viernes, 23 de noviembre de 2018

IMÁGENES DE ADVIENTO 2018 PARA COLOREAR









LECTURAS BÍBLICAS DE LA SOLEMNIDAD DE CRISTO REY, DOMINGO 25 NOVIEMBRE 2018


Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo (Solemnidad)
25 de noviembre de 2018


Color: Blanco
Santos:
Santa Catalina de Alejandria, Mártir



Lecturas del día:

Primera lectura
Daniel 7:13-14

13 Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia.
14 A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás.


Salmo responsorial
Salmo 93:1-2, 5

1 Reina Yahveh, de majestad vestido, Yahveh vestido, ceñido de poder, y el orbe está seguro, no vacila.
2 Desde el principio tu trono esta fijado, desde siempre existes tú.
5 Son veraces del todo tus dictámenes; la santidad es el ornato de tu Casa, oh Yahveh, por el curso de los días.


Segunda lectura
Apocalipsis 1:5-8

5 y de parte de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados
6 y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
7 Mirad, viene acompañado de nubes: todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por él harán duelo todas las razas de la tierra. Sí. Amén.
8 Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, «Aquel que es, que era y que va a venir», el Todopoderoso.



Evangelio
Juan 18:33-37

33 Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?»
34 Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?»
35 Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?»
36 Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.»
37 Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para est he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»






LO DECISIVO
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Jn (18,33b-37)


El juicio contra Jesús tuvo lugar probablemente en el palacio en el que residía Pilato cuando acudía a Jerusalén. Allí se encuentran una mañana de abril del año 30 un reo indefenso llamado Jesús y el representante del poderoso sistema imperial de Roma.

El evangelio de Juan relata el diálogo entre ambos. En realidad, más que un interrogatorio parece un discurso de Jesús para esclarecer algunos temas que interesan mucho al evangelista. En un determinado momento, Jesús hace esta solemne proclamación: «Yo para esto nací y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz».

Esta afirmación recoge un rasgo básico que define la trayectoria profética de Jesús: su voluntad de vivir en la verdad de Dios. Jesús no solo dice la verdad, sino que busca la verdad, y solo la verdad de un Dios que quiere un mundo más humano para todos sus hijos.

Por eso Jesús habla con autoridad, pero sin falsos autoritarismos. Habla con sinceridad, pero sin dogmatismos. No habla como los fanáticos, que tratan de imponer su verdad. Tampoco como los funcionarios, que la defienden por obligación, aunque no crean en ella. No se siente nunca guardián de la verdad, sino testigo.

Jesús no convierte la verdad de Dios en propaganda. No la utiliza en provecho propio, sino en defensa de los pobres. No tolera la mentira o el encubrimiento de las injusticias. No soporta las manipulaciones. Jesús se convierte así en «voz de los sin voz, y voz contra los que tienen demasiada voz» (Jon Sobrino).

Esta voz es más necesaria que nunca en esta sociedad atrapada en una grave crisis económica. La ocultación de la verdad es uno de los más firmes presupuestos de la actuación de los poderes financieros y de la gestación política sometida a sus exigencias. Se nos quiere hacer vivir la crisis en la mentira.

Se hace todo lo posible para ocultar la responsabilidad de los principales causantes de la crisis y se ignora de manera perversa el sufrimiento de las víctimas más débiles e indefensas. Es urgente humanizar la crisis poniendo en el centro de atención la verdad de los que sufren y la atención prioritaria a su situación cada vez más grave.

Es la primera verdad exigible a todos si no queremos ser inhumanos. El primer dato previo a todo. No podemos acostumbrarnos a la exclusión social y la desesperanza en que están cayendo los más débiles. Quienes seguimos a Jesús hemos de escuchar su voz y salir instintivamente en defensa de los últimos. Quien es de la verdad escucha su voz.







BIENVENIDOS





jueves, 22 de noviembre de 2018

IMÁGENES DE TARJETAS DE FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO 2019
























CÓMO DETENGO MIS PENSAMIENTOS NEGATIVOS?


¿Cómo detengo mis pensamientos negativos?




“¿Cómo detengo mis pensamientos negativos?"  Es una pregunta que me han hecho muchas veces.  Si alguna vez usted hizo esa pregunta puede sentir un enorme alivio al conocer la respuesta, ya que es muy sencilla.   ¿Cómo puede detener sus pensamientos negativos?  ¡Sembrando buenos pensamientos!

