“Allanen los caminos”
El tercer domingo de Adviento, tiene nombre propio. Se llama “Gaudete” de una palabra latín que significa alégrense. Se puede encontrar el tema de alegría en la oración colecta al principio de la misa y la segunda lectura. Se dice que deberíamos alegrarnos porque la espera para la Navidad ya es medio terminada. Pero, más profundamente, la alegría es un planteamiento básico del cristiano. Pues el Señor Jesús, que conquistó el pecado y la muerte, nos prometió que vendría para premiarnos por los actos de caridad. Ya lo esperamos con confianza alegre.
Durante Adviento podemos apuntar a tres figuras que caracterizan el tiempo. Primero el profeta Isaías, cuyo libro domina las lecturas del Antiguo Testamento por estas cuatro semanas. Entonces la Virgen María hace un gran papel. No sólo celebramos dos fiestas de ella durante Adviento sino también la encontramos en una manera particular en las misas los días antes de la Navidad. Finalmente, Juan el Bautista ronda como un pregonero anunciando el tema del tiempo.
Siempre en la primera parte de Adviento celebramos las fiestas de la Inmaculada Concepción de María y de Nuestra Señora de Guadalupe. La primera celebración nos sugiere la necesidad del Mesías que esperamos. Pues la concepción inmaculada de María fue un evento singular en la historia. Todos los demás seres humanos hemos vivido bajo del peso de pecado, excepto a Jesús por supuesto. La Virgen de Guadalupe simboliza el socorro particular de Dios a los marginados. Su presencia en el cerro Tepeyac indica que nadie va a quedarse fuera del Reino simplemente porque es pobre o indígena o lastimado. Como María espera dar a luz a Jesús, ella comparte con nosotros toda la alegría de una joven encinta con su primer hijo.
Juan sirve un papal doble. En primer lugar es el gran profeta del desierto llamando a la gente al arrepentimiento. Hay testimonio de él no sólo en los evangelios cristianos sino también en otros documentos del tiempo. Sin embargo, cuando examinamos sus palabras, se presenta a sí mismo como humilde, al menos en comparación con el Mesías a quien anuncia como cerca. Dice en el evangelio hoy: “…viene detrás de mí, (uno) a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias”. Por su servicio y por su humildad Juan nos enseña el modo propio para esperar a Jesús.
Este año el tiempo de Adviento es el más corto posible. Tenemos sólo tres semanas y un día para prepararnos a recibir a Jesús. Sin embargo, no es la cantidad de tiempo que valga tanto como la calidad de nuestra espera. Si miramos la venida de Jesús con la esperanza que va a aliviarnos del pecado y la muerte, si mantenemos la alegría de ser hijas e hijos de Dios venga lo que venga, y si servimos a los necesitados en la solidaridad, entonces estaremos bien. Podremos acogernos a Jesús con brazos abiertos. Y él nos llenará con la vida eterna.
© Padre Carmelo Mele O.P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario