domingo, 22 de marzo de 2020

¡VE A LAVARTE A LA PISCINA DE SILOÉ!


“Ve a lavarte a la piscina de Siloé”



Cada vez que realiza su obra con poder de curación, el Mesías ejerce y revela su misión de restablecer la humanidad en su dignidad primera. Se inclina hoy ante el limo de la tierra de donde salimos (Génesis 2, 7). Rehace el gesto inicial del Creador añadiendo un remedio de la época: las heridas curaban mejor, según la costumbre popular, si se le aplicaba saliva.

Hace pues barro con saliva, se lo a los ojos del ciego y lo envía a una fuente de agua viva: “Ve a lavarte a la piscina de Siloé.” El ciego reconoce su necesidad de curación, se lava en la fuente como se prescribe y recobra la vista como en los primeros días de la creación.

La historia que sigue se parece a una obra de teatro de tal manera que aparecen los juicios de los hombres tenebrosos y con contradicciones aparentes. Es una narración llena de ironía y falta de lógica de quienes se oponen al buen sentido y a la fe en Cristo. El ciego ha encontrado sin embargo en Jesús la única fuente de luz.

El discurso de los pretendidos sabios es tan incoherente que el hombre estaría tentado de decir a todo el mundo: “Iros y dejadme en paz.” Pero san Juan se queda mirando a su personaje en escena: lo que se desarrolla ilustra demasiado bien el rechazo de Jesús y de sus discípulos. La acción refleja en particular las dificultades de los primeros cristianos, que fueron expulsados de la sinagoga a causa de su fe, hacia los años 80, a raíz de la asamblea de los fariseos celebrada en Jamnia.

Como muchos cristianos del tiempo, los padres del ciego se defienden: se unen a los ciegos voluntarios por miedo a ser excluidos como los que está unidos a Cristo. Por su parte, las autoridades que pretendían conocer todo de la Palabra de Dios y establecidos en la verdad, se tapan los ojos y los oídos. Rechazan la evidencia mientras que el ciego curado prosigue solo su paso para conocer a Jesús. Puede preguntarse siempre dónde está el problema sino en la mente de sus oponentes.

Proseguimos la subida a Pascua. El ciego que se une a los discípulos subraya nuestras necesidades de curación. ¿Sabremos reconocerlas? ¿Qué parte de nosotros expondríamos para que la curara Jesús?



* Padre Felipe Santos SDB

EL PAPA FRANCISCO IMPARTIRÁ UNA BENDICIÓN URBI ET ORBI EXTRAORDINARIA


Coronavirus: El Papa Francisco impartirá una Bendición Urbi et Orbi extraordinaria
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media




Tras dirigir el rezo del Ángelus este domingo 22 de marzo, el Papa Francisco anunció que impartirá una Bendición Urbi et Orbi extraordinaria con la plaza San Pedro vacía. Esta decisión ha sido tomada debido a la actual pandemia de coronavirus COVID-19 para permitir que puedan recibir la indulgencia plenaria quienes la seguirán a través de los medios de comunicación. 

En concreto, el próximo viernes 27 de marzo a las 6:00 p.m. (hora local) el Santo Padre dirigirá un momento de oración en la Basílica de San Pedro, tras el rezo con la Palabra de Dios, Adoración al Santísimo Sacramento, el Papa impartirá una Bendición Urbi et Orbi extraordinaria. Esta especial Bendición suelen impartirla los Pontífices solamente dos veces al año, el 1 de enero y el domingo de Pascua. 


“Presidiré un momento de oración en el atrio de la Basílica de San Pedro. Con la plaza vacía. Desde ahora invito a todos a participar espiritualmente a través de los medios de comunicación. Escucharemos la Palabra de Dios, elevaremos nuestra súplica, adoraremos al Santísimo Sacramento, con el cual al término daré la Bendición Urbi et Orbi y a la cual se añadirá la posibilidad de recibir la indulgencia plenaria”, indicó el Papa.

En esta línea, el Pontífice explicó: “queremos responder a la pandemia del virus con la universalidad de la oración, la compasión, la ternura. Mantengámonos unidos. Hagamos sentir nuestra cercanía a las personas más solas y a quienes más sufren”.

Asimismo, Francisco expresó su cercanía a “los médicos, a los trabajadores sanitarios, enfermeros y enfermeras, voluntarios” y a las autoridades que “deben tomar medidas duras, pero para nuestro bien. Nuestra cercanía a los policías, a los soldados que en la calle intentan mantener siempre el orden para que se cumplan las cosas que el gobierno pide que hagamos por el bien de todos. Cercanía a todos”.

