Conserva la calma
Defiende y cultiva la paz en tu corazón, porque es el clima indispensable para crecer en plenitud en todas las dimensiones de tu vida. Vigila cuanto entra en tu corazón para que no se infiltre en él el polvo de la ansiedad, el ácido de la irritación, o el veneno del odio. Gozar de la paz profunda del alma merece estar en permanente alerta.
En los momentos críticos aprende a conservar la calma, de modo que tus decisiones sean justas y sabias. En lugar de exasperarte y dejarte dominar por la ira, cállate porque el silencio aquieta. Respira profundamente y ora. Ganas serenidad si cierras tus ojos y te ves en un lugar paradisíaco, mientras repites pensamientos positivos. Recuerda que Dios está en tu corazón y estarás tranquilo sin desesperarte. La ira es fuente de males casi siempre más graves que aquellos que la causan. Corta las raíces de la irritación: ¿Cómo podrás apagar el incendio de la ira si lo alimentas con la leña del fanatismo, el rencor o la soberbia? El hombre espiritual es dueño de sí mismo ante la adversidad.
¿No has comprobado que una palabra dura dicha en un acceso de ira te trajo semanas de amargura? Un refrán tibetano afirma: “la paciencia en un momento de enojo te evitará cien días de dolor”. Cada día pídele al Señor toda la paciencia que necesites. Dile “Concédeme hoy fortaleza, paciencia y serenidad. Que nada ni nadie me perturbe”.
* Enviado por el P. Natalio
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