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viernes, 24 de agosto de 2018
jueves, 23 de agosto de 2018
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 21 AGOSTO
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
21 agosto
El seguimiento de Jesucristo nos obliga a resoluciones duras, sacrificadas.
Hay cristianos que siguen a Jesucristo mientras no sufren menoscabo sus intereses materiales. Pero cuando la ley de Dios o el cumplimiento de sus deberes religiosos les reporta algún sacrificio o alguna pérdida material, ya no siguen a Jesús.
De ahí que haya muchos apóstoles que no se entregan por completo al apostolado, por miedo a que ello redunde en perjuicio de sus intereses materiales.
Se olvidan de que el Señor es dueño de todo y que él ha prometido que, a los que busquen el Reino de Dios y su justicia, todo lo demás se les dará por añadidura.
P. Alfonso Milagro
PAPA FRANCISCO INVITA A HUIR DE LA HIPOCRESÍA Y PIDE SER CRISTIANOS COHERENTES Y SIN FALSEDAD
Papa Francisco invita a huir de la hipocresía y pide ser cristianos coherentes y sin falsedad
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
El mandamiento “No pronunciarás el nombre de Dios en vano” centró la catequesis del Papa Francisco de la Audiencia General de este miércoles, en la que el Pontífice pidió llevar una vida coherente para que el anuncio de la Iglesia sea mejor escuchado.
En la catequesis, aseguró que “si se multiplican los cristianos que se hacen cargo del nombre de Dios sin falsedad, el anuncio de la Iglesia será escuchado mejor y resultará más creíble”.
“Si nuestra vida concreta manifiesta el nombre de Dios se verá qué hermoso es el Bautismo y qué grande es el don de la Eucaristía”, añadió.
El Santo Padre expresó que “de la cruz de Cristo en adelante ninguno puede despreciarse a sí mismo y pensar mal de su propia existencia” “a pesar de cualquier cosa que haya hecho”, “porque el nombre de cada uno de nosotros está sobre los hombros de Cristo. Vale la pena tomar en nosotros el nombre de Dios porque Él se ha hecho cargo de nuestro nombre hasta el fondo, también del mal que hay en nosotros, para poner en nuestro corazón su amor”.
“Justamente leemos esta Palabra como la invitación a no ofender el nombre de Dios y evitar usarlo de forma inoportuna. Este claro significado nos prepara para profundizar más sobre estas preciosas palabras”, dijo el Papa.
Francisco dijo que “en la Biblia, el nombre es la verdad íntima de las cosas y sobre todo de las personas”. “El nombre representa a menudo la misión”, dijo para poner de ejemplo a continuación a Abraham o a Simón Pedro en los Evangelios, quienes reciben un nombre nuevo para indicar el cambio de la dirección de su vida”.
“Conocer verdaderamente el nombre de Dios lleva a la transformación de la propia vida”, indicó.
El Papa también dijo que “el nombre de Dios, en los ritos hebreos, viene proclamado solemnemente en el Dios del Gran Perdón y el pueblo viene perdonado porque por medio del nombre se entra en contacto con la vida misma de Dios que es misericordia”.
“Tomar sobre uno el nombre de Dios quiere decir asumir en nosotros su realidad, entrar en una relación fuerte, estrecha con Él. Para nosotros los cristianos, este mandamiento es el reclamo a recordarnos de que somos bautizados ‘en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo’, como afirmamos cada vez que hacemos en nosotros mismos el signo de la cruz, para vivir nuestras acciones cotidianas en comunión sentida y real con Dios, es decir, en su amor”.
Pero el Papa advirtió de que “se puede vivir un relación falsa con Dios” y “esta Palabra del Decálogo es la invitación a una relación con Dios sin hipocresías, a una relación en la cual nos confiamos a Dios con todo aquello que somos”.
“En el fondo –continuó–, hasta el día en el que no arriesgamos la existencia con el Señor tocando con la mano que en Él se encuentra la vida, hacemos solo teorías”.