“En estos días de prueba, mientras la humanidad tiembla con la amenaza de la pandemia, quisiera proponer a todos los cristianos de las diferentes confesiones que unan sus voces hacia el cielo”, exhortó el Papa.


Recitar la oración del Padre Nuestro

En este sentido, el Santo Padre convocó también “a todos los jefes de las iglesias y a los líderes de todas las comunidades cristianas, junto a todos los cristianos de las diversas confesiones, a invocar al Altísimo, Dios omnipotente, rezando contemporáneamente la oración que Jesús Nuestro Señor nos ha enseñado”.

Por ello, el Papa invitó a todos a rezar el Padre Nuestro “varias veces al día, pero, todos juntos” y especialmente “a rezar el Padre Nuestro miércoles próximo 25 de marzo al mediodía (hora local), todos juntos”.

“Que en el día en que muchos cristianos recordamos el anuncio a la Virgen María de la Encarnación del Verbo, pueda el Señor escuchar nuestra oración unánime de todos sus discípulos que se preparan a celebrar la victoria de Cristo Resucitado”, pidió el Papa.

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY DOMINGO 4° DE CUARESMA, 22 DE MARZO DE 2020


Lecturas de hoy Domingo 4º de Cuaresma - Ciclo A
Hoy, domingo, 22 de marzo de 2020




Primera lectura
Lectura del primer libro de Samuel (16,1b.6-7.10-13a):

En aquellos días, el Señor dijo a Samuel: «Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey.»
Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: «Seguro, el Señor tiene delante a su ungido.»
Pero el Señor le dijo: «No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón.»
Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: «Tampoco a éstos los ha elegido el Señor.»
Luego preguntó a Jesé: «¿Se acabaron los muchachos?»
Jesé respondió: «Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas.»
Samuel dijo: «Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue.»
Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo.
Entonces el Señor dijo a Samuel: «Anda, úngelo, porque es éste.»
Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 22,1-3a.3b-4.5.6

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (5,8-14):

En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz –toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz–, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.»

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (9,1.6-9.13-17.34-38):

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: «El mismo.»
Otros decían: «No es él, pero se le parece.»
Él respondía: «Soy yo.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó: «Que es un profeta.»
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.


Palabra del Señor





Comentario al Evangelio de hoy domingo, 22 de marzo de 2020
Fernando Torres cmf


De la confusión a la luz

      El evangelio de hoy cuenta una historia larga y preciosa. Da para hablar y comentar mucho: las actitudes de los diversos personajes, identificarnos con unos y con otros, etc. Pero nos vamos a centrar en la relación entre el ciego y Jesús. Si dejamos de lado todas las discusiones y diálogos posteriores al milagro, el relato del milagro en cuanto tal es brevísimo. Jesús se acerca al ciego –no se dice que el ciego haya solicitado su curación, simplemente estaba allí y Jesús lo vio–, escupe en tierra, hace barro con la saliva, se lo unta en los ojos y le dice que se vaya a lavar. El ciego obedece y recobra la vista. Luego viene toda la discusión entre los conocidos, la familia, los fariseos y el ciego. Jesús prácticamente desaparece del relato. Hasta que al final se encuentra de nuevo con el ciego, expulsado de la sinagoga simplemente por contar lo que le había sucedido, y le invita a creer en él.

      Atención al método de curación. Jesús unta barro en los ojos del ciego. Es como si Jesús llevase al ciego a una mayor confusión todavía. En realidad el ciego vivía tranquilo y contento en su situación. No pide a Jesús que le cure. Simplemente está allí cuando Jesús pasa. Podemos pensar que si era ciego de nacimiento, no sentiría ninguna necesidad de ver. ¿Para qué? Su mundo había sido siempre oscuro. No conocía la luz. No sentía necesidad de ella. Quizá ni siquiera tenía conciencia de tener ojos. 

      Jesús le hace tomar conciencia de su realidad. El barro en los ojos le tuvo que doler al ciego. Le hizo sentir que tenía ojos. ¿No es verdad que el dolor en una parte del cuerpo nos hace sentir esa parte de una forma especial? Algo así le pasó al ciego. Luego vino la instrucción. “Vete a lavarte”. “Lavarme, ¿qué?”, pensaría el ciego. Pero fue y, al lavarse, descubrió por primera vez lo que era la vista. Descubrió el mundo. Se descubrió a sí mismo. 

      Su existencia tranquila se complicó muchísimo. De repente entró en conflicto con sus conocidos, con su mundo. Los fariseos le terminaron expulsando de la sinagoga y sus mismos familiares no querían saber mucho de él. Al final, se encuentra con Jesús y, con su vista recién ganada, reconoce al salvador. “Creo, Señor”. Y se postró ante él.

      A mitad de la Cuaresma, el Evangelio nos dice que Jesús es la luz del mundo. Es nuestra luz. Nos hace ver la realidad de nuestra vida. Nos saca de la oscuridad en la que nos sentimos cómodos. Nos descubre lo que nos gustaría dejar oculto. Nos hace enfrentarnos con nuestra realidad. A la vez y sobre todo, nos muestra la luz, nos enseña que más allá de la oscuridad hay un mundo mejor y más bello, hecho de fraternidad y reino. Y nos desafía a dar una respuesta. ¿Quién se anima a abrir así los ojos?



Para la reflexión

      ¿Cuáles son las partes de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestras relaciones, de nuestra sociedad, que preferimos dejar en la oscuridad y no mirarlas? ¿Queremos de verdad que Jesús nos abra los ojos? ¿En qué tendríamos que cambiar si nos decidimos a abrir los ojos? ¿Qué papel juega Jesús en nuestra vida? ¿Es de verdad nuestra luz?

CURAR LAS CEGUERAS DEL ALMA


Curar las cegueras del alma
Son muchas las cegueras del alma. Desde perezas, cobardías, orgullos y egoísmos y los ojos dejan de ver la luz.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net




A base de pequeñas traiciones a la conciencia, el corazón puede endurecerse. Poco a poco inicia una ceguera que dificulta ver el bien, la verdad, la justicia. Entonces alma queda encarcelada entre caprichos y pecados que destruyen y que ahogan.

Son muchas las cegueras del alma. Desde perezas y cobardías, desde ambiciones y envidias, desde lujurias y odios, desde orgullos y egoísmos, los ojos dejan de ver la luz y quedan prisioneros de las tinieblas.

Como enseña san Juan, “quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos” (1Jn 2,11). San Pablo ofrece un análisis más detallado del camino que lleva a la oscuridad y al pecado:

“Porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos. (...) Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, entrególos Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados” (Rm 1,21?31).

¿Cómo salir de ese estado de ceguera? ¿Cómo recuperar nuevamente la vista? Si nos dejamos curar por Cristo, si le permitimos tocar nuestros párpados y humedecer nuestras pupilas, volveremos a ver la luz (cf. Jn 9; Ap 3,18).


“Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo” (Ef 5,14b). Con el Maestro podemos salir de las cegueras del alma. Entonces todo quedará iluminado de una manera distinta, y nuestros ojos percibirán, gracias a la misericordia que cura, un horizonte maravilloso de bondad y de belleza. Seremos así capaces de vivir la plenitud de la Ley: amaremos a Dios y a los hermanos (cf. Mt 22,36-39).

PAPA FRANCISCO: RECEMOS POR LOS DIFUNTOS Y LAS FAMILIAS QUE NO PUEDEN ACOMPAÑAR A SUS SERES QUERIDOS


Papa: Recemos por los difuntos y las familias que no pueden acompañar a sus seres queridos
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
Foto: Vatican Media





El Papa Francisco pidió rezar por los muchos difuntos “que mueren solos sin poder despedirse de sus seres queridos” y por los familiares que “no pueden acompañar a sus seres queridos en su fallecimiento” debido a la emergencia sanitaria provocada por el coronavirus COVID-19.

Así lo indicó el Santo Padre antes de celebrar la Misa este domingo 22 de marzo celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta en la mañana de este cuarto Domingo de Cuaresma.

“En estos días, escuchamos las noticias de muchos difuntos, hombres y mujeres que mueren solos, sin poder despedirse de sus seres queridos. Pensemos en ellos y recemos por ellos. Pero también por las familias, que no pueden acompañar a sus seres queridos en su fallecimiento. Nuestra oración especial es para los difuntos y sus familias”, pidió el Papa.

Durante su homilía, el Pontífice reflexionó en el pasaje del Evangelio de San Juan que relata la curación de Jesús al ciego de nacimiento (Juan 9:1-41) y animó a “no tener miedo a que Jesús pase por nuestras vidas”.

En esta línea, el Papa Francisco citó la frase de San Agustín: “tengo miedo de Cristo cuando pasa” y preguntó: “¿por qué tienes miedo?”

“Tengo miedo de no darme cuenta de que es el Cristo y dejarlo pasar. Y una cosa es clara, a la presencia de Jesús florecen los verdaderos sentimientos del corazón, salen las verdaderas actitudes, es una gracia, y por eso Agustín tenía miedo de dejarlo pasar sin darse cuenta de que estaba pasando. Es claro, pasa, cura a un ciego, y se desata el escándalo, y después, sale lo mejor de las personas y lo peor de las personas”, advirtió.