Cuando trata de detener los pensamientos negativos, se está enfocando en aquello que no desea –los pensamientos negativos– y los atraerá abundantemente.   Jamás lograrán desaparecer si se enfoca en ellos.  La parte de "detenerlos" es irrelevante puesto que está enfocado/a en los pensamientos negativos.  No importa si trata de detener, controlar o apartar los pensamientos negativos, el resultado será siempre el mismo.   Está enfocado/a en los pensamientos negativos y, de acuerdo con la ley de atracción, está invitando a su vida un gran número de ellos.

La verdad es siempre muy sencilla y fácil.  Para detener los pensamientos negativos, ¡simplemente siembre pensamientos positivos! ¡Siembre buenos pensamientos deliberadamente! Está sembrando buenos pensamientos cuando practica diariamente el aprecio por todas las cosas que se presentan en su diario vivir.  Aprecie su salud, su automóvil, su hogar, su familia, su trabajo, sus amistades, su entorno, sus comidas, sus mascotas y la magnífica belleza del día.  Alabe, elogie y agradezca todas las cosas.  ¡Cada vez que da "Gracias" está generando un buen pensamiento!  A medida que vaya sembrando más y más pensamientos buenos, los negativos irán desapareciendo.   ¿Por qué? Porque se estará enfocando en los buenos pensamientos y uno atrae aquello en lo que se enfoca. 

Por eso, no debe prestar atención alguna a los pensamientos negativos.  No se preocupe por ellos.  Si llega alguno, genere la luz con ellos, no les dé importancia, y permita que sirvan para recordarle que debe tener más pensamientos buenos en ese mismo instante.

Cuantos más pensamientos buenos pueda sembrar en un día, tanto más rápidamente se irán transformando en cosas buenas. Si pasa todo el día hablando de las cosas buenas y dando "Gracias" en todo momento, no podrán creer lo que les espera en el día de mañana. Tener buenos pensamientos con deliberación se asemeja a la siembra de semillas.  Al tener buenos pensamientos, usted siembra buenas semillas en su interior y el Universo transformará esas semillas en un jardín del paraíso.  ¿En qué forma se presentará ese jardín del paraíso?  ¡Como su vida!    




© Rhonda Byrne

MORIR DE AMOR POR LA EUCARISTÍA


Morir de amor por la Eucaristía



En 1331, con sólo 8 años de edad, según la costumbre de la época, Imelda entró al convento. A los 10, recibió el hábito de monja dominicana. Aunque tenía tan poca edad, era una monja en todo ejemplar en las actividades de la vida religiosa. Sin embargo, algo la intrigaba: el hecho de que las personas recibieran la Sagrada Comunión y continuaran viviendo.

Como Imelda no tenía edad para comulgar, solía preguntar a las religiosas: "Hermana, la señora comulgó a Jesús y no murió?". Las monjas respondían asustadas: "¿Qué es eso, niña, por qué morir?". La pequeña religiosa respondía: "¿Cómo puede la señora recibir a Jesús en comunión, y no morir de amor y de tanta felicidad?". 

Pero sucedió que en la madrugada del 12 de mayo de 1333, víspera del Domingo de la Ascensión del Señor, Imelda estaba en la Santa Misa y ya no aguantaba más de tanta voluntad de comulgar. Se preguntaba: "Si Jesús mandó ir a Él a los niños, ¿por qué no puedo comulgar?". El sacerdote ya acababa de dar la Sagrada Comunión a las religiosas cuando todos vieron: una hostia salió del Sagrario y voló por la capilla. Paró sobre la cabeza de Imelda. El sacerdote, entonces, entendió que era hora de darle la comunión.

Al recibir la Santísima Eucaristía, Imelda se colocó en profunda adoración. Después de horas de oración, la Madre Superiora fue a la monja y le dijo: "Está bien, Sor Imelda, ya adoró bastante a Jesús, podemos seguir... Vamos a las otras actividades del convento". Imelda, sin embargo, permanecía inmóvil. Después de la insistencia de la Superiora, nada sucedía. Fue entonces que la Madre tomó amorosamente Imelda por los bracitos y ella cayó sobre ella. Imelda había muerto en su Primera Comunión. Se cumplió la indagación de la pequeña gran Imelda: “¿Cómo puede alguien recibir a Jesús en la Sagrada Comunión, y no morir de felicidad?” ¡A los 11 años, Imelda murió de amor y de felicidad por haber recibido a Jesús!

