Autor: P. Luis Gralla | Fuente: Catholic.net ¡Necio! Esta misma noche morirás | |
Lucas 12, 13-21. Tiempo Ordinario. En las buenas y en las malas contemos con Dios, con Él todo se puede. | |
En aquel tiempo, dijo uno de la gente a Jesús: Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. Él le respondió: ¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros? Y les dijo: Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes. Les dijo una parábola: Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: "¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?" Y dijo: "Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea." Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?" Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios. Oración introductoria Señor, creo, espero y te amo. No quiero confiar en mi propia fuerza o razonamiento. Te necesito. Ilumina mi oración, permite que sepa descubrir que el mayor tesoro al que puede aspirar es precisamente el poder tener este diálogo de amor contigo. Petición Jesús, que sea capaz de ponerte siempre y en todo en primer lugar. Meditación del Papa Nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: "Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: ¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma". La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia. (Benedicto XVI, 22 de febrero de 2011). Reflexión Cuentan que en una ocasión murió el señor más rico y conocido de todo el mundo, y al llegar al cielo vio una gran cantidad de castillos y palacios. Se preguntaba en cuál de ellos habitaría: "Quizá en aquel que tiene seis torres, o este otro que tiene techos de oro". Al ver a su ángel le dijo: " Sin duda que aquel que tiene seis torres es el mío, pues como yo fui el hombre más famoso y rico de la tierra, ese debe ser el lugar donde viviré, además con todo mi dinero lo podía haber construido". Sin embargo, el ángel le dijo: "Lamento defraudarte, pero su sitio es aquel del fondo, esa casita con cuatro palos a punto de caerse, pues eso fue lo único que le pudimos construir con las cosas que atesoró para el cielo". Pongámonos por un momento en el lugar de este señor. Cuántas veces nosotros también atesoramos para la tierra y no para el cielo. Nos confiamos en el éxito de un examen, de un negocio, en la compra o venta de algún objeto. Preguntémonos ¿Cuántas veces ante un bienestar humano, en lugar de acercarnos más a Dios nos hemos alejado? ¿Por qué en ocasiones nos sucede que cuantos más bienes materiales tenemos sentimos menos necesidad de acudir a Dios? Y al contrario, cuando todo nos falla, cuando los amigos nos traicionan, cuando en el estudio o en el trabajo las cosas marchan mal, cuando el dinero no alcanza para pagar el colegio de los hijos, -y cada cual ponga su situación personal-, es cuando parece que tenemos más necesidad de Dios. Esta es la lección que Cristo nos quiere dejar hoy. Que en las buenas y en las malas contemos con Él. Con el que TODO lo puede. Con el que nos ha creado por amor, para hacernos felices en el amor a Él por encima de todo. El secreto del éxito en nuestra vida está en querer lo que Dios quiere de nosotros, pues Él sólo quiere para nosotros lo mejor. Propósito Que nuestro propósito para este día sea estar invariablemente unido a Cristo, a Dios. Que ante los éxitos de hoy sigamos unidos y confiados en Cristo de la misma manera que si recibimos desilusiones y fracasos. Diálogo con Cristo Líbrame, Señor, de las tentaciones; no permitas que edifique mi vida sobre las arenas movedizas de lo superficial y de lo aparente. Ayúdame a amarte por encima de todo. Sé Tú mi único tesoro, el verdadero sostén y el apoyo más firme de mi vida. |
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domingo, 4 de agosto de 2013
EL EVANGELIO DE HOY: 04.08.2013
sábado, 3 de agosto de 2013
LAS TRES PLENITUDES
LAS TRES PLENITUDES
Habla San Alberto Magno que existen tres géneros de plenitudes: "la plenitud del vaso, que retiene y no da; la del canal, que da y no retiene, y la de la fuente, que crea, retiene y da". ¡Qué tremenda verdad!
Efectivamente, yo he conocido muchos hombres-vaso. Son gentes que se dedican a almacenar virtudes o ciencia, que lo leen todo, coleccionan títulos, saben cuanto puede saberse, pero creen terminada su tarea cuando han concluido su almacenamiento: ni reparten sabiduría ni alegría. Tienen, pero no comparten.
Retienen, pero no dan. Son magníficos, pero magníficamente estériles. Son simples servidores de su egoísmo.
También he conocido hombres-canal: es la gente que se desgasta en palabras, que se pasa la vida haciendo y haciendo cosas, que nunca rumia lo que sabe, que cuanto le entra de vital por los oídos se le va por la boca sin dejar pozo adentro. Padecen la neurosis de la acción, tienen que hacer muchas cosas y todas de prisa, creen estar sirviendo a los demás pero su servicio es, a veces, un modo de calmar sus picores del alma. Hombre-canal son muchos periodistas, algunos apóstoles, sacerdotes o seglares. Dan y no retienen. Y, después de dar, se sienten vacíos.
Qué difícil, en cambio, encontrar hombres-fuente, personas que dan de lo que han hecho sustancia de su alma, que reparten como las llamas, encendiendo la del vecino sin disminuir la propia, porque recrean todo lo que viven y reparten todo cuanto han recreado. Dan sin vaciarse, riegan sin decrecer, ofrecen su agua sin quedarse secos. Cristo -pienso- debió ser así. El era la fuente que brota inextinguible, el agua que calma la sed para la vida eterna. Nosotros -¡ah!- tal vez ya haríamos bastante con ser uno de esos hilillos que bajan chorreando desde lo alto de la gran montaña de la vida.
Autor: José Luis Martín Descalzo
Texto enviado por Gabriela Alejandra Rubiolo.
SERÁS UN TRIUNFADOR
SERÁS UN TRIUNFADOR
Cuando el egoísmo no limite tu capacidad de amar.
Cuando confíes en ti mismo aunque todos duden de ti y dejes de preocuparte por el qué dirán.
Cuando tus acciones sean tan concisas en duración como largas en resultados.
Cuando puedas renunciar a la rutina sin que ello altere el metabolismo de tu vida.
Cuando sepas distinguir una sonrisa de una burla, y prefieras la eterna lucha que la compra de la falsa victoria.
Cuando actúes por convicción y no por adulación.
Cuando puedas ser pobre sin perder tu riqueza y rico sin perder tu humildad.