Finalmente, el Santo Padre aconsejó a todos tomar el Evangelio de San Juan y leer el capítulo 9. “Leerlo en casa tranquilos, una o más veces, y entender bien qué sucede cuando pasa Jesús, permitir que salgan los sentimientos” para entender bien lo que San Agustín nos dice “tengo miedo del Señor cuando pasa, que yo no me dé cuenta y no lo reconozca, y no me convierta”.

HOY 22 DE MARZO ES EL CUARTO DOMINGO DE CUARESMA


Hoy es el cuarto domingo de Cuaresma
Redacción ACI Prensa





Este 22 de marzo la Iglesia celebra el cuarto domingo de Cuaresma. El Evangelio del día corresponde a la lectura de Juan 9:1-41.

A continuación puede leer el Evangelio y la homilía del Obispo de Santa María de los Ángeles (Chile), Mons. Felipe Bacarreza Rodríguez:

Evangelio del día Juan 9:1-41

1 Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento.
2 Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?»
3 Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios.
4 Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.
5 Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.»
6 Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego
7 y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo.
8 Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?»
9 Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.»
10 Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?»
11 El respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: "Vete a Siloé y lávate." Yo fui, me lavé y vi.»
12 Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?» El respondió: «No lo sé.»
13 Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego.
14 Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.
15 Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. El les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.»
16 Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?» Y había disensión entre ellos.
17 Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?» El respondió: «Que es un profeta.»
18 No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista
19 y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?»
20 Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego.
21 Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo.»
22 Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga.
23 Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él.»
24 Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.»
25 Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo.»
26 Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?»
27 El replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?»
28 Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés.
29 Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es.»
30 El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos.
31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha.
32 Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento.
33 Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.»
34 Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?» Y le echaron fuera.
35 Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?»
36 El respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
37 Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ése es.»
38 El entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
39 Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.»
40 Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «Es que también nosotros somos ciegos?»
41 Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: "Vemos" vuestro pecado permanece.»


Homilía de Mons. Bacarreza:

Dos domingos atrás la liturgia nos proponía el episodio de la Transfiguración de Jesús. En esa ocasión los apóstoles Pedro, Santiago y Juan fueron favorecidos con la visión de Jesús revestido de gloria: "Su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz" (Mt 17,2). Más tarde el apóstol San Pedro afirmaba: "Nosotros hemos visto con nuestros propios ojos su majestad" (2Ped 1,16). Pero cuando la visión cesó, "alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo" (Mt 17,8); se entiende, en su forma humana, despojada de su gloria.


"Creo, Señor". Y se postró ante él 
Semana IV del Tiempo de Cuaresma - 22 de marzo de 2020

Dos domingos atrás la liturgia nos proponía el episodio de la Transfiguración de Jesús. En esa ocasión los apóstoles Pedro, Santiago y Juan fueron favorecidos con la visión de Jesús revestido de gloria: "Su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz" (Mt 17,2). Más tarde el apóstol San Pedro afirmaba: "Nosotros hemos visto con nuestros propios ojos su majestad" (2Ped 1,16). Pero cuando la visión cesó, "alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo" (Mt 17,8); se entiende, en su forma humana, despojada de su gloria.

La liturgia de este IV Domingo de Cuaresma nos presenta a un ciego de nacimiento, que después de recobrar la vista vio a Jesús solo y lo adoró como a su Señor. Podemos decir que cuando se trata de Jesús hay tres grados de visión: no ver nada, verlo como un mero hombre, verlo como nuestro Dios y Señor. El punto culminante lo formuló Jesús cuando afirmó: "El que me ve a mí ve al Padre" (Jn 14,9). Es obvio que no todos llegan a este último grado de visión. En el tiempo de Jesús muchos lo vieron y lo rechazaron: lo vio Pilato y lo entregó a la muerte, lo vio Herodes y se burló de él, lo vieron los Sumos Sacerdotes y pidieron que fuera crucificado. Pero lo vio el que había sido ciego y lo reconoce como su Señor postrándose ante él.

El ciego tiene un progreso en su visión de Jesús. Primero lo describe como un simple hombre al cual ha visto con la vista recobrada: "Ese hombre que se llama Jesús"; en un segundo momento, cuando le piden definirlo, dice: "Es un profeta". Israel había conocido muchos profetas, pero nadie se había postrado ante ellos. En el momento culminante Jesús se le presenta y le pregunta: "¿Tú crees en el Hijo del hombre?". Cuando el hombre indaga: "¿Quién es el Hijo del hombre?", Jesús le responde: "Lo estás viendo; el que está hablando contigo, ése es". Estaba viendo al mismo Jesús que ya había visto, pero ahora reacciona diciendo: "Creo, Señor". Y para expresar qué es lo que cree, "se postró ante él", es decir, hace un gesto de adoración que se reserva sólo a Dios. Ve a Jesús y confiesa a Dios. Este es el acto de fe supremo. Esta es la fe que salva: "Todo el que ve al Hijo y cree en él, tiene vida eterna" (Jn 6,40). Se trata de creer que él es el Hijo de Dios, Dios verdadero, hecho hombre.

