El Papa invita a ser hospitalario con el prójimo y acoger al que tiene necesidad
Por Alvaro de Juana
VATICANO, 17 Jul. 16 / (ACI).- El Evangelio de Marta y María centró el rezo del ángelus de este domingo del Papa Francisco, quien aprovechó para hablar de la hospitalidad y denunciar cómo en muchos centros de ancianos no se busca acoger y escuchar, sino otros intereses que nada tienen que ver con la fraternidad.
“La hospitalidad aparece verdaderamente como una virtud humana y cristiana, una virtud que en el mundo de hoy está en riesgo de ser descuidada”, subrayó el Papa durante el rezo del ángelus.
“Se multiplican los hogares de ancianos, pero no siempre en estos ambientes se practica una verdadera hospitalidad”, denunció. De hecho, “se da vida a varias instituciones que proveen a muchas formas de enfermedad, de soledad, de marginación, pero disminuyen la probabilidad para quien es extranjero, marginado, excluido de encontrar cualquier puesto disponible y escucharlo”.
El Santo Padre también denunció que esto suceda “en la propia casa, entre los propios familiares” que “buscan encontrar más fácilmente servicios y cuidados diversos antes que escucha y acogida”.
“Ambas ofrecen acogida al Señor, pero lo hacen de modo diverso. María se sienta a los pies de Jesús y escucha su palabra, en su lugar, Marta está afanada en preparar cosas”, explicó el Papa.
“En su afanarse y darse a hacer Marta se arriesga a olvidar lo más importante, es decir, la presencia del invitado, de Jesús”.
Francisco señaló que “el invitado no va simplemente servido, nutrido, acogido” sino que necesita “sobre todo que sea escuchado, acogido como persona, con su historia, con su corazón rico de sentimientos y pensamientos, para que así puede sentirse realmente en familia”.
El Santo Padre pidió no olvidar que “también en la casa de Marta y María, Jesús, antes de ser Señor y Maestro, es peregrino e invitado”. Y por eso Jesús le dice “Marta, Marta, ¿por qué te preocupas y te agitas por muchas cosas que hacer por el invitado hasta olvidar su presencia?”.
En definitiva, “para acogerlo no son necesarias muchas cosas” sino solo una: “escucharlo, demostrarle una actitud de hermano, de modo que parezca que esté en familia y no en un refugio temporal”.
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