Cuando sepas perdonar tan fácilmente como ahora te disculpas.
Cuando puedas caminar junto al pobre sin olvidar que es un hombre, y junto al rico sin pensar que es un dios.
Cuando sepas enfrentar tus errores tan fácil y positivamente como tus aciertos.
Cuando halles satisfacción compartiendo tu riqueza.
Cuando sepas obsequiar tu silencio a quien no te pide palabras, y tu ausencia a quien no te aprecia.
Cuando ya no debas sufrir por conocer la felicidad y no seas capaz de cambiar tus sentimientos o tus metas por el placer.
Cuando no trates de hallar las respuestas en las cosas que te rodean, sino en Dios y en tu propia persona.
Cuando aceptes los errores, cuando no pierdas la calma, entonces y sólo entonces, serás... ¡UN TRIUNFADOR!
EL EVANGELIO DE HOY: 03.08.2013
Autor: P. Francisco Javier Arriola, LC | Fuente: Catholic.net Herodes manda matar a Juan Bautista | |
Mateo 14, 1–12. Tiempo Ordinario. La experiencia de Cristo nos da la fuerza para dar testimonio de Él. | |
En aquel tiempo, la fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: «Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos». Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla». Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta. El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera. Instigada por su madre, ella dijo: «Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús. Oración Introductoria Señor mío y Dios mío, me pongo en tu presencia para escuchar tus palabras y para buscar tu voluntad. Ilumina mi entendimiento para comprender tu verdad y da fuerza a mi voluntad para cambiar lo que en mi vida deba enmendar para agradarte, bendecirte y ser una persona digna de tu amor y predilección. Petición Haz, Jesús Misericordioso, que te conozca personalmente para que no preste oídos a lo que el mundo dice de ti. No permitas que por debilidad e indiferencia pierda tu amistad. Jesús, que no me deje llevar por el "qué dirán" los demás, sino por lo que Tú dices de mí y para mí. Meditación del Papa Creer en Dios nos hace, por lo tanto, portadores de valores que a menudo no coinciden con la moda y la opinión del momento. Nos pide adoptar criterios y asumir una conducta que no pertenecen a la manera común de pensar. El cristiano no debe tener miedo de ir "contra la corriente" para vivir su fe, resistiendo a la tentación de "uniformarse". En muchas sociedades, Dios se ha convertido en el "gran ausente" y en su lugar hay muchos ídolos, diversos ídolos y especialmente la posesión del "yo" autónomo. Y también los significativos y positivos progresos de la ciencia y de la tecnología han introducido en el hombre una ilusión de omnipotencia y de autosuficiencia, y un creciente egoísmo ha creado no pocos desequilibrios al interior de las relaciones interpersonales y de los comportamientos sociales. Sin embargo, la sed de Dios no se extingue y el mensaje del Evangelio sigue resonando a través de las palabras y los hechos de muchos hombres y mujeres de fe.(Benedicto XVI, 23 de enero de 2013). Reflexión San Mateo comienza diciendo que tenía curiosidad de lo que oía acerca de Jesús. Así nos puede pasar cuando conocemos sólo de oídas a Dios. De ser así, nos arriesgamos a escuchar de un dios que es vengativo, castigador, lejano, indiferente al sufrimiento de las personas, injusto y sordo a la voz de los que le llaman y le invocan en su dolor. Este es el dios de quienes no le conocen más que de escuchar a los que se lamentan y a los que elaboran un dios a la medida de las fantasías humanas y filosóficas. Pero hay otro extremo: también nos puede pasar que creemos en el único Dios verdadero, pero lo tenemos maniatado, encadenado en el calabozo de nuestra indiferencia y olvido. También podemos convertirnos en otros "herodes" en nuestra vida espiritual: nos da curiosidad "ese tal" Jesús que hace milagros, pero que no lo podemos dejar actuar libremente en nuestra vida porque tememos que nos pida todo, aun aquello que más nos cuesta y no somos capaces de dárselo. Nos da curiosidad y le atribuimos aspectos mágicos que están opuestos a la fe, pero por miedo al "qué dirán", lo dejamos relegado en la prisión de nuestra falta de generosidad. Y si no hay generosidad, podemos ahogar las palabras que el Señor nos dirige en el fondo del corazón hasta que terminamos por eliminarlo con nuestro pecado e insensibilidad. Esto nos entristece, pero es lo que pasa cuando el mundo pide la "cabeza de dios" en la bandeja del materialismo, del hedonismo, del racionalismo, del laicismo a ultranza desligado de los deberes, pero que clama y reclama derechos que ni siquiera merece. Este es el mundo que grita la muerte de Dios y quiere verlo desaparecer porque Él no deja en paz su conciencia y desea justificar su maldad con la ilusión de una libertad que es libertinaje. Sí, esto nos entristece como a Herodes, pero podemos caer en el mismo escollo y sucumbir ante los ataques del mundo, del demonio y de la carne si no luchamos por defender la vida del Señor en nuestra alma en la lucha contra el pecado, contra la frivolidad, la falta de fe, de confianza y amor. Pero el Señor no nos deja solos, y esto es lo que nos consuela, saber que, a pesar de nuestras debilidades y reticencias, Él sigue manteniendo su promesa y su amor incondicional. Es cierto que hay cosas que están mal, pero hay muchas otras muy buenas y santas que no podemos ignorar: la Eucaristía, la Sma. Virgen, la fe, los santos, el testimonio de quienes aman a Dios, y los muchos pecadores que se levantan y vuelven pidiendo perdón al Señor de la