Entre dos personas que tienen el sentido de la vista, ¿qué es lo que discrimina entre ver y no ver? La luz. Usando esta metáfora Jesús se define como luz: "Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas" (Jn 12,46; cf. 8,12). El que no cree en Jesús, aunque tenga la vista de este mundo y toda la ciencia de este mundo, está en las tinieblas respecto de las verdades que salvan al hombre: está ciego. En cambio, el que cree en Jesús "no camina en tinieblas, sino que tiene la luz de la vida" (Jn 8,12), de la vida eterna, que es la que da sentido al hombre. A esto se refiere la sentencia final de Jesús: "Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos".

Felipe Bacarreza Rodriguez
Obispo de Santa María de los Ángeles (Chile)

¡QUÉDATE EN CASA!













sábado, 21 de marzo de 2020

SER LLAMA ARDIENTE


Ser llama ardiente



En el evangelio leemos que Jesús dijo: “Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y lo demás se les dará por añadidura”. El error del hombre consiste en buscar con afán en primer lugar las cosas de la tierra, los intereses propios, mientras le dan a Dios las migajas del su tiempo, de su dedicación, de su amor. Una oración para ser llama ardiente:

Señor, tu dijiste a tus discípulos: “¡Fuego he venido a traer a la tierra, y quiero que se incendie!” Señor, repíteme a mí que no se puede ser tu discípulo si no se tiene llama, si no se tiene ardor. Señor, yo quiero ser como una llama, contagioso y conquistador; quiero ser como ella, avanzar y subir siempre, infatigable y gozoso. Quiero arrojar en tu corazón ardiente, cada hora de cada día, cada una de mis obras: mis horas de trabajo y mis horas de descanso, mis horas de convivencia y mis horas de oración, para que toda mi vida quede abrasada en tu amor. Quiero con tu gracia realizar eso que pedías a tus discípulos: ¡ser llama ardiente!

Para encender tu llama puede ayudarte leer lentamente, el salmo 23 del Buen Pastor, diciendo “Gracias, Señor”, a cada frase del mismo. Sentirás conmoverse tu corazón por el amor delicado y tierno de Dios que te proporciona seguridad, descanso, renovación, defensa, alimento e indefectible amor.



* Enviado por el P. Natalio

EL UNIVERSO ES OBRA DE DIOS


EL UNIVERSO ES OBRA DE DIOS






Hace muchísimos años, Sir Isaac Newton construyó una maqueta a escala del Sistema Solar. En su centro tenía una gruesa esfera dorada que representaba el sol, y a su alrededor giraban otras esferas más pequeñas en el extremo de varillas de diversa longitud, las cuales representaban los diferentes planetas entonces conocidos. Un dispositivo formado por ruedas dentadas y correas de transmisión los hacía girar perfectamente sincronizados alrededor del sol.

Cierto día, mientras Newton se encontraba estudiando el modelo, lo visitó un amigo que no creía en la explicación bíblica de la creación. Maravillado por tan genial mecanismo, mientras observaba cómo el científico los hacía avanzar en sus órbitas, exclamó:
—¡Pero qué belleza! ¿Quién te lo construyó?
—Nadie —repuso Newton sin levantar la mirada.
—¿Cómo que nadie? —preguntó el amigo.
—¡Eso mismo! ¡Nadie! Todas estas ruedas, correas y mecanismos se juntaron por azar, y como por arte de magia comenzaron a girar en su órbita a la velocidad precisa.
El incrédulo captó el mensaje. Era una insensatez suponer que la maqueta había surgido de forma accidental. Más insensato todavía era aceptar la teoría de que la Tierra y el universo infinito son obra de la casualidad.

