia e ingratitud, aún en el mismo sacramento de mi amor. Pero lo que traspasa mi Corazón más desgarradamente es que estos insultos los recibo de personas consagradas especialmente a mi servicio.”
Insistentemente, los Santos Padres han recomendado que la humanidad intensifique el culto que presta al Sagrado Corazón de Jesús a fin de que, regenerado el hombre por la gracia de Dios y comprendiendo que debe ser Dios el centro de sus afectos, pueda reinar nuevamente en el mundo aquella tranquilidad del orden, de la cual más distante estamos, cuanto más el mundo desciende por la anarquía.
Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús
Jesús prometió a Santa Margarita de Alacoque, que si una persona comulga los primeros viernes de mes, durante nueve meses seguidos, le concederá lo siguiente:
Les daré todas las gracias necesarias en su estado de vida.
Estableceré la paz en sus hogares.
Los consolaré en todas sus aflicciones.
Seré su refugio en su vida y sobre todo en la muerte.
Bendeciré grandemente todas sus empresas.
Los pecadores encontrarán en Mi Corazón la fuente y el océano infinito de misericordia.
Las almas tibias crecerán en fervor.
Las almas fervorosas alcanzarán mayor perfección.
Bendeciré el hogar o sitio donde esté expuesto Mi Corazón y sea honrado.
Daré a los sacerdotes el don de tocar a los corazones más empedernidos.
Los que propaguen esta devoción, tendrán sus nombres escritos en Mi Corazón, y de El, nunca serán borrados.
Nueve primeros viernes:
“Yo les prometo, en el exceso de la infinita misericordia de mi Corazón, que Mi amor todopoderoso le concederá a todos aquellos que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán, en desgracia ni sin recibir los sacramentos. Mi divino Corazón será su refugio seguro en este último momento”.
NARDOS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - DÍA 26 DE JUNIO
Nardo del 26 de Junio
!Oh Corazón Sagrado, amado reposo de las almas!
Meditación: ¿Sabes, Señor?, cuando te miro Tu sabes que sonrío, pues veo Tu Dulzura y Poder. Yo sé que eres mi Rey, sé cuánto me conoces y me quieres, que estás junto a mi y me sigues, que evitas que caiga, y que consuelas mi alma. Cuando tengo dolor, cuando la oscuridad me quiere atrapar, Te me acercas y Tu mano me das, y es entonces cuando siento cuánto me cuidas. Y me dices: "descansa ya, pues Yo, el Amor, estoy junto a vos". Es allí cuando se disipa mi aflicción y siento Tu calor, me siento dichoso y mi alma goza. Y el dolor y la noche ya no están, pues Tú lo permitiste para que vea mi debilidad y conozca Tu Fortaleza. El sufrimiento que purifica, la oscuridad que hace ver la Luz, porque allí siempre estas Tú.
Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
Florecilla: Preparemos y seamos un Altar a Jesús, tanto físico como espiritual, para agradecer cuánto nos da.
Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.
domingo, 20 de junio de 2021
SITUACIONES TORMENTOSAS
Situaciones tormentosas
Han pasado las grandes solemnidades de Pentecostés, la Santísima Trinidad o el Corpus y, la vida de los cristianos, retoma o recobra la normalidad. Aunque, siempre, la vida de un cristiano tendrá que ser extraordinaria, una continua fiesta, una gloria a la Trinidad, una apertura al Espíritu y un recoger fuerzas de la fuente de la Eucaristía.
A los cristianos, cuando somos bautizados, no se nos hace un seguro de vida. Es decir; no se nos garantiza que por el hecho de serlo, vayamos a estar exentos de dudas y de batallas, de dificultades y de tormentas.
Jesús, que era el Señor, no vivió ajeno a ellas, los discípulos tampoco ¿y nosotros? Posiblemente si analizamos nuestra propia historia, encontraremos enseguida situaciones tormentosas. Momentos en los que hemos sentido que el mundo (la familia, el matrimonio, el sacerdocio, la profesión, etc.) se nos iba entre las manos, se abría en mil fisuras bajo nuestros pies.
