LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Julio 15
La fe hace que el corazón y la voz del hombre se tornen instrumentos conscientes de alabanza a Dios y de júbilo para el hombre. Dios solamente se alberga donde la sencillez y la humildad le han preparado el camino.
Con esa fe se multiplica prodigiosamente la luz y la alegría de sentirse viviendo con Dios, de estar en Dios y de que Dios está en uno. El creyente es un hombre de por sí optimista y alegre, de suerte que aun cara a la muerte, al dolor, al sufrimiento, a las privaciones que la vida impone, su alma queda inundada de paz y serenidad; porque en la muerte el cristiano, más que verse privado de algo, es quien da, quien se da al Padre que está en los cielos; y quien da, quien ofrece, debe hacerlo con gozo y con paz.
La muerte, el dolor del creyente, reciben una luz característica que no es posible comparar con nada de este mundo. Solamente el creyente es capaz de descubrirla, de comprenderla y de aceptarla. Para el no creyente, esto es todo un misterio y le suena a música celestial; para el creyente, es realmente “el cielo”.
“De su plenitud hemos recibido todos gracia por gracia” (Jn 1,16). No debes olvidar que la gracia es un “don”, un regalo, y que debes hacer de la vida de gracia tu verdadero ideal, el ideal de toda tu vida. Vivir en gracia y vivir la gracia en toda su plenitud, consciente y creciente.
* P. Alfonso Milagro
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