El auto no le arrancaba…
Los Niños Exploradores se comprometen hacer al menos una buena acción cada día. Como esos chicos, conviene que te entrenes en este ejercicio cotidiano: cada uno de estos actos son como ladrillos de una maravillosa construcción que emprendes para alegría de Dios que goza ver que sus hijos desarrollan sus dones con generosidad.
En medio del camino, ya cerca del pueblo, se encontraba parado un automóvil, con el capó levantado y, casi medio adentro, el dueño tratando de hacerlo arrancar de cualquier manera. Toca cables, mira la batería, saca y pone tornillos, y no hay caso. En eso se cruza un borracho y le pregunta: —¿No le arranca? —¿Y no ve que no? ¡Y lo que me da más bronca es que estoy a tres kilómetros miserables del pueblo y no puedo llegar! —¿Y por qué no le pone una pila? —Pero, ¿qué dice, hombre? Pero ¿qué tendrán que ver las pilas, si éste es un motor a nafta? Se afirma mejor el borracho y le contesta: —¡No, yo decía una pila de tontos, para que lo empujen hasta el poblado!
Este hombre, entregado a la bebida, que se ríe con cinismo de los que prestan ayuda a los demás, sin duda es el “avivato” y “ventajita” del dicho popular: “El vivo vive del sonso, y el sonso de su trabajo”. ¿Y dónde ha venido a parar? Ahoga en el vino la profunda angustia existencial que arrastran todos los egoístas. El amor es servicio y el servicio es alegría.
* Enviado por el P. Natalio
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