La oración: palanca del mundo
La oración es como una palanca que hace posible que el mundo, que se derrumba en el caos del mal y del pecado, pueda levantarse hacia Dios. Tenemos una fuerza de increíble poder en la oración.
Por: P. Pedro Barrajón, L.C. | Fuente: Catholic.net
Dadme un punto de apoyo y levantaré al mundo
Santa Teresa del Niño Jesús al final de su famosa autobiografía Historia de un alma recuerda la frase que se atribuye a Arquímedes “dadme un punto de apoyo y levantaré al mundo”. Y ella la aplica la oración, comentando: “Lo que Arquímedes no pudo lograr, porque su petición no la dirigía a Dios y porque la hacía desde un punto de vista material, los santos lo lograron en su plenitud” (Manuscrito autobiográfico, C 36 vº).
La oración: El punto de apoyo
¿Cómo lograron esto los santos? Porque a ellos, continúa la santa de Lisieux, “el Todopoderoso les dio un punto de apoyo: Él mismo, Él solo. Y una palanca, la oración, que abrasa con fuego de amor. Y así levantaron el mundo Y así lo siguen levantando los santos que aún militan en la tierra. Y así lo seguirán levantando hasta el fin del mundo los santos que vendrán”.
Con la oración podemos “levantar el mundo”. La oración es como una palanca que hace posible que el mundo, que se derrumba en el caos del mal y del pecado, pueda levantarse hacia Dios. Tenemos una fuerza de increíble poder en la oración. Si contemplando el mundo podemos a veces entristecernos por tantos pecados, injusticias, guerras y una gran cantidad de males que asolan la tierra, hemos de reaccionar con la esperanza de los santos que sabían que ellos tenían a disposición la palanca de la oración.
Santa Teresa del Niño Jesús mencionaba la acción de la oración de los santos del pasado, del presente y del futuro. Nosotros podemos seguir levantando el mundo con nuestra oración. Podemos hacerlo más santo, más lleno de la presencia divina, podemos poner en él el perfume del amor de Dios. ¿Por qué? Porque, como ella misma dice, “la oración abrasa con el fuego del amor”. Es el fuego del amor divino que es capaz de sanar las más profundas heridas del alma, levantar la más desoladoras desesperanzas, dar vida a los más áridos desiertos. La oración reaviva la llama del amor y esto levanta el alma y con ella al mundo.
Necesidad que el mundo conozca la oración
No se puede estar delante de una hoguera sin quemarse. La oración quema el alma en el más profundo centro y le da la llama de amor vivo, como decía San Juan de la Cruz. La oración realizada con amor, da amor al alma y la renueva en el amor. El mundo necesita el amor de Dios y por ello necesita la oración en el que este amor se enciende y aviva. El mundo sólo se rescata con amor verdadero y la oración es capaz de darlo. El mundo se puede elevar con la palanca de la oración y el poder de Dios. Queda en nosotros el querer usar esta poderosa palanca o por el contrario que quede inactiva.
La oración es el punto de apoyo de nuestras vidas, tantas veces ajetreadas, vividas en la confusión, sin rumbo cierto, sin la fuerza necesaria para vivir las virtudes cristianas, con las tentaciones que acechan por todas partes y con la conciencia de la propia fragilidad que se hace más viva a medida que pasa el tiempo. Usemos este instrumento de salvación que es la oración y hagámoslo como lo hacía la pequeña Santa francesa: “No porque el buen Dios, en su preveniente misericordia ha preservado mi alma del pecado mortal, es por lo que yo me elevo hasta Él, por la confianza y el amor” (Manuscrito autobiográfico C, 36 rº). La oración nos eleva hasta Dios “por la confianza y el amor” y al mismo tiempo nos fortalece y nos llena de confianza y de amor.
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