“Esto es el cristianismo que toca los corazones. ¿Por qué los santos son capaces de tocar el corazón?”, se preguntó. “Porque en los santos vemos aquello que nuestro corazón desea profundamente: autenticidad, relaciones verdaderas, radicalidad”, y esto se observa también en esos ‘santos de la puerta de al lado que son, por ejemplo, los padres que dan a los hijos ejemplo de una vida coherente, simple, honesta y generosa”.
EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 23 AGOSTO 2018
Lecturas de hoy Jueves de la 20ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, jueves, 23 de agosto de 2018
Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (36,23-28):
Así dice el Señor: «Mostraré la santidad de mi nombre grande, profanado entre los gentiles, que vosotros habéis profanado en medio de ellos; y conocerán los gentiles que yo soy el Señor –oráculo del Señor–, cuando les haga ver mi santidad al castigaros. Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar. Y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 50,12-13.14-15.18-19
R/. Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará de todas vuestras inmundicias
Oh Dios, crea en mi un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R/.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (22,1-14):
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy jueves, 23 de agosto de 2018
CR
Queridos hermanos:
Algunos estudiosos de la Escritura insinúan que el texto evangélico de hoy está formado por dos parábolas inicialmente independientes que se han agrupado por su afinidad. La primera (vv. 1-10) nos habla claramente de la voluntad salvífica del Padre, que invita al banquete del Reino a hombres y mujeres de toda raza, lengua, pueblo y nación, y de la dureza de corazón con que el primer Israel fue rechazando esa invitación. Una vez más Israel podemos ser nosotros: unos nos vamos al campo, otros a nuestros negocios, otros… y la llamada del Señor pasa a un segundo lugar. No falta quien llega a responder con violencia a los enviados del Señor. Pocos versículos antes el evangelista ha recogido lo que solemos llamar la parábola de los viñadores homicidas.
La segunda parábola (vv. 11-14) advierte de que no todos los invitados que llegan a acercarse al banquete lo hacen en las condiciones adecuadas. Hay quien no lleva un traje apropiado. Las palabras usadas por Jesús nos resultan duras: “atadlo, echadlo fuera, allá será el llanto y el crujir de dientes”. En casi todos nuestros países hay normas y costumbres que indican cómo hemos de vestirnos según la circunstancia: nadie en su sano juicio se pone la misma ropa para ir a bañarse a la playa que para asistir a un funeral. La Carta a los Colosenses nos invita a revestirnos de “profunda compasión, amabilidad, humildad, mansedumbre, paciencia”; la dirigida a los Efesios a lucir el cinturón de la verdad y la coraza de la justicia. Que el amor real y efectivo al Padre y a los hermanos, hecho gestos concretos de vida, sea nuestro mejor traje.
lunes, 20 de agosto de 2018
CARTA DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LOS ABUSOS SEXUALES EN PENSILVANIA
Esta es la Carta del Papa Francisco al Pueblo de Dios por escándalo de abusos sexuales
Redacción ACI Prensa
Crédito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
Este es el texto completo de la Carta que el Papa Francisco dirige a los católicos del mundo tras el informe de Pensilvania que detalla abusos cometidos por sacerdotes en los últimos 70 años.
Carta del Santo Padre Francisco al Pueblo de Dios
«Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26). Estas palabras de san Pablo resuenan con fuerza en mi corazón al constatar una vez más el sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas. Un crimen que genera hondas heridas de dolor e impotencia; en primer lugar, en las víctimas, pero también en sus familiares y en toda la comunidad, sean creyentes o no creyentes. Mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse. El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad.
