martes, 19 de julio de 2011

RÍOS, VIENTOS Y ENCINAS

 Autor: Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net
Ríos, vientos y encinas
Lo importante es que no nos arrastren las aguas, no nos lleve el viento, no se nos pudran las raíces.




 
Ríos, vientos y encinas

Hay autores que comparan la vida con los ríos. Para otros la vida se puede comparar con el viento. El río da la sensación de permanencia: el agua siempre corre por el mismo cauce. El viento es algo tan indeterminado que no sabemos cuándo iniciará y de dónde y hacia dónde se moverá.

Nuestra vida corre veloz, va de un lado para otro. En momentos se asemeja a una montaña tranquila: todo ocupa su lugar, nada da muestras de querer cambiar. Otros instantes somos arrastrados de un sitio para otro, hasta el punto que creemos que en cualquier momento se va a romper nuestro frágil equilibrio interior y saltará en mil pedazos el cristal que dibuja nuestra imagen ante los demás y ante nosotros mismos.

Conviene no olvidar, sin embargo, que en el continuo cambio del viento también hay algo que permanece. El viento es siempre aire. Aire que se mueve, pero aire... Nuestra vida zarandeada por el viento del tiempo, es siempre vida. Pero hace falta algo para que sea vida plenamente: la estabilidad.

Hay dos modos de dar estabilidad a una existencia humana. Uno es el compromiso. Otro es el amor. O, si juntamos las dos cosas, sólo adquirimos estabilidad cuando nos comprometemos en el amor, o cuando amamos hasta llegar a compromisos sinceros.

En un mundo en el que todo pasa con velocidad creciente, en el que hoy dos jóvenes dicen amarse y mañana ni se saludan cuando se cruzan por la calle, en el que dos adultos inician el proceso de divorcio para separar unas vidas que un día fueron amor hasta la muerte... el que alguien pueda amar hasta un compromiso total hace que se encienda un faro de luz que llena de esperanza.
Si se admite que hay un parecido entre la vida y el viento, también podemos intentar comparar nuestro vivir con la encina. Cada amor comprometido arraiga la existencia de un hombre o de una mujer hasta convertirlos en algo que dura. La encina está allí, a merced del viento, de la lluvia, del granizo o de la contaminación. La encina grita al cielo que durará mientras sea lo que es, mientras pueda seguir luchando, día a día, contra la sequía, contra el abandono, contra el hacha que le roba algunas ramas para alimentar el fuego de un hogar.

Lo hermoso es poder llegar a un compromiso precisamente cuando uno sabe que puede tomarlo o dejarlo, pero que una vez tomado ese compromiso marcará toda una vida. Así debería ser cualquier matrimonio, así debería ser cualquier amistad, así debería ser cualquier profesión que implique un servicio a la sociedad (y, en el fondo, cualquier trabajador es una fuente de bien para los demás).

El hecho de que el compromiso sea algo hermoso no quita el que sea también difícil. Pero lo que vale cuesta. No sólo cuando se trata de comprar un diamante. La amistad, el amor verdadero, el compromiso de entrega a los demás, no se puede comprar con todo el oro del mundo. Los corazones no se venden sin permiso, aunque haya quien venda su corazón por un puñado de placer.

Ríos, vientos, encinas. Son imágenes de algo tan complejo como el vivir. Son elementos naturales que no pueden representar bien lo que significa ser hombre y ser mujer en un mundo en cambios continuos. Lo importante es que no nos arrastren las aguas, no nos lleve el viento, no se nos pudran las raíces. Un amor comprometido y fresco puede vencer cualquier dificultad. Y puede tocar la eternidad ya en este mundo.












PADRE PIO DE PRIETRELCINA - 23 DE SEPTIEMBRE


Padre Pío de Pietrelcina (Francisco Forgione), Santo
Sacerdote Capuchino, 23 de septiembe


Por: Vatican.va | Fuente: Vatican.va 



Un humilde fraile que ora

Martirologio Romano: San Pío de Pietrelcina (Francisco) Forgione, presbítero de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, que en el convento de San Giovanni Rotondo, en Apulia, se dedicó a la dirección espiritual de los fieles y a la reconciliación de los penitentes, mostrando una atención particular hacia los pobres y necesitados, terminando en este día su peregrinación terrena y configurándose con Cristo crucificado († 1968)
Fecha de beatificación: 2 de mayo de 1999 por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 16 de junio de 2002 por S.S. Juan Pablo II
Breve Biografía


“En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6, 14).
Padre Pío de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir “con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 19). Derramó sin parar los tesoros de la graciaque Dios le había concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrado una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales.