¿Dónde está, entonces, la lotería de ser seguidor de Jesús? Pues precisamente en fiarnos de Él; en caminar con Él y en dejarnos guiar por Él. No hay más remedio. Si somos de los suyos, las turbulencias (que las hay y duras en nuestra existencia) serán prueba de nuestra fidelidad; clave para ver la consistencia de nuestra fe; criba que purifica el grano de trigo de la simple paja.
Últimamente oímos demasiado que estamos en tiempos difíciles para la fe. Pero lo cierto es que, desde siempre, el Reino de Dios ha tenido sus “contrarios”, sus “detractores”. Y, precisamente por ello, enseguida, surgían hombres y mujeres que levantaban –con más fuerza si cabe– el testigo del amor de Jesús.
A los que nos decimos amigos de Jesús, no nos deben de asustar las tormentas que dañan la imagen de la Iglesia (tampoco quedarnos de brazos cruzados); no nos debe de paralizar cuando, la barca de nuestra fe, haga ademán de sacudirnos fuera. Y no nos debe de asustar porque, entre otras cosas, Jesús va por delante.
La propuesta del Evangelio, desde sus mismos inicios, encontró adhesiones, deserciones y críticas. El mensaje de Jesús, cuando se vive medianamente bien, asombra. Y puede asombrar en dos sentidos:
- Cuando los cristianos vivimos convencidos y con entusiasmo el hecho de que somos Hijos de Dios y, por lo tanto, damos razón de Él allá donde estamos.
- Cuando los cristianos nos diluimos en medio del café del mundo y, lejos de darle sabor, apenas se nota nuestro ideario, nuestra pertenencia a la iglesia, nuestra experiencia de Jesús Resucitado.
Si, amigos, podemos asombrar en doble dirección: cuando se nos nota lo que somos y, por el contrario, cuando somos insípidos en el ser, hablar y obrar.
Retomamos este tiempo sin grandes solemnidades ni fiestas. Es el momento oportuno para situarnos delante del Señor. Para retomar, con serenidad, la oración, la Eucaristía. Para interpelarnos sobre nuestros temores ¿A qué tenemos miedo? ¿Por qué tenemos miedo? ¿A quién?
Si, el Señor, nos ha dicho que estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, esta promesa nos debe de producir una disensión y una sensación de paz, de confianza y de fe.
(P. Javier Leoz)
NARDOS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - DÍA 20 DE JUNIO
Nardo del 20 de Junio
¡Oh Sagrado Corazón, Corazón del Supremo Amor!
Meditación: Oh Señor, todo se ha consumado, todo nos has dado...la tierra ha crujido cual grito dado por la creación. Ha muerto el Salvador, el Hijo de Dios, lo hemos matado. Tú, mi Amado, mi Buen Jesús todo enllagado, con Tu Cuerpo destrozado te encuentras colgado, Tus Ojos se han cerrado...el cruel suplicio ha terminado. Te bajan de la Cruz, y Tu Pobre Santa Madre, desgarrada, te recibe en sus Brazos. Con gemidos y llanto, se ha atravesado su Santo Corazón por una espada de dolor. Parece acunarte como lo hacía en las claras mañanas de Belén, Ella te besa y te acaricia, tratando de devolverte la vida. Señor, permíteme besarte y acariciarte como lo hace Tu Madre, porque Tú por mí te entregaste. Permíteme dar todo por mis hermanos, aunque tenga que pasar por un calvario. Permíteme estar contigo, aún cuando no lo merezco, pues he dejado que mi corazón se ponga duro y maltrecho. Permíteme acompañarte en el dolor, porque así es el Verdadero Amor: compartir el sufrimiento y ser consuelo.
Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
Florecilla: Meditemos sobre los últimos momentos de la Pasión del Señor y el dolor de Su Santa Madre.
Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.
PAPA FRANCISCO LAMENTA: CUÁNTAS VECES DEJAMOS AL SEÑOR EN UN RINCÓN
Papa Francisco lamenta: “¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón!”
POR MIGUEL PÉREZ PICHEL | ACI Prensa
Foto: Vatican Media
“¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón, en el fondo de la barca de la vida, para despertarlo solo en el momento de la necesidad!”. Con esas palabras el Papa Francisco lamentó que en muchas ocasiones los fieles se olvidan del Señor, y sólo recurren a Él cuando se encuentran en dificultades.
Durante el rezo del Ángelus este domingo 20 de junio desde el Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre afirmó que “el miedo nos hace ver las dificultades, los problemas complicados, y no mirar a Jesús”.
En su comentario del Evangelio del día previo al rezo del Ángelus, el Pontífice explicó la escena evangélica en la que Jesús y sus discípulos padecen una tempestad cuando navegaban por el mar de Galilea.
“La barca en la que los discípulos atraviesan el lago es asaltada por el viento y las olas y ellos temen hundirse. Jesús está con ellos en la barca, sin embargo, se queda en la popa durmiendo sobre un cabezal. Los discípulos, llenos de miedo, le gritan: ‘Maestro, ¿no te importa que perezcamos?’”.
El Papa explicó que “muchas veces también nosotros, asaltados por las pruebas de la vida, hemos gritado al Señor: ‘¿Por qué te quedas en silencio y no haces nada por mí?’. Sobre todo, cuando parece que nos hundimos”.
“Son muchos los momentos en los cuales nos sentimos en medio de una tempestad, nos sentimos casi acabados. En estas situaciones y en muchas otras, también nosotros nos sentimos ahogados por el miedo y, como los discípulos, corremos el riesgo de perder de vista lo más importante”.
Sin embargo, el Santo Padre insistió en que “en la barca, incluso si duerme, Jesús está, y comparte con los suyos todo lo que está sucediendo. Su sueño, por un lado, nos sorprende, y por el otro nos pone a prueba”.
Pero, en cualquier caso, “el Señor, está ahí, pendiente. Espera que seamos nosotros los que le impliquemos, le invoquemos, le pongamos en el centro de lo que vivimos. Su sueño nos provoca el despertarnos. Porque, para ser discípulos de Jesús, no basta con creer que Dios está, que existe, sino que es necesario involucrarse con Él, es necesario también alzar la voz con Él, gritarle a Él”.
En ese sentido, Francisco señaló que “la oración muchas veces es un grito: ‘Señor, sálvame’. Hoy es el Día del Refugiado. Muchos que vienen en barco, en el momento de hundirse, gritan: ‘Sálvame’. También en nuestra vida sucede lo mismo: ‘Señor, sálvame’, y la oración se convierte en un grito”.
“El Evangelio”, continuó explicando el Papa las Escrituras, “cuenta que los discípulos se acercan a Jesús, le despiertan y le hablan. Este es el inicio de nuestra fe: reconocer que solos no somos capaces de mantenernos a flote, que necesitamos a Jesús como los marineros a las estrellas para encontrar la ruta”.
“La fe comienza por el creer que no bastamos nosotros mismos, con el sentir que necesitamos a Dios. Cuando vencemos la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, cuando superamos la falsa religiosidad que no quiere incomodar a Dios, cuando le gritamos a Él, Él puede obrar maravillas en nosotros. Es la fuerza mansa y extraordinaria de la oración, que realiza milagros”.
Ante las súplicas de sus discípulos, Jesús “calma el viento y las olas. Y les plantea una pregunta, que nos concierne también a nosotros: ‘¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?’. Los discípulos se habían dejado llevar por el miedo, porque se habían quedado mirando las olas en vez de mirar a Jesús”.