Misericordia infinita. Nosotros, pecadores, gozamos del derecho a su Misericordia, porque más la necesitamos, según dice en sus revelaciones a Santa Faustina Kowalska. Nadie se arrepentirá nunca de haber buscado al Señor y conocerlo experiencial y personalmente porque quedará saciado de la bondad de Dios. «Mirad cuán grande cosa es la virtud. Herodes tuvo miedo de Juan a pesar de estar muerto, y por eso habla de su resurrección»… Esto es lo que nos dice san Juan Crisóstomo de Herodes. El ser humano queda perplejo ante las obras de Dios en el mundo, sobre todo aquellos que quiere borrar de sí las insistencias de su conciencia para dejar el mal y abrazar el bien. El santo temor de Dios corrige nuestras faltas, el temor de los hombres, en cambio, aplaza nuestros actos, pero no cambia la voluntad, de tal modo que quien se detiene por este motivo ante el mal, termina por ceder. Cristo nos sigue pidiendo ser luz del mundo. Creer en Jesús es dar testimonio de Él. A unos Dios les pedirá el testimonio con su sangre, a otros el testimonio con sus actos y buen ejemplo, y a otros el testimonio con la vida entera dedicada a Él. Sabemos que nuestra debilidad será siempre un obstáculo para nuestra fidelidad, pero contamos con la fuerza del que todo lo puede. San Pablo dice, "todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Fil. 4, 13). No hay nada que temer si Él está con nosotros, pues nada nos puede separar de su amor, ni la muerte ni la vida ni ninguna otra criatura lo hará (cf. Rom 8, 38) si nosotros nos anclamos al Corazón de Jesús y nos dejamos amar por Él. Propósito Ofreceré el rezo de un misterio del santo rosario por todos aquellos cristianos que son perseguidos a causa de su fe, por los que sufren injusticias y por los más necesitados para que Dios y María santísima les fortalezcan y les hagan firmes testigos de Cristo resucitado, verdadera Luz y Vida del mundo. Diálogo con Cristo Jesús manso y humilde de Corazón, que cautivas y consuelas a los que se acercan a ti, vengo a suplicarte que fortalezcas mi fe para defenderte con mis palabras, con mis obras y con mi vida. Concédeme conocerte más, para amarte más, para llenar mi corazón de tu amor y darte a conocer a los demás. Ayúdame a cumplir fielmente tu voluntad y nunca permitas que me separe de ti. «Con mucha frecuencia el testimonio de la Iglesia, que va contracorriente, es mal interpretado, como algo retrasado y negativo en la sociedad actual. Por eso es importante destacar la buena nueva, el mensaje del Evangelio que da vida y la da en abundancia (cf. Jn 10, 10). Aunque es necesario denunciar con fuerza los males que nos amenazan, debemos corregir la idea de que el catolicismo no es más que "una serie de prohibiciones"».Benedicto XVI a los obispos de la Conferencia Episcopal de Irlanda, 28 de octubre de 2006 |
viernes, 2 de agosto de 2013
ACTO DE CONFIANZA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
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PRIMER VIERNES DEL MES DE AGOSTO: SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
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DE TI DEPENDE
De ti depende
En un pueblo oriental vivía en la montaña un anciano que era muy conocido por su sencillez y su sabiduria. Pero en el pueblo cercano vivía un joven malicioso y envidioso de aquel anciano.
Un día acompañado de un par de amigos decidió ir al encuentro de aquel anciano para dejarlo en evidencia, se compró un pájaro y fue al encuentro del anciano.
Cuando estuvo frente a El, le dijo:
- Buen anciano, todo el mundo habla bien de ti; yo quiero ponerte a prueba a ver si lo que dicen de ti es cierto. Este pájaro que llevo en la mano que pasará con El, cuando la abra:¿ volará o caerá muerto?. (porque el joven pensaba, si dice que volará, aprieto la mano, lo ahogo y caerá muerto, por el contrario, si dice que morirá abriré la mano y saldrá volando; este viejo, pensaba, no tiene escapatoria).
El buen anciano se dió cuenta enseguida del mal de aquel joven y empezó a mirarle fijamente a los ojos para que reflexionase, pero el joven insistía: ¿volará o caerá muerto?.
Finalmente el anciano le clavo sus ojos en los de El y le dijo: DE TI DEPENDE.
Fue suficiente, aquellas palabras le llegaron al fondo del corazón, abrió la mano, salió el pájaro libre y regreso junto con sus amigos en silencio al pueblo; parece que la lección de aquel anciano había servido de mucho
LA PARÁBOLA DEL TIEMPO
La parábola del tiempo
Un Experto Asesor de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su conferencia.
Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó:
- ¿Cuantas piedras piensan que caben en el frasco?
Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco. Luego preguntó:
- ¿Está lleno?.
Todo el mundo lo miró y asintió.
Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que dejaban las piedras grandes.
El experto sonrió con ironía y repitió:
- ¿Está lleno?.
Esta vez los oyentes dudaron:
- Tal vez no.
- ¡Bien!.
Y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava.
- ¿Está lleno? preguntó de nuevo.
- ¡No!, exclamaron los asistentes.
- Bien, dijo, y cogió una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba.
- Bueno, ¿qué hemos demostrado?, preguntó.
Un alumno respondió:
- Que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas.
- ¡No!,concluyó el experto:
- Lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrás colocarlas después.
¿CUALES SON LAS GRANDES PIEDRAS EN TU VIDA?.
¡TUS HIJOS, TUS AMIGOS, TUS SUEÑOS, TU SALUD, LA PERSONA AMADA!.
RECUERDA, PONLAS PRIMERO.
- El resto encontrará su lugar
EL EVANGELIO DE HOY: 02.08.2013
Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net Nadie es profeta en su tierra | |
Mateo 13, 54-58. Tiempo Ordinario. ¡Cuánta fe le falta al hombre en sí mismo y en lo propio! | |
En aquel tiempo viniendo Jesús a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?» Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe. Oración introductoria Señor Jesús, en ese pasaje del Evangelio veo reflejada mi tendencia a ponerte límites, a no confiar plenamente en que Tú quieres y puedes estar presente en mi oración. Ante mi debilidad, ante la distracción, necesito de tu gracia para que nunca más desprecie la intimidad que puedo llegar a tener contigo en la oración. Petición Ven, Espíritu Santo, llena mi corazón con el fuego de tu amor. Meditación del Papa El hombre quiere conocer, quiere encontrar la verdad. La verdad es ante todo algo del ver, del comprender, de la theoría, como la llama la tradición griega. Pero la verdad nunca es sólo teórica. San Agustín, al establecer una correlación entre las Bienaventuranzas del Sermón de la montaña y los dones del Espíritu que se mencionan en Isaías 11, habló de una reciprocidad entre "scientia" y "tristitia": el simple saber -dice- produce tristeza. Y, en efecto, quien sólo ve y percibe todo lo que sucede en el mundo acaba por entristecerse. Pero la verdad significa algo más que el saber: el conocimiento de la verdad tiene como finalidad el conocimiento del bien. Este es también el sentido del interrogante socrático: ¿Cuál es el bien que nos hace verdaderos? La verdad nos hace buenos, y la bondad es verdadera: este es el optimismo que reina en la fe cristiana, porque a ella se le concedió la visión del Logos, de la Razón creadora que, en la encarnación de Dios, se reveló al mismo tiempo como el Bien, como la Bondad misma. Benedicto XVI, Discurso preparado para el Encuentro con la Universidad de Roma, La Sapienza el 17 de enero, visita cancelada el 15 de enero de 2011. Reflexión - Éste sí que habla bien. ¿De dónde será? – Admirado, preguntó un nazareno al conocido con quien compartía la banca de la sinagoga. - ¿No le conoces? Es el que vivía al lado del panadero, que hace dos años se fue. - ¿El hijo de la viuda, María, la que estaba casada con el carpintero? - Ése mismo – Asintió. - ¡Buenoo! – Concluyó algo desanimado. La psicología humana tiende a valorar más lo ajeno que lo propio. Con frecuencia preferimos el producto de importación al local o se nos antoja el coche del otro aunque el nuestro esté prácticamente nuevo. Pero esto se hace más notorio en lo personal. La vida de los demás nos parece con menos problemas que la nuestra; el trabajo más llevadero que el que nos ha tocado en suerte; incluso, nos parece que la familia ajena goza de más armonía que la nuestra. ¡Cuánta fe le falta al hombre en sí mismo y en lo propio! Saber que no hay otra familia mejor que la propia pues es la única que uno tiene, mejor trabajo que el que uno realiza pues es el único que le da ciertos ingresos, e incluso mejores problemas que los que uno vive pues son los únicos que podremos tener la satisfacción de superar. Pero, sobre todo, tomar conciencia que no hay otro Dios más grande que el nuestro. Además de que es el único, porque sólo él se ha manifestado como Padre, capaz de perdonar siempre y todo hasta el punto que él mismo ha dado la vida para que nosotros podamos tenerla en abundancia. Propósito Diariamente, pedir que sepa conservar y acrecentar el don más precioso que tengo: mi fe en la Santísima Trinidad. Diálogo con Cristo Señor, es tan grande tu bondad y misericordia que absurdamente llego a «acostumbrarme» a ellas, perdiendo así la capacidad de maravillarme continuamente de la grandeza de tu amor. Tú siempre dispuesto hacer grandes cosas en mi vida, yo distraído en lo pasajero. Por eso no quiero, no puedo y no debo dejar pasar más el tiempo sin seguir con confianza y valentía las inspiraciones de tu Espíritu Santo. Con tu ayuda, sé que lo voy a lograr. |
jueves, 1 de agosto de 2013
SÍ, LA EUCARISTÍA ES PRENDA Y FUENTE DE ESPERANZA
Autor: P. Antonio Rivero LC | Fuente: Catholic.net Sí, la Eucaristía es prenda y fuente de esperanza. | |
Mientras haya una Hostia que brille en la custodia, la esperanza sigue viva, todavía Dios mira a esta tierra. | |
¡La esperanza! La esperanza causa en nosotros el deseo del cielo y de la posesión de Dios. Pero el deseo comunica al alma el ansia, el impulso, el ardor necesario para aspirar a ese bien deseado y sostiene las energías hasta que alcanzamos lo que deseamos. Además acrecienta nuestras fuerzas con la consideración del premio que excederá con mucho a nuestros trabajos. Si las gentes trabajan con tanto ardor para conseguir riquezas que mueren y perecen; si los atletas se obligan voluntariamente a practicar ejercicios tan trabajosos de entrenamiento, si hacen desesperados esfuerzos para alcanzar una medalla o corona corruptible, ¿cuánto más no deberíamos trabajar y sufrir nosotros por algo inmortal? La esperanza nos da el ánimo y la constancia que aseguran el triunfo. Así como no hay cosa que más desaliente que el luchar sin esperanza de conseguir la victoria, tampoco hay cosa que multiplique las fuerzas tanto como la seguridad del triunfo. Esta certeza nos da la esperanza. Esta esperanza es atacada por dos enemigos: La esperanza es una de las características de la Iglesia, como pueblo de Dios que camina hacia la Jerusalén celestial. Todo el Antiguo Testamento está centrado en la espera del Mesías. Vivían en continua espera. ¡Cuántas frases podríamos entresacar de la Biblia! “Dichoso el que confía en el Señor, y cuya esperanza es el Señor...Dios mío confío en Ti...No dejes confundida mi esperanza...Tú eres mi esperanza, Tú eres mi refugio, en tu Palabra espero...No quedará frustrada la esperanza del necesitado...Mi alma espera en el Señor, como el centinela la aurora”. También el Nuevo Testamento es un mensaje de esperanza. Cristo mismo es nuestra esperanza. Él es la garantía plena para alcanzar los bienes prometidos. La promesa que Él nos hizo fue ésta “quien me coma vivirá para siempre, tendrá la Vida Eterna”. ¿Cómo unir esperanza y Eucaristía? La eucaristía es un adelanto de esos bienes del cielo, que poseeremos después de esta vida, pues la Eucaristía es el Pan bajado del cielo. No esperó a nuestra ansia, Él bajó. No esperó a nuestro deseo, Él bajó a satisfacerlo ya. Es verdad que en el cielo quedaremos saciados completamente. La Eucaristía se nos da para fortalecer nuestra esperanza, para despertar nuestro recuerdo, para acompañar nuestra soledad, para socorrer nuestras necesidades y como testimonio de nuestra salvación y de las promesas