¿La mejor forma de ver? : Creer en Jesús
Os ha podido ocurrir en variadas y numerosas ocasiones. Hemos entrado en una óptica y, antes de sentarnos frente al que atienda y nos haga las mediciones, hemos optado por contemplar, pensar y fijarnos sobre todo, en la montura que más nos gustaba como adorno y resorte de las lentes.
Al leer detenidamente el relato evangélico de este domingo concluyo que corremos ese riesgo: pedimos lo que es secundario para nuestra felicidad y obviamos aquello que, de verdad, nos la consigue.
Bartimeo no se anduvo con chiquitas. Cuando Jesús se le acercó y le preguntó “¿qué quieres que haga por ti?”… podría haber pedido el oro y el moro, la luna a sus pies o el sol las veinticuatro horas del día:
-Una mejor posición social.
-Una salida a su vida familiar.
-Una mayor comprensión en su entorno.
-Un reconocimiento a su persona.
¡Pero no!; no se conformó con solicitar de Jesús Maestro unas simples y bonitas “monturas” para su vida. Pretendió, pidió y obtuvo lo más importante para su existencia: ¡VER! Con ello, consiguió, todo un mar de posibilidades, de efectos y de sensaciones jamás vividas por él.
Muchos de los amigos que nos rodean (y nosotros a veces también) viven/vivimos en una catarata crónica; confundimos la realidad con la fantasía; la alegría con la felicidad momentánea, la paz interior con el puro fuego de artificio que se dispara desde tantos cañones interesados y ruidosos.
El viejo adagio “ojos que no ven corazón que no siente” se convierte también en pauta para pasar de largo ante la miseria humana. Hoy incluso, al margen de la iglesia y en contra de ella, muchos pretenden montarse una moral y una ética desprovista de lo esencial y haciendo de su capa un sayo. Es la nueva ética y moral light y subjetivista. Son los nuevos conductores por los que se rige nuestra sociedad. Las consecuencias son las que son: no hay peor mal que un ciego guiando a otro ciego.
(P. Javier Leoz)
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