Este dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, archidiócesis de Benevento, hijo de Grazio Forgione y de María Giuseppa De Nunzio. Fue bautizado al día siguiente recibiendo el nombre de Francisco. A los 12 años recibió el Sacramento de la Confirmación y la Primera Comunión.
El 6 de enero de 1903, cuando contaba 16 años, entró en el noviciado de la orden de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone, donde el 22 del mismo mes vistió el hábito franciscano y recibió el nombre de Fray Pío. Acabado el año de noviciado, emitió la profesión de los votos simples y el 27 de enero de 1907 la profesión solemne.
Después de la ordenación sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910 en Benevento, por motivos de salud permaneció en su familia hasta 1916. En septiembre del mismo año fue enviado al Convento de San Giovanni Rotondo y permaneció allí hasta su muerte.
Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud la vocación de colaborar en la redención del hombre, según la misión especial que caracterizó toda su vida y que llevó a cabo mediante la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación sacramental de los penitentes y la celebración de la Eucaristía. El momento cumbre de su actividad apostólica era aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los fieles que participaban en la misma percibían la altura y profundidad de su espiritualidad.
En el orden de la caridad social se comprometió en aliviar los dolores y las miserias de tantas familias, especialmente con la fundación de la “Casa del Alivio del Sufrimiento”, inaugurada el 5de mayo de 1956.
Para el Padre Pío la fe era la vida: quería y hacía todo a la luz de la fe. Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte de la noche en coloquio con Dios. Decía: “En los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el corazón de Dios”. La fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad misteriosa de Dios.
Estuvo siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era solamente el hombre de la esperanza y de la confianza total en Dios, sino que infundía, con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que se le acercaban.
El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas; la caridad era el principio inspirador de su jornada: amar a Dios y hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la caridad.
Expresó el máximo de su caridad hacia el prójimo acogiendo, por más de 50 años, a muchísimas personas que acudían a su ministerio y a su confesionario, recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio: lo buscaban en la iglesia, en la sacristía y en el convento. Y él se daba a todos, haciendo renacer la fe, distribuyendo la gracia y llevando luz. Pero especialmente en los pobres, en quienes sufrían y en los enfermos, él veía la imagen de Cristo y se entregaba especialmente a ellos.
Ejerció de modo ejemplar la virtud de la prudencia, obraba y aconsejaba a la luz de Dios.
Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas. Trató a todos con justicia, con lealtad y gran respeto.
Brilló en él la luz de la fortaleza. Comprendió bien pronto que su camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y por amor. Experimentó durante muchos años los sufrimientos del alma. Durante años soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad. 
Cuando tuvo que sufrir investigaciones y restricciones en su servicio sacerdotal, todo lo aceptó con profunda humildad y resignación. Ante acusaciones injustificadas y calumnias, siempre calló confiando en el juicio de Dios, de sus directores espírituales y de la propia conciencia.
Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la templanza, de acuerdo con el estilo franciscano. Era templado en la mentalidad y en el modo de vivir.
Consciente de los compromisos adquiridos con la vida consagrada, observó con generosidad los votos profesados. Obedecióen todo las órdenes de sus superiores, incluso cuando eran difíciles. Su obediencia era sobrenatural en la intención, universal en la extensión e integral en su realización. Vivió el espíritu de pobreza con total desprendimiento de sí mismo, de los bienes terrenos, de las comodidades y de los honores. Tuvo siempre una gran predilección por la virtud de la castidad. Su comportamiento fue modesto en todas partes y con todos.
Se consideraba sinceramente inútil, indigno de los dones de Dios, lleno de miserias y a la vez de favores divinos. En medio a tanta admiración del mundo, repetía: “Quiero ser sólo un pobre fraile que reza”.
Su salud, desde la juventud, no fue muy robusta y, especialmente en los últimos años de su vida, empeoró rápidamente. La hermana muerte lo sorprendió preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años de edad. Sus funerales se caracterizaron por una extraordinaria concurrencia de personas.
El 20 de febrero de 1971, apenas tres años después de su muerte, Pablo VI, dirigiéndose a los Superiores de la orden Capuchina, dijo de él: “¡Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a sí! Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque era un filósofo? ¿Porqué era un sabio? ¿Porqué tenía medios a su disposición? Porque celebraba la Misa con humildad, confesaba desde la mañana a la noche, y era, es difícil decirlo, un representante visible de las llagas de Nuestro Señor. Era un hombre de oración y de sufrimiento”.
Ya durante su vida gozó de notable fama de santidad, debida a sus virtudes, a su espíritu de oración, de sacrificio y de entrega total al bien de las almas.
En los años siguientes a su muerte, la fama de santidad y de mila-gros creció constantemente, llegando a ser un fenómeno eclesial extendido por todo el mundo y en toda clase de personas.
De este modo, Dios manifestaba a la Iglesia su voluntad de glorificar en la tierra a su Siervo fiel. No pasó mucho tiempo hasta que la Orden de los Frailes Menores Capuchinos realizó los pasos previstos por la ley canónica para iniciar la causa de beatificación y canonización. Examinadas todas las circunstancias, la Santa Sede, a tenor del Motu Proprio “Sanctitas Clarior” concedió el nulla osta el 29 de noviembre de 1982. El Arzobispo de Manfredonia pudo así proceder a la introducción de la Causa y a la celebración del proceso de conocimiento (1983-1990). El 7 de diciembre de 1990 la Congregación para las Causas de los Santos reconoció la validez jurídica. Acabada la Positio, se discutió, como es costumbre, si el Siervo de Dios había ejercitado las virtudes en grado heroico. El 13 de junio de 1997 tuvo lugar el Congreso peculiar de Consultores teólogos con resultado positivo. En la Sesión ordinaria del 21 de octubre siguiente, siendo ponente de la Causa Mons. Andrea María Erba, Obispo de Velletri-Segni, los Padres Cardenales y obispos reconocieron que el Padre Pío ejerció en grado heroico las virtudes teologales, cardinales y las relacionadas con las mismas.
El 18 de diciembre de 1997, en presencia de Juan Pablo II, fue promulgado el Decreto sobre la heroicidad de las virtudes.
Para la beatificación del Padre Pío, la Postulación presentó al Dicasterio competente la curación de la Señora Consiglia De Martino de Salerno (Italia). Sobre este caso se celebró el preceptivo proceso canónico ante el Tribunal Eclesiástico de la Archidiócesis de Salerno-Campagna-Acerno de julio de 1996 a junio de 1997. El 30 de abril de 1998 tuvo lugar, en la Congregación para las Causas de los Santos, el examen de la Consulta Médica y, el 22 de junio del mismo año, el Congreso peculiar de Consultores teólogos. El 20 de octubre siguiente, en el Vaticano, se reunió la Congregación ordinaria de Cardenales y obispos, miembros del Dicasterio y el 21 de diciembre de 1998 se promulgó, en presencia de Juan Pablo II, el Decreto sobre el milagro.
El 2 de mayo de 1999 a lo largo de una solemne Concelebración Eucarística en la plaza de San Pedro Su Santidad Juan Pablo II, con su autoridad apostólica declaró Beato al Venerable Siervo de Dios Pío de Pietrelcina, estableciendo el 23 de septiembre como fecha de su fiesta litúrgica.
Para la canonización del Beato Pío de Pietrelcina, la Postulación ha presentado al Dicasterio competente la curación del pequeño Mateo Pio Colella de San Giovanni Rotondo. Sobre el caso se ha celebrado el regular Proceso canónico ante el Tribunal eclesiástico de la archidiócesis de Manfredonia‑Vieste del 11 de junio al 17 de octubre del 2000. El 23 de octubre siguiente la documentación se entregó en la Congregación de las Causas de los Santos. El 22 de noviembre del 2001 tuvo lugar, en la Congregación de las Causas de los Santos, el examen médico. El 11 de diciembre se celebró el Congreso Particular de los Consultores Teólogos y el 18 del mismo mes la Sesión Ordinaria de Cardenales y Obispos. El 20 de diciembre, en presencia de Juan Pablo II, se ha promulgado el Decreto sobre el milagro y el 26 de febrero del 2002 se promulgó el Decreto sobre la canonización.


