domingo, 20 de diciembre de 2015

NO HAY DIFICULTAD...


No hay dificultad ...



 
No hay dificultad 
que no pueda ser conquistada 
con suficiente amor...


No hay mal que no se pueda curar 
con suficiente amor.

Ninguna puerta que no se pueda abrir 
con suficiente amor.

Ningún golfo que no pueda ser atravesado 
con suficiente amor.

No hay muro que suficiente amor no pueda derribar.

Ni pecado que suficiente amor no pueda redimir.

No hay diferencia en cuan profundamente asentada 
pueda estar la dificultad, 
qué tan desesperada sea la perspectiva
o cuan embrollada parezca estar la confusión.

Tampoco importa cuan grande sea el error.

Una suficiente realización de amor lo disolverá todo.

Y si pudieras amar lo suficiente 
serías la persona más feliz y poderosa del mundo.

LA NAVIDAD Y SUS TRADICIONES: LOS VILLANCICOS


La Navidad y sus Tradiciones: Los Villancicos
Los villancicos nos recuerdan la alegría del nacimiento de Cristo


Por: Tere Vallés | Fuente: Catholic.net 




Con el Nacimiento de Jesús se cumple la promesa de Dios al mundo de enviar a un Salvador. Jesucristo es Dios hecho hombre.




Un poco de historia

Las tradiciones y costumbres son una manera de hacer presente lo que ocurrió, y celebrarlo con alegría.

Una de las costumbres del Adviento y de la Navidad son los villancicos.



Los Villancicos

Se dice que el compositor de los primeros villancicos fue el Marqués de Santillana, que compuso una serie de canciones para celebrar con sus tres hijos el misterio de la Navidad.

Sin embargo, los primeros villancicos que se conocen fueron compuestos por los evangelizadores en el siglo V, con la finalidad de llevar la Buena Nueva a los aldeanos y campesinos que no sabían leer. Sus letras hablaban en lenguaje popular sobre el misterio de la encarnación y estaban inspirados en la liturgia de la Navidad. Se llamaba villanus al aldeano y con el tiempo, el nombre de estas canciones navideñas cambió a “villancicos”. Éstos hablan en un tono sensible e ingenioso de los sentimientos de la Virgen María y de los pastores ante el Nacimiento de Cristo.
En el siglo XIII, se extienden por todo el mundo junto con los nacimientos de San Francisco de Asís.

Los villancicos favorecen la participación en la liturgia de Adviento y de Navidad. Cantar villancicos es un modo de demostrar nuestra alegría y gratitud a Jesús y escucharlos durante el Adviento ayuda a la preparación del corazón para el acontecimiento de la Navidad.

Los villancicos nos recuerdan la alegría del nacimiento de Cristo.

En el caso de la Navidad, lo más importante de las tradiciones y costumbres no es sólo su aspecto exterior, sino su significado interior. Debemos vivir todas estas costumbres y tradiciones con mucha alegría, reflexionando en su significado y aprovechándolas para estar más cerca de Dios.

MEDITACIÓN SOBRE LA VISITA DE MARÍA SANTÍSIMA A SU PRIMA SANTA ISABEL

En el misterio de la Visitación, 
el preludio de la misión del Salvador
Catequesis mariana
Santo Padre Juan Pablo II
2 de octubre de 1996



En el relato de la Visitación, san Lucas muestra cómo la gracia de la Encarnación, después de haber inundado a María, lleva salvación y alegría a la casa de Isabel. El Salvador de los hombres oculto en el seno de su Madre, derrama el Espíritu Santo, manifestándose ya desde el comienzo de su venida al mundo.

El evangelista, describiendo la salida de María hacia Judea, use el verbo anístemi, que significa levantarse, ponerse en movimiento. Considerando que este verbo se use en los evangelios pare indicar la resurrección de Jesús (cf. Mc 8, 31; 9, 9. 31; Lc 24, 7.46) o acciones materiales que comportan un impulso espiritual (cf. Lc 5, 27¬28; 15, 18. 20), podemos suponer que Lucas, con esta expresión, quiere subrayar el impulso vigoroso que lleva a María, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a dar al mundo el Salvador.

El texto evangélico refiere, además, que María realice el viaje "con prontitud" (Lc 1, 39). También la expresión "a la región montañosa" (Lc 1, 39), en el contexto lucano, es mucho más que una simple indicación topográfica, pues permite pensar en el mensajero de la buena nueva descrito en el libro de Isaías: "¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: 'Ya reina tu Dios'!" (Is 52, 7).

Así como manifiesta san Pablo, que reconoce el cumplimiento de este texto profético en la predicación del Evangelio (cf. Rom 10, 15), así también san Lucas parece invitar a ver en María a la primera evangelista, que difunde la buena nueva, comenzando los viajes misioneros del Hijo divino.