El insigne astrónomo Johann Kepler (1571-1630) en la última página de su "Astronomia Nava" dejó escrito: «Antes de levantarme de esta mesa, sobre la que he hilvanado todas mis investigaciones, no me queda sino levantar mis manos y mis ojos al cielo, y dirigir una humilde plegaria al autor de toda luz:
¡Oh Tú! que, por medio de las que has esparcido en la naturaleza, levantas nuestros deseos hasta la divina luz, a fin de que nos veamos un día transportados a la luz eterna de la gloria. Yo te agradezco, Señor y Creador, todas las alegrías que he sentido durante la contemplación de tus obras. He escrito estos renglones que contienen el resumen de todas mis labores, para proclamar ante el mundo la grandeza de tus obras...»
También decía: «Está cerca el día en que podremos leer a Dios en el libro de la Naturaleza con la misma claridad con que lo leemos en las Sagradas Escrituras, y contemplar gozosos la armonía de ambas revelaciones»

Merrill C. Tenney dijo: "Afirmar que un mundo tan complejo como el que habitamos es fruto del azar es tan ilógico como decir que los dramas de Shakespeare fueron compuestos por monos que jugueteaban en una imprenta."


Lord Kelvin (1824-1907), inventor británico, es conocido por la escala absoluta de temperaturas, por el primer cable transatlántico de telégrafo y por haber ayudado a formular la segunda ley de la termodinámica. Lord Kelvin dijo «Ciertamente el inicio de la vida en la Tierra no se debe a ningún fenómeno químico o eléctrico, ni a ninguna agrupación cristalina de moléculas. Debemos detenernos a contemplar cara a cara el misterio y el milagro de la creación de los seres vivientes.»

El Dr. Arthur Compton, Premio Nobel de física, afirmó: "Para mí, la fe nace de comprender que una Inteligencia Suprema creó el universo y al hombre. No me resulta difícil tener esa fe, porque es indesmentible que todo plan es fruto de la inteligencia. Un universo que se despliega pleno de orden ante nuestros ojos corrobora la autenticidad de la afirmación más majestuosa que se haya hecho jamás: «En el principio Dios creó los cielos y la tierra.»


Robert Millikan (1868-1953, Premio Nobel de física) comentó: Detrás de todo reloj tuvo que haber un relojero; asímismo, detrás de la intrincada precisión de este gran universo, ¡tuvo que haber un Dios planificador y Creador!

10 IDEAS PARA UNA BUENA CUARESMA


10 ideas para una buena Cuaresma


. Retirarnos a una iglesia para saborear el silencio y la presencia de Dios.

En un mundo que nos roba la serenidad son necesarios espacios de tranquilidad y oasis de paz para valorar, reflexionar y hacer una autocrítica sobre la vida que llevamos

"El silencio es el único rumor que hace Dios cuando pasa por el mundo." Víctor Manuel Arbeloa


2. Escuchar la Palabra del Señor.

Estamos totalmente asediados y asaeteados por multitud de cuñas publicitarias y verdades a medias que son grandes mentiras. El Señor, con su Palabra, nos orienta para tomar la dirección adecuada sin alejarnos de El.

Que nadie diga: "¿para qué voy a ir a la iglesia? Mira los que van todos los días..., no practican lo que oyen"...
Sin embargo hacen algo: oír... Así, algún día podrán hacer las dos cosas: oír y practicar... Pero tú..., ¿cómo vas a llegar a practicar si estás huyendo de escuchar?. San Agustín de Hipona


3. Salir al encuentro de los demás.

El tren de las prisas, con sus correspondientes vagones de estrés, nos hace individualistas y pasar de largo de ciertas situaciones de dolor que nos rodean. La Cuaresma nos invita a abrir los ojos, el corazón (y los bolsillos si hace falta) para que no olvidemos que la Fe exige compromiso.

La caridad es una letra de cambio a largo plazo a favor del que la practica, aceptada por una firma de crédito ilimitado: Dios.
(Anónimo)


4. Amar y trabajar por la Iglesia.

Hoy, tal vez, no está de moda el decir "yo soy iglesia y la quiero". Lo cierto es que, en los períodos de dificultades, es donde de verdad salen a relucir y se manifiestan los valientes y grandes en la fe.

¡La Iglesia de hoy no necesita cristianos a tiempo parcial, sino cristianos de una pieza! Juan Pablo II


5. Retomar o, incluso iniciar, el gusto por la oración.

El Papa Juan Pablo II, nos invitó a recorrer el camino hacia la Semana Santa intensificando nuestra relación con Dios. El silencio, entre otras cosas, es el ruido que Dios hace cuando pasa cerca de nosotros.

"Ora cuando te sientas solo, la oración te traerá la compañía de Dios"


6. Guardar la vigilia y el ayuno.

Cuando uno/a "tiene un/a amante" es capaz de hacer cualquier cosa por él/ella. Cada viernes de cuaresma, siendo sobrios y distintos en nuestra alimentación, recordamos que Jesús sigue siendo importante en nuestras casas y... por ello mismo realizamos este gesto.