Enlaces Relacionados:

HACER EL BIEN - SAN PÍO DE PIETRELCINA




HACER EL BIEN

"Jesús nos llama con sus divinas inspiraciones y se nos comunica con su gracia."

"¿Cuantas veces él nos ha invitado?"

"¿Y con que rapidez le hemos contestado?"

"No dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy. Del bien de después están llenos los sepulcros..., y además, ¿quien nos dice que viviremos mañana?. Escuchemos la voz de nuestra conciencia, la voz del profeta rey: Si escucháis hoy la voz del Señor, no cerréis vuestros oídos. Levantémonos y atesoremos, porque sólo el instante que pasa está en nuestras manos. No queramos alargar el tiempo entre un instante y otro, que eso no está en nuestras manos."
“Comencemos hoy, hermanos a hacer el bien, que hasta ahora no hemos hecho nada”.


Padre Pío

ORACIÓN COMPUESTA POR PADRE PIO

 
  ORACIÓN
(compuesta por Padre Pío para rezarla después de la comunión)

Has venido a visitarme
Como Padre y como amigo
Jesús, no me dejes solo.
¡Quédate Señor conmigo!

Por el mundo envuelto en sombras
Soy errante peregrino
Dame tu luz y tu gracia
¡Quédate Señor conmigo!

En este precioso instante
Abrazado estoy contigo
Que esta unión nunca me falte
¡Quédate Señor conmigo!

Acompáñame en la vida
Tu presencia necesito
Sin ti desfallezco y caigo
¡Quédate Señor conmigo!

Declinando está la tarde
Voy corriendo como río al
hondo mar de la muerte.
¡Quédate Señor conmigo!

En la pena y en el gozo
Sé mi aliento mientras vivo
Hasta que muera en tus brazos
¡Quédate Señor conmigo!

CINCO LLAVES PARA ENTRAR EN LA EUCARISTÍA

 
Autor: J.Leoz | Fuente: Servicio católico de Evangelización Pan y Vida
Cinco llaves para entrar en la Eucaristía
Dios quiere hacernos escuchar su voz y para eso necesita que le des la oportunidad de hacerlo.

Cinco  llaves para entrar en la  Eucaristía
Cinco llaves para entrar en la Eucaristía

SILENCIO


El silencio es un poder. Sin él es muy difícil escuchar. Nuestras eucaristías son deficitarias en silencio. Parece como si nos violentásemos por el simple hecho de estar unos segundos sin decir nada.