“Y el miedo nos hace ver las dificultades, los problemas complicados, y no mirar a Jesús, que muchas veces duerme. También para nosotros es así: ¡cuántas veces nos quedamos mirando los problemas en vez de ir al Señor y dejarle a Él nuestras preocupaciones! ¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón, en el fondo de la barca de la vida, para despertarlo solo en el momento de la necesidad!”, lamentó el Pontífice.
Por ello, el Papa Francisco finalizó animando a los fieles a pedir “hoy la gracia de una fe que no se canse de buscar al Señor, de llamar a la puerta de su Corazón”.
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 20 DE JUNIO DE 2021
Domingo 12 (B) del tiempo ordinario
Domingo 20 de junio de 2021
1ª Lectura (Job 38,1.8-11): El Señor habló a Job desde la tormenta: «¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando salía impetuoso del seno materno, cuando le puse nubes por mantillas y nieblas por pañales, cuando le impuse un límite con puertas y cerrojos, y le dije: "Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas"?»
Salmo responsorial: 106
R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia
Entraron en naves por el mar, comerciando por las aguas inmensas. Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas en el océano.
Él habló y levantó un viento tormentoso, que alzaba las olas a lo alto; subían al cielo, bajaban al abismo, el estómago revuelto por el marco.
Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Apaciguó la tormenta en suave brisa, y enmudecieron las olas del mar.
Se alegraron de aquella bonanza, y él los condujo al ansiado puerto. En gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.
2ª Lectura (2Cor 5,14-17): Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. Por tanto, no valoramos a nadie según la carne. Si alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no. El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Versículo antes del Evangelio (Lc 7,16): Aleluya. Un gran profeta se ha levantado entre nosotros, Dios ha visitado a su pueblo. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mc 4,35-41): Un día, al atardecer, Jesús dijo a los discípulos: «Pasemos a la otra orilla». Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con Él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». Él, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!». El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?». Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?».
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Hoy -en estos tiempos de «fuerte borrasca»- nos vemos interpelados por el Evangelio. La humanidad ha vivido dramas que, como olas violentas, han irrumpido sobre hombres y pueblos enteros, particularmente durante el siglo XX y los albores del XXI. Y, a veces, nos sale del alma preguntarle: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (Mc 4,38); si Tú verdaderamente existes, si Tú eres Padre, ¿por qué ocurren estos episodios?
Ante el recuerdo de los horrores de los campos de concentración de la II Guerra Mundial, el Papa Benedicto se pregunta: «¿Dónde estaba Dios en esos días? ¿Por qué permaneció callado? ¿Cómo pudo tolerar este exceso de destrucción?». Una pregunta que Israel, ya en el Antiguo Testamento, se hacía: «¿Por qué duermes? (…). ¿Por qué nos escondes tu rostro y olvidas nuestra desgracia?» (Sal 44,24-25).
Dios no responderá a estas preguntas: a Él le podemos pedir todo menos el porqué de las cosas; no tenemos derecho a pedirle cuentas. En realidad, Dios está y está hablando; somos nosotros quienes no estamos [en su presencia] y, por tanto, no oímos su voz. «Nosotros -dice Benedicto XVI- no podemos escrutar el secreto de Dios. Sólo vemos fragmentos y nos equivocamos si queremos hacernos jueces de Dios y de la historia. En ese caso, no defenderíamos al hombre, sino que contribuiríamos sólo a su destrucción».
En efecto, el problema no es que Dios no exista o que no esté, sino que los hombres vivamos como si Dios no existiera. He aquí la respuesta de Dios: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?» (Mc 4,40). Eso dijo Jesús a los apóstoles, y lo mismo le dijo a santa Faustina Kowalska: «Hija mía, no tengas miedo de nada, Yo siempre estoy contigo, aunque te parezca que no esté».
No le preguntemos, más bien recemos y respetemos su voluntad y…, entonces habrá menos dramas… y, asombrados, exclamaremos: «¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?» (Mc 4,41). -Jesús, en ti