contenidas en el Nuevo Testamento. Mientras haya una Iglesia abierta con el Santísimo, hay ilusión, amistad. Mientras haya un sacerdote que celebre misa, la esperanza sigue viva. Mientras haya una Hostia que brille en la custodia, todavía Dios mira a esta tierra. Dijimos que los dos grandes errores contra la esperanza son la presunción y la desesperación. A estos dos errores responde también la eucaristía. ¿Qué tiene que decir la eucaristía a la presunción? “Sin mi pan, no podrás caminar, sin mi fuerza no podrás hacer el bien, sin mi sostén caerás en los lazos de engaños del enemigo. Tú decías que podías todo. ¿Seguro? ¿Cómo podrías hacer el bien sin Mí, que soy el Bien supremo? Y a Mí se me recibe en la eucaristía. ¿Cómo podrías adquirir las virtudes tú solo, sin Mí, que doy el empuje a la santidad? Quien come mi carne irá raudo y veloz por el camino de la santidad”. ¿Y qué tiene que decir la eucaristía a la desesperación? “¿Por qué desesperas, si estoy a tu lado como Amigo, Compañero? ¿Por qué desesperas si Yo estaré contigo hasta el fin de los tiempos? ¿Por qué desesperas a causa de tus males y desgracias, si yo te daré la fuerza?”. El cardenal Nguyen van Thuan, obispo que pasó trece años en las cárceles del Vietnam, nueve de ellos en régimen de aislamiento, nos cuenta su experiencia de la eucaristía en la cárcel. De ella sacaba la fuerza de su esperanza. Estas son sus palabras: “He pasado nueve años aislado. Durante ese tiempo celebro la misa todos los días hacia las tres de la tarde, la hora en que Jesús estaba agonizando en el cruz. Estoy solo, puedo cantar mi misa como quiera, en latín, francés, vietnamita...Llevo siempre conmigo la bolsita que contiene el Santísimo Sacramento: “Tú en mí, y yo en Ti”. Han sido las misas más bellas de mi vida. Por la noche, entre las nueve y las diez, realizo una hora de adoración...a pesar del ruido del altavoz que dura desde las cinco de la mañana hasta las once y media de la noche. Siento una singular paz de espíritu y de corazón, el gozo y la serenidad de la compañía de Jesús, de María y de José”. Y le eleva esta oración hermosa a Dios: “Amadísimo Jesús, esta noche, en el fondo de mi celda, sin luz, sin ventana, calentísima, pienso con intensa nostalgia en mi vida pastoral. Ocho años de obispo, en esa residencia a sólo dos kilómetros de mi celda de prisión, en la misma calle, en la misma playa...Oigo las olas del Pacífico, las campanas de la catedral. Antes celebraba con patena y cáliz dorados; ahora tu sangre está en la palma de mi mano. Antes recorría el mundo dando conferencias y reuniones; ahora estoy recluido en una celda estrecha, sin ventana. Antes iba a visitarte al Sagrario; ahora te llevo conmigo, día y noche, en mi bolsillo. Antes celebraba la misa ante miles de fieles; ahora, en la oscuridad de la noche, dando la comunión por debajo de los mosquiteros. Antes predicaba ejercicios espirituales a sacerdotes, a religiosos, a laicos...; ahora un sacerdote, también él prisionero, me predica los Ejercicios de san Ignacio a través de las grietas de la madera. Antes daba la bendición solemne con el Santísimo en la catedral; ahora hago la adoración eucarística cada noche a las nueve, en silencio, cantando en voz baja el Tantum Ergo, la Salve Regina, y concluyendo con esta breve oración: “Señor, ahora soy feliz de aceptar todo de tus manos: todas las tristezas, los sufrimientos, las angustias, hasta mi misma muerte. Amén” . Sí, la Eucaristía es prenda y fuente de esperanza. |
QUINCE MINUTOS CON JESÚS SACRAMENTADO
Quince minutos con Jesús Sacramentado
No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme; basta que me ames mucho. Háblame sencillamente, como hablarías al más íntimo de tus amigos, como hablarías a tu madre, o a tu hermano.
¿Necesitas hacerme alguna súplica en favor de alguien? Dime su nombre, sea el de tus padres, el de tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras hiciese yo realmente por ellos. Pide mucho, muchas cosas; no vaciles en pedir, me gustan los corazones generosos, que llegan a olvidarse de sí mismos para atender las necesidades ajenas.
Háblame con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar; de los enfermos a quienes ver padecer; de los extraviados que anhelas devolver al buen camino; de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos al menos una palabra; pero palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón.
¿Necesitas alguna gracia? Haz, si quieres, una lista de lo que necesitas, y ven, léela en mi presencia. Dime con sinceridad que sientes orgullo, pereza y amor a la sensualidad, que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente..., y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para sacudir de encima de ti tales miserias.
No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos y tantos justos, tantos y tantos santos de primer orden que tuvieron los mismos defectos! Pero rezaron con humildad, y poco a poco se vieron libres de sus miserias.
Tampoco vaciles en pedirme bienes para cuerpo y para entendimiento: salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios... Todo eso puedo darte, y lo doy y deseo me lo pidas en cuanto no se oponga, sino que favorezca y ayude a tu santificación. Hoy por hoy, ¿qué necesitas? ¿Qué puedo hacer por tu bien? ¡Si conocieses los deseos que tengo de favorecerte!
¿Te preocupa alguna cosa? Cuéntamelo todo detalladamente. ¿Qué te preocupa?, ¿qué piensas?, ¿qué deseas? ¿No querrías poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos a quienes amas tal vez mucho y que viven quizá olvidados de mí? ¿No te sientes con deseos de mi gloria?
Dime: ¿qué cosa llama hoy particularmente tu atención? ¿qué anhelas más vivamente y con qué medios cuentas para conseguirlo? Dime qué es lo que te ha salido mal, y yo te diré las causas de tu fracaso. Hijo mío, soy dueño de los corazones, y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, donde me place.
¿Estás triste o de mal humor? Cuéntame tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te ha ofendido?, ¿quién lastimó tu amor propio?, ¿quién te ha menospreciado? Acércate a mi corazón, que tiene el bálsamo eficaz para todas las heridas del tuyo. Cuéntame todo, y acabarás por decirme que, a semejanza de mí, todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora bendición. ¿Tienes miedo de algo? ¿Sientes en tu alma tristeza?
Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy aquí, a tu lado me tienes; todo lo oigo, ni un momento te desamparo.
¿Sientes desprecio por las personas que antes te quisieron bien, y ahora se alejan de ti sin que les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu lado si no han de ser obstáculo a tu santificación.