El cuerpo de la Beata Imelda Lambertini se encuentra incorrupto en la Capilla de San Sigismundo, en Bolonia, Italia.

Fue beatificada en 1826 por el papa León XII, autorizando su oficio litúrgico y Misa propia. Fue declarada patrona de los niños de Primera Comunión en 1910 por el papa Pío X quien, en ese año, decreta que los niños podrían hacer su primera comunión a una edad menor a la establecida anteriormente.



EL BARCO EN PELIGRO


El barco en peligro




Confiar en Dios, es depositar toda nuestra fe en él. Dejarle el cuidado de tus cosas. Permitirle disponer de tu futuro, porque sabes que te ama más que tú mismo. Reposar en él “como un niño en brazos de su madre” (Salmo 131). Y confiar sobre todo en las pruebas, cuando las cosas resultan duras e incomprensibles.

En cierta ocasión se desató una tempestad en alta mar. Parecía que la nave iba a naufragar. Toda la tripulación y los pasajeros aterrorizados corrían de un lugar a otro sin saber qué hacer. Mientras tanto, en uno de los camarotes dormía un niño de siete años, hijo del capitán.  Uno de los tripulantes lo fue a despertar inmediatamente. Cuando el chico se dio cuenta de lo que sucedía, preguntó: ¿y en manos de quién está ahora el  timón? El barco está en manos de tu  padre, respondió el marinero. Entonces, no tengo por qué preocuparme, él sabe bien qué hacer, dijo confiadamente el niño y siguió durmiendo.

“Descarguen en el Señor sus inquietudes, ya que él se ocupa de ustedes”. Si lees y meditas la Biblia, encontrarás esta exhortación y otras semejantes. Te ayudarán a fortalecer tu confianza en Dios que te ofrece refugio “a la sombra de sus alas mientras vienen calamidades” de cualquier clase y magnitud. “No temas, contigo estoy. Yo te amo”,  te asegura Dios.



* Enviado por el P. Natalio

FRENTE AL SEMÁFORO: ANÉCDOTAS Y VIDA DE SAN JOSÉ MARELLO - SEMÁFORO 24


FRENTE AL SEMÁFORO
Semáforo 24
UN NUEVO CAMINO A LA SANTIDAD



“A quien quiera seguir de cerca al Divino Maestro con las observancias de los consejos evangelicos esta habierta la casa de San José.”. (San José Marello)



El 14 de marzo de 1878 en la capilla del orfanato del Michelerio en Asti cuatro jóvenes, de los cuelas conocemos los nombres: Jorge, Pedro Luis, Vicente, Luis (en italiano: Giorgio, Pietro Luigi, Vincenzo, Luigi) aceptaban del sacerdote José Marello la invitación a empezar una nueva, moderna sociedad religiosa, que más tarde sería la congregación de los Oblatos de San José.

Era un gesto de gran coraje, porque no les hacia ninguna promesa de futuros triunfos; más bien todo parecía que terminaría en una pobre aventura, tanta era la pobreza.

Pero aquí estaba la característica de la nueva obra: exactamente en estar desligado de todo estorbo y traba material, para un lanzamiento desinteresado y total.

No hubo ningún vino de honor para celebrar la fecha, la “miseria” no admitía ningún despilfarro. El cuarto donde los cinco habían izado su bandera contenía muy pocas cosas. Lo más sobresaliente, que era centro y símbolo de todo: una estampa de San José, sin marco.

Pero San José era, por voluntad del fundador, el titular, el Gerente, el empresario de la nueva sociedad. Era el Modelo que debían dar el nuevo estilo de apostolado que constituía la base de la congregación.

José Marello quería proponer al mundo la bellísima familia de Nazaret y la nueva sociedad tenia que hacer revivir las grandes glorias de la Sagrada familia: trabajo, silencia, Amor.
Más que todo amor de familia. Dios siempre ofrece nuevas formas de Santidad a las nuevas civilizaciones.

El Michelerio era un orfanato fundado en 1860 por el Can. Cerruti y la señorita Michelerio y trasladado al nuevo edificio del Gesú en enero de 1873, antiguo convento franciscano, expropiado por el gobierno italiano años antes, y ahora comprado con el permiso de la santa sede para devolverlo a uso religioso.

YO SOY EL PAN VIVO


Yo soy el Pan vivo
La presencia real de Cristo es uno de los dog­mas más impor­tantes de nues­tra fe.


Por: Cristina Danel | Fuente: Escuela de la Fe 




Estando en Cafarnaúm, Cristo pronuncia unas palabras misteriosas para sus discípulos: "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne, vida del mundo. El que come mi carne y bebe mí sangre permanece en mi y yo en él" (Jn 6, 51.56).

Estas palabras tan misteriosas alcanzaron su significado pleno para los discípulos la víspera de su Pasión, cuando terminada la cena tomó el pan y después de dar gracias, lo partió y dijo: este es mi Cuerpo... y después tomó el cáliz y dijo: "esta es mi Sangre... Hacedlo en memoria mía".

Estas son las mismas palabras que el sacerdote dice en el momento de la consagración, y en virtud del Espíritu Santo, Jesús pronuncia también en todas las celebraciones eucarísticas. Si Él fue quien lo proclamó, nadie se puede atrever a dudar. Por eso siempre debemos recibir la Eucaristía plenamente convenci­dos de que son el Cuerpo y la Sangre de Cris­to.

La presencia real de Cristo es uno de los dog­mas más impor­tantes de nues­tra fe. Como cualquier otro dogma, la razón no lo llega a entender. Esta es una de las razones por la cual han ha­bido muchas herejías sobre la presen­cia real de Cristo bajo las especies del pan y el vino. Los gnósticos y los maniqueos decían que Cristo sólo tuvo un cuerpo aparente, por lo tanto, no podía haber presencia real.

Entre los protestantes, algunos lo niegan, otros lo aceptan, pero con erro­res. Que si sólo es una figura de Cris­to, que si su presencia no es substan­cial, otros que si Cristo está presente por la fe. Pero, es un hecho la presen­cia real y substancial de Cristo en la Eucaristía, pues Él mismo lo reveló en Cafarnaúm. No existe otro dogma más manifestado y explicado claramente que éste en la Biblia. Sabemos que lo prometió en Cafarnaúm, que lo realizó en la Última Cena, sólo tenemos que leer los relatos de los evangelistas para cerciorarnos.

Su mandato de "Haced esto en memoria mía" fue tan contundente, que desde un principio los cristianos se reunían para celebrar lo que ellos llamaban, "la fracción del pan". Y esto pasó a ser parte, junto con el Bautismo, del rito propio de los cristianos. Los primeros cristianos nunca dudaron.

Al pronunciar el sacerdote las palabras de la consagración, su fuerza es tal, que Cristo se hace presente tal cual, bajo las substancias del pan y del vino. Es decir, Cristo vivo, real y substancialmente presente. En Cuer­po, Sangre, Alma y Divinidad. Donde está su Cuerpo, está su Sangre, su Alma y su Divinidad. Él está presente en todas las hostias consagradas del mundo y aún en la partícula más pe­queña que podamos encontrar. De ahí la necesidad de tratar con tanto respe­to los vasos sagrados. Cristo se en­cuentra presente en todos los sagrarios del mundo, mientras el signo sensible, el pan, no se corrompa.

Ahí en el Sagrario esta Cristo presente, esperándonos. Sería bueno pensar en cuántas veces lo hemos dejado solo. ¡Cuántas veces su invitación ha sido rechazada! ¡No nos damos cuenta que ahí en el Sagrario nos espera Aquél que nos ama como nadie, el que dio la vida por nosotros!

Conocer la grandeza de la Eucaristía, reservada día y noche en todas las Iglesias, es una invitación a los creyentes a volver ante el Señor, aún fuera de la Misa, para prolongar la actitud de oración que anima la celebración eucarística. Esa oración silenciosa de agradecimiento y de súplica aumenta nuestra fe, ayudando a vivir en la esperan­za y en la caridad.

La exposición del Santísimo, las horas de Adoración, las pro­cesiones eucarísticas nos llevan a concen­trarnos en Aquél que es el pan de vida, es decir la vida misma y nos recuerda que no sólo de pan vive el hombre.