1. Si un miembro sufre
En los últimos días se dio a conocer un informe donde se detalla lo vivido por al menos mil sobrevivientes, víctimas del abuso sexual, de poder y de conciencia en manos de sacerdotes durante aproximadamente setenta años. Si bien se pueda decir que la mayoría de los casos corresponden al pasado, sin embargo, con el correr del tiempo hemos conocido el dolor de muchas de las víctimas y constatamos que las heridas nunca desaparecen y nos obligan a condenar con fuerza estas atrocidades, así como a unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte; las heridas “nunca prescriben”. El dolor de estas víctimas es un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado. Pero su grito fue más fuerte que todas las medidas que lo intentaron silenciar o, incluso, que pretendieron resolverlo con decisiones que aumentaron la gravedad cayendo en la complicidad. Clamor que el Señor escuchó demostrándonos, una vez más, de qué parte quiere estar. El cántico de María no se equivoca y sigue susurrándose a lo largo de la historia porque el Señor se acuerda de la promesa que hizo a nuestros padres: «Dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos» (Lc 1,51-53), y sentimos vergüenza cuando constatamos que nuestro estilo de vida ha desmentido y desmiente lo que recitamos con nuestra voz.
Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños. Hago mías las palabras del entonces cardenal Ratzinger cuando, en el Via Crucis escrito para el Viernes Santo del 2005, se unió al grito de dolor de tantas víctimas y, clamando, decía: «¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! [...] La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf. Mt 8,25)» (Novena Estación).
2. Todos sufren con él
La magnitud y gravedad de los acontecimientos exige asumir este hecho de manera global y comunitaria. Si bien es importante y necesario en todo camino de conversión tomar conocimiento de lo sucedido, esto en sí mismo no basta. Hoy nos vemos desafiados como Pueblo de Dios a asumir el dolor de nuestros hermanos vulnerados en su carne y en su espíritu. Si en el pasado la omisión pudo convertirse en una forma de respuesta, hoy queremos que la solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierta en nuestro modo de hacer la historia presente y futura, en un ámbito donde los conflictos, las tensiones y especialmente las víctimas de todo tipo de abuso puedan encontrar una mano tendida que las proteja y rescate de su dolor (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 228). Tal solidaridad nos exige, a su vez, denunciar todo aquello que ponga en peligro la integridad de cualquier persona. Solidaridad que reclama luchar contra todo tipo de corrupción, especialmente la espiritual, «porque se trata de una ceguera cómoda y autosuficiente donde todo termina pareciendo lícito: el engaño, la calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de autorreferencialidad, ya que “el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz (2 Co 11,14)”» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 165). La llamada de san Pablo a sufrir con el que sufre es el mejor antídoto contra cualquier intento de seguir reproduciendo entre nosotros las palabras de Caín: «¿Soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9).
Soy consciente del esfuerzo y del trabajo que se realiza en distintas partes del mundo para garantizar y generar las mediaciones necesarias que den seguridad y protejan la integridad de niños y de adultos en estado de vulnerabilidad, así como de la implementación de la “tolerancia cero” y de los modos de rendir cuentas por parte de todos aquellos que realicen o encubran estos delitos. Nos hemos demorado en aplicar estas acciones y sanciones tan necesarias, pero confío en que ayudarán a garantizar una mayor cultura del cuidado en el presente y en el futuro.
Conjuntamente con esos esfuerzos, es necesario que cada uno de los bautizados se sienta involucrado en la transformación eclesial y social que tanto necesitamos. Tal transformación exige la conversión personal y comunitaria, y nos lleva a mirar en la misma dirección que el Señor mira. Así le gustaba decir a san Juan Pablo II: «Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse» (Carta ap. Novo millennio ineunte, 49). Aprender a mirar donde el Señor mira, a estar donde el Señor quiere que estemos, a convertir el corazón ante su presencia. Para esto ayudará la oración y la penitencia. Invito a todo el santo Pueblo fiel de Dios al ejercicio penitencial de la oración y el ayuno siguiendo el mandato del Señor,[1] que despierte nuestra conciencia, nuestra solidaridad y compromiso con una cultura del cuidado y el “nunca más” a todo tipo y forma de abuso.