¿Tienes alguna alegría que comunicarme? ¿Por qué no me haces partícipe de ella por lo buen amigo tuyo que soy? Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que me hiciste, te ha consolado y hecho como sonreír tu corazón. Quizá has tenido alguna sorpresa agradable; quizá has recibido buenas noticias, una carta, una muestra de cariño; quizá has vencido una dificultad o salido de un apuro... Obra mía es todo esto, y yo te lo he proporcionado. ¿Por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y decirme sencillamente como un hijo a su padre: gracias, padre mío, gracias? El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le agrada verse correspondido.
¿Tienes alguna promesa que hacerme? Puedo leer en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña fácilmente, a Dios no. Háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes un propósito firme de no ponerte más en aquella ocasión de pecado?, ¿de privarte de aquello que te dañó?, ¿de no leer más aquel libro que dio rienda suelta a tu imaginación?, ¿de no tratar más a aquella persona que turbó la paz de tu alma, haciéndote pecar? ¿Volverás a ser amable con aquella persona a quien miraste hasta hoy como enemiga? Hijo mío, vuelve a tus ocupaciones habituales, a tu trabajo, a tu familia, a tu estudio..., pero no olvides la grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad de la capilla.
Ama a mi Madre, que lo es tuya también, la Virgen Santísima... y vuelve otra vez a Mí con el corazón más amoroso todavía, más entregado a mi servicio: en el mío encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.
DIOS ESTÁ AQUÍ
Dios está aquí
Cantemos al Amor de los amores, cantemos al Señor: Dios está aquí. Es inaudito, pero es la realidad. Para quienes no tienen fe es increíble, pero no lo es para quienes creemos en la palabra de Dios. Jesús lo afirmó con claridad: Quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él (Jn 6,56).
Muchos le abandonaron entonces porque, sin la fe, esas palabras resultan duras de admitir. Jesús, sin embargo, no rebajó su contenido. ¿Queréis marcharos?, preguntó a sus apóstoles. Porque las cosas son así, esta es la realidad. Pedro, movido por Dios, afirmó: Señor, ¿a quién vamos a ir?, de quién nos vamos a fiar, si sólo Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios (Jn 6,68).
Agradecemos a Dios que nos haya dado a conocer esta verdad, pero se requiere como respuesta un acto de fe personal: Te creo, Señor; si Tú lo dices, será así. Para eso hacía Jesús los milagros, para que, viendo sucesos extraordinarios, creyeran cosas humanamente increíbles, misterios que sólo sabe Dios y de los que desea hacernos partícipes. Los contenidos de la fe son un regalo para los que tienen fe, para los humildes. Quien se fía de alguien que sabe más acaba sabiendo lo que no conocía. Los cristianos conocemos realidades maravillosas y salvíficas que no pueden ser conocidas los quienes se guían exclusivamente por sus propias evidencias, su experiencia y su limitada razón. La Eucaristía, en este sentido, es un regalo para los que tienen fe.
En la Biblia se descubre el interés de Dios por estar cerca de los hombres, de aquellos que le pueden reconocer como Dios. Por eso, Dios hizo una alianza con el pueblo de Israel. Ellos se comprometían a escuchar su voz y a obedecerle, y Dios se comprometía a estar en medio de ellos y a protegerles. Su presencia estaba en un lugar sagrado (la Shekinâ): Me harán un santuario y habitaré en medio de ellos (Ex 25,8). Primero fue la "Tienda del encuentro" durante el éxodo por el desierto y luego instalada en Jerusalén, y después reemplazada por el Templo de Salomón. Allí, en el "Sancta sanctorum" habitaba Dios de una manera especial en medio de su pueblo.
Pero al llegar la plenitud de los tiempos, Dios mismo puso su tienda entre los hombres, y habitó entre nosotros, como dice Juan en el prólogo de su Evangelio (Jn 1,14). Aquella presencia de Dios en medio de Israel quedó sustituida por un Hombre en cuyo cuerpo habita en plenitud la divinidad. Jesús es el Emmanuel, Dios con nosotros. Él predijo a los judíos que, si le mataban, ya no habría templo en Jerusalén, y que Él al tercer día reedificaría otro templo no hecho por mano de hombre.
Una vez resucitado ya no iba a haber más templo ni lugar donde se adorara a Dios, porque los verdaderos adoradores adorarían en espíritu y verdad. Ya no sería un "lugar" donde se adoraría a Dios, sino una Persona: dondequiera que se halle el Cuerpo de Cristo, allí estará Dios. Quien desee encontrarse con Dios tiene que ir a Él, porque no se nos ha dado otro nombre bajo el cielo, no hay otro camino, no hay otro lugar. Cristo está en su Iglesia (Mt 28,20) y en todo hombre que permanezca en su palabra y en su amor (Jn 14,16; 15, 4-9), pero de una manera especial -de modo sacramental- en su Cuerpo y en su Sangre (Jn 6,56): Esto es mi cuerpo..., ésta es mi sangre... (Mc 14,22; 1 Cor 11,24).
En los sacramentos de la nueva ley se simboliza con signos visibles la realidad que contienen, y en ellos se hace presente Cristo y nos da su gracia; pero "El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella como la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos. En el santísimo sacramento de la Eucaristía están contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero. Esta presencia se denomina real, no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen reales, sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente" (C.E.C., 1374).
La Eucaristía hace presente aquí -en las dimensiones del pan y del vino consagrados- a Cristo vivo, y lo hace presente continuamente en la Iglesia a través de los siglos. La Eucaristía no es una simple referencia a la persona de Cristo, sino que es su misma Persona.
LA PAZ
LA PAZ
La paz. Que palabra tan importante. La paz es lo que todos buscan y no lo saben. La paz interior, el tesoro mas grande que podemos tener, no viene en cápsulas. El estrés, que es la ausencia de paz interna, puede causar tensión alta, bocio, migrañas, artritis, enfermedades del corazón, ulceras gastrointestinales, y todo tipo de enfermedades mentales. La paz con Dios puede curar estas enfermedades.
Los médicos pueden prescribir fármacos pero no pueden hacer mucho sobre la causa que genera las enfermedades, especialmente si no se trata el espíritu que es el componente más importante.
Paz. Que palabra tan importante. Hablamos de la paz interior, no la ausencia de guerra. Aunque esto es también una guerra, en el corazón.
La Biblia tiene mucho que decir sobre la paz. Nosotros tenemos mucho que aprender sobre esta palabra.
