viernes, 21 de agosto de 2020

SER CATEQUISTA


Ser catequista


Ser catequista: una misión trascendente, un reto y una gran responsabilidad.

Ser catequista no es cualquier cosa: tienes en tus manos lo más importante de la educación de los niños, pues lo que ellos aprenderán de ti no sólo les ayudará a conseguir una nota aprobatoria o un título universitario, sino que les ayudará a ser verdaderamente felices en esta vida y a conseguir la felicidad eterna. ¿Puede existir algo más importante?

Ser catequista es un reto y una gran responsabilidad, pues el mensaje que estarás transmitiendo a tus alumnos es el mensaje de Jesucristo y estarás influyendo no sólo en su intelecto, sino que llegarás a su espíritu, a su corazón, a su alma y podrás colaborar de una manera eficaz con el Espíritu Santo en la transformación en Cristo y para Cristo del corazón de cada niño.

El catequista debe ser el mejor de los maestros, pero no solamente eso, sino un verdadero apóstol, que sea capaz de ver en sus alumnos a las almas que Jesucristo quiere que guíe hacia Él.

Por todo esto, ser catequista no se puede tomar a la ligera. Para ser educador de la fe, se necesita un compromiso personal, serio, meditado y profundo.

"No son ustedes los que me han elegido a mí, soy Yo el que los ha elegido para que vayan y den fruto, y este fruto permanezca".


Decálogo para el Catequista

1. Cuidar mi vocación de catequista con la oración y la formación permanente.

2. Estudiar y amar la Palabra de Dios como fuente principal de la catequesis.

3. Crecer en el amor a Cristo, a la Iglesia y a cada hermano.

4. Desarrollar mi vida espiritual con la vivencia de los sacramentos y la participación activa a favor de la comunidad cristiana.

5. Dar testimonio de Cristo en toda circunstancia.

6. Trabajar en común unión con los sacerdotes y mis hermanos en la fe.

7. Preparar con seriedad y creatividad todos los encuentros catequísticos.

8. Participar con entusiasmo en los encuentros de formación, de oración y de programación de las catequesis.

9. Servir con humildad y respeto, confiando más en la acción del Espíritu Santo que en mis méritos.

10. Revisar y purificar mis motivaciones para evitar la rutina y la autosuficiencia.

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