Esta presencia real y substancial nos ha sido revelada por el mismo Cris­to, pero sigue siendo incomprensible. Con el fin de explicarnos un poco este dogma, la Iglesia nos dice: "por el sa­cramento de la Eucaristía se produce una maravillosa conversión de toda la substancia del pan en el Cuerpo de Cristo, y de toda la substancia del vino en la Sangre", conversión que la Igle­sia llama "Transubstanciación". (Catic. n. 1376).

Este     dogma de la Transubstanciación significa el cambio que sucede al pronunciar el sacerdote las palabras de la consagración en la Misa, por las cuales, en virtud del Es­píritu Santo, el pan y el vino se con­vierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, quedando sólo la apariencia de pan y vino. La substancia es lo que cambia, los accidentes, es decir, el pan y el vino, no cambian. No podemos ver la presencia real de Cristo, sólo vemos los accidentes. Únicamente, a través de la fe podemos estar seguros de esta realidad. Esto que sucede en el mo­mento de la con­sagración, lo cual es posible por una intervención especialísima de Dios.

La gracia que se nos da en la Eucaristía actúa ex opere operato, lo que significa que actúa en vir­tud de la acción sacramental realiza­da, por los méritos alcanzados en la Pasión, Muerte y Resurrección de Cris­to. El ministro legítimo de este sacra­mento es el sacerdote ordenado, que solamente es el instrumento del cual se vale, Nuestro Señor, para llevar a cabo la conversión de las especies. Cristo le dio el mandato a los Apósto­les, no se lo dio a todos sus discípu­los, de ahí que únicamente los sacer­dotes pueden consagrar, esto fue declarado en el Concilio de Letrán y rei­terado por el Concilio de Trento al con­denar la doctrina protestante de que no había ninguna diferencia entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio de los fieles.

Como vemos, el amor de Dios ha­cia nosotros lo ha llevado a una entre­ga maravillosa. Como respuesta los bautizados debemos de acercarnos a la Eucaristía siempre en estado de gracia, habiéndonos preparado debidamente, con una recta intención, que no es otra cosa que el deseo de unirse íntimamente con Cristo, jamás debemos de comulgar por rutina, vanidad, o compromiso, siempre debemos hacerlo con la intención de agradar a Dios.

Cuando vamos a recibir invitados en nuestra casa tratamos que todo este limpio, preparamos hasta el último detalle, deseamos que todo se encuentre lo mejor posible. Con mucha razón, si es a Cristo a quien vamos a recibir, debemos de tener la delicadeza de estar lo más limpios posibles. Aunque los pecados veniales no son un impedimentos para recibir la Eucaristía, debemos tomar conciencia de ellos y arrepentirnos.

Desgraciadamente, es posible recibir indignamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Como el acoger a Cristo en nuestros corazones exige dejar que Él viva en nosotros, que continuemos su misión, gastar nuestra vida por los demás, sin excluir a nadie, el que ha faltado gravemente contra uno de los mandamientos de Dios, antes de acercarse a recibir la comunión eucarística, debe purificarse del pecado por medio del sacramento de la Reconciliación.

Cuando se recibe indignamente este sacramento, el pecado es gravísimo. ¿Cómo se va a recibir a Jesucristo, el Hijo de Dios, que murió por todos, justos y pecadores, con tanta ligereza, con tanta ligereza, con tanta falta de respeto, con tan poco agradecimiento? Si lo vamos a recibir debe ser tal como lo merece Aquél que dio la vida por sus amigos.

Teniendo en cuenta que la gracia comunicada por Cristo en el sacramento es eficaz dependiendo de las disposiciones de quien la va a recibir, es necesaria la adecuada preparación y la acción de gracias después de haberla recibido. ¡Cuán orgullosos debemos de estar después de comulgar! ¡Como el centurión, debemos decir "Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa"!

Por el Bautismo quedamos injertados en Cristo, como los sarmientos en la vid. (Jn 15, 5). Si queremos permanecer a Él, debemos de participar en la celebración eucarística los más posible, de preferencia diariamente. La Iglesia, teniendo esto en mente, nos manda acudir a este sacramento cuando menos una vez al año. Es en esta celebración donde encontraremos la paz, la alegría del cristiano. No desperdiciemos la oportunidad de entrar en comunión con Cristo y hagamos una costumbre de visitarlo en el Sagrario con frecuencia.