El silencio es el ruido de la oración.

El silencio, después de la homilía, es interpelación.

El silencio, después de la comunión, es gratitud al Dios por tanto que nos ha dado.

En el silencio se llena todo de nuestras intenciones personales, peticiones o deseos.

La música o el canto, los símbolos y otras cosas secundarias, nunca pueden ser una especie de tapagujeros que hagan más “digerible” la eucaristía. El silencio no es ausencia de…., es cultivar un lugar para que Dios nazca.


CONTEMPLACIÓN

La Eucaristía se hace más sabrosa cuando se la contempla. En el horizonte inmenso todo parece igual, pero cuando los ojos quedan fijos en él, surgen detalles que a simple vista parecían no existir.

Con la Eucaristía ocurre lo mismo. Es un paisaje que puede parecer todos los días igual. Sentarse, relajarse, olvidarse de lo que rodea lleva al alma contemplativa, a la persona contemplativa a vivir una serie de sensaciones que es la presencia escondida de Dios.

Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile que me ayude”. Le respondió el Señor: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada”. (Lucas 10, 38-42).


ORACIÓN

La oración y la eucaristía van de la mano como la cerradura se acciona con la llave. La eucaristía. El diálogo con Jesús se hace más fecundo después de haber escuchado la Palabra de Dios. Para que la Eucaristía resulte vibrante, no es cuestión de recurrir a la ayuda puntual del ritmo maraquero o guitarrero. En el diálogo de las personas está el crecimiento personal y comunitario. En la oración reside uno de los potenciales más grandes para entender, comprender y vivir intensamente la Eucaristía.

"Cuando oréis, no seáis como los hipócritas que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas, para exhibirse ante la gente. Ya han cobrado su paga, os lo aseguro. Tú, en cambio, cuando quieras rezar, echa la llave y rézale a tu Padre que está ahí en lo escondido; Tu Padre que ve lo escondido te recompensará" (Mt. 6, 5-6).


CARIDAD

La fuente de la caridad perfecta es la Eucaristía. La fuente de la caridad que nunca se agota ni se cansa es la Eucaristía. En ella contrastamos nuestros personales egoísmos con las grandes carencias que existen en el mundo que nos rodea. Cada día que pasa es una oportunidad que Dios nos da para ofrecer algo o parte de la riqueza material o personal que podemos tener cada uno de nosotros.

Hay dos dimensiones que nunca podemos olvidar al celebrar la eucaristía: la caridad hacia Dios y la caridad hacia los hermanos. Amar a Dios con todo el corazón y con toda nuestra alma es subirse al trampolín, para saltar y amar, aunque se nos haga duro y a veces imposible, a los más próximos a nosotros. Y, esos próximos, ¡qué lejos los tenemos muchas veces del corazón y qué cerca físicamente!

Hoy, de todas maneras, está más de moda mirar horizontalmente al hombre que verticalmente acordarnos de que Dios existe.

«Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, cercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».


ESCUCHA

Cuando Dios habla no nos da simple información: se nos revela. Su Palabra es un escáner por el que vamos conociendo el corazón de Dios, sus sentimientos, sus pensamientos y, también, lo qué tiene pensado para cada uno de nosotros. Lo qué quiere de cada uno de nosotros.

El Antiguo Testamento nos prepara a la venida de Cristo. Las epístolas y otras lecturas nos ofrecen las reflexiones de San Pablo y de otros contemporáneos sobre Jesucristo, su vida y su mensaje. El Evangelio nos da la clave de cada encuentro eucarístico. Es el punto culminante de toda la Liturgia de la Palabra. Es en este momento, cuando puestos de pie rendimos homenaje presente en la Palabra.

Le reclamaba una vez por la noche al Señor:
¿Por qué Señor no me escuchas?, si cada noche te hablo...
- ¿Por qué Señor no me atiendes?, cuando en cada momento te pido...
- ¿Por qué Señor no te veo?, si oro constantemente...
- En esta noche Señor hablo y hablo contigo, mas no siento tu presencia, ¿por qué Señor no me tomas en cuenta?


A lo que Dios contestó:
- Cada noche escucho tu clamor, cada noche trato de atender, cada noche trato de hacerme ver delante de ti, y quisiera cumplir tus deseos. Pero me hablas y pides muchas cosas, las cuales escucho con atención, sin embargo, en cuanto terminas de agradecer y de pedir lo que necesitas, terminas tu oración, sin darme oportunidad de hablar


Una conversación es un diálogo entre dos, muchas veces hablamos con Dios pero no nos damos un tiempo para escuchar su voz. ¿Alguna vez has tratado de hablar con alguien que no te deja decir ni una sola palabra? Pues bien, Dios quiere hacernos escuchar su voz y para eso necesita que le des la oportunidad de hacerlo, y solo entonces, al escuchar su voz y guardar silencio por un momento, tu oración será completa, y Dios cumplirá su promesa de darte todo aquello que pidas con fe.

Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumba enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.


BENDICIÓN CATÓLICA PARA LA CASA


BENDICIÓN CATÓLICA PARA LA CASA.

Que la bendición de Dios descienda sobre esta casa y sobre todos los que en ella viven.  
Que la gracia del Espíritu Santo los santifique a todos!
Que el nombre en el que esta toda la salvación,
el Santísimo y dulce nombre de Jesús,
derrame en rica medida salvación
y bendición sobre esta casa
y sobretodo lo que existe en ella.
 
La Virgen santísima y Madre de Dios, María,
 cele con cuidado maternal por todos
 y los preserve de todo mal
del cuerpo y del alma.
 
Que la intercesión poderosa del glorioso San José
conceda a nuestros trabajos feliz prosperidad
y muchas compensaciones por nuestros sufrimientos.
 
Que los santos ángeles de la guarda quieran proteger a todos en esta casa contra las celadas del enemigo maligno y que eleven con seguridad a todos a la patria celestial.
 
Que la bendición de Dios omnipotente,
 Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre nosotros y
permanezca para siempre con nosotros.
 
Amen.

lunes, 18 de julio de 2011

ORACIÓN POR LOS ENFERMOS


 Oración por los enfermos


Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia; escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos, y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu Hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén.

ORACIÓN A SAN PIO DE PIETRELCINA

 
Oraciòn a San Pio de Pietrelcina

Bienaventurado P. Pio, testigo de fe y de amor. Admiramos tu vida como fraile Capuchino, como sacerdote y como testigo fiel de Cristo. El dolor marcó tu vida y te llamamos "Un crucificado sin Cruz".
El amor te llevó a preocuparte por los enfermos, a atraer a los pecadores, a vivir profundamente el misterio de la Eucaristía y del perdón.
Fuiste un poderoso intercesor ante Dios en tu vida, y sigues ahora en el cielo haciendo bien e intercediendo por nosotros.
Queremos contar con tu ayuda. Ruega por nosotros.
Lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 


LOS TIEMPOS DE DIOS


Autor: Oscar Schmidt | Fuente: www.reinadelcielo.org
Los tiempos de Dios
Dios ha desarrollado su plan de manera perfecta para cada uno. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¡Solo El lo sabe! .

Los tiempos de Dios
Los tiempos de Dios



Tres tiempos ha pensado Dios para el desarrollo de la historia de la humanidad, dentro del gran misterio que representa Su Plan para nosotros.

Los primeros tiempos fueron los de la Creación, los tiempos del Padre que con Su Pensamiento y Su Voluntad creó todo lo que nos rodea. Y fueron también los tiempos de la Fe: Fe en la existencia de un Dios único, omnipotente, lleno de amor por sus criaturas. Pero, fue el propio hombre el que corrompió la perfección de esa creación, haciendo uso de su voluntad, del libre albedrío que Dios le dio. Y fue utilizando mal ese libre albedrío que el hombre volvió a caer, una vez más, olvidándose en forma creciente del Dios Creador.

Dios Padre abrió entonces la puerta a los segundos tiempos: los de la Redención, los tiempos de la Salvación, tiempos del Hijo. Y sin dudas que estos tiempos fueron los de la Esperanza, ya que el Mesías nos trajo el anuncio del Reino, la promesa de un futuro de felicidad. La llegada de Cristo abrió las puertas del Cielo y también abrió nuestros corazones al Arca en que Dios quiso resguardarnos de los males del mundo: María. ¿Acaso podía el Padre elegir un modo imperfecto en el acto de dar Su naturaleza Humana al Hombre Dios, a Su Hijo?. Los tiempos de la redención no pueden entenderse, entonces, sin unir a Madre e Hijo, Redentor y Corredentora, en la Pasión, Muerte y Resurrección que nos conducen a la esperanza de una vida de plenitud.

Y fue el mismo Jesús quien anunció la llegada del tercer tiempo en la historia de la humanidad, al anticipar la venida del Espíritu Santo, Espíritu de Santificación. Estos son, entonces, los tiempos de la Santificación. Y son también los tiempos de la caridad, ya que el Espíritu Santo es Espíritu de Amor, como Jesús nos lo enseñó con su nuevo y principal mandamiento. De este modo, el Espíritu de Dios se derrama sobre el mundo, buscando los corazones que le den acogida, que lo dejen actuar. Somos los hombres los que debemos reconocer y facilitar su accionar, por el camino de la humildad y el amor. En estos tiempos es el Espíritu Santo el que habla a través de quienes Evangelizan y llevan el mensaje renovado (¡una vez más!) por obra del Soplo Divino. Llevar a las almas a Dios es la caridad perfecta, es el amor que difunde el mensaje de Salvación.

De este modo hemos visto una humanidad que ha recorrido distintas etapas a lo largo de su historia:

Los tiempos del Padre, de la Creación, del Pensamiento Divino que todo lo hizo. Fueron tiempos de Fe.

Los tiempos del Hijo, de la Redención, del amor del Padre expresado en el Hombre Dios, nacido de la Nueva Eva, la Mujer Perfecta. Son los tiempos de la Esperanza.

Y finalmente los tiempos del Espíritu Santo, de la Santificación, del amor derramado sobre el mundo. Tiempos de Caridad.

Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Creación, Redención y Santificación.
Fe, Esperanza y Caridad.

Dios ha desarrollado su Plan de manera perfecta, dejando que en cada tiempo se manifieste un aspecto nuevo y maravilloso de Su Divinidad. Es un camino con un destino cierto, un destino de plenitud. Cuando se haya alcanzado esa plenitud, cuando el plan esté completo, estaremos en condiciones de presenciar el gran final que el Señor nos tiene preparados. ¿Cuándo?. ¿Cómo? ¡Solo El lo sabe!

UNA MALETA CRISTIANA PARA EL VERANO


UNA MALETA CRISTIANA PARA EL VERANO.

  

¿No buscamos amigos con los que hablar y entablar conversación? Dios, te lo aseguro, es el mejor confidente.

- Encima de todo el equipaje, que no falte la Palabra de Dios.
 Junto a los utensilios de aseo, procura añadir “el silencio”. Es un buen tonificante.Nos hace sentirnos más oxigenados y, como si fuera un espejo, la calma nos enfrenta a la verdad de nuestras vidas y de nuestras personas.
 
- A un lado de los diversos libros de lectura, incluye alguno que tenga identidad cristiana.El pensamiento de autores cristianos nos da pistas para situarnos en diferentes cuestiones que se nos presentan en el día a día.

- Además de cerrar bien la maleta, procura sellar también los momentos de amargura y de contrariedades que has podido tener en los últimos meses.Al verano hay que ir con dos necesidades: la del descanso y la del olvidar las ofensas.

- Lleva ropa ligera pero, eso sí, no te desprendas de aquella otra que es imprescindible para no mudarte de lo esencial; que nadie te despoje de la belleza de tu interior;que nada –especialmente lo efímero de estos meses- te hagan arrojar lo que, en una persona, es grande: su dignidad. Es un traje que, luego, cuesta mucho recuperar. No se puede comprar.
 
- Si marchas lejos, utiliza el pasaporte de tu universalidad. Tu impronta viaja contigo.¿Por qué renegar de ella? ¿Eres cristiano? Que, en tu pensar y obrar,en tus actuaciones y consejos, alguien pueda decir: “se nota que, éste, viene de un país católico”.

- Como calzado, además del que protege los pies, no olvides el de la caridad. Estos meses son positivos para buscar el bienestar de uno mismo. Pero, al mismo tiempo, pueden ser un trampolín para intentar hacer felices a los demás.
 
- Si utilizas maquinilla de afeitar, corta los signos de antipatía que hay en tu rostro; si, usas, productos de belleza, que no enfunden o distorsionen la espontaneidad que hay en ti.

- Cuando desdobles los planos y los mapas de los lugares o ciudades que visitas, no olvides poner una “crucecita” en la más cercana Iglesia. Un cristiano, por si lo has olvidado, ha de vivir y sentir la eucaristía como si fuera el mejor refresco y el mejor chapuzón veraniego.
 
- Finalmente, cuando instales la maleta en la parte superior del coche,en elavión,en el barco,en el tren o en el autobús…no dejes de lado, en ese mismo momento,de mirar hacia el cielo: Dios te acompaña. Y, cuando emprendas el viaje, además de decir “nos vamos de vacaciones”, recites una oración al Señor para que, por lo menos,volváis tan contentos y tan saludables como os marcháis.


Javier Leoz

QUIEN CALLA, ¿OTORGA?


Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Quien calla, ¿otorga?
A veces, la gente calla por miedo, o porque no tiene tiempo para seguir hablando, o porque tiene razón pero no sabe cómo expresarla.



Decir la “última palabra” significa varias cosas, algunas de ellas contradictorias. La primera, que ya todos piensan que no hay nada más que decir. La segunda, que tal vez la última palabra era la correcta. Tercera, que en ocasiones la última palabra no era correcta, pero se impuso sobre los demás. La cuarta, que nadie añade nada no por falta de argumentos, sino por miedo, por cansancio, o por falta de tiempo.

Decir la “última palabra” no significa automáticamente tener la razón. Porque a veces no se ofrece una posibilidad de réplica, o porque se persigue a los que piensan de otra forma, o porque los sofismas eran tan buenos que engañaron a los “adversarios”.

Por eso, la frase “quien calla, otorga”, no es siempre verdad. A veces, la gente calla por miedo, o porque no tiene tiempo para seguir hablando, o porque tiene razón pero no sabe cómo expresarla.

En el mundo de la información, la última palabra no coincide con la verdad. Tampoco hay que considerar como correcto lo repetido diez, cien, mil veces en agencias de noticias, blogs, prensa tradicional, prensa digital, radio, televisión...

Vivimos en un mundo lleno de palabras, muchas de las cuales vacías, engañosas, falsas. Otras son verdaderas, aunque no siempre estén en los mejores medios de información, aunque no sean asequibles para muchos, aunque queden sepultadas bajo toneladas de insultos y de desprestigio desde los ataques de grupos de poder enemigos del sano pluralismo y amigos de la imposición mediática.

