sábado, 21 de marzo de 2020

EL PAPA FRANCISCO ANIMA A REZAR CON EL ALMA DESNUDA Y SIN MAQUILLAJE


El Papa Francisco anima a rezar “con el alma desnuda y sin maquillaje”
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media





El Papa Francisco explicó en la Misa de la Casa Santa Marta de este 21 de marzo que Jesús nos enseña que el mejor modo de rezar es “con el alma desnuda, sin maquillaje”, reconociendo la realidad con humildad.

“Rezar con el alma desnuda, sin maquillaje, sin travestirse con las propias virtudes. Él -lo hemos leído al inicio de la Misa- perdona todos los pecados, pero necesita que le hagamos ver los pecados con humildad. Rezar así, desnudos, con el corazón desnudo, sin cubrirse, sin tener confianza ni siquiera en la forma en que aprendí a rezar. Rezar tú y yo, cara a cara, el alma desnuda, esto es lo que el Señor nos enseña”, advirtió.

Al reflexionar en las lecturas de la Liturgia del día, el Santo Padre destacó que en el pasaje del Libro del Profeta Oseas (6:1-6) encontramos la importancia de “la confianza en el Señor”.

“Y con esta esperanza el pueblo comienza el camino para volver al Señor. Y un modo de encontrar al Señor es la oración. Recemos al Señor, volvamos a Él”, invitó el Papa.

En esta línea, Francisco destacó que en el Evangelio “Jesús nos dice cómo rezar” y enumeró a diferentes personajes que se encuentran en las Sagradas Escrituras.

En primer lugar, el Pontífice recordó al fariseo relatado en el Evangelio del día de San Lucas (18:9-14) “un hombre presumido”, que “quizá hacía todas las cosas que decía la ley: ayuno dos veces por semana, diezmo de todas sus ganancias”.

Después, el Santo Padre mencionó a otros dos hombres: el hijo mayor de la parábola del padre misericordioso que cuando regresó su hermano menor le reclamó a su padre porque hacía una fiesta y al hijo pródigo, “quien recuerda las cosas feas que había hecho y se golpeaba el pecho con humillación”.

Luego, el Papa recordó al hombre rico, “sin nombre” a quien “no le importaba nada de la miseria de los otros” como quienes tienen “seguridad en sí mismos con el dinero, con el poder” y al pobre Lázaro, a la puerta del rico, quien “vivía su miseria delante a la presunción de aquel Señor”.

El Señor nos enseña cómo rezar
Por último, el Santo Padre señaló al publicano, relatado en el Evangelio del día de hoy, “que no va delante al altar, se queda apartado manteniéndose a distancia no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh, Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!".

“En este caso, el Señor nos enseña cómo rezar, cómo acercarnos, cómo debemos acercarnos al Señor, con humildad”, explicó el Papa quien relató “una bella imagen del himno litúrgico de la fiesta de San Juan Bautista que dice: el pueblo se acercaba al Jordán para recibir el Bautismo, desnudos del alma y de los pies”.

“Rezar con el alma desnuda, sin maquillaje, sin travestirse con las propias virtudes. Él -los hemos leído al inicio de la Misa- perdona todos los pecados, pero necesita que se le hagamos ver los pecados con humildad. Rezar así, desnudos, con el corazón desnudo, sin cubrirse, sin haber confianza ni siquiera en la forma en que aprendí a rezar. Rezar tú y yo, cara a cara, el alma desnuda, esto es lo que el Señor nos enseña”.

En cambio, el Papa advirtió que “cuando iremos hacia el Señor demasiado seguros de nosotros mismos, caeremos en le presunción del hijo mayor o de aquel rico que no le importaba nada. Tendremos nuestra seguridad en otra parte”.

“El camino es la realidad, el único hombre aquí en esta parábola que había entendido la realidad era el publicano: Tú eres Dios y yo soy pecador, esta es la realidad”, subrayó el Santo Padre quien exhortó a decir “soy pecador” no solamente de palabras, “sino de corazón”.

Por ello, el Papa Francisco pidió: “No olvidemos esto que el Señor nos enseña, justificarse a sí mismos es soberbia, es orgullo, es exaltarse a sí mismos, es travestirse de aquello que no somos, y las miserias permanecen dentro. El fariseo se justificaba a sí mismo. Confesar directamente sus propios pecados, sin justificarlos, sin decir: ‘yo he hecho esto, pero no era culpa mía…’ el alma desnuda, el alma desnuda”.

“Que el Señor nos enseñe a entender esto, esta actitud para comenzar la oración. Cuando la oración la comenzamos con nuestras justificaciones, con nuestras seguridades, no será oración, será hablar con el espejo. En cambio, cuando comenzamos la oración con la verdadera realidad -soy pecador, soy pecadora- es un buen paso hacia adelante para dejarse mirar por el Señor. Que Jesús nos enseñe esto a nosotros”, animó al concluir su homilía.

Lecturas comentadas por el Papa Francisco:
Oseas 6:1-6
1 «Venid, volvamos a Yahveh, pues él ha desgarrado y él nos curará, él ha herido y él nos vendará. 2Dentro de dos días nos dará la vida, al tercer día nos hará resurgir y en su presencia viviremos. 3Conozcamos, corramos al conocimiento de Yahveh: cierta como la aurora es su salida; vendrá a nosotros como la lluvia temprana, como la lluvia tardía que riega la tierra.» 4 ¿Qué he de hacer contigo, Efraím? ¿Qué he de hacer contigo, Judá? ¡Vuestro amor es como nube mañanera, como rocío matinal, que pasa! 5Por eso les he hecho trizas por los profetas, los he matado por las palabras de mi boca, y mi juicio surgirá como la luz. 6Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos.

Lucas 18:9-14
9 Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: 10 «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. 11El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. 12Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias." 13 En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!" 14 Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»

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