Es imposible imaginar una conversión del accionar eclesial sin la participación activa de todos los integrantes del Pueblo de Dios. Es más, cada vez que hemos intentado suplantar, acallar, ignorar, reducir a pequeñas élites al Pueblo de Dios construimos comunidades, planes, acentuaciones teológicas, espiritualidades y estructuras sin raíces, sin memoria, sin rostro, sin cuerpo, en definitiva, sin vida[2]. Esto se manifiesta con claridad en una manera anómala de entender la autoridad en la Iglesia —tan común en muchas comunidades en las que se han dado las conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia— como es el clericalismo, esa actitud que «no solo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente».[3] El clericalismo, favorecido sea por los propios sacerdotes como por los laicos, genera una escisión en el cuerpo eclesial que beneficia y ayuda a perpetuar muchos de los males que hoy denunciamos. Decir no al abuso, es decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo.
Siempre es bueno recordar que el Señor, «en la historia de la salvación, ha salvado a un pueblo. No existe identidad plena sin pertenencia a un pueblo. Nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana: Dios quiso entrar en una dinámica popular, en la dinámica de un pueblo» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 6). Por tanto, la única manera que tenemos para responder a este mal que viene cobrando tantas vidas es vivirlo como una tarea que nos involucra y compete a todos como Pueblo de Dios. Esta conciencia de sentirnos parte de un pueblo y de una historia común hará posible que reconozcamos nuestros pecados y errores del pasado con una apertura penitencial capaz de dejarse renovar desde dentro. Todo lo que se realice para erradicar la cultura del abuso de nuestras comunidades, sin una participación activa de todos los miembros de la Iglesia, no logrará generar las dinámicas necesarias para una sana y realista transformación. La dimensión penitencial de ayuno y oración nos ayudará como Pueblo de Dios a ponernos delante del Señor y de nuestros hermanos heridos, como pecadores que imploran el perdón y la gracia de la vergüenza y la conversión, y así elaborar acciones que generen dinamismos en sintonía con el Evangelio. Porque «cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 11).
Es imprescindible que como Iglesia podamos reconocer y condenar con dolor y vergüenza las atrocidades cometidas por personas consagradas, clérigos e incluso por todos aquellos que tenían la misión de velar y cuidar a los más vulnerables. Pidamos perdón por los pecados propios y ajenos. La conciencia de pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas generadas en el pasado y nos permite abrirnos y comprometernos más con el presente en un camino de renovada conversión.
Asimismo, la penitencia y la oración nos ayudará a sensibilizar nuestros ojos y nuestro corazón ante el sufrimiento ajeno y a vencer el afán de dominio y posesión que muchas veces se vuelve raíz de estos males. Que el ayuno y la oración despierten nuestros oídos ante el dolor silenciado en niños, jóvenes y minusválidos. Ayuno que nos dé hambre y sed de justicia e impulse a caminar en la verdad apoyando todas las mediaciones judiciales que sean necesarias. Un ayuno que nos sacuda y nos lleve a comprometernos desde la verdad y la caridad con todos los hombres de buena voluntad y con la sociedad en general para luchar contra cualquier tipo de abuso sexual, de poder y de conciencia.
De esta forma podremos transparentar la vocación a la que hemos sido llamados de ser «signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 1).
«Si un miembro sufre, todos sufren con él», nos decía san Pablo. Por medio de la actitud orante y penitencial podremos entrar en sintonía personal y comunitaria con esta exhortación para que crezca entre nosotros el don de la compasión, de la justicia, de la prevención y reparación. María supo estar al pie de la cruz de su Hijo. No lo hizo de cualquier manera, sino que estuvo firmemente de pie y a su lado. Con esta postura manifiesta su modo de estar en la vida. Cuando experimentamos la desolación que nos produce estas llagas eclesiales, con María nos hará bien «instar más en la oración» (S. Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, 319), buscando crecer más en amor y fidelidad a la Iglesia. Ella, la primera discípula, nos enseña a todos los discípulos cómo hemos de detenernos ante el sufrimiento del inocente, sin evasiones ni pusilanimidad. Mirar a María es aprender a descubrir dónde y cómo tiene que estar el discípulo de Cristo.
Que el Espíritu Santo nos dé la gracia de la conversión y la unción interior para poder expresar, ante estos crímenes de abuso, nuestra compunción y nuestra decisión de luchar con valentía.