La dirección del viaje de la Virgen santísima es particularmente significativa: será de Galilea a Judea, como el camino misionero de Jesús (cf. Lc 9, 51).

En efecto, con su visita a Isabel, María realiza el preludio de la misión de Jesús y, colaborando ya desde el comienzo de su maternidad en la obra redentora del Hijo, se transforma en el modelo de quienes en la Iglesia se ponen en camino para llevar la luz y la alegría de Cristo a los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos.

El encuentro con Isabel presenta rasgos de un gozoso acontecimiento salvífico, que supera el sentimiento espontáneo de la simpatía familiar. Mientras la turbación por la incredulidad parece reflejarse en el mutismo de Zacarías, María irrumpe con la alegría de su fe pronta y disponible: "Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel" (Lc 1, 40).

San Lucas refiere que "cuando oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno" (Lc 1, 41). El saludo de María suscita en el hijo de Isabel un salto de gozo: la entrada de Jesús en la casa de Isabel, gracias a su Madre, transmite al profeta que nacerá la alegría que el Antiguo Testamento anuncia como signo de la presencia del Mesías.

Ante el saludo de María, también Isabel sintió la alegría mesiánica y "quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: 'Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno'" (Lc 1, 41¬42).
En virtud de una iluminación superior, comprende la grandeza de María que, más que Yael y Judit, quienes la prefiguraron en el Antiguo Testamento, es bendita entre las mujeres por el fruto de su seno, Jesús, el Mesías.

La exclamación de Isabel "con gran voz" manifiesta un verdadero entusiasmo religioso, que la plegaria del Avemaría sigue haciendo resonar en los labios de los creyentes, como cántico de alabanza de la Iglesia por las maravillas que hizo el Poderoso en la Madre de su Hijo.

Isabel, proclamándola "bendita entre las mujeres" indica la razón de la bienaventuranza de María en su fe: "¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" (Lc 1, 45). La grandeza y la alegría de María tienen origen en el hecho de que ella es la que cree.

Ante la excelencia de María, Isabel comprende también qué honor constituye pare ella su visita: "De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1, 43). Con la expresión "mi Señor", Isabel reconoce la dignidad real, más aun, mesiánica, del Hijo de María. En efecto, en el Antiguo Testamento esta expresión se usaba pare dirigirse al rey (cf. IR 1, 13, 20, 21, etc.) y hablar del rey-mesías (Sal 110, 1). El ángel había dicho de Jesús: "EI Señor Dios le dará el trono de David, su padre" (Lc 1, 32). Isabel, "llena de Espíritu Santo", tiene la misma intuición. Más tarde, la glorificación pascual de Cristo revelará en qué sentido hay que entender este título, es decir, en un sentido trascendente (cf. Jn 20, 28; Hch 2, 34-36).

Isabel, con su exclamación llena de admiración, nos invita a apreciar todo lo que la presencia de la Virgen trae como don a la vida de cada creyente.

En la Visitación, la Virgen lleva a la madre del Bautista el Cristo, que derrama el Espíritu Santo. Las mismas palabras de Isabel expresan bien este papel de mediadora: "Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo saltó de gozo el niño en mi seno" (Lc 1, 44). La intervención de María produce, junto con el don del Espíritu Santo, como un preludio de Pentecostés, confirmando una cooperación que, habiendo empezado con la Encarnación, esta destinada a manifestarse en toda la obra de la salvación divina.

TERESA DE CALCUTA, UNA SANTA DEL PUEBLO


Teresa de Calcuta, una santa del pueblo
Así era la madre Teresa de Calcuta, no tenía miedo de nada y no daba marcha atrás fácilmente 


Por: Cardenal Carlo Maria Martini | Fuente: El Observador 432 




Un día cualquiera de los años 80 apareció sobre mi mesa de trabajo un mensaje. Lo enviaba la madre Teresa de Calcuta. Decía simplemente lo siguiente: «Mañana mis hermanas llegan a Milán». Eso era todo. Sin preparativo ni presentación previa alguna. Y eso que se habían barajado varias hipótesis sobre la llegada de las Misioneras de la Caridad a Milán. Pero ella había decidido que al día siguiente sus hermanas comenzarían a trabajar en la ciudad. Y así lo hicieron.

Llegaron las hermanas y lo único que traían era un pequeño sagrario que les había dado personalmente la madre Teresa, diciéndoles: «Esto es lo más importante». Para todo lo demás la gente proveerá. Y de hecho, la gente se lanzó inmediatamente a ayudar a las pequeñas monjitas de sari blanco y azul que se ocupaban de los más abandonados.