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN LA JMJ DE PANAMÁ 2019


Mensaje del Papa Francisco a los participantes en la JMJ de Panamá 2019 [VIDEO]
Redacción ACI Prensa




El Papa Francisco animó a los jóvenes a participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se celebrará en Panamá en enero de 2019 con un mensaje de video que difundió la Santa Sede este miércoles 21 de noviembre.

A continuación, el texto completo del mensaje de video del Papa Francisco:

Queridos jóvenes:


Nos aproximamos a la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Panamá el próximo mes de enero y tiene como lema la respuesta de la Virgen María a la llamada de Dios: «He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).

Sus palabras son un “sí” valiente y generoso. El sí de quien ha comprendido el secreto de la vocación: salir de uno mismo y ponerse al servicio de los demás. Nuestra vida solo encuentra significado en el servicio a Dios y a los demás.

Hay muchos jóvenes, creyentes o no, que al final de una etapa de estudios muestran su deseo de ayudar a otros, de hacer algo por los que sufren. Esta es la fuerza de los jóvenes, la fuerza de todos ustedes, la que puede cambiar el mundo; esta es la revolución que puede desbaratar los grandes poderes de este mundo: la “revolución” del servicio.

Ponerse al servicio de los demás no significa solamente estar listos para la acción, sino que también hay que ponerse en diálogo con Dios, en actitud de escucha, como lo hizo María. Ella escuchó lo que el ángel le decía y después respondió. De ese trato con Dios en el silencio del corazón, se descubre la propia identidad y la vocación a la que el Señor llama; esta puede expresarse en diferentes formas: en el matrimonio, en la vida consagrada, en el sacerdocio… Todas ellas son modos para seguir a Jesús. Lo importante es descubrir lo que el Señor espera de nosotros y ser valientes para decir “sí”.

María fue una mujer feliz, porque fue generosa ante Dios y se abrió al plan que tenía para ella. Las propuestas de Dios para nosotros, como la que le hizo a María, no son para apagar sueños, sino para encender deseos; para hacer que nuestra vida fructifique y haga brotar muchas sonrisas y alegre muchos corazones. Dar una respuesta afirmativa a Dios, es el primer paso para ser feliz y hacer felices a muchas personas.

Queridos jóvenes: Anímense a entrar cada uno en su interior y decirle a Dios: ¿Qué es lo que quieres de mí? Dejen que el Señor les hable; ya verán vuestra vida transformada y colmada de alegría.

Ante la inminente Jornada Mundial de la Juventud de Panamá, los invito a que se preparen, siguiendo y participando en todas las iniciativas que se llevan a cabo. Les ayudarán a ir caminando hacia esta meta. Que la Virgen María los acompañe en este peregrinaje y que su ejemplo los anime a ser valientes y generosos en su respuesta.

¡Buen camino hacia Panamá! Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Hasta pronto.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE EL DÉCIMO MANDAMIENTO DEL DECÁLOGO


Catequesis del Papa Francisco sobre el Décimo Mandamiento del Decálogo
Redacción ACI Prensa
Foto: Marina Testino / ACI Prensa




El Papa Francisco reflexionó, durante la Audiencia General de este miércoles 21 de noviembre, sobre el Décimo Mandamiento del Decálogo: “No codiciarás los bienes ajenos”.

En su catequesis, el Santo Padre señaló que este Mandamiento, el último del Decálogo, recoge el sentido general de los 10 Mandamientos. “Por medio de este último Mandamiento se subraya el hecho de que todas las transgresiones nacen de una raíz interior común: los malos deseos”.

A continuación, el texto completo de la catequesis del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Nuestros encuentros sobre el Decálogo nos llevan hoy al último mandamiento. Lo escuchamos al principio. Estas no son solo las últimas palabras del texto, sino mucho más: son el cumplimiento del viaje a través del Decálogo, que llegan al fondo de todo lo que encierra. En efecto, a simple vista, no agregan un nuevo contenido: las palabras «no codiciarás la mujer de tu prójimo [...], ni los bienes de tu prójimo» están al menos latentes en los mandamientos sobre el adulterio y el robo. ¿Cuál es entonces la función de estas palabras? ¿Es un resumen? ¿Es algo más?