Vaticano, 20 de agosto de 2018
Francisco
[1] «Esta clase de demonios solo se expulsa con la oración y el ayuno» (Mt 17,21).
[2] Cf. Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Chile (31 mayo 2018).
[3] Carta al Cardenal Marc Ouellet, Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina (19 marzo 2016).
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 20 AGOSTO
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
20 agosto
Entre otras enseñanzas que Jesús nos da en muchos de sus milagros que realizó, debemos reflexionar en la modestia de Jesús.
Sabe él que lo que acaba de hacer es algo maravilloso y digno de toda alabanza y gratitud; sin embargo, les ordena a sus espectadores que no divulguen lo que acaban de presenciar.
Aprenden esta hermosa lección de modestia que te da Jesús. Haz el bien con la única mira de agradar a Dios, contento con que te vea el Padre celestial, convencido como debes estar de que todo lo bueno que en ti pueda haber, todo eso viene de Dios, puesto que todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos (Sant 1,17) y sin cuya ayuda nada hubiéramos podido hacer. Separados de mí nada pueden hacer (Jn 15,15).
P. Alfonso Milagro
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 19 AGOSTO
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
19 agosto
En el colmo de la admiración decían: todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
Así se dijo del Maestro y así debe poder decirse del discípulo, que eres tú: "Todo lo ha hecho bien."
Hacer bien todo, no solamente las cosas más importantes de la vida, sino también las cosas más sencillas; la perfección es el resultado de todas esas cosas sencillas y humildes que realizamos cada día; esas cosas son las que debemos "hacer bien", a imitación de Jesús.
P. Alfonso Milagro
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 18 AGOSTO
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
18 agosto
Cuando lo externo no responde a un verdadero espíritu interno, lo externo no tiene sentido, pero cuando lo externo es una manifestación exigida por la vitalidad de lo interno, entonces lo externo con sus manifestaciones visibles es algo hermoso y digno, porque es algo vital.
Es el corazón el que tiene que estar siempre en comunión con Jesús, el corazón con su adhesión y su afecto, el corazón con su entrega y su generosidad, el corazón con la sinceridad y la hondura de su amor.
P. Alfonso Milagro
EL EVANGELIO DE HOY LUNES 20 AGOSTO 2018
Lecturas de hoy Lunes de la 20ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, lunes, 20 de agosto de 2018
Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (24,15-24):
Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, voy a arrebatarte repentinamente el encanto de tus ojos; no llores ni hagas duelo ni derrames lágrimas; aflígete en silencio como un muerto, sin hacer duelo; líate el turbante y cálzate las sandalias; no te emboces la cara ni comas el pan del duelo.»
Por la mañana, yo hablaba a la gente; por la tarde, se murió mi mujer; y, a la mañana siguiente, hice lo que se me había mandado.
Entonces me dijo la gente: «¿Quieres explicarnos qué nos anuncia lo que estás haciendo?»
Les respondí: «Me vino esta palabra del Señor: "Dile a la casa de Israel: 'Así dice el Señor: Mira, voy a profanar mi santuario, vuestro soberbio baluarte, el encanto de vuestros ojos, el tesoro de vuestras almas. Los hijos e hijas que dejasteis caerán a espada. Entonces haréis lo que yo he hecho: no os embozaréis la cara ni comeréis el pan del duelo; seguiréis con el turbante en la cabeza y las sandalias en los pies, no lloraréis ni haréis luto; os consumiréis por vuestra culpa y os lamentaréis unos con otros. Ezequiel os servirá de señal: haréis lo mismo que él ha hecho. Y, cuando suceda, sabréis que yo soy el Señor.»
Palabra de Dios
Salmo
Dt 32,18-19.20.21
R/. Despreciaste a la Roca que te engendró
Despreciaste a la Roca que te engendró,
y olvidaste al Dios que te dio a luz.
Lo vio el Señor, e irritado
rechazó a sus hijos e hijas. R/.
Pensando: «Les esconderé mi rostro
y veré en qué acaban,
porque son una generación depravada,
unos hijos desleales.» R/.
