¿Quién dice la gente que soy yo?
Hay que quitar esa gran máscara del cristianismo vergonzante o de falsos respetos que, algunos de nosotros, podemos tener. La fe no la podemos reducir y enclaustrar exclusivamente a una vivencia interna. Con el Señor, en estos domingos precedentes, hemos comido el pan multiplicado, nos ha sacado del fango de las aguas turbulentas, nos ha sanado en numerosas ocasiones como lo hizo con la hija de la mujer cananea.
Viene el Señor, una vez más, y nos pregunta que qué pensamos de todo esto. De nuestra fe y de nuestra esperanza, de nuestro seguimiento y de nuestra entrega, de su persona y de sus palabras.
En un mundo mediatizado por la imagen, el Señor, no nos pregunta por sentirse inseguro. Lo hace porque tal vez, nosotros, no estemos seguros de a quién seguimos, quien es y por qué le seguimos.
Aquí, hoy, podríamos poner encima de la mesa del altar las cartas de la verdad o de la falsedad de nuestras creencias. En nuestras conversaciones... ¿Cuántas veces hablamos de Dios? Con los amigos ¿Cuándo planteamos seriamente nuestra vida cristiana o el hecho de ser católicos y cristianos? Porque, en definitiva, de lo que abunda en el corazón se expresa en los labios.
Jesús espera una respuesta: ¿Qué decimos sobre Él? ¿Le conocemos profundamente o sólo superficialmente? ¿Escuchamos su Palabra o simplemente asistimos a su lectura? ¿Estamos en comunión con Él, o somos unos amigos interesados que sólo lo saben vivir y sentir en ciertas celebraciones solemnes?
Uno de los aspectos más negativos de nuestro tiempo es el relativismo. También, respecto a la persona de Jesús, ha hecho estragos este virus. No es difícil encontrar personas que digan que Jesús es un personaje formidable, fuera de serie, histórico pero olvidan (tal vez no lo han sentido nunca) que...
-Jesús, como Hijo de Dios, es sobre todo Salvador.
-Jesús no ha venido al mundo para ser coreado en pancartas y luego ser olvidado en el estilo de vida de los que nos decimos creyentes.
-Jesús no ha nacido para que nos remitamos a las actas de la historia y comprobemos que, en verdad, existió.
-Jesús no ha irrumpido repentinamente para que lo ensalcemos como un defensor de las causas perdidas.
-Jesús, sobre todo, ha venido para que veamos en Él, la mejor fotografía y el mejor rostro que Dios tiene: el amor.
Hoy, como Pedro entonces, nuestra iglesia (con contradicciones, deficiencias, limitaciones, dificultades, temperamento, carácter, etc.) sigue respondiendo: “Tú, Señor, eres el Hijo de Dios.”
(Padre Javier Leoz)
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