Así era la madre Teresa. Cuando había tomado una decisión la llevaba adelante de una manera fulminante y segura. No tenía miedo de nada. Y no daba marcha atrás fácilmente porque sabía que todo lo que hacía estaba inspirado por una absoluta gratuidad, mirando sólo al bien de los más pobres. Recuerdo otra anécdota. Me encontraba en un país del África central en el que reinaba una dictadura. Varios sacerdotes habían sido encarcelados. Las actividades de los misioneros estaban vigiladas y habían sido reducidas a su mínima expresión. Imposible acercarse al presidente de la república, que parecía encerrado en una torre de marfil. A duras penas conseguí hablar con un ministro para subrayar la injusticia de la situación. Supe después que esos mismos días había llegado la madre Teresa en un pequeño avión. E inmediatamente había conseguido audiencia con el presidente para exponerle sus planes y su voluntad. Cuando se trataba del bien de sus pobres no se arrugaba ante nadie y sabía enfrentarse con desenvoltura a las más altas instancias.

Admiraba en ella su capacidad de saberse dedicar a fondo a su causa y, al mismo tiempo, saberse limitada en sus objetivos. Era consciente de que no podía solucionarlo todo: tenía que optar y ella tenía muy claras sus opciones.

En los años 70, recuerdo que participé en unas discusiones en Roma con varias personas de su entorno, que habrían querido ampliar el campo de su actividad, sobre todo en Europa, iniciándose en los problemas de la recuperación social de las personas marginadas a través de programas culturales de reinserción social. Pero la madre Teresa se mantuvo siempre firme en sus posiciones.



Pensaba que a ella y a los que con ella trabajasen les tocaba ocuparse inmediatamente de los más desgraciados, de los más miserables, dejando a otros el cuidado de llevar adelante otros programas. Decía: «Nosotras no somos asistentas sociales». Apreciaba cualquier programa social, pero pensaba que su parte era la de la caridad que se inclina hacia el moribundo abandonado y hacia el hambriento sin techo.

Su vocación era socorrer a personas y situaciones que otros consideraban irrecuperables. Jamás la vi dudar sobre este punto. Tenía muy claro que cada cual tiene su propia misión y ella sabía perfectamente cuál era la suya. Esta resolución suya se fundamentaba en un maridaje fascinante, en su extraordinaria dulzura, ternura y humildad. Sabía hablar a las grandes multitudes, manteniendo siempre la compostura, tranquila y serena, como si estuviese participando en una conversación familiar.

Recuerdo que una vez escuché de sus labios, grabado en un magnetofón, un mensaje que debía proclamarse ante 80 mil personas en un estadio. Había prometido asistir en persona, pero se había puesto enferma en el último momento. Hablaba con tranquilidad, con dulzura, sin preocuparse de hacer un gran discurso a la multitud. Decía sencillamente las cosas que le salían del alma. Por eso la gente la entendía y la consideraba creíble.

¿Tenía algún secreto la madre Teresa? Claro que sí, tenía un secreto que nunca guardaba para sí: era su capacidad de ver en el rostro del más pobre y abandonado el rostro del Señor Jesús. Y toda su labor estaba sostenida por una oración intensa y por un constante deseo de santidad. Ésta era la exhortación con la que firmaba todas sus cartas a los amigos: «Be holy», sé santo. Quería que sus hermanas participasen de su ardor espiritual. Y en cuanto a los numerosísimos laicos colaboradores, no necesitaba hacerles grandes discursos. Sabía que poniéndoles en contacto con los más pobres y haciéndoles trabajar al lado de sus hermanas pronto comprenderían al menos algo de su secreto.

Me parece que hay en su figura algunas afinidades con la del papa Juan XXIII. Ambos eran sencillos y espontáneos. Ambos eran capaces de hacerse entender por cualquiera y sin necesidad de pronunciar muchas palabras.

Además, desde la diversidad de sus roles, han hecho surgir un retrato de hombre y de mujer cristianos plenamente creíbles, incluso para poder ser aceptados por todos, superando cualquier limitación cultural o religiosa.

Incluso por lo que respecta al papel de la mujer en la sociedad, la madre Teresa no se perdía en discursos abstractos. Conocía muchas situaciones dramáticas y hacía todo lo posible para remediarlas y para hacer crecer una conciencia nueva sobre la dignidad femenina. Y lo hacía sobre todo, con su ejemplo. Mostraba, con su delicadeza y ternura hacia los más débiles y con su firmeza ante los poderosos, cuánta fuerza hay en el corazón de una mujer y cuánta dignidad se encierra en una conciencia totalmente dedicada a un gran ideal.

FELIZ DOMINGO!!


