Cargar papas podridas
1) Para saber
En la vida familiar se pueden dar situaciones donde alguien ofende a otro. Entonces caben dos opciones: permitir que un mal sentimiento penetre en nuestro corazón, que guardemos rencor por el mal recibido, “lo tomemos en cuenta”. O, por el contrario, que perdonemos intentando comprender la debilidad ajena e incluso busquemos una excusa para ese comportamiento, como cuando Jesús exclamó ante los que lo estaban crucificando: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34).
Uno mismo es quien decide qué actitud tomar. San Pablo nos recuerda que “el amor no toma en cuenta el mal”, no busca culpas, no es rencoroso. El peligro del rencor es que podemos hacerlo crecer cuanto queramos, dice el Papa Francisco, pues “la tendencia suele ser la de buscar más y más culpas, la de imaginar más y más maldad, la de suponer todo tipo de malas intenciones, y así el rencor va creciendo y se arraiga”. Es preciso evitar darle a todo la misma gravedad pues así se daña el vínculo amoroso y la estabilidad familiar.
2) Para pensar
En una ocasión el maestro pidió a sus alumnos que llevaran unas papas y una bolsa de plástico, pues les explicaría sobre el resentimiento. Ya en clase, se trataba de tomar una papa por cada persona a la que se le guardara resentimiento, escribir su nombre en ella y ponerla dentro de la bolsa. Algunas bolsas eran realmente pesadas.
El ejercicio consistía en que durante una semana cada uno llevaría la bolsa de papas a todos lados donde se fuera. Naturalmente la condición de las papas se iba deteriorando con el tiempo y hacía descuidar deberes por estar pendientes de ella. El fastidio de acarrear esa bolsa en todo momento mostró claramente el peso espiritual de cargarla a diario. Al final todos arrojaron gustosos esa carga con las papas podridas. Los alumnos comprendieron lo pesado e inútil que era mantener el resentimiento por algo que ya pasó y no puede cambiarse.
A veces le damos mucha importancia a las promesas no cumplidas o a pequeños desaires, y nos llenan de resentimiento y malestar. Pensemos ahora en las papas que se pudren en nuestra "mochila" sentimental, para decidirnos a arrojarlas fuera de nosotros.
3) Para vivir
La solución para recuperar la paz es el perdón. La falta de perdón es como un veneno que tomamos a diario a gotas pero que finalmente nos termina envenenando. Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro sin darnos cuenta que los beneficiados somos nosotros mismos.
El perdón es posible, pero no fácil, exige sacrificio, dice el Papa Francisco. Perdonar no significa aprobar lo que pasó o darle la razón a alguien que nos lastimó. Simplemente significa dejar de lado, “no tener en cuenta” aquello que nos causó dolor o enojo, pero solo será posible a partir del amor.
Muchas veces la persona más importante a la que tenemos que perdonar es a nosotros mismos. Esto supone la experiencia de ser perdonados por Dios, por un amor incondicional que nos estimula. “Entonces podremos amar más allá de todo, perdonar a los demás aun cuando hayan sido injustos con nosotros”, logrando que donde vivamos sea un lugar de comprensión, acompañamiento y estímulo.
* Pbro. José Martínez Colín
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