El Papa Francisco: “El cansancio de pedir perdón es una enfermedad fea”
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
Durante la Audiencia General de este miércoles 5 de febrero, el Papa Francisco animó a no cansarse de pedir perdón, de no dejarse llevar por el orgullo y cultivar la pobreza de espíritu, “porque de los pobres de espíritu es el Reino de Dios”.
El Pontífice continuó con la serie de catequesis sobre las Bienaventuranzas del Evangelio de San Mateo. Jesús comienza “proclamando su camino para la felicidad con un anuncio que resulta paradójico: ‘Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos’”.
Según explicó el Pontífice, se trata de “un camino sorprendente y un extraño objeto de beatitud: la pobreza”.
“Debemos preguntarnos: ¿qué es lo que se entiendo aquí con ‘pobres’?”, se preguntó el Papa. “Si Mateo usara sólo esta palabra, el significado sería simplemente económico, es decir, indicaría las personas que tienen pocos medios o ningún medio de vida y que necesitan la ayuda de los demás”.
Sin embargo, “el Evangelio de Mateo, a diferencia del de Lucas, habla de ‘pobres de espíritu’. ¿Qué quiere decir? El espíritu, según la Biblia, es el soplo de vida que Dios transmitió a Adán; es nuestra dimensión más íntima, digamos la dimensión espiritual, la más íntima, aquella que nos hace personas humanas, el núcleo profundo de nuestro ser”.
Por lo tanto, “los ‘pobres de espíritu’ son aquellos que son y se sienten pobres, mendicantes, en lo íntimo de su ser. Jesús los proclama bienaventurados porque ellos pertenecen al Reino de los cielos”.
El Papa Francisco lamentó que “muchas veces se nos dice lo contrario”. Lo aceptado en la sociedad es que “se necesita ser algo en la vida, ser alguien… Se necesita tener un nombre. Y de ahí nace la soledad y la infelicidad: si yo debo ser ‘alguien’ estoy en competición con los demás y vivo en la preocupación obsesiva por me ego. Si no acepto ser pobre, empiezo a odiar todo aquello que me recuerda mi fragilidad”.
Porque “esa fragilidad impide que yo me convierta en una persona importante, en rico, no sólo de dinero, sino de fama, de todo”.
“Cada uno, delante de sí mismo, sabe bien que, por mucho que se haga, siempre queda uno radicalmente incompleto y vulnerable. No existe un maquillaje que cubra esa vulnerabilidad, cada uno de nosotros es vulnerable por dentro y debe ver dónde. ¡Y qué mal se vive cuando se rechazan los límites personales! Se vive mal cuando no se dirige el límite”.
“Las personas orgullosas no piden ayuda, no pueden pedir ayuda, no les viene pedir ayuda, porque deben demostrarse auto suficientes. ¡Y cuántos de ellos necesitan ayuda! Pero el orgullo les impide pedirla”, lamentó el Pontífice.
De la misma manera, “¡qué difícil es admitir un error y pedir perdón!”. Y, sin embargo, “el Señor no se cansa de perdonar; somos nosotros, por desgracia, quienes nos cansamos de pedir perdón. El cansancio de pedir perdón es una enfermedad fe. ¿Por qué es tan difícil pedir perdón? Porque la humildad humilla nuestra imagen hipócrita”.
El Papa Francisco insistió en que “el Reino de Dios es de los pobres de espíritu. Están aquellos que tienen reinos de este mundo: tienen bienes y comodidades. Pero son reinos que finalizan. El poder de los hombres, también el de los imperios más grandes, pasan y desaparecen. Muchas veces vemos en el telediario o en el periódico: aquel gobernante y aquel gobierno cayeron… Las riquezas de este mundo se van”.
“Reina verdaderamente quien sabe amar el verdadero bien. Tiene poder espiritual quien sabe amar más que a sí mismo. Ese es el poder de Dios. ¿En qué se demostró Cristo poderoso? En que supo hacer lo que los reyes de la tierra no hacen: dar la vida por los hombres, ese es el verdadero poder. Es el poder de la fraternidad, el poder de la caridad, el poder del amor, el poder de la humildad. Eso hizo Cristo”.
Precisamente ahí radica “la verdadera libertad”, aseguró Francisco. “Quien tiene ese poder de la humildad, del servicio, de la fraternidad, es libre”.
El Papa Francisco concluyó su catequesis señalando que “hay una pobreza que debemos aceptar: la de nuestro ser. Y una pobreza que, en cambio, debemos buscar: la de las cosas de este mundo para poder ser libres y poder amar”.
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