LA SONRISA DE DIOS ES LA SONRISA DE MARÍA

La sonrisa de Dios es la sonrisa de María
María, nos invita a imitarla en un complaciente abandono a la palabra de Dios, que puede decirnos desde su obediencia,


Por: P. Alberto Ramírez Mozqueda | Fuente: Catholic.net 




Domingo cuarto de Adviento
Virgilio, el gran poeta latino, pagano, que ha tenido una gran influencia en la literatura universal, dice que el “niño comienza a conocer a su madre por la sonrisa”, anunciado proféticamente que la sonrisa de Dios es la sonrisa de María después del pecado, una vez que ella aceptó convertirse en la Madre de su Hijo Jesucristo, proporcionándole su Cuerpo precioso, un cuerpo necesario para realizar en los hombres y para los hombres la redención y la salvación de todo el genero humano.

Y hoy nos encontramos, ya en las inmediaciones de la Navidad, dejando atrás a Isaías y a San Juan Bautista, con el personaje central del Adviento, a María la Madre de Jesús, que nos dejará a las plantas del mismísimo Hijo de Dios encarnado.

Por eso, hoy queremos asistir embelezados al encuentro de dos mujeres pobres, gente del pueblo, las dos embarazadas, una de edad avanzada y la otra apenas una jovencita que tuvieron un papel destacado en la historia de la Salvación de nuestros pueblos.

Se trata de Isabel, la anciana, la que concibió en su seno prodigiosamente, ya en su ancianidad y María, que apenas en su adolescencia ofreció su cuerpo para que Dios realizara entre los hombres el prodigio inaudito de enviar para estar entre los hombres y para siempre a su mismísimo Hijo.

El encuentro no podía ser más agradable y simpático: “En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo en las montañas de Judea, y entrando, saludó a Isabel”. 

Fue ese viaje, el primer recorrido eucarístico, la primera vez que Cristo aún en el seno de su Madre, como el mejor tabernáculo, sagrario o manifestador pudo acercarse a los hombres y llevarles la presencia, la fuerza y la alegría del Espíritu Santo que lo había encarnado precisamente en el seno de aquella mujer singular.

Esa presencia y ese abrazo, hicieron que Juan Bautista, santificado en ese momento con la presencia del Espíritu Santo, saltara de gozo en el seno de su propia madre, que no escatimó la alabanza y la ternura a la mujercita que venía a atenderla en su propio parto:

“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre... Dichosa tú que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor!”.

Esas solas palabras, en las inmediaciones de la Navidad, nos sugieren muchas preguntas que no podemos dejar de contestar, porque ahí va implicada nuestra propia alegría, nuestra felicidad y en última instancia, nuestra propia salvación: ¿En qué creyó María, y qué le fue anunciado de parte del Señor?.

Podemos aventurar las respuestas diciendo que María le creyó al Padre que con un profundo respeto, una entrañable ternura, se acerca a la criatura, se abaja casi, para “pedirle”, hay que subrayarlo, para pedirle que se dignara ser la madre del Salvador. No se le impone la maternidad, no se la violenta, aunque se trate del Señor de Cielos y Tierra, dueño de todo.

Eso es ya una primera lección para los machistas, para los hombres que se creen superiores y con derecho a tratar a la mujer como su esclava, como simple objeto de placer y como una máquina de hacer hijos y criaturas muchas veces infelices.

María le creyó al Padre, y desde entonces se convierte en mujer “eucarística” toda la vida, dedicada en cuerpo y alma a su Hijo que con su Cuerpo logrará la santificación para todos los hombres.

La actitud de María, nos obliga entonces a imitarla en un complaciente abandono a la palabra de Dios, que puede decirnos desde su obediencia, “Hagan lo que él les diga”, no duden, pueden fiarse de la palabra de mi Hijo que pudo cambiar el agua en vino y que puede hacer del pan sencillo de los hombres nada menos que su propio Cuerpo y su propia Sangre, haciéndose para todos los hombres “pan de vida”.

A María le fue anunciada la presencia del Hijo de Dios que sería también hijo de María, a quien recibe amorosamente, anunciando a todos los bautizados la necesidad de recibir así como ella recibió la carne mortal, de Cristo, recibamos nosotros las especies sacramentales, las especies de pan y de vino, el Cuerpo y la Sangre del Señor.

María acertó a decir a Dios que aceptaba el compromiso de dedicarse totalmente a su Hijo con un famosísimo “Fíat”, hágase, realícese, consúmese en mí todo lo que tu palabra quiera, para enseñarnos a decir reverente y alegremente el “Amén” cada que recibimos presente con todo su ser humano-divino a Cristo en las especies de pan y de vino.