Donde hay estrés no hay paz. La falta de paz interior es la causa # 1 de casi todos nuestros problemas de salud. Esto parece una exageración pero si se analiza detenidamente a la luz de la palabra de Dios, vemos que el conseguir tener paz duradera es el beneficio más grande que podemos alcanzar en esta vida. Ninguna otra cosa se puede comparar con ella.
Pero la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento no es tan fácil conseguirla.
Filipenses 4:6-7 dice:
“Por nada estéis afanosos (ansiosos, preocupados) sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios, con toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la PAZ DE DIOS, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús, Señor nuestro.”
Necesitamos más que una píldora para los problemas de estrés en los que se encuentra el hombre que ha perdido todos sus ahorros en la crisis económica, para la mujer que ha sido abandonada por su marido, y para el hombre que maquina por la noche en su cama como va a vengarse del que es responsable de sus problemas.
Dios prometió al pueblo judío que si andaban en obediencia a sus estatutos los protegería de toda enfermedad, cosa que la medicina moderna no puede prometer con todas sus medidas preventivas.
“Y Moisés clamó a Yahve, y Yahve le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron. Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó; y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Yahve tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, NINGUNA ENFERMEDAD DE LAS QUE ENVIÉ A LOS EGIPCIOS TE ENVIARÉ A TI; porque yo soy Yahve tu sanador.
Hoy día tenemos no una epidemia, sino una pandemia de problemas psiquiátricos causados por vivir una vida ignorando las leyes de Dios. El fruto y beneficio más grande que resulta de tener una relación con Dios por medio de la fe en su Hijo Jesucristo, es la paz.
El problema principal que tienen los que sufren de depresión, de ansiedad, de tensión, de temores infundados, etc. es la falta de paz. El hombre no se da cuenta de que la conciencia pesa mucho. Está inconsciente del papel que esta juega en todos estos problemas físicos. Pero el subconsciente es muy real.
La Biblia dice:
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado; pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.”
Pero hay buenas noticias. Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a traernos la paz.
En Juan 14 leemos:
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay. Voy a preparar lugar para vosotros y volveré y os llevaré allí”.
”La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”.
Juan 14:6
“Yo soy en camino…”
”El que a mí viene, no le echo fuera. Venid a mi para que tengáis vida en abundancia”.
Palabras de Jesucristo. Palabras de vida. Jesucristo es el camino a la paz duradera.
EL EVANGELIO DE HOY: 01.08.2013
Autor: H. Héctor Flores | Fuente: Catholic.net Separarán a los malos de entre los justos | |
Mateo 13, 47-53. Tiempo Ordinario. Cada momento en nuestra vida tenemos la oportunidad de elegir entre lo bueno y lo malo, entre el bien y el pecado. | |
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?». «Sí», le respondieron. Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo». Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí. Oración introductoria Jesús gracias por permitirme este encuentro contigo. Me pongo delante de Ti para presentarte mis debilidades, preocupaciones y también aquello que no me agrada, así como mis alegrías, triunfos e ilusiones. Me pongo en tus manos y te pido la fortaleza necesaria para perseverar en el amor a Ti. Petición Jesús permíteme comprender el fin de la vocación en mi vida para que pueda hacer sólo lo que te agrada. Meditación del Papa Él -como lo revela Jesús-, es el Padre que alimenta a las aves del cielo sin que deban sembrar ni cosechar, y reviste de magníficos colores las flores del campo, con vestidos más bellos que los del rey Salomón; y nosotros -añade Jesús-, ¡valemos más que las flores y las aves del cielo! Y si Él es lo suficientemente bueno para hacer "salir el sol sobre malos y buenos, y... llover sobre justos e injustos", podremos siempre, sin temor y con total confianza, confiarnos a su perdón de Padre cuando nos equivocamos de camino. Dios es un Padre bueno que acoge y abraza al hijo perdido y arrepentido, se entrega gratuitamente a aquellos que se lo piden y ofrece el pan del cielo y el agua viva que da vida para siempre. Por lo tanto, el orante del salmo 27, rodeado de enemigos, asediado por malvados y calumniadores, mientras busca la ayuda del Señor y lo invoca, puede dar su testimonio lleno de fe, diciendo: "Mi padre y mi madre me han abandonado, pero el Señor me ha acogido". Dios es un Padre que nunca abandona a sus hijos, un Padre amoroso que apoya, ayuda, acoge, perdona y salva, con una fidelidad que supera inmensamente a la de los hombres. (Benedicto XVI, 30 de enero de 2013). Reflexión Este evangelio nos presenta la realidad a la que algún día nos enfrentaremos, solo Dios sabe cuándo. Es por eso una nueva invitación para estar en vigilancia y oración. Cada momento en nuestra vida tenemos la oportunidad de elegir entre lo bueno y lo malo, entre el bien y el pecado. Cristo quiere que nos demos cuenta de esta realidad y que valoremos el gran premio para la eternidad. Ciertamente no es nada fácil mantenerse en vigilancia porque por todos lados estamos rodeados de tentaciones, pero nos preservaremos en la medida que esa fe en Jesús se haga realidad constantemente a través de un pensamiento, una jaculatoria, una renuncia por amor, una conquista ofrecida... Como cristianos estamos llamados a ayudar a nuestros hermanos a llegar al cielo. El apóstol es una moneda de dos caras: por un lado está la oración y por otro el apostolado; no existen los santos egoístas. Vivo mi vocación en el trabajo, en la familia, con los amigos, ese es mi apostolado y también la manera de estar en vigilancia. Si quiero el cielo para mí, debo quererlo también para todos aquellos que me rodean. Propósito Hoy leeré un capítulo del Evangelio, lo meditaré y comentaré con alguien. Oración final Nuevamente te agradezco Jesús por este rato de diálogo contigo. Sé que la misión es ardua y por eso hoy te quiero ofrecer el esfuerzo que me pueda suponer el ayudar a los demás a conocerte. María en tus manos encomiendo mi apostolado de este día. El cristianismo tiene mucho que ofrecer en el ámbito práctico y moral, pues el Evangelio nunca deja de inspirar a hombres y mujeres a ponerse al servicio de sus hermanos y hermanas. Pocos podrían negarlo. Sin embargo, quienes fijan la mirada en Jesús de Nazaret con ojos de fe saben que Dios ofrece una realidad más profunda y, sin embargo, inseparable de la "economía" de la caridad operante en este mundo: él ofrece la salvación. (Benedicto XVI, Discurso del 28 de septiembre del 2009) |
miércoles, 31 de julio de 2013
LA BIBLIA Y EL TELÉFONO MÓVIL
LA BIBLIA Y EL TELÉFONO MÓVIL
Me pregunto qué pasaría si tratásemos a nuestra Biblia como tratamos a nuestro teléfono móvil.
¿Y si la lleváramos a todos lados en nuestra cartera o bolsillo?
¿Y si regresáramos a casa si se nos hubiera olvidado?
¿Y si la revisáramos varias veces al día?
¿Y si la usáramos para recibir mensajes del texto?
¿Y si la tratáramos como si no pudiésemos vivir sin ella?
¿Y si la ofreciéramos como regalo?
¿Y si la usáramos mientras viajamos?
¿Y si la usáramos en caso de emergencia?
Esto es algo para animarnos a preguntar... hmmm... ¿dónde está mi Biblia?
Ah, y una cosa más. A diferencia de nuestro teléfono móvil, no tenemos que preocuparnos de que nuestra Biblia se quede sin saldo… ¡porque Jesús ya pagó la cuenta!
La Biblia está cargada eternamente. Nunca tiene que ser recargada.
Cuando dices: "Es imposible" Dios dice: Todo es posible. (Lucas 18:27)
Cuando dices: "Estoy muy cansado." Dios dice: Yo te haré descansar. (Mateo 11:28-30)
Cuando dices: "Nadie me ama en verdad." Dios dice: Yo te amo. (Juan 3:16 y Juan 13:34)
Cuando dices: "No puedo seguir." Dios dice: Mi gracia es suficiente. (II Corintios 12:9 y Salmos 91:15)
Cuando dices: "No puedo resolver las cosas." Dios dice: Yo dirijo tus pasos. (Proverbios 3:56)
Cuando dices: "Yo no lo puedo hacer." Dios dice: Todo lo puedes hacer. (Filipenses 4:13)
Cuando dices: "Yo no soy capaz." Dios dice: Yo soy capaz. (II Corintios 9:8)
Cuando dices: "No vale la pena." Dios dice: Sí valdrá la pena. (Romanos 8:28)
Cuando dices: "No me puedo perdonar." Dios dice: YO TE PERDONO. (I Juan 1:9 y Romanos 8:1)
Cuando dices: "No lo puedo administrar." Dios dice: Yo supliré todo lo que necesitas. (Filipenses 4:19)
Cuando dices: "Tengo miedo." Dios dice: No te he dado un espíritu de temor. (I Timoteo 1:7)
Cuando dices: "Siempre estoy preocupado y frustrado." Dios dice: Hecha tus cargas sobre mi. (I Pedro 5:7)
Cuando dices: "No tengo suficiente fe." Dios dice: Yo le he dado a todos una medida de fe. (Romanos 12:3)
Cuando dices: "No soy suficientemente inteligente." Dios dice: Yo te doy sabiduría. (I Corintios 1:30)
Cuando dices: "Me siento muy solo." Dios dice: Nunca te dejaré, ni te desampararé. (Hebreos 13:5)
LA CASA BONITA
LA CASA BONITA
Aquel era un sábado como cualquier otro: el trajín de siempre: correr, comprar rápido y escapar del tumulto y el bullicio de la ciudad en un destartalado autobús... Me sentía cansada y ofuscada por el inmenso calor y toda la gente a mi alrededor transpiraba como si estuvieran sumergidos en un mar de sudor.
Abordé el autobús y me senté en el primer asiento para refrescarme un poco con la brisa del camino.
Todo transcurrió normalmente hasta que a mitad del camino una mujer abordó el autobús. Vestía harapos, estaba sucia y sostenía un bebé de meses en sus brazos y a su lado llevaba un niño de no más de cuatro años. Ella se sentó a mi lado con el bebé, el otro niño se sentó en el asiento contiguo, al otro lado del pasillo. Observé aquella mujer discretamente: era delgada y podría decirse que había aún restos de juventud en su expresión; pude ver sus facciones: un rostro en el cual aún se vislumbraba unos rasgos bonitos, ojos claros, se notaba que aún era joven, sin embargo el peso del dolor podía verse a través de sus arrugas prematuras. El niño mayor se veía saludable, vivaracho y muy simpático.
El viaje se convirtió en una “excursión de silencio” en cuanto la señora abordó el bus, todos los pasajeros la observaban con preocupación e incluso con cierto desprecio e incomodidad por la suciedad de sus ropas. De pronto en medio del silencio una chispa de luz brilló en los ojos del niño, miró sonriente por la puerta del autobús y gritó: “¡Mira, Mami, qué casa tan bonita!”.
Inconscientemente todos los pasajeros del autobús miramos hacia donde el niño señalaba y sólo había un pequeño rancho con unas pocas tablas, con hendijas por todas partes, sin piso y con unas latas herrumbradas y rotas por techo “¡ Mira, Mami, qué bonita y hasta tiene luz! ¡mira tiene un cable!” la mujer con ojos tristes le dijo”Si, hijo, si” y se volvió avergonzada hacia mí y se disculpó por su pobreza diciendo “No ve que como vivimos tan pobres y nos alumbramos con candelas, él todo lo ve bonito” e inclinó su rostro avergonzada. En aquel momento desee que el asiento del bus se abriera y me ocultara, ¡cómo podría quejarme yo después de esto!.
Desee quitarme las pocas cosas valiosas que llevaba encima y dárselas para que cubriera sus necesidades básicas. ¡Qué vergüenza! ¡Qué derecho tengo yo a “colgarme” adornos y alhajas de oro cuando otros no tienen con qué cubrir sus cuerpos del frío!
En la siguiente parada la mujer bajó, pero todos en el autobús quedamos con el corazón estrujado y un inmenso nudo en la garganta. Y los que nos llamamos “cristianos” con una sensación de culpa por no haber cumplido el mandato: “lo que a uno de éstos hiciéreis, a Mi me lo hacéis”.
Descubrí que la pobreza te hace apreciar y valorar muchas más cosas de las que a diario vemos y que la belleza está donde la encuentres.
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