Quietos en la iglesia
Jeremías sabía alimentarse con el pan de la Palabra de Dios. Su corazón se consumía anhelando encontrar un fragmento cualquiera de ese divino manjar para saciar el hambre de su espíritu. Hablando con Dios le dijo una vez (15,16): “Cuando encontraba palabras tuyas, las devoraba; ellas eran mi gozo y la alegría de mi corazón”. Esa sea tu actitud.
Una maestra de catequesis les preguntó a los niñitos de su clase, cuando los llevaba a la Iglesia llena de gente para la misa dominical:
“¿Por qué es necesario estar muy quietos en la iglesia?”
Una niñita le respondió ingenuamente: “Porque algunas personas están durmiendo”.
Con actitud de humilde escucha o lee la Palabra. Esta disposición es un don que debes pedir al Señor con la confianza de un hijo. Y el libro sagrado te animará con promesas de vida sin fin, te ofrecerá normas simples de vida inocente y te descubrirá el amor entrañable de Dios por ti. Que sea tu ansiado alimento.
* Enviado por el P. Natalio
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