Ese fíat de María hizo que pronto pudiera recibir en sus brazos y arropar con todo cariño a Jesús, el Salvador de los hombres:

"Y la mirada embelezada de María al contemplar el rostro de Cristo recién nacido y al estrecharlo en sus brazos, ¿no es acaso el inigualable modelo de amor en el que ha de inspirarse cada comunión eucarística?” (Juan Pablo II).

Ese fíat de María le bastó y la fortaleció internamente, para prepararse a acompañar a su Hijo en todo momento, sin reparar en subir hasta cerca de él en alto de la cruz, correspondiendo a lo que el profeta le había anunciado:

“Y a ti una espada traspasará tu propia alma."

Pero si María tuvo que pasar por el Calvario y la cruz para acompañar a su Hijo, tuvo también la dicha de estar entre los apóstoles de su Hijo, acompañándoles en la oración y sosteniendo su esperanza en la resurrección de su hijo.

El Papa San Juan Pablo II, de quien estoy tomando todas estas ideas, de su encíclica sobre la Eucaristía, la cual recomiendo encarecidamente que lean todos mis cristianos catoliquísimos, nos hace asistir al momento sublime cuando María pudo escuchar en labios de los apóstoles “éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros.

Aquel Cuerpo entregado como sacrificio y presente en los signos sacramentales, ¡era el mismo cuerpo concebido en su seno! Recibir la Eucaristía debía significar para María como si acogiera de nuevo en su seno el corazón que había latido al unísono con el suyo y revivir lo que había experimentado en primera persona al pie de la cruz”.

Todo esto ha sido necesario para que nosotros podamos pasar una Navidad muy especial, acompañados de María, preparando no una cena ni unos vinos ni unos regalos, ni siquiera unos abrazos, a menos que se parezcan al abrazo de María a su prima Isabel, sino a preparar nuestros corazones para abrazarnos a Cristo hecho Carne y Sangre en el Sacramento Eucarístico, y recibirlo reverentemente como lo hizo María en la cuna de Belén. Será así la mejor de las Navidades.

Sonriendo con María, recibamos al Hijo de Dios hecho carne.

sábado, 19 de diciembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: SÁBADO 19 DE DICIEMBRE DEL 2014



No temas, Zacarías, tu petición ha sido escuchada
Adviento


Lucas 1, 5-25. Adviento. El anuncio de este nacimiento se produce en el lugar de la oración. Pongamos todo en manos de Dios.


Por: Santiago Garza | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 1, 5-25
En tiempo de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto». Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo». El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres». 

Oración introductoria
Padre mío, te suplico que esta meditación me ayude a no caer en la situación de Zacarías, que aunque dedicaba su vida a la oración y estaba en el templo, dudó del anuncio y de tu poder. Dame tu gracia para que sepa ser dócil y acepte gustoso lo que hoy quieras pedirme.

Petición
Jesucristo, ayúdame a confiar plenamente en las inspiraciones del Espíritu Santo.

Meditación del Papa Benedicto XVI
¿De dónde viene esta vida, esta interioridad tan fuerte, tan recta, tan coherente, gastada así completamente por Dios, y preparar el camino para Jesús? La respuesta es simple: de la relación con Dios, de la oración, que es el hilo conductor de toda su existencia. Juan es el don divino por mucho tiempo invocado por sus padres, Zacarías e Isabel; un don inmenso, humanamente inesperado, porque ambos eran de edad avanzada y Isabel era estéril; pero nada es imposible para Dios.
El anuncio de este nacimiento se produce en el lugar de la oración, en el templo de Jerusalén, es más, sucede cuando a Zacarías le toca el gran privilegio de entrar en el lugar santísimo del templo para quemar incienso al Señor. También el nacimiento de Juan el Bautista estuvo marcado por la oración: el canto de gozo, de alabanza y de acción de gracias que Zacarías eleva al Señor, y que recitamos cada mañana en los Laudes, el "Benedictus", exalta la acción de Dios en la historia y muestra proféticamente la misión de su hijo Juan: preceder al Hijo de Dios hecho carne, para preparar sus caminos. Toda la existencia del Precursor de Jesús es alimentada por una relación con Dios, especialmente el tiempo de permanencia en el desierto.  (Homilía de Benedicto XVI, 29 de agosto de 2012).
Reflexión
El Evangelio de hoy nos presenta a Zacarías, hombre justo e íntegro, que caminaba sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. Se le apareció el ángel Gabriel para anunciarle que su mujer, Isabel, daría a luz un hijo a pesar de su avanzada edad y esterilidad. Y, ¿cómo reacciona Zacarías? Duda, no cree. Le parece imposible que aquello que había escuchado fuese verdad.

Sí, así es, vemos cómo a pesar de ser un hombre justo y de cumplir todos los mandamientos le falta fe. Fe en la omnipotencia de Dios, fe en la voluntad de Dios. Hoy en nuestros días hay también muchos "Zacarías" que viven sin creer ni en Dios ni en sus hermanos, los hombres. Esta falta de confianza se manifiesta de muchísimas maneras. El hombre de nuestro tiempo parece que vive huyendo de los demás. Vive a la defensiva, olvidándose así de la caridad y de la fraternidad humana. Desconfía de aquellos que están a su alrededor y se cubre con la caparazón de la indiferencia para que el mundo externo no le afecte. Todo esto por falta de fe y de amor a Dios y por falta de fe y amor a los hombres.

Propósito
Abramos, pues, nuestros corazones y dejemos que la gracia de Dios actúe en cuestas vidas. Pidamos fe, mucha fe, para creer en Dios aceptando su voluntad divina sobre nuestras vidas. Fe para confiarnos en los demás pensando siempre bien de aquellos que se encuentran en nuestro alrededor.

Diálogo con Cristo 
Jesucristo, dame tu gracia para vivir con un auténtico espíritu contemplativo estos días previos a la Navidad. Te ofrezco darle prioridad a mi oración y a mi misión como apóstol de tu Reino, alejándome de las tentaciones propias de este tiempo, que en vez de propiciar el silencio y la contemplación, invitan a la disipación y a equivocar el camino que lleva a la santidad.

AYUDAR A QUIEN NECESITA


Ayudar a quien necesita



Estos días próximos te presentarán, sin duda, ocasiones de hacer alguna buena acción. Algunas, sin buscarlas, están ahí a la mano, como esperándote. Pero otras tienes que pensarlas y ponerlas en tu agenda. Unas y otras te entrenan y mantienen ágil en la actitud de servicio y entrega al prójimo. Una anécdota con humor: pero, sólo había apariencia de ayuda.

—Mamá –dice un niño a su madre, — ¿me das veinticinco centavos?
—Toma. Al día siguiente vuelve a pedirle el mismo dinero. Cuando pasan varios días con la misma petición, la madre, extrañada, le pregunta:
— ¿Para qué quieres el dinero?
—Para dárselo a una anciana de la calle.
—Así me gusta, hijo, que seas caritativo. ¿Dónde pide esa mujer?
—No pide, vende helados...

Todo cristiano, en todo momento y en cualquier circunstancia de la vida está en condiciones de amar e imitar a Cristo, el incondicional servidor del Padre y de los hombres. El modelo humano que nos transmite Jesús, y que él realizó plenamente, es el de servidor. “El Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir,” ayudar y entregarse por todos...


Enviado por el P. Natalio

IMÁGENES DE FONDOS DE PANTALLA NAVIDEÑOS


































12 COSAS QUE TAL VEZ NO SABÍAS DE MADRE TERESA DE CALCUTA


12 cosas que tal vez no sabías de Madre Teresa de Calcuta
Por Abel Camasca




 (ACI).- Tras el anuncio oficial de la aprobación del milagro que se realizó por intercesión de la Madre Teresa de Calcuta y con el que próximamente podrá ser declarada Santa, presentamos 12 aspectos que tal vez no sabías de esta gran mujer que con su servicio en los más pobres mostró la gran misericordia de Dios.

1. Nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, actual Macedonia, que en ese entonces formaba parte de a Albania. Fue bautizada con el nombre de Gonxha, que en albanés significa “capullo de rosa o pequeña flor”, y de Agnes, que español es el nombre Inés.

2. Hizo su primera comunión con cinco años y fue confirmada a los seis. A los ocho murió su padre y su familia pasó por un periodo de estrechez económica. Recibió una sólida formación cristiana en casa y en la Parroquia jesuita del Sagrado Corazón de Jesús.

3. A los 18 años dejó su hogar para ir a Irlanda e ingresó en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María, más conocida como Hermanas de Loreto. Tomó el nombre de Teresa en honor a Santa Teresa de Lisieux, Patrona de las misiones y Doctora de la Iglesia.

4.  Llegó a Calcuta un 6 de enero de 1929, fiesta de la Epifanía o bajada de reyes. El 24 de mayo de 1937, fiesta de María Auxiliadora, realizó su profesión perpetua convirtiéndose entonces, como ella misma dijo, en “esposa de Jesús” para “toda la eternidad”.



5. Estuvo muchos años en la Congregación de las Hermanas de Loreto dedicándose a la enseñanza. El 10 de septiembre de 1946, en un viaje para ir a su retiro anual, recibió lo que denominó la “llamada dentro de la llamada” en la que una sed de amor y almas se apoderó de su corazón.