«Ellos me han dado celos con un dios ilusorio,
me han irritado con ídolos vacíos;
pues yo les daré celos con un pueblo, ilusorio
los irritaré con una nación fatua.» R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,16-22):
En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó: «Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?»
Jesús le contestó: «¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.»
Él le preguntó: «¿Cuáles?»
Jesús le contestó: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo.»
El muchacho le dijo: «Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?»
Jesús le contestó: «Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo– y luego vente conmigo.»
Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy lunes, 20 de agosto de 2018
CR
Queridos hermanos:
Nunca imaginó que iba a hacerse tan famoso. Solemos llamarle “el joven rico”. Con esas palabras ha pasado a la historia de la literatura, del arte, de la reflexión sobre la fe. Generación tras generación miles de cristianos nos hemos confrontado con su experiencia. Algunos han dado respuestas magistrales; todos estamos en deuda con ellos.
El relato de Mateo constata que él, que había ido expresamente a encontrarse con Jesús, “se fue triste” y asocia esa tristeza a una razón: “porque era muy rico”. Pero es probable que esa no fuera la única (y tampoco la principal) causa de su entristecerse sino el hecho de que Jesús le invite tan claramente a compartir: “anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres”.
Cabe también -permitan que especule- que le entristeciera la impresión de que Jesús le proponía algo imposible. ¿Se quedó a escucharle un poco más o se marchó? ¡Ojalá se hubiera quedado! Al momento -lo escucharemos en la celebración de mañana- Jesús recordó que para Dios nada hay imposible (Mt 19, 26; Lc 1, 37). Con demasiada frecuencia nos empeñamos en poner difícil al Señor que haga las cosas a su manera. No acabamos de creer que su Espíritu es capaz de actuar y que nada se le resiste. Lo que Jesús proponía al joven rico es duro, pero no imposible. Nunca han faltado (hoy tampoco) discípulos y discípulas del Señor que lo demuestran.
domingo, 19 de agosto de 2018
PAPA FRANCISCO: AL COMULGAR SE RECIBE LA VIDA MISMA DEL SEÑOR
Al comulgar se recibe la vida misma del Señor, recuerda el Papa Francisco en el Ángelus
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
El Papa Francisco subrayó, durante el rezo del Ángelus este domingo 19 de agosto, la centralidad de la Eucaristía en la vida del cristiano, y recordó que al comulgar se recibe a Cristo mismo: “Cuando acudimos a la comunión recibimos la vida misma del Señor, y para recibir esta vida es necesario nutrirse del Evangelio y del amor de los hermanos”.
Durante sus reflexiones previas al rezo, el Santo Padre meditó sobre el fragmento evangélico de este domingo, centrado en la segunda parte del discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm.
En su discurso, Jesús “se presenta como ‘el pan vivo bajado del cielo’, el pan que da la vida eterna, y añade: ‘El pan que yo os daré es mi carne por la vida del mundo’”.
“Este pasaje es decisivo –aseguró Francisco– y, de hecho, provoca la reacción de quienes le escuchan, que se ponen a discutir entre ellos: ‘¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?’”.
El Pontífice mostró cómo “cuando el signo del pan compartido muestra su verdadero significado, esto es, la entrega de sí mismo hasta el sacrificio, emerge la incomprensión, emerge el rechazo a Aquel a quien poco antes querían llevar de forma triunfal”.
A pesar de estas murmuraciones, “Jesús continúa: ‘Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros’. Aquí, junto con la carne, presenta también la sangre. Carne y sangre, en el lenguaje bíblico, expresan la humanidad concreta”.
“La gente y los mismos discípulos, intuyen que Jesús les invita a entrar en comunión con Él, a ‘comerle’ a Él, su humanidad, para compartir con Él el don de la vida para el mundo, más que triunfos espejismos de éxito”.
El Papa subrayó que “este pan de vida, Sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, llega a nosotros entregado de forma gratuita en la mesa de la Eucaristía. En torno al altar encontramos aquello que nos alimenta y que nos anima espiritualmente hoy y para la eternidad”.
Recordó que “cada vez que participamos en la Santa Misa, en cierto sentido, anticipamos el cielo sobre la tierra, porque del alimento eucarístico, el Cuerpo y la Sangre de Jesús, aprendemos cómo es la vida eterna, a vivir para el Señor”.
“La Eucaristía nos muestra por qué no vivimos sólo para nosotros mismos, sino para el Señor y para los hermanos. La felicidad y la eternidad de la vida dependen de nuestra capacidad de hacer fecundo el amor evangélico que recibimos en la Eucaristía”.
Además, insistió en que “Jesús nos repite también hoy a cada uno de nosotros: ‘Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros’. No se trata de una comida material, sino de un pan vivo y vivificante, que comunica la misma vida de Dios”.
Francisco explicó que la incomprensión de los oyentes ante estas palabras de Jesús también puede darse en la actualidad: “Ante la invitación de Jesús a nutrirnos de su Cuerpo y de su Sangre podemos advertir la necesidad de discutir y de resistir, como hacían los oyentes de los que habla el Evangelio de hoy”.
“Esto sucede cuando nos resistimos a modelar nuestra existencia a partir de la de Jesús, a actuar según sus criterios y no según los criterios del mundo. Pero Él no se cansa nunca de invitarnos a su banquete para saciarnos de Él, ‘pan vivo bajado del cielo’”.
Sin embargo, concluyó afirmando que “nutriéndonos de ese alimento podemos entrar en plena sintonía con Cristo, con sus sentimientos, con sus comportamientos”.
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 19 AGOSTO 2018
Lecturas de hoy Domingo 20º del Tiempo Ordinario - Ciclo B
Hoy, domingo, 19 de agosto de 2018
Primera lectura
Lectura del libro de los Proverbios (9,1-6):
La Sabiduría se ha construido su casa plantando siete columnas, ha preparado el banquete, mezclado el vino y puesto la mesa; ha despachado a sus criados para que lo anuncien en los puntos que dominan la ciudad: «Los inexpertos que vengan aquí, quiero hablar a los faltos de juicio: "Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia."»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 33,2-3.10-11.12-13.14-15
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R/.
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor.
¿Hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad? R/.
Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (5,15-20):
Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos. Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere. No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu. Recitad, alternando, salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor. Dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Palabra de Dios
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,51-58):
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron;,el que come este pan vivirá para siempre.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy domingo, 19 de agosto de 2018
Fernando Torres cmf
Compartir la vida con Cristo
Durante la época de las persecuciones contra los cristianos en los primeros siglos de nuestra era, se acusó a los cristianos de comer carne humana. Se les acusó de ser antropófagos. Era, como es obvio, un malentendido en torno a la Eucaristía. También los judíos que aparecen en el Evangelio de hoy no entienden a Jesús cuando les dice que “si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros”.
¿Qué significa “comer la carne” y “beber la sangre”? Carne y sangre no son sólo para los judíos realidades físicas. Son también el lugar de la presencia de la vida. Comer la carne y beber la sangre significa participar en la misma vida. Habla de una unión profunda entre las personas. Por eso, cuando en el Génesis Adán ve a Eva recién creada por Dios, dice que es “carne de mi carne” (Gn 2,23). Y de alguien que es muy cercano a nosotros, de nuestra familia, decimos que es “de nuestra sangre”.
El Evangelio de hoy nos habla de la relación que hay entre la vida sacramental, especialmente la Eucaristía y la vida del cristiano. Participar en la Eucaristía es realmente recibir el pan que da la verdadera vida, pero también es comulgar con el cuerpo y la sangre de Cristo. Por la participación en el sacramento quedamos íntimamente unidos a Cristo. Habitamos en él y él en nosotros. Somos “sangre de su sangre” y “carne de su carne”. Pero comulgar con él nos lleva a un especial compromiso, a vivir de acuerdo a un determinado estilo: como Jesús. El Evangelio se convierte en nuestra norma de vida. Al salir de la Eucaristía nos hemos transformado para vivir la misma vida de Jesús.