Tengamos muy en cuenta que todos los mandamientos tienen la tarea de indicar el límite de la vida, el límite más allá del cual el hombre se destruye y destruye a su prójimo, estropeando su relación con Dios. Si vas más allá, te destruyes, también destruyes la relación con Dios y la relación con los demás. Los mandamientos señalan esto.

Con esta última palabra, se destaca el hecho de que todas las transgresiones surgen de una raíz interna común: los deseos malvados. Todos los pecados nacen de un deseo malvado. Todos. Allí empieza a moverse el corazón, y uno entra en esa onda, y acaba en una transgresión. Pero no en una transgresión formal, legal: en una transgresión que hiere a uno mismo y a los demás.

En el Evangelio, el Señor Jesús dice explícitamente: "Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraudes, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre”."(Mc 7,21-23).

Entendemos así que todo el itinerario del Decálogo no tendría ninguna utilidad si no llegase a tocar este nivel, el corazón del hombre. ¿De dónde nacen todas estas cosas feas? El Decálogo se muestra lúcido y profundo en este aspecto: el punto de llegada –el último mandamiento- de este viaje es el corazón, y si éste, si el corazón, no se libera, el resto sirve de poco.

Este es el reto: liberar el corazón de todas estas cosas malvadas y feas. Los preceptos de Dios pueden reducirse a ser solo la hermosa fachada de una vida que sigue siendo una existencia de esclavos y no de hijos. A menudo, detrás de la máscara farisaica de la sofocante corrección, se esconde algo feo y sin resolver.

En cambio, debemos dejarnos desenmascarar por estos mandatos sobre el deseo, porque nos muestran nuestra pobreza, para llevarnos a una santa humillación. Cada uno de nosotros puede preguntarse: Pero ¿qué deseos feos siento a menudo? ¿La envidia, la codicia, el chismorreo? Todas estas cosas vienen desde dentro. Cada uno puede preguntárselo y le sentará bien. El hombre necesita esta bendita humillación, esa por la que descubre que no puede liberarse por sí mismo, esa por la que clama a Dios para que lo salve. San Pablo lo explica de una manera insuperable, refiriéndose al mandamiento de no desear (cf. Rom 7: 7-24).

Es vano pensar en poder corregirse sin el don del Espíritu Santo. Es vano pensar en purificar nuestro corazón solo con un esfuerzo titánico de nuestra voluntad: eso no es posible. Debemos abrirnos a la relación con Dios, en verdad y en libertad: solo de esta manera nuestras fatigas pueden dar frutos, porque es el Espíritu Santo el que nos lleva adelante.

La tarea de la Ley Bíblica no es la engañar al hombre con que una obediencia literal lo lleve a una salvación amañada y, además, inalcanzable. La tarea de la Ley es llevar al hombre a su verdad, es decir, a su pobreza, que se convierte en apertura auténtica, en apertura personal a la misericordia de Dios, que nos transforma y nos renueva.


Dios es el único capaz de renovar nuestro corazón, a condición de que le abramos el corazón: es la única condición; Él lo hace todo; pero tenemos que abrirle el corazón.

Las últimas palabras del Decálogo educan a todos a reconocerse como mendigos; nos ayudan a enfrentar el desorden de nuestro corazón, para dejar de vivir egoístamente y volvernos pobres de espíritu, auténticos ante la presencia del Padre, dejándonos redimir por el Hijo y enseñar por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el maestro que nos enseña. Somos mendigos, pidamos esta gracia.

"Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos" (Mt 5, 3). Sí, benditos aquellos que dejan de engañarse creyendo que pueden salvarse de su debilidad sin la misericordia de Dios, que es la sola que puede sanar el corazón. Solo la misericordia del Señor sana el corazón.

Bienaventurados los que reconocen sus malos deseos y con un corazón arrepentido y humilde, no se presentan ante Dios y ante los hombres como justos, sino como pecadores. Es hermoso lo que Pedro le dijo al Señor: “Aléjate de mí, Señor, que soy un pecador”. Hermosa oración ésta: “Aléjate de mí, Señor, que soy un pecador”.

Estos son los que saben tener compasión, los que saben tener misericordia de los demás, porque la experimentan en ellos mismos.
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