6. Mediante locuciones y visiones, Jesús le fue mostrando la nueva misión a la que la llamaba. “Ven y sé mi luz”, le suplicó el Señor. Cristo le reveló su dolor por el olvido de los pobres, su pena por la ignorancia que tenían de Él y el deseo de ser amado por ellos.

7. La Madre Teresa dejó el convento de las Hermanas de Loreto y vestida con el sari blanco orlado de azul se introdujo en el mundo de los más necesitados. Recibió un curso de medicina con las Hermanas Médicas Misioneras y encontró alojamiento temporal con las Hermanitas de los Pobres.

8. Comenzaba su día con la Eucaristía y salía de casa con el rosario en la mano para servir al Señor en los más pobres. Un 7 de octubre de 1950, fiesta de Nuestra Señora del Rosario, se estableció oficialmente la nueva congregación de las Misioneras de la Caridad.

9. En los años sesenta, la Madre Teresa empezó a enviar a sus hermanas a diversas partes de la India y la primera obra que abrió fuera de ese país se estableció en Venezuela. Luego se expandieron a demás continentes, incluso en países comunistas como la antigua Unión Soviética y Cuba.

10. La Madre Teresa también fundó a los Hermanos Misioneros de la Caridad, la rama contemplativa de las Hermanas, los Hermanos Contemplativos, los Padres Misioneros de la Caridad, los Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes. Asimismo inició el Movimiento Sacerdotal Corpus Christi.

11. En su vida interior experimentó un profundo, doloroso y constante sentimiento de separación de Dios, incluso de sentirse rechazada por Él, unido a un deseo creciente de su amor. Ella llamó “oscuridad” a esta experiencia interior que comenzó más o menos al inicio de su servicio a los pobres y que continuó hasta el final de su vida.

12. La Madre Teresa y San Juan Pablo II fueron grandes amigos y se reunieron en varias oportunidades. El mismo Santo permitió la apertura de su causa de canonización y la beatificó un 19 de octubre de 2003, día en que se celebró la Jornada Mundial de las Misiones.

BELÉN VIVO


Belén vivo

La cueva de Belén está llena de enseñanzas. Es un espejo de virtudes del que podemos aprender tanto: humildad, pureza, obediencia, amor... Virtudes que podemos imitar en las circunstancias concretas de nuestra vida.


Por: Fabrizio Andrade | Fuente: Virtudes y valores 




Además de árboles adornados, caramelos, luces de colores, días de convivencia y vacación, ¿en qué más pensamos cuando viene a nuestra mente el concepto: Navidad?

Entre tantas esferas verdes y rojas, chocolates y cajas de regalo, parece que ha quedado opacado el verdadero sentido de la fiesta de Navidad. Ha sido reducido a unas figuras que ocupan un rincón en nuestra sala de estar. Unas figuritas que representan a una mujer joven, un hombre con barba cerrada, tres personajes solemnemente vestidos, unos pastores, un ángel y un tierno bebé que acapara el centro y las miradas del conjunto.

No está mal preocuparse por los detalles externos, al contrario, nos estimula a crear el entorno característico de fraternidad, alegría, generosidad… pero ante todo son un medio para formar un ambiente más interior y personal, un clima que nos ayude a vivir el verdadero sentido de la Navidad: el nacimiento de Cristo, su venida al mundo despojándose de su condición divina, tomando una tan pobre como la nuestra. Todo esto por una razón: el amor. Para hacernos el regalo de la redención.

Junto con los preparativos y adornos externos también tenemos que preparar el Belén interior: un alma limpia y digna para que Cristo nazca en nosotros. Cada una de las personas que se representan en el Belén tiene una lección que enseñarnos: un corazón maternal como el de María; la responsabilidad de san José; una actitud de adoración como los reyes magos; la sencillez de los pastores; el anuncio y la alegría como nos da ejemplo el ángel mensajero.

Se podría hacer todo un largo tratado sobre cada una de estas lecciones, pero el mejor tratado y el campo para poner todo esto en práctica lo encontramos en nuestra vida ordinaria: en la oficina, en nuestro hogar, con los amigos, en el juego, en las clases… Todos los días se nos presenta la oportunidad de formar un corazón maternal que acoja a todas las personas, dedicándoles un momento de nuestra atención para escucharles o darles una palabra de ánimo.

Cuando nos encontremos cansados por el trabajo, pensemos e imitemos a san José; que llevó con responsabilidad y entrega su misión, tanto en los momentos fáciles como en aquellos oscuros donde la fe fue su único faro.

Vamos a acercarnos al Misterio con una actitud de adoración. «Hemos venido a adorarle» (MT 2, 2) es la frase que resume el largo recorrido de los Reyes Magos. Todo ha valido la pena para entrar en la cueva y postrarse ante el Rey de reyes, un recién nacido como cualquier otro, indefenso y frágil.

