viernes, 15 de abril de 2016

ESTAMPAS CON ORACIONES AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS










CUANDO EL DOCTOR PERDIÓ EL CONTROL



Cuando el doctor perdió el control




Me atrajo desde el primer momento. Con sus cinco años, Paúl era un niño inquieto, de amplia sonrisa, confiado e inocente. Había nacido con una transposición de las grandes arterias y, poco tiempo después de su nacimiento, tuvo que ser sometido a un procedimiento de cirugía reparadora. Durante años no se presentaron problemas hasta que, de pronto, tuvo episodios en los que sentía un fuerte latido en el pecho y luego perdía el conocimiento. Los episodios empezaron a ser más frecuentes y su duración, mayor. A través de resultados de estudios con holter y electrofisiológicos, encontramos que tenía arritmia y una enfermedad del nódulo sinusal. Le colocamos un marcapasos y empezamos a administrarle un tratamiento farmacológico. Los episodios no se volvieron a presentar.

Pronto, el pequeño Paul se convirtió en mi paciente favorito. Esperaba con ganas sus visitas, y cuando venía me abrazaba con entusiasmo y me besaba en la mejilla. Me traía los dibujos que había hecho y yo le regalaba una lapicera o una taza de publicidad de algún producto. “¿Y?, ¿cómo anda mi amiguito?”, solía preguntarle cuando entraba como un torbellino a la clínica. “¿Y?, ¿cómo anda mi amigote?”, me contestaba arrojándose en mis brazos.

Una mañana, cuando Paul tenía 7 años, recibí una llamada urgente a la sala de emergencias. Paul había sufrido un desmayo en la escuela y un equipo de paramédicos lo estaba trasladando al sanatorio. Tenía un paro cardíaco total; yo estaba allí cuando ingresó.

El equipo coordinado, conmigo al frente, trabajó como una máquina bien aceitada. Todo funcionó como un mecanismo de relojería, pero Paul no volvía en sí. A medida que pasaba el tiempo empecé a sentir un creciente sentimiento de desesperación que, poco después, pasó a ser una sensación de pánico. Indiqué que se le administrara magnesio. Mientras continuaba la resucitación cardiopulmonar, ya había pasado una hora y perdí el control sobre mis pensamientos. “Por favor, él no. No elijas a Paul.” Empecé a gritar mentalmente: “¡Paul, no te mueras!”

De pronto, sin llegar a darme cuenta, se me llenaron los ojos de lágrimas y rompí a gritar: “¡Paul, no te mueras! ¡Ay, por favor, no te mueras!”. El equipo quedó impactado por mi estallido, y uno de mis colegas apoyó su mano en mi hombro diciendo: “Creo que va a ser mejor que siga yo”. Pero no había terminado de hablar cuando alguien gritó: “¡Se puede sentir un ritmo!”. Nuestras miradas fueron hacia el monitor. Lentamente al principio, luego con una frecuencia cada vez mayor, comenzaron a aparecer marcas en el sistema de resonancia Quantum. “¡Tenemos un pulso!”, gritó uno de los residentes. “¡Tengo la presión!”, exclamó otro. En pocos instantes, los signos vitales se habían estabilizado. Después, durante un tiempo que me pareció una eternidad, nadie habló; me observaron mirar fijamente a Paul, y después se quedaron mirándome a mí.

Paul empezó a moverse y a tener arcadas a causa del tubo endotraqueal. Abrió sus ojos, giró la cabeza y me miró directamente. La jefa de enfermería quedó boquiabierta; la tablilla portapapeles se le resbaló de las manos. El residente que había podido sentir el pulso por primera vez, un joven árabe, estaba pálido y murmuró: “Allahu Akbar” (Dios es grande); mientras mi colega susurraba: “Dios mío, Dios mío…”. Tomé la mano de Paul, me incliné para besar su frente, le acaricié el cabello con la mano, y lloré.

Al otro día, después de la visita del equipo coordinado, hablé con Paul. Todavía estaba mareado, pero me abrazó con fuerza. Le pregunté si podía recordar algo de lo que había sucedido. Por un momento quedó sentado inmóvil, juntando sus pensamientos. “Estaba oscuro y yo flotaba, como si estuviera bajo agua o algo así, y quería moverme, pero no sabía hacia dónde.” Se detuvo un momento. “Después, escuché a alguien que me llamaba por mi nombre, y entonces empecé a moverme hacia quien me llamaba. Me sentía cada vez más liviano.” Sus ojos de niño me miraban fijo. “¿Verdad que eras tú quien me estaba llamando?”, “Sí, Paul”, le contesté, “era yo”. “¿Verdad que seguimos siendo amigos?”, “Sí“, le dije mientras lo abrazaba con fuerza, “¡seguimos siendo amigos!”.

Esto sucedió hace mucho tiempo. La mayoría de quienes estuvieron allí ese día han ido avanzando a otros puestos o se han mudado a otros lugares. Pero Paul y yo seguimos estando aquí, y seguimos siendo amigos. Él ha madurado con la plenitud y la energía de la juventud mientras que las líneas de mi rostro se han vuelto más profundas y mi cabello está cada vez más canoso.

La última vez que lo vi en la clínica hablamos de automóviles, universidades y carreras. Con orgullo me anunció que iba a elegir un programa pre médico. “¿Cómo llegaste a elegir esta carrera?”, le pregunté. “Ah”, me contestó, “simplemente digamos que fue por un llamado”. Y nos empezamos a reír...


Dr Blair P. Grubb
Universidad de medicina de Ohio

SAN DAMIÁN DE MOLOKAI, APÓSTOL DE LOS LEPROSOS, 15 DE ABRIL



Hoy se celebra a San Damián de Molokai, el apóstol de los leprosos
Por Abel Camasca


 (ACI).- “Ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por Cristo”, solía decir San Damián de Molokai, quien contrajo lepra al servir como misionero a los pacientes con esta enfermedad en una de las islas Hawai (Estados Unidos). Su fiesta se celebra cada 15 de abril.

San Damián nació un 3 de enero de 1840 en Bélgica, ingresó a la vida religiosa con los Padres de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Fue enviado como misionero a Hawai (Estados Unidos) y el 24 de mayo de 1864 fue ordenado sacerdote en Honolulu, la capital.

Ayudaba incesantemente a los pobladores del lugar y trabajó con sus propias manos para que se construya una Iglesia, ganándose la estima de la gente.

Por ese entonces se desató una terrible epidemia de lepra. Los enfermos eran apartados de la comunidad y abandonados a su suerte en una colonia especial. El P. Damián pidió ir a ayudarlos y desembarcó con varios leprosos en Molokai.

En ese lugar había mucha violencia y muchos vivían sin esperanza y paz. Escuchaba la burla de los borrachos, las lamentaciones de los moribundos y los aullidos de los perros que se comían a los muertos.

Poco a poco el Santo fue transformando el lugar, construyó una iglesia en honor a Santa Filomena, hospital, enfermería, escuela, viviendas, etc. En 1885 contrajo la enfermedad de lepra con tan sólo 49 años y rechazó ser trasladado para recibir tratamiento.

"Hasta este momento me siento feliz y contento, y si me dieran a escoger la posibilidad de salir de aquí curado, respondería sin dudarlo: ‘Me quedo para toda la vida con mis leprosos’”, decía.

El Santo con sus dolores continuó con la obra evangelizadora en medio de ese pueblo sufriente. Antes de morir vio llegar al P. Wendelin y a las hermanas franciscanas que se encargaron de la enfermería. Entre ellas estaba la Beata Madre Marianna Cope que sirvió más de 30 años a los leprosos.

Partió a la Casa del Padre el 15 de abril de 1889. Una estatua de bronce del santo se encuentra en el Capitolio de Estados Unidos en representación al estado de Hawai.

ESTA ES LA HORA



 Esta es la hora


El final de una jornada es con frecuencia apropiado para una provechosa reflexión. Te ofrezco hoy un buen soneto que puede ayudarte a llenar esta hora con nobles y rectos pensamientos que darán solidez a tu vida.

Ésta es la hora para el buen amigo, llena de intimidad y confidencia, y en la que, al examinar nuestra conciencia
igual que siente el rey, siente el mendigo.

Hora en que el corazón encuentra abrigo
para lograr alivio a su dolencia
y, al evocar la edad de la inocencia,
logra en el llanto bálsamo y castigo.

Hora en que arrullas, Cristo, nuestra vida
con tu amor y caricia inmensamente
y que a humildad y a llanto nos convida.

Hora en que un ángel roza nuestra frente
y en que el alma, como cierva herida,
sacia su sed en la escondida fuente.

Fíjate cómo la palabra “hora” inicia cada una de las estrofas del poema. Es la que da unidad al conjunto, enriquecido con las diversas vivencias que sugiere el anochecer. ¿Qué mensaje te dice a ti? ¿Sabes elevarte sobre las insignificancias y banalidades de la rutina diaria a sentimientos nobles y virtuosos?


Enviado por el P. Natalio









PERDONAR NO ES OLVIDAR, ES RECORDAR EN PAZ


Perdonar no es olvidar, es recordar en paz
Y es que el rencor mata, corroe, esclaviza, asfixia. No hay nada mejor en el mundo que perdonar.


Por: Juan Rafael Pacheco | Fuente: Catholic.net 




Es que el rencor mata, corroe, esclaviza, asfixia.

No hay nada mejor en el mundo que perdonar. Lo repito, nada hay mejor que perdonar. Y si no, hagan la prueba. No se lleven que yo lo dije, no. Hagan la prueba.

¡Haz la prueba! Decídete y perdona al que te ofendió o te causó algún daño. Si crees que el otro piensa que fuiste tú quien tuvo la culpa, pues igual, simple y llanamente pídele perdón, y asunto arreglado. Total, lo importante es lograr la paz, la convivencia, el poder saludar y sonreír y conversar con quien hasta hace poco le volteabas la cara, o le gruñías, o le deseabas el mal, o lo ignorabas, y arriba de eso afirmabas que no, que tú no habías dejado de quererlo, pero que no querías tener nada que ver con esa persona.

El problema es ese. Que lo que dice el Señor es muy distinto. "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Difícilmente tu propia persona te sea indiferente.

A los que tengan algún tipo de rencilla, les ruego encarecidamente dediquen unos minutos y presten atención a lo que les voy a contar. Léanlo también los que como yo estamos en paz con el mundo, para la gloria de Dios, que les será útil para llevar este mensaje a los peleones.
Jesús relata la historia de aquel rey que perdona una gran deuda a uno de sus servidores, y al salir del palacio, éste se encuentra a un compañero que le debía unos centavos, y lo hace meter preso hasta que le pague. Al enterarse el rey, le recriminó su injusticia enviándolo a la cárcel. Concluye Jesús diciendo que “lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”.

Entonces, te pregunto: De todas esas barbaridades que has cometido en tu vida, ¿recuerdas tan sólo una que Dios no te haya perdonado? ¿No? Y entonces, ¿quién eres tú para negarle tu perdón a alguien que mucho o poco te haya molestado, ofendido, irritado, perjudicado o llámese como sea lo que te haya hecho esa otra persona, y mucho peor si es un hermano?
No, mi querido amigo, no vale la pena vivir así. No hay tranquilidad. A mi me pasaba igual. Recuerdo una situación por la que viví, y a sabiendas de que a esa persona me la encontraba los domingos en misa, tenía la respuesta lista por si acaso se atrevía a saludarme: “¡Vade retro Satanás! ¡Retírate Satanás!” ¡Y eso se lo pensaba decir en plena iglesia!


Hoy, sin embargo, vivo tranquilo. A esa persona--¡y a tantas otras!--no tan sólo la perdoné, sino que le pedí perdón, porque estando ya en los caminos del Señor, me cuestioné seriamente si no habría sido yo quien la había ofendido. ¡Que bien se siente uno! Quise visitarla, y darle un abrazo, pero no quiso. Que pena. Siempre está presente en mis oraciones.
El perdón no borra lo sucedido. Lo hecho, hecho queda, y a menos que caigamos en Alzheimer, difícil es olvidar nuestra historia de vida. Pero qué distinto es recordar esos incidentes en paz. Ahí radica la gran diferencia. Perdonar no es olvidar, es recordar en paz.
Bendiciones y paz.

BUENOS DÍAS!!


jueves, 14 de abril de 2016

EL EVANGELIO DE HOY: JUEVES 14 DE ABRIL DEL 2016


Si comes de este pan, vivirás para siempre
Pascua


Juan 6, 44-51. Pascua. Jesús mismo es este alimento de nuestra alma, del hombre interior, que necesitamos, porque también el alma debe alimentarse. 


Por: Juan José Hernández | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Juan 6, 44-51
«Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».

Oración introductoria
Dios mío, Tú te entregas a mí en el don de la Eucaristía. Ayúdame a profundizar en la experiencia de tu amor misericordioso para crecer en la nueva vida que tu Hijo nos trajo.

Petición
Señor, permíteme acercarme a la comunión con gran amor.

Meditación del Papa Francisco
Es necesario tener siempre presente que la Eucaristía no es algo que hacemos nosotros; no es una conmemoración nuestra de aquello que Jesús ha dicho o hecho. No. ¡Es precisamente una acción de Cristo! Es Cristo que actúa ahí, que está sobre el altar.
Y Cristo es el Señor. Es un don de Cristo, el cual se hace presente y nos reúne en torno a sí, para nutrirnos de su Palabra y de su vida. Esto significa que la misión y la identidad misma de la Iglesia surgen de allí, de la Eucaristía, y allí toman siempre forma. Una celebración puede resultar también impecable desde el punto de vista exterior. ¡Bellísima! Pero si no nos conduce al encuentro con Jesucristo, corre el riesgo de no traer ningún alimento a nuestro corazón y a nuestra vida.
A través de la Eucaristía, en cambio, Cristo quiere entrar en nuestra existencia y permearla de su gracia, para que en cada comunidad cristiana haya coherencia entre liturgia y vida. El corazón se llena de confianza y de esperanza pensando en las palabras de Jesús recogidas en el evangelio: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”. Vivamos la Eucaristía con espíritu de fe, de oración, de perdón, de penitencia, de alegría comunitaria, de preocupación por los necesitados, y por las necesidades de tantos hermanos y hermanas, en la certeza de que el Señor realizará aquello que nos ha prometido: la vida eterna. ¡Así sea!» (S.S. Francisco, catequesis, 12 de febrero de 2014).
Encontrar y acoger en nosotros a Jesús, “pan de vida”, da significado y esperanza en el camino habitualmente tortuoso de la vida. Pero este 'pan de vida' nos ha sido dado con una tarea: para que podamos saciar al mismo tiempo el hambre espiritual y material de nuestros hermanos, anunciando el Evangelio por todas partes. Con el testimonio de nuestra actitud fraterna y solidaria hacia el prójimo, volvamos presente a Cristo y su amor en medio de los hombres. La Virgen Santa nos ayude en la búsqueda y en seguir a su hijo Jesús, el pan verdadero, el pan vivo que no se corrompe y dura en la vida eterna. (Homilía de S.S. Francisco, 2 de agosto de 2015).
Reflexión 
El pan de la vida que Jesús nos da es verdadero alimento. Así como el alimento corporal nos da fuerza para el trabajo externo, también este alimento nos da la fuerza para actuar según el Evangelio. Por medio de la Eucaristía, Jesús quiere que demos frutos en nuestra vida especialmente en nuestra vivencia de la caridad al prójimo.

Propósito
Buscar unirme al sacrificio de amor de Cristo por medio de algún acto de caridad concreto durante el día.

Diálogo con Cristo
Jesús tú me ofreces en el Pan de la Eucaristía el alimento fundamental para mi vida espiritual. Gracias por este don inmerecido. Quiere madurar en mi fe, crecer en mi esperanza y amor. Sé que esto lo puedo lograr fortaleciendo mi amistad contigo en este sacramento. Te quiero recibir con un amor sincero.


La eucaristía es el misterio de nuestra unión profunda con Cristo (Madre Teresa de Calcuta)

IMÁGENES DE JESÚS EUCARISTÍA










LA CEBOLLA


LA CEBOLLA





“Había una vez una vieja muy mala y murió. La mujer no había realizado en su vida ni una sola acción buena y la echaron en el lago de fuego. Pero el ángel de la guarda que estaba allí pensó: 

- “¿Qué buena acción podría recordar para decírselo a Dios?” Entonces recordó algo y se lo manifestó:
- Una vez arrancó de su huertecillo una cebolla y se la dio a un pobre.

Y Dios le respondió complacido: “Toma tú mismo esa cebolla y échasela al lago de forma que pueda agarrarse a ella. Si puedes lograr sacarla del fuego, irá al purgatorio y luego al paraíso, pero si la cebolla se rompe tendrá que quedarse donde está”.

El ángel corrió hasta donde estaba la mujer y le alargó la cebolla: 

- “Toma, mujer, agárrate fuerte, vamos a ver si te puedo sacar”.

Y comenzó a tirar con cuidado. Cuando ya casi la había sacado del todo, los demás pecadores que estaban en el lago de fuego se dieron cuenta y empezaron todos a agarrarse a ella para poder también salir de allí. Pero la mujer era mala, muy mala, y les daba patadas diciendo: 

- “Me van a sacar sólo a mí, no a vosotros: es mi cebolla, no la vuestra”.

Pero apenas había pronunciado estas palabras, cuando la cebolla se rompió en dos y la mujer volvió a caer en el lago de fuego. Allí arde hasta el día de hoy. El ángel se echó a llorar y se fue”. «No estamos destinados a salvarnos solos»

LAS BUENAS PERSONAS


LAS BUENAS PERSONAS



Las personas buenas saben madrugar con el sol, saludan con amor cada amanecer; están alegres, activas y optimistas; hablan poco y con sencillez; no hablan mal de nadie; elogian, estimulan y sirven sin interés, tienen para los demás un buen deseo; no hablan de sí mismos, saben perdonar, no maldicen, no mienten, no engañan, no exageran, ni tergiversan.

Las personas buenas procuran ser pacientes y humildes; hacen algo por la felicidad de otros, conceden la razón y no disputan; reconocen sus errores y sus limitaciones; no se creen sabios ni poderosos, ni mejores que los demás; no humillan, ni acusan, ni subestiman, ni censuran la moral ajena.

Las personas buenas son sinceras, leales y agradecidos; no revelan secretos ni propios ni ajenos; no ridiculizan, ni maltratan; saben mirar y sonreír como los niños; no ponen acechanzas ni subyugan, no gritan ni amenazan; saben usar sus manos solo para aliviar, enseñar y bendecir.

Las personas buenas tienen la capacidad de compartir su vida con los demás. Son gente honesta, tanto en las palabras como en los hechos; son sinceros y compasivos, y siempre se aseguran de que el amor forme parte de todas las cosas que hacen.

Las personas buenas tienen la capacidad de brindarse a los demás y ayudarlos frente a los cambios que enfrentan en la vida. No temen mostrarse vulnerables; creen en su singularidad y están orgullosos de ser lo que son.

Las personas buenas se permiten el placer de acercarse a los demás y preocuparse por su felicidad. Han llegado a comprender que es el amor lo que marca toda la diferencia en la vida.

Las personas buenas no dicen todo lo que saben; aprecian a los demás y cuanto hacen, no son avaros ni envidiosos; actúan con serenidad y con decoro; se adaptan a todo y a todos, no hacen chismes, saben callar y no se meten nunca en vidas ajenas; aman a su cónyuge y son fieles; en la prosperidad no se envanecen, y la desgracia no los abate, porque saben hacer la voluntad del Padre, cualquiera sea la idea o creencia que tengas de Él.


QUINCE MINUTOS EN COMPAÑÍA DE JESÚS SACRAMENTADO


QUINCE MINUTOS EN COMPAÑÍA DE JESÚS SACRAMENTADO



No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano. ¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas. Háblame así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado.

Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón ; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?

Y para ti, ¿no necesitas alguna gracia? Hazme, si quieres, una lista de tus necesidades, y ven, léela en mi presencia. Dime francamente que sientes -soberbia, amor a la sensualidad y al regalo; que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente... ; y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para quitar de ti tales miserias.

No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos justos, tantos Santos de primer orden, que tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad... ; y poco a poco se vieron libres de ellos.

Ni menos vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales: salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios; todo eso puedo darte, y lo doy, y deseo que me lo pidas en cuanto no se oponga, antes favorezca y ayude a tu santificación. Hoy por hoy, ¿qué necesitas? ¿qué puedo hacer por tu bien? ¡Si supieras los deseos que tengo de favorecerte !

¿Traes ahora mismo entre manos algún Proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿qué piensas? ¿qué deseas? ¿qué quieres que haga por tu hermano, por tu amigo, por tu superior? ¿qué desearías hacer por ellos?

¿Y por Mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho, y que viven quizás olvidados de Mí?

Dime qué cosa llama hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente, y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y yo te diré las causas del mal éxito. ¿No quisieras que me interesase algo en tu favor? Hijo mío, soy dueño de los corazones, y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, adonde me place.

¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿quién lastimó tu amor propio ? ¿quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas del tuyo. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de Mí todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora bendición.

¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.

¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora olvidadas se alejan de ti, sin que les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu lado, si no han de ser obstáculo a tu santificación.

¿Y no tienes tal vez alegría alguna que comunicarme? ¿Por qué no me haces partícipe de ella a fuer de buen amigo ?

Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho como sonreir tu corazón. Quizá has tenido agradables sorpresas, quizá has visto disipados negros recelos, quizá has recibido faustas noticias, alguna carta o muestra de cariño; has vencido alguna dificultad, o salido de algún lance apurado. Obra mía es todo esto, y yo te lo he proporcionado: ¿por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y decirme sencillamente, como un hijo a su padre: « ¡Gracias, Padre mío, gracias!»? El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le gusta verse correspondido.