Libremos al cuerpo de sus toxinas, alimentémoslo correctamente y estará hecho el milagro de la salud (Dr. Arbuthnot Lan)


7. Eucaristía diaria.

Zarandeados por una constante y pertinaz secularización , los cristianos, necesitamos tomar fuerza y vitalidad de esa gran fuente de energía que emerge en el altar. Estamos en el Año Eucarístico; ¿por qué no hacer extraordinario cada atardecer o cada amanecer con nuestra participación en la Eucaristía?

La Eucaristía, el auténtico pesebre donde adorar a Jesús. (Padre Raniero Cantalamessa OFMCap)


8. Promover dentro de nuestras familias el apetito por Dios.

No hace falta ir lejos, ni mucho menos a otros continentes, para dar razón de nuestra fe. ¿Cuánto hace que no hemos recordado a nuestros familiares más directos su pertenencia a una iglesia que les dio a Jesús y que, como madre, les necesita?

La familia es el seno espiritual donde se fomentan las creencias y las costumbres.


9. Dar gracias a Dios por los valores que el Evangelio nos propone.

En medio del relativismo moral que nos sacude, lejos de desertar, hemos de ser agradecidos para con Dios porque nos hace diferentes a muchas personas que creen que en el "todo vale" reside la felicidad.

Leer y hacer lo que dice el Evangelio , ayuda a aspirar a una libertad más grande. (J.Vallmajor)


10. Hablar bien y con delicadeza.

No podemos olvidar que se consigue más "con miel que con hiel". La cuaresma es un buen momento para corregir las blasfemias en nuestro lenguaje y las ofensas o el juicio duro hacia los que nos rodean.

Suprimid y gritad contra Dios y se habrá hecho la noche en el alma humana.   (Lamartine)

¿CAES EN EL VICIO DEL CHISME? DESCÚBRELO CON EL SIGUIENTE TEST


¿Caes en el vicio del chisme? Descúbrelo con el siguiente test
Redacción ACI Prensa





Una vez el Papa Francisco comparó el chisme con una bomba atómica. “Las guerras comienzan con el lenguaje. Es como una bomba atómica. Antes de decirle a los demás, tómate un espejo y mírate”, aconsejó.

"Las habladurías destruyen, destruyen. Destruyen una familia, un barrio, una parroquia, destruyen todo. Pero sobre todo los chismes destruyen el corazón”, aseguró.

El chisme en una falta grave y tal vez uno puede estar cayendo en ella sin darse cuenta. Por ello, presentamos un test elaborado por el National Catholic Register para que cada lector descubra si es una persona chismosa y pueda corregir esa falta.

Según el test, basta que haya realizado una de estas 10 afirmaciones para ser considerada una persona chismosa.

1.- Mientras sea verdad, está bien repetir el chisme.

2.- Necesitaba desahogarme.

3.- Solo se lo dije a una persona.

4.- Se lo dije a la gente solo para pedirles sus oraciones por esa pobre alma.

5.- Se me escapó por accidente así que no estaba chismeando intencionalmente.

6.- Pasé una semana sin decírselo a nadie, entonces tuvo que contárselo solo a una persona-

7.- Se lo dije a alguien en confidencia y le hice prometer que no lo repetirá.

8.- Necesitaba consejo sobre cómo manejar ese tema.

9.- Si él o ella actuará de esa forma, entonces se lo merece.

10.- Estoy rezando por él, así que todo está bien.

EL PAPA FRANCISCO ANIMA A REZAR CON EL ALMA DESNUDA Y SIN MAQUILLAJE


El Papa Francisco anima a rezar “con el alma desnuda y sin maquillaje”
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media





El Papa Francisco explicó en la Misa de la Casa Santa Marta de este 21 de marzo que Jesús nos enseña que el mejor modo de rezar es “con el alma desnuda, sin maquillaje”, reconociendo la realidad con humildad.

“Rezar con el alma desnuda, sin maquillaje, sin travestirse con las propias virtudes. Él -lo hemos leído al inicio de la Misa- perdona todos los pecados, pero necesita que le hagamos ver los pecados con humildad. Rezar así, desnudos, con el corazón desnudo, sin cubrirse, sin tener confianza ni siquiera en la forma en que aprendí a rezar. Rezar tú y yo, cara a cara, el alma desnuda, esto es lo que el Señor nos enseña”, advirtió.

Al reflexionar en las lecturas de la Liturgia del día, el Santo Padre destacó que en el pasaje del Libro del Profeta Oseas (6:1-6) encontramos la importancia de “la confianza en el Señor”.

