Mi amigo secreto
La historia de un niño enfermo terminal de cáncer y la demostración de amor de su madre.
Cuando Andrés Bremer, de ocho años, ingresó en un hospital de Chicago para someterse a un tratamiento contra el cáncer, recibió un alud de tarjetas de sus amigos de la escuela, vecinos y primos, que le deseaban pronta recuperación. Pero una vez que salió del sanatorio, nadie volvió a escribirle.
Día tras día, el pequeño revisaba el buzón en busca de cartas que estuvieran dirigidas a él, pero no encontraba nada. Decía su madre.
Era muy duro para ella ver cómo su hijo se sentía cada día más abandonado por sus amigos.
“Muchas cosas en la vida de Andrés escapaban de mi control –las radiaciones, la quimioterapia, su recuperación-“, cuenta su madre, Sara. “Pero sí estaba en mis manos, el que mi hijo recibiera correspondencia, así que empecé a escribirle y a firmar como si fuera un amigo secreto”.
Al niño le encantó recibir esas misteriosas misivas de apoyo. Una tarde se sentó a la mesa del comedor y se puso a dibujar con sus lápices de colores. Solía obsequiar a su madre sus pequeñas obras de arte, pero esa vez hizo una excepción:
-Este dibujo no es para ti-le dijo, a la vez que enrollaba la hoja de papel para luego dejarla sobre la mesa-. Es para mi amigo secreto.
Esa noche, cuando Andy ya se había acostado, Linda desenrolló el dibujo. En una esquina de la hoja el artista había dejado un mensaje: “Posdata: te quiero, mamá”
Así comenzó entre Andy y su “anónimo” amigo un intercambio de correspondencia que duró hasta la muerte del niño, en 1984. Madre e hijo nunca hablaron acerca de su juego.
Tiempo después, en cierta ocasión en que estaba poniendo orden en el armario de Andy, Linda encontró una agenda con los nombres de varios amigos que su hijo había hecho en un campamento de verano para niños con cáncer. Decidió entonces enviarle un mensaje a cada uno de ellos. Las respuestas no se hicieron esperar:
“Gracias”, respondió un pequeño. “No creí que alguien supiera que existo”.
Han pasado diez años y la señora Bremer sigue escribiendo a niños con cáncer y otras enfermedades. Su asociación de voluntarios, Love Letters, Inc. Envía hasta 7000 tarjetas y paquetes cada mes, con un modesto presupuesto que depende de donativos. La agrupación envía, además, cerca de 1100 juguetes y dulces en Navidad, y otro tanto en julio.
“Nuestra misión es seguir enviando tarjetas y paquetes”, explica Linda. “Nunca dejaré a estos niños esperando frente al buzón”.
Autor: Kevin Lumsdon, del Hospitals & Health Networks
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