¿Tampoco tienes Promesa alguna para hacerme? Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña fácilmente; a Dios, no. Háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión de pecado? ¿de privarte de aquel objeto que te dañó? ¿de no leer más aquel libro que exaltó tu imaginación? ¿de no tratar más aquella persona que turbó la paz de tu alma ?

¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra a quien, por haberte faltado, has mirado hasta hoy como enemiga?

Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio... ; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.

Recomendación: Lea todos los días los 15 minutos en compañía de Jesús Sacramentado

Y TÚ.. QUÉ HACES AHÍ MIRANDO AL CIELO?


Y tu... ¿Qué haces ahí mirando al cielo?
¿Qué más queremos oír? Vámonos dando un tiempo para meditar y anunciemos lo que hemos vivido con Cristo resucitado.


Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net 




Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir.  (Hechos de los Apóstoles 1, 11)

A estos hombres que veían como el Maestro, el amigo Jesús, el resucitado de entre los muertos, el que había pasado cuarenta días con ellos después de haberlo visto morir en la cruz un día viernes, hablando y comiendo con ellos...  se iba, como ya les había dicho, terminada su misión a volver con el Padre... pero también que un día volvería...

Acababan de recibir una llamada de atención. Ya no podían  "quedarse mirando al cielo

Había que dejar la contemplación, el estar ensimismados, absortos, pensativos y ponerse alertas, decididos, enérgicos, firmes, valientes e intrépidos. Así fue como comenzó todo.

¿No será eso mismo lo que Dios nos está pidiendo aquí y ahora, en este momento de nuestras vidas, con las circunstancias en que la vida nos ha colocado a cada quién ?


Quizá enfermos, quizá con una reciente pérdida, esa, que tanto nos duele, con  un serio problema económico que nos quita el sueño, o tal vez  porque somos muy jóvenes y tenemos ansias de conquistar el mundo o porque estamos cansados, decaídos, tristes, porque sentimos que los años ya nos pesan y tal vez porque estamos felices y tenemos la alegría de vivir...

 Cada quién con su momento diferente pero todos con la misma misión.

¡Hoy, en la oficina, en el taller, en el hogar, en la escuela, en la universidad, en el nuevo empleo, con los amigos, en las reuniones familiares o sociales, en tantos lugares donde la vida nos pone, podemos cumplir con esta misión que Jesús nos pidió al final de su paso por la tierra.

También nos habló del Espíritu Santo: "pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra".

Y vuelve a decir en el Evangelio:  Me ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolos a cumplir todo cuánto yo les he dicho; y sepan que YO ESTARÉ CON USTEDES TODOS LOS DÍAS, HASTA EL FIN DEL MUNDO  (Mt 28, 16-20)

Hay Sacramentos y ritos expresamente para los sacerdotes y religiosos pero la firmeza en la vocación  cristiana, la audacia en la confesión de la fe y la enseñanza del amor a Dios y el seguir los pasos de Aquel que nos vino a decir: Yo soy la Luz , yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” sabemos nos toca a todos y cada uno de nosotros.

¿Qué más queremos oír? Vámonos dando un tiempo para pensar, para meditar, en el torbellino y ruidoso mundo en que vivimos para hacer conciencia de que ESO y solo ESO es nuestra misión, mientras caminamos hacia la Casa del Padre.

Hace falta nuestro "granito de arena" para que al final podamos decir:

¡Misión cumplida, Señor!



LOS ORNAMENTOS DE LA MISA


Los Ornamentos de la Misa
Descripción y significado de los elementos utilizados durante la misa.


Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net 




La Eucaristía es la conmemoración del sacrificio de Cristo conforme la actualización cristiana del rito de la Pascua judía. En la Pascua judía se conmemora la salida de Egipto (leer Exodo 12), en la Pascua cristiana se conmemora la salvación por la muerte en la cruz de Jesús (la palabra "Pascua" viene de un término hebreo que significa "paso").

El libro que usa en padre para leer se llama "misal", el cual reposa sobre un "atril" en el altar. El misal recuerda el libro judío que contiene el Seder o ritual de la pascua, libro denominado Hagadá.

Lo mismo que en la cena judía de Pascua, en el altar católico durante la misa se colocan dos cirios.

La bata blanca del padre se llama "alba" y significa la pureza.

El padre se ajusta el alba con un cordón denominado "cíngulo", el cual representa el dominio de sí.


La especie de bufanda que se pone el sacerdote es la "estola", que representa el poder sacerdotal y que tiene origen en el manto de oración de los judíos; debe utilizarse cuando se administran sacramentos.

El manto que utiliza el celebrante sobre el alba es la casulla.

Los colores de la casulla y de la estola varían según la época del año (o sea, según el tiempo litúrgico) o la fiesta que se celebre:

Blanco: Representa alegría, se utiliza en la Fiesta del Señor, María, santos y los ángeles.
Rojo: Color del fuego y la sangre, usado en Pentecostés y fiestas de mártires.
Verde: Recuerda la esperanza, se usa en los domingos luego de Pentecostés.
Morado: el color de la penitencia, utilizado en Adviento, Cuaresma y en las misas de difuntos.
Negro: Color del dolor, del viernes santo.

La especie de pañuelo que se coloca sobre el cáliz es el "purificador".

El plato plano que se coloca sobre el cáliz es la patena.

El incienso que se quema es la continuación del uso judío de ese elemento, ordenado por Yavé desde los tiempos del Arca de la Alianza:
"Harás también un altar para quemar el incienso." (Ex 30, 1)

Y dice el libro primero de las Crónicas:

"Aarón fue separado juntamente con sus hijos para consagrar por siempre las cosas muy sagradas, para quemar incienso ante Yavé, para servirlo y para bendecir en su nombre por siempre." (1 Cr 23, 13)

La hostia, una vez consagrada por el sacerdote, es el cuerpo de Cristo; el vino, será la sangre de Cristo. Y no en forma figurada.

En la cena judía de Pascua se comía cordero, el cual cumplía la función de tomar sobre sí los pecados de los comensales. En la Pascua católica, se come con la hostia el cuerpo y sangre de Jesucristo (por eso el pan y el vino), el Cordero de Dios que toma sobre sí los pecados del mundo:

"Al día siguiente Juan vio a Jesús que venía a su encuentro, y exclamó: “Ahí viene el Cordero de Dios, el que carga con el pecado del mundo." (Jn 1, 29)

Es Jesús quien ordena comer su cuerpo y beber su sangre:

"Los judíos discutían entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer carne?” Jesús les dijo: “En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él." (Jn 6, 52-55)

El día en que Jesús instituye el sacerdocio con sus apóstoles, en la Ultima Cena, ordena celebrar la misa:

"Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía.” Hizo lo mismo con la copa después de cenar, diciendo: “Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes”.  (Lc 22, 19-20)

Se cumplió la profecía de Jeremías:

"Ya llega el día, dice Yavé, en que yo pactaré con el pueblo de Israel (y con el de Judá) una nueva alianza." (Jr 31, 31)

Por eso la misa también es la renovación de la Alianza.

Otros elementos son:

Corporal: Pieza cuadrada de tela sobre la que descansa la Eucaristía. Sobre ella se pone la patena y el cáliz durante la Misa. Antiguamente la Sagrada Hostia descansaba directamente sobre el corporal desde el ofertorio hasta la fracción. También se pone debajo de la custodia durante la Exposición del Santísimo.
Debe de ser de lino o cánamo y no de otro tejido. No debe llevar bordado mas que una pequeña cruz. Para guardarlo debe doblarse en nueve cuadrados iguales.


Caliz: Recipiente en forma de copa con ancha apertura. En la Liturgia cristiana, el cáliz es el vaso sagrado por excelencia, indispensable para el sacrificio de la Santa Misa ya que debe contener el vino que se convierte en la Sangre Preciosísima de Cristo.
El cáliz nos recuerda ciertos pasajes bíblicos en los cuales Jesús asocia a si mismo y de una nueva manera, el uso de una copa: los discípulos ¨tomarán de la copa que Jesús tomarᨠ(Mc 10: 38). En al Última Cena, la copa contenía vino que ¨es Su Sangre¨, y en Getsemaní Jesús ora para que si es posible, se aparte de él ¨la copa¨.
Su forma, materia y estilo han variado mucho en el curso de la historia. Los cálices solían ser de oro y tenían a veces un valor extraordinario. Debe, preferiblemente, para el cáliz metales preciosos. No puede ser hecho de ningún material que absorba líquidos. El pie o soporte puede ser de otra materia. El Cáliz debe consagrarse exclusiva y definitivamente para el uso sagrado en la Santa Misa.

