El águila y la serpiente
Autor: Padre Rafael García-Herreros
En el interior de cada persona se libra una gran batalla. Por un lado
encuentra el águila que asciende. Todo lo que el águila representa es bondad y belleza. Esta se eleva muy por encima de las nubes y, aun cuando cae en picada hacia los valles, construye su nido en los riscos verticales de las montañas.
Este águila se alimenta de esfuerzo y entrega, forma también parte de su
menú el sacrificio y las luchas. Está acostumbrado a soportar privaciones y lleva con hidalguía las pruebas. Nunca se derrota y está siempre dispuesta a volver a empezar.
Al otro lado de nuestro interior se encuentra la escurridiza serpiente, la
víbora de cascabel. Este taimado y engañoso reptil representa los peores
aspectos de una persona: su lado oscuro. La serpiente se alimenta de los
fracasos y caídas de la persona. La depresión es otro de sus bocados y se justifica a sí misma por su presencia en la masa escurridiza. Por eso nos enseña a huir y a nunca enfrentarnos a nosotros mismos. Tiene la facilidad de arrástranos a los vicios y suscitar en nosotros nuestros más bajos instintos...
La gran pregunta es ¿Cuál de las dos ganará la batalla por nuestra vida?
La respuesta es mas sencilla de lo que nos imaginamos:
¡ganará a la que más alimentemos!!
¿A cuál estás alimentando más mi querido hermano?
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Si en tu vida toma control el fracaso y la mediocridad que te llevan a
eludir constantemente tus responsabilidades... ¿no será que dejaste que la serpiente se enseñoreara en tu vida?.
Dios no creó para el fracaso, sino para la libertad, y aunque digamos que
ésta nos ha traído muchos sinsabores, también es cierto que nos ha regalado experiencias maravillosas y felices junto a nuestros seres queridos.
¡¡Deja de alimentar a la serpiente y de quejarte de tu propia suerte!!
¡¡Si te caíste, sigue el ejemplo del águila y vuélvete a levantar!!
"Porque nunca nos ha enviado el Señor
una prueba que no podamos soportar
sino que juntamente con la prueba
nos dará la salida para que podamos resistir"
San Pablo: I Cor. 10,13
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