LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Julio 21
Hay una riqueza simbólica en la luz de la vela, en la llama del cirio pascual.
Su simbolismo, pletórico de significado, nos está recordando que debemos ser luz para el mundo, para que ese mundo que anda entre tinieblas, tinieblas que son de error y de maldad, maldad que se esparce por las cuatro latitudes, latitudes que deberán ser renovadas por el hombre cristiano, hombre cristiano que ha de ser un cielo desbordante de luz.
La luz de la vela es un grito de vida espiritual; es una lengua que pregona la venida del Salvador que fue “la luz del mundo”. Esa débil luz de la vela, ese débil resplandor, tapado por el chorro potente de los modernos reflectores, está indicando que, en medio de todo este mundo dinámico, aplastador, desbordante, hay que saber descubrir la luz de la fe, que es un canto de gozo y de triunfo sobre todas las limitaciones humanas; luz que es mensajera de un mundo inmaterial de paz y de amor.
“La hora se acerca, ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Jn 4,23-24).
* P. Alfonso Milagro
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