Comienza la Cuaresma y, en este periplo hacia la Pascua, se nos recuerda lo que tal vez ya intuimos, reconocemos o sabemos de antemano:
- Hay que rezar más.
- Hay que comer menos.
- Hay que ejercitar la caridad.
Pero, como siempre, surge un interrogante ¿Cómo volver hacia el Señor? ¿Es suficiente el rezar? ¿Basta con dar una limosna? ¿Aporta algo el ayuno si no va acompañado de un sentimiento solidario?
El miércoles de ceniza nos anima a muchas cosas.
✸ Primero: a cambiar en algo y, si puede ser, a mejor. La Pascua la viviremos con más vida si, nuestra existencia, la sabemos perfeccionar en estos cuarenta días que quedan por delante.
✸ Segundo: a recuperar nuestra amistad con Cristo. Muchas veces nos ocurre como con los amigos de a pie. Sabemos que están ahí pero apenas los recordamos. ¿Seremos capaces de sensibilizar nuestro interior ante lo que Jesús hizo por nosotros? ¿Somos conscientes de que subirá a la cruz por nosotros?
✸ Tercero: este miércoles de ceniza nos invita a desplegar las actitudes del perdón y de la alegría, de la paz y de la reconciliación y, sobre todo, a arrojar de nosotros todo aquello que nos impide estar en armonía con Dios.
- Ojalá pudiéramos proponernos, durante este tiempo de gracia que es la Cuaresma, un buen discernimiento, una buena reflexión para llegar a la Semana Santa con una sentida confesión, personal y sincera, emotiva y transparente, diáfana y con afán de mudar aires de verdad.
- Ojalá que, la ceniza (el polvo que queda de una combustión) sea reflejo de lo que deseamos hacer de esa materia que nos impide llegarnos hasta Dios.
- Ojalá que, la ceniza, sea una llamada a reconocer que sólo Dios permanece y que, nosotros, un día seremos redimidos por la cruz del Señor.
- Ojalá que, la ceniza, sea una reclamación a ponernos en marcha. A liberarnos de tantos eslabones que nos atan y no nos dejan margen para ser libres, para pensar en Dios o para vivir con entusiasmo nuestra fe cristiana.
Que este miércoles de ceniza sea un impulso a superarnos a nosotros mismos. A sentirnos pueblo peregrino que camina hacia esa Pascua en la que, Dios, nos mostrará su poder y su gloria, su amor y su vida, su triunfo y el futuro que nos espera. Adelante, que Jesús comienza a subir la cruz para que, nosotros, tengamos una vida eterna.
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