No siempre quien calla otorga. Hay silencios que dicen más que mil palabras. Hay miradas que denuncian el avance de la mentira sistemática. Hay héroes que sufren la denigración pública pero que guardan un tesoro maravilloso de honradez, de verdad, de justicia.

Ese tesoro brillará un día, tal vez tras las fronteras de la muerte. Entonces se verá qué palabras fueron engañosas y asesinas, y qué corazones vivieron en la luz de verdad. Será el momento en el que quien callaba hablará, y su frágil voz, unida a la voz potente del Dios de la justicia y de la misericordia, será un canto eterno de alabanza y de alegría.

EL SANTO ROSARIO













domingo, 17 de julio de 2011

"TESTAMENTO" ESPIRITUAL DE SANTA BERNADETTE LA VIDENTE DE LOURDES


"TESTAMENTO" ESPIRITUAL DE SANTA BERNADETTE LA VIDENTE DE LOURDES 



Falleció a los 35 años en medio de la incomprensión y el dolor. Pero ella supo amar la cruz y transformarla en cántico de gratitud. 

TESTAMENTO ESPIRITUAL

“Por la pobreza en la que vivieron papá y mamá, por los fracasos que tuvimos, porque se arruinó el molino, por haber tenido que cuidar niños, vigilar huertos frutales y ovejas; y por mi constante cansancio..., te doy gracias, Jesús.

Te doy las gracias, Dios mío, por el fiscal y por el comisario, por los gendarmes y por las duras palabras del padre Peyramale… (el párroco de Lourdes)
No sabré cómo agradecerte, si no es en el paraíso, por los días en que viniste, María, y también por aquellos en los que no viniste. 

Por la bofetada recibida, y por las burlas y ofensas sufridas, por aquellos que me tenían por loca, y por aquellos que veían en mí a una impostora; por alguien que trataba de hacer un negocio..., te doy las gracias, Madre.

Por la ortografía que jamás aprendí, por la mala memoria que siempre tuve, por mi ignorancia y por mi estupidez, te doy las gracias.
Te doy las gracias porque si hubiese existido en la tierra un niño más ignorante y estúpido tú lo hubieses elegido...
Porque mi madre haya muerto lejos. Por el dolor que sentí cuando mi padre, en vez de abrazar a su pequeña Bernardita, me llamó “hermana María Bernarda” te doy las gracias.
Te doy las gracias por el corazón que me has dado, tan delicado y sensible, y que colmaste de amargura...

Porque la madre Josefa anunciase que no sirvo para nada, te doy las gracias. Por el sarcasmo de la madre maestra, por su dura voz, por sus injusticias, por su ironía y por el pan de la humillación..., te doy las gracias.

Gracias por haber sido como soy, porque la madre Teresa pudiese decir de mí: “Jamás le cedáis lo suficiente”...
Doy las gracias por haber sido una privilegiada en la indicación de mis defectos, y que otras hermanas pudieran decir: “Qué suerte que no soy Bernardita”...

Agradezco haber sido la Bernardita a la que amenazaron con llevar a la cárcel porque te vi a ti, Madre... Agradezco que fui una Bernardita tan pobre y tan miserable que, cuando me veían, la gente decía: “¿Esa cosa es ella?”, la Bernardita que la gente miraba como si fuese el animal más exótico... Por el cuerpo que me diste, digno de compasión y putrefacto..., por mi enfermedad que arde como el fuego y quema como el humo, por mis huesos podridos, por mis sudores y fiebre, por los dolores agudos y sordos que siento..., te doy las gracias, Dios mío.

Y por el alma que me diste, por el desierto de mi sequedad interior, por tus noches y por tus relámpagos, por tus rayos..., por todo. Por ti mismo, cuando estuviste presente y cuando faltaste..., te doy las gracias, Jesús.




EL AVE MARÍA...

Dios te salve, María: es un saludo que limpia los labios y el corazón, no se pueden pronunciar esta palabras con reflexión y sentimiento, sin sentirse mas buenos; porque cuando los ojos de vuestro espíritu están fijos en María, se puede ser mas bueno, mas puro y mas caritativo. La amistad con María es causa de perfección porque infunde y transfunde las virtudes de tan buena Madre en quien humilde las pide.

Llena eres de Gracia: Humildad, prontitud, pudor, plegaria... ¿Que no encontró de excelso la palabra angélica para convertirse en la primera chispa del incendio de la Encarnación?. He aquí lo que se necesita, para atraer a Jesús, vuestra adherencia a la Gracia, vuestra acogida a la Gracia, vuestro multiplicar la Gracia, vuestro aspirar a la Gracia, el cuerpo para vivir necesita respirar aire y tomar aliento, el alma para vivir, debe respirar la Gracia, y el mejor ejemplo es María.

El Señor es contigo. Dios siempre esta con el alma en Gracia, Dios no se aleja cuando el tentador se acerca, se aleja solamente cuando se cede al Tentador y se corrompe el alma. Quien esta con Dios no es que no vea el mal, mas bien lo ve con mas claridad que muchos otros, pero el verlo no corrompe. El unido con Dios esta saturado de Dios, y cualquier otra cosa que no sea Dios queda en la superficie y no perturba el interior.

Bendita tú eres entre todas la mujeres. Esta bendición que a veces decimos imperfectamente, o que quizá ni la decimos a Aquella que con su sacrificio inicio la Redención, resuena continuamente en el Cielo, pronunciada con infinito amor por la Trinidad. Todo el Paraíso bendice a María, obra maestra de la Creación universal y Misericordia divina. Aun cuando toda la obra del Padre para crear de la nada a la tierra no hubiese servido sino para acoger a María, la obra creativa habría tenido su razón de ser, porque la perfección de María es tal, que Ella es testimonio de no solo de la sabiduría y el poder, sino del amor con el cual Dios ha creado el mundo.

Y bendito es el fruto de tu vientre Jesús: Tenemos a Jesús porque treinta tres años antes María acepto beber el cáliz de la amargura, bendito el vientre purísimo que contuvo al Creador, y para dar una norma, sabed que Yo, Dios, no considero disminuirme a Mi mismo con infinito y venerante amor a mi Madre.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. A la Madre de Dios le realizamos una invocación simétrica a la de “líbranos del mal”, del Padrenuestro. Se nos ha dado una Madre y un Padre. Si pedimos al Padre que nos libre del Mal, ¿no pediremos a la Madre que aleje de nosotros la muerte en pecado?. No debemos preocuparnos de la muerte en el significado humano, sino del Mal y de la Muerte en el significado sobrenatural.

Tenemos una Madre que es poderosa por su triple condición de Hija, Esposa y Madre de Dios, y si Cristo resucita a los muertos a la Gracia, María, cuando es realmente amada, impide que la muerte nos separe de su Hijo en la eternidad.
 

EL PADRENUESTRO

 EL PADRENUESTRO
 San Luis María Grignon de Montfort




Cuando rezamos esta divina oración, realizamos tantos actos de las más sublimes virtudes cristianas como palabras pronunciamos.

Al decir: Padre nuestro que estás en los cielos, hacemos actos de fe, adoración y humildad. Al desear que su nombre sea santificado y glorificado, manifestamos celo ardiente por su gloria.

Al pedir posesión de su Reino, hacemos un acto de esperanza.

Al desear que se cumpla su voluntad en la tierra como en el cielo, mostramos espíritu de perfecta obediencia.

Pidiéndole que nos dé el pan nuestro de cada día, practicamos la pobreza según el espíritu y el desapego de los bienes de la tierra.

Al rogarle que perdone nuestros pecados, hacemos un acto de contrición.

Al perdonar a quienes nos han ofendido, ejercitamos la misericordia en la más alta perfección.

Al implorar ayuda en la tentación, hacemos actos de humildad, prudencia y fortaleza.

Al esperar que nos libre del mal, practicamos la paciencia.

Finalmente, al pedir todo esto no sólo para nosotros, sino también para el prójimo y para todos los miembros de la Iglesia, nos comprometemos como verdaderos hijos de Dios, lo imitamos en la caridad, que abraza a todos los hombres, y cumplimos el mandamiento de amar al prójimo.

Detestamos, además, todos los pecados y practicamos todos los mandamientos de Dios cuando –al rezar esta oración- nuestro corazón sintoniza con la lengua y no mantenemos intenciones contrarias a estas divinas palabras.

Puesto que, cuando reflexionamos en que Dios está en los cielos –es decir, infinitamente por encima de nosotros por la grandeza de su majestad-, entramos en los sentimientos del más profundo respeto en su presencia y, sobrecogidos de temor, huimos del orgullo y nos abatimos hasta el anonadamiento.

Al pronunciar el nombre de Padre, recordamos que de Dios hemos recibido la existencia por medio de nuestros padres y la instrucción por medio de nuestros maestros. Todos los cuales representan para nosotros a Dios, cuya viva imagen constituyen. Por ello, nos sentimos obligados a honrarlos, o mejor dicho, a honrar a Dios en sus personas, y nos guardamos mucho de despreciarlos y afligirlos.

Cuando deseamos que el santo nombre de Dios sea glorificado, estamos bien lejos de profanarlo.

Cuando consideramos el Reino de Dios como nuestra herencia, renunciamos a todo apego desordenado a los bienes de este mundo.

Cuando pedimos con sinceridad para nuestro prójimo los bienes que deseamos para nosotros, renunciamos al odio, la disensión y la envidia.

Al pedir a Dios el pan de cada día, detestamos la gula y la voluptuosidad, que se nutre en la abundancia. Al rogar a Dios con sinceridad que nos perdone como perdonamos a quienes nos han ofendido, reprimimos la cólera y la venganza, devolvemos bien por mal y amamos a nuestros enemigos.

Al pedir a Dios que no nos deje caer en el pecado en el momento de la tentación, manifestamos huir de la pereza y buscar los medios para combatir los vicios y salvarnos.

Al rogar a Dios que nos libre del mal, tememos su justicia y nos alegramos, porque el temor de Dios es el principio de la sabiduría: el temor de Dios hace que el hombre evite el pecado.
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