“Y con esta esperanza el pueblo comienza el camino para volver al Señor. Y un modo de encontrar al Señor es la oración. Recemos al Señor, volvamos a Él”, invitó el Papa.

En esta línea, Francisco destacó que en el Evangelio “Jesús nos dice cómo rezar” y enumeró a diferentes personajes que se encuentran en las Sagradas Escrituras.

En primer lugar, el Pontífice recordó al fariseo relatado en el Evangelio del día de San Lucas (18:9-14) “un hombre presumido”, que “quizá hacía todas las cosas que decía la ley: ayuno dos veces por semana, diezmo de todas sus ganancias”.

Después, el Santo Padre mencionó a otros dos hombres: el hijo mayor de la parábola del padre misericordioso que cuando regresó su hermano menor le reclamó a su padre porque hacía una fiesta y al hijo pródigo, “quien recuerda las cosas feas que había hecho y se golpeaba el pecho con humillación”.

Luego, el Papa recordó al hombre rico, “sin nombre” a quien “no le importaba nada de la miseria de los otros” como quienes tienen “seguridad en sí mismos con el dinero, con el poder” y al pobre Lázaro, a la puerta del rico, quien “vivía su miseria delante a la presunción de aquel Señor”.

El Señor nos enseña cómo rezar
Por último, el Santo Padre señaló al publicano, relatado en el Evangelio del día de hoy, “que no va delante al altar, se queda apartado manteniéndose a distancia no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh, Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!".

“En este caso, el Señor nos enseña cómo rezar, cómo acercarnos, cómo debemos acercarnos al Señor, con humildad”, explicó el Papa quien relató “una bella imagen del himno litúrgico de la fiesta de San Juan Bautista que dice: el pueblo se acercaba al Jordán para recibir el Bautismo, desnudos del alma y de los pies”.

“Rezar con el alma desnuda, sin maquillaje, sin travestirse con las propias virtudes. Él -los hemos leído al inicio de la Misa- perdona todos los pecados, pero necesita que se le hagamos ver los pecados con humildad. Rezar así, desnudos, con el corazón desnudo, sin cubrirse, sin haber confianza ni siquiera en la forma en que aprendí a rezar. Rezar tú y yo, cara a cara, el alma desnuda, esto es lo que el Señor nos enseña”.

En cambio, el Papa advirtió que “cuando iremos hacia el Señor demasiado seguros de nosotros mismos, caeremos en le presunción del hijo mayor o de aquel rico que no le importaba nada. Tendremos nuestra seguridad en otra parte”.

“El camino es la realidad, el único hombre aquí en esta parábola que había entendido la realidad era el publicano: Tú eres Dios y yo soy pecador, esta es la realidad”, subrayó el Santo Padre quien exhortó a decir “soy pecador” no solamente de palabras, “sino de corazón”.

Por ello, el Papa Francisco pidió: “No olvidemos esto que el Señor nos enseña, justificarse a sí mismos es soberbia, es orgullo, es exaltarse a sí mismos, es travestirse de aquello que no somos, y las miserias permanecen dentro. El fariseo se justificaba a sí mismo. Confesar directamente sus propios pecados, sin justificarlos, sin decir: ‘yo he hecho esto, pero no era culpa mía…’ el alma desnuda, el alma desnuda”.

“Que el Señor nos enseñe a entender esto, esta actitud para comenzar la oración. Cuando la oración la comenzamos con nuestras justificaciones, con nuestras seguridades, no será oración, será hablar con el espejo. En cambio, cuando comenzamos la oración con la verdadera realidad -soy pecador, soy pecadora- es un buen paso hacia adelante para dejarse mirar por el Señor. Que Jesús nos enseñe esto a nosotros”, animó al concluir su homilía.

Lecturas comentadas por el Papa Francisco:
Oseas 6:1-6
1 «Venid, volvamos a Yahveh, pues él ha desgarrado y él nos curará, él ha herido y él nos vendará. 2Dentro de dos días nos dará la vida, al tercer día nos hará resurgir y en su presencia viviremos. 3Conozcamos, corramos al conocimiento de Yahveh: cierta como la aurora es su salida; vendrá a nosotros como la lluvia temprana, como la lluvia tardía que riega la tierra.» 4 ¿Qué he de hacer contigo, Efraím? ¿Qué he de hacer contigo, Judá? ¡Vuestro amor es como nube mañanera, como rocío matinal, que pasa! 5Por eso les he hecho trizas por los profetas, los he matado por las palabras de mi boca, y mi juicio surgirá como la luz. 6Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos.

Lucas 18:9-14
9 Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: 10 «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. 11El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. 12Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias." 13 En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!" 14 Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»
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