Dios ama las almas sencillas. Los pastores dejaron entrar el mensaje en su alma; no le cerraron la puerta con el pestillo del egoísmo. Dejaron a un lado su trabajo y se pusieron en marcha, con todo y ovejas, a encontrarse con el Salvador, sin que fuera necesario una exhaustiva explicación de las escrituras.

Al ángel mensajero sólo le bastaron estas palabras: «Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor» (LC 2, 11). Los pastores, sin más tardar, dijeron: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado» (LC 2.15).

Con nuestro testimonio y con nuestra alegría debemos ser heraldos del Rey que está por nacer. Vale más un hecho, un buen ejemplo, que mil palabras. Esta gran noticia nos tiene que llenar de alegría a tal punto que irradiemos, como una estrella, señalando hacia Belén.

Hay que adornar nuestra alma con virtudes, obras buenas y mucho amor. La clave se encuentra en que tengamos el deseo y queramos, desde ahora, hacer en esta Navidad la verdadera experiencia de Cristo. La experiencia de que Él ha querido venir hasta nosotros. La experiencia de que Jesús Niño ha sido acogido en un corazón dispuesto y cálido. Que en este año no se encuentre con las puertas cerradas, o con un corazón frío e indiferente, donde todo esté ya ocupado.


Las luces de colores, guirnaldas y villancicos nos refrescan el sentido de lo que vamos a conmemorar, por eso también son importantes. Que este año el pino sea grande y esté forrado de esferas y luces; que se escuchen los villancicos; que haya buñuelos y turrones; regalos para todos. Que se destaque en nuestra sala el Belén y sus peregrinos; que brille y tenga vida en nosotros el Belén de nuestra alma.

RITO DE BENDICIÓN DEL ÁRBOL DE NAVIDAD


Rito de bendición del árbol de Navidad en familia


 (ACI).- En muchas familias se acostumbra colocar el árbol navideño en un lugar visible de la casa y adornarlo con luces, estrellas y regalos, pero ¿qué significado cristiano tiene hacer esto? Entérate aquí del mensaje que encierra y cómo bendecirlo en familia.

EL ÁRBOL mismo nos trae a la memoria el árbol del Paraíso (cf. Gn 2, 9 - 17) de cuyo fruto comieron Adán y Eva desobedeciendo a Dios. El árbol entonces nos recuerda el origen de nuestra desgracia: el pecado. Y nos recuerda que el niño que va a nacer de Santa María es el Mesías prometido que viene a traernos el don de la reconciliación.

LAS LUCES nos recuerdan que el Señor Jesús es la luz del mundo que ilumina nuestras vidas, sacándonos de las tinieblas del pecado y guiándonos en nuestro peregrinar hacia la Casa del Padre.

LA ESTRELLA. Así como en Belén hace dos mil un años una estrella se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño Jesús, sirviendo de guía a los Reyes Magos (ver Mt 2, 9 - 10); hoy una estrella corona el árbol recordando que el acontecimiento del nacimiento de Jesús ha traído la verdadera alegría a nuestras vidas.

LOS REGALOS colocados a los pies del árbol simbolizan aquellos dones con los que los reyes magos adoraron al Niño Dios. Además, nos recuerdan que tanto amó Dios Padre al mundo que le entregó (le regaló) a su único Hijo para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.



RITO DE BENDICIÓN DEL ÁRBOL NAVIDEÑO

Todos los presentes, santiguándose, dicen: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

El padre de familia dice:

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
Que nos ha llenado con toda clase de bendiciones espirituales.
En los cielos, en Cristo.
Todos responden: Bendito sea el Señor por los siglos.

LECTURA

Uno de los presentes lee el siguiente texto de la Sagrada Escritura:

Escuchemos con atención la lectura del profeta Isaías:

"Vendrá a ti, Jerusalén, el orgullo del Líbano, con el ciprés y el abeto y el pino, para adornar el lugar de mi santuario y ennoblecer mi estado".

ORACIÓN DE BENDICIÓN

Luego el padre de familia, con las manos juntas, dice la oración de bendición:

Oremos.
Bendito seas, Señor y Padre nuestro,
que nos concedes recordar con fe
en estos días de Navidad
los misterios del nacimiento del Señor Jesús.
Concédenos, a quienes hemos adornado este árbol
y lo hemos embellecido con luces
con la ilusión de celebrar
la Navidad del nuevo milenio,
que podamos vivir también a la luz de los ejemplos
de la vida plena de tu Hijo
y ser enriquecidos con las virtudes
que resplandecen en su santa infancia.
Gloria a Él por los siglos de los siglos.
Todos responden: Amén.

Al final, todos los presentes, santiguándose, dicen: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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