Participar en la Misa es, pues, un modo de comprometernos públicamente a vivir al estilo de Jesús. En cada Eucaristía, Jesús nos repite la misma pregunta que les hizo a los Zebedeos: “¿Sois capaces de tomar la copa que yo he de beber?” (Mt 20,22). Recibir la vida en la comunión de la carne y de la sangre, del pan y del vino, en la Misa significa vivir de una forma diferente, de acuerdo con el Evangelio, nuestra vida de familia, nuestra relación con los amigos, en nuestro trabajo, como ciudadanos. La Eucaristía se convierte en lugar de vida y la vida, nuestra vida, se convierte en lugar donde vivir lo que hemos recibido en la Eucaristía. Nuestro estilo de vida certifica si realmente hemos participado en la Misa, si nos hemos hecho “sangre de su sangre”.
Para la reflexión
Participar en la misa dominical no es sólo llegar a tiempo, participar en los cantos y saludar a los amigos. Es escuchar la Palabra y comprometernos con Jesús, comulgando con él. ¿Cómo me preparo para participar mejor cada domingo? ¿Leo y medito antes o después de Misa las lecturas? ¿Lo hago con mi familia? ¿Me esfuerzo porque mi vida cambie en algo después de cada Misa?
viernes, 17 de agosto de 2018
HIJOS, HE AQUÍ A SU MADRE
¡Hijos, he aquí a su Madre!
Padre Fintan Kelly, L.C.
María tiene la misión de darnos a Cristo. Debemos mostrar nuestro aprecio y amor hacia ella imitándola en sus virtudes.
1. “Jamás hizo esto con otra nación”. Todavía están descubriendo muchos detalles desconocidos en el cuadro de Nuestra Señora de Guadalupe, como por ejemplo, las figuras que están registradas en los ojos de la Virgen. Pero por encima de todas esas maravillas, hay otra todavía mayor: el hecho de que Dios escogió a México para revelar la imagen de su Madre.
Es un amor de predilección. Nos hace pensar en aquel episodio del Calvario cuando Cristo crucificado dijo a su Madre: “¡Mujer, he aquí a tu hijo!”, señalando a san Juan Evangelista, el discípulo fiel que estaba ahí. Al revelar la imagen de su Madre, Dios dice a todos los mexicanos: “¡He aquí a tu Madre!”.
2. La Virgen de Guadalupe quiere que los mexicanos la visiten. Para ese fin pidió que se hiciera la Basílica y nos dejó su cuadro. Ella quiso estar con nosotros de una manera más concreta, más palpable y más cercana. Es bueno tener una imagen de nuestra Madre del cielo en nuestra casa. Nos ayuda a pensar en ella y a dirigirnos a ella con más fervor.
3. La Virgen de Guadalupe está encinta y camina en nuestra dirección. Ella viene hacia nosotros trayendo a su Hijo Jesucristo. En los íconos de los primeros siglos de la Iglesia, pintaban a María sentada con el Niño sobre su regazo. Simbolizaba su misión: dar a Cristo al mundo.
Tengamos fe en esta misión divina de María y no nos dejemos engañar por tantos sectarios que quieren dejarnos huérfanos de Madre. Debemos amar a nuestra Madre celestial.
Toda la información que quieras conocer sobre la Patrona de las Américas, puedes encontrarla en la página oficial de Nuestra Señora de Guadalupe, "sitio dedicado a los millones de habitantes de la tierra que Ella visitará, los hombres, mujeres y niños que cada año visitan su Basílica y son vistos aproximándose a su Imagen con la mayor devoción, muchos de ellos vistiendo humildes ropas como las que vistiera Juan Diego y caminando sobre sus rodillas. La mayoría quizás nunca verá esta página, pero estarán siempre en-línea con ella a través de la más firme de las conexiones: Amor".
¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?
Carta Pastoral de Mons. Norberto Rivera Carrera, Arzobispo de México y custodio oficial de la imagen de Guadalupe.
Fuente: autorescatolicos.org
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