Bolsa del Corporal:Donde se guarda el corporal una vez terminada la Santa Misa

Copón: Vaso con tapa en que se conservan las Sagradas Hostias, para poder llevarlas a los enfermos y emplearla en las ceremonias de culto. En la actualidad los copones suelen ser de menos estatura que los cálices para distinguirlos de estos.

Custodia: Recipiente sagrado donde se pone la Eucaristía de manera que se pueda ver para la adoración. También se le llama ostensorium, del latín ostendere, mostrar.
Hay gran variedad de tamaños y el estilos. Generalmente alrededor de la Eucaristía se representan rayos que simbolizan las gracias conferidas a los que adoran.

Gremial: Paño cuadrado que se ciñe el obispo durante ceremonias litúrgicas, por ejemplo en el lavatorio de los pies de la Misa del Jueves Santo. El gremial de seda y encaje para las misas pontificas ya no se usa. Uno de lino u otro material puede utilizarse.

Hijuela: Paño blanco que se coloca sobre la patena (paño circular), o sobre el cáliz (paño cuadrado).

Hisopo: Utensilio con que se esparce el agua bendita, consistente en un mango que lleva en su extremo un manojo de cerdas o una bola metálica hueca y agujereada para sostener el agua. Se usa con el acetre.

Acetre: Caldero de agua bendita que se usa para las aspersiones litúrgicas. El agua se recoge del acetre y se dispersa con el hisopo.

Incienso: Resinas aromáticas, en forma granulada o en polvo, que se queman en el incensario durante algunas liturgias. Su humo tiene fragancia. Cuando se bendicen son un sacramental. Quema incienso significa celo y fervor; su fragancia: virtud; el humo que se eleva: las oraciones que ascienden al cielo. Se usa en la Misa para el libro de los Evangelios, el altar, el pueblo de Dios, los ministros y el pan y el vino. Se usa también en la bendición con el Santísimo, en procesiones.

Incensario: Utencilio para incensar en las ceremonias litúrgicas.

Lavabo: Primera persona del sing. del futuro de ind. de lavare.

Luneta: Pieza de oro, o dorada, en que se encierra la Sagrada Hostia para ser expuesta. Ver también "custodia" y "luneta".

Mitra: Utilizada por los obispos en la liturgia, símbolo del episcopado. En el "Cæremoniale Romanum" aparecen tres tipos de mitras:
1- la "mitra pretiosa" para cuando se utiliza el Te Deum en el Oficio Divino, es la mas ornamentada.
2- "auriphrygiata", para el adviento y la cuaresma.
3- "simplex", para días de ayuno y penitencia, Viernes Santo y funerales.

Naveta: Recipiente, muchas veces en forma de pequeña nave, para el incienso que se utiliza en las ceremonias.

Palia: Lienzo para cubrir el cáliz

Patena: Plato redondo donde se pone la Sagrada Hostia. Debe ser de metal precioso como el cáliz y también debe ser consagrado exclusiva y definitivamente para el uso en la Santa Misa.

Pectoral: Cruz que llevan al pecho los obispos.

Purificador: Pequeño lienzo que utiliza el sacerdote en la Misa para purificar el cáliz.

Velo Humeral: Paño que cubre los hombros del ministro cuando lleva el Santísimo Sacramento en procesión o cuando da la bendición con El.

Velo del Cáliz: El que cubre el cáliz fuera del ofertorio y el canon de la misa. Es del mismo color litúrgico que los ornamentos.

Vinajeras: Las vasijas para el vino y el agua que se usan en la Santa Misa. Generalmente son de cristal y se colocan en una bandeja pequeña. Es permitido que sean de otro material (bronce, plata, oro e incluso de cerámica bien sellada) siempre y cuando puedan dignamente contener los líquidos.

Usualmente tienen asas y tapones. Son de diferentes estilos y tamaños. Tradicionalmente, para evitar confusión al utilizarlas, las vinajeras se gravaban las iniciales "V" y "A", por el latín vinum y aqua.
Las vinajeras junto con las hostias no consagradas pueden ser llevadas en procesión por dos fieles y presentadas al sacerdote durante el Ofertorio.

Viril: Pieza redonda, tradicionalmente de cristal transparente con borde de oro o dorado, en que se pone la Sagrada Hostia para sostenerla en la Custodia. También se usa un viril para guardar reliquias en un relicario. Ver también "luneta"

BUENOS DÍAS!!


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...