LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Julio 18
Todo templo tiene un altar; no sería templo sin el altar; el templo es para cobijar el altar.
Pero es que en nuestra vida debemos tener un altar allí en lo más recóndito del alma, guardado con todo respeto y veneración, y orientar hacia él todas las acciones cotidianas.
Frente al altar cabe una postura de entrega y de brazos abiertos. De labios en flor, que se abren a besos, a canciones y a oraciones. El beso al altar es palabra caliente de agradecimiento sincero; ese altar íntimo de tu alma debes besarlo con reiterado afecto, por cuanto en él está tu Dios, en él se manifiesta la bondad de tu Dios, que te sigue día a día, momento tras momento, pensando en ti, llamándote, esperándote. Haz de besar esa mano de Dios extendida hacia ti, esa ara sacral en la que haz de ofrendar tus sacrificios. Todo es de Dios y todo es para Dios; y todo eso lo debes ofrecer así: con sonrisas, con oraciones, con cantos e himnos de alabanza, con canciones y besos de gratitud y de amor reconocido y profundo.
“Harás también un altar para quemar el incienso… Este altar es una cosa santísima consagrada al Señor” (Ex 30,1-10). El altar en el que día a día debes ofrecer tu sacrificio al Señor ha de ser la mesa de tu trabajo, tu escritorio, tu herramienta, tu torno, tu cocina, tu tabla de planchar, etc. Todo debe ser ofrenda al Señor, ofrecida en todo lugar y en todo momento.
* P. Alfonso Milagro
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