El poder de la humildad
El abad san Macario, marchaba un día, desde la represa hacia su celda llevando hojas de palmera, cuando se encontró de pronto con el diablo. El espíritu tenebroso quiso impresionarlo con una hoz que llevaba en su mano, pero le fue imposible. Entonces le dijo:
— ¿Qué fuerza emana de ti, Macario, que soy impotente contra ti? Todo lo que tú haces, yo lo hago también: tú ayunas y yo no como nada; tú velas y yo no duermo. Pero, me aventajas en un punto. Macario le preguntó cuál era. Él le dijo:
—Tu humildad. Por su causa yo no puedo nada contra ti.
Afirma santo Tomás que Cristo nos recomendó por encima de todo la humildad, porque con ella se anula el principal impedimento para nuestra santificación. Todas las demás virtudes derivan de ella su valor. Sólo a ella le concede Dios sus dones, y los retira cuando ella desaparece. La dignidad y grandeza del hombre es don de Dios; su miseria, fruto de su corazón extraviado.
* Enviado por el P. Natalio
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