La gaviota y el pescador
Vivir feliz es un arte. Y nada contribuye tanto a la paz del corazón como valorar todo lo bueno, agradable y valioso de la propia situación. Serás positivo, optimista y lleno de esperanza cuando te acostumbres a detectar cada día todo lo que te da satisfacción y contento, todo lo que te gratifica. Y sencillamente lo agradeces a Dios, sin compararte con los demás.
Una gaviota amaneció volando muy alto sobre el mar. Allá abajo divisó, haciendo espumas entre tanto azul, la barca de un pescador. —¡Ah, si yo tuviera una red como la de ese hombre – se dijo la gaviota– no tendría por qué resignarme a agarrar un solo pez tras varios intentos de vuelo en picada en el agua! A su vez, el pescador, embelesado con el vuelo de la gaviota, se decía: —Si tuviera el privilegio de ver desde lo alto lo que puedo pescar, no me aventuraría tanto en aguas profundas y ni siquiera me alejaría de la costa en la madrugada.
La sabiduría consiste entonces en no compararte con los demás, porque todo humano tiene sus cruces y falencias, sus días de sol y de nublados, su tiempo de reír y de llorar. Tú enumera tus propios bienes, y da gracias al Señor, y aprende a agradecer incluso lo que encierra dolor y fracaso, porque hay también allí misteriosas semillas de vida y superación